Capítulo 6
Los suburbios podían llegar a ser un lugar bullicioso, lleno de niños y familias. El ritmo de vida era más lento y menos demandantes que en los distritos centrales, pero igual de agitado, de una manera distinta. Al menos estaban fuera del radar de vigilancia rigurosa y extrema de los drones, había patrullas regulares, pero nada asfixiante. Era el sitio perfecto para reunirse sin levantar sospechas, también porque había un control más estricto de quién entraba al centro de la ciudad.
La pequeña casa de Jungkook, que de por sí estaba casi colindando con la frontera urbana, y estratégicamente cercana a los puntos ciegos de las cámaras de seguridad, se había convertido en el punto de encuentro.
—Entonces, ¿qué nos falta? —preguntó Namjoon, dando un sorbo a su café.
—Está casi todo listo. Hemos terminado demorando más de lo esperado, pero debíamos priorizar la seguridad. —Jimin había tenido más difícil su labor, al estar más supervisado, pero también había conseguido su parte—. Solo nos faltan un par de detalles que Tae debe traer.
Habían sido discretos y cuidadosos al extraer la información y el resto de las pruebas, para no ser descubiertos. La seguridad en Gastrea era férrea y no había cabida para traidores. Si eran descuidados, podrían convertirse en parte de la energía de la ciudad, y así ser borrados sin dejar rastro.
—Es raro que no haya llegado, siempre es puntual. Aunque, últimamente es el último siempre —dijo Jungkook—. Pero no soy quien para hablar, soy el único que no está haciendo nada por este plan. Para empezar, todo es mi culpa.
—Estás escogiendo mal las palabras, Jungkook. —Nam le corrigió—. Todo es gracias a ti. De no ser por tu llegada, seguiríamos ignorantes y perdiéndonos, deslumbrados por esta falsa perfección.
—Y yo seguiría torturándome por pecado, sin voluntad para cambiar nada —añadió Jimin.
—Gracias, chicos. No los merezco.
La posible fecha acordada era para el siguiente domingo. Esa noche se abría el helipuerto para recibir el suministro trimestral de minerales, usados como catalizadores en la producción de los núcleos de energía. Era una de las pocas cosas en que Gastrea no era autosuficiente, y que ponía un medio de transporte para comunicarlos con el exterior. Sería difícil, pero no imposible.
Namjoon alegó que aprovecharía para resolver unos asuntos personales que tenía pendientes, había algo que necesitaba comprobar. Jimin también aprovecharía para sabotear los preparativos para la siguiente producción de vacunas y núcleos, eso les quitaría atención de encima y salvaría a las próximas víctimas.
Lo único que necesitaban era que Taehyung llegara con su parte de los datos, para tener todos los preparativos completos. Sin embargo, no llegó, al menos no esa tarde.
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Todas las luces del departamento de Taehyung estaban apagadas, solo la tenue fluorescencia del líquido dentro las jeringas, apiladas en una maleta, marcaba las líneas de la silueta de su propietario. Había logrado almacenar cien dosis, serían suficientes por un tiempo, incluso fuera de Gastrea.
El joven Kim compartía el pensamiento de sus amigos. Sabía que lo que estaba ocurriendo era una atrocidad y debía detenerse. Pero una parte de él, en lo más profundo, tenía miedo. No quería perder los privilegios obtenidos, y no se refería a los bienes materiales. Las mejoras en su rendimiento físico y cognitivo, la elevación estética de su apariencia, el incremento de su virilidad y sensualidad.
Taehyung sentía haberse convertido en un hombre perfecto, y no estaba listo para dejar ir eso. Después de ver el declive en Jimin cuando dejó de vacunarse, sintió que no quería convertirse en una imagen así. El pensamiento solo se fue fortaleciendo con el paso de los meses. La culpa no fue suficiente para abatir a su egoísmo. Él no era una mala persona, simplemente era humano.
—Solo unas pocas, hasta que fuera de los muros se logre crear algo con efecto similar —susurraba para sí—. Estas vidas ya no pueden ser salvadas, es mejor que sean usadas por nosotros, que nos vamos a sacrificar por ellos.
Había tomado esa justificación como mantra, para intentar mantenerse cuerdo. No sabía qué tan cara podría llegar a costarle su decisión.
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Sentado detrás del buró de ébano, se encontraba Min Yoongi. En una oficina con paredes semejando las teclas de un piano, adornadas de manera minimalista con lienzos de notas musicales y partituras. Era su espacio, decorado a su gusto, arreglado para él. La tablilla de identificación, con las letras «Jefe de Seguridad del Este» talladas en dorado sobre el negro, mostraban su estatus, el lugar que logró obtener, al que siempre aspiró.
