V E I N T I C I N C O | S E C R E T O S
«Llevaba días sin saber nada de ella. Sabía que estaba enfadada conmigo y jamás ninguna mujer se había enfadado conmigo... Ella era la excepción a todo»
Gato.
FELINA.
El olor a libros que impregnaba aquella biblioteca pública de Londres me hacía querer leerme todos esos libros que se encontraban en cada una de aquellas estanterías.
Nerviosa, me coloqué mi camiseta y carraspeé antes de mirar a mi compañero de policía a mi lado, en una de las mesas de la biblioteca, bien alejada de todo.
Nos íbamos a ver, para mí por primera vez, con un testigo que nos daba cualquier información importante sobre el caso. Sobre todo, del ministro de defensa, el cual no parábamos de sospechar y de investigarlo a espaldas de nuestro capitán. Al menos, hasta que tuviésemos algunas pistas perfectas para poder tener donde agarrarnos.
Observé mis manos, nerviosa y moviendo mis piernas como si estuviese temblando, todo por ser mi primera vez con un testigo, cuando esto debía de ser lo normal para un policía. Pero yo había empezado directamente investigando dentro de una red donde traficaban con personas y todavía me quedaba mucho que aprender.
Pero Cronos, mi compañero, parecía comprenderme, por lo que me dijo;
—Sé que la primera vez es complicado, pero solo mira y verás. Cuando interroguemos a nuestro primer sospechoso, si el capitán nos deja, te enseñaré todas las tácticas para pillar a un mentiroso. Mientras, esto es solo una visita con un testigo, el cual nos da toda la información que sepa sobre esto.
Asentí ante los consejos de Carlo y carraspeé antes de poder preguntarle;
—¿Crees que venga?
Cronos, sin dejar de mirarme, contestó;
—Asesinaron a su mujer delante suya. Luego su hijo lo tienen luchando en contra de su voluntad. Quiere ver a ese hombre entre rejas y tiene cosas importantes que decirnos —dijo, haciendo una pausa—. Todos los meses nos dice algo nuevo. Así que sí, es un testigo bien fiable.
Observé a mis espaldas, sintiendo un escalofrío, como si alguien nos estuviese vigilando y aquella sensación fue extraña para mí. Cronos siguió mi mirada, mirando hacia la puerta y esperando algo que no iba a llegar. Arrugando su frente me observó, extrañado por lo que acababa de hacer.
—¿Qué ocurre?
—¿No tienes la sensación de que alguien nos vigila? —cuestioné.
Él volvió a mirar, esta vez, hacia todos lados y, dubitativo, preguntó;
—¿Te ha seguido alguien? —Sin saberlo, negué, por lo que continuó. —¿Por qué dices eso?
Me mordí el labio, nerviosa y moví más todavía mis piernas.
—No sé...
Cronos, por el rostro que ponía, parecía comprenderme por completo. Como si se viese reflejado en mí y, con una sonrisa amable, me respondió;
—Cuando trabajas de incógnito siempre tienes esa sensación. Pero no significa que sea eso.
Asentí, volviendo a mirar hacia atrás, arrugando mi frente y luego me giré al escuchar el rechinar de una silla frente a nosotros.
Un hombre de unos 40 años se sentó frente a nosotros, dejando la gorra negra que llevaba puesta sobre la mesa. Nos miró a ambos y pude ver el sufrimiento en su mirada, como si estuviese en una constante lucha.
Sus ojeras eran muy visibles y sus ojos parecían muy grandes para su rostro. Estaba bastante flaco y al instante, con tan solo verlo, pude empatizar con ese hombre.
Él saludó a Cronos, pero algo frío, me miró a mí, desconfiando de alguien que no conocía y preguntó a mi compañero;
—¿Quién es ella, Carlo?
Cronos me miró con una sonrisa y me presentó;
—No te preocupes, Diego. Es infiltrada también. Se llama Alisa —dijo nombre real, como él le había dicho el suyo al hombre que estaba sentado frente a nosotros.
El hombre, sin todavía confiar nada en mí, contestó;
—Perdona que lo pida, Alisa... pero necesito ver tu placa. No quiero correr riesgos si mi hijo está dentro —respondió temeroso y esperó a que le enseñara que era realmente policía.
Miré a mi compañero, el cual asintió y se lo enseñé.
Al ver como sus ojos se tranquilizaban al ver que era policía infiltrada, pareció relajarse en la silla. Sacó unos papeles de su mochila y nos lo puso delante de nosotros.
Carlo le preguntó;
—¿Qué tienes?
Volví a sentir como si alguien me observara, solo a mí y, al girarme, no vi a nadie.
Arrugué mi frente mientras que Cronos también me seguía con la mirada y me advertía que no pusiera nervioso al testigo, ya que era uno de los únicos que había para ese caso, ya que nadie quería testificar o dar información sobre Magnus.
