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Capítulo 8: Te lo prometo

Los gritos y blasfemias de los piratas en cubierta llegaron a sus oídos mucho antes de que divisara la escalera que llevaba hacia arriba. El Capitán había desaparecido tan deprisa que lo único que pudo hacer ella fue seguir al pirata llamado Gary por los ruidosos e inquietos pasillos del barco. Por esa razón, Charlotte llegó hasta el caos absoluto en el que se había convertido la cubierta del "Jolly Roger" con una mano todavía prisionera de las correas que antes envolvían ambas extremidades.

Lo primero que pudo ver cuando sus ojos se acostumbraron a la luz exterior, fue a los hombres del Capitán del barco enzarzados en una caótica pelea con ellos mismos. Se sintió realmente desconcertada ante la visión, hasta que vio por qué razón los piratas parecían estar cazando moscas; Los niños contra los que arremetían podían volar.

― ¡Dejad de dar palos de ciego y centrad las fuerzas en el objetivo, malditos inútiles! ―escuchó que gritaba Garfio totalmente encolerizado.

Charlotte se sorprendió al ver crecer la ira en sus brillantes ojos. La pasión con la que actuaba rivalizaba con su fiero aspecto. Estaba exasperado y Lottie supo la razón en cuanto miró hacia arriba. Peter Pan, en su habitual pose arrogante que su tía Wendy había descrito con total lujo de detalle, blandía una ridícula espada de madera que parecía cortar mejor que la más afilada de las espadas. Sonreía con orgullo, pero a diferencia de Garfio, Lottie solo reparó en el muchacho el tiempo suficiente antes de reconocer a Thomas entre los niños voladores. Retrocedió un par de pasos al percatarse de lo que suponía aquello. Lottie era la mayor, por lo que se sentía responsable del pequeño muy a su pesar. Si Garfio se daba cuenta de lo importante que era el niño para ella... No. No podía permitirlo.

Intentó escabullirse y perderse por las escaleras antes de que repararan en ella, pero uno de los piratas, queriendo atrapar a otro niño volador, le dio un fuerte empujón y Lottie se precipitó contra los barriles de madera quedando momentáneamente aturdida.

El inevitable incidente consiguió lo contrario de lo que quería. Alterados por el ruido, Thomas la visualizó al instante y voló hacia ella tan deprisa como pudo. Lottie pudo ver horrorizada, mientras Thomas se lanzaba a sus brazos, cómo Garfio contemplaba la escena con cierta curiosidad. ¡No habría ido mejor su plan ni gritándole que se diera la vuelta!

― ¡Lottie! ¡Lottie, estás bien! ―gritó el pequeño con alegría y lágrimas en los ojos mientras su hermana lo recibía inevitablemente entre sus brazos.

― Tommy... ―dijo Lottie en una exclamación ahogada, dividida entre la emoción de volver a ver a su hermanito y tenerlo sano y salvo con ella, y el miedo a que le sucediera algo por su culpa―. Tienes que irte, ¿me oyes?

El pequeño se apartó de ella lo justo para mirarla a los ojos, tenía miedo, pero parecía totalmente decidido.

― He venido a salvarte ―le dijo con una adorable sonrisa inocente. Lottie no pudo evitar sonreírle a su vez.

― Eres muy valiente, Tommy, pero...

― ¡Así que era verdad! Garfio es el responsable del secuestro de tu hermana mayor... ¡Menuda sorpresa! ―exclamó Peter Pan con cierta arrogancia y despreocupación.

Antes de que Lottie o Thomas pudieran escapar, los piratas del Capitán Garfio rodearon a ambos con las espadas como escudo. Garfio se situó en cabeza, desafiando a Peter con una mirada llena de furia.

― El chico y la chica a cambio del tesoro. Y antes de que digas nada más, te advierto que un solo movimiento y mis hombres matarán a la joven y al niño antes de que puedas hacer nada útil por ellos ―gruñó Garfio con desdén.

Peter lo miró sin mover un solo músculo. Lottie estaba realmente sorprendida ante la amenaza. Las historias de Wendy no mostraban una faceta tan cruel y despiadada del malvado Capitán Garfio. En realidad, Lottie había llegado a la conclusión que era el perfecto villano de un cuento infantil. Sin embargo, el verdadero Garfio parecía tener muchos menos escrúpulos de lo que se había figurado.

Así pues, sin acobardarse ante la amenaza se situó delante del pequeño para protegerlo de cualquier posible ataque. Dirigió una mirada envenenada hacia Garfio y sus hombres, aunque este primero no estaba mirándola a su vez.

