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S E I S | P R U E B A D E F U E G O

«Solo tenía que pasar dicha prueba para que fuese mi ayudante oficial. Pero, ¿sería capaz la felina de pasarla?»

Gato.

Gato y yo caminamos juntos hasta el sótano, aquel enorme sótano en el que era capaz de meter a tantas personas como si de un espectáculo se tratase todo aquello. Y lo cierto es que para aquel público lo era.

El rojo de las luces que iluminaban el lugar me cegaba al principio. Los gritos de las personas no te dejaban escuchar con claridad y no me ayudaba en nada ver a Gato semidesnudo como lo había visto por primera vez.

El rostro de él se pegó al mío y, hablando con claridad para que lo escuchase, dijo;

—Felina, esta vez no te vayas tan lejos como la otra semana.

Negué con la cabeza, recordando lo de la otra semana, cuando vi al Poeta observando el lugar con orgullo. No me pudo dar más nauseas porque ya me lo daban algunos hombres del público.

—No te preocupes... —respondí sin hacerle caso y me quedé de pie, bajo el ring mientras Gato subía con galantería.

Se quedó en la esquina, frente al otro contrincante y el showman subió al cuadrilátero bien vestido.

Observé todo, incluso hasta el borracho que había en la esquina, semidesnudo y ligando con la pared.

Apreté mi mandíbula, tratando de buscar algo para la investigación, algo en lo que pudiese agarrarme para atrapar más información de la que había. Pero todavía era muy pronto para conocer más sobre todo aquello. Era consciente de que no sería nada fácil, pero no imposible. Y cuando comenzara a conocer más a Gato y a sonsacarle información, no sería tan complicado como creería.

Pero había algo que me decía que esto iba a ser muy duro. Para ser mi primer trabajo como infiltrada no iba a ser nada fácil y estaba segura de que Gato era peor de como lo pintaban. O quizás solo era un peón en un negocio que era difícil salir. Quizás ese Gato que estaba conociendo era producto de la creación del Poeta.

Decidí quedarme en mi lugar, observándolo todo y esperando a encontrarme otra vez con Magnus, pero no lo encontré y el show debía continuar.

—¡Y aquí estamos de nuevo! ¡¿Cuántos deseaban que llegase este momento?!

Todos gritaron con la pregunta del showman, quien era el único que tenía micro.

Miré a Gato, quien estaba tan concentrado observando al otro luchador que parecía olvidarse de todo a su alrededor.

Agarré con fuerza la toalla, viendo como mi luchador estaba a punto de comenzar la batalla y mi estómago se revolvió al pensar en todas las peleas que se habría visto involucrado él. Pero su mirada, esa mirada que muchos le describían de Gato a punto de sacar las garras, estaba ahí, estaba en su rostro.

—Hoy tenemos un interesante combate. Quizás porque los 2 que van a luchar son unos de los mejores. —Señaló al hombre rapado que se encontraba frente a Gato, esperando ser presentado por el showman y el rostro de enfado aumentó—. ¡Por el lado derecho tenemos a Brooklin! —Muchos aplaudieron ante las palabras del hombre y ese tal Brooklin levantó los brazos, saludándolos a todos—. ¡Y por el otro lado a Gato!

El público enfureció y gritaron con más fuerza, deseando ganar las apuestas por Gato.

Por lo que escuchaba, Gato era uno de los favoritos y en los que todos apostaban porque era sinónimo de ganar. Había ganado muchos últimos combates, pero solo había presenciado uno y casi mata al otro luchador la semana pasada.

Esta iba a ser la segunda vez que lo vería y me quedé de pie, mirando a ese hombre como pegaba los puñetazos más fuertes.

El hombre dio permiso para comenzar el combate y no bastó ni 3 segundos para que Gato esperase a Brooklin, quien comenzó con un gancho de derechas, pero Gato lo esquivó con agilidad, devolviéndole el gancho y haciendo que la saliva saliera de su boca.

Mientras la pelea estaba en auge, yo caminé por el lugar, buscando al Poeta, pero solo me encontraba personas enloquecidas por el combate.

