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O N C E | B O C A

«No me podía enfadar más cuando no la vi en el cuarto para enfrentarse con otros por lo que me hicieron. Y aquello me preocupó»

Gato.

Cronos aparcó su coche frente a la dirección que nos habían enviado por mensaje.

Observé dudosa de ver que el lugar que habían elegido no era el de siempre, sino un hotel de 5 estrellas. El cual, parecía que estaba cerrado de cara al público y 2 hombres vestidos de botones o que, se hacían pasar por botones, estaban frente a las puertas cerradas del hotel.

Miré a Carlo, el cual aún no había parado el coche con esa horrenda música sesentera que nadie había escuchado en su vida, exceptuando él. Paré la radio sin su permiso y luego me bajé del coche, colocándome la ropa que solía ponerme siempre. Miré mi rostro en el reflejo del cristal del coche de Cronos y vi que el maquillaje que me había puesto estaba perfecto y, sin dirigirnos ni una sola palabra, cada uno nos marchamos por nuestro lugar después de que los botones nos dejasen entrar.

Subí por un ascensor diferente al de mi compañero y luego apreté el número por el cual Venecia me había puesto por escrito. Me sorprendí por la elegancia que desprendía este sitio, para nada parecido al tugurio que siempre luchaban y el cual solo olía a alcohol, sudor y sexo. Y no precisamente en ese orden. Aquí era diferente, con todo bien puesto, sin grafitis ni hombres asquerosos que te mirasen de arriba abajo. Solo eran educados y eso era lo que más me extrañaba de todo esto.

¿A caso Magnus tenía contactos para que les dejasen hacer sus combates en los hoteles más lujosos? Eso nadie me lo había comentado y me estaba mosqueando tanto secretismo dentro de la misma policía.

Caminé por el largo pasillo, sobre la alfombra roja y bien limpia con ese color cremoso de las paredes y esas luces que tanto alumbraban, incluso siendo de noche.

Llegué a la puerta donde se encontraría mi luchador y respiré hondo antes de echarme atrás, para así entrar sin avisar antes.

Me sorprendí al ver a Serpiente hablando con Gato, el cual el primero parecía cansado de las palabras de este último y, al entrar, ambos hombres me observaron. Dudaba que fuese de sorpresa, pero me lo podría creer después de como acabamos el otro día entre él y yo.

Apreté la mandíbula al ver a ambos hombres, tan atractivos como deseosos. Mentiría si dijera que no me atraían para nada. Me atraían y más de lo pensaba.

Serpiente, acostumbrado a esas camisetas sin mangas y demasiado holgadas que le podía ver todo el torso, caminó con una sonrisa divertida al verme, observándome de arriba abajo, de la misma forma que lo hice yo el anterior día en el combate de Gato. Y sin duda, me gustó como Serpiente me miraba.

—Menos mal que has venido, porque Gato hubiese seguido dándome la tabarra.

Miré a Gato, el cual no habían abandonado mi rostro ni un segundo, con un rostro muy serio y que no mostraba ni un ápice de sentimiento. No entendía a que venía ese gesto de él, pero entendía que Gato era así.

El rubio pasó a mi lado y, cuando creía que se iba a marchar, me tomó delicadamente de la cintura, colocando aquellos largos dedos sobre mi cadera y sus labios se acercaron a mi oído.

Temblé por su roce y por lo atractivo que era.

—Nos vemos pronto, Felina.

Se alejó lentamente y nos dejó solos en el cuarto.

Gato parecía gustarle verme con otro hombre, pero su seriedad volvió y creía que volvería a gritarme como la otra vez, pero con la diferencia de que ahora no tenía tensión en el cuerpo después de hablar con su jefe y yo lo iba a poner firme en su sitio.

Sacó su cigarrillo de su boca y soltó el humo, dejándolo en el ambiente y sus ojos, tan claros como los de un gato, no abandonaron los míos azules.

Y ahí fue cuando habló;

—Creí que no volverías.

Arrugué la frente, tratando de no hacer ni un solo gesto que complicase las cosas y dije lo que pensaba en ese instante, dejando las cosas bien claras.

—No pienso permitirte que vuelvas a tratarme así, ¿queda claro? —dije con firmeza, sin retirar mi vista de la suya.

Gato no dijo nada, calló por largos segundos y asintió, con seriedad en su rostro.

Él se bajó de la camilla que, seguramente, los del hotel habrían puesto ahí para los luchadores, y caminó hasta donde yo me encontraba, oliendo a cigarro y sin retirar su vista de mi. Estaba algo más serio de lo normal y su chulería no estaba presente en él aquel día.

No me extrañó, pero eso me hacía preguntarme de que hablaron aquella noche en el despacho de Magnus. Algo malo tuvo que ser y no se me ocurrían demasiadas cosas en ese instante para entenderlo.

