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C A T O R C E | S O B R E L A M E S A

«Esa mujer conseguía ponerme duro con tan solo una mirada y ambos necesitábamos desahogarnos»

Gato.

Toqué varias veces la puerta de Cronos antes de que este me abriera.

El edificio donde mi compañero vivía durante esa misión no era tan lejos como estaba el mío. Así que me encontraba tras la puerta, esperándolo y conocer más aspectos del caso que desconocía o que, quizás, se me escapaban.

Mi compañero me abrió y su rostro magullado por las heridas de anoche, junto con la nariz que le había partido yo hacía 2 noches, le hacía ver como un luchador que acababa de tener un combate.

Cronos, con aquel rostro tan serio como el que lo conocí por primera vez, dijo;

—Llegas 10 minutos tarde.

Se dio media vuelta, sin darme ni siquiera los buenos días y me dejó la puerta abierta para que entrase.

Cronos daba la impresión de tipo duro y podría herirte los sentimientos si no lo conocías. Yo apenas conocía a ese hombre, pero era cierto que ya no me imponía tanto miedo como la primera vez que lo vi en el despacho de nuestro capitán.

Entré en su diminuto piso, parecido al mío y cuestioné, desinteresada;

—¿Me lo dices en serio? ¿Sabes la de vueltas que hay que dar hasta llegar a tu piso?

Cierto. Aunque no estuviese a la vuelta de la esquina y no estuviese tampoco tan lejos, no era un sitio fácil para llegar.

Al entrar, me percaté lo limpio que se encontraba aquel piso, incluso al adentrarme dentro, conseguí visualizar que se encontraba en mejores condiciones que mi piso y aquello me hizo desear quejarme con el capitán. Pero preferí callarme y no decir absolutamente nada. Dudaba que, siendo la novata, me ofrecieran mejores cosas y yo solo estaba de paso.

—Bueno, ¿por donde empezamos?

Cronos, sin decirme nada, se acercó a una pizarra que parecía que tenía bien escondida y lo puso frente al televisor que tenía en el salón. Ahí pude ver absolutamente todo lo que tenía apuntado sobre el caso, los sospechosos, las víctimas, los asesinatos. Todo estaba apuntado allí y me quedé asombrada por ver la información que me faltaba.

Comencé a fijarme en la lista de posibles sospechosos de las personas famosas y ricas que dejaban dinero a aquella lacra. Nada más ver los nombres y encontrarme con algunas personas que veíamos en la televisión casi diariamente, me dieron náuseas.

—Llevo mucho tiempo trabajando en todo esto. Pero parece que el caso se atasca y no consigo avanzar —dijo Cronos caminando a mi lado y dejándome una carpeta confidencial del caso—. Pero anoche... Que el jefe apareciera, aunque no fuese públicamente, pero si su voz, eso significa que se está sintiendo amenazado por la policía.

Observé la imagen de la silueta sobre aquel hombre y de la poca información fugaz que tenía Cronos apuntado debajo de aquella imagen.

—A no ser que haya aprendido la lección y empiece a torturar a todos los policías que encuentre en el camino —contesté.

—Si, pero si lo hace es porque sabe que está entre la espada y la pared —continuó Cronos. Sacó de una de las carpetas una lista llena de nombres y me la entregó—. Aquí tienes una lista completa de todas las víctimas. En la pizarra solo están los que más años llevan.

—Espera... —Dejé la lista de víctimas y me acerqué a la de sospechosos escrita en la pizarra—. ¿Esa lista es real?

—Son sospechosos.

—Con tan solo sospechar de ellos ya es más que suficiente —contesté. —El director de hotel del otro día... No es sospechoso, está metido en todo eso. Thomas Brown.

—Si... Pero no podemos detenerlo todavía —anunció Cronos mientras se acercaba a la pizarra—. Si lo hiciéramos ya, entonces sería el final del caso. Hay que encontrar al jefe supremo, detenerlo junto con Magnus y luego ir deteniendo a los demás. Si empiezas desde el peón, de nada te sirve, porque el rey puede huir o cambiar de modus operandi. Pero si detienes al jefe, todas las demás piezas empiezan a caer.