El olor a sudor que había en ese lugar era nauseabundo, pero a medida que más tiempo pasaba, más me acostumbraba a dicho olor.

Volví a mirar a Gato, viendo como ya tenía a su contrincante sangrando, cuando Brooklin sacó todas sus fuerzas para propinarle un fuerte golpe en la cabeza a Gato, haciendo que se tambalease y asustándome por ver como le golpeaban.

Me acerqué sin pensarlo, sin decir nada, pero deseando que se recuperase antes de que el otro luchador siguiera devolviéndole golpes. Y, sin decirle nada, Gato me observó con el rostro cubierto de sangre y me guiñó uno de sus ojos con chulería, sonriente por verme así, para luego acercarse al otro luchador y pegarle con un fuerte puñetazo que dejó a Brooklin K.O. en el suelo.

Apreté mis puños para aguantar las ganas que tenía de propinarle a él un puñetazo por lo engreído que era.

Mi luchador levantó las manos en señal de victoria mientras la ayudante de Brooklin lo ayudaba a levantarse. En cambio, Gato bajó el ring como si los golpes que tuviese no le dolieran y con chulería, sudado y lleno de sangre, llegó hasta mí. Tomó sin preguntarme la toalla que llevaba en la mano y se limpió el pecho los restos de sudor mientras me observaba con esa sonrisita que me daban ganas de borrarle del rostro.

Y ahí fue cuando empezaron a darme arcadas por verlo de esa forma.

—¿Estabas preocupada por mí? —preguntó elevando su ceja y mirándome con aquellos ojos que asustaban.

Pero yo solo tenía ganas de agarrarle el cuello para que dejara de ser tan ególatra.

—Que te follen —contesté apretando los dientes.

Cuando fui a girarme, la mano de él se colocó sobre mi cintura, pegando su pecho duro en mi espalda. Nuevamente, sus gruesos labios rozaron el lóbulo de mi oreja y sentí como mis piernas flaqueaban por aquel gesto.

Parecía darle igual que la gente nos viera. Él estaba muy cerca de mí, tocándome la cintura, sin ir a ninguna zona prohibida, pero dejándome acalorada por como sus largos dedos acariciaban la tela de mi falda.

Y susurró;

—Me gusta que lo hagan. Tenlo en mente, Felina.

Se marchó de mi lado, dejándome peor y teniendo que volver a recordar como se respiraba.

Volví a girarme para observarlo y sus ojos, tan duros, me analizaron cuando de pronto su rostro cambió drásticamente. Su chulería desapareció, para aparecer la seriedad y el miedo en sus ojos. Parecía que había visto a un espectro detrás de mí y cuando miré a mis espaldas para ver que es lo que le había hecho cambiar de gesto, lo comprendí.

El Poeta estaba ahí, mirándome el rostro, parecía analizarme y el corazón paró por miedo a que me reconociera como policía, pero en el fondo sabía que no podía ser porque era nueva. Por eso mismo estaba aquí, siendo la ayudante de Gato, porque nadie me conocía.

El misterioso Gato se puso a mi lado y tomó mi muñeca para que me colocara disimuladamente detrás suya, como si temiese que el Poeta supiera que fuese su ayudante por algún motivo que desconocía.

Mi vista pasó de Magnus a la mujer que había a su lado, alta, muy guapa y con un vestido elegante, dejando cosas a la imaginación. El Poeta nos saludó, aunque su acompañante nos miraba pacientemente, sin decir nada. Era como si el jefe de aquel lugar no quisiera que hablase por algo. Eso me hizo sospechar bastante sobre el papel que tenían todos en ese lugar y me preguntaba, si no era su ayudante, que podría ser ella, aunque me hacía una ligera idea viniendo de alguien como Magnus.

—Vaya Gato, has hecho una increíble pelea. Te felicito.

La cicatriz de su rostro llamaba bastante la atención, tal cual como se veía en las imágenes que nos enseñaban en las reuniones. Tragué saliva y traté de estar lo más tranquila posible, todo lo contrario, a Gato que parecía estar muy tenso al ver como sus puños se apretaban, dejando sus nudillos blancos de la fuerza que ejercía.

