D O C E | C I C A T R I C E S
«Me estaba abriendo a ella y sabía que estaba mal, pero sentía que con ella podía confiar»
Gato.
Al día siguiente, conduje el coche de Gato en el barrio más conflictivo que había en todo Londres. Era por la tarde y mi luchador me había llamado para ir a un lugar. No estaba segura de que sitio era o cual era su intensión, pero solo deseaba que no fuera para presenciar lo de hacía unas semanas.
Aparqué frente al edificio de Gato y me bajé del coche, esperándolo después de ponerme un vestido cómodo y no ir demasiado maquillada como en las ocasiones anteriores.
Observé el lugar, en busca de algo que me llamara la atención, pero lo cierto es que nada de lo que había allí era necesario para el caso, exceptuando el piso de Gato. Ese era mi futuro objetivo, entrar ahí, ver que escondía, conocer su mundo... Pero para llegar a ese punto tenía que pasar muchos obstáculos y no iba a ser nada fácil.
Gato era un hombre mucho más cerrado de lo que pensaba.
La puerta del edificio se abrió y salió un hombre bien vestido, elegante, con una camisa negra remangada y con varios botones desabrochados, mirando lo bien que le quedaba esa ropa apretada y esos tatuajes cubiertos por todo su cuerpo. Cada collar, cada piercing y cada anillo que tenía era digno de ser admirado y me preguntaba si alguna de esas joyas tenía algún significado para él o solo era decoración.
Sonreí mientras me cruzaba de brazos y esperaba que él me dijera "buenas tardes", pero en vez de eso, dijo algo completamente diferente.
—Dame las llaves. —Estiró su mano, mostrando todos sus anillos y esperando a que le entregara su objeto más preciado, por lo que me demostraba.
Elevé la ceja y respondí;
—Buenas tardes, caballero.
Gato se paró frente a mí, mirándome de aquella manera tan seria y a quien cualquiera que no lo conociera podría darle miedo, pero que en esos momentos a mí me divertía.
—Felina... —advirtió con una voz grave.
—No estás en condiciones para conducir, Gatito —contesté.
Ladeé la cabeza, esperando alguna reacción de él y vaya si la obtuve.
—¿Gatito? Uff... No sabes donde te estás metiendo.
Seguí mirándolo desafiante y evité darle las llaves del coche tal y como se encontraba. Lejos de que estuviese hoy algo mejor tras verlo tan mal la noche anterior, seguía sin estar recuperado al cien por cien.
Gato se acercó a mí para quitarme las llaves, pero las escondí tras mi espalda y él miró al cielo, como si buscase algún tipo de ayuda.
—Vale, conduce tu —dijo, rindiéndose bastante rápido.
—Que rápido te has rendido.
Él abrió la puerta del copiloto y, sin mirarme, respondió;
—Tuve suficiente con nuestra discusión de anoche.
Negué con la cabeza, mirando hacia el cielo y luego dirigiéndome hacia la puerta del coche para conducirlo.
Al estar callados en el vehículo, lo miré, analizando cada herida visible de su rostro y, con suavidad, pregunté;
—¿Cómo estás?
Él se recostó en el respaldo del sillón del coche y me miró con la cabeza algo recostada. Ni siquiera se molestó en moverse para hacerlo.
—Listo para lo que quieras —contestó chulesco.
Arrugué la nariz y juré que ese gesto que acababa de hacer, le había gustado a Gato por la pequeña sonrisa que había puesto en su rostro.
—Lo digo en serio, Gato.
—Yo también. —Sonrió, mostrando sus perfectos dientes, pero al ver que no cambiaba mi mirada de enfado, su chulería bajó unos niveles—. Me duele bastante los golpes, pero algo mejor.
Asentí y luego de que él me diese la dirección hacia donde nos dirigíamos, no nos dijimos nada durante todo el viaje, pero aquel sitio tan estrecho no ayudaba en cuanto a la atracción que sentíamos el uno por el otro. Ni siquiera me ayudaba a concentrarme en mi labor mientras Gato me miraba de vez en cuando y a juzgar por lo que veía por el rabillo del ojo, sabía que no me miraba a los ojos.
Solo la música que Gato había puesto calmaba aquella tensión que teníamos.
