U N O | C A M I N O A L I N F I E R N O
ADVERTENCIA; Si buscas una novela rosa, con escenas bonitas y personajes que hacen el bien; esta NO es tu novela.
Esta historia será cruda, con escenas de violencia, personajes malvados, escenas sexuales explícitas, y mucho contenido +18. No encontrarás personajes perfectos, todo lo contrario y muchos de ellos no te agradarán. Si aún así quieres leerla, adéntrate en esta oscura historia y te invito a conocer cada rincón de esta novela.
Quedan avisados.
«Cuanto menos me conocieran, menos me culparían por las barbaridades que había cometido»
Gato.
Liverpool, 2016.
—Magnus Schneider, más conocido como el poeta. Se le conoce así porque en sus inicios escribía poemas en la piel de sus víctimas. —Siguió hablando el jefe mientras yo escribía todo en una libreta.
Estábamos todos en la sala de reuniones. La pantalla se encontraba llena de imágenes de ese tal Schneider, un hombre de unos cincuenta años de edad con varias cicatrices en el rostro. Mis compañeros hablaban entre ellos sobre lo que podrían hacer después de la reunión, mientras que otros solo atendían al jefe de policías hablando sobre uno de los grupos mafiosos más grande que había en Europa en ese momento.
Era mi cuarto mes consecutivo trabajando de policía, por lo que ser principiante era uno de mis mayores problemas a la hora de intentar encajar en un sitio. Pero el no tener amigos en este lugar no me preocupaba demasiado, era muy joven y podía involucrarme más si quisiera. Aunque en esos momentos solo me importaba ser una buena policía para llegar a ser algo más alto en un futuro lejano.
—Él es el jefe y el más peligroso de todos. Ha matado a miles de personas, tanto directa como indirectamente. Su objetivo es conseguir dinero a costa del boxeo ilegal, la prostitución, tráfico de órganos y las drogas —decía el jefe mientras pasaba de diapositiva para ver imágenes de gente asesinada por ese hombre—. Y su modus operandi es conseguir que gente joven entre al boxeo para pelear por un sueldo bastante alto, pero acaban por trabajar para ellos, obligándolos a asesinar a personas morosas o, simple venganza.
Siguió pasando imágenes mientras iba explicando como había matado a cada persona que aparecía en la imagen. Eran grotescas y algunas daban náuseas. Cada vez que veía una imagen así mi estómago se resentía y mis compañeros decían que ya me acostumbraría con el tiempo, pero siempre he sido sensible y era difícil insensibilizarse al ver imágenes de gente asesinada, algunos con los órganos por fuera.
—¿Cómo atraparemos a ese hombre? —preguntó uno de los policías que había en la sala y todos observamos al jefe con atención.
—Alguien tendrá que infiltrarse con ellos. Pasar las 24 horas del día, durante los 7 días a la semana con esa gente. El trabajo será mínimo de 6 meses para investigarlos y atraparlos más adelante. —Le contestó tranquilamente.
Mientras, seguía escribiendo para tenerlo todo claro.
—¿Y quien lo hará? —preguntó otro.
Yo seguía atendiendo, mientras que también apuntaba las cosas importantes para luego hacer los informes y entregárselos a mi compañera. Digamos que mi trabajo consistía en eso, ir a salas de reuniones con todos los policías, apuntar lo que se decía dentro y luego hacer un informe, más todo lo que tenía que hacer y las denuncias que tenía que tramitar. Tan solo hacía pocas cosas y las más aburridas, pero así se empezaba en la policía. Había sido entrenada para cualquier cosa, para infiltrarme y hacer el trabajo más sucio que se imaginaran, pero hasta que me llegase mi oportunidad, seguiría haciendo informes.
—No irá un hombre, sino una mujer. Por lo visto, para cada boxeador, consiguen a una ayudante. Su objetivo sería animar al luchador, acompañarlo en cada pelea que tenga, ir a reuniones con él, acaramelarlo en cada encuentro y quizás en más cosas —dijo y todos los policías se miraron unos con otros, sobre todo las mujeres que estaban atentas escuchando tal cosa.
Yo, tranquilamente, seguía escribiendo manualmente las pautas mientras me colocaba las gafas con pasividad y luego miré al jefe de policías, que había dejado de hablar unos minutos.
El movimiento de nuestro jefe me llamó la atención, cuando se acercó a la mesa para tomar una carpeta. Me coloqué las gafas para poder verlo mejor.
Observó aquella carpeta, abriéndola y leyendo lo que había dentro de ella. Todos lo mirábamos impacientes por saber quien sería el agente infiltrado, sobre todo yo que era la que apuntaba en cada reunión.
Levantó la mirada y dijo;
—Aquí tengo varios nombres de agentes al que nuestro compañero ha escrito de todo el departamento. —Enseñó la carpeta mientras que todos comenzaron a hablar en voz baja ante todas las cosas que estaban escuchando.
—Me interesaría saber si habrían más agentes. No estaría segura yo sola en un lugar tan peligroso —dijo una de mis compañeras.