—No sé si es él el jefe supremo, pero de lo que sí estoy seguro es que está utilizando el poder que tiene en defensa para que los policías giren la cabeza ante esta mafia. Por eso los policías no hacen nada. No lo digo por ustedes, pero si los de calle —contestó, señalando los papeles y nosotros miramos—. Tengo un amigo que trabaja codo con codo con él y lo está investigando al igual que ustedes. Me ha entregado esto.
Ambos miramos los números de cuentas, el dinero que trasfería y algunas fotos que mostraban cosas extrañas del ministro con Magnus, teniendo una reunión y no nos dio buena pinta todo aquello.
Al mirarnos los 2, teniendo esa química de compañeros que estábamos teniendo Cronos y yo, él dijo;
—Son sus cuentas... Tiene cuentas en otros países —respondió el informador.
Y dije;
—Donde los utiliza para pagar a la mafia con el dinero de los ciudadanos, ¿verdad?
El hombre asintió y Cronos me observó, como si hubiese encontrado una pista perfecta para el caso, con una sonrisa como si estuviese pensando en su luchador, para pode sacarlo de ese lugar.
—Esto es algo muy gordo... —susurró Cronos.
El hombre asintió y continuó;
—No solo gordo, esto demuestra que los policías reciben dinero también por esta lacra y deben de haber muchos más que tratarán de hacer humo a las pistas para evitar que la mafia de Londres desaparezca. Ganan dinero con la inseguridad y la desgracia de los ciudadanos. Esos cabrones deben de pagar por todo esto. Empezando por los que se dan de lado.
Me recosté en la silla, asombrada por lo que estaba escuchando, saber que compañeros míos recibían dinero por hacer oídos sordos ante algo que los ciudadanos estaban sufriendo. Y eso era tan doloroso...
—Vamos a hacer todo lo posible para que ellos vayan a la cárcel. Eso te lo aseguro —prometió Cronos, tomando su móvil al escuchar su tono de llamada.
Se disculpó, levantándose y enseñándome quien le estaba llamando, el cual era nuestro compañero Brown, el detective de homicidios que nos estaba ayudando, junto con Santana.
Cronos se levantó y caminó hacia la ventana para hablar con él, pudiendo escuchar la conversación desde aquí. Y me puse más nerviosa al quedarme a solas con el testigo.
El cual se acercó a mí y me susurró;
—Jovencita... Como le dije a Carlo; yo que tú vigilaría más a tus compañeros de la comisaría. No me refiero a Carlo, de él es el único que me fío, sino a otros. Pueden que ellos mismos borren pistas. Y cuando en un lugar se mueve mucho dinero, la gran mayoría termina intoxicado por la maldad humana —respondió, dejándome con más dudas que respuestas. —Tenga cuidado allí fuera y protéjase de esos corruptos.
Asentí al ver la sinceridad en su mirada y dije;
—Lo tomaré en cuenta.
Cronos colgó, acercándose a nosotros y dijo;
—Debemos irnos. —Me observó a los ojos y supe que era una emergencia. Carlo le dio las gracias al hombre.
—Tengan cuidado.
El hombre desapareció mientras que nosotros nos dirigíamos hacia la salida de la biblioteca. Frené para preguntarle;
—¿A dónde vamos?
—Brown nos ha dicho que el jefe quiere vernos. No sé que significa, si algo bueno o malo... Pero normalmente cuando el capitán quiere hablar con nosotros urgentemente, es por algo malo —contestó un preocupado Carlo.
Tragué saliva, esperando no tener que volver a llevarme otra bronca del capitán, como aquella vez que nos la llevamos tanto mi compañero Carlo como yo.
Entonces, vi la silueta de alguien en un rincón y supe de quien se trataba. Le dije a Cronos;
—Ahora iré, déjame un momento aquí.
Cronos asintió, preocupado por mí, pero prefirió decir;
—Te espero en el coche.
Al ver como mi compañero se marchaba para esperarme en el coche, caminé hacia dicha silueta, la cual estaba entre las estanterías de los libros de terror y me acerqué, dispuesta a hablar con esa persona, para descubrir que estaba haciendo vigilándome y el motivo.
Pero cuando me acerqué y vi que no se movía de su sitio, mirándome fijamente, me quedé completamente petrificada, consiguiendo que el miedo se apoderase de mí.
Serpiente elevó la ceja con sus manos metidas en los bolsillos y yo hablé;
—Serpiente... ¿Qué haces aquí? —pregunté sin conseguir que las palabras salieran fluidas de mi boca.
Serpiente, con su cazadora irresistible y colocándose mejor para apoyarse en la columna, miró a mi alrededor y, con una sonrisa socarrona, contestó;
—Eso debería preguntártelo yo a ti, ¿no cree, agente infiltrada? —Soltó con ironía.