Yoongi era un hombre talentoso, pero eso no era suficiente para asegurarle un lugar privilegiado en Gastrea, allí todos eran especiales, de un modo u otro. Min era también un hombre ambicioso, por eso no pudo rechazar la oferta que lo catapultaría a su sueño. Cuando Kim Namjoon y Kim Taehyung le pusieron en bandeja de plata la meta de su vida, accedió sin dudar. ¿Qué era colar una rata en la ciudad, a cambio de llegar a la cima? Él había sido el dueño de la mejor compañía de seguridad de Corea del Sur, no podía seguir siendo un empleado cualquiera.
La única forma de ascender era por mérito propio, o mediante recomendación. En un sitio donde los círculos de poder y los conectos ya estaban preestablecidos, donde todo el mundo era más que competente, era imposible escalar por la primera vía. Con el apoyo de dos de los principales pilares de Gastrea, su promoción fue cuestión de días. Sin embargo, quedaba camino por recorrer. Que no hubiera sido invitado esta noche a una de las famosas fiestas privadas de Gastrea, organizadas personalmente por el Gobernador General, era prueba de ello.
A pesar de ello, todo iba viento en popa. Demasiado. Luego de tantos intentos inútiles. No obstante, la facilidad había llevado a complicidad y a... riesgo. Por eso no sabía qué hacer con la información que acababa de encontrar en su chequeo especializado de rutina.
—¡¿Qué demonios significa esto?!
Había rastros de movimientos y extracción de información de forma ilegal, realizada desde las ID codificadas de Namjoon, Taehyung, y también de Park Jimin. Era algo que pasaría desapercibido a ojos de cualquiera. Pero él no era cualquiera. ¿Qué podían estar tramando esos tres? El momento era demasiado específico para ser una coincidencia. ¿Tendría alguna relación con Jeon Jungkook? ¿No era solo una rata de Ghost Town? Era momento de mover sus contactos dentro y fuera de la ciudad, así como usar su nivel de acceso a información confidencial, para llegar al fondo del asunto.
Su investigación se extendió hasta pasado el anochecer. Lo llevó a la historia de cuatro amigos, inseparables y talentosos, cada uno recorriendo un camino diferente. Sin embargo, la mala suerte había arrebatado a Jungkook su futuro. A simple vista, no encontraba nada en ellos que pudiera traer el deseo de sabotear Gastrea, simplemente el boxeador parecía haber querido entrar a la ciudad para reunirse con las personas importantes para él, y ellas actuaron en correspondencia. Coincidía con lo que había visto de ellos, incluso recordaba haber empatizado con Jeon por un instante, llevándolo a cometer el desliz instintivo de revelar su nombre.
Si el motivo no estaba fuera, debía estar dentro. Redireccionó su búsqueda, encontrando una anormalidad en Park Jimin, pero terminó por chocar con un muro que bloqueaba cualquier información. Ni siquiera con su autoridad como Jefe de Seguridad del Este, había logrado tener acceso a la base de datos del Laboratorio Central.
Otra persona se habría rendido, la situación gritaba «PELIGRO», pero en la mente de Yoongi se repetía una palabra diferente: oportunidad. Si lograba descubrir qué tramaba ese grupo, podría fortalecer su posición al informarlo al Gobernador General, Kim Seokjin, a la vez que eliminaba a quienes podrían traicionarlo y delatar su método de ascenso. Si de algo se enorgullecía, era de su habilidad con los ordenadores, hackear el sistema no era tarea difícil, podría hacerlo sin dejar rastros.
En la vida, hay momentos en los que, en cuanto se hace algo, es perceptible el hecho de cometer un error. Para Yoongi, este instante era justamente eso, la peor equivocación de su vida.
—Qué carajo...
Por su mente atravesaron un sinnúmero de escenarios. Quiso llamar a Namjoon y gritarle lo idiota que era; culparlo por meterlo en ese lío. Si llegaban a relacionarlo de alguna manera con ellos, estaba perdido.
En medio de la desesperación y la incertidumbre, cegado por el miedo a perder su estatus y dispuesto a garantizar su seguridad, tomó una decisión.
¡Holiwis! Después de mucho (demasiado) tiempo, esta historia está de vuelta. Estaba muy insegura sobre muchas cosas, pero logré sacarla adelante gracias a personitas muy especiales que siempre me brindan su apoyo. Desde siempre tuve una idea de cómo quería que terminara, pero cuando llegó la hora de la verdad, no encontraba las palabras ni el orden correcto. Tenía miedo, porque releyendo la historia, recordé cuánto me gustaba y lo buena que sentía la idea; me preocupaba echarla a perder. Espero que eso no haya sucedido y disfruten su lectura.
Chao chan 😘
Hasta la próxima actualización.
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