—Gracias, jefe —respondió después de un largo rato, dificultándole la contestación.

Miré a ambos hombres y Gato seguía callado, más de lo normal y con los sentidos alertas. Trataba de ocultarme, aunque era obvio que él me estaba mirando y deseaba saber quien era yo.

—¿No vas a presentarme a esta muchacha? —cuestionó.

Miré a Gato, callada y la mandíbula de él se apretó, asintiendo lentamente sin mirarme.

Era obvio que no quería presentarme y me pregunté el motivo por el cual no quería hacerlo. Carlo no me había advertido nada de esto, que es lo que les pasaba a los luchadores al ver al jefe. Porque si Gato se ponía así, siendo el hombre más duro y el cual más miedo tenían los otros luchadores de él, era porque Magnus era el hombre más letal del país.

—Se llama Lisa y es mi nueva ayudante —contestó después de largos minutos—. Comenzó hace poco —aclaró.

Parecía que al jefe había que darle nombres verdaderos, porque no me presentó como Felina, sino como el nombre falso que me habían puesto en la comisaría.

Magnus dio un paso adelante y yo me quedé quieta, esperando a su próximo movimiento, pero Gato hizo un movimiento que hizo reír a su jefe.

—Parece que tienes miedo a que te la quite.

Gato parecía querer decir algo, pero se lo ahorró y me miró fugazmente antes de volver a mirar a su jefe, el cual me gustaba cada vez menos y fue peor cuando estiró su mano para saludarme y al apretar su mano, sentí mucha energía negativa en él. Ahí fue cuando por el rabillo del ojo vi a Gato como parecía desear empujarlo para retirarlo de mí. Y no, no parecía estar celoso, sino parecía tener miedo de algo o que Magnus me hiciera algo malo.

Necesitaba saber más sobre esto.

—Encantado, Lisa. Me llaman Poeta, pero puedes llamarme Magnus —contestó amablemente, analizando mi mirada y no me gustó la forma en la que lo hacía—. Y ella es Afrodita, mi compañera.

Afrodita, la cual estaba a un paso detrás de Magnus, no parecía estar muy contenta con él y me miraba como si pidiese ayuda a gritos.

—Gato, ¿ya ha pasado la prueba de fuego? —la pregunta de Magnus hizo asustar más todavía a Gato, por no hablar de que me alarmó mucho más a mí.

Mi luchador miraba a su jefe de una forma que jamás creí que vería. Apenas conocía a Gato, pero sabía que no era el típico que se asustaba con facilidad. Eso me daba una leve idea del respeto que le tenían al hombre de la cicatriz.

—Todavía no —respondió con los dientes apretados.

Magnus se acercó a su trabajador y trató de hablar en voz baja, para que yo no lo oyese sobre todo aquel terrenal ruido. Pero tenía buen oído y lo escuché a la perfección.

—Sabes que para que sea tu ayudante, tiene que pasar dicha prueba.

Me miró unos segundos antes de contestar;

—Si, lo sé.

—Si no lo pasa, ya sabes que tienes que hacer.

Él asintió y yo empecé a comprender un poco el motivo por el cual no quería ninguna ayudante a su lado. Por esa misteriosa prueba de fuego que me daba muy mala espina.

—Esta noche te daré instrucciones para algunos morosos que tengo en la ciudad. Me tienen harto y no queremos que se les vaya la lengua. Me comprendes, ¿verdad?

—Si, jefe —respondió de manera monótona.

El hombre de la cicatriz volvió a mirarme, con una sonrisa escalofriante y habló;

—Nos vemos, Lisa.

Magnus siguió analizándome para luego despedirse de nosotros, tomando por la parte baja de la espalda a su acompañante Afrodita. Sabía que ese no era su verdadero nombre, pero lo cierto es que le quedaba como anillo al dedo y no me extrañaría que muchos hombres y mujeres la desearan. Aunque muchas incógnitas sobre la vida de esa mujer empezaron a rodear mi mente, hasta que la mano callosa de Gato tomó mi antebrazo con enfado y empezó a tirar de mí para que caminara con rapidez.

