D I E C I S I E T E | T R E S
«Me encantaba mirarla y ahora mucho más»
Gato.
Los días pasaron y sabía que Gato, tan suyo, no quería contestarme las llamadas que le hacía, por el motivo de no abrirme a él emocionalmente. Y era consciente después del otro día, cuando trataba de evitar decirle lo que ocurrió con Magnus.
Sabía que ante Gato no conseguía poder decirle ciertas cosas, y era importante crear esta confianza entre los 2, a pesar de las mentiras, para sacarle información. Pero quizás era eso lo que me reprimía para conseguir hablar sobre mí ante él. No quería seguir mintiéndole más, y estaba ahí para conocer que cosas escondía por trabajo. Y eso era lo que no quería.
Quería conocerlo de verdad, fuera del trabajo, siendo 2 personas normales... Conociendo a Gato diciendo su nombre real, conocer como era realmente y no esta faceta tan dura y chulesca de él que se había creado.
Y luego lo de Magnus me había dejado peor de lo que me esperaba. Ver que me quedé petrificada siendo un agente de policía, eso era lo que me hacía pensar si servía para esto... Si algún día lograría conseguir ser investigadora de homicidios. Por como reaccioné en aquel despacho con Poeta, significaba que no llegaría a nada en la vida siendo policía.
Estaba dirigiéndome hacia el piso de Cronos, ya que me había dicho que tenía algo importante que decirme. Pero tenía prisa porque quería ir a ver a Gato para ver porqué no quería hablar conmigo y que me dijera las cosas a la cara.
Cuando subí al piso de Carlo, este me abrió y me hizo pasar, sin decirme nada, ni un saludo, nada. Parecía serio, como si lo que hubiese encontrado fuese suficientemente grave o importante como para tratar de saludar como las personas normales.
Caminé por el piso de él, cerrando la puerta y entrando al salón, donde la pizarra donde tenía todas las cosas apuntadas estaba a la vista.
Me crucé de brazos e inicié la conversación.
—Espero que sea importante. Voy a ver a Gato ahora mismo.
Cronos parecía estar sin dormir desde hacía 2 días, quizás por el caso, ya que muchas veces trasnochábamos para descubrir nuevas pistas.
—Mis compañeros Santana y Brown han encontrado a un testigo que vio como Magnus asesinaba a una civil hace unos días —inició, dejándome asombrada por ello.
¿Qué hubiese un testigo? Eso era oro para el caso.
Aquí nadie quería ser testigo, y estaba segura que muchas personas habrían visto cosas sobre Magnus, pero él era tan poderoso que cualquier testigo habría sido asesinado en menos de 4 horas si se enteraba que testificaba a la policía. Por eso me hizo preguntarme si ese testigo sabía donde se estaba metiendo o quizás ni siquiera conocía a Poeta.
De igual manera, me dejó tan asombrada y, sobre todo, con muchas dudas, porque Poeta ya no mataba con sus manos directamente. Pagaba a sus escoltas para que lo hicieran por él o a sus mismos luchadores. Cuando asesinó a aquel luchador antes de que luchase con Gato, estaba segura de que no fue directamente él, pero igualmente, no habían pruebas para ello. Ni una grabación confesándolo, nada.
Solo esperaba que pronto ese señor pagase, y muy caro, todas las cosas que había hecho a todas esas víctimas.
—¿Qué? Magnus ya no mata a nadie, ahora tiene a sus luchadores y escoltas que trabajan para él para que así él no se manche las manos de sangre.
Cronos levantó la mano y señaló la pizarra.
—Pero, ¿y si esa mujer que asesinó era algo más? ¿Y si Magnus quería hacerlo él mismo por el motivo que fuera? Quizás quiere volver el antiguo Magnus, el que asesinaba. Felina, tenemos una prueba importante para incriminarlo, para poder sacar a todas estas personas —dijo con toda la razón del mundo.
Debíamos hacernos las preguntas perfectas y conseguir nosotros mismos las respuestas.
—¿Podemos hablar nosotros 2 con ese testigo? —cuestioné.
Cronos se rascó la pequeña barba de 4 días que apenas se había afeitado y continuó;
—Lo haremos, pero no ahora. Mis compañeros están en ello. Mientras, trata de seguir sacándole información a Gato.