― Sabes que no puedo darte el tesoro ―contestó Peter preocupado. Garfio frunció todavía más el ceño.

― Entonces morirán ―sentenció.

Lottie vio a los piratas acercarse más a ella y cubrió tanto como le fue posible a Thomas con su propio cuerpo. Sintió un miedo repentino. El miedo de aquel que sabe que su muerte puede estar cerca.

― ¡Espera! ―gritó Peter―. ¡No puedes hacer esto! Sabes que sin el tesoro, Nunca Jamás...

Los piratas siguieron avanzando y Lottie retrocedió una vez más. Sus ojos vagaron por cubierta, cerca de ella, para encontrar una salida. Nunca había dependido de nadie para salir airosa de los líos en los que se metía ella sola, no iba a ser distinto ahora, aunque sin duda esa era la peor situación en la que se había encontrado jamás.

Mientras miraba a su alrededor, Lottie recordó las palabras que Garfio había repetido apenas hacía unos minutos mientras la enseñaba a perfeccionar su manejo de la espada. <<No solo usará una espada para luchar contra su enemigo, incluso un clavo oxidado, utilizado del modo correcto y con ingenio, puede ser mucho más útil o letal que una espada bien afilada >> Ahora era el momento perfecto para encontrar ese clavo oxidado. Escuchó la voz de Peter Pan lejana junto a la de Garfio, totalmente decidida y enfurecida. Pero no le importaba lo que estuvieran hablando, tenía suficiente con sus propios problemas, que dada la situación, eran bastante más escabrosos de lo que le gustaría reconocer.

Uno de los piratas se acercó lo suficiente a ella como para cogerla por un brazo. Sintió a Tommy pegado a ella, gritando que no la apartaran de su lado. Lottie se resistió, y ante la amenaza y el temor de dejar al pequeño desprotegido, golpeó con una de sus rodillas al pirata que se había atrevido a cogerla. El momento de dolor que el hombre experimentó le dio unos pocos segundos, que aprovechó para apartar a Tommy todo lo que pudo y empujarlo hacia el suelo.

― ¡Corre, sal de aquí! ―gritó al pequeño. Tommy, obediente por primera vez en su vida, gateó entre las piernas de los piratas hasta llegar a los niños perdidos, que lo sujetaron y lo instaron a volar de nuevo.

Lottie despistó a los piratas moviéndose ágilmente y se agachó al instante cuando uno de los hombres del Capitán intentó volver a sujetarla. A su lado, en el suelo, la madera de los barriles rotos al caer sobre ellos, reposaban como un bote salvavidas ante ella. Resultó irónico que la caída de su perdición fuera la responsable de su salvación.

Con fuerza y decisión, Lottie agarró un tablón roto con una mano y la blandió hasta chocar contra el pirata que estaba a punto de sujetarla de una pierna. El hombre se tambaleó adolorido y Lottie aprovechó el momento para empezar a tirar maderas por doquier para lograr hacerse un sitio y salir de esa jaula de cuerpos grandes e imponentes curtidos por el tiempo.

Charlotte corrió por cubierta intentando evitar las manos de los piratas que intentaban herirla. Miró hacia el pequeño Tommy, y se relajó exponencialmente al comprobar que los pequeños niños voladores habían logrado ponerlo a salvo. Fue el mismo hombre del Capitán, aquel que la había atacado anteriormente en primer lugar y que según recordaba su nombre era Gary, el que intentó herirla de nuevo con un cuchillo afilado. La hoja rasgó su camisón y logró cortar levemente su costado derecho.

― ¡Gary, detente! ―escuchó que gritaba Garfio desde el otro lado del barco.

Lottie no dirigió su mirada hacia él mientras se daba la vuelta para escapar, pero se percató de que Gary, el odioso pirata que parecía resentido con ella, seguramente por un buen motivo, se había detenido y no mostraba signos de querer perseguirla de nuevo. La orden de Garfio había sido que tanto ella como el pequeño murieran, pero parecían sus intenciones contradecir su propia orden.

Antes de poder encontrar otro modo de escapar, más piratas se habían acercado a ella y amenazaban con hacerla prisionera de nuevo. Lottie se encontraba cerca de uno de los mástiles del barco, rodeada de nuevo por una horda de piratas enfurecidos y con el orgullo herido.

― Maldita bruja... ―gruñó uno de ellos.

