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☆ 04

En opinión de Jisung, la camisa de Minho era muy bonita, hermosa, diría él. Si no estuviera en sus cinco sentidos diría que era un hallazgo estético y que debería encontrarse en las más grandes pasarelas del mundo entero. Era realmente su estilo, ya saben: blanca, simple y holgada.

Daba la impresión de no haberse planchado en su vida y estaba un poco descosida de los bordes pero claramente a Minho no podría quedarle mejor.

Pensando en todas las cosas buenas que tenía aquella camisa, ¿por qué era necesario que Minho se la quitara? ¿Por qué delante suyo, más específicamente?

Porque realmente aquella camisa era un pedazo de mierda blanco y le daba completamente igual. Lo que no le daba completamente igual eran sus mejillas ardiendo y su estómago cosquilleando molesta y repentinamente, a la par que sus ojos no podían apartarse del torso desnudo de su hermanastro.

Lo primero que había hecho Lee enseguida entraron en la habitación había sido despojarse de la parte superior de sus ropas, por encontrarse estas totalmente empapadas. En ese momento Jisung no pudo más que maldecir a ese condenado borracho.

Minho tenía un cuerpo inesperadamente trabajado, pero en lo último que pensó Jisung, como quizá fuera a esperarse de un muchacho, era en cuál sería su rutina de ejercicios.

Los músculos se delineaban tan perfectamente en su torso delgado y sus brazos lucían fuertes sin ser excesivamente gruesos. Los márgenes delineados en su torso producían atractivas sombras bordeadas de un ligero color bronce.

Sus brazos también eran gruesos y lucían fuertes, y la manera en la que se veía tan distraído dejándose caer en su cama de esa manera lo hizo tragar saliva, encogiéndose a su puesto como alguien que no sabe si correr o permanecer tan quieto hasta que pensaran que quizás estaba muerto.

Así que rápidamente tomó una pijama para cambiarse y decidió escapar al baño. Enseguida cruzó la puerta, cerrándola detrás de sí, apoyó su espalda contra la madera, suspirando dificultosamente.

Inevitablemente se preguntó por unos breves instantes como se sentiría pasar sus dedos por el torso de su hermanastro, y en cuanto lo pensó negó con la cabeza, restándole importancia.

Hormonas, hormonas... nunca pierden la energía. A Jisung le gustaba el arroz blanco y desearía tener el abdomen de Minho, pero como eso no era posible se iba a cambiar la ropa por una más cómoda. No tenía nada mucho que ver pero esos pensamientos sirvieron para que la temperatura del rostro de Jisung lentamente bajara.

Así fue como terminó vestido con un gran suéter color negro y shorts cortos blancos. Cuando salió del cuarto, Lee aún tenía el torso desnudo y Jisung creyó no haber visto nada tan bonito como la pared en aquel momento. Se acostó en su cama, dándole la espalda a Minho.

—Hyung.

—Mhn.

—Dahyun me contó que al final si tuvieron sexo.

—No te dijo mentiras.

Jisung ya se encontraba cerrando un poco los ojos, y justo cuando pensó que su menor ya no diría nada, este rompió el silencio.

—¿Cómo estuvo, hyung?

—Bien, supongo.

Minho no hizo más preguntas respecto a eso, Jisung pensó que finalmente podría dormir. No tenía ganas de charlar con Minho, ni de hacer nada que no fuera fingir estar muerto hasta el día siguiente a la hora de almorzar. Al cabo de unos minutos, Jisung sintió que no había lugar más pacífico que aquella habitación. Sentía que comenzaba a perderse su conciencia en la oscuridad bajo sus párpados cuando la voz de su hermanastro lo evitó.

—Hyung... ¿vemos una película?

El plan inicial de Jisung era ignorarlo por completo, pero Minho fue más inteligente y en lugar de dejarse vencer tomó una almohada y la lanzó a su rostro. Al no ser esto aparentemente suficiente se acercó a su hyung y comenzó a pellizcar su nariz.

—Minho, son más de las doce. — dijo, con su voz sonando un poco graciosa gracias a los dedos de Minho aún pellizcando su nariz.

—Del viernes.

—¿Que sea viernes significa que no puedo dormir?

—Sí.

—Jódete, Lee Minho.

—¡Ay, vamos! Hace tiempo quiero ver una película pero es de terror y me da miedo verla solo.

—¿Es en serio, Min? — Decidió abrir los ojos, viendo los ojos de perrito de su menor. Llevaba puesto una camisa y eso suavizó su posición. —Agh, está bien. Pero al primer abrazo te tiro al suelo.

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