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Ojos verdes

Sus pasos pesados avanzaban mientras la energía se le iba de a poco. Enfermo. Era como decía que se sentía últimamente. Llevó una mano al Hakama negro hasta sacar de los amplios bolsillos un pequeño puño de pastillas amarillentas, tomar una y regresar el resto a la prenda. Quizá haber llevado a Orihime con el cansancio que llevaba tiempo pesándole no era la mejor idea. Miró a las estrellas de la ciudad ligeramente opacadas por los faros del camino mientras jugaba con la píldora entre sus dientes.

¿Qué había sido eso?

Los latidos de su corazón volvieron a bombear con más fuerza haciéndolo fruncir el ceño y torcer los labios. Después del beso se había quedado pasmado frente a la puerta escuchando su respiración errática y mientras se alejaba de a poco la sensación súbita del cansancio devorando la fuerza de sus músculos hasta sentir un dolor ya conocido de las rodillas hasta los pies. Como si hubiese corrido una maratón o cargado demasiado peso.

La luna sobre los ojos grises. Mordió su labio inferior.

—¡Que estúpido! —se detuvo a gritar mientras halaba de sus cabellos naranjas. La repentina furia lo había consumido en segundos al pensar en el miedo en su rostro, los labios entre abiertos y las cejas curveadas con angustia.

¿Cómo pudo habérsele ocurrido hacer aquello? ¡Con tan solo tres meses desde su regreso! Pero es que había pensado tanto en que la perdería. ¡Pero ella ni siquiera se atrevía a hablar del incidente dentro de las torres! No con ellos al menos.

Era un imbécil.

Enfurruñado metió las manos a los bolsillos y continuó caminando mientras el cansancio se acompasaba. La espada a su espalda se balanceaba ligeramente como de costumbre. El peso de la misma le hacía sentir los músculos de las piernas esforzándose.

Con un crujido en la oscuridad y la ráfaga de un aroma acido, se detuvo. Observó en alerta al frente suyo y luego al cielo. En la profundidad de los cielos un crujido poco llamativo se descendía.

De un empujón se encontraba con los ojos cerrados e inconscientemente había llevado sus manos alrededor de su cabeza, protegiéndose así del impacto doloroso contra la pared a su lado. Resopló en el suelo antes de girar a su derecha de donde una enorme bestia le miraba con las manos en garras. Pasmada. Una sonrisa que escurría chorros de sangre se le mostraba en lo que parecía ser un rostro quemado al rojo vivo. Llevaba un cuerno enorme a un costado de la coronilla y las zarpas sangrientas descendían por unos brazos que le llegaban a las rodillas. Largo. A unos tres metros de alto si se sostenía en ambos pies. Retazos de tela negra y roja se aferraban a ciertas partes de su cuerpo, pero despejaban la desnudes de sus genitales y el rostro sangrante. La piel que no se estaba manchada se teñía de un color violáceo.

El aroma le dio una arcada. Azufre.

Con los músculos tensos observó a la bestia subir y bajar el pecho en una frenética respiración como si tratara de percibir algún aroma de él desde aquellos orificios negruzcos. Los ojos negros apenas destacaban de entre la piel quemada y rasgada, negros como la noche. Los faros no parecían darle ni una pizca de luz. Dos oscuros pozos que tragaban la luz.

Concentrado trató de llevar una mano temblorosa a la empuñadora a su espalda. Lentamente. Los músculos tensos y el aroma le abrumaban. El miedo le salpicaba los sentidos.

Aquello no era un Hollow.

En un movimiento rápido la Zanpakuto se estuvo libre de la empuñadora, pero pronto el aire escapó de su boca con un bufido al sentir la espalda de golpe contra la pared. Abriendo los ojos con fiereza observó a su contrincante gruñendo como un lobo ante él y con las palmas de las manos puestas sobre la hoja, perforándose, sin detener la fuerza con la que lo embestía. La sangre escurría a chorros pues el pecho también lo había insertado en el filo. La boca abierta dejaba brotar hilos de sangre como una cascada contenida. Con el rostro sorprendido y aterrorizado Ichigo sostenía la espada frente a él.

La bestia cedió por un segundo hasta darle un zarpazo en la pierna. Apretando los dientes trató de lanzarle, pero de nuevo lo tuvo acorralándole contra la pared. No podía liberarse y las manos le temblaban, la sangre escurría con ardor desde su pierna. Era demasiado rápido. El aliento a podredumbre le mareaba. Débil, como jamás se había sentido, comenzó a abrumarle la desesperación.

Comámoslo.

Apretó los ojos con fuerza al sentir la punzada que aquella voz solía provocarle. Un tono divertido aunque más excitado del que solía escucharle usar, su Hollow se divertia en su interior.

