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T R E I N T A Y T R E S | N O Q U I E R O P E R D E R T E

«No quería olvidar ese rostro en lo que quedase de vida. Necesitaba decirle toda aquella noche, disfrutar de su compañía una vez más y prolongar ese momento todo lo que el tiempo me dejase»

Gato.

FELINA

El sol estaba escondido tras las nubes y algunas gotas de lluvia caían, mojando el coche y teniendo Gato que limpiarlo con el parabrisas para poder ver mejor la carretera.

Llevábamos pocos minutos en la carretera y todavía no sabía a donde íbamos a ir. Solo Gato lo sabía en su mente, en sus intenciones sobre ese día "libre" que Magnus le había ofrecido como si fuese una obra de caridad, como si le hiciera un favor.

Miraba al hombre del que estaba enamorada como conducía con tranquilidad, incluso en su rostro podía ver paz, cosa que no comprendía para lo que se nos venía encima en el próximo día y que estaba muerta de miedo por como acabaría todo.

La policía y los infiltrados habíamos hecho un plan para poder asaltar aquel edificio y arrestar a Magnus por sus crímenes, teniendo las pruebas suficientes. Más porque la policía creía que la jefa suprema iría esa noche. Ya ahí no estaba segura, pero de algo en claro que tenía, y es que el día del asalto iba a ver muertes. Si te metías en un lugar como ese, así sería ese final.

Rhys y yo nos dirigíamos hacia las afueras de Londres, para alejarnos de todo aquel ruido, del sonido de la ciudad y el peligro que conllevaba las calles a ciertas horas del día. Íbamos a un lugar tranquilo, el cual aún ni siquiera conocía y me tenía nerviosa, más el secretismo con ese hombre.

Sabía porqué nos estábamos alejando aquel día y porqué Magnus le dio ese maldito día libre. Gato lucharía con el único luchador que lo tumbó sin trampas y por el rostro de Gato, sabía que ese combate iba a ser mortal.

Estaba muerta de miedo, pero sobre todo debía estarlo él, aunque no lo mostrase en persona.

Tocaba mis manos con fuerza, casi notando como la piel se tornaba rosada por el continuo toque. Y ahí fue cuando noté la mirada de Rhys sobre mi rostro despistado, observando la carretera.

—¿Estás bien?

Sonreí con enfado, negando con la cabeza y preguntándome, ¿por qué mierda me hacía esa pregunta?

No estaba bien, absolutamente nada. Y él debía saberlo más que nadie.

—No, porque sé que ese combate va a traer cosas malas... Y ese luchador...

—Muro le llaman —dijo Gato, cambiando de marcha—. Es el único que me ha conseguido derrotar sin trampas. Pero de eso fue hace muchos años, cuando Magnus era mi amo.

Si, conocía la historia de Gato y Magnus, bueno... Más bien me lo imaginaba cuanto Gato, al principio de nuestra relación de enemigos, me explicó quien fue el hombre que lo compró y le hizo aquellas cicatrices en su espalda.

Estaba mal odiar, pero yo odiaba a Magnus con todo mi ser y deseaba que se hiciera justicia sobre él. Cualquier tipo de justicia.

—No dudaré en sacar el arma si es necesario —contesté sin mirarlo, porque en mi interior ni siquiera sabía como hacerlo.

Entonces, la mano de Rhys se colocó sobre la mía, dulcificando su roce, notando como sus dedos largos acariciaban cada parte de es anatomía.

Tragué saliva, nerviosa por lo del próximo día.

—Alisa, no quiero que arriesgues tu vida por la mía —contestó, pero no le miré. No le iba a prometer tal cosa—. ¿Está claro? Tienes una vida por delante.

—Y tu también. —Conseguí mirarlo a los ojos y pude ver como sus ojos se enfurecían por prever que no le haría caso.

Como se lo había demostrado la gran mayoría de las veces.

No volvió a decirme nada más. Pero su mano no se retiró de la mía y levantó mi mano para luego posarla sobre sus gruesos labios y besarlo con dulzura.

—No te preocupes por mí, Alisa.

—Rhys...