🥊
Aparqué cerca de aquel restaurante y la sensación que me invadió de miedo por recordar lo que presencié la última vez con Gato, me dejó un mal sabor. Lejos de que a Gato lo obligaran, o que fuesen malas personas a las que Gato les hacía eso, yo era policía y debía proteger a las personas.
Cuantos más días pasaban, tan solo deseaba ser algo más que policía de infiltrado, dedicarme a algo con más peso en mi oficio. Pero estaba empezando y esto solo eran pequeñas ideas futuras que rondaban en mi cabeza de vez en cuando.
Una vez acabase esta operación, seguramente haría más trabajo de filtración hasta que consiguiese tener más peso en mi labor. Pero como decía, no debía pensar en el futuro y debía vivir en presente.
Tragué saliva costosamente mientras notaba la mirada de gato sobre mi rostro. Juraría que él podía leerme la mente, o quizás en ese momento y, a juzgar por el rostro que estaba poniendo estaba segura que sabía lo que estaba pensando.
—No voy a hacer nada malo, Felina. Vengo a visitar a unos amigos.
Junté mis cejas y asentí, pero no confiada del todo y vi como sonreía por ver mi rostro de desconcierto.
Gato salió rápidamente del coche, que vi como tambaleó y me enfadé por ello, y por el poco cuidado que él tenía consigo mismo después de que le diesen una paliza la noche anterior.
—Deberías tomártelo con más calma —dije bajándome del coche y yendo hacia donde él se encontraba.
—Si tengo que aguantar esto de mi ayudante, mejor hubiese decidido seguir solo —dijo en broma.
Y yo le seguí el juego.
—Aún estoy a tiempo de marcharme.
Sonreí, pero a mi luchador no le hizo tanta gracia.
Juntos, entramos al restaurante muy al estilo italiano y hasta con algún toque romántico en cada esquina del local. Elevé la ceja y miré a Gato, quien buscaba a alguien y paró frente a una mujer de unos 60 años quien iluminó su mirada al ver a mi luchador.
—Buon pomeriggio, familia —saludó Gato en italiano y yo elevé la ceja por el buen acento de él.
La mujer se acercó a Gato y, con una mirada llena de preocupación, quizás por ver la paliza que había recibido él la noche anterior, preguntó;
—Amore mio, ma cosa ti è successo?
—Non è qualcosa che non può essere risolto —respondió Gato hasta que me miró a mí y vio que no estaba entendiendo nada de la conversación que estaban teniendo entre ellos—. Quiero presentarte a mi ayudante; Felina.
La mujer se dirigió a mí y juré que su mirada se iluminó al verme.
—Oh, bienvenida querida. —Tomó mis manos y me saludó con mucho cariño. La mujer miró a Gato y susurró, como si la fuese a entender—. È molto carina.
Gato mostró sus dientes perfectos y asintió.
Sabía que estarían diciendo algo sobre mí, pero no sabía el qué.
—Lo so —respondió con una sonrisa y arrugué mi frente.
La mujer parecía ser muy amable y me atendió con mucho cariño.
—¿Alguien les ha molestado durante las últimas semanas? —cuestionó Gato, estaba vez en nuestro idioma y la mujer negó con la cabeza.
—Para nada, querido. Estaré inmensamente agradecida por tu ayuda con nosotros. Nunca me cansaré de decírtelo.
—Para lo que sea, Graziella.
La mujer parecía tenerle bastante cariño a Gato y todo lo que estaban viendo mis ojos me sorprendió gratamente. Por cada día que pasaba, más me sorprendía el hombre misterioso que no me contaba nada sobre su vida. Ni siquiera como se llamaba, pero que mostraba tener más corazón de lo que yo creía, lejos de que hubiese hecho muchas cosas malas.
—Por favor, siéntense por aquí. Les prepararé algo delicioso.
Nos señaló una mesa cerca de la ventana, en un sitio algo discreto y seguimos el sitio que ella nos había dicho. Una vez sentados, uno frente al otro, decidí lanzar mi ronda de preguntas a Gato, el cual ya se imaginaba que tendría alguna duda y estaba expectante por ello.
—¿Qué hacemos aquí exactamente?