Gato se quitó el cigarro de la boca y echó aquel humo en mi rostro, pero no tosí, ni me molestó en lo absoluto. No hubo palabras, pero sentía bastante atracción entre ambos. Era tan palpable que cualquier persona externa a nosotros podría sentirla.

Y entonces, habló;

—Lo siento; no volverá a suceder.

Aquella disculpa me sorprendió. No pensé que él me diría tal cosa, pero lo cierto es que Gato me asombraba bastante. Ahí fue cuando en su mirada podía ver miedo, miedo a algo que se me escapaba, pero no hacía falta sacarse un doctorado para saber que ese hombre tatuado que tenía frente a mí sufría y mucho. No sabía nada de él, pero habían tantas cosas que me imaginaba que podría haber pasado que me dolían cada una de ellas.

—Te ha costado mucho decirlo, ¿verdad?

—No sabes cuanto. No te lo merecías y te traté mal —dijo suavemente.

Parecía un hombre muy rudo, pero quizás no era del todo así y en el fondo se escondía alguien más dócil. Pero eso yo no lo sabía, y estaba segura de que ni él mismo se percataba de ello. Gato llevaba tantos años metido en esta mafia, que quizás no sabría ni quien era realmente. Le habían creado un perfil de luchador duro, extrovertido, pero, ¿quién era realmente Gato? Y esa pregunta me la hacía yo misma bastantes veces.

Decidí no ser tan brusca con él y contestar;

—Queda en el pasado. —Pensé antes de decir las siguientes palabras y ver como Gato me daba todo el tiempo del mundo—. Soy consciente de que algo pasó en aquel despacho, antes de la pelea y después, cuando pasó lo de tu compañero. Pero quiero que sepas que no estás solo, por mucho que te empeñes en que lo estás.

Él apretó la mandíbula, mientras que su cigarro estaba entre sus dedos de su mano derecha, esperando a ser calado por él mismo, pero no hizo nada, solo me observó, como si quisiera descifrarme, como si fuese alguien muy complicado para él, la cual era incapaz de comprender.

—¿Qué pasó? —cuestioné.

Sus cejas se juntaron más, creando una arruga en su cien y contestó con la voz grave;

—Mejor que no, Lisa.

Lisa... Juraría que solo me había llamado así la primera vez que nos vimos y después de eso me llamó Felina. Lisa era mi nombre falso para esta tapadera, pero resultaba enloquecedor cuando él me lo dijo.

—Nunca dices mi nombre. Solo el mote que me pusiste tu mismo.

Gato apretó la mandíbula, se llevó el cigarro a la boca, dando una buena calada y luego soltando el humo por el cuarto. No se separó ni un segundo de mí, mientras seguía mirándome de aquella manera que me helaba la sangre.

Empecé a ponerme nerviosa y quizás esa seriedad y haber dicho mi nombre era porque había descubierto quien era realmente. Como era mi nombre verdadero y porqué estaba ahí. Y lo que dijo, me dejó más atemorizada.

—A veces me da la sensación de que vienes a ayudarme, no solo a darme la toalla y curarme las heridas, sino algo más como si me protegieses... —Hizo una pausa para luego continuar. —No sé porque, pero me gusta esa sensación y a la vez no.

Volví a relajarme al ver que no había dicho nada más que eso y no me moví ni un solo milímetro mientras seguía mirándolo.

Y entonces decidí comportarme como lo haría mi personaje. El personaje que me pidieron que encarnase, pero no me salió en ese instante y dije lo que no debía, aunque él no se percató por ello.

—Deja que siga haciendo mi trabajo ayudándote, Gato. —Tragué saliva al ver que había dicho algo que sentía de verdad, pero Gato ni se inmutó, era como si no me creyese en cuanto pronuncié esas palabras, pero lo cierto es que lo ayudaría en todo lo que yo pudiera—. ¿Podría saber tu nombre? —cuestioné, cambiando de tema y queriendo saber algo principal de él.

Pero él me sonrió y luego negó tranquilamente.

—Ni Serpiente sabe como me llamo.

—¿Y si lo adivino? —insistí y sabía que eso no debía hacerlo, que debía ser él quien saliera de su caparazón para contármelo, pero ya llevaba un mes en este lugar acompañándolo y no sabía casi nada de él.

A Gato le pareció divertido probarlo, por lo que su chulería volvió a salir a la luz, para mi tranquilidad.

—Prueba —susurró, acercando su rostro al mío.

Traté de pensar, aunque sabía que de los muchos nombres que existían en esta vida, solo tenía una ínfima posibilidad de acertar. Y no lo conseguiría, pero quería provocarlo para averiguar algo mínimo. Algo que, si o si, a pesar de ser mínimo, era importante y muy personal como tu propio nombre real.