Vi el inicio de la trama, viendo el nombre que había visto en otros informes que había leído e investigado y descubrir que, por un hombre como esos, esa mafia siguiera en activo a día de hoy, me daban arcadas.

—Espera... ¿Fuentes? ¿Ese es el culpable de que todo esto exista?

Carlo asintió, mirándome directamente a los ojos para luego decirme;

—El culpable de crearlo, los demás son culpables de seguir con su cometido.

Miré el informe, pero no era nuevo para mí ya que lo había leído anteriormente, pero seguía sorprendiéndome y necesitaba resolver algunas dudas con alguien que ya llevaba metido en esto años.

—Antes captaban a mujeres... —susurré y él asintió.

—Si. Las hacían luchadoras y prostitutas. Algunas de ellas nos han ayudado mucho a llevar el caso y a ver como era esta mafia antes de que cambiasen la forma de llevarlo.

—¿Por qué ese cambio? —cuestioné. —¿Por qué dejaron de captar a mujeres?

—Dinero —respondió tajantemente mientras volvía a darme la espalda para escribir alguna cosa nueva sobre la pizarra—. Vieron que quizás conseguían más con hombres y utilizaban a las mujeres como meros objetos sexuales.

No pude dejar de pensar en ella.

—Como Afrodita —contesté.

Pero la negación de Carlo me sorprendió bastante.

—No. Afrodita es distinto. —Me miró mientras señalaba la foto de Afrodita—. Ella siempre ha sido prostituta por cuenta propia, pero un día Magnus le ofreció tal cantidad de dinero para una noche y a partir de ahí ya no puede salir. Las otras mujeres las secuestraban cuando iban a comprar el pan, a trabajar... O simplemente paseando solas por la calle. —Cronos miró la foto de aquella mujer y luego siguió. —Es feo decirlo, pero Afrodita es de su propiedad ahora. Tratamos de buscar solución a todo esto y que Afrodita, como todas las mujeres y hombres, puedan salir y vivir su vida como personas normales.

Yo comencé a pensar sobre toda aquella información y me senté en el sofá verde de Cronos.

—¿Qué piensas? —me preguntó él.

Si Afrodita no era como las otras mujeres y le ofrecieron un trabajo de por medio, lejos de que supieras que no podrías salir... ¿Cómo de necesitada debías estar para llegar a eso? Afrodita escondía muchas cosas y empezaba a sospechar que hacía eso por alguien de su vida... Quizás alguien que dependía de ella. De prostituta no se gana tanto, pero si eras la prostituta de Magnus, si ganabas lo suficiente para ayudar a esa persona y Magnus debía de saberlo. Ese cabrón debía saber todas las debilidades de cada persona que trabajaba para él en contra de su voluntad... Y Afrodita aceptó ese trabajo a cambio de su libertad y Afrodita ya no era libre. Ella había ayudado a alguien, ahora nos tocaba a nosotros ayudarla a ella.

—¿Cómo de necesitado debes estar para trabajar de eso? —cuestioné, captando la atención de mi compañero.

—No lo sabemos. Tengo a Santana investigándola, pero parece que alguien borró su pasado y parece que no tiene familia, aunque creo que algunos policías corruptos lo borraron a petición de Magnus. —Arrugué la frente mientras Cronos se acercaba a mí—. Cuanto menos sepa la policía de sus trabajadores, más fácil es huir.

—¿Cuántos luchadores crees que hay en la mafia de Londres?

Observé aquella lista que me dio antes llena de nombres de víctimas de aquella lacra y lo que me dijo a continuación mi compañero, me dejó con mal cuerpo.

—Se cree que hay más de 600.

Lo miré, dejando la lista de lado, llena de nombres, nombres falsos sobre sus motes.

—¿Qué?

Cronos suspiró y se sentó a mi lado en el sofá.

—Al día matan a varios y cada semana salen en las noticias que ha desaparecido algún joven. Es así... Esta es la mafia, Alisa.

Volví a mirar la pizarra, aquella foto de una silueta con una interrogación sobre ese jefe supremo y cuestioné;

—¿No sospechas nada de ese jefe desconocido?

Negó rápidamente, recostándose en el sofá, cansado de eso.