—Disfrutamos de este día —contestó, volviendo a mirar la carretera, pero sin dejar de sujetar mi mano—. Del día que podremos ser libres los 2... Donde seremos solo 2 personas que comparten su amor.

Miré nuestras manos entrelazadas en aquel coche, en aquel día nublado y alejándonos de la ciudad.

Necesitaba estar tranquila, poder saber que Rhys, como Serpiente y Afrodita serían libres y a ninguno le ocurriese nada. Poder vivir sin esclavitud, sin mentiras, aunque ya no las había... Pero quería una vida normal con él, simple... Y aquello no era para nada simple.

Gato no soltó mi mano en todo el trayecto, solo cuando debía cambiar de marcha y yo volví a mirar la ventana, cerrando los ojos mientras todos mis miedos empezaban a removerse por mi mente, no dejándome descansar.

🥊

—Alisa, ya hemos llegado —susurró una voz grave cerca de mi oído, recordándome a nuestros inicios.

Abrí los ojos, observando una antigua casa echa de ladrillos, muy hogareña y alejada de toda la civilización, con solo algún vecino a más de 100 metros.

Todo era verde y aunque el día estuviese nublado, el sol empezaba a salir, decorando aquel lugar como si fuese una postal.

Salí del coche junto con Rhys, que tomaba mi espalda baja para guiarme hacia la casa y yo, en cambio, lo observaba asombrada, no pareciendo que le pegase a ese hombre.

Era una casa pequeña, pero por dentro era hermosa. Con el salón y la cocina muy cerca, aunque fuese una casa pequeña y había otro piso donde se encontraba el cuarto y el baño. Era tan dulce, tan familiar y tan perfecta que no me importaría quedarme en ella toda mi vida.

Gato me presentó cada rincón del lugar, incluso observé la hermosa chimenea que decoraba el salón, con un sofá rojo y suave frente a esa misma chimenea.

Él la encendió, hincando una rodilla en el suelo y colocando algunas tablas de madera para luego controlar el pequeño fuego, decorando aquel lugar y notando como el frío ya no calaba tanto en mis entrañas gracias a la chimenea.

Rhys me miró sonriente, con un brillo en los ojos que no solía ver en sus ojos y sonreí de verlo así. Y por un momento me olvidé de lo que ocurriría en los próximos días.

Durante las próximas horas, la pasamos ahí, juntos, hablando y conociéndonos más de lo que ya lo estábamos haciendo, pero de una manera más íntima, sin ese trabajo que él y yo teníamos. Solo siendo Rhys y Alisa.

Me gustó mucho sentirme de esa manera a su lado.

Pero cuando se acercaba la hora de la cena, Rhys me sorprendió guiándome a la cocina para poder seguir charlando mientras cocinaba unas pizzas para ambos. Me pareció de lo más curioso ver como un hombre como Gato tenía esa destreza en la cocina, sobre todo como había preparado la masa con anterioridad para hacerla más rápido esa tarde y para cenar los 2.

Mientras me preguntaba que ingredientes me gustaba en una pizza, yo tomaba un trago de vino mientras miraba a Gato cocinar aquellas pizzas caseras, sonriente, tranquilo, lleno de paz y mirándome como si fuese la causante de esa tranquilidad en él.

Sonreí como una estúpida mientras trataba de decirle que lo ayudaba, pero él quería hacerlo todo mientras llenaba un poco más mi copa de vino.

Caminé hacia la pequeña ventana que mostraba las hermosas vistas del lugar, alejado de todo y como el afterglow decoraba el cielo de un color rosado y azul con aquellas nubes.

Cuando volví a mirarlo, pregunté;

—Vale, ¿dónde están las cámaras?

Gato metió las pizzas en el horno y luego se acercó a mí mientras se limpiaba las manos con un paño de cocina.

—¿Te sorprende que me guste cocinar? —Se acercó a mí y yo asentí.

Tomó mi copa y la colocó en la encimera para tener más acceso a mí.

—Bastante.

—Soy una caja de sorpresas.

Sin lugar a dudas lo era, pero solo me preguntaba si podría conocerlo más o, por el contrario, ese sería las últimas horas que pasaría con él.

Rhys lo notó y tomó mi mentón mientras me observaba.

