N U E V E | A M E N A Z A S
«Solo sabía que algo había pasado y él se había cerrado en banda»
Felina.
GATO
—¡Llévate a Felina! ¡Vamos!
Miré a mi compañero tirado en el suelo, desangrándose como si no valiera nada. Mi arrebato fue creciendo a medida que más segundos pasaba al lado de ese joven chico y deseé pegarle a esa persona que nos tenía a todos bajo sus órdenes. Al más cabrón de todos y quien era el culpable de todo aquello.
Apreté mis dientes con fuerzas mientras trataba de evitar salir corriendo para matar a Magnus con mis puños.
—¿Te sorprende?
Me giré rápidamente al escuchar aquella voz repugnante, el cual me daban arcadas cada vez que lo escuchaba. Y ahí, de pie en ese marco de la puerta, me observaba, mientras yo estaba de rodillas junto al cuerpo de Dreams.
Me levanté con rapidez, jurando que podría tener mi rostro más horrible que jamás nadie me había visto y me acerqué a Poeta, pero ni por asomo dio ningún paso atrás.
Me pegué a él, con los puños cerrados y deseando que fuese su peor pesadilla después de todo lo malo que le hizo a Dreams. Pero no solo a él, si no a todos los que trabajábamos para él, todas las cosas que me hizo cuando era un adolescente y a todas las personas inocentes que mató frente a mí, sin yo poder hacer nada. Por no hablar de las amenazas que me hizo minutos antes al combate sobre Lisa.
Magnus esperó, con ese rostro divertido que tanto le caracterizaba, esperando a ver cual iba a ser mi próximo movimiento, como si yo fuese un bufón y él un rey en su imperio. Cuando probablemente jamás llegaría más lejos de Inglaterra en esa asquerosa mafia que nos retenía a todos sin poder salir de esta. Y eso, a Magnus, le fastidiaba tener que quedarse en Inglaterra y no poder tener un poder mucho más vigoroso que el mandamás de esta oscura trama.
—Tu le mataste —susurré con los dientes apretados, sin dejar de mirar los ojos de aquel asesino, frente a los de otro asesino—. Tenía una vida por delante.
No esperé ni un segundo más, cuando moví mi brazo derecho para pegarle y Magnus no se movió ni un solo centímetro, muy confiado y 2 hombres, sus escoltas, entraron en el cuarto y me agarraron como pudieron. Pero yo tenía mucha más fuerza que ellos juntos y conseguí zafarme de ellos, hasta que el jefe sacó un palo redondo, largo y fino de madera. Frené al instante al saber lo que significaba y al ver lo desgastado que ya estaba aquella cosa, la cual le tenía tanto pavor al verlo.
Poeta sonrió de aquella manera burlesca y dijo;
—Charlemos un rato en mi despacho. Creo que no has entendido lo que te dije antes.
Sus 2 escoltas me empujaron como podían para seguir al jefe y tuve que hacerlo al ver aquel trozo de madera. Caminé hasta llegar a su despacho en la parte de arriba del edificio y aquel lugar, tan tétrico y lúgubre, me dio un escalofrío que odié sentir. Solo tenía recuerdos malos en ese sitio, los peores de mi vida.
Sus escoltas se quedaron a cada lado de mí, a mis espaldas y observé cada movimiento de aquel hombre con aquella cicatriz tan tétrica en su rostro.
Aún recuerdo cuando le hice aquella cicatriz y cuando le dije que siempre que se mirase al espejo, siendo tan egocéntrico, se acordaría de mí para el resto de su vida.
Magnus sacó un whisky de su mesa llena de alcohol y, cuando terminó de llenar uno, me ofreció y negué con el rostro serio, sin perder de vista sus horribles ojos.
—Tu te pierdes uno de los mejores whiskies.
Me encontraba más callado de lo normal y no podía dejar de pensar en mi ayudante, quien solo esperaba que Serpiente se la hubiese llevado lejos de ese sitio antes de que Magnus la hubiese visto.
No quería que se cruzaran hasta que pasara varios días, si es que ella iba a quedarse aquí todavía. Por eso no quería ayudantes, no quería que otro inocente más terminase cicatrizado por todo esto y menos por mi culpa.
El jefe caminó por su despacho, parándose en su gran ventanal de su imperio y dándome la espalda, dando un sorbo de su whisky y habló, antes de girarse;
—Ya has visto lo que les pasa a los chicos como Dreams. —Me observó a los ojos con una sonrisa que conocía a la perfección y sabía que es lo que estaba pensando—. Y esto es solo una advertencia de lo que te puede pasar a ti, como a tu ayudante Felina, si terminas siendo muy influenciado por ella.