Gato elevó su ceja y comenzó a jugar con uno de sus anillos que tenía en su dedo meñique. Observó aquel pequeño objeto plateado y que parecía ser mucho más fino que los otros anillos, diciendo incluso que podría ser algo afeminado, pero no estaba del todo segura y, sin mirarme, dijo;
—Todas las semanas visito a la familia Fiore y me aseguro que les vaya bien.
Arrugué mi frente hasta que mi luchador me miró y vio el rostro que tenía en el rostro.
—El marido de Graziella, Marco, se dedicaba a comprarle droga y a pedir ayuda a Poeta, sin que su familia lo supiera. Pero fue dejando una gran deuda.
Ante esa respuesta, comencé a preguntarme el motivo por el que Poeta dejaría algo como la droga sabiendo que no se lo pagarían.
—¿Por qué Poeta le vendería tanta provisión y le daría ayuda si luego no pagaba? —cuestioné.
—Créeme, Poeta le fascina hacer daño. Le sobra dinero, la protección que le da a algunas familias o a algunos cabrones de la ciudad, es solo para crear más caos y más miedo a la población —respondió.
Coloqué mis manos sobre la mesa, sobre aquel mantel a cuadros y miré desde la ventana el barrio en el que nos encontrábamos, algo alejados de Londres, pero no tanto como para llamar la atención al grupo de Magnus.
Londres era mi casa, un sitio donde me había criado casi toda mi vida, lejos de que no hubiese nacido aquí y que mis orígenes fuesen en España. Este lugar era mi hogar y pensar que pasaran todo este tipo de cosas en las sombras, me hacía pensar mucho sobre la realidad en la que vivíamos y en la que ocultábamos al mundo.
¿Acaso los medios se preocupaban por sacar todas estas cosas? ¿O preferían centrarse en otros problemas más "llamativos" para el mundo? Muchas veces pensaba que el periodismo no se preocupaba por las personas, sino por la información, la noticia. Y una vez se cansen de esa información y hubiese otra nueva, dejarían de lado a esas personas, se olvidarían de ellas como si nada hubiese ocurrido. Y sentado frente al televisor de nuestra casa podíamos "enredarnos" ante cualquier noticia que no nos afectase, pero la perspectiva sería diferente si esa noticia nos tocase de cerca. A algún familiar, a algún amigo, hasta a nosotros mismos.
El mundo cambiaba, pero las personas malas seguirían siendo las mismas. Y siempre era por lo mismo, por la política. Siempre pensaba que todo esto sería diferente, que el mundo sería un lugar más seguro si no hubiesen intereses de por medio. Pero el ser humano se empeñaba en extinguirse a sí mismo y ¿todo porqué? Por interés, por dinero, por el poder.
No podía dejar de pensar en la de personas que sufrían día a día, en cada rincón del mundo y sin que nosotros lo supiésemos jamás, sin poder hacer nada.
Y cuando miré a Gato, vi ese dolor.
—Todavía no me creo que esto suceda en Londres —susurré, refiriéndome también a otros lugares que creíamos seguros y seguramente así no sería.
—Hay cosas más turbias que suceden en muchos lugares del mundo y tu no lo sabes, ni lo sabrás nunca.
Tragué saliva tras replantearme muchas cosas y decidí preguntar;
—¿Qué pasó con Marco?
Gato tomó una de las copas que había sobre la mesa y comenzó a tocarlo, haciendo un suave sonido con la yema de sus dedos.
—Abandonó a su familia y quiso irse lejos para no pagar la deuda. —Miró el vaso, sin dejar de mover sus dedos y continuó. —El jefe me pidió que lo matase. Tenía 22 años y aunque no fuese la primera vez, odiaba tener que hacerlo. —Cambió su mirada para mirarme a mí y dijo. —Obviamente, me negué y a las pocas horas el jefe me llamó diciendo que ya había enviado a alguien para matarlo. Por lo que me perdonó la primera vez, y luego, lo que me pidió por segundo fue peor.
Lo escuché en silencio como se abría ante mí, pero la ira que sentía en mi interior aumentó hacia aquel hombre llamado Magnus y que tanta maldad había hecho a tantas personas.
—Dijo que matase a su familia. Por ahí no paso. Ya hago suficientes cosas malas como para también cargar con el peso de personas inocentes. Aquella noche vine aquí, con una pistola en mano y cuando vi a esa entrañable mujer con 3 hijos a su cargo, sola y con deudas hasta el cuello... —Negó con la cabeza y vi dolor en su mirada—. No pude. Soy un monstruo, pero hay cosas que jamás haré con personas inocentes de por medio. Aunque su marido fuese un cabrón con un pasado turbio, ellos no tenían la culpa. Les di dinero, para que pagasen una mínima parte de la deuda y me fui.
Sus ojos volvieron a mirarme y esperó a que yo hiciese algún gesto que aclarase que él era un monstruo, pero al ver que no lo hice, sus hombros se relajaron y miró nuevamente la copa.
—Recibí una llamada de Poeta. Tuvimos una gran discusión y le dije que ellos pagarían su deuda, que ya habían pagado una parte. Pero Poeta le daba igual. —Él miró a la mujer mayor que hablaba con unos clientes—. Y por ellos recibí una paliza en la espalda... Por ellos dejé que me marcasen la espalda.
Arrugué mi entrecejo al recordar las marcas de su espalda.
—Tus cicatrices...
Gato asintió.
—Si. Y no me arrepiento. —Carraspeó y luego se cruzó de brazos para analizarme—. El jefe se quedó impresionado por quedarme estático y aguantar el dolor. —Arrugó su frente, recordando todo aquello y tragué saliva mirándolo—. Me dijo que esa familia, en el caso que dejasen de pagar esa deuda, los mataría delante de mí.
Traté de no verme vulnerable frente a él, pero el escuchar todo aquello y ver como Gato sacaba su pasado a la luz, no podía hacer otra cosa y quise tomarle de la mano para que no se sintiese como lo estaba haciendo en ese momento.
Por eso agarré su mano y le acaricié su dorso con cariño, viendo como los ojos de Gato se dulcificaban muy disimuladamente, pero lo hizo, aunque en el fondo él no quería verse así frente a nadie y quería hacerse ver como el tipo duro que la gente conocía.
Conmigo ese tipo duro no funcionaba.
—¿Por qué no te mató Poeta? —cuestioné y él me escuchó—. Por lo que veo, si no haces lo que ellos dicen, él toma represalias.
—Hablamos de Poeta —contestó como si nada y no retiró su mano de la mía, como si le gustase que le acariciaran o como si nunca hubiese sabido lo que era esa sensación—. Le gusta hacer limpieza a veces, pero con luchadores que sabe que ganará siempre dinero, hará lo posible por amenazarlos para que sigan en activo. Y él sabe que gana mucho conmigo, jamás pierdo y la gente siempre apuesta por mí... Aunque anoche no demostré todos mis dotes.
—Por trampa... —respondí con enfado y a Gato pareció divertirle.
—Si y no quiero que vuelvas a hablar de ese tema, ni menos a hacer la misma estupidez de anoche.
Negué con la cabeza y retiré la mano, pero Gato no me dejó y ahora era él quien tocaba mi pequeña mano como si la estuviese analizando para tenerla grabada en su mente.
—Entonces, cada semana vienes a darles dinero —pregunté y él asintió—. ¿Les queda mucho por pagar?
—Era bastante dinero, ya va quedando menos, pero es como una hipoteca de alta la deuda.
Apreté la mandíbula y me pregunté cuantas familias como ellos habrían así, pagando deudas que no eran ni siquiera suyas por la mafia, el cual era una plaga.
Respiré profundamente mientras Gato seguía ensimismado en mirar mis pequeñas manos y observó alguna pequeña cicatriz que tenía y que en realidad me había hecho en clases de lucha.
—¿Eres italiano? —cuestioné antes de que él me hiciera preguntas incómodas, difíciles de responder.
Gato rio y negó con la cabeza, antes de tocar una pequeña cicatriz que tenía en mi dedo pulgar derecho.
—¿Por qué hable italiano crees que lo soy? —cuestionó.
—Me llamaste regina la otra vez. Si no me equivoco, significa reina en italiano. —Sin duda, no estaba demostrando mis dotes de policía, pero quería asegurarme de que me decía la verdad y de que me viese como una aliada.
—Me gusta el idioma, pero no, Felina. No soy italiano.
Asentí y luego retiré mi mano para que no siguiera analizándome más.