—Tienes cara de Jacob o Reece —contesté y su sonrisa iluminó su rostro serio al ver mi tonto intento por averiguar algo tan personal como eso y sabía que no me estaba acercando en lo absoluto—. Aunque también podría ser Alexander...

Gato sonreía, pero no terminaba de sacar una carcajada y no sabía si es que me había acercado o se estaba burlando de mí por mi estúpido intento.

Él acercó sus labios a mi oído, sintiéndome pequeña por su alta estatura y susurró de la manera más seductora posible;

—Ni te acercas, Felina.

Me tomó de la cintura, sorprendiéndome por ese cambio y me levantó, girándome para sentarme en la camilla.

Aprovechando que llevaba falda, me abrió las piernas y se colocó entre ellas, notando el roce de su paquete tras ese pantalón corto de boxeador. Noté como mis bragas empezaban a humedecerse y traté de moverme un poco en la camilla, para no sentir esa sensación, pero Gato no me soltó y me apretó más contra él.

Para tratar de olvidarme de esa sensación y esas palpitaciones que empezaba a sentir entre mis piernas, miré el cuarto lujoso de hotel y pregunté;

—¿Por qué en un hotel y no donde suele ser siempre? ¿Por qué en un sitio tan elegante y obvio como un hotel?

En ningún segundo abandonó su sonrisa y parecía disfrutar mucho de esta posición. Y solo esperaba que no empezara a restregarse entre mis piernas para no tirarlo sobre la cama y quitarle toda la ropa, sin importarme que hiciéramos ruido por ello.

—Que inocentes eres, Felina —susurró, haciendo círculos con la yema de sus dedos sobre la parte exterior de mis muslos—. El dueño de este hotel es el promotor más importante del mundo del boxeo en Londres. A veces se hacen en los lugares de trabajo, cuando no hay clientes habituales, para traer a otros promotores y ganar más pasta.

Mi seriedad salió por completo y arrugué mi frente al descubrir lo mucho que debía sufrir ese hombre. Lejos de que fuese un incordio y un chulesco, sufría mucho y eso lo odiaba. Levanté mi mano sobre el rostro de Gato, pero maldije el gesto de él al retirarse rápido, como si se asustase por mi gesto y creyese que le fuese a pegar. Mostré mi mano, entendiendo como debía ser con él y Gato se relajó.

Puse mi mano sobre su mejilla y lo acaricié con cariño.

—Odio saber lo que sufres, lo que sufren ustedes...

La mandíbula de él se puso rígida.

—Yo odio saber que estás aquí, ayudándome y poniéndote en peligro para nada.

Y, para evitar sacar secretos a la luz sobre mi verdadero trabajo, utilicé el humor para ello.

—Para nada no... Para follar. —Su sonrisa volvió a su rostro y elevé la ceja—. Un buen incentivo.

—Puedo follarte en cualquier rincón de Londres, no era necesario que te metieras como ayudante para eso —corrigió, pero luego su vista se colocó sobre mi boca y susurró. —Se me pone dura de ver esa boca, nena. Y las ganas de ponerte a 4 no se minimizan para nada.

Y decidí hacer lo que creí que jamás haría. Y era en aceptar la proposición que él me había hecho días atrás.

—Acepto.

Gato elevó la ceja, sin comprender a lo que me refería.

Y recalqué;

—A ese trío.

Pareció iluminarse el rostro de Gato y su sonrisa dibujó su rostro.

—Ya estaba seguro que aceptarías.

Nos quedamos callados, no supe por cuanto tiempo y aquellos labios, que solo sentí el otro día cuando me mordió el labio inferior, fueron irresistibles para mí.

No aguanté ni un segundo más sin saber a como sabían, a sentirlos en los míos y probar a ese hombre tatuado que me irritaba casi siempre.

Y pegué mis labios en los suyos, llevándole una sorpresa a Gato, el cual se quedó quieto ante mi sorpresa, pero no fue suficiente para separarlo, ni para que él me separase. Seguí, colocando mis manos sobre sus mejillas y esperando una respuesta de él.

Y cuando creí que no reaccionaría, sus brazos me atraparon y abrió la boca para meter su lengua en la mía.

El beso se intensificó y Gato movió su lengua de una manera tan sensual que me volvió completamente loca y aproveché para bajar una de mis manos por su torso duro, hasta llegar a viajar por su espalda y meter mi mano bajo aquel pantalón, descubriendo que su trasero duro estaba desnudo y no llevaba nada debajo de aquel pantalón irresistible.