En el fondo, estaba tranquilo porque sabía que no podía salir de esta y menos ser influenciado por nadie. Felina no iba a ser la excepción, lejos de que me sintiera muy atraído sexualmente por esa mujer. Aunque en el fondo, me gustaba tener a alguien a mi lado con quien hablar y me sentía contento cada vez que la veía.
Gato no se mostraba así con nadie y eso debía de cambiarlo.
—Gato, esa charla que tuve contigo antes lo tengo con todos los que tienen ayudantes. Dreams se enamoró de una mujer, la cual resultó ser lo peor para el futuro de ese chico. Por culpa de ella, que trató de sacarlo de allí, ahora ambos están muertos.
Lo observé con sorpresa y no pude ni imaginarme que es lo que le habría hecho a esa mujer tan joven. Mi corazón comenzó a acelerarse y a ponerme más nervioso al ver que no solo había matado a mi compañero, también a la mujer que él amaba.
—¿Has matado a Dorada? —No salía de mi asombro.
Y al ver que el jefe sonreía más, supe que así era.
—Tómalo como una advertencia de lo que ocurre en este negocio si se incumplen las normas. Aquella vez que te negaste a matar a una mujer te salió bastante caro. —Me recuerda—. Casi te mato dándote con este trocito de objeto de madera en la espalda y estuviste 3 semanas sin moverte de la cama. —Magnus comenzó a mover el palo de madera—. Creo que todavía la espalda te duele a pesar de que hayan pasado años.
Tragué saliva y evité pasar mi mano por aquellas cicatrices que tenía por toda mi espalda.
—Sabes que jamás asesinaré ni a mujeres ni a menores. Solo a asesinos, proxenetas y malnacidos —susurré, aunque evité añadir "en contra de mi voluntad".
Me obligaban a asesinar en este sitio, pero no me quedaba de otra. O hacías lo que te pedían, o acababas de rodillas frente a uno de los grandes y podían hacerte muchas cosas en esa postura. Desde hacerte daño físicamente a mentalmente.
Yo era un asesino, me habían convertido en esto y esperaba pagarlo todo en un futuro. Lo que hacía estaba muy mal y sabía que ardería en el infierno algún día.
Éramos luchadores, la diversión de los jefes, los bufones de aquel palacio tan manchado de sangre. Sin nosotros, los ricos no tendrían diversión. No tendrían nada. Esto era como la trata, pero camuflada con el boxeo y en el cual utilizaban a hombres para divertirse más de ellos. Lo que había detrás, las personas que pagaban a estas personas por esa diversión, eran tan famosas y tan poderosas que muchos se sorprenderían de quienes estaban metidas aquí dentro. Muchos jamás pensarían cual, de sus actores favoritos, políticos importantes e incluso empresarios, estarían siendo los promotores de este negocio que solo hacía dinero y diversión a costa de personas pobres y que estaban siendo manipuladas.
Había más oscuridad de la que se veía. Mucha más.
Pero lejos de todo, a pesar de la advertencia que el jefe me dio por negarme a asesinar a personas inocentes, sabía que Magnus no podría hacerme nada más allá que unas cicatrices en la espalda. Era el mejor luchador y el que más dinero generaba. Por eso, a pesar de todas las cosas que le había hecho para sacarlo de quicio, no podía quitarme de en medio como hizo con Dreams. Muchos promotores apostaban por mi. De no estar, muchos se irían y eso, al mandamás de toda esta oscuridad, no le haría gracia.
—Recuerda que fuiste de mi propiedad hace años... —susurró Magnus, haciéndome recordar aquel pasado que deseé borrar—. Ahora eres "libre", pero sigues estando bajo mi mando. No pienso matarte, pero si por algún caso veo que tu relación con Felina va a más e intentas huir con ella, haré que amanezca en pedacitos y te la enviaré en una caja para que la veas.
Apreté mis puños de tan solo pensar en eso, pero sabía que esto no me ayudaría en nada... No ayudaría en nada a Lisa.
—Fóllatela todo lo que quieras, pero en este lugar no existe el amor —advirtió. —Siempre que un luchador se enamora, hacen lo imposible por huir de mí. Te recomiendo que el día que pasen solo de follar a algo más y ella te ofrezca huir de este sitio, rompas tu promesa de no asesinar a ciertas personas por ella. Porque por mi va a sufrir horas y horas antes de enviarte esa caja. —Se quedó callado unos segundos más antes de continuar. —¿De acuerdo? Acuérdate de que siempre sabré en que sitio del mundo estás. Siempre.
