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Capítulo 5: El barco Pirata

El sol empezaba a perderse en el horizonte, asegurando el final de un nuevo día. La tripulación, a bordo del "Jolly Roger", estaba inquieta y preocupada. No parecían ver con buen ojo la nueva adquisición del capitán. A diferencia de lo que sucedió con Wendy, los hombres del capitán no estaban tan seguros de que aquella mujer fuera de alguna utilidad. Eso en opinión de algunos, otros parecían preferir obtener otro tipo de "satisfacción" de la nueva inquilina. Aunque ninguno lo había dicho de forma abierta, Garfio sabía que ninguno de ellos estaba animado ante el nuevo plan.

― Señor... Lamento muchísimo la confusión. De lejos no parecía... ―empezó disculpándose su segundo de abordo.

Garfio esbozó una pequeña sonrisa que no le llegó a los ojos. Estos, por el contrario, no separaron su visión de la inmensidad del mar. Un mar con reflejos anaranjados producidos por un sol prácticamente extinto. Pronto saldría la luna, volviendo a traer una noche más.

― Peter Pan la ha traído por alguna razón. Esa mujer no ha llegado aquí sola. Así que si Peter la ha traído aquí, algo debe importarle ―razonó sin mirar a Smee―. Nuestro plan sigue en pie. Y veremos dónde nos lleva.

Smee asintió levemente con la cabeza. Esperó unos instantes, pero finalmente se vio obligado a añadir algo más.

― Eso está muy bien, señor. Pero... ―murmuró―. A diferencia de Wendy, esta chica es... ¿cómo decirlo? No demasiado fácil de tratar...

― Está amordazada ―observó sin darle mucha importancia.

― Lo estaba. ―Garfio se volvió con el ceño fruncido. Smee carraspeó avergonzado―. Ha logrado deshacerse de la mordaza y de las cuerdas que la ataban. No importa qué digamos, no va a confiarle su vida a ninguno de nosotros. No ha probado bocado. Y siempre que entramos en la habitación se protege detrás de la mesa y empieza a ordenarnos gritando que salgamos. Y no deja de chillar hasta que hemos abandonado la habitación. Por lo que asegura la tripulación, la chica se está vengando por sus palabras, señor.

― ¿Mis palabras?

― Dijo que las mujeres suelen gritar mucho. ―Garfio dejó escapar una risota.

― Y al parecer olvidé decir que también son obstinadas ―añadió divertido. Luego peinó con el pulgar y el dedo índice su corta barba y observó a su segundo de abordo con cierto aire burlón―. Por lo que veo, debo tener una tripulación de mujercitas asustadas, ya que sois incapaces de controlar solamente a una.

Con aire confiado, Garfio se alejó de cubierta para bajar por las escaleras que lo llevarían hasta la bodega. Los demás piratas se acercaron un tanto para observar cómo su capitán se dirigía donde la joven seguía recluida.

― No querría estar en su piel ―murmuró uno de los piratas sin apartar la mirada de las escaleras que iban hacia la bodega.

― ¿Crees que el capitán será muy severo con la muchacha? ―preguntó su compañero, colgado de una de las cuerdas que ataban el mástil superior.

― No... ―aclaró con cierta despreocupación― Si lo decía por el capitán.

***

Lottie caminaba frenéticamente por la bodega como un león enjaulado. El olor fuerte del alcohol en los barriles había conseguido marearla un poco, eso y el suave pero incesante vaivén del barco. También a causa de eso, había tropezado en un par de ocasiones, una de las cuales había caído en un charco de algo que resultó ser pegajoso. Por el olor fuerte y rápidamente reconocible, uno de los barriles se habría derramado. Así que apestaba, estaba mareada y furiosa. Una combinación que la tripulación había lamentado profundamente.

Todavía no podía creer que se encontrara realmente en Nunca Jamás. Tal vez fuera un sueño, un hermoso, exasperante y terrible sueño, pero era mucho mejor que el mundo real. Donde tendría que casarse con un hombre que detestaba. Aunque encontrarse en un barco pirata, capturada por el mismísimo Capitán Garfio, no era precