V E I N T I N U E V E | L O P E O R D E L S E R H U M A N O
«Cuando la miré, supe que estaba completamente horrorizada por lo que estaba viendo. La comprendía y lo que más deseaba era llevármela lejos, tratar de poder salir de esta con todos mis compañeros y vivir sin ser los esclavos de nadie»
Gato.
CRONOS.
Estábamos a punto de llegar al final Magno y yo, en el sofá de su piso, en algún lugar recóndito de Londres y solo deseaba fundirme por completo a su lado mientras lo hacíamos salvajemente en ese sofá.
Mis manos estaban en sus caderas, clavando mis dedos en su piel mientras que él me pedía a gritos que continuara y no parase en ningún momento. Hice lo que me pedía mi amante y continué con mi movimiento de caderas mientras mi miembro salía y entraba de su interior.
Magno, mientras agarraba como podía el sofá, se abría más de piernas para sentirme mejor y tenía todo el acceso a su trasero para mí, solo para mí.
Estábamos sudando más que nunca y, desde mi posición, podía ver como la espalda de mi luchador brillaba de lo resbaladizo que estaba.
Entonces, con varias embestidas más, llegamos al final, derrumbándonos en el sofá, cada uno pegado al otro y completamente desnudos.
No podía estar más enamorado de ese hombre que tenía a mi lado y que deseaba poder sacar de ese maldito lugar para poder vivir una vida normal, siendo algo más que simples amantes, lo que solo nos permitían en ese lugar, ese lúgubre lugar.
Quería decirle desde hacía tiempo lo que sentía por él, por Magno, entonces, al mirarlo a los ojos marrones, 4 años más joven que yo, susurré su nombre verdadero;
—Nick...
Él me observó al rostro, completamente empapado y, con una de esas hermosas sonrisas, me dijo;
—Dime, Carlo.
Si, me había hartado a decirle a Felina, al principio cuando comenzó aquí, que jamás le dijese a Gato quien era, menos cual era su verdadero nombre. Y yo había incumplido esa norma no hacía mucho, diciéndole no solo mi nombre verdadero, sino quien era realmente y a que me dedicaba.
Me arrepentí en el momento que salió de mi boca en ese momento, pero al rato, más con el tiempo, fui viendo que él guardó mi secreto y no me juzgó, más me ayudó en algunas cosas para el caso. También era cierto que quería salir de ese lugar y si estaba en mi mano, lo ayudaría por siempre. Lo sacaría de ahí, aunque me costase la vida.
Fue en ese momento, cuando abrí mi boca para expresarle mis sentimientos ante él, que el móvil empezó a sonarme, empezando a odiar ese maldito tono y me levanté, desnudo, hacia el móvil.
Al mirar el nombre, supe que debía alejarme para poder hablar con mi compañero de trabajo y notaba la mirada de Nick sobre mi desnudez, esperándome para otra segunda ronda.
Contesté;
—¿Qué ocurre, Jon?
El detective de homicidios que estaba al otro lado del teléfono, contestó;
—¿Puedes venir al edificio antes de ir a la gala? Tengo cosas que contarte sobre nuestro capitán.
Aquella respuesta me extrañó por completo que pregunté;
—¿Cosas relacionadas...? —No terminé la frase.
Y el silencio de Jon me lo corroboró.
—Si. Vente lo antes posible.
🥊
FELINA.
El vestido negro que me había puesto para la gala de esta noche caía por mis caderas hasta llegar por encima de la rodilla. El vestido era ceñido por mi cintura y mis pechos, mientras que era algo más suelto por mis caderas y caía de forma natural.
Dejé que mi cabello ondulado estuviese suelto por completo y, al ver mi reflejo en el espejo, me fascinó verme como quedaba todo en mi cuerpo, incluso los tacones altos y del mismo color del vestido quedaban bien.
Desde el reflejo del espejo, pude ver el cuerpo y el rostro de Gato, quien estaba apoyado en el marco de la puerta de mi cuarto, con sus manos en los bolsillos y tan atractivo como siempre.
Por la mirada que me dedicaba, sabía que quería hacerme mil maldades y todas ellas sin nada puesto encima, solo el cuerpo de él y me dejaría hacer de todo por ese hombre y siempre y cuando no me dejase a medias como en alguna ocasión.
Sonreí al ver que sus ojos, tan intensos, me miraban desde el espejo, esperando cualquier movimiento de su presa y yo más que encantada por ello.