Sabía muy bien las reglas y sabía que no debía enamorarme de Felina por nada en el mundo. Eso lo tenía grabado en mi mente. Y mucho menos, huir con ella. Eso sería como ponerle una diana a Lisa y no quería eso para ella.
Cuando vi que Magnus no decía nada más, me giré para largarme de allí, cuando Poeta me llamó nuevamente.
—Gato. No olvides nada de lo que te he dicho —me avisó.
Solo lo miré, sin pestañear y luego cerré la puerta para marcharme, cuando vi a Afrodita pasando por mi lado, mirándome como pidiéndome ayuda y me sentí un monstruo por no poder hacer nada por mi amiga. Entró en aquel despacho, saliendo a su vez los 2 escoltas y cerrando la puerta para dejarlos solos y supe lo que significaba. Miré el pasillo y mi rabia interior quiso salir, pero si entraba en ese sitio no la iba a ayudar en nada. A ninguno de los 2.
Me marché como un cobarde de allí y llegué a la planta donde se encontraba mi cuarto, con el peor rostro que había tenido en años. Y ahí me encontré a Felina y a Serpiente esperándome.
Ambos me miraron y simplemente quería estar solo.
—¿Cómo estás? —preguntó Lisa con aquellos ojos azules que me captaron por completo y que tanto me gustaba mirar.
Pero no respondí. No estaba en condiciones para hacerlo.
Lisa caminó hasta mí, con una mirada suave y para nada como la que solía ponerme en otras ocasiones, la cual me gustaba molestarla. Pero cuando la miraba, solo me imaginaba todo aquello que Magnus me había dicho anteriormente y mi enfado iba creciendo.
Ella, al ver que no respondía, siguió;
—Siento lo de Dreams.
Y elevé una ceja, sin saber porque le diría tal cosa como lo que haría en ese instante, pero me salío.
—¿Tu? —pregunté incrédulo—. ¿Qué eres la nueva y no sabe una mierda de como funciona este sitio?
Serpiente salió de su sitio y me puso la mano en el pecho, como una manera de advertirme que me estaba pasando.
—Eh, no la trates así —susurró con los dientes apretados y leí en su mirada que me tranquilizara.
Pero no podía estarlo después de todo lo que había pasado en apenas media hora.
—Cállate, Serpiente —gruñí. —Nadie te ha dado vela en este entierro.
Lisa, sin moverse de su sitio y con una pasividad que me desarmaba, susurró con una voz atercipelada;
—Poeta te ha comido la cabeza, ¿verdad? —No había rabia en su voz, ni enfado por como le estaba hablando y eso solo me irritaba más de imaginarme como acabaría si seguía a mi lado.
—Yo solo sé que tu no deberías estar en este sitio. Te lo advertí, Felina. Te lo advertí varias veces y sigues aquí —dije, cuando grité. —¡No sé que coño quieres! Pero será mejor que te vayas por esta noche antes de que pase algo peor.
El rostro de Lisa cambió por completo, y era casi igual a la otra tarde cuando asesiné a alguien frente a ella y no me dirigió la palabra en toda esa tarde. La comprendí... Si yo hubiera sido ella, jamás hubiese hablado conmigo mismo. Pero debía sobrevivir, a pesar de que lo que hacía no cabía en la cabeza de nadie. Y entendía a todas esas personas que me trataban de monstruo... Las entendía muy bien.
—Gato... —susurró.
—¡Que te vayas!
Sabía que Serpiente me estaba dedicando una mirada asesina, pero no le hice caso y solo miré a la mujer que tenía frente a mí, mirándome a los ojos y sin pestañear. Ni siquiera se asustó por mi reacción, lo que me sorprendió. Parecía que estaba entrenada para mantener la calma en momentos de estrés y esa pasividad me tenía de los nervios al ver que no me gritaba, no me insultaba y no se rebajaba a la misma altura que yo. Mantuvo la calma a pesar de que sus ojos me decían todo lo contrario.
Y entonces dijo;
—Vale, me voy. No estás en condiciones para hablar. —Su voz sonó tan suave, pero a la vez con autoridad y, al dar varios pasos hasta llegar a la puerta de mi cuarto, se giró y dijo. —Buenas noches, chicos.
Cerró la puerta un poco más fuerte de lo normal y supe que estaba cabreada conmigo. Una parte de mi no quería admitirlo, pero era así y no era para menos que no me dirigiera la palabra.
Estuve por largos minutos mirando la puerta cerrada, cuando la voz de Serpiente me devolvió a la realidad.
—Te has portado como un gilipollas con ella.
—¿Y?