El jefe levantó su mirada y continuó;
—Al principio, pondremos a un agente infiltrado. Más adelante pondremos uno más para vigilarlo todo —respondió. —Pero no estarán en peligro, jamás pondríamos a nuestros agentes en peligro. —Se quitó las gafas y luego movió la carpeta para dejarla sobre la mesa—. Bien. Para aquellas personas que llevan mucho tiempo trabajando aquí, no será necesario que se infiltren. —Varios suspiros de alivio se escucharon de fondo y yo arrugué la frente al escuchar aquello que decía él—. Por eso el gobierno ha decidido que sea alguien nuevo, desconocido y que lleve poco tiempo para seguir adelante con el caso. Una mujer de la que nadie sospechará.
—¿Y quien va a ser? —cuestionó otro compañero mientras yo seguía escribiendo por cada cosa que se decía en la sala.
Unos minutos de silencio se escucharon mientras sentía la mirada del jefe sobre mí. Yo aparté la vista de mi libreta para poder observarlo y él apretó la mandíbula con su mirada puesta en mí. Tragué saliva y luego él respiró hondo para mirar a toda la sala.
—Alisa Bécquer.
🥊
Después de la reunión, algunas de las mujeres que habían en la sala respiraron tranquilas menos yo. Estaba sorprendida y asustada, me habían dado el paquete a mí, a la novata. No sabía nada de infiltrarme en un sitio y mucho menos en un lugar tan peligroso como el boxeo clandestino. Pero no podía quejarme, me habían dado una oportunidad de demostrar quien era, lo entrenada que estaba y lo dispuesta que me encontraba para poder acabar con aquella lacra.
Por eso, de los nervios, mientras tomaba mis cosas para trasladarme a otra ciudad donde estaba el nido de toda esa trama, me mordía las uñas sin quererlo y me marché al despacho del jefe, donde me daría las instrucciones de todas las cosas que necesitaría saber.
Mis compañeros, de los cuales no he tratado con ninguno de ellos como para decirles «amigos», no paraban de mirarme desde su sitio. Muchos susurraban entre ellos diciendo que seguramente no sabría manejar la situación. Otros no los escuchaba, pero estaba más que segura que no decían cosas bonitas sobre mi. Nunca me he sentido lo suficientemente cómoda para ser muy habladora y muy abierta con ellos, aunque lo cierto es que nunca lo he sido en cualquier sitio al que haya ido. Ni siquiera en la academia de policías, ni mucho menos en el instituto. En toda mi vida solo he tenido una amiga y ya hemos perdido el contacto durante los años.
Apreté la mandíbula mientras caminaba hacia el despacho y luego toqué dos veces antes de oír la voz del jefe.
Abrí la puerta, ocultando el nerviosismo y luego entré con pasos torpes. Las dos personas que habían dentro me observaban impasible a la vez que contentos por ser yo la que se infiltrase, bueno solo uno de los dos. El otro me miraba como si acabase de terminar el instituto y estuviese buscando trabajo.
—Siéntese por aquí, agente Bécquer —dijo el jefe Anderson mientras yo hacía caso de lo que él me estaba diciendo.
Dejé mi mochila en el suelo y luego los miré a los dos. Anderson estaba sentado, mientras que el otro que no conocía estaba a su lado de pie.
Lejos de la adrenalina de saber que tendría la oportunidad de poder llevar un caso complicado, estaba muy nerviosa. Era una situación nueva y extraña. Me querían meter de infiltrada en un lugar que no conocía de nada, para ser la nueva. Por no hablar del tipo de caso al que me enfrentaría.
—Aquí tienes todo lo que necesitas saber sobre el caso. Datos, resúmenes, contactos, sospechosos y luchadores —comenzó a explicar Anderson mientras que el otro caminó hacia los grandes ventanales del despacho, donde cualquiera podría mirar lo que estábamos haciendo dentro, por lo que cerró las persianas.
Yo agarré la carpeta que me había entregado, observé la cubierta marrón que ponía «Caso Londres» y luego lo miré a él con el rostro desencajado, sin saber que decir.
Aún no había dicho nada de todo esto. No sabía que decir, que explicar. Nada...
—Ve a la página 57 —sugirió e hice lo que me dijo.
Abrí la carpeta con las manos temblorosas mientras escuché como el otro tipo duro se colocó en una esquina a mirar todo lo que estábamos haciendo.
Y cuando abrí la página, lo primero que vi fue una foto llamativa de un hombre lleno de tatuajes. No se veía todo el cuerpo, solo desde los hombros hasta su rostro, pero podría prever que tendría casi todo el cuerpo lleno de tinta, cosa que llamó toda mi atención. El rostro de tipo duro que tenía, los ojos azules llamativos que poseía y esa mirada tan íntima, esos labios...
Tragué saliva mientras me perdía en la imagen de él que ni siquiera me percaté que es lo que había en el resto de la hoja.
—Le llaman Gato. Creemos que tiene 33 años por lo que nos han dicho otros agentes de policías, pero no sabemos más nada de él —dijo cuando yo dejé de mirar la foto.