—Piensa en nosotros ahora, Alisa... Disfruta de este momento conmigo... Sé que es difícil, pero esta noche es importante para nosotros... Puede ser nuestra última noche o la primera —contestó. —Todo depende de como salga el día del combate.

Entonces, su mirada bajó hacia el collar que siempre llevaba y lo tomó con sus dedos para observarlo mejor.

—Siempre me he fijado que llevas este collar —murmuró. —¿Tiene algún significado especial? ¿Era de tu madre?

Negué con la cabeza.

—Oh, no... Este es un collar de emergencia que el capitán me dijo que me pusiera. Si un día me viese en peligro solo tendría que arrancarlo para mandar un aviso policial. Ellos vendrían en menos de 5 minutos. —Silencié unos segundos para luego continuar. —Lo sujeté bien fuerte el día que Magnus me llamó a solas...

Tardó unos segundos hasta que Rhys me contestó;

—Ese día me enfadé tanto porque estuvieses en peligro...

—Dime un solo día que no te hayas enfadado conmigo.

—¿Y tu conmigo? —Me provocó.

Reí sin poder evitarlo y tuve una mezcla llena de emociones, tanto emociones malas como buenas. Estaba dividida; estaba feliz por ese día con él a solas, pero estaba triste por otro lado por lo que se avecinaba.

—Adoro tu sonrisa —dijo él con sus hermosos ojos.

Y entonces, observando aquellos ojos, dije;

—No sé con cual quedarme.

Él arrugó la frente.

—¿A que te refieres?

—Al Rhys pervertido o al romántico.

Él se mordió el labio y me dio la vuelta, mientras metía las manos debajo de mi falda, tocando las medias negras que llevaba puestas ese día.

—Siempre puedo subirte esa maldita falda, y follarte por detrás mientras miras esas vistas de la ventana.

Su boca empezaba a chupar delicadamente mi cuello a la vez que sus manos subían por el interior de mis muslos, tocando mi sexo con delicadeza.

—Si, sin duda no sé con cual quedarme.

—Con los 2.

Me besó en la mejilla con una sonrisa y se dirigió al horno para vigilar nuestra cena.

Ambos cenamos juntos, sorprendida por las dotes culinarias que él tenía y, más tarde, lavamos los platos sucios.

La noche empezaba a caer en Inglaterra y yo no dejé de mirarlo mientras secaba los platos que él limpiaba.

—Jamás pensé que una labor tan cotidiana como limpiar los platos, lo fuese a disfrutar tanto —murmuré. —Ojalá pudiésemos repetir más estos momentos.

Él me miró con ese brillo en los ojos y contestó;

—Lo deseo tanto como tú, Alisa.

Cuando acabamos, él tomó mi mano y dijo;

—Baila conmigo.

Me guio hacia el salón, encendiendo una vieja radio mientras nos acercábamos peligrosamente.

—Has elegido a la compañera equivocada —advertí.

Pero Gato no quiso hacerme caso.

—El baile es como el sexo. Te lo mostraré. —Me tomó de la cintura y siguió. —Como 2 amantes apresurados por hacerlo, pero todos sabemos que se disfruta mejor en los momentos previos. —Notaba como su cuerpo se pegaba al mío, y su bulto estaba bastante duro en esos jodidos pantalones, el cual se apretó en mi estómago—. Como movemos las caderas al son de la música, como mis manos recorren tu cuerpo mientras siento tus pechos pegados a mi estómago... Si, sin duda el baile es follar, pero con ropa.

Empecé a notar como el calor se hacía evidente en mi rostro, mientras que él seguía bailando de esa manera provocativa, moviendo sus caderas y, con una sola mano, agarraba mi trasero para asegurarse de que no se alejara mi cuerpo del suyo.

Su boca se pegaba a mi cuello, respirando profundamente mientras seguía con esos movimientos tortuosos, hasta que la canción acabó para empezar una mucho más lenta. Y él dejó de mover las caderas para mirarme a los ojos de una forma diferente.