—¿Cómo que "y"? —enfatizó, señalando la puerta y diciendo. —Después de lo que te ha visto hacer, aguantar tus gilipolleces, ¿la tratas así? —Analizó mi mirada y algo en él cambió—. Poeta te amenazó, ¿verdad? Te dijo que la iba a meter en una cajita para que la vieras. ¿Es así?
Mi rostro se suavizó y deseé saber como sabía todo eso sin haber presenciado la reunión.
—¿Cómo coño lo sabes?
Serpiente sonrió con rabia a la vez que negaba con la cabeza y se cruzaba de brazos.
—Se lo dice a todos para ver la reacción de cada luchador. —Siguió mirándome a los ojos al ver que mi tranquilidad no se esfumaba por esa amenaza de Magnus—. No sé si lo cumplirá si eso ocurre, pero tu reacción es tal cual la preocupación que tienes por Felina.
Ahora el que sonreía era yo, de una manera burlesca que ya estaba acostumbrado Serpiente a ver.
—Ni la conozco.
Él ni se inmutó. Se quedó quieto sin decir nada y parecía no creerme y no entendía ese motivo. Era cierto, apenas la conocía, pero no me gustaba tener ayudantes por este motivo y eso era lo que me cabreaba a más no poder. Pero Serpiente seguía mirándome de esa manera, como si leyese algo que a mí se me escapaba de las manos.
—Vayamos al gimnasio de Venecia mañana. Desahógate con el saco de boxeo y hablamos mejor. No es bueno que sigas hablando en caliente. —Se encaminó hacia la puerta y, cuando la abrió, me miró para decirme. —Te puedes arrepentir de cosas que hayas dicho.
Se quedó unos segundos callado, mirando hacia el suelo y volvió a mirarme para hacerme una pregunta, al cual ya estaba tardando.
—Oye, Gato. —Tardó unos segundos antes de preguntar. —¿Has visto a Afrodita?
Asentí y sabía que la respuesta no le iba a gustar.
—Ahora está con el jefe.
Acerté y vi como si rostro cambió de expresión y asintió, callado, antes de irse solo a su cuarto.
Me sentí solo al instante, sin nadie que me hablase, ni a esas miradas que me dedicaba Lisa después de cada combate. Era una madrugada de mierda y no podía dejar de pensar en lo estúpido que me había comportado con ella.
Solo escuchaba el silencio y antes no me molestaba, pero ahora, en tan poco tiempo, me estaba volviendo loco.
Caminé hasta el cajón donde guardaba los cigarros, saqué uno y comencé a fumar en la soledad del cuarto en el que me preparaba. Pero me esperaba una noche muy larga cuando llegase a la soledad de mi piso y solo escuchara las súplicas de esas personas que resonaban en mi cabeza antes de irme a dormir.
Calé de mi cigarro y cerré los ojos para no pensar en nada, al menos, unos segundos.
🥊
Al día siguiente, me encontraba en el gimnasio pegándole al saco de boxeo mientras mi compañero y amigo Serpiente lo sujetaba, con un rostro que trasmitía lo duro que estaba pegándole al saco.
Sentada en una silla leyendo una revista de ciencia, se encontraba Afrodita con un vestido corto y el cabello recogido en un moño mientras masticaba un chicle de la manera más sensual que podría verse. Y estaba seguro que Serpiente estaría despistado en la boca de Afrodita.
A ver cuando Serpiente se atrevía a hablar con ella.
En uno de los ganchos de derechas, Serpiente se retira, viéndole todo el torso rojo y la camiseta blanca sudada por mis golpes en el saco.
—Joder, macho. Menuda fuerza que tienes. —Se retiró el cabello rubio hacia atrás y dijo. —Tengo el cuerpo que ni lo siento.
No le dije nada, necesitaba sacar toda esa tensión que tenía dentro después de lo de anoche y tras dormir 2 horas, solo podía pensar en Lisa y como estaría hoy.
Quería ir a visitarla, pero no era mi manera de ser hacer eso con ninguna mujer. Estaba acostumbrado a que las mujeres fueran a por mí y disfrutaran un rato conmigo. Pero lo de Lisa, ya era otro nivel. Necesitaba saber lo que se sentía estar dentro de ella y enfadarme con ella y tratarla como la había tratado la noche anterior, no iba a ayudar. Menos ayudaba pensar en las cosas que me había dicho Magnus que le haría a ella si incumplía las normas. Yo sabía que no las incumpliría, pero asustaba tan solo pensarlo.
Sentí la mirada de Afrodita sobre mi cuello cuando su voz dulce sonó;
—¿Se puede saber que demonios le pasa a Gato?