—Bueno, poco a poco te voy conociendo más.
La chulería de él volvió a su rostro y susurró;
—No te hagas ilusiones.
La mujer llegó hacia nosotros con los platos de comida y luego se dirigió a nosotros.
—Bueno, ¿desde cuando os conocéis?
—Un mes —contestemos al unísono Gato y yo.
Nos miramos mutuamente y noté la mirada de la mujer sonriendo por algo que se me escapaba.
La señora se marchó a atender a algunos clientes y Gato y yo nos quedemos solos nuevamente.
—Lisa, siento que tu escondes algo...
Noté como me quedaba con un rostro igual que la pared de mi piso y el corazón se me paró en cuanto Gato me dijo aquella frase.
Tragué saliva y pensé en cualquier cosa para evitar que se notara lo que escondía o que se me notase que le mentía. Dejé varios segundos antes de mirarlo a los ojos y responderle;
—¿Yo? —Reí con delicadeza y negué con la cabeza—. No sé esconder nada.
—No te creo... —contestó duramente y luego se acercó a mí para decirme. —Pero sea lo que sea, espero que sea por un buen motivo.
Él sonrió y luego volvió a su cena mientras a mí me dejó con un fuerte dolor de estómago por aquella frase y solo deseé que Gato creyese en otras cosas, que pensara que escondía otras cosas y no que descubriese que era policía y lo investigaba a él para encontrar motivos para detener a Magnus.
Me centré en mi plato, pero el estómago se me había cerrado y, cuando tomé el tenedor tras varios minutos callada y paralizada, Gato habló;
—Me dices que soy muy misterioso, pero yo no sé absolutamente nada de ti y lo único que me has contado es sobre tu madre y tampoco mucho.
Levanté mi mirada para verle y sonreí por ello.
Moví mis hombros y dije;
—Me gusta tener mi vida privada.
En cambio, esa respuesta no era la que Gato quería tener y se centró en mí.
—Pero alguien la conocerá, ¿no?
Me quedé callada por ello.
No quería hablar de mi vida, lejos de que estuviese mintiéndole a Gato, de que este era mi trabajo, aunque no fuese una infiltrada, tampoco iba a contarle nada sobre mi vida privada y el motivo del porqué era así de cerrada.
Cuando veía a Gato, sabía que era un hombre con muchos secretos, el cual no contaba con nadie, pero no creo que fuese tan cerrado como lo era yo. Por eso contesté la verdad, sin decirle cosas primordiales de mi vida.
—No tengo a nadie, Gato. En eso coincidimos.
Gato arrugó su frente y luego dejé de hablar para comenzar a comer, pero seguía notando la mirada de Gato sobre mi, deseando conocerme, deseando que me abriese emocionalmente. Pero eso iba a ser muy difícil por cosas que no le importarían a nadie. Ya no tenía a nadie con quien contar, solo a mí misma.
Y cuando mi luchador fue a decirme algo, el tono de mi móvil comenzó a sonar. Ni siquiera saqué el móvil de mi bolso para saber quien era. Estaba con Gato y estaba consiguiendo pequeños avances con él como para que alguien de la policía me molestase en ese instante.
Cuando terminó la llamada, a los pocos segundos, volvieron a llamarme y Gato sonrió.
—¿Por qué no lo coges?
—Porque estoy contigo y es de mala educación —respondí siendo sincera.
Pero lejos de que Gato agradeciera ese gesto, insistió.
—Puede ser importante.
Solté el tenedor y saqué el móvil de mi bolso, descubriendo el nombre de mi compañero en pantalla.
Apreté la mandíbula y contesté;
—¿Diga?
—Nos vemos en el puente de Vauxhall, dentro de una hora. No tardes ni un minuto —dijo brevemente Cronos.
Miré a Gato, el cual examinaba cada gesto que hacía y empecé a preocuparme porque él descubriese cosas.
—Ahora no puedo.
—Tenemos que hablar, Alisa. No faltes o iré a buscarte.
Apreté la mandíbula y colgué con enfado, guardando el móvil en mi bolso y miré a Gato, quien esperaba alguna respuesta mía.