Asentí, notando un fuerte pinchazo en el pecho al escuchar el nombre de Gato.
—Perfecto.
Él pareció notarlo y preguntó;
—¿Qué ocurre?
Carlo lo preguntaba, pero sabía que es lo que me ocurría, ya que él estaba pasando por lo mismo que yo con Magno, su luchador.
Me sinceré hacia mi compañero, porque era el único que me entendía, era el único que conocía quien era yo y estábamos en ellos los 2 juntos.
—Odio mentir.
Él pareció entenderlo muy bien. Asintió y miró hacia la pizarra, dirigiendo la mirada hacia su luchador.
—Yo también, pero es nuestro trabajo para poder protegerlos.
—El día que sepan que somos policías... —No acabé la frase.
Porque tarde o temprano debían saberlo, cuando este caso se cerrase o yo se lo confesara a Gato, o él lo descubriese solo. Habían muchas posibilidades de que él no me dirigiese la palabra en la vida.
—Quizás no se lo tomen como tu crees. No les gusta los policías, pero no todos somos iguales. Yo lucharé hasta conseguir sacar a todas esas personas de ese lugar y sé muy bien que tu también lo harás —contestó Carlo.
Asentí y, cuando miré la puerta de salida, él volvió a hablar;
—¿Qué te dijo el cabrón de Magnus?
Lo miré, asombrada por esa pregunta y me sentí igual que hacía varias noches, cuando Gato me acribilló a preguntas sobre lo que me había pasado con Poeta.
—Nada —mentí.
Pero con Cronos no debía tener secretos. Era mi compañero y estábamos los 2 juntos en esto, pero me avergonzaba decir que me había quedado petrificada.
—Ese nada en tu mirada significa todo.
Me abracé a mí misma y luego lo observé, humillada.
—Creí que iba a ir a mayores —inicié. —Me tocó, me amenazó y tuvo el descaro de reírse como el viejo podrido que es. Y lo peor es que me quedé tan paralizada que no pude arrancarme el maldito collar. —Y entonces, confesé lo que tenía guardado en el pecho desde aquella noche—. ¿Cómo cojones conseguiré defenderme si de ese hombre no lo conseguí?
Cronos calló, pero pareció no sorprenderse por lo que le acababa de decirle.
Caminó varios pasos hacia mí y luego frenó.
Esperaba que me echase alguna bronca o que llamase a nuestro capitán para decirle que no estaba cualificada para este caso. Seguramente iba a ser lo segundo, pero me sorprendió su respuesta;
—No eres la única que se ha paralizado en una misión.
Arrugué mi frente por su contestación y no contenta conmigo misma por ello, volví a hablar;
—Pero soy una policía, Carlo. ¿Qué dice eso de mí?
No tardó ni 2 segundos para responder a esa cuestión que tenía clavada en mi mente desde esa "charla" con Magnus.
—Que eres humana, no una máquina.
Con Cronos sentía algo desde hacía semanas y parecía que él me comprendía en todo. Parecíamos entendernos con una simple mirada, como la típica conexión que tenían los compañeros policías que solían verse en las series televisivas, pero con la diferencia de que esto no era una serie, sino la realidad. Y no me creía que esto podía pasar realmente.
Carlo trató de ver como me encontraba y sabía que iba a decir algo más para tranquilizarme, pero no sabía el qué exactamente.
—Mira, antes de meterme en esta misión, estuve en Estados Unidos infiltrado en una red de narcotráfico —confesó algo que parecía un secreto—. Hacía de escolta a uno de los familiares del que estábamos detrás. Un día, tuve que salir del coche para llevarle la compra a la mujer del hermano de ese hombre y me vi en una situación donde me encontré a aquel jefe de esos narcos apuntando a un chico, supuse que, de unos 20 años, y le pegó un tiro en la cabeza por no haber hecho bien el trabajo.
Callé ante lo que me estaba diciendo.
Traté de imaginarme la situación y fue bastante duro al hacerlo. No quería ni imaginarme como debió sentirse Cronos al ver aquello y me hizo recordar lo que había hecho Gato delante de mí con un cliente de Poeta.