Llevaba un traje negro, con una americana que le quedaba como anillo al dedo a su cuerpo musculado, con una camiseta de color morado, desabrochada por varios botones, lo cual podía ver casi todo su pecho desnudo y tatuado.
Eso me hizo morder mis labios al verlo tan perfecto como lo veían mis ojos.
—¿Cómo estoy? —le pregunté.
Él me miró, con sus dedos pasándolos sobre sus irresistibles labios y, desde esa distancia, dijo;
—Estás para hacer que te inclines por completo, subir ese vestidito por encima de su espalda, romperte esas bragas de encaje y hacerte perversidades en este cuarto.
Aunque en el fondo me encantaba la idea de tenerlo sola para mí, en la intimidad del piso donde me ocultaba, por fuera traté de ser una persona decente que no hacía esas maldades en privado.
—Solo te preguntaba si estaba guapa.
Gato ladeó su cabeza y, mostrando sus perfectos dientes, estando tan perfecto y siendo tan único, preguntó;
—¿Y no te he dicho eso?
Me giré y le respondí;
—En tu idioma, si.
Una pequeña risita del interior de su garganta sonó y, por primera vez, lo vi feliz, no solo por la mirada, ya que muchas veces ocultaba si vivía un momento feliz conmigo. No fue así esa noche y no lo ocultó, mostrando felicidad frente a mí y acercándose con elegancia, con sus manos en sus bolsillos, sacó una de sus manos, colocándola tras mi espalda para acercarme a él peligrosamente.
Sus labios se pegaron a mi rostro y susurró;
—En resumen, estás para follarte de mil maneras con ese vestido puesto y sin él ni te cuento.
Me mordí el labio con fuerza, deseosa de hacer todas esas prácticas con él y estar días sin salir de la casa, solo para mí, siendo la mayor egoísta que jamás haya existido en Inglaterra.
—Gatito, si quieres, después te dejo que me hagas lo que quieras. Pero llegamos tarde a ese asqueroso lugar —respondí, consiguiendo recordar hacia donde nos íbamos a dirigir ahora.
Entonces, el rostro de Gato dejó de ser feliz y pude ver como su seriedad empezaba a ser evidente y ambos sabíamos que, hacia donde íbamos, debíamos ir así de preparados y odiando lo que le iban a hacer a aquellas personas que estaban secuestradas por esa ruin mafia.
—Ojalá no tuviese que llevarte allí... —murmuró. —En circunstancias normales, vestidos así, te llevaría a un buen restaurante, hablar de nosotros, de nuestro futuro, disfrutar de ese momento... Y acabar sin ropa en nuestra cama por largas horas, volviéndote loca con mi lengua y luego despertar a tu lado.
Noté un brillo en sus ojos que deseé ver continuamente y, colocando mis manos sobre su pecho musculado, me acerqué a sus labios y, rozándolo muy delicadamente con los míos, pero sin besarlos, cerré los ojos, separándome un poco de ese hombre y murmuré;
—Eres una caja de sorpresas... Y aceptaría esa cita.
Gato sonrió y, colocando su mano sobre la parte baja de mi espalda, salimos de mi pequeño piso hacia el coche de Gato, el cual me abrió la puerta, sorprendiéndome lo galante que estaba esa noche.
Ambos nos subimos y, en silencio, recogimos a Afrodita y a Serpiente, los cuales estaban juntos a escondidas, donde tanto Gato como yo les guardábamos el secreto para protegerlos.
Nos dirigimos hacia las afueras de Londres, viendo como nos alejábamos de la ciudad para ir hacia aquel lugar tan horrendo, donde subastarían a varios jóvenes.
Gato me explicó como era esa subasta en esos días, que era una vez al año e iban todos los altos cargos, millonarios, empresarios, políticos e, incluso, famosos y, también, los luchadores, tanto novatos como expertos, acompañados de sus ayudantes, si lo tenían, claro estaba. Pero debían ir tanto luchadores como ayudantes obligados por el cabrón de Magnus hacia esa mal llamada "gala" que decía el jefe de la mafia de Londres.
Vi por el espejo retrovisor a Afrodita y a Serpiente, enamorados, pero sin acercarse demasiado, pero podía imaginarse que debían de tener sus manos juntas, como si la parte de los asientos traseros del coche le diesen esa intimidad y complicidad de los 2.
Fue ahí cuando noté la mano de Gato sobre la mía y, mientras nos alejábamos de la ciudad, tornándose todo oscuro por las calles oscuras y el atardecer. Sonreí mientras nos echábamos una mirada fugaz.