—Esta canción la solían bailar mis abuelos... —susurró mientras sonreía al recordarlos—. Solía estar en el cuarto de abajo y cuando escuchaba la canción, abría la puerta y los veía tan enamorados... —Colocó su dedo pulgar sobre mi labio inferior y luego me mostró un anillo que llevaba justo en ese dedo—. ¿Ves este anillo? El del pulgar... —Asentí—. Era de mi abuela. Me lo dio en su lecho de muerte y siempre lo llevo conmigo. Fue su anillo de compromiso, un anillo que mi abuelo hizo con sus propias manos.

Observé el anillo. No era como los que te vendían en la joyería de compromiso, pero era tan hermoso y a la vez le quedaba tan perfecto a Rhys... Lo miré a los ojos mientras veía como se le iluminaba el rostro al hablar de sus abuelos.

—Mis abuelos eran la viva imagen del amor. Se amaron tanto, lucharon tanto por estar juntos... Al principio fue un amor prohibido —susurró. —Mi abuela se iba a casar con un hombre adinerado por obligación de su padre, pero conoció a mi abuelo. Tuvieron un romance a escondidas, hasta que él tuvo que irse a la guerra. Su padre, antes de que él se fuera, la obligó a dejarlo y se separaron todo ese tiempo. Incluso creyó que él murió en la guerra. Pero 4 años después volvió a buscarla.

Intrigada pregunté;

—¿Qué pasó?

—Que el padre de mi abuela no estaba de acuerdo. Ella ya se había casado con el otro hombre, pero la trataba mal. Pero mi abuelo no se rindió. Estuvo 2 años hasta que juntos escaparon y mi abuelo construyó este lugar para vivir su amor —habló mientras su rostro se acercaba al mío y nos quedamos así por largos minutos, con nuestras frentes pegadas y con los ojos cerrados mientras que el sonido de las llamas de la chimenea junto con la canción lenta sonaba de fondo—. Creyeron que no acabarían juntos, pero terminó siendo un amor eterno.

Carraspeé y hablé por primera vez.

—Le tenías mucho amor a tus abuelos, ¿verdad?

Al ver que asintió mientras me sujetaba como si fuera su salvavidas, me sujeté más a él.

—Más que a mi propia madre... Murió cuando era muy joven y me quedé con ellos... Me crie aquí. Este ha sido mi hogar y ellos han sido como unos padres para mí.

No bailamos, simplemente nos quedamos quietos ahí mismo, mirándonos tan enamorados como nunca y deseé que este momento se prolongase años, que jamás llegase el día del combate y tenerlo todo para mí.

Sus manos comenzaron a subir por mi espalda mientras estábamos quietos de esa manera. Yo solo quería colocar mis manos sobre su pecho duro, por lo que fui subiendo poco a poco hasta llegar a sus pectorales, acariciándolo con mis dedos.

Rhys me besó, dulcemente, pero de una manera completamente intensa, sintiendo las ganas que él tenía de tenerme a su merced, de tenerme completamente desnuda para él. Y era divertido, porque yo también quería lo mismo para él.

Nuestras ropas, poco a poco, fueron abandonando nuestros cuerpos, terminando desnudos, besándonos y tocándonos en el suelo, frente a la chimenea.

Lo acaricié delicadamente por su espalda, notando sus cicatrices que tenía en su espalda, de lo que alguna vez le hizo Magnus.

Me alejé de él, mientras que Rhys necesitaba pegarse a mí, estando yo sentada sobre él y deseando llenarme de su sexo.

—Me duele saber quien te hizo esas cicatrices y no poder hacer nada para ello.

Rhys me besó en los labios para luego decirme;

—Lo que no te mata, te hace más fuerte, Felina. —Se mordió el labio y dijo con unos ojos llenos de hambre—. Ahora hazme todo tuyo y deja todo lo demás atrás.

Me mordí el labio mientras tenía a ese hombre lleno de tatuajes a mi merced, teniendo todo el poder en ese momento.

Me levanté un poco, viendo como Gato disfrutaba de las vistas de verme desnuda para él y empecé a bajar, agarrando su polla para guiarla a mi entrada y llenándome por completo de él, sin dejar ni un solo centímetro.

Gemí delicadamente con los ojos cerrados mientras lo sentía duro dentro de mí, y cuando abrí los ojos, lo vi mirándome, queriendo grabarse en su mente mis gestos en ese momento.