—Me quedé paralizado cuando debí hacer algo más, pero no lo hice. Era novato y eso ya no me ocurre... Tu acabas de entrar aquí y ese capitán nuestro te metió en tu primera misión en la peor de todas... —declaró, ahora entendiendo su seriedad al conocernos en aquel despacho del capitán—. Por eso no estaba muy de acuerdo a que tu estuvieses aquí. Era peligroso y no tenías experiencia. Sé lo jodido que es de primera mano, pero veo que estás cualificada para este trabajo.
—Podía haber pasado algo más —susurré con ese miedo que me inundaba.
—Si, pero no pasó. No podemos vivir con ese miedo de "y si...". Eso fue una vez, la próxima créeme que te defenderás como te enseñaron. Porque ese hombre es así de cabrón, pero trata de no volver a verte con él a solas —dijo. —Si lo puedes evitar, hazlo y si vuelves a hablar a solas con él, mantente alerta. No es nada seguro y hace unos días lo viste.
Asentí.
Le agradecí todo lo que me estaba diciendo para que mis ánimos no decayeran y, cuando me fui a ir, él volvió a preguntarme algo más;
—Te has acostado con él, ¿verdad?
Sabía que se refería a Gato.
Me giré y volví a mentirle.
—No.
Carlo no era estúpido, estaba viviendo lo mismo que yo con su luchador, por lo que su mirada de cansado lo dijo absolutamente todo y respondió;
—Alisa, tu objetivo no es acostarte con Gato, sino sonsacarle información. Si vieses necesario llegar a ese extremo, es cosa tuya. Pero créeme que no merece la pena caer por un hombre que solo conoce el dolor —susurró viéndose realmente preocupado por mí.
Apreté la mandíbula y continué;
—No lo conocemos para decir eso.
Carlo asintió, pensando seguramente en su luchador.
—Y exactamente por eso te lo digo. Sé de primera mano lo que es enamorarte de alguien a quien investigas y todo son secretos y mentiras al principio y más cosas adelante. Pero verás en seguida que él conoce un mundo al que tú nunca pertenecerías y que serías incapaz de poder vivir. —Trató de decir. —Los finales felices no existen. En el libro ponen el punto y final en el mejor momento, no lo que ocurre después.
Apreté la mandíbula y quise irme, porque la verdad me estaba doliendo.
Era cierto lo que mi compañero me estaba diciendo. Por mucho que fuesen víctimas, eran personas que estaban acostumbradas a vivir en ese sitio, ha hacer todo lo que le habían enseñado. Por eso Gato siempre que me hacían algo, amenazaba con hacerles algo grave a cada uno de ellos.
Quise irme por lo que me estaba diciendo Cronos, pero él vio como me estaba enfadando y vi en su mirada dolor. Como a mí.
—¿Te crees que no quiero a mi luchador? —me preguntó viéndome abrir la puerta del piso—. Y no por ello me hago ilusiones... Ojalá, pero no es nada fácil.
—Pueden reinsertarse a la sociedad.
Normalmente esa palabra solía utilizarse a presos que iban a salir de la cárcel y querían reinsertarse a la sociedad. Pero en este caso, todos ellos ya estaban metidos en una cárcel y estaban acostumbrados a vivir un ambiente lleno de dolor y angustia. Les enseñaban a matar para sobrevivir, por eso mismo había dicho esa palabra, aunque sabía que no era la correcta.
Pero Cronos me comprendió.
—No es así de fácil. No es como un alcohólico que deja el alcohol o un delincuente que saldrá de la cárcel tras cumplir su condena. Esto es otro mundo.
Asentí, pero no le dije nada más.
Todo lo que me había dicho Carlo me había afectado a más no poder y no sabía si darle otro puñetazo o seguir con mi misión y aceptar que lo que me había dicho, era la realidad.
Pude ver desde lejos que Cronos me observaba, preocupado. Parecía que yo fuese su hermana pequeña, y quizás me protegía de esa manera, al igual que yo lo protegía a él. Pero en ese momento solo quería ver a Gato y dejar toda esta conversación en el olvido.
—En cuanto sepas algo más, avísame —dije, abriendo la puerta y viendo que él asentía.
Me marché sin decir ni una palabra más.
🥊
Tras buscar a Gato por su cuarto y por el bar, la única opción que tenía era su apartamento donde no dejaba entrar a nadie y el ring, donde seguramente no habría ninguna persona, ya que ese día no se celebraba ningún combate.