A Gato pareció gustarle y su boca hizo maravillas en ese beso tórrido que estábamos compartiendo mutuamente. Y no quise quedarme atrás, más cuando noté aquella dureza, que se restregaba entre mis piernas. Jugueteé con mi lengua, chocando nuestros dientes y pareciendo que Gato me quitaría la ropa en un momento a otro. Hasta que me separé de él, dejándolo con las ganas y una de sus cejas se elevó, mirándome con aire seductor.

—Nunca pensé que tú iniciarías el beso, Felina.

—Me apetecía —contesté y sonreí, chulesca—. Al igual que me apetece tenerte en mi boca por completo.

Hice una pequeña referencia, quitando mi mano de su trasero para luego viajar hasta la parte delantera de su pantalón y, sin tocarle aquella dureza que me tenía mojada y con palpitaciones, comencé a juguetear con su pantalón, rozando con uno de mis dedos la "v" y bajando peligrosamente, hasta que casi le toco esa dureza, en el cual estaba listo para mí.

Me relamí los labios, deseando tenerlo en mi boca y viendo el rostro de Gato, mirándome cada gesto que hacía para él. Pero solo quería provocarlo y dejarle con las ganas como me hizo la otra vez a mí.

—Pero ahora tienes una pelea —contesté, divirtiéndome por el rostro de desconcierto que mi luchador puso por mi frase.

Me separé de él y me bajé de la camilla sin su ayuda, colocándome la falda y tratando de caminar normal, sin que se notara lo que él me había provocado entre mis piernas.

Su voz irregular se hizo presente.

—No me puedes poner cachondo y luego cortarme el rollo antes de una pelea.

Me giré, sonriente y contesté;

—Esa adrenalina te viene bien en el combate.

Gato se acercó a mí y, sin tocarme, dijo;

—Te aseguro que cuando lo hagamos, tus piernas no podrán ni moverse.

Elevé la ceja, divertida por su propuesta y confesé;

—¿Es eso una amenaza? Porque no lo parece. —Me puse de puntillas, colocando mis manos sobre sus hombros y rozando mis labios en su oído para murmurarle. —Y cuidado, no vaya a ser que seas tu que no pueda ni moverse.

Vi su sonrisa cuando me alejé de él y nos marchamos al combate que tendría lugar en el sótano del hotel.

Durante ese trayecto no nos dijimos nada, pero era consciente de lo incómodo que Gato estaba por lo duro que estaba y por provocarlo. No me hubiese importado que él me hubiese tomado y me empotrase en el cuarto de la limpieza y lo hiciéramos ahí mismo en cualquier posición, pero no había tiempo y ambos lo sabíamos.

Llegamos al sótano, donde nos encontramos con Serpiente, Venecia y Afrodita, esperándonos. Gato se subió a la lona sin mirar a nadie más, concentrado en el combate. Y ahí fue cuando visualicé a Cronos y a su luchador Magno, quien parecía ser bastante joven para luchar contra un hombre tan robusto como Gato. Juraría que podría rondar los 23 años, frente a los treinta y pocos de mi luchador.

Observé el lugar, para nada glamuroso como lo era en la parte de arriba y ahí vi, a lo lejos, a Poeta junto al que imaginé que debía ser el dueño del hotel, quien parecía muy amigo de aquel hombre tan repulsivo como lo era Poeta.

Dejé de mirar a aquellos 2 y me centré en mi luchador, quien calentaba, esperando a ser presentado por el showman, hasta que mis ojos divisaron una cosa completamente ilegal que vi por parte de Cronos y su luchador. El cual le entregó algo que parecía peligroso para mi luchador. No supe exactamente que es lo que era, pero tuve un muy mal augurio.

Miré a Gato con rapidez y me acerqué a él, el cual me observó desde la lona, esperando a que le dijera algo.

—Gato, ten cuidado.

Su chulería volvió a su rostro y respondió;

—Lo tendré.

Me guiñó un ojo y me dio la espalda, mirando de frente a su contrincante, el cual parecía tenerle miedo a mi luchador.

Arrugué la frente, sintiendo la presencia de Serpiente y Afrodita, quienes se acercaron a mí y no me gustó nada ese combate que iba a comenzar pronto.

La mano de Afrodita se colocó sobre el centro de mi espalda y yo la observé para decirle;

—No me gusta este combate... Acabo de ver como el ayudante de Magno le daba algo a su luchador —susurré a la mujer atractiva que estaba a mi lado y ella, tan rápido como me escuchó, miró a ese hombre y en su mirada vi como se le disparaban las alarmas.

Miré a Serpiente, quien parecía fijarse en alguna mujer que estaba charlando con otras mujeres, quizás ayudantes de otros luchadores u otras trabajadoras. Negué con la cabeza, volviendo mi mirada hacia Gato, al cual solo deseaba que no le ocurriese nada malo.