Serpiente volvió a agarrar el saco para que no se moviera y volví a pegar varios puñetazos antes de que Serpiente se cansara y me dejara solo.
Miré por unos segundos a ambos, viendo como Serpiente se sentaba a una distancia prudente de Afrodita, tomaba su botella de agua y empezaba a beber como si él hubiese estado pegándole durante horas.
—Es sobre Felina —dijo al acabar—. El jefe lo amenazó ayer con...
—Con que acabaría echa pedacitos en una caja —acabó ella la frase y yo paré lo que estaba haciendo para mirarlos.
—¿Todo el puto mundo lo sabía menos yo?
Tanto Afrodita como serpiente se miraron, para luego mirarme a mí y decir Serpiente;
—Eres el único que no ha tenido ayudante. Te recuerdo que las espantas en seguida.
Moví mi cabeza y recordé que serpiente, después de lo que le había pasado, tuvo como 4 ayudantes para no sentirse tan solo. Al ver que no le llevaba a ningún lado y no se sentía lleno de esa manera, prefirió ser el hombre sin ayudante y que se prestaba voluntario a cualquier chica que se le cruzase por el camino. Las mujeres estaban más que encantadas con él, aunque yo sabía que Serpiente quería algo con Afrodita, aunque jamás lo admitiría ya que Afrodita era una mujer prohibida por todos y solo podía estar con Magnus. Pero aún así, Serpiente no tenía manera de poder dejar esos sentimientos de lado.
Me fijo en las palabras de Serpiente y dije;
—Prefiero a las mujeres en otro sitio que en un lugar como esa mafia.
Afrodita habló;
—Yo creo que deberías dejar que Felina haga su trabajo sin que seas un grano en la punta de la nariz. Ella sola se ha metido aquí dentro y creo que te viene bien tener compañía y no me refiero a lo sexual, Gato —advierte. —Felina se le ve una chica que sabe escuchar.
Me quedé callado, dubitativo por lo que me acababa de decir y no paré de pensar en el motivo de Lisa por estar a mi lado y ser mi ayudante. Quizás estaba pasando por un mal momento y necesitaba realmente el dinero... Pero no se la veía una chica de calle, le faltaba bastante y eso se notaba. Yo notaba que Felina no es como otras ayudantes que saben como manejar la situación. Aunque cada día me sorprendía más esa mujer.
—¿Os habéis parado a pensar porqué demonios está ella aquí? —cuestioné para saber la opinión de mis compañeros.
—¿Y tu te has parado a pensar porque nosotros estamos aquí? —cuestionó Serpiente—. Gato, cada uno tiene sus problemas, al igual que yo vine por un motivo... Afrodita vino por otro y tu por otro. —Ambos me observaban—. ¿Te crees que Felina ha venido para divertirse? Tendrá sus motivos como nosotros.
No estaba de acuerdo con ello, pero preferí callarme antes de que siguieran diciéndome cosas y más me enfadase.
—Gato, soy prostituta —dijo Afrodita—. ¿Te crees que elegí esto porque me gusta? No me quedaba más remedio y ahora soy el juguete preferido del cabrón de Poeta. Ni te imaginas la mitad de las cosas que paso por ese cabrón, pero debo sobrevivir y hacer lo posible para que mi hija tenga un futuro y jamás acabe como yo.
Tanto Serpiente como yo la escuchamos y no dijimos nada, esperando su siguiente respuesta;
—Y mi hija me necesita más que nunca.
No comprendí aquello último, pero al mirar a Serpiente, supe que ella ya le habría contado que es lo que ocurría en su vida privada.
No quise hacer preguntas, porque si alguien no me decía algo por ella misma, era mejor no meter las narices en donde no lo llamaban. Estaría ahí cuando ella lo necesitase.
—Ojalá pudiéramos ayudarte... —susurró Serpiente.
Y ahí fue cuando Afrodita sonrió y dijo;
—Ya lo hacéis estando a mi lado y soportando mis quejas. Para eso somos compañeros, ¿no?
Todos sonreímos por ello.
—Así que, Gato, trata de no ser un idiota con ella —dijo ella—. Está aquí porque lo necesita, como nosotros.
Asentí y luego seguí con mi entrenamiento mientras Serpiente observaba de reojo de vez en cuando a Afrodita.
***
Y hasta aquí el capítulo narrado por Gato.
¿Que les ha parecido?
¿Que piensan de Gato ahora que conocen un poco más de él?
¿Y de Serpiente y Afrodita?
El viernes que viene más y mejor ;)
Nos leemos.
Patri García
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