Y yo me quedé más blanca que una vela nueva.
Tragué saliva, sin saber que decir, ni a donde ir. Deseé que Cronos viniera a mi ayuda, pero no supe que hacer y Cronos no podía estar siempre ahí para salvarme de situaciones como estas. Debía aprender a defenderme sola si era agente infiltrada, aunque ya lo había demostrado en varias ocasiones.
Pero en ese momento, no supe como reaccionar.
Y el rostro de él no me ayudaba a saber si había odio en su mirada por mi mentira, por ser policía y ocultarlo.
—Yo... —tartamudeé siendo una pésima agente.
Serpiente negó con la cabeza, riendo delicadamente mientras miraba hacia los libros que habían frente a él.
Había una sensación extraña al ver que alguien me había descubierto y me asusté por creer que esa sería el final de mi carrera y lo peor, es que no dejé de pensar en Gato y en pensar que sabía que él no quería volver a verme desde que Serpiente se lo dijera.
Y me dolía saber que la última vez que hablamos, discutimos y me fui enfadada tras lo que había hecho.
—Por eso Gato decía que había algo en ti que no creía que fueras para ser su ayudante, sino por algo más... —susurró Serpiente.
Tragué saliva y apreté mis manos, clavándome las uñas.
—Serpiente... —susurré, temerosa—. Esto no puede saberlo nadie, por favor te lo pido —supliqué.
Y, cuando creía que él se iba a callar, a negar con la cabeza o a decirme "mentirosa", hizo todo lo que menos me esperaba.
—Lo sé... Yo soy el primero que quiero que la policía acabe con esto —confesó.
Me dejó completamente patidifusa, sin entender a donde iba a ir esto y la tranquilidad fue extendiéndose en mi rostro, pero no del todo. Estuve alerta en todo momento, pero Serpiente me sorprendió por completo.
—¿No me vas a delatar? ¿No odias a la policía como Afrodita y Gato?
Serpiente apoyó su cabeza en la columna y siguió mirándome, suspirando y siendo sincero;
—Son unos corruptos, pero no todos. Y si tú estás aquí, con el peligro que conlleva solo para poder ayudarnos... Guardaré tu secreto lo más que se pueda —prometió y silenció unos segundos antes de continuar. —Solo te pido que nos saques de ese lugar para poder ser libres.
Escuchar que alguien me pidiera eso, que me pidiera que los ayudase para ser libres... Me hacía pensar en que tipo de sociedad estábamos viviendo, y más para ser el siglo 21. Me dolió escuchar todo eso y no poder prometerles nada, porque yo deseaba con toda mi alma poder sacarlos, poder dejarlos libres y que viviesen sus vidas como deseasen, con quien quisieran y donde desearan vivir.
Pero esto no funcionaba así... Y eso era lo que más me dolía.
—No está solo en mi mano... No puedo prometerte tales cosas, Serpiente —contesté con pesar.
Y Serpiente pareció comprenderme.
—Lo sé... Pero solo... Solo ayúdanos. Con eso ya haces más que nadie.
Asentí, prometiéndoselo, cuando miré la hora y sabía que debía irme.
—¿Me estabas siguiendo, Serpiente?
Silenció unos segundos y negó con la cabeza.
—Gato está preocupado por ti. No le has llamado y no lo has ido a ver. Me pidió que fuera a verte y te encontré con Cronos entrando a la biblioteca —murmuró. —Deberías llamarlo. Se preocupa por ti y no quiere perderte.
Asentí y, cuando me despedí de él para poder irme con Carlo, él me tomó de la mano y me hizo acercarme a él para decirme;
—No se lo ocultes más a Gato. Debes ser tu la que se lo diga.
Nada más imaginarme diciéndole a Gato que era policía, con el odio que les tenía, me entraba el miedo, por lo que negué y dije;
—Él me odiará si lo sabe y ya pongo en peligro la operación al descubrirlo tu.
—Yo soy una tumba... —prometió. —Pero Gato te ama. Él lo entenderá. Solo confía en él.
Escuchar aquellas palabras de su mejor amigo, el saber que Gato me amaba cuando ni habíamos hablado de amor, me hacía tener esperanzas por nuestro futuro.
Asentí, temerosa y me marché, con miedo de que Serpiente se lo dijera a alguien y ponerlos en peligro por mi imprudencia.
Pero quise creerle y lo hice.
***
Empieza lo bueno. Solo diré eso.
¿Creen que Serpiente le diga algo a Gato? ¿O cumplirá su promesa?
¿Que les ha parecido el capítulo?
Les diré algo, pensé que hoy no iba a subir. Acabo de terminar el capítulo, así que con eso se los digo todo xD. Pero he llegado a tiempo para cumplir para ustedes :3
Muchas gracias por todos esos comentarios que dejan y todos esos votos :3
Nos leemos el domingo ;)
Patri García
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