El combate empezó y el primero en comenzar a pegar fue Gato, quien rápidamente supo defenderse Magno de esas palizas que le propinaba mi luchador. Estuvo así por mucho rato, mientras miraba a Cronos por tramposo.

La aceleración de mi corazón fue a más cuando vi, en uno de los guantes rojos de Magno, púas que podrían hacerle bastante daño a Gato y cuando vi el primer gancho de izquierda que le propinó el luchador de Cronos al mío, mi ira salió a la luz.

Podía ver el rostro de Gato como sufría, aunque trataba de ocultarlo y la sangre empezó a salirle con rapidez por su frente. Las púas no eran tan puntiagudas ni grandes para ocasionarle heridas internas, pero si seguía insistiendo en el mismo sitio, Gato podría morir y eso no lo iba a permitir.

—¡Tramposo! —grité, consiguiendo que algunos del público me mirasen, Serpiente uno de ellos, quien se acercó a mí, tras dejar de mirar a aquella desconocida y agarrarme del antebrazo para que evitase hacer cualquier cosa.

—Felina, ¿qué haces? —preguntó con delicadeza en su voz.

—Tiene púas en su guante —dijo Afrodita y este abrió los ojos con rapidez.

—¿Qué? —Se acercó a la lona, sin subirse y gritó. —¡Gato, cuidado!

Cronos animó a que hiciera un último gancho de izquierda y Magno lo hizo, haciendo que Gato, tras varios golpes en el rostro, algunos con las púas, cayese inconsciente en el suelo, con mucha sangre en su rostro.

Magno se proclamó campeón y tanto Serpiente como yo, subimos a la lona para levantar a aquel grandullón que nunca lo había visto perder en ese poco tiempo que llevaba.

Traté de llamarlo, pero no me respondía y ahí podía ver los golpes y las marcas de las púas, tanto en el mismo lado como en alguna parte de su torso. Me preocupé como jamás creí que lo haría y la rabia vino a mí, deseando pegarles a ambos hombres que organizaron aquello, siendo uno de ellos mi propio compañero, pero la mirada de Serpiente me hizo ver que no merecía la pena.

Me ayudó a levantar a ese hombre lleno de tatuajes y, Afrodita teniendo que quedarse en el lugar por el Poeta y preocupada por Gato, nos marchamos hasta llegar a la habitación de hotel que le habían asignado a mi luchador.

Serpiente colocó el cuerpo de Gato mientras yo trataba de buscar todo lo necesario para limpiarle la sangre y poder hacer lo posible para que reaccionara. Me asustó ver a una persona de esa manera y los malos recuerdos del pasado me hicieron temblar el cuerpo.

Ahí yacía Gato y no despertaba, lo que mi cabeza dio muchas vueltas y no paraba de venirme imágenes de mi madre. Mis manos temblaban por cada movimiento que hacía y Serpiente trató de ayudarme a curarlo como podíamos, pero Gato necesitaba ayuda médica y dudaba que Poeta nos dejara traer a un médico para que lo curase.

Así si fuese castigada por salvarlo, haría lo imposible.

Afrodita entró en el cuarto, seguramente tras deshacerse del jefe de este lugar y yo me giré al ver que aún no despertaba, a pesar de taparle las heridas.

—Quédense con él para cuando despierte —dije con la mandíbula apretada y me quité los guantes cubiertos de sangre, tirándolo en la papelera más cercana y notando la mirada de ambos sobre mí.

—¿A dónde vas? —dijo Serpiente, agarrándome del antebrazo por segunda vez en esa noche.

Ya era mayorcita para saber lo que hacía y no me iba a quedar atrás con mi compañero de oficio y menos después de la falta de tacto al darle a su luchador un arma blanca para hacerle daño al mío. No lo permitiría jamás y recordé la conversación que tuve con Gato semanas antes sobre estas trampas que utilizaban, siempre y cuando no se enterase el jefe.

—A hablar civilizadamente con 2 hombres —respondí con seriedad y supe, que cualquiera que me viese, podría notar que era policía en ese instante, pero nadie estaba para descubrir aquello.

Y menos Serpiente, que no quería que fuese a pelearme con nadie.

—Ni se te ocurra ir hacia Cronos y Magno. —Me advirtió con los dientes apretados y noté cierta preocupación por mí—. Gato no le va a gustar que te pongas en peligro.

—¿Y eso me incumbe a mí? —cuestioné, importándome bien poco que pensaran ellos—. Serpiente, suéltame. No te lo repito más.

No supe porqué, quizás por mi disposición o por mi mirada, pero Serpiente me hizo caso, soltándome lentamente y yo, enfadada como aquella noche tan trágica para mí, con la diferencia de que ya era una mujer, caminé hacia la puerta y la abrí. Pero la voz de Afrodita sonó a mis espaldas.

