Capítulo 5: "El pasado me persigue"
Ya estaba por cumplirse un mes desde que Liza escapo de su pueblo, dejando atrás su pasado, ese pasado que le hacía tanto daño, que la lastimaba. En la ciudad de "El Olvido, ella encontró un hogar, junto a Candela y las demás jóvenes que trabajaban para esta. Candela si bien era una mujer de carácter fuerte, no era como su padre, ella si tomaba en cuenta sus decisiones, por lo mismo si bien Liza trabajaba para esta como mesera en su bar, ella no daba la clase de servicios que si ofrecían las demás jóvenes. Durante su primer mes en la ciudad de "El Olvido", Liza conoció al mayor y al coronel del pueblo, ellos eran dos hombres maduros de buen porte a quienes Estrella y Celeste (otras chicas que trabajaban para Candela), los llenaban de atenciones cada vez que ellos llegaban al bar. Ellas decían que ellos eran muy buenos clientes pues le daban buenas propinas por la atención y por el servicio exclusivo que ellas les daban.
Estrella y Celeste, fueron las primeras chicas en brindarle su amistad a Liza, ellas eran muy divertidas casi siempre le sacaban una sonrisa con sus ocurrencias y anécdotas a esta. Ellas decían que desde que Liza, a quienes ellas conocían como Gatica, llegó al bar, este tenía más clientela; según ellas su estilo llamaba mucho la atención pues más de un cliente pagaría lo que sea por poder ver su rostro, rostro que Liza no pensaba volver a mostrar nunca más en su vida, pues ello para esta significaba volver al pasado a ese pasado que no quería regresar nunca más.
Bar:
Una joven castaña de bellos ojos verdes que llevaba puesto un antifaz se encontraba recogiendo una fuente de una de las mesas que estaban vacías cuando escucho a un grupo de ebrios que estaban en una mesa contigua dirigirse a ella.
—Oye Gatita, ¿Cuánto quieres por dejarnos ver por completo tu bello rostro? — decía uno de los ebrios.
—¿Qué? — respondió Liza sorprendida.
—Sí, dilo hermosa, no sé porque ocultas tu carita, si tienes una piel y rasgos muy lindos y ni hablar de tus ojos, tus ojos embrujan— dijo otro de los ebrios.
—¡Gracias por los cumplidos señores¡ pero mi rostro nadie lo puede ver, ni siquiera yo, así lo decidí hace algunos años, ahora si me disculpan, con su permiso— dijo Liza.
—Ve, ve, gatita, te disculpamos todo porque ere relinda— dijo otro de los ebrios mientras la chica del antifaz se dirigía al lugar donde estaban sus amigas.
—Hay Gatica, en verdad, esos señores tienen razón, eres muy linda, no deberías ocultar tu rostro, a menos que...—decía Celeste quedándose callada repentinamente.
—¿A menos que, que Celeste? — pregunto Estrella.
—Hubieras cometido algún crimen— dijo Celeste, posando su mirada en la joven que llevaba antifaz.
—No, claro que no, yo no he cometido ningún crimen, ya les dije que es mi estilo—respondió Gatica rápidamente mientras pensaba—«Por más que trato de olvidar el pasado siempre surge algo que me lo recuerda»
—Así, no lo recordaba, discúlpame Gatica, pero sabes ahora que te veo así con tu antifaz y uniforme se me está ocurriendo una idea, tal vez la señora Candela la apruebe pues aumentara más la clientela— decía Celeste.
—¿Qué idea Celeste? — pregunto Estrella.
—En cuanto acabemos el turno lo sabrás— dijo sonriendo Celeste.
Las horas que restaron del turno de la noche no tuvieron mayores contratiempos. Ese día el bar tuvo buena venta y Candela estaba más que feliz con ello. Celeste fiel a su palabra se acercó a ella junto a Estrella y a Liza para comentarle su idea mientras las chicas también la escuchaban con atención.
—¡Que todas las chicas usen antifaz! — decía Candela intrigada.
—Si Candela, le daríamos algo de misterio al bar, además podríamos cambiar a unos uniformes más sexys— decía Celeste mientras Liza la miraba preocupada.
—Bueno lo de lo antifaces me parece buena idea, pero lo de los uniformes no, ahora no estamos para hacer otros gastos, la crisis económica en el país está muy dura si bien es cierto que nos está yendo bien en el bar, no quiere decir que vamos a despilfarrar el dinero, creo que el uniforme lo dejaremos a criterio de ustedes si quieren seguir usándolo como hasta ahora bien, pero si quieren modificarlo o usar algún disfraz ya será gasto suyo— respondió Candela.