Bajé por el ascensor como siempre, dispuesta ha hablar con él y tratar de confiar un poco más, pero a la vez con cuidado de que no me descubriera quien era realmente.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, escuché como alguien exhalaba en voz alta haciendo eco por el lugar. Parecía bastante agotado, seguramente porque estaría entrenando en el ring. Pero no escuché a nadie más y, cuando entré al amplio lugar, me encontré a Gato, sobre el ring, de espaldas a mí y dando fuertes golpes al aire, mientras ensayaba sus pasos sobre la lona.
Tragué saliva mientras caminaba hacia él y esperé a que se diera la vuelta, pero por los largos minutos no lo hizo y me decanté por disfrutar de las vistas de los músculos de su espalda contrayéndose, al igual que el de sus musculosos brazos al moverlos.
Parecía mucho más fuerte cuando se subía a un ring y verlo así, en solitario y entrenando, hubo algo en mi interior que me hizo olvidar estos días y me puso más de lo habitual. Sobre todo, por esos pantalones caídos y que me dejaba ver un poco las increíbles vistas de su trasero.
Pero hubo algo que me llamó la atención mientras entrenaba, y es que parecía estar enfadado con el mundo, por los gemidos que hacía de enfado, lo fuerte que pegaba hacia nada y todo el sudor cayendo por su piel tatuada. Sabía que debía de ser una pequeña parte de ese cabreo por mí, pero esperaba que fuese otro motivo.
Supe que era hora de enfrentarme a aquel felino y subí al ring, quedándome en una esquina del mismo antes de llamarlo;
—Gatito, ¿por qué estás tan cabreado?
Él paró y rápidamente me buscó con la mirada. Al verme, su expresión cambió y no supe que es lo que significaba. Solo supe que no estaba muy contento de verme y no me gustó aquella sensación que me recorrió por el cuerpo.
Sí, seguía malhumorado por no confiar en él, cuando él ya confiaba en mí.
—Por nada —contestó.
Se dio la vuelta nuevamente y siguió dando golpes al aire, escuchando el sonido que hacían sus puños al romper con el aire y yo giré los ojos, dando algo de sarcasmo a la situación.
—Nada...
Él volvió a parar y se giró nuevamente para verme, con esos ojos claros, enfadados y llenos de ira.
—Si nada. —Fue lo que me contestó. —Ya que veo que no me cuentas nada de ti, tampoco debo porqué decirte como me encuentro en todo momento.
Apreté la mandíbula al escuchar el enfado en él, el tono por el que me contestó y apreté mis puños mientras me quedaba quieta en esa misma esquina, esperando ver como arreglaba todo esto.
Miré hacia el suelo, notando la mirada de Gato sobre mí y susurré;
—Tengo mis motivos para no decirte nada.
Una risa amarga salió del fondo de su garganta y me miró, desconfiando de mí.
Y me arrepentí al verlo así de no haberme abierto a él hacía varias noches, tras la charla con Magnus.
—Si, claro —ironizó.
De nuevo volvió a pegarle al aire, esta vez teniendo mejores vistas de su espectacular cuerpo atlético, con esos tatuajes relucientes por el sudor y esos abdominales marcándose más de lo normal por la fuerza que ejercía al practicar el boxeo.
Me mordí el labio inferior sin percatarme y apreté mis puños, tratando de disimular lo que me atraía ese hombre y más que no era un momento para ponerme de esa manera.
Necesitaba concentrarme en otra cosa, pensar en cualquier cosa que no fuera Gato, pero no funcionó.
Lo vi realmente enfadado y odié verlo así de agobiado por mí.
Di varios pasos más y lo agarré del hombro para que me mirase con aquellos ojos.
—Oye.
Gato volvió a parar y se volteó para mirarme, cabreado.
Apreté la mandíbula y un inmenso agujero comenzó a formarse en mi pecho. Nunca pensé que diría esto, pero quería volver a ver al gato con aquella mirada chulesca y esa manera tan vulgar de hablarme. Quería que fuese ese Gato del principio y no que estuviese enfadado de mí por no abrirme a él por mis problemas internos, no después de lo que viví en mi adolescencia.
Él tuvo mucha paciencia para esperar a que le hiciera cualquier respuesta o pregunta y, cuando la lancé, su rostro se dulcificó.
—¿Estás enfadado conmigo porque no he querido hablar contigo sobre lo que ocurrió con Magnus?