Al llegar al lugar, alejado de todo y en lo que parecía una mansión muy elegante, aparcamos cerca de allí, como si fuésemos de otro mundo, pude ver como parecía una fiesta exclusivamente de ricos, donde nosotros éramos sus sirvientes y como nos miraban por encima del hombro al pasar al lado de ellos.
En la entrada, habían varios seguritas y a cada uno nos ponían una pulsera de distinto color. A los luchadores le ponían una de color morado, mientras que a las ayudantes nos ponían una de color amarillo.
Al entrar, con Afrodita a mi lado y con una pulsera del mismo color que la mía, a pesar de que no era una ayudante, me miró, tratando de tranquilizarme por el lugar al que íbamos a entrar.
—¿Y esto? —le pregunté a Afrodita.
—Para separarnos de los ricos y los compradores —contestó. —Vamos, es como decirnos que somos basura.
—Basura... Si no fuesen por ustedes, ellos no tendrían esta asquerosa diversión tan macabra y maquiavélica —contesté haciendo que Gato y Serpiente me escuchasen mientras hablaba con Afrodita, la cual me acarició el hombro con dulzura.
Gato me sonrió y me dio la mano, sin importar nada más, sin importar que los demás nos mirasen. Y caminamos por el lugar de esa manera, asombrándome lo alto que era a pesar de llegar tacones altos, Gato seguía siendo mucho más alto que yo.
Entonces, lo vi absolutamente todo. Todos los famosos que menos me esperaba encontrar ahí, incluso los que donaban dinero a las ONG o a los que se jactaban de pedir ayuda a lugares que estaban en guerra. Los vi ahí, participando en ese macabro plan de la mafia, donde solo hacían sufrir a aquellas personas que trabajaban para ellos obligados y haciendo sufrir a sus familias sin saber donde se encontraban sus hijos, hermanos, novios, primos... Eso era tan asqueroso que no volvería a mirar a esas personas tan falsas de la misma forma que antes.
El lugar, al entrar, era distinto a una mansión, pareciendo más un teatro donde nos dividían en clases sociales. Los luchadores, ayudantes y prostitutas, nos quedábamos en la parta baja, frente al escenario donde pasaría la subasta. Mientras que los ricos, los famosos y poderosos, estaban en los palcos, observando la escena como si de unos reyes de tratasen.
Odié ver todo eso, los cuales nos dividían como si estuviésemos todavía siglos atrás.
Pero lo que vi a continuación, me derrumbó por completo, al ver como varios jóvenes, quizás no llegaban ni siquiera a los 20 años de edad, estaban en el escenario, con solo un pantalón, descalzos y desnudos de torso, con un número pintado en el pectoral izquierdo.
Era tan desagradable verlos de esa manera, con esos rostros tristes y con síntomas de haber pasado mucha hambre todo ese tiempo, quizás dándoles poca comida al día, haciéndolos pasear como si fuesen meros objetos por el escenario, ante la mirada de miles de personas. Los poderosos que apostarían por el futuro mejor luchador, levantaban la mano cada vez que le gustaba uno de esos futuros luchadores y, cuando terminaba siendo subastado cada uno de ellos a alguno, sabíamos que muchos de esos poderosos harían cosas con ellos muy desagradables. Siendo lo peor que podría pasarles.
Me sentí tan mal, que bajé la mirada y miré el suelo durante largo rato, pensando que sería de ellos y haciéndome sentir más mal todavía cuando me imaginé que tanto Gato como Serpiente tuvieron que pasar por algo así en su pasado.
—Siento mucho que veas esto... —Me pidió perdón Gato y, cuando levanté mi mirada, pude ver el dolor en sus ojos.
—¿Tu estuviste en ese escenario?
Gato asintió ante mi pregunta.
—Si. Todos los luchadores pasamos por eso. Era el número 58, hasta que me empezaron a conocer por Gato, por mi mirada.
Entonces, ahí vi al vicepresidente que tanto estábamos sospechando de él y, a su vez, encontré en el escenario a aquel joven desaparecido, con el cual había hablado con sus padres hacía semanas.
Al verlo, tan lleno de moretones y azotado en varias zonas de su cuerpo, viendo el número 906 en su pectoral izquierdo, algo en mí se sintió peor de lo que ya estaba. Y no pude evitar pensar en esos padres que estaban tan desesperados por encontrarlo y estaba secuestrado por esa mafia, y quizás no lograrían verlo una vez más.
