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🚬𔘓 ¦ Capítulo 7

Hoseok y Jimin se habían ido de La Ciudadela apenas el tema de Hoon quedó olvidado, el menor veía pasar las luces de las calles rápidamente por su ventana. Sumidos en un silencio ambos chicos viajaban a sus casas, el moreno sabía que su acompañante había pasado por mucho esa noche y por eso no lo presionó, dejó que se sumiera en sus pensamientos todo el viaje.
 
Se despidieron cuando llegaron a la casa de Jimin y él entró silenciosamente, colgó su chaqueta nueva (que esperaba recordar devolverle a Min) y tiró sus llaves en el contenedor de la entrada. Se sacó sus zapatos y despeinó su cabello lleno de gel, suspirando se arrastró hasta el sofá y encendió la TV.
 
Vin Diesel se mostraba en la pantalla junto con su pandilla y sus autos de alta gama, parecía que el destino jugaba con la mente de Jimin y quería terminar de molestarlo poniéndole "Rápidos y Furiosos".
 
Apagó todo y se fue a la cocina a prepararse un café, debía terminar unos trabajos de la empresa y enviárselos a su padre. Definitivamente esa noche no dormiría.
 
Cuando hubo terminado todo eran las tres de la mañana y sus ojos se cerraban solos, se colocó su pijama y se acostó.
 
Mañana sería un nuevo día.

―¡Vamos, Sunghoon, muévete!
 
Su padre había salido con cosas de último momento y todos en la empresa estaban corriendo, un Park enojado no era bueno.
 
Las asistentes se movían rápidamente con carpetas y tazas de café humeantes que desaparecían en minutos, Jimin seguía mandando a sus empleados mientras que terminaba él sus tareas asignadas.
 
Habían pasado un par de semanas en dónde el trabajo era lo único que ocupaba su mente, Hoseok y él ya no hablaban mucho desde el incidente en la Ciudadela y eso lo molestaba porque en esos momentos de estrés: donde su padre consumía su energía, Jung era el único que lograba sacarlo.
 
Jimin suspiró y se acomodó en la silla negra del escritorio, tomó el móvil y abrió la galería logrando ver un par de fotos que los corredores se habían sacado junto a él. Sonrió al ver a Golden y G haciendo muecas a la cámara, no se acordaba cuando le habían quitado su celular para usarlo. Se sorprendió cuando la foto de Jungkook en el capó de su auto, junto a su típico cigarro, peinandose los cabellos, apareció en la pantalla. Definitivamente él no había sacado aquella imagen pero en su interior agradecía a quien lo hubo hecho pues el líder de los corredores se veía muy bien en ella.
 
Acercó la imagen y se lo quedó viendo unos segundos, ¿qué era ese algo que lo llamaba? Jungkook tenía una especie de hechizo que hacía que al verlo, el rubio no pudiera despegar los ojos y eso en parte le encantaba pues la vista era maravillosa. Bloqueó el móvil y se dispuso a trabajar, aunque su mente seguía revoloteando en la Ciudadela y en cuanto ansiaba ir de nuevo, deseaba sentir eso que había sentido estando allí. Esa especie de libertad y emoción constante.
 
El sonido del elevador de la empresa sonó pero el rubio lo pasó por alto y siguió tecleando en su computadora, cuando sonidos ahogados salieron de las bocas de las mujeres ahí si decidió mirar a quién interrumpía esas horas preciadas de trabajo.
 
Un par de botas de material charolado golpeaban el piso blanco de la institución, Jeon Jungkook vestido con pantalones apretados negros acompañados de una camiseta gris, una campera y arneses en el cuerpo, se hacia presente frente a sus ojos.
 
Jimin boqueó sorprendido, sus manos dejaron de escribir y de pronto sentía calor.
 
Oh Dios, creo que acabo de invocarlo. ¿Fue por qué pensé tanto en él?
 
El mayor se detuvo enfrente de la oficina del rubio y sonrió sacándose la paleta sabor a frutilla que tenía en la boca. Su pelo estaba peinado hacia arriba y un par de trenzas adornaban el costado de su cabeza.
 
―Te ves lindo hoy, dulzura―habló despreocupado desde el marco de la puerta.
 
El apodo trajo de nuevo a Jimin a la tierra y de un movimiento rápido lo tomó del brazo adentrandolo a la oficina, asegurándose que nadie los interrumpiera.
 
―¿Me puedes explicar que carajos haces aquí?―soltó enojado y sorprendido el mejor cruzando los brazos sobre su pecho y arrugando su ceño.
 
―Primero que nada, buenos días Jimin ―rió el del mullet paseándose por la habitación y admirando los adornos.
 