Sus cejas se relajaron y su mandíbula ya no estaba tan apretada como hacía unos segundos atrás. Sus puños se soltaron y vio la preocupación en mí. Dio varios pasos más, dejando escasos centímetros entre ambos.
—No. Estoy enfadado por lo que te ha hecho Magnus y ver que no quieres abrirte a mí, ni quieres confiar en mí...
No le quise decir nada sobre la nula confianza que tenía en la gente. Estaba sola en la vida, ni una sola amiga tenía y ningún familiar que se preocupada por mí.
Me quedé callada, mirando hacia el suelo de ver lo triste que era mi vida, sin saber lo que era salir un fin de semana con amigas, conocer gente de mi edad y saber que era que alguien fuese cariñoso contigo porque quería y no por interés. No lo sabía y dudaba que lo supiese algún día.
Entonces, vi como Gato se quitaba las protecciones de sus manos, tirándolas a la lona.
Sus grandes manos, algo callosas, se colocaron sobre mis mejillas con delicadeza y me obligó a mirarle a los ojos que tanto asustaban a la gente, pero que ya a mí no me asustaban ni un poco.
Vi comprensión en su mirada y noté lo delicado que estaba siendo en ese instante.
—¿Por qué? Somos un equipo —susurró realmente queriendo saber el motivo de mis secretos.
A parte de que era agente infiltrada, era por otro motivo más de mi pasado. Si le decía eso, sería dejar salir lo que escondía en mi pecho. Pero temía que pasaría si saliera, como me pondría y odiaba llorar delante de las personas. Y me negaba llorar delante de Gato, una persona que solo conocía sobrevivir en un mundo de mafias. No, me negaba abrirme delante de él por ese motivo y por muchos más.
Entonces, dejando de lado aquel motivo, volví con el tema de Magnus.
—Irías otra vez a por él.
—Iría a por él siempre que te hiciera algo. Y esta vez no lo dejaría con vida.
De nuevo, las palabras de Cronos volvieron a mi mente, como si fuese un martillo clavando un clavo. Me enfadé con mi compañero de trabajo al saber que él tenía razón y que Gato solo conocía el dolor, lo que era hacer daño a otras personas porque lo hicieron así, le habían obligado a hacer esas cosas y ahora seguramente no sabría como volver a reinsertarse en sociedad como una persona normal. Deseaba que lo fuese algún día, pero no sabía si viviría para verlo.
Me alejé de él, enfadada y contesté;
—Eso... Eso es lo que no quiero escuchar. Siempre dices eso mismo.
Gato apretó su mandíbula, viendo como su músculo se formaba y luego esperó unos segundos antes de responderme;
—Soy un asesino, Felina. Estoy es lo que soy. —Se señaló como un culpable, y me sentí mal por decirle aquello.
El primero que debía sentirse así era él y no estaba bien que lo juzgara de esa manera.
—No. Tu no eres así, te fabricaron así.
Él volvió a tener aquella mirada tan dura y, sin dejar de mirarme, me dijo;
—Si no te gusta ya sabes donde tienes la maldita puerta.
Se giró, dándome la espalda para tomar la toalla que tenía en el suelo y respiré hondo para serle completamente sincera.
—Tu no quieres que me marche.
Gato, en un punto lleno de ira, tiró la toalla con todas sus fuerzas hacia el suelo del ring y se giró para mirarme.
—No. No quiero. —Elevó la voz más de lo habitual, abriéndose por completo y continuó. —¡Joder! ¡Eres malditamente cabezota! Te he dicho muchas veces que debes irte de aquí antes de que sea tarde, y sigues aquí.
Me acerqué a él y Gato se quedó petrificado mientras me observaba cada movimiento que hacía, como un gato observando a su dueño.
—Y seguiré aquí —respondí.
Y aquello desencadenó algo mucho más de lo que teníamos, algo que evitábamos y que, a la vez, desconocíamos. Sentí algo completamente diferente a lo que sentía con mis antiguos novios y Gato... Pude ver que él estaba igual que yo.
Dio varios pasos largos y en menos de lo que pensaba, se pegó a mí, tomándome de la cintura con una mano y besándome apasionadamente en los labios.
Me pilló completamente por sorpresa, pero en seguida conseguí seguir su ritmo.