—Yo seguiré usando el uniforme señora Candela— dijo Liza con una cálida sonrisa.
—Me parece bien Gatica— respondió Candela.
Tras la plática con la señora Candela, Liza fue a su habitación. Una vez que llegó a ella, entro y cerro con el cerrojo como siempre lo hacía, se dirigió hacia una vieja silla donde estaba su mochila, la tomo en su mano y la abrió para buscar dentro de ella una de las pocas ropas que tenía para cambiarse y dormir.
Una vez que ya estuvo cambiada se sentó en el borde de la pequeña cama al tiempo que unas imágenes vinieron a su mente, en ellas se vio corriendo junto a su padre, tras de ellos venían dos uniformados, luego de ello la imagen cambio y ya no estaba con su padre sino sola corriendo por unas inmensas calles, tras de ella venían unos policías.
Liza movió de un lado a otro su cabeza para poder olvidar el pasado, ese pasado que siempre aparecía en sus pensamientos, en sus sueños y que la lastimaban; al no lograr mi objetivo, decidió ponerme de pie se sacó el antifaz que llevaba puesto y me dirigió hacia una pequeña bandeja con agua que había en la habitación, tomo un poco de agua en sus manos y con ellas humedeció su rostro para que tal vez así logre conseguir que los recuerdos se esfumaran de su mente.
Luego de algunos minutos, se secó la cara con una pequeña toalla, respiró hondamente, se volvió a colocar el antifaz y volvió a acostarse.
Para su suerte no tardo mucho en conciliar el sueño, mientras dormía de manera trataba de olvidar el pasado soñando con ese mundo feliz que tanto añoraba y que parecía esquivo para ella.
No supo cuántas horas durmió, ya que ni se percató de la hora en que se acostó a dormir, sino hubiera sido por el bullicio del pequeño pasillo que daba a su habitación, ella tal vez seguiría aún dormida.
Aturdida ante la bulla se puso de pie, tomo una manta y se cubrió el cuerpo, para luego caminar a prisa hasta la puerta de la habitación.
—No salgas Gatica— dijo Estrella.
—¿Qué por qué?, ¿Qué sucede? — pregunto Liza preocupada.
—Parece que andan buscando a unos delincuentes de un pueblo vecino— dijo Estrella al tiempo que un terrible frio invadió el cuerpo de la joven.
—Buscando a unos delincuentes, respondió Liza tratando de mantener la calma.
—Sí, pero la señora Candela ya se está ocupando de ello, solo nos pidió que no salgamos hasta que ella lo ordene— dijo Estrella.
Bien— respondió Liza entrando a su habitación.
Liza camino hacia la pequeña cama, se sentó en el borde de ella ha esperar el llamado de su jefa mientras muchos pensamientos venían a su mente.
—« ¿A que delincuentes buscaran?, ¿Sera a ella a quienes andan buscando?,...» — pensó.
Luego de algunos minutos de espera la puerta de la habitación de Liza sonó.
Toc toctoc
Liza se dirigió inmediatamente a abrir la puerta al hacerlo se encontró con Candela quien la miraba como si tratara de encontrar algo en la mirada de la joven.
—Señora Candela, ¿Qué sucede? — dijo Liza un tanto nerviosa.
—Estuvieron aquí unos policías buscando a una joven delincuente que asesino a un comandante del pueblo vecino, traían un retrato de ella— respondió Candela mientras la joven sintió su cuerpo temblar.
—Ah sí, dijo Liza, lo más calmada que pudo mientras pensaba— «El pasado me persigue, es que nunca podre librarme de este como dice mi padre, lo peor de todo es que así yo no haya tenido nada que ver en la muerte de ese hombre el solo hecho de ser parte de esa banda así no haya cometido ningún delito me condena y yo no quiero ir presa, no quiero, no quiero»
—Si— respondió Candela.
—¿Y usted logro reconocer a la joven? — pregunto Liza con calma.
—No, la verdad no. Bueno a lo que venía a tu habitación, quiero que me acompañes hacer las compras para la semana te quiero levantada en 3 horas, no te vayas a quedar dormida más de la cuenta, aunque es aun de madrugada y este pequeño inconveniente haya interrumpido nuestro sueño no quiere decir que tengamos que dejar de seguir con nuestras actividades además tenemos que ir a otro pueblo— decía Candela.
—Estoy de acuerdo con usted señora— respondió Liza.
—Perfecto, entonces a las 7 en punto te quiero en el comedor— dijo Candela.
—Sí, señora— respondió Liza con firmeza volviendo a respirar tranquila pues ese pasado que la atormentaba al menos ese día no le había traído mayores problemas.
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