—Pienso que es un político. Las pistas nos llevan a eso, pero no estoy nada seguro de ello. Puede ser cualquiera. Pero un día, tarde o temprano, cometerá un fallo y saldrá a la luz quien será —aseguró. —Y ese día estaremos nosotros tras él.

Mi móvil sonó y al ver el nombre de Gato en la pantalla, el pánico me entró. Aquello lo notó Cronos y me preguntó;

—¿No contestas?

Negué mientras guardaba el móvil en mi bolsillo.

—No quiero hablar con él.

—Me pasa igual con mi luchador... —Ambos nos quedamos recostados en el viejo sofá verde de aquel piso, hablando sobre nuestros luchadores—. Pero ellos no tienen la culpa de lo que nos pasó anoche. Son solo trabajadores obligados a ejercer un servicio —aclaró Cronos, mirándome.

Asentí y no pude dejar de pensar en lo preocupado que se había visto Gato en ocasiones anteriores cuando he estado en peligro o me he metido en algún lío. Sabía que él no tenía ninguna culpa de lo de anoche, pero no podía evitar sentirme mal.

—Lo sé... Pero sé que tengo que hablar con él. Verá mis heridas y ahora mismo no puedo mirarle.

—¿Has conseguido saber algo de él? ¿Su nombre? —inició Cronos y negué.

—No y dudo que lo haga.

Cronos tardó unos segundos en contestar.

—Yo creo que sí. Pero hay que darle tiempo.

Lo miré unos segundos para preguntarle;

—¿Y el tuyo? ¿Sabes su nombre?

Cronos no me contestó, pero su silencio me lo corroboró. Su luchador ya le había dicho su. Nombre verdadero, pero no estaba apuntado en la pizarra y eso me hizo ver que Cronos estaba en un peor lío de lo que yo misma pensaba.

—Sabes su nombre. ¿Por que no lo has escrito en la pizarra? —Él apretó la mandíbula, callado y seguí. —¿Lo sabe el capitán?

Negó con la cabeza.

—Le prometí que no se lo diría a nadie y no pienso hacerlo. Eso no es relevante para la operación y sería ponerle una diana en la espalda —respondió, levantándose del sofá.

Tomó unos archivos y me los entregó, colocándolos sobre la mesa que tenía frente al televisor. Significaba que no seguiría hablando de aquel tema y yo le di ese espacio.

—Revisa esos archivos. Estaremos mucho rato aquí investigando esto.

🥊

Tras haberme pasado horas y horas en casa de Cronos, a la última hora de la tarde me encontraba en mi piso, con mi diminuto pijama puesto y mirándome en el espejo, para ver mi herida de la frente.

El móvil no paraba de sonarme y sabía que era Gato, pero no era capaz de mediar palabra, no podía ni mirarlo y mentirle para decirle que no me había pasado nada. Tendría que inventarme alguna escusa para lo que me había pasado en la frente y que no supiera nada sobre el ahogo simulado, aquella supuesta segunda prueba que "pasamos" Cronos y yo.

Me quedé quieta, mirándome como una estúpida en el espejo y preguntándome si de verdad llegaría algún día a ser algo más en la policía. A ser una buena agente que ayudase a las personas y encarcelase a las personas que no cumplían la ley y llevarlas ante la justicia.

Fue ahí cuando escuché el timbre de mi piso y al acercarme para verlo desde la mirilla, me eché atrás al ver de quien se trataba.

Me negaba a abrirle la puerta, hasta que él habló;

—Felina, sé que estás ahí, al igual que habrás visto todas mis llamadas. —Tragué saliva mientras lo escuchaba—. Ábreme la puerta... Por favor.

Le costó bastante decir aquellas últimas palabras y era consciente de lo difícil que era para él pedir "por favor".

Apreté la mandíbula y, con todas mis fuerzas, me acerqué a la puerta para abrirle.

No supe por cuanto tiempo estuve a punto de negarme a hacerlo, pero al final lo hice y al ver a Gato frente a mí, vi su preocupación en su rostro y, al verme la herida de la frente, su mandíbula se apretó, junto con sus puños.

—Te secuestraron anoche... Te hicieron todo esto... —Analizó mi mirada ante mi expresión de sorpresa porque supiera todo esto y luego cuestionó. —¿Qué más te hicieron?