― ¿No te han enseñado a no desafiar a quien pude matarte, mocosa?

― Debo confesar que nunca he obedecido a las enseñanzas que me han impuesto. Seguramente, de haberlo hecho, seguiría prisionera, en un rincón inhóspito de este maldito barco.

La desfachatez de la muchacha provocó a los piratas que se habían detenido momentáneamente ante la orden de su capitán. Lottie sintió, con temor, que la espada de uno de ellos arremetía contra ella, pero esta jamás logró llegar a caer. Una espada, mucho menos imponente y más estropeada, cortó el paso de la hoja afilada. Lottie observó con asombro cómo Peter Pan hacía recular a los peligrosos piratas con su aparentemente inofensiva espada de madera.

― Sujétese, señorita. Voy a sacarla de aquí ―exclamó Peter con una sonrisa confiada en el rostro.

Lottie no sabía a qué se refería hasta que Peter Pan la cogió de una mano y la alzó en el aire. Los piratas intentaron seguirla, blandiendo las espadas y gritando como posesos. Peter la depositó sobre una de las cuerdas que sujetaba los mástiles y le aconsejó que se cogiera con fuerza al mástil para no caer. Ella obedeció y miró hacia abajo.

― ¿Lo derribamos, capitán? ―escuchó que preguntaba uno de los piratas empuñando una pistola de tamaño considerable.

― ¡Rocíala, campanilla! ―exclamó Peter a su vez.

Lottie vio caer el polvo de hadas sobre ella mientras sus ojos seguían centrados a unos pocos metros por debajo de ella. El Capitán Garfio se había aproximado e instaba a bajar el arma del pirata que los encañonaba.

― Pero... capitán. Peter Pan se lleva a la prisionera... ―murmuró. Lottie se concentró en el capitán del barco. Sus ojos la miraban fijamente mientras una pequeña sonrisa adornaba sus labios.

― Señorita, nos vamos ―apuntó Peter Pan mientras la instaba a apartarse del mástil.

Lottie se volvió un instante hacia él. Tommy volaba cerca, con los niños a su lado. Sonreía y la miraba feliz de que hubiera sido rescatada. Entonces, con orgullo, se giró hacia Garfio y le dedicó una mirada de suficiencia.

― Hasta nunca, Capitán ―murmuró en un susurró que Garfio escuchó o intuyó a la perfección.

Desde cubierta, Garfio vio a la joven alzar el vuelo acompañada de Peter Pan y los niños perdidos. Se alejaba con orgullo y valentía. Podría haber hecho que la derribaran, seguramente jamás habría escapado si él no lo hubiera permitido.

Sonrió ante tal pensamiento.

― Hasta pronto, milady. Hasta muy pronto...

***

― ¿Has pasado mucho miedo, Lottie? ¡Da mucho miedo el Capitán Garfio! ¿Te ha hecho daño? ¡Si te ha hecho daño te juro que lo mataré! ―gritaba lleno de orgullo, miedo y decisión el pequeño Tommy mientras Campanilla ayudaba a Charlotte a curar su herida.

Lottie sonrió con una mueca de dolor ante las atenciones de la pequeña hada. Esta sujetaba con pesar la venda mientras le aplicaba un ungüento verdoso en la herida abierta para parar la hemorragia. Peter Pan había intentado ayudar, pero la pequeña hada lo había terminado por echar al ver que el muchacho no hacía más que incordiar.

― No creo que haya pasado miedo, Tommy. Al parecer, tu hermanita nos ha dado una buena sorpresa con ese claro talento para la lucha ―apuntó Peter realmente sorprendido.

Lottie apartó la mirada de su propia herida y de Campanilla para volver su insolente mentón hacia el muchacho. Tommy esperaba todavía la respuesta de su hermana, convencido del miedo que debía haber pasado la joven.

―  No te preocupes, Tommy. Estoy bien.

― ¡Pero mira que te ha hecho! ¡Sangras! ¡Es un pirata muy malo! ―gritó con énfasis. Lottie sonrió.

― En realidad ha sido el pirata llamado Gary el que me ha herido... Ese si es un pirata malvado ―comentó.

― Pero Garfio... daba miedo... ¿Verdad que sí, Peter? ―Peter Pan se acercó medio volando hacia donde reposaba la muchacha y se sentó en uno de los troncos que utilizaban de sillones.