Las piernas comenzaron a flaquearle. Su rodilla derecha se dobló contra su voluntad y pronto se encontró de rodillas soportando el peso de la bestia que no paraba de gruñir y gemir. Como un puerco hambriento no paraba de babear hilos de sangre mientras resoplaba, tratando de tragar su aroma.

—BAN-

—¡SHUNJO!

Ante sus ojos una poderosa línea oscura pareció brillar ante él, destrozando la cabeza del monstruo. Salpicaduras de sangre cayeron sobre su piel. Aquella energía aplastante lo obligó a caer del todo de rodillas, con las palmas ante el concreto. Su respiración agitada se tornaba pesada.

Giró el rostro a la voz femenina que había gritado a su derecha pero, al visualizarla con las pequeñas manos ante su pecho, notó que ninguna energia había terinado por sugir de ella, entonces se giró de golpe al verdadero creador de aquel poder abrumador. A su izquierda una pálida mano se extendía aun con uno de sus dedos señalando. Lo entendió. Aquello había sido un cero. Pronto el aroma a azufre fue extinguiéndose y el reatsu hambriento se posicionó sobre cualquier sensación que anteriormente le aplastara. Sin duda, el aura violenta de los eternamente hambrientos Hollows.

Tras el primer hombre el segundo se acercaba dando la vuelta tranquilamente por una de las calles, llevaba las manos en los bolsillos y avanzaba con desgarbado. Le reconoció de inmediato por aquella sonrisa ladina. El primer sujeto bajó lentamente el brazo.

Irguiéndose tembloroso afrontó a la que consideraba la nueva amenaza. Deslizando la espada con un chirrido del metal que rasguñó el concreto hasta sostenerse con su punta clavada al suelo. El pecho se le oprimió dolorosamente, mareado sintió que no podía más que vislumbrar con a ambas figuras.

En la noche su piel pesaba y el suave aleteo del aire no aminoraba la carga de aquel momento. Con la respiración agitada volvió el rostro y observó las cenizas de la criatura desvaneciéndose con los soplidos nocturnos, como si ni un manchón de sangre hubiese estado allí. Los cielos que le miraban desde arriba manchados de una oscuridad abrumadora. Resopló contra la calle en un tambaleo del que solo la aguja de su espada le imposibilitaba caer.

A su espalda sentía los reatsus de sus compañeros, atentos a cualquier movimiento. Energía errática que se mantenía controlada en sus amenazantes figuras. Los ojos azules que le miraban eran fieros. Las telas rojizas que le cubrían la piel morena lo hacían ver más amenazador que las antiguas de color blanco. En un silencio atemorizante el que había lanzado el cero se retrajo sin aparentes deseos de hablar, pero con la vista clavada en los ojos castaños. Magnéticos. El otro Arrancar avanzó el resto de pasos, con la clara amenaza flameante de Kuchiki a su espalda, hasta estar a unos metros delante de su compañero. A corta distancia de Ichigo.

Los caninos satisfechos de Grimmjow se asomaron en una sonrisa que tensó los músculos de Kurosaki. El aire entraba lento en los pulmones de todos que seguían manteniendo el silencio, como animales resguardando su territorio de otro depredador. Uno demoniaco que extendía sus cuernos a la oscuridad de la ciudad maldita.

—Márchense. —gruño Renji con los dientes apretados desde su espalda. Las manos en la empuñadora de su espalda temblaban. Ansioso por pelea.

Una carcajada áspera salió de los labios del ser frente a ellos que ya no podían diferenciar con seguridad como el antiguo Arrancar. El chillido de la tela dimensional desgarrándose hizo a Kurosaki separar la vista de su oponente más próximo y dedicarla, de nueva cuenta, con aprehensión al hombre envuelto en aquellas prendas rojizas, de quien apenas podía notarle los ojos. Cabellos azabaches  rodeaban su mirada dotada de un verde mortecino que se difuminaba con la oscuridad. Las telas rojas le cubrían desde la nariz sin dejarle verle bien y. como un turbante, le cubrían el resto de cabellos negros.

Brillantes. En un pitido que comenzaba a sonar bajo hasta volverse fuerte, no escuchó las palabras de Grimmjow antes de verle entrar a la Garganta como un ganador. Atento solo observaba los ojos verdes que se detuvieron un segundo más en los suyos antes de perderse dentro de la misma.

Miró el concreto. Su cuerpo pesado era como el mismo concreto. Respirando como un hilo.

Se perdió en la oscuridad del sonido aterrador contra sus oídos, perdiendo la conciencia del movimiento.