Yo esperaba que sí.
Charlie se llama y ahí le habían puesto un simple número.
—¿Preparados para esta joya, señores? —preguntó el hombre que los subastaba—. A mi lado tengo un joven de 23 años, hombros robustos y 1 metro 80. Ha demostrado que sabe luchar y solo le hace falta mano dura para ser el nuevo mejor luchador. Comenzamos la subasta por 100 libras.
Rápidamente, un hombre de unos 50 años se levantó de su elegante asiento en aquel palco y dijo;
—200 libras.
—200 libras, ¿quién da más?
Todos empezaron a subir el dinero, diciendo diferentes cifras, pero no más de 500, hasta que una mujer, la única que se encontraba en esa subasta de los ricos, se levantó y gritó;
—1000 libras.
Todos se asombraron por ese dinero y entendí que nadie apostaba más de 500 libras, ese era el tope para no gastar tanto en ellos, por ningún luchador. Por eso todos los presentes se quedaron anonadados y más que fuese una mujer la que lo hiciera.
Y juré que esa mujer la había visto alguna vez en mi vida. Una mujer elegante, con una piel de un hermoso color sepia y unos rizos perfectos, tan bella como nadie.
—Adjudicado el número 906 a la jovencita de vestido rojo.
Entonces, aquella joven me observó a los ojos desde la lejanía y la recordé.
Blair, la joven detective privado que tanto me ayudó en mis primeras semanas en la comisaría y a la que siempre le pedía consejo antes de que se metiera en un caso de un homicidio hacía meses.
Sonreí al ver que sabía que, si Blair estaba ahí, era para ayudar a ese joven, quizás contratada por los padres de Charlie y estaría en buenas manos y no sufriría. Pero Charlie tuvo esa única suerte que los demás no tendrían. Ella salvaría a Charlie, pero quizás podríamos salvar a todos los que se encontraban ahí secuestrados.
Ella me guiñó un ojo desde ese lugar, cuando sentí la voz de Gato a mi lado.
—¿Ocurre algo, Lisa?
—Nada... Es que esto, impacta...
Al mirarlo a los ojos, pude ver lo comprensivo que estaba conmigo.
—Lo sé... Lo sé muy bien, Lisa.
Su sonrisa, la cual trataba de animarme, la que trataba se sacarme otra sonrisa, hizo lo posible por hacerlo ese día, pero mi sonrisa no salía al ver a toda esa gente sufriendo, a todos esos jóvenes.
Me disculpé con Gato para irme en búsqueda del baño, tratando de refrescarme con agua, cuando varios disparos se escucharon fuertemente dentro del lugar, consiguiendo que todos empezaran a correr, a gritar y a empujar a los demás como si les fuese la vida en ello.
Todo pasó tan rápido que ni siquiera supe que hacer, quedándome quieta, buscando a Gato, hasta que un grupo de personas me empujaron hacia la pared, golpeándome la cabeza contra algo saliente y caí al suelo, haciéndome daño en mi cuerpo.
Me sentí completamente mareada, sin poder moverme y viendo las piernas de todas las personas corriendo de un lado a otro. Traté de levantarme, pero mi cuerpo pesaba y caí nuevamente, cuando empecé a escuchar la voz de Gato lejano, muy lejano.
—¡Lisa!
Vi a Gato arrodillándose a mi lado, pero ya mi consciencia empezaba a irse. Traté de decirle algo, pero no pude, simplemente no pude y más disparos escuché, sin saber que es lo que ocurría.
Solo noté unas manos grandes bajo mi espalda, elevándome y sintiéndome como en casa en unos brazos fuerte, hasta que todo se volvió oscuro.
***
Ha sido un capítulo intenso, pero muy necesario.
Me ha gustado el resultado del capítulo, ya que en mi mente tenía otra cosa, pero al plasmarla me salió mucho mejor de cómo la tenía planeada.
¿Que les ha parecido la escena principal de Cronos y su luchador?
¿Creen que el capitán tenga algo que ver en el caso?
¿Y las escenas de Gato con Felina?
¿Que nombre creen que es el nombre real de Gato?
Pronto lo sabremos ;)
¿Y la mal llamada "gala"?
Nos leemos el domingo.
Por cierto, hoy me fijé que quedan entre 6 y 10 capítulos de "Gato", así que prepárense que se viene lo mejor y lo más importante de la novela.
Patri García
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