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Capítulo 14


Todo parece ser de color rosa a nuestro alrededor cuando lamo su piel una y otra vez, recogiendo con mi lengua las pequeñas gotas de sangre que provocaron mis dientes en ella.

La felicidad tenía nombre y apellidos.

Su nombre y sus apellidos.

El vínculo hace posible que le pase parte de mis fuerzas, aunque al darse cuenta de lo que trato de hacer intenta impedirlo sin ningún éxito. Sus heridas no dañan por completo, pero al menos no están tan abiertas como cuando llegué a ella. Si fuera loba no estaría pasando esto, ¿por qué a ella le estaba afectando mucho más que a mi?

—¿Ves? Ahora somos uno mismo, estamos unidos para siempre —susurré, apoyando mi frente con la suya.

Si, debería de cogerla en brazos y huir de ahí cuanto antes para mantenerla a salvo, pero si lo hacía nos estaría poniendo en peligro. Quería matar al hijo de puta que le había hecho eso y no lo conseguiría si tenía que llevarla en brazos, por eso necesitaba que recuperase fuerzas, su vida era lo primordial, todo lo demás podía esperar el tiempo que fuera necesario.

—¿Por qué lo has hecho ahora...?

—Lo necesitabas, estás debilitándote demasiado, más de lo que deberías... Y verte así me está matando. Necesitas fuerzas para volver a ser tú, no eres una perra débil —intenté bromear y aunque le hicieron gracia mis palabras no sonrió demasiado.

—¿Y si no vuelvo a ser loba jamás? Por más que lo intente no logro tirar de ese hilo que me une con mi loba interior, es como si hubiese dejado de existir, estoy completamente aterrada y no sé cómo manejar esta situación... No es cuestión de fuerzas, creo que hay algo más.

Reparo en sus palabras, intentando entender qué pasa en su cuerpo y que se pasa por su mente. No llego a una conclusión porque alguien más entra en la habitación, no tenía que levantar la cabeza para ver de quien se trataba, aunque a él tampoco le sorprendió para nada encontrarme allí.

—Se está muriendo —tres simples palabras que me hicieron entrar en calor antes de tiempo.

Joel, recuerda, una muerte lenta y dolorosa, no te dejes ganar por el primer impulso y lo mates sin más.

—Le inyectamos veneno, ya sabes ese dicho humano de "si no es mía, no será de nadie" —sonrió de manera socarrona—. Y no hay nada más doloroso para un lobo ver que a su mate morirse y no poder hacer nada para evitarlo. Además, morir como una humana, que humillación, ¿no?

Celeste no se iba a morir.

No iba a permitir eso.

Teníamos toda la vida por delante y futuro enorme que vivir juntos, no podía morirse, simplemente no podía.

—No lo escuches —le susurré, besándole la frente y dándole una mirada tranquilizadora. Pero había pocas cosa que pudieran tranquilizarla, estaba temblando y sus ojos habían vuelto a llenarse de lágrimas.

No podía yo permitir que llorase de nuevo por culpa de ese imbécil. ¿Qué coño tenía en la cabeza que no le funcionaba como era debido? Fuera lo que fuera, ¿por qué no me había inyectado a mi el veneno y la había dejado vivir a ella? Si pudiera cambiar eso no dudaría ni un solo segundo en hacerlo.

Me levanté, siendo consciente de que me faltaban las fuerzas que le había dado a ella, pero seguro de que podía acabar con ese hijo de puta aún así.

Arremetí contra él, cargándonos la pared que dividía esa habitación de otra. Soltó un quejido cuando cayó al suelo con mi cuerpo encima, más pesado que el suyo. Sus manos intentaron agarrarme pero las mías aprisionaron sus muñecas contra el piso, haciéndolo rugir, mostrándome aquellos afilados dientes de los que tan orgulloso se sentía.

—No sabes cuanto disfruté follándomela —siseó con el único fin de hacerme rabiar.

Y vaya que lo consiguió, mis garras salieron a la luz y disfruté cortándole dedo a dedo. Aulló de dolor antes de transformarse en la bestia que era. Hice lo mismo. Lobo contra lobo, ahora si que solo podía quedar uno.

Esquivé su primer ataque, pero no tuve la misma suerte con el segundo, sus dientes se clavaron con fuerza en una de mis patas delanteras. Gruñí, usando la otra pata para arañarlo mientras mis dientes buscaban cobarde en su grueso pelaje.

Cojeaba, el daño que le había hecho como humano estaba pasándole factura ahora como lobo. Sus ojos me miraron buscando mi próximo movimiento.

Tenía que echarle ganas...

Tenía que echarle... garras.

Salté sobre él, asegurándome de que lo tumbaría, y en cuanto lo hice clavé mis garras en su garganta y las deslicé por todo su pálido vientre, llenándolo de su propia sangre.

Batalla ganada. Incapaz de moverse volvió a su forma humana, con las manos alrededor del abierto vientre mientras se lamentaba. No tardaría en desangrarse pero aún así le hice el favor de volver a mi forma humana y sujetar su cabeza con mis manos para después girarla hacia un lado de manera agresiva para desnucarlo.

Sin darme el lujo de observar su cadáver me enderecé y corrí con Celeste, si en sus venas corría el veneno todavía teníamos tiempo para visitar a una bruja y que no terminase... Bueno, muerta.

—Ven, azulita —susurré al cargar su cuerpo con mis brazos—. Envuélvelos tras mi nuca como haces siempre, por favor.

—Joel... No quiero darle la razón a ese cabrón, pero me jode admitir que me pesa el cuerpo.

—Solo cansancio, solo cansancio... —intenté restarle importancia mientras salíamos de allí. Tenía que correr, tenía que darme puta prisa si quería salvarla.

Ya estaba pálida y su cuerpo no pesaba apenas nada. No quería imaginarme lo peor pero los indicios de lo ocurrido estaban allí, ella estaba empeorando y yo mismo lo sentía mediante el vínculo.

—No debiste marcarme, ahora si me muero...

—No te vas a morir.

—Una parte de ti morirá conmigo.

—Una parte de mi iba a morir contigo aunque no te hubiera marcado —susurré.

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