―Buenos días mis huevos, Jeon Jungkook ―se sentó y frotó sus cienes―Te apareces en mi trabajo sin avisar y pretendes que te de la bienvenida, lamento decirte que las cosas no funcionan así.
 
Jungkook lo imitó y lo miró divertido a la vez que jugaba con la paleta en su boca, la verdad es que no sabía por qué estaba allí. Había querido ignorar al menor porque era lo correcto pero su mente le jugaba malas pasadas y solo podía imaginarlo.
 
―Vine a verte ―soltó simplemente y diciendo la verdad.
 
La mirada nuevamente asombrada del menor apareció y el pelinegro se acomodó mejor en su asiento, oh, se estaba divirtiendo.

―¡Patrañas!―le respondió nervioso el rubio, sabía del juego de Jungkook pero no iba a caer, aunque si lograba ponerlo algo nervioso.
 
La risa de Jeon resonó entre las cuatro paredes y Jimin encontró ese sonido un deleite para sus oídos, deseaba escuchar más.
 
―¿Patrañas? Por favor, ¿Qué tienes? ¿Setenta años?―el más alto seguía riéndose y el empresario solo rodó los ojos.
 
Cuando el cuerpo de Jungkook dejó de moverse y de sus ojos pararon de salir lágrimas de diversión, volvió a hablar.
 
―Dije en serio eso de que hoy te ves sumamente bonito, Jims―dejó salir esas palabras e inmediatamente vio el resultado en las mejillas sonrojadas del otro chico.
 
Jikin no pensaba lo mismo, de hecho se había puesto lo más básico que encontró en su armario: una camisa blanca, su corbata negra y el traje color negro que tenía hace años, todo eso junto con sus lentes de marco negro y transparentes. Ropa típica de un empresario. Si salías por la puerta podrías ver que los demás estaban vestidos tal como él, Jaehyun por ejemplo llevaba un traje negro a rayas y una corbata bastante colorida para el gusto de Jimin, después Sunghoon estaba como él, salvo por la corbata la cual tenía desajustada y movida por la presión del trabajo.
 
―Estamos todos vestidos similares, Jungkook ―dijo desinteresado, no iba a caer―Tus trucos no funcionan conmigo, ahora vete que debo trabajar.
 
―¿Mis trucos? ¿De qué hablas?―murmuró haciéndose el confundido y caminando a la silla del menor, rodeando el escritorio que los separaba y doblándose hasta quedar hasta su altura para tomarlo del lazo de su cuello―Yo no tengo trucos, Jimin, no sé que estás inventando.
 
Jungkook intentaba controlar su cuerpo pero estaba fallando completamente, quería tomar la nuca del menor y estampar sus labios unos con los otros.
 
Sus rostros estaban muy cerca y las respiraciones se fusionaban, los ojos penetrantes del corredor ponían a Park diez veces más nervioso de lo que estaba y quería salir de allí, pero a su vez una parte de su cuerpo solo quería tirarse hacia adelante y cerrar ese espacio molesto entre ellos. La tensión se notaba a kilómetros y Jungkook sentía que si eso seguía así no iba a poder parar después.
 
El sonido de la puerta abierta fuertemente los sacó de su burbuja y ambos miraron para encontrarse a Wonho, el guardia personal del Park menor, parado en el umbral, su radio colgada del cinturón y un auricular conectado a su oído derecho.
 
―Desde el piso 2 avisaron que alguien había entrado, Señor Park ―miró a Jungkook de arriba a abajo para luego señalar la puerta―Debe retirarse, joven.

―Oh, dios ¿En verdad todos hablan como viejos aquí?
 
Jimin rió y negó con la cabeza, le avisó a su guardaespaldas que el otro chico se iría pronto y este se fue. Jungkook arregló sus ropas y luego de pensarlo bien extendió su mano hacia el menor.
 
―¿Dulzura?―preguntó e inconscientemente el rubio puso toda su atención en él, notando la mano extendida.
 
Había respondido obedientemente a su apodo y el de mullet estaba que estallaba de satisfacción.
 
―¿Qué pasa, Jungkook?
 
El borde de los labios de Jeon se curvó en un gesto socarrón enviando un escalofrío en el cuerpo del empresario.
 
Jimin lo volvía loco, tenía ese brillo cautivador seguido de unos ojos tan expresivos y unos labios pomposos muy tentadores, lo hacía querer cometer una locura.
 
Aún con la mano extendida pronunció algo que sonó como un disparate para el empresario, después de todo Jungkook estaba realmente cometiendo una locura.
 
―Escápate conmigo.
 
Un silencio reinó en la oficina, haciendo que el líder se arrepintiera lentamente de lo que había dicho.
 
―Tengo trabajo, Jungkook ―le respondió finalmente el rubio mientras acomodaba unos papeles sobre su escritorio.
 
