Traicion
Esa mañana Tatsuki no se ha presentado a clases debido a un fuerte dolor de cabeza. Ni Sado. Ni Ichigo. Y ella continúa su rumbo sola ahora que sus compañeras se han marchado. Las calles tienen aquella brisa previa al Invierno que siempre le había encantado pero que ahora le recordaba a esa eterna frialdad de las Arenas de Hueco Mundo. Lleva en un puño las azas de su bolso y sus pasos son cortos plagados de una lentitud reconfortante. El ciclo escolar está próximo a terminar, todos hablan de Universidades y planes familiares a futuro. Ella en cambio está sola allí, mientras todos planean con emoción y nostalgia, ella no sabe qué rumbo tomara mañana. Ni si siquiera si querrá levantarse al día siguiente.
Esta exhausta. El aliento que exhala hacia el pasillo solitario se vuelve humo frente a sus ojos. Orihime no lleva ningún tipo de abrigo, no lo pensó antes y esa mañana nadie le ha acompañado a clases como se había vuelto una costumbre.
Piensa en sus ojos color avellana rehuyendo de los suyos todas las mañanas creando aquella opresión de la que tanto está tratando de huir. Se siente mutilada. Camina con la vista al pavimento hasta que una fragancia se destila hasta su nariz, es amarga, rellena de tierra y polvo con ese fulgor incandescente del fuego quemando leña. Alza la mirada al cielo. Conoce ese aroma. La premonición de algo terriblemente conocido. En su piel el poder aplastante se difumina como un peso que no sabía que había estado cargando hasta que se desvanece y es consciente del alivio en todo su cuerpo.
—No puede... —susurra antes de soltar el maletín y correr entre las calles buscando aquella energía que se ha desvanecido.
Pero no está.
—¡¿Inoue?!
Ella se gira hacia la voz que la llama y un calor le abraza desvaneciendo aquella frialdad con aroma a cenizas de su cuerpo. Suspira lentamente cuando lo mira caminando hacia ella con el traje de Shinigami y su maletín entre las manos. Los cabellos naranjas parecen adaptarse entre las calles opacas.
—¡Kurosaki-kun! —lo ve llegar junto a ella.
—¿Ocurrió algo?
Pregunta calmado pero lo nota girar sus iris hacia los tejados de las calles como buscando aquello que la ha sorprendido con su aroma.
—No es nada —le sonríe y señala su maletín aun entre sus manos— ¿Puedo...?
—Ah sí, lo siento —dice mientras le extiende su maletín— Había un Hollow aquí cerca así que pase solo un momento. ¿Vuelves de clase?
Ella asiente.
—Vamos, te acompaño lo que queda de camino —Ichigo se detiene un momento— ¿Te gustaría que te acompañe?
La suave risa de Orihime lo hace sonreír también antes de que ella asienta y comiencen a caminar juntos. Ella es diferente.
—Y... ¿Qué tal las clases?
Ella lo mira antes de soltar una nueva risilla y continuar mirando el camino.
—Es un poco abrumador todo eso de encontrar la Universidad adecuada pero creo que me gustaría ir a la que fue mi hermano aunque tendré que ahorrar un poco antes.
—¿No entrarías en nuestra generación?
—Tal vez no, no lo sé aun. Tengo que hacer unas llamadas primero a las aseguradoras de mi hermano y los fondos de ahorro para la Universidad.
Ahora Ichigo nota aquel estremecimiento en su propio cuerpo, como una corriente de Energía hambrienta por devorar la suya pero corta, sobrellevable, como aquella atracción magnética en las Arenas de Las Noches, un territorio enemigo devorador de almas. Pero aquel es suave, casi como una ráfaga de aire que apenas caricia sus mejillas. Va mirando sus cabellos, el suave de sus pómulos claros y los iris grises, magnéticos.
—Has cambiado, Inoue.
Gira su rostro y el continua observando su reacción, los ojuelos están ligeramente más abiertos y la sonrisa casi desaparecida que de a poco se forja en una mueca de incredulidad amistosa.
—¡Eso no es verdad! ¡Ustedes son los que han cambiado!
Ichigo ríe.
—Tal vez, un poco —los labios rosados forman un mohín antes de que codearle suavemente, a unos pasos del complejo de apartamento— ¡Es verdad!
Suben los escalones.
—¿En que he cambiado entonces?
—Tu forma de hablar, eres un poco más... ¿formal?
La risa delgada de Orihime se esparce por su cuerpo como una corriente cálida y para cuando se ha dado cuenta ella ya tiene la espalda pegada a su puerta, mirándole con esa autentica felicidad que llevaba tanto tiempo sin verla portar.
—¿Formal? —ríe— ¡Pudiste escoger una mejor palabra!
—¡Fue todo lo que se me ocurrió!
Pero ella ve en su rostro la duda y el cansancio caer de golpe haciéndole olvidar aquella expresión relajada que, al igual que él, llevaba tanto tiempo sin verle. Su ceño se frunce ligeramente, como siempre lo hace.
—Nunca pude decírtelo adecuadamente, Inoue. Pero de verdad lamento no haber llegado antes.
Niega con esa sonrisa comprensiva adornando suavemente sus labios.
—Hiciste lo que pudiste, yo nunca pude agradecerte así que... ¡Muchas gracias Kurosaki-kun!
Pero las heridas están en sus ojos mientras agradece aquello que tanto ha deseado que cambie en los últimos días. Él la nota y su expresión le hace notar que lo sabe, nunca ha podido engañarlo. Sus labios entre abiertos detonan su sorpresa, pero como siempre ha sido su impulso le llena de golpe el pecho y con un paso más la rodea entre sus brazos, escondiendo su rostro entre los cabellos.
Allí lo nota, ese aroma que tanto ha estado cambiando en ella.
El aroma a naturaleza marchita desprendiéndose entre sus cabellos con olor a vainilla.
Las pequeñas manos se remueven por su espalda tocando apenas la espada que cuelga de ella y se aferra con fuerza al traje negro del Shinigami. Su cuerpo tiembla y en silencio él la escucha llorar.
Porque hay mucha que no se ha dicho y mucho que nunca dirá.
—No tienes que agradecerme nada Inoue... si pudiera retroceder lo habría evitado cuando pude.
La siente negar y de a poco se separan. Las delgadas manos de ella se deslizan hasta su rostro, tomándole con cuidado por las mejillas. Con las suyas en su cintura.
—Si pudiera retroceder yo...
Se queda allí, mirándolo a los iris opacos. Con ese recuerdo de la Luna tras las cortinas de su habitación. Esa Luna que parecía marcar siempre su destino, guiándola a la destrucción.
Se respiran como en esa ocasión, recordando sus aromas, sus alientos.
El la besa.
Pero no sabe a fresas, no es magnético y un picor doloroso que le estremece hace al Shinigami separarse de golpe con los puños de ella a punto por empujarle. Se miran estáticos. Kurosaki siente en ella aquella presión, el aroma de la Arena y las cenizas con mayor fuerza.
Su reatsu.
Los cabellos se revuelven al girarse y la puerta se cierra con fuerza no intencional frente a él.
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