—¿Creen? ¿Ni siquiera saben su edad? —cuestioné.
Cerré los labios, ya que ni siquiera me molesté en hacerlo al mirar al hombre de la foto y luego tragué saliva nuevamente. Miré todo el folio, eran pequeños datos casi falsos y resúmenes de sus victorias en combates, los años que llevaba y alguna que otra cosa sin importancia.
Pero que mi propio jefe me dijera que no tuviese apenas información de él, donde había nacido, su nombre real... Todo lo básico para una persona. Ni siquiera su edad. Me hacía pensar que ese tal Gato no iba a ser nada fácil de tratar.
—¿Cómo que no saben más nada de él? ¿No tiene ficha ni nada? —pregunté sin saber que más decir y él negó con la cabeza.
—Es como si ese hombre hubiese borrado cualquier rastro existente de él. No ha dejado ninguna huella, ni siquiera en internet. No ha tenido redes sociales... Nada. Ni un solo correo electrónico —habló y yo apreté la mandíbula de nuevo.
—Gato está buscando una ayudante y creemos que puedes ser tú la indicada —dijo el otro hombre que estaba al margen de todo y yo volví a mirar la foto de aquel hombre que me transmitía más miedo que otra cosa.
—Él es Carlo Bianco. Será a quien le pases toda la información que recopiles —le presentó mi jefe y yo asentí al conocer su identidad.
Miré la ficha de ese tal Gato y luego volví a mirar a Anderson.
—¿Cómo voy a entrar ahí?
—Es sencillo. —Me respondió el mismo hombre que estaba en la esquina, ese tal Carlo y se acercó a nosotros. Ahí pude distinguir una serie de tatuajes por debajo de su camisa blanca, pero no conseguí a verlos del todo—. Tan solo tienes que ir allí el fin de semana por la noche y hablar con el guardia de seguridad. Te pedirá una contraseña, la cual está en esos documentos, empápatelos bien. Dile que quieres ser la ayudante de Gato... Por cualquier razón, él tiene fama de no aguantarle ninguna ayudante, así que cualquiera podría servirle —concluyó cruzándose de brazos y no supe que más decir.
Que me tratase de cualquiera me hacía enojarme a más no poder, pero aguanté las cosas que escuchaba y asentí.
Cerré la carpeta mientras colocaba mejor mis gafas para estar medianamente cómoda en este lugar, con lo que podría ser la oportunidad de mi vida.
—¿Por qué yo? —cuestioné y ambos se miraron entre ellos.
—Eres joven, no pareces de la policía, podrías encajar con el perfil de ayudante que Gato busca. Tan solo te pedimos que entres, estés como seis meses o más e investigar donde se esconde Magnus y sonsacarle cualquier cosa a Gato —dijo Anderson y yo me mordí el labio como un gesto de nerviosismo—. Pero antes, tendrás que cambiar de estilo. Amy te ayudará en ello.
No conocía a Amy, pero me suponía que era la que me ayudaría a tratar de encajar en aquel lugar.
Comenzó a explicármelo todo, que no solo sería yo la que estaba de infiltrada, que habían más agentes que muy pocos en la policía sabían, por eso Anderson antes dijo que en principio solo sería una persona de infiltrado. Por lo que ellos podrían ayudarme en caso de peligro. A parte de que era mejor para pasar la información.
Estuve atenta en cada palabra que me decía y asentía mientras sentía la mirada de la otra persona sobre mí que me incomodaba.
Cuando acabó, Anderson tomó un pequeño objeto en forma de collar y me lo entregó.
—Toma. Esto es por si un día te encuentras en peligro.
—¿Qué es? —pregunté.
—Es una ayuda. Si ves que estás en peligro, arrancas el collar, sonará un ruido muy fuerte, pero a nosotros nos llegará un aviso e iremos lo antes posible —contestó y yo asentí con la cabeza, agarrando el collar para luego observarlo un rato—. Estarás en Londres mañana y allí comenzarás con la investigación. Tendrás un piso franco, vivirás en un barrio tranquilo, pero no muy alejado de donde estará la acción.
—Confiamos en ti, novata —terminó de decir el otro hombre.
Y yo me puse a ello, para conseguir ser la ayudante de aquel hombre tatuado.
🥊
Y aquí tienen el primer capítulo de «GATO».
La verdad, es el primer capítulo que escribí hace 3 años y me gustó bastante le inicio, sobre todo, lo que se viene después ;).
Quiero que tengan la mente muy abierta y no se fíen de cualquiera. Que disfruten de la historia y sepan separar ficción de la realidad. Habrán muchas escenas sexuales, sobre todo, escenas que ustedes me habéis pedido hace mucho tiempo. Habrá de todo, y cuando digo todo, es todo.
¿Que les ha parecido el primer capítulo?
¿Que esperas de esta novela?
Les aseguro que lo que se viene les gustará.
Nos leemos el miércoles a la misma hora :3
Patri García
Pd; este capítulo ha sido corto, pero a partir de ahora serán más largos ;)
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