Notaba su mirada diferente a otras ocasiones, menos dura y esperaba cualquier cosa que dijese. Me prestaba más atención y solo esperaba que no fuera porque sospechaba de mí. No entendía el motivo, pero trataría de descubrirlo pronto.
—¿Va todo bien? —cuestionó él con algo de preocupación en su voz.
—Tengo que irme. Me ha surgido algo con el dueño del edificio donde vivo. Algo sobre el contador de luz —mentí.
Soné tan natural que Gato bajó sus hombros como si estuviese aguantando la tensión en esa anatomía y arrugué mi frente extrañada por lo atento que estaba ese hombre conmigo aquella noche.
—Vale, llévate mi coche.
Soltó sus llaves sobre la mesa, acercándolas a mis manos, pero yo negué.
—No. Esta vez iré por mis propios medios. —No hice caso a sus órdenes y vi como se enfada por ello, pero él tendría que aguantarse si quería que siguiese siendo su ayudante porque esta era yo—. Gracias por la cena, Gato. —Le agradecí y él sonrió, sin insistir.
—Nada. ¿Nos vemos dentro de unos días?
Me levanté, tomando mi bolso y lo miré a los ojos. Asentí dulcemente y vi como se relajaba nuevamente tras esa pregunta que me había formulado.
—Cuenta con ello.
Vi como sus ojos, sin hacer ni un solo gesto, se iluminaban por ello y quiso sonreír, pero se aguantó las ganas y me despedí de él, saliendo del restaurante con naturalidad y juraría que seguía notando la mirad de Gato sobre mí. Aunque seguramente esta vez sus ojos estaban en cierta anatomía mía.
Una vez salí del local y me alejé lo suficiente a pie, sentí el peso de la mentira en mi pecho y me sentí mal por mentirle a él.
Tragué saliva, girándome esperando a que no lo encontrase detrás de mí, cuando vi a alguien en una furgoneta, mirándome de lejos y junté mis cejas por ello. No quise darle importancia a aquel hombre que estaba en el coche, por lo que me marché de allí para dirigirme al puente y, para asegurarme de que no me seguían, cambié de taxi varias veces antes de llegar al lugar de reunión con mi compañero de policía.
🥊
Me bajé en uno de los últimos taxis que había tomado y visualicé a Cronos bajo aquel puente, esperándome sentado en el banco que había frente a las vistas del río.
Me acerqué a él, sentándome en el otro extremo del banco y lo observé. Su nariz estaba tapada tras habérsela partido la otra noche y sus ojos estaban ojerosos después del golpe.
Él me miró, enfadado.
—Bonito look —susurré.
Él no contestó y siguió mirando hacia las vistas en aquella noche en la ciudad de Londres.
—¿Qué pasa? Si es por lo de ayer, te lo tenías más que merecido.
Carlo seguía sin mirarme, y me hizo recordar a aquellos niños que no querían hablar. Por lo que le di todo el tiempo posible para que me contestase y el silencio se apoderó de aquel lugar en el que habíamos quedado para reunirnos.
Y cuando creí que esa reunión se había convertido en quien callaba más, Carlo habló;
—Si, tienes razón... Hice mal en darle aquellas púas a mi luchador e hice mal en que le pegase tal paliza al tuyo, pero no tenía otra opción —susurró mirándome a los ojos.
No hice ningún gesto, pero aquella respuesta no era válida para mí.
—Claro que la había, Carlo.
—No... —Negó él—. No en el boxeo clandestino... ¿Sabes la regla? ¿La regla de los 5 combates consecutivos?
Extrañada, pregunté;
—¿Qué? ¿De que me hablas?
Cronos miró al cielo, negando con la cabeza antes de poder explicarme tranquilamente.
—Tu no lo sabes porque tienes al mejor luchador, pero Magno, mi luchador... —Se calló y sentí que algo me estaba escondiendo, y algo tenía que ver con su luchador—. Mira Felina, cuando un luchador pierde 5 combates consecutivos, el jefe tiene 2 opciones; o matarlo o hacerle esclavo sexual. No es rentable tenerlo como luchador. Y conociendo como es Magno y lo atractivo que puede llegar a ser para muchas personas, iba acabar siendo esclavo.
Me quedé callada por todo aquello que estaba descubriendo y más después de lo que me estaba diciendo sobre su luchador.
