Caos
Esta mañana no quise usar jeans, elegí una falda tableada y me vestí sin medias. Al llegar al colegio, note algunas miradas. Yo estaba buscando a Jenna, y pensando en una disculpa al tiempo. Y sinceramente no quería disculparme pero era preciso, para que me volviera hablar. Le conseguí esas galletas de bomboncito que tanto le gustan y me adentre al baño de chicas. Donde sabía que la encontraría.
-¿Que buscas? - dije al mirarla sacudir su mochila contra el lavabo
-El maldito rímel, que se me corrió y lo deje en casa.
-Toma el mío- le dije ofreciéndoselo, me miro y lo tomo contrariada. Comenzo a retocarse, con la cara casi pegada al espejo, balanceándose de puntillas mientras intentaba no le quedaran grumos en las pestañas. - Oye - empecé - sé que te gusta Marcos. Así que - la atmosfera cambio y yo temí, dijera alguna grosería - así que no me interrumpas. Le pedí una cita por ti.
- ¡Que hiciste qué?
-Nada, una cita. Bueno, la verdad es que dije que querías joderte con él.
-¿y que dijo? - me miraba atenta y luego miraba a la nada y al espejo, como pensativa.
-Este...toma primero las galletas- y sacándolas se las lance, ella mordió una. - dijo que...recuerdas el pasillo donde vomito el gato de Arturo? - Jenna asintió- Bueno, cruzando hay un salón con lockers abandonados, allí....
Creo que ella entendió, porque se quedo anonadada un segundo y al siguiente se me echo al cuello abrazándome y riendo al tiempo. No sé que me paso entonces, se agitaba tanto que intente separarla, pero mi mano y mis dedos se metieron por dentro. Salté y balbucee una disculpa, sentía como me ruborizaba y luego la oí:
-¿quieres besarme?
Fue poco pero raro, el beso fue tan distinto al de ayer. Tenía rabia y polvos de coquetería ¿Tanto le gustaba Marcos? Pero luego me pareció que era otra cosa, porque se empezó a desabrochar la blusa y se me lanzaba para besarme, asustándome ¿cuantas péliculas de clase "R" se había inyectado? Algo le habría pasado, y algo me habría pasado a mí. Porque en vez de frotar por debajo y en el calor de mi falda. Tenía miedo y se resistía como chiquilla. Sentí su voz bajarme por la espalda y sus cabellos enredarse en mi cuello. Entonces, es cierto. Debería.
Las lozas del baño seguían frías, pero no sabía como escaparme.
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