― En realidad, es un viejo estúpido. Yo he podido con él siempre. No tiene por qué preocuparse, señorita. Aquí está a salvo ―aseguró con orgullo. Lottie sonrió con burla retenida ante sus palabras. Era un adolescente, reconoció. Su orgullo y su confianza de saber más que nadie lo confirmaban.

― Muchas gracias, caballero. Ahora me siento mucho más segura ―dijo para apelar al orgullo del muchacho. Este sonrió encantado.

― ¿Puedo preguntar dónde ha aprendido a luchar de ese modo? ―dijo con admiración―. Reconozco que me ha sorprendido. Estaba a punto de dejarla allí, pero puedo admitir cuando me equivoco. Tal vez no sea tan aburrida como había pensado.

― ¡Claro que no! ¡Lottie todavía sabe divertirse! ―exclamó Tommy acercándose a la joven―. ¿Verdad, Lottie? ¿A que no eres una adulta como papá? ¡No eres ninguna aburrida!

Lottie se quedó mirando al pequeño mientras contenía la respiración. Campanilla había terminado de vendar la herida y aplicó un puñado de polvos de hada para aliviar el dolor. Jamás la habían herido de ese modo. Se sentía como en uno de sus tantos sueños de aventuras, donde podía pasar cualquier cosa. Pero en sus sueños soñaba con ser una mujer independiente, dueña de sí misma, cabalgando por los mares en su propia embarcación. Sabía que sus sueños eran demasiado fantasiosos, por esa razón no quería crecer. Crecer significaba renunciar a su sueño de volar libre hacia el horizonte. Significaba casarse, tener hijos y convertirse en una dama respetable. Pero al estar encerrada en la bodega de un barco pirata, al presenciar cómo era la vida de un pirata... ¿Podría ella ser tan libre como ellos? ¿Acaso era demasiado pedir que su vida no girara entorno a algo tan frívolo como los bailes, los vestidos, los buenos modales y los caballeros gallardos? Encontraba mucho más interesante una espada bien afilada con la que poder luchar en incontables aventuras que un buen partido con el que casarse bien y tener hijos.

― ¿Nos ayudará, entonces?

Lottie salió de sus cavilaciones al escuchar esa pregunta directa. Peter Pan, junto a Tommy y los niños perdidos, la miraban expectantes. Se sonrojó.

― ¿Ayudar a qué? ―preguntó con pesar.

― ¡Te dije que no estaba escuchando! Cuando parece estar atenta, seguramente está en la Luna, como dice papá ―se apresuró a mortificarla Tommy.

― Estábamos diciendo de esconder el tesoro para que Garfio no lo encuentre. ¿Nos ayudarás? ―preguntó uno de los niños perdidos, el más rechoncho de ellos.

― Después regresaremos a casa, papá estará preocupado ―dijo Tommy como si dedujera la expresión de Lottie como de contradicción.

― ¿Regresar? ―murmuró.

― Estoy seguro que desea volver a su hogar ―dijo Peter, inexplicablemente amable.

― No ―dijo para el asombro de todos―. No voy a regresar.

― Pero... ―murmuró Tommy confundido. Lottie se sintió dividida. Tommy era su hermanito, no deseaba tener que dejarle, pero si regresaba tendría que casarse con Edgar. En tal caso también se separaría del pequeño para convertirse en aquello que tanto detestaba. Regresara o escapara no iba a cambiar el hecho que iban a separarla del pequeño. Y eso la mortificaba.

― Tommy, ven, tengo que hablar contigo un momento ―dijo con cierto pesar. El pequeño retuvo un mohín y asintió con la cabeza.

Con cierto esfuerzo, Lottie se incorporó de la camilla hecha de hojas en la que había reposado y dejó caer la camisola blanca que Peter Pan le había dejado para que se pusiera. Al parecer tanto la camisa como el calzón oscuro ajustado de hombre, por lo que a ella le iba un poco grande, los había encontrado en el cofre del tesoro que le robó hacía tiempo al Capitán Garfio. Como el camisón azul que había llevado puesto tenía un corte bastante grande en la cintura, Lottie no había podido seguir usándolo. Los pantalones y la camisola, reconoció admirada, eran tan cómodos que deseaba poder llevaros siempre, olvidando los vestidos sofisticados de muselina o las cofias apretadas con sus cintas de seda.

Una vez fuera y lejos de oídos curiosos, Lottie se agachó hasta la altura del pequeño, y con cariño y una sonrisa le alzó el mentón para que la mirara.

― Tommy... ¿Recuerdas por qué razón querías traerme aquí? ―Tommy asintió con el labio inferior comiéndose aún el superior en un gesto triste.