—¿Cómo sabes todo eso?

Él tragó saliva y siguió;

—Hablé con un boxeador anoche al ver que no cogías el teléfono y me habló de esa mierda de segunda prueba que sufrió su ayudante. ¿Qué más te hicieron, Felina? —insistió y se le veía desesperado, con ganas de partirle la mandíbula a alguien, quizás hacerle algo más a esas personas que me hicieron esto y eso, en el fondo, era lo que me temía.

—Me hicieron ahogo simulado —contesté minutos más tarde.

Comenzó a alterarse, con las manos apretadas y los nudillos blancos de tanto apretarlos.

Me acerqué a él, tomándolo de una de sus manos y acariciándolo.

—Será mejor que te tranquilices, fiera.

—No hasta que encuentre a cada uno de esos malnacidos —respondió.

Lo vi tan cabreado que temía que perdiera el control y se marchase a buscarlos para cargárselos. Lo tomé de la mano y lo metí dentro de mi piso, cerrando la puerta para tranquilizarlo.

Pero entonces la pregunta que me hizo Cronos, me la hizo a mí ese hombre tatuado.

—¿Por qué no me respondías el móvil?

—No sabía como mirarte.

—¿Me echas la culpa? —cuestionó y luego bajó la mirada—. Es entendible...

Negué con la cabeza mientras me insultaba en voz baja por como le estaba haciendo sentir.

—No te he hecho la culpa. Pero me avergonzaba lo que pasó anoche y quería recuperarme antes.

Sus ojos claros se veían tan serios, que tragué saliva sin saber que es que lo estaba pensando. Y sabía que se veía enfadado conmigo por no contar con él.

—Somos compañeros. No solo me curas las heridas, Lisa. Estoy para ayudarte también, para curarte si lo necesitas —contestó y luego continuó. —Voy a buscar a esos hijos de puta y cargármelos.

Al ver que iba a marcharse y se buscaría muchos más problemas de los que tenía, lo tomé rápidamente de la mano. Él me observó desde su posición y yo lo jalé hacia mí para estampar mis labios sobre los suyos, gruesos y deseosos.

Agarré su cabello siendo muy poco delicada y metí mi lengua en su boca, mientras él me respondía rápidamente ante mi contestación.

Su mano bajó hacia mi trasero, colocando todos sus dedos estirados y notando como su mano encajaba muy bien en esa anatomía mía y lo estrujaba como más deseaba. Yo no me quedé atrás, colocando mi mano libre en su redondo trasero y comencé a sentir su polla erecta en la parte baja de mi estómago.

El beso era salvaje, ardiente y con ganas de más, mientras que la tensión que había en mi piso aumentaba por cada gesto que hacíamos.

De esta no nos salvaríamos y nadie nos iba a interrumpir como la última vez. Y me iba a dejar hacer cualquier cosa por este hombre.

Nuestros dientes chocaban y Gato comenzó a dar largos pasos, haciéndome retroceder hasta llegar a la mesa del comedor y mis muslos sintieron la dura madera sobre mi piel.

Me separé de él unos segundos, queriendo ver su mirada y sin duda trasmitía la misma que la mía; hambre.

—Si crees que vas a pararme con ese beso, estás en lo correcto.

No me dejó contestar, tomándome de las piernas y colocándome sobre la mesa de madera. Me acostó con rapidez sobre la madera y me retiró en tiempo récord los pantalones cortos de pijama que llevaba, sin saber donde había desaparecido.

Gato me abrió completamente de piernas para colocar su polla dura sobre mi intimidad, cubierta por una fina tela de bragas. La dureza de sus pantalones restregándose sobre mi desnudez me excitaba aún más. Y quería mucho, mucho más de ese hombre y deseaba que me follara en cualquier posición que se le ocurriera.

Lo atraje de nuevo a mis labios y su movimiento tan ágil con las caderas, haciéndome una pequeña demostración de lo bueno que era me hizo volverme completamente loca.

—No me hagas esperar, Gato.

Él me miró a los ojos, mientras seguía provocándome y mirando cada gesto que hacía y sonrió chulesco.