Su mano izquierda me sujetaba la cintura con fiereza, mientras que con su mano libre comenzaba a deslizarla por mi cuello, apretándome con delicadeza la garganta con sus pulgares. Y ese gesto me incendió por completo.
Sentí como sus labios hacían maravillas y su lengua comenzaba a entrar para buscar la mía, chocando nuestros dientes en ese momento. Los sentimientos que estaba notando en mi estómago de placer fue gracias a ese gesto que deseé con locura y que me fascinó en ese instante.
Gato comenzó a bajar hasta mi trasero, colocando sus cinco dedos con fuerza, clavándolos en sobre mi prenda y sintiéndolos en mi piel, obligándome a pegarme a su dura erección que hizo mojarme las bragas al instante.
Él pareció sonreír al meter su mano bajo mi falda y tocando mi intimidad, notando lo mojada que estaba para él. Y ahí estaba ese Gato chulesco que deseé tener hacía minutos atrás.
Se separó de mí unos segundos antes, para decirme;
—Eres testaruda, toca narices, pesada, la mujer más bella y valiente que he conocido en mi ruin vida. Y te follaría sin que hubiera un mañana.
Volvimos a pegar nuestros labios, peor no duremos ni 4 segundos antes de que terminásemos en el suelo, con Gato sobre mí, agarrando mi cuello para mantenerme inmóvil mientras su boca comenzaba a bajar, desde mi cuello hasta mi ombligo, recorriendo su traviesa lengua.
Yo deseé que me hiciera todo lo que él quería, en cualquier posición, de cualquier manera, todo. Y gemí en alto, notando su piel resbaladiza por su entrenamiento, pero parecía lleno de energía, con ganas de más, de hacerme sufrir como hacía varias semanas en su cuarto, sobre su camilla cuando me dejó a medias el muy cabrón.
Estiré mi cabeza, levantándome mientras sentía la lengua de Gato por todas partes de mi cuerpo.
Él me abrió las piernas, después de romper mis bragas y guardarlas como trofeo más adelante.
Me levantó la falda y volví a sentir su traviesa lengua en mi intimidad, haciéndome gemir su nombre en aquel sitio de combate, sobre el ring y sin que nadie nos viese.
Me estaba volviendo loca como sus manos hacían una tarea estupenda sobre mis pechos, jugueteando con ellos, mientras que su boca estaba llena de mí.
Gemí y gemí, abriendo los ojos por unos segundos y alguien que nos estaba vigilando de cerca me cortó completamente aquella llamarada que había creado Gato.
—¡Serpiente! —grité mientras Gato parecía no molestarle que nos estuviese vigilando.
Sentí vergüenza y a la vez una explosión de placer de descubrir que alguien nos estaba mirando en algo tan privado como el sexo. Y sonreí delicadamente, sin que Gato me viera.
Traté de taparme, pero Gato me besó en los labios antes de mirarme y preguntarme;
—¿Te gustaría probar la lengua de Serpiente? —susurró sin dejar de observar cada gesto que hacía—. Puedes hacerlo siempre y cuando yo mire.
Me mordí el labio mientras veía como aquel hombre rubio se acercaba a mí, con aquel tatuaje de serpiente en su brazo y sentí calor por todo mi cuerpo.
Sonreí con descaro y Serpiente se relamió los labios mientras Gato le dejaba sitio para estar sobre mí.
Serpiente se apoyó sobre sus brazos y bajó hasta llegar a mis labios, pero lo que creí que comenzaría como un beso, empezó notando como su lengua hacía una magia increíble en mi cuello, volviéndome completamente loca con esa simple muestra de lo que era capaz de hacerme.
El collar que siempre llevaba puesto Serpiente se notó completamente frío en mi pecho, a la vez que me hacía algunas cosquillas. Me estaba torturando como hacía Gato, con la diferencia de que las ganas de saber porque era tan famoso con su lengua hacía meya en mí.
Abrí los ojos unos segundos, viendo como Gato tenía un rostro lleno de placer de verme así, ante otro hombre y mordió su labio inferior. Y ahí fue cuando Serpiente me besó en los labios con una destreza y una facilidad inaudita.
—No sabes la de ganas que tenía de que otro hombre te diese placer, Felina —susurró Gato, antes de que Serpiente empezase a bajar, mirando a Gato y esperando que él asintiera.