—No le hagas esto a Gato, Felina.

Me giré y miré a aquellas 2 personas que eran esclavas de esa situación, de aquel lugar y que no tenían la culpa, solo de estar en el sitio equivocado en el momento equivocado cuando los atraparon para trabajar en ese lugar.

Y, con la voz algo más calmada, contesté;

—No me pasará nada. No tiene porque saberlo él. —Miré a Gato, quien todavía no despertaba y su ojo se hinchaba por cada minuto que pasaba y le pedí a Serpiente que le colocase hielo en esa zona y concluí. —Vuelvo ahora.

Cerré la puerta y caminé decididamente por el pasillo tan elegante de hotel, buscando el cuarto de Cronos y preguntándole a un guarda que había por ahí y que había visto alguna vez junto con Venecia.

Al encontrar el cuarto, toqué varias veces y Cronos me abrió la puerta con un rostro serio que, al verme, cambió a extrañado.

Y solté toda mi ira contra él.

—¡¿Se te ha ido la cabeza?! —grité, entrando en el cuarto y dándole toques con el dedo sobre el hombro de mi compañero de policía—. ¿Cómo se le ocurren utilizar esa mierda con mi luchador?

Cronos se puso muy serio y miró hacia fuera para ver si no había nadie alrededor y se giró para mirarme con enfado.

—Baja la voz. El jefe no puede saber eso —susurró.

Me acerqué a Cronos, para que solo él me escuchara mientras el luchador de mi compañero estaba lo bastante lejos para que no nos escuchara.

—Tu luchador podía haber matado a Gato y adiós a la operación —susurré en muy baja voz.

Cronos, con una pequeña sonrisa, contestó.

—Pero no le mató.

—¿Seguro? No despierta. —Me giré para mirar al luchador de mi compañero y pregunté. —¿Púas? ¿En serio?

Noté la mano de mi compañero sobre mi antebrazo, apretándome tanto que me dolió y me quejé por ello, pero no me soltó, pegando su rostro al mío, retándome.

—Escúchame, debía hacerlo.

Parecía que su mirada trataba de decirme algo, en el cual no era capaz de descifrar en ese estado en el que me encontraba.

—Siempre hay otras opciones —contesté.

—No, no en este sitio. No en el boxeo clandestino. —Cronos me observó de arriba abajo y, nuevamente, su sonrisa apareció junto con aquella ceja que se elevó para decirme algo que me pondría de los nervios—. No te habrás levantado la falda ya con Gato, ¿verdad?

No tuve tiempo para poder controlar el puñetazo que le di a mi compañero de policía en toda la nariz, partiéndosela y haciendo que sangrase por el fuerte golpe.

Cronos se quejó por completo, tapándose la nariz como si así fuese a dolerle menos y luego me miró con la nariz partida.

Vi el enfado en él y Cronos se acercó a mí, no supe si para devolverme el puñetazo o para desafiarme. Pero tan rápido como ocurrió todo aquello, el luchador de Cronos, Magno, lo frenó, llevándoselo lejos de mí y pidiéndome que me marchase de la habitación.

—Tu y yo no hemos terminado de hablar —me dijo Cronos.

Y asentí con cabreo.

—Ya sabes donde encontrarme, Cronos.

Me marché tras decir mi última frase para él en esa noche y me fui al cuarto para ver el estado de Gato.

Nada más llegar al cuarto, escuché varias voces que hablaban en voz demasiado alta y, al abrir la puerta, vi a Gato sentado con parte de la cabeza vendada como podíamos y echo polvo por la pelea.

Y jamás pensé que pensaría esto, pero me alegré de verle despierto. Aunque la alegría desapareció al ver en el estado histérico en el que se encontraba por haberme ido. Me imaginé que uno de los 2 compañeros de Gato se lo habrían contado.

Y entonces, la idea de volver a irme por la puerta, me resultaba bastante atractiva.

Gato trató de ponerse de pie al verme, pero Serpiente y Afrodita se lo impidieron.

—¡Tu! ¡¿Qué cojones hacías sola con 2 hombres peligrosos?!

Elevé la ceja y evité reírme por ello. Lejos de que Cronos me pareciera un pesado a veces, dudaba que lo fuera y, de serlo, sabía defenderme sola. Había sido entrenada para todo esto, aunque me faltaba experiencia, pero eso Gato no lo sabía.

Traté de ponerme en su lugar y vi lo realmente preocupado que él estaba por mí. Y eso que solo habían pasado unos minutos cuando me fui a "hablar" con mi propio compañero de la policía.

—No eran peligrosos —contesté con suavidad, tratando de poner calma al lugar y buscando ayuda de Serpiente y Afrodita, pero ellos solo trataban de mirarse para ver como salían de esa.