En realidad su corazón latía a mil por hora y su mano solo quería tomar la del mayor e irse a otro lado que no sea esa empresa llena de trabajadores esclavizados, pero la cara de su padre brotaba en su mente y el solo imaginar que se diera cuenta que no estaba haciendo lo acordado, le daba escalofríos y ganas de llorar.
 
Jungkook retiró su mano y se apoyó en el escritorio, mirando como el menor seguía con sus cosas.
 
―Es por tu padre, ¿verdad?―el mayor vio el cuerpo del otro tensarse y supo que había dado en el clavo.
 
Las manos de JiMin dejaron de teclear para girar todo su cuerpo a la dirección del corredor.

―¿Pero que dices? Claro que no―su voz salió algo temblorosa―Es solo que soy una persona responsable y debo hacer mi trabajo porque, si no es de ser así, voy a terminar de patas en la calle.
 
El menor era alguien testarudo y reservado cuando quería.
 
―Oh, vamos, dulzura―pasó su mano por el cabello del rubio―Ambos sabemos que no es así y que si pudieras saldrías corriendo por la puerta con tal de alejarte de este lugar.
 
Diablos pensó Jimin abatido. Las manos del mayor seguían en su cabeza y sentía que estaba sobre nubes suaves y esponjosas.
 
―Y también ambos sabemos que yo puedo cumplir ese deseo tuyo de escapar―susurró Jungkook, estaba talandrando la cabeza del empresario con éxito―Solo tienes que decirme que si.
 
El menor lo pensó. En verdad quería irse, hace años que no se tomaba algunos días de vacaciones y los necesitaba pero no era posible. Jimin tomó la mano de Jungkook por la muñeca y la alejó de su cabello, sabía que el otro estaba encantándolo para que sucumbiera a sus deseos de escapar y no podía permitirlo.
 
―No puedo, mi padre...
 
El del mullet suspiró y se alejó del escritorio comenzando a recorrer de nuevo la habitación, paró en frente de una miniatura del mayor de los Park y la tomó entre sus dedos.
 
Se acercó al bote de basura y miró de nuevo al menor.
 
―Al diablo tu padre, Jimin ―soltó el muñeco a la basura y cerró la tapa―Es hora de que tomes tus propias decisiones y te des la libertad que mereces, esto es una prisión.
 
Jungkook habló en serio cuando lo llamó por su nombre y no usó uno de esos apodos cursis que le había puesto anteriormente, conocía hace poco al chico delante suyo pero podía ver en sus ojos que no pertenecía a ese ambiente.
 
Tal vez, pertenece conmigo. A mi lado.
 
El rubio solo le devolvió la mirada y tomó su cabeza entre sus manos procesando las palabras, estaba entre la espada y la pared.
 
Jimin siempre fue el chico diez de la primaria, de la secundaria y de la universidad, incluso se graduó con honores pero si se lo ponía a pensar todo eso lo hacía para ver la expresión satisfecha de su padre. Buscaba ser el favorito de la familia y no quería terminar como su hermano mayor TaeMin, que decidió ir por sus sueños de ser un artista y terminó ganándose el odio de su padre.

No podría aguantar un rechazo del Park mayor, eso lo destruiría, por eso mismo se mataba trabajando para satisfacerlo, para ganar palabras de apoyo o inclusive algo más como una sonrisa.
 
―No puedo hacerlo, lo siento―dijo luego de unos minutos―Ahora por favor vete porque Wonho volverá a buscarte para escoltarte a la salida y no será gentil.
 
―Jimin ―quiso volver a hablar pero un sonido de cansancio salió de la boca del menor.
 
―No, Jungkook, basta.
 
―Pero...
 
―Pero nada, vete―pronunció mirando hacia otro lado que no fuera la cara del corredor.
 
A Jungkook le costaba un poco entender como Jimin no aprovechó la opción de salir de allí cuando se notaba a kilómetros que odiaba ese trabajo, sabía que en parte se debía a su padre pero pensó que el menor era más fuerte y decidido.
 
Al parecer se había equivocado y asumido que Park era alguien diferente.
 
El castaño lo miró por última vez para luego girar sobre sus talones y salir por la puerta de la oficina, el menor lo miró caminar por las cámaras hasta que salió del edificio y se perdió por las calles.
 
―Algún otro día será―se dijo a si mismo tratando de convencerse de que en un futuro saldría de esa empresa y comenzaría desde cero.
 
Se paró de la silla, acomodó su corbata, arregló los lentes que se le habían deslizado por el puente de la nariz y cuando estuvo listo salió para la oficina de Park Kangho.

Holiis, eso es todo por el capítulo de hoy. Espero os guste y nos vemos mañana. Gracias por todo y se despide:

–almin♡

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