Ahora empezaba a entender más como funcionaba aquella mafia y porqué desaparecían tantos chicos jóvenes cada día. Aquello, descubrir todo eso, me hacía dar ganas de vomitar. Iba a ser mucho más difícil sacar a todas esas personas de ahí. Muy difícil.
—No estoy justificando lo que pasó. Pero Gato casi nunca pierde y ten por seguro que ganará los siguientes... —Notaba la voz de Cronos con algo de desespero, como si realmente se preocupase por su luchador y caí en la cuenta del motivo—. No podía permitir que a mi luchador le hicieran eso.
Sus ojos miraban sus manos y vi tristeza en ellos. No me observó en ningún momento, parecía darle vergüenza hacerlo.
—Carlo, ¿estás enamorado de Magno?
No me respondió y su silencio me hizo saber que si, de ahí a que me insistiera en no enamorarme de Gato cada vez que me veía.
—Por eso me dices que no me enamore de mi luchador y me provocas para pegarte. ¿Es así?
Los ojos marrones de Cronos me miraron y vi sinceridad en ellos.
—Trabajar de incógnito y encima sentir algo por quien investigas... Es lo peor que te puede pasar.
—¿El capitán sabe lo de las reglas?
Asintió.
—Si, pero no sabe que he hecho trampas.
Tragué saliva y no paré de pensar en como acabaríamos si nos descubriesen en ese sitio que éramos policías. Lo más probable es que acabásemos bajo tierra, y eso es en el mejor de los casos, porque en el peor podríamos acabar mucho peor. Me daban escalofríos nada más pensarlo.
—Lo que hiciste anoche era como verme a mí mismo reflejado en ti... Protegiendo a mi luchador y te advertí que no hicieras eso, Felina... Por tu bien.
—No estoy sintiendo nada por él.
—Ahora quizás no, pero defendiéndolo como lo hiciste anoche... —Se levantó del banco y caminó con las manos metidas en sus bolsillos—. Pegaste a tu propio compañero.
Me levanté para acercarme a él y decir;
—Te lo merecías y dejé una preciosa obra de arte en tu rostro.
Podía verle cansado y me sentí mal al instante por ello, por como le estaba respondiendo y como estaba comportándome con él. Se veía que sufría y ahora me encajaban muchas de las cosas que me decía, incluso el día que nos conocimos.
—No sabía lo de las reglas... —susurré diciéndole la verdad—. Perdóname por la paliza que te di, compañero. Pero te lo merecías.
—Siento haber hecho trampas. Espero que Gato se encuentre mejor.
Me quedé pensativa después de la conversación y observé el banco en el que nos habíamos quedado sentados hacía unos minutos. Cronos lo notó.
—¿Qué ocurre?
Muchas dudas empezaron a hostigar mi mente. Y necesitaba irme al piso a investigar más sobre todo esto, a tener las ideas más claras y, aunque hubiesen cosas que empezaban a encajar, habían otras que se revolvían mucho más.
—Hay cosas que no me cuadran en todo esto, no en lo de tu luchador, sino en otras cosas.
—Si... —Cronos asintió dándome la razón.
—¿Tienes alguna pista sobre...?
El freno de una furgoneta hizo que dejase de formular la pregunta a medio camino y el cuerpo de Cronos se puso frente a mí, poniéndose en alerta.
Ambos tratamos de prepararnos, pero al ver la furgoneta que era la misma que vi hacía mucho rato, me sentí una estúpida.
Varios hombres salieron de dentro del vehículo y entre Cronos y yo tratamos de luchar para que no nos secuestrasen, pero eran 6 entre 2 y, tras amarrarnos con bridas en las muñecas, nos metieron en la furgoneta, sin saber que harían con nosotros, ni a dónde iríamos.
***
Y hasta aquí el capítulo de hoy.
¿Qué les ha parecido la conversación entre Gato y Felina?
Poco a poco Gato va abriéndose emocionalmente con Alisa, pero ¿ella lo hará también?
¿Qué creen que pasará en el próximo capítulo tras el final de este?
¿Y que piensan de Cronos?
Bueno, hasta aquí el capítulo de hoy. Pero el próximo viernes más y mejor ;)
Espero que les haya gustado.
Nos leemos.
Patri García
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