Trague saliva, notando las manos de Gato sobre mi pecho y dejándome una buena marca de sus labios sobre mi cuello. Mientras que, por el otro lado, Serpiente me abrió de piernas y colocó su cabeza entre ellas.
Yo cerré los ojos, mientras Gato me tenía inmovilizada y el otro me daba placer ante la atenta mirada de Gato sobre cada gesto que hacía.
Un gemido suave salió de mi garganta al sentir los labios de Serpiente sobre mi muslo interior, pero en seguida ese simple gemido se convirtieron en más cuando su boca se colocó sobre mi intimidad y mordisqueó con suavidad para luego succionar tortuosamente, haciéndome temblar.
Sin lugar a dudas, comprendía porque las mujeres lo llamaban Serpiente en ese instante.
Antes de que él siguiera con esa tortura, Serpiente recorrió mi cuerpo con sus manos, seguido de su lengua lamiendo con gusto mi intimidad. Entonces, Serpiente presionó su lengua contra el centro expuesto que tenía para darle la bienvenida.
No me ayudaba cuando abría los ojos y veía como Gato también me besaba y me observaba de vez en cuando, viendo como gimoteaba por la lengua de Serpiente. Y vi un brillo en su mirada por verme sufrir y como otro hombre me daba placer.
Me encantó aquella sensación y Serpiente seguía haciendo maravillas con su lengua, relamiendo mi clítoris, metiendo un dedo en mi interior y disfrutando de ese momento como si nada.
—Vamos, nena... Grítalo —susurró Gato, deseoso de verme explotar—. Dámelo todo.
Traté de aguantar un poco más, pero sirvió de mucho cuando Serpiente hizo un movimiento circular con su lengua que me dejó sudando y exploté, completamente desnuda y expuesta ante aquellos 2 luchadores.
Abrí los ojos para ver a Gato, quien se colocaba de nuevo sobre mí y me sonrió con malicia, sabiendo que aquello todavía no había acabado y que eso era solo una pequeña muestra de lo que podría hacer con él y con Serpiente alguna vez.
Serpiente me observó, tan atractivo como siempre y con aquella costumbre de ir por ahí sin camiseta y se relamió los labios después de lo que me acababa de hacer.
Me quedé callada y sonreí, deseosa de más con aquellos 2 hombres.
🥊
Después de la sesión con Gato y Serpiente, me encontraba subiendo las escaleras de mi piso con las piernas completamente flácidas y costándome mantenerme en equilibrio.
Abrí costosamente la puerta de dicho piso y, al entrar, coloqué mi cabeza sobre la puerta, dejando salir un suspiro tras lo vivido en aquel ring.
Fue mi primera vez y, aunque no habíamos hecho tanto, sabía que esto era solo una muestra de lo que me esperaba con aquellos 2 hombres.
Suspiré, bajando un poco mi falda al notarme bastante fresca, ya que Gato había roto mis bragas y me acosté en mi cama, agotada y sudada después de aquello. Observé unos segundos el techo, antes de que mi tranquilidad se esfumase con el sonido del viejo móvil plegable.
Lo tomé, miré el número y al ver el nombre de Cronos, mi cabeza volvió a caer sobre las sábanas.
Contesté a los pocos tonos.
—Cronos, ¿alguna novedad?
Noté la voz de mi compañero completamente diferente, como si tuviese una noticia importante que darme, pero que no era nada agradable.
Y cuando habló, me sorprendió aquellas palabras
—Ha sido asesinado otro luchador.
***
Bueno, debí subir capítulo ayer viernes, pero quise tomármelo de descanso de redes sociales tanto el jueves como el viernes, así que por eso he subido hoy sábado.
De momento, tengo muchas, pero que muchas sorpresas que darles con esta novela. Solo tiene 17 capítulos y puedo decirles que queda mucho de lo que hablar.
¿Que piensan de lo que le dijo Cronos a Felina? ¿Creen que tiene razón?
¿Les gusta como Gato se comporta con Felina o no?
¿Les gustó lo que hicieron los 3 a la vez?
Sé que no es la mejor escena sex**l que he escrito, pero prometo reescribirla mejor en un futuro y hacer varias escenas muy, pero que muy intensas en esta novela. Así que atentos la semana que viene, que se viene ardiente ;)
¿Que les ha parecido?
Nos leemos el viernes :3
Patri García
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