Ese momento solo éramos nosotros 2, haciendo maldades en aquella casa, consumiendo aquel amor que sentíamos desde hacía mucho tiempo. Movía mis caderas sobre su miembro, moviéndome y sintiendo el placer de tenerlo dentro de mí mientras que Gato agarraba con fuerza mis nalgas, dándole incluso palmadas de vez en cuando, para que fuese más rápido.

—Lo que daría por repetir esto el resto de mi vida solo contigo... Que me montes todas las noches. Que me folles cuando más te plazca... Ser todo tuyo, Alisa.

Sus ojos estaban llenos de placer, mordiendo con fuerza sus labios mientras me miraba moverme sobre él.

Las gotas de sudor resbalaban por mi piel, haciendo que Gato colocase sus labios sobre mi cuello, lamiéndolo y chupándolo a su gusto, dejándome una marca ahí mismo mientras que yo simplemente seguía con mi labor, a punto de sentir el orgasmo, notando que el clímax estaba ahí si seguía con esos movimientos.

—Vamos, nena... Quiero oírte gritar, quiero oírte como te corres por mí... Puedes gritar todo lo que quieras que solo yo te escucharé —murmuró mientras se acercaba a mi oreja y empezaba a morderla suavemente, consiguiendo que conectase esa sensación con mi intimidad.

Hasta que me corrí sobre él, gritando su nombre en voz alta mientras que notaba sus ojos sobre mi rostro, mirándome como llegaba al final hasta que él acabó gimiendo mi nombre y terminamos exhaustos en el suelo de aquel salón, cerca del sofá y frente a la chimenea.

Gato tomó unas mantas, colocándolas en el suelo sin alejarse de mí, sin dejar que me levantase de su miembro y, tras poner esas mantas y unos cojines, me colocó sobre esa pequeña manta que había colocado en el suelo y se puso sobre mí, sin salir de mi interior, besándome el rostro mientras que sus brazos sujetaban el peso de su cuerpo.

Su piel, dura y musculada, se pegaba sobre la mía suave y delicada mientras que lo miraba y deseaba recordar ese rostro el resto de mi vida.

Pero Rhys no dejó de besarme y aquello... Aquello lo sentí como una despedida, odiándolo en ese momento.

Mis lágrimas no tardaron en venir, resbalando por mis mejillas.

Cerré los ojos sin poder evitar que cayesen, cuando los labios de Gato besaron mis mejillas con dulzura.

—Eh... Alisa, no llores por un monstruo como yo.

Abrí los ojos, observando a ese hombre que tenía sobre mí y, enfadada, dije;

—Muchas veces te he dicho que no eres ningún monstruo.

Él acarició mi mejilla mientras su rostro se suavizaba.

—Pero merezco que me juzguen, porque igualmente he hecho cosas malas.

Negué con la cabeza.

—No quiero perderte —confesé.

Rhys parecía triste, como yo en ese momento y no quiso alejarse de mí en ningún momento cuando dijo;

—No me vas a perder... —Respiró fuertemente, temeroso por algo que no entendía—. Yo también tengo mucho miedo de perderte y quiero vivir este momento hasta el último segundo —susurró. —Y pienso hacer lo posible para que ese día no te pase nada. Absolutamente nada. —Analizó mi collar que llevaba puesto en ese momento y, tocándolo delicadamente, continuó, con enfado en su voz, como si me conociera de toda la vida—. Así que, si llega el momento, no olvides arrancar el collar. No lo dudes, Alisa.

No dije nada, pero él insistió;

—Prométemelo, Alisa.

Carraspeé y asentí.

—Necesito que me lo digas.

—Te lo prometo, Rhys.

Pegó su frente sobre la mía y nos quedamos así, juntos, abrazados en aquella casa, con el mismo deseo...

Con las ganas de poder repetir este día muchas más veces y que esta noche no quedase en el pasado, sino en el presente de ambos.


***

Cada vez queda poco para conocer el final de esta novela.

Yo solo puedo decir que tengo ganas de que la descubran.

¿Que les ha parecido el capítulo de hoy?

¿Que piensan que ocurrirá ese día del combate?

¿Rhys y Alisa podrán tener su final feliz?

Nos leemos el domingo :3

Patri García

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