—No sería divertido si no te viese sufrir... Y quiero que me supliques.

Agarró mis bragas con sus manos y las rompió de cuajo. Sin dejar de mirarme, con aquellos ojos claros y lujuriosos, se metió en la boca 2 de sus dedos, jurando que lo estaba haciendo a cámara lenta y se los fue sacando poco a poco, para luego colocar la palma de su mano sobre mi desnudez, restregándome y mojándome más de lo que ya estaba y metió 2 de sus dedos dentro de mí, haciéndome gemir en alto y dejándole unas buenas vistas a ese sinvergüenza que me calentaba a mil.

Comenzó a entrar y salir de mí, mientras su boca chupaba mi cuello de una manera que me hacía retorcerme. Maldije en alto hasta que lo tomé del cabello y le hice mirarme.

—No seas cabrón y hazlo ya.

Él negó con la cabeza, aún entrando y saliendo sus largos dedos de mi interior y sonrió.

—Quiero que me supliques, Felina.

Apreté la mandíbula, hasta que sacó sus dedos de mi interior y me quitó ágilmente la camiseta que llevaba encima y estar totalmente expuesta ante él, llevando él su mirada a mis pechos y, en menos de 2 segundos, su boca ya estaba sobre uno de mis pezones, jugueteando con él como le apetecía.

De nuevo, sus caderas empezaron a restregar su polla sobre mi desnudez, notando la dureza de sus pantalones y no aguanté más. Retirándolo de mí, agarré los pantalones de Gato, ante su atenta mirada lujuriosa y se los bajé como podía desde mi posición, relamiéndome los labios al ver su tamaño y listo para mí. Recordando aquella vez que lo vi completamente desnudo y quise llevármelo a la boca mientras él me suplicaba a mí.

Él pareció leerme la mente, pero no se movió, deseando que la tocara a mi gusto y pasé mi mano sobre su polla, restregándola lentamente, jugando con su punta con mi dedo pulgar y él hizo unos ruidos con su boca, gruñendo y deseando que entrara por completo de una maldita vez.

Liberé mis manos para poder centrarme en quitarle su camiseta, pero solo conseguí abrírsela, ni siquiera se la quitó, dejándome a mí la única que estuviese completamente desnuda y eso a él le gustó bastante, como a mí me ponía que me lo hiciera de esa manera.

Se acercó a mí, notando como estaba igual de afectado que yo y susurró;

—Dime que tomas esas pastillas, porque no he traído ni un puto condón y necesito follarte de una puta vez.

Asentí ante su atenta mirada electrizante.

—Las tomo.

—No seré nada suave —advirtió, haciendo tiempo y colocando la punta de su miembro sobre mi desnudez, sin entrar y dejándome peor de lo que ya estaba.

Y vaya si quería que fuese duro, muy duro.

—No quiero que lo seas. Quiero que seas salvaje. —Ante mi respuesta, Gato sonrió de esa manera tan chulesca que tenía y decidí suplicar de una vez—. Fóllame de una jodida vez, Gato.

Y sin pedírselo ni una sola vez más, entró salvajemente en mí, llenándome por completo de él y estirando la cabeza, cerrando los ojos, para luego notar como él comenzaba a moverse salvajemente, moviendo la mesa de madera.

La mano de Gato se colocó sobre mi cuello, dejándome inmovilizada y fascinándome aquella manera de él, calentándome mucho más.

Entro en mí una y otra vez con tanta rapidez que me movía y él me tenía que agarrar de una de mis piernas, clavando sus dedos en mi piel.

Gemí por cada embestida, por cada sacudida que él me daba. Sabía que no dejaba de mirarme, porque le ponía ver los gestos que hacía y cuando fui a colocar mis piernas sobre sus caderas, él las tomó con ambas manos para separarlas de él y abrirme más, sintiéndolo más duro todavía.

Su polla se frotaba salvajemente en mi interior y el sonido de sus testículos chocando contra mi trasero era lo que me incendiaba más todavía y, cuando abrí los ojos, vi a ese hombre mirándome hambriento, como el sudor de él resbalaba por su rostro y empezaba a caer sobre los tatuajes que tenía en el pecho.