Mis quejas se hicieron evidentes, pero aquel hombre tan extraño y misterioso parecía hacerme caso omiso ante mis quejidos.

Sus piernas largas llegaron rápidamente al ascensor, pulsando el botón de su piso y me deshice de él, mirándolo con enojo.

—¿A que ha venido eso, idiota?

Gato ni me miró, siguió con su mirada clavada hacia las puertas de metal del ascensor, hasta que se detuvo y, tomando mi mano, me guio hasta su cuarto. Pero una vez allí, tras cerrar la puerta, lo empujé hacia la camilla, haciendo que esta se moviese por el impulso y la mirada de asombro de Gato por mi inesperada fuerza se hizo más que innegable.

Me remangué la camiseta y di varios pasos hacia él.

—¿Qué coño te pasa? ¿A que vino eso? —volví a preguntarle, pero mi luchador seguía en esa conversación que había tenido previamente con el jefe.

—Deberías irte a tu casa cuanto antes —lanzó con un tono de voz extraño que me costó comprender.

Me dio la espalda, tomando una toalla para limpiarse las heridas y, al ver que lo hacía fatal, me acerqué para quitársela con rapidez. Conseguí que aquellos ojos claros de Gato me contemplasen con una expresión de desconcierto.

—¿Qué? —discutí, hasta que empecé a recordar aquello que le dijo Magnus—. Espera... ¿Qué es esa prueba de fuego?

—Nada que deberías ver.

Más intriga me dio su respuesta.

—Gato —advertí, cruzándome de brazos y con un tono autoritario.

—Mira, no se que cojones pasó para que vinieses a buscar trabajo aquí. Pero lo último que desearás en tu vida es tener que enfrentarte a esa prueba de fuego —emitió con un tono más alto de lo normal, como si estuviese enfadado conmigo por estar ahí con él.

Coloqué mis brazos sobre mis caderas y puse toda mi atención en Gato. Juré que, por la expresión de Gato, no se esperaba que lo tratase de esta forma. Quizás estaba acostumbrado a que las mujeres cayesen enseguida a sus pies, pero yo estaba ahí por trabajo y, costase lo que costase, conseguiría hacerlo todo bien. Y Gato no me iba a ser la vida imposible.

—¿Acaso vas a matarme? —litigué y por el gesto de Gato, empecé a notar la rabia dentro de mí.

Él miró hacia otro lado, como si mi mirada le intimidase.

—Por eso no quiero ayudantes. Son un lastre y luego no puedo hacerte borrar las cosas que has visto.

—Gracias por llamarme lastre —indiqué.

Pero Gato se giró, tomando mi barbilla para que levantase la vista y clavara mis ojos en los suyos, dilatados como nunca y respondió;

—¿No lo entiendes? Esto no es un lugar para alguien que no sabe lo que es la mafia. —Tragó saliva antes de seguir y yo dejé que siguiera expresándose. —Cuanto antes te marches, mejor para tu salud.

Me soltó, para sentarse en la camilla y curarse él solo las heridas.

Pero no contó con que mis manos se colocarían sobre las suyas y le retirase la gasa. Porque lejos de que me cayese como una patada, sabía que él era un peón más en esa macabra diversión de los ricos y quería ayudarlo.

—¿Y abandonarte ahora?

Gato parecía no creerme y rio de la manera que siempre solía hacerlo.

—¿Abandonarme? Eso me da igual. Ya soy un experto en que me abandonen —escupió con rabia, quitándose las protecciones de sus manos y tirándolas al suelo—. Porque lo haga alguien que no conozco no me importará.

Me estaba esquivando la mirada y me adueñé de su barbilla, levantándole el rostro y obligándole que sus ojos no abandonaran los míos en ningún segundo.

Entreabrí los labios y Gato los observó fugazmente antes de volver a mis ojos.

—Ambos sabemos que me necesitas, aunque no lo reconozcas. —Tragué saliva, ocultando el miedo que tenía por descubrir aquella prueba y todo lo que vería en un futuro cercano en esta mafia—. Soy mucho más fuerte de lo que aparento.

Se quedó callado, tratando de aceptar mis palabras. Realmente nadie se había preocupado por ese hombre y quizás la única persona que lo llegó hacer, se había ido de su vida. No sabía nada de él, ni de su familia, pero Gato parecía ese tipo de personas que no tenía a nadie, que llegaba a su casa y abrazaba la soledad, demostrando ser otro tipo de persona a la que era estando con desconocidos.

Negó repetidas veces.

—No voy a debatir sobre esto.

Fue a retirarme la mirada, pero mi mano, al cual seguía bajo su barbilla, lo tomó con fuerza e hice que volviera a mirarme.

—Ni yo. Así que cállate de una jodida vez y deja hacer mi trabajo —respondí.

Aquello último hizo recuperar aquella sonrisa tan suya y supe en ese mismo instante que había salvado mis muebles en el trabajo, pero no iba a ser fácil todo aquello.

—Solo te diré que allá tu con las consecuencias.

—Si, allá yo —murmuré, tomando un paño para limpiar su sangre y empezar a curarle las heridas que tenía tras la pelea—. Así que deja que tome mis propias decisiones y cállate un rato.

Dejé de tomar su barbilla para centrarme en limpiar la sangre, pero Gato estaba tan ensimismado en mí, mirándome, que no entendía que le ocurría, y cuando le pregunté, su respuesta fue;

—Al final, Felina te queda como anillo al dedo.

Reí de una manera tan natural, que Gato mostró sus dientes, arrugando sus ojos por ello.

Curé su rostro, como la semana pasada de las heridas ocasionadas por el combate. Lejos de que fuese el más fuerte de aquel lugar de los luchadores, siempre recibiría algún golpe. No debía ser nada fácil ser luchador y las cosas que tenían que vivir.

Cuando me alejé para observar si tenía algún golpe más, me percaté de algo que tenía en la parte baja del estómago y cuando vi sangre, mis alarmas se encendieron. Ignorando cualquier cosa que me dijese Gato de la herida, lo hice acostarse en la camilla y puse mis manos en cada lado, sin hacerle daño. Pero lo que vi no era un simple golpe, parecía que el contrincante tenía algo puntiagudo en sus guantes y se lo había clavado en el estómago a Gato. De ahí a que sus heridas fuesen más feas aquella noche.

Arrugué mi frente y afirmé;

—Te clavaron púas...

—Si. Si no lo sabe el jefe, pueden llevar esas cosas —contestó.

Lo miré a los ojos, mientras que él todavía seguía mirándome el rostro, como si fuese lo más interesante que hubiera en ese cuarto.

—Te pueden matar... —respondí.

—¿Y?

Mi rostro de desconcierto fue tal, que juré ver una pequeña sonrisa en el rostro de mi luchador.

—¿Y? ¿Tan poco te importa tu vida?

Se volvió a sentar en la camilla, con las piernas estiradas y contestó;

—Me gusta que mi ayudante se preocupe por mi. Normalmente los ayudantes no se preocupan por sus luchadores.

Apreté los dientes por lo poco que le importaba su propio bienestar a ese hombre. Puse mi mano en su pecho sudoroso y lo empujé hacia la camilla. Lo miré a los ojos de una manera que a él pareció gustarle y mi seriedad se hizo más evidente.

—Bájate los pantalones, voy a curarte esa herida.

Gato no dijo nada, pero por su mirada tenía una frase preparada para el momento y prefirió omitirlo, fuese cual fuera el motivo.

Bajó un poco los pantalones, más de lo necesario, pero sin dejarme ver su amigo y comencé a curar aquella herida como mejor podía y con los medios que disponía. La sangre había manchado sus pantalones oscuros y, tratando lo mejor posible de no tocar zonas prohibidas, limpié aquella sangre del estómago y le puse una gasa, tranquila de ver que no era nada profunda y que estaba bien dentro de lo que cabía.

Me alejé de su lado, observando la hora para descubrir que ya eran más de las 3 y le di la espalda a Gato para limpiarme las manos tras quitarme los guantes médicos.