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Sentía los suaves dedos acariciando su cuero cabelludo y jugueteando con sus mechones. Las dulces caricias le regresaron con parsimonia a la tierna y cansada realidad. Recobró la consciencia del oído con la agradable risa de una mujer. Ligeramente ronca en algunos aspectos, pero tan dulce que quería reír. Era melodiosa. Le provocaba una acongojante sensación alegre, como si el cansancio que sentía por el resto del cuerpo fuese cubierto con un manto de ternura a través de sus toques y el sonido de su voz. El olfato regresó casi al instante en que el vapor caliente tocara sus mejillas en delicadas ondas húmedas. En sus parpados, en la nariz. Abrió los ojos casi con pena al regresar y pronto sintió el peso que ese cuerpo llevaba cobrándole.

Su suave y blanco mentón fue lo primero que notó, con la firmeza de la porcelana blanca, muy blanca. Esos cabellos negros remarcando su rostro en torno a esa perfecta sonrisa. Suspiro fuerte, captando su atención, haciéndose dueño de su cuerpo. Sonriéndole con tristeza cuando su mirada violeta se volvía preocupada y su sonrisa se esfumaba de su blanca piel.

—Ichigo...

Sus dedos trataron de alejarse, pero una mano de Ichigo se lo impidió posándose sobre la suya. Recordando el miedo paralizante que el aliento a azufre le había provocado. Sintiendo las vendas en torno a su pierna. Evitando que se apartara conectó su mirada suplicante a la suya. Sintiéndose seguro por primera vez en mucho tiempo sobre aquellas suaves piernas que actuaban su papel de cálidas almohadas. Conectados en un nuevo juego magnético. Olvidando el cansancio. Cerró sus ojos una vez más con la seguridad de no sentir que todo iba realmente mal en su interior. Por un momento descansaba lo que no había logrado en meses.

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Rukia salió sola de la habitación dejando a Ichigo profundamente dormido junto a Kon quien le había hecho compañía durante las horas en que pudo estar a su lado. Por el pasillo escuchaba las voces de sus amigos discutir, entre ellas resaltando la de Renji que parecía querer poner orden al asunto y liderarlo. Ella rodo los ojos.

Alrededor de la mesa primero divisó la espalda de Abarai para luego entrar al salón y sentarse a su lado. Frente a ellos se encontraban Uryuu y Chad, el primero con una expresión asqueada pero analítica y el segundo congelado con las palabras del pelirrojo.

faltaba alguien en aquella mesa.

— ¿Donde esta Inoue? —Interrumpió.

—No la llamamos, no parecía lo correcto. —Contestó Ishida.

—Fuimos mandados de urgencia aquí, ¿Realmente importa que ella no este aquí? ¡Nos encontramos ante un posible desplomo espiritual! —le atacaba con ligera desesperación en su voz.

—¡¿Y crees que no lo sé?!

—El incremento de Hollow's eso ha sido abrumador las últimas semanas. —Interrumpió Chad quien había apoyado con mayor esfuerzo a Kurosaki en su tarea de patrulla en la ciudad.

—No, no es un Hollow lo que estuvo aquí a noche y no ha sido la única bestia que se ha presentado en la ciudad pero es la primera que logramos captar debido a la Organización de Comunicación Dimensional —la áspera voz de Renji se volvía exigente.

—Renji —llamo Rukia con autoridad haciéndole cruzar los brazos en son de derrota— Déjame hablar a mí. Los incidentes del incremento de Hollow's —Prosiguió— fue de un 1.7% pero esto no algo que preocupe a la Corte, estos incremento han variado a lo largo de la historia de la humanidad, es cierto que no nos encontramos en alguno de esos casos lo que lo vuelve inusual pero no imposible. El Capitán del Escuadrón 12 llamó a una reunión de emergencia al Capitán Comandante para verificar de emergencia lo que parecía una Garganta poco común de Hueco Mundo, esta destilaba energía energía directa de las puertas del infierno.

—Si alguien hubiera entrado o salido me habría dado cuenta —argumenta Ichigo que, con esfuerzo, se sostenía del marco de la puerta. El cabello desordenado por la reciente siesta.

—No en tus condiciones, Kurozaki —Le sonrío Urahara que entraba a la habitación sin prestar realmente atención.

—No en las condiciones de ninguno —espeta Renji— la energía Demoniaca es casi imposible de distinguir para un Shinigami si es que el —se frenó un momento antes de tragar saliva— si es que la bestia no desea ser notada y para nuestra mala suerte ellos son cazadores.

—Recuerdo haber notado un cambio de energía —llamó la atención de todos hacia la figura de Uryuu, pensante con la vista a la lisa madera de la mesa— Pero fue solo por un instante, fue casi insignificante.

—Yo también, mientras peleaba con el —se acercó a la mesa y se incoo junto a ellos con lentitud. Renji a su lado extendió una mano tras su espalda para evitarle caídas hasta que logró sentarse del todo. — Ahora, Rukia —ella le miró. — ¿Qué demonios está pasando? Ese de ahí ese era Grimmjow, el Sexto Espada.

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