Comenzó a ir mucho más rápido, mientras su mano se colocaba sobre mi clítoris y empezaba a dar pequeños círculos, provocándome más y estar a punto de estallar para él.

—Vamos, nena... Dámelo todo.

Sabía que estaba a punto de llegar al final como este hombre me siguiera provocando de esta manera y cuando creí que ya estaba a punto, el muy cabrón paró, sonriendo.

—Pero, ¿qué coño haces?

Sonrió, mostrando todos sus dientes blancos y dijo;

—Quiero verte mejor en otra posición.

Me tomó de las caderas, dejando que mis pies desnudos tocasen el suelo, me dio la vuelta y me agachó, dejándole muy buenas vistas de mi culo para él solo. Frente a mí había un maldito espejo que sabía que él disfrutaría a la perfección y yo podía verle muy bien. Acarició mi trasero con una de sus manos y la otra agarró su polla para metérmela nuevamente en mi interior. Colocó cada uno de sus pies en el interior de los míos y me separó las piernas rápidamente, para luego volver a sentirlo en mi interior, colocando sus manos sobre mis caderas y viendo el rostro que ponía por cada embestida que me ponía mucho más.

Agarró mi cabello para mirar el espejo y podía ver lo bueno que era, las ganas que tenía en su mirada de follarme y ahí sentí caer, cuando el placer cubrió todo mi interior y me corrí mirando al espejo que tenía a 2 metros de mí y Gato me siguió, corriéndose en mi interior.

Paramos, sin poder moverme yo, cuando la mano larga de Gato me dio una nalgada, dejándome una pequeña marca de su mano sobre mi trasero.

Salió de mí y yo me levanté, notando el pecho duro de Gato en mi espalda.

—Joder... —susurró Gato, pegando su rostro sobre mi cuello, mientras me agarraba para no caerme por como mis piernas temblaban tras su actuación.

—Si... Joder...

Desde el espejo vi como él se mordía el labio interior con los ojos cerrados y quería mucho más de mí.

—Pensé que me saciaría, pero necesito más de ti... Quiero comerte entera y que tu hagas lo mismo conmigo.

Volvió a mirar el espejo con esos ojos salvajes y yo me relamí los labios mientras nos mirábamos tras el espejo, para provocarlo.

—Joder, nena. —Tomó mi labio interior con su dedo pulgar, acariciándolo. —Esa boca me tiene sin dormir —susurró.

No supe por cuanto tiempo estuvimos así los 2, yo desnuda, y él semidesnudo, abrazándome por detrás mientras su boca besaba con poca sutileza mi cuello.

Cuando creí que volveríamos a seguir, el móvil de él sonó y maldijo en alto, antes de tomar el su viejo móvil desechable y ver el nombre que ponía en la pantalla. Desde el espejo vi su expresión y a juzgar por la cara que había puesto, debía ser alguien como Magnus.

No contestó, pero yo le dije;

—Vete. —Le di permiso y él se notaba que no quería alejarse de mí, que quería seguir con lo que habíamos comenzado, pero sabía que, si no contestaba, sería peor.

Cabreado, se marchó, no sin antes darme otra nalgada para dejarme otra marca de su mano sobre mi piel enrojecida y susurró;

—Si te crees que te has librado de mí... Estás muy equivocada, nena.

Dio media vuelta y se marchó tras colocarse la ropa.

Mientras, yo me quedé sobre aquella mesa, anonadada y agotada por el sexo que acababa de tener con Gato y que podría jurar que fue uno de los mejores de mi vida. Ni siquiera nuestros cuerpos se conocían, pero ya parecían que sabían donde darnos placer para disfrutar de estos juegos.

Me miré, todavía desnuda en el espejo y susurré;

—Joder...

Pero aquella impresión y aquella tranquilidad después de lo que hicimos Gato y yo, el miedo comenzó a surcar mi cuerpo, pensando que ahora si estaba en verdaderos problemas después de iniciar esto con Gato.

Y la mentira tenía las patas muy cortas.


***

Esas manos ✋🏼

Hasta aquí el capítulo de hoy.

¿Que les ha parecido?

La semana que viene se vienen cositas muy buenas ;)

Nos leemos el viernes :3

Patri García

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