― Papá dijo que ibas a irte para hacerte mayor y crecer.

― Si regreso... papá me obligará a marcharme... y crecer. ¿Quieres que eso pase? ―dijo con ternura. Tommy negó con la cabeza―. Yo tampoco. Por eso no puedo regresar. Si vuelvo a casa... creceré. Para siempre. Y me volveré una aburrida.

Tommy alzó el rostro asustado.

― ¡Pero si te vas no te veré nunca! ¡Y papá querrá que crezca yo también! ¡No puedes irte, Lottie! ¡Yo hablaré con papá y le diré que no te puedes ir y que tienes que quedarte en casa, conmigo!

Lottie suspiró. Si todo fuera tan sencillo. Pero a su edad ya debería estar casada, o comprometida, si más no. Sus deseos no podían distar tanto de la realidad. Y lo único que la retenía allí, a su pesadilla, era el pequeño que tenía delante y le suplicaba que no lo abandonara.

― Si le digo a papá que no quieres irte, que quieres seguir cuidándome. Te dejará quedarte. Estoy seguro. Papá te quiere mucho.

Lottie no lo dudaba, pero sabía que su padre creía estar haciendo lo correcto casándola con Edgar Becher. Estaba seguro que su madre lo habría querido así. Que fuera una mujer respetable, casada, con hijos propios, con casa propia... Lo que no sabía era que su madre también habría querido que fuera feliz además de todo eso. Y la combinación de lo correcto no daba como resultado su felicidad.

― No me dejarás, ¿verdad?

Miró a Tommy con angustia. A esos ojitos pequeños relucientes de esperanza y decisión infantil. Como si pensara que podía comerse el mundo convirtiendo lo imposible en posible. Entendió y estuvo mucho más cerca de su madre cuando se sintió reflejada en el pequeño. Tenía miedo de separarse de ella, como ella tuvo miedo de separarse de su madre. Recordaba lo que le había pedido mientras incrementaba su enfermedad, exactamente lo que Tommy estaba pidiéndole a ella...

<< ― No me dejarás, ¿verdad? Quiero que te quedes, mami... No te vayas...

Y a pesar del dolor que sentía, ella sonrió. Acarició su mejilla y dijo con voz dulce;

<< ― Pero si no me necesitas, pequeña flor. Eres tan fuerte e inteligente que podrías conseguir cualquier cosa que te propusieras.

<< ― Pero...

<< ― Pero si eso te hace feliz, entonces me quedaré. Tanto tiempo como me necesites, estaré a tú lado. Te lo prometo.

Lottie sabía ahora el dolor que sintió, y sabía que aceptar la medicina y los métodos para vivir solo un poquito más lo hizo únicamente por ella. Más adelante por el pequeño Thomas, que para ese entonces todavía no sabía que estaba en camino. Lottie estaba segura de que habría aguantado viva mucho más si no hubiese sido por el embarazo. Había sufrido un infierno solo para que ella no tuviera miedo, por no abandonarla.

<<― Mami... puedes irte ya. No hace falta que sigas quedándote conmigo... Yo cuidaré de Tommy mientras me necesite―recordaba Lottie que le dijo cuándo el pequeño Tommy acababa de nacer―. Te lo prometo...

Había visto el dolor, por primera vez en meses, en el rostro de su madre. Su promesa estaba haciéndole daño, y la pequeña Charlotte quería ser la niña fuerte e inteligente que su madre creía que era. Y desde entonces siempre había mantenido la promesa que le hizo a su madre... Siempre.

Miró al pequeño y sonrió, sabiendo que todos sus sueños se iban volando mientras pronunciaba esa promesa que no iba a romper.

― Nunca jamás, Tommy. Te lo prometo.

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Aquí va otro!! ^^ Siento la tardanza, esta vez tenía más tiempo, pero parece que todo va en mi contra, porque mi ordenador casi muere T.T He pasado dos semanas sin poder tocar apenas el ordenador... Pobrecito... Pero lo ha superado, o eso espero jajajajja ¡Y sin tener que reformatear el sistema! Todo un logro jajaja

¡Bueno! ¡Basta de rollos! ¿Qué os ha parecido? Sí, lo sé, muchos no querían que Lottie fuera rescatada, pero no os preocupeis que se volveran a encontrar... ^^

¡¡Bueno, espero que os haya gustado!! ^^ ¡¡Besitos a todos!! ¡Nos vemos pronto!

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