—¿No? ¿No sabes quienes son esos hombres? —preguntó como si él lo supiera—. ¿En la de peleas que se meten cuando le hacen daño a su compañero? No me jodas, Felina.

Apreté la mandíbula junto con los puños y traté de no sentirme enfadada por ese hombre, ni mucho menos que me sacara de las casillas. Odié verlo tirado en el suelo inconsciente y más por trampas que le habían hecho, así que no podía quedarme quieta y de brazos cruzados.

—Estoy bien.

Estábamos a una distancia prudente, en silencio tras mis 2 palabras, cuando los ojos de Gato, que en ningún momento habían abandonado mi rostro como si buscase heridas que me hubiesen hecho, bajaron hasta mi puño izquierdo. Arrugué mi entrecejo por ver su rostro de desconcierto y miré mi puño, el cual estaba lleno de heridas por el golpe que le asesté a Cronos.

Sin importarle nada más, se levantó costosamente de la camilla, para la desesperación de Afrodita, Serpiente y yo y vi como se enfadaba más, acercándose a mí.

—Le has pegado —murmuró con la mandíbula demasiado cuadrada, quizás por ese enfado que tenía conmigo.

Su mano, llena de callos por el boxeo, se colocó sobre mi mejilla, buscando alguna herida más, alguna contusión, pero al verme limpia, dijo;

—Estás loca.

—¿Loca? Llámame loca otra vez y no vas a acabar muy bien.

Gato ignoró mi pizca de humor y siguió con aquel cabreo descomunal.

—La que no acabará bien eres tú como vayas por ahí defendiéndome porque he perdido una mierda de pelea.

Me enfadé al verle herido, al recordarlo tirado en el suelo por las trampas de su contrincante y elevé la voz.

—¡Pusieron púas en su guante, Gato!

—¡¿Y que?! ¡Podían haberte pegado y matado sin yo poder hacer nada! —exclamó, sin retirar sus ojos de los míos y pude ver dolor en ellos—. ¿Tienes la menor idea de donde te has podido meter? Tienes que tener más cuidado, Lisa.

Busqué ayuda del humor ante estos momentos.

—Segunda vez que dices mi nombre en una noche.

—Lisa, joder. Hazme un poco de caso si te importa tu vida. No vuelvas sola a pelearte con 2 hombres. No sabes como reaccionarán, ni mucho menos sus intenciones.

Elevé la ceja ante tales frases. Comprendía que me lo advertía por mi bien, pero mi trabajo privado era este, meterme en el fondo del asunto y sin duda no debí reaccionar como esta noche con mi compañero de trabajo, pero Gato no podía pedirme tal cosa. No podía prometerle no meterme en problemas porque ni yo sabía donde podría meterme estando de infiltrada en un lugar como este, donde mi objetivo era encontrar pistas y pruebas para detener a personas que estuviesen metida en todo esto.

—Soy mayorcita, Gato.

—Como si eres una reina —ironizó, viendo como la vena de su cuello se hinchaba por la furia. Y entonces, su voz se calmó—. Debes tener cuidado en este sitio... No es como una pelea de discoteca. Esto es la mafia y las cosas pueden cambiar de un segundo a otro. No vuelvas a pegarte con un luchador, ¿vale?

Asentí, pero luego quise corregirlo;

—Era con su ayudante.

—¡Me da igual! —chilló nuevamente y por el rabillo del ojo vi sorpresa en Serpiente, como si nunca hubiese visto a Gato perder la compostura de esta manera—. A mi me importas tu, no una mierda de trampa.

El cuarto se silenció y me quedé petrificada por esa última frase.

Sin duda, mi luchador no me iba a ser la vida fácil en mi trabajo de conocer información secreta sobre esta mafia y menos si me decía este tipo de cosas. Pero era mucho más fuerte que esto y, pasara lo que pasara, iba a trabajar en secreto para poder sacar a personas inocentes de este lugar horrendo y oscuro donde no tendrían futuro.

Serpiente se acercó a nosotros tras nuestra pelea y los 2 lo miramos.

—Nosotros nos marchamos para que ustedes os acostéis de una vez. Llamadme cuando queráis.

Serpiente hizo un gesto de cabeza a Afrodita, la cual asintió con una sonrisa mirándonos a los 2 y ella colocó su mano sobre mi hombro con cariño y nos dijo;

—Nos vemos.

Cuando nos dejaron solos, vi como Gato tomaba el hielo que tenía para su ojo hinchado y se acercó a mí, para colocarlo sobre mi puño enrojecido.

No dije nada, pero lo miré en silencio mientras él estaba con la labor de curarme a mí.