Cuando quise darme de cuenta y al escuchar que Gato hacía mucho ruido, al girarme observé como él estaba de pie, a pocos metros de mí, quitándose los pantalones y agrandando mis ojos viendo como no llevaba absolutamente nada. Tragué saliva, estática y viendo aquel trasero redondo de Gato, descubriendo que solo tenía tatuado una pequeña frase que no alcancé a ver y cuando se giró por completo, tras tomar unos pantalones nuevos, mi mundo cayó al verlo al desnudo completamente.

Mi boca se hizo agua y no, no los pude retirar a pesar de que era consciente de que Gato me estaba mirando con esa chulería que le caracterizaba.

Traté de retirar la mirada, de enfadarme con él y escandalizarme por desnudarse frente a una desconocida con la cual ni siquiera iba a ligar. Solo era una persona que lo ayudaba en el boxeo y, aún así, mi mirada lo observó desde su miembro y analizando poco a poco su cuerpo esculpido.

La risa de él se hizo evidente.

—¿Qué? ¿Las que habías visto no eran tan impresionantes? —preguntó, sin pudor alguno y sin taparse todavía su desnudez, a pesar de que tenía un pantalón limpio en su mano.

Negué rápidamente y decidí mirarlo a los ojos para seguirle el juego.

—La pregunta sería si sabes utilizarla.

Gato ladeó la cabeza, sonriendo de esa manera tan descarada y respondió;

—Eso no se pregunta, se prueba.

Para provocarlo como lo estaba haciendo él conmigo ahora, miré nuevamente su miembro y me relamí los labios, observando como casi se le ponía dura por hacerle solo ese gesto y fue en ese momento, que su sonrisa se borró para clavar su vista en mi boca.

Y ahora era yo quien sonreía.

—Tápate ya y deja el exhibicionismo para el borracho que hay en la barra del bar —contesté, haciendo reír a Gato y ahora sí, tapándose con la prenda que llevaba en su mano.

Pero no era de mucha ayuda que se tapase de esa manera y todavía podía verle algo de lo que había visto hacía unos segundos.

Me giré, tomando mi bolso y me encaminé hacia la puerta, dejando a Gato con ganas de más y, seguramente, que con un dolor de huevos. Aquello me hizo sonreír y sonrojarme por lo que le acababa de ver.

—¿Te vas? —preguntó, aún de pie y tapándose su polla con aquella prenda.

Abrí la puerta y seguí mirándolo con aquella sonrisa.

—Ya ha acabado mi tarea por hoy.

Gato asintió, pero cuando ya tenía media pierna fuera de su cuarto, dijo;

—Gracias, por curarme.

Lo volví a mirar y asentí con lentitud al ver a un Gato distinto, más sumiso y dulcificando sus ojos, pero no demasiado.

Por mucho que hubiésemos discutido media hora antes, yo iba a seguir ahí. Quizás el 99 por ciento era porque era mi trabajo, por ese 1 por ciento, sabía que lo haría por ese hombre. Porque solo era un trabajador en un imperio enorme. Y no quería imaginarme la de cosas que habría vivido él.

—Nos vemos, Gato —contesté, haciendo que sonriera y, antes de cerrar la puerta, vi al Guardián fuera, vigilando el pasillo donde más luchadores se quedaban.

Pero al clavar sus ojos sobre los míos, vi sorpresa al ver a Gato y luego a mí. Y si, viendo como Gato estaba semidesnudo y yo saliendo de su cuarto, parecía que habíamos hecho otras cosas. Pero no me importó en lo absoluto lo que pensara, yo solo me coloqué el pequeño abrigo y salí del lugar en silencio.

Y todo lo que había vivido en esas pocas horas, me dispondría hablarlo con Carlo. Si o si me tenía que dar muchas explicaciones sobre aquella prueba de fuego.

***

¿Me echaban de menos?

¿Que creen que será esa prueba de fuego?

Parece que hasta Gato le tiene miedo al jefe... Así que hay que tener los ojos bien abiertos cuando aparezca ese personaje ;)

¿Que les ha parecido?

¿Les gustaría más de Gato y Felina?

Nos leemos el miércoles :3

Patri García

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