—Te felicito. Jamás nadie me había enfadado tanto como tu ahora mismo —habló con una sonrisa diminuta en su rostro.

Y sonreí por ello.

—¿He ganado algún premio?

Negó con la cabeza y contestó;

—Te lo estás tomando todo a broma.

—No, pero... —Me quedé callada, pensando en que decir y como poder hacer entrarle en razón que lo hice por la injusticia que vivió—. Sé que no debí irme sola a pelearme con 2 hombres... Pero las cosas tampoco se hacen así y casi te matan.

—Y a ti también —continuó insistiendo.

Sus manos, una debajo de la mía, sujetándola y la otra sujetando el hielo sobre mi puño, podía notar la calidez que desprendía. Y persistí;

—Porque no viste lo que vi yo esta noche al verte tirado en esa lona. Si hubiese sido a la inversa y fuese yo la que estuviese tirada en esa lona...

—Ahora mismo no estarían ni respirando los que te hicieran eso. —Gato no me dejó terminar y acabó la frase él solo.

Arrugué la frente y un escalofrío recorrió mi columna por ello. Eso si que no, y no me gustaba que dijese ese tipo de cosas. Lejos de que fuese obligado a asesinar a ciertas personas, no quería ni imaginarme si lo hacía por mi. No quería eso.

—Eso si que no, Gato.

Él calló, pero no siguió con la disputa que teníamos. Aunque dudaba que hiciera caso de mis palabras algún día.

Miré su rostro, completamente herido por la pelea y pregunté;

—¿Cómo tienes la cabeza?

Gato soltó un fuerte suspiro y, como si estuviese más tranquilo, dijo;

—Bien. Tengo la cabeza más dura de lo que piensas.

Sonreí mientras que él seguía mirándome de aquella manera.

🥊

Estaba en el coche de Gato, frente a su edificio donde vivía después de conducir su coche.

Me había pedido que lo llevara a su casa y me había parecido tan extraño que me dejase entrar en un lugar tan privado como ese. Pero tampoco era de extrañar demasiado si ya había invitado a otras mujeres en su casa.

Apagué el coche y lo miré, para ver como se encontraba ya que no estaba en condiciones para conducir su coche.

—Puedes llevarte mi coche para ir a tu casa, pero tráemelo de vuelta mañana cuando nos veamos —dijo con tranquilidad mientras miraba una parte de su coche—. Tengo cosas que hacer en el bar.

Miré el volante y sonreí delicadamente. Me había gustado conducir su coche, había sido tan suave y rápido a la vez conducirlo. Nada comparado con el que yo tenía y que siempre estaba roto.

—Vale. Lo cuidaré como nadie. —Volví a mirarlo, esperando que él me mirase a los ojos y, cuando lo hizo, continué. —Así que aquí vives. La famosa casa donde te las llevas a todas —bromeé y una risa sonó de su garganta.

—En realidad te mentí. No van a mi cama, yo voy a las de ellas. —Sus ojos analizaron los míos y siguió. —Nadie pisa mi piso.

—¿Por qué?

Volvió a sonreír.

—Ahí tengo toda mi vida y mi verdadero yo. Y no quiero que nadie lo descubra.

Estaba viendo como estaba abriéndose conmigo para mi sorpresa. Lejos de que me dijese algo que para cualquiera podría ser diminuto, pero en el fondo, yo sabía que eso era muy íntimo para él y ese piso debía ser donde él se escondía de todo, donde demostraba quien era.

Nadie podía entrar y si o si, ese era mi medio para encontrar todas las verdades de él. Saberlo todo de mi luchador, pero no era tan retorcida como para entrar en su casa sin su permiso y tampoco quería aprovecharme de él.

—¿No tienes a nadie en tu vida? —cuestioné.

Gato me miró de una manera tan chulesca que ya veía como había vuelto ese hombre tatuado que había conocido aquella noche en su cuarto mirándome de forma descarada.

—Haces muchas preguntas... Y no, no tengo a nadie con quien hablo de mis problemas.

Lo miré con la ceja elevada y preocupada por su estado de salud.

—¿Te acompaño?

No sabía su podía subir las escaleras bien o si necesitaba que lo ayudase a bajarse del coche tras los golpes que había recibido aquella noche. Pero él negó con la cabeza.

—No. Puedo ir solo.

Nos despedimos y, cuando él subió a su piso y dejé de verlo tras la puerta.

Pero mi preocupación por él era lo que empezaba a ser alarmante para mí y no quería que esto fuese a más.


***

Les prometí un capítulo largo y aquí lo tienen.

¿Que les ha parecido?

¿Que piensan sobre la trampa de Magno y Cronos?

¿Y la discusión entre ambos protagonistas?

Cuéntenme sus teorías locas —>

Nos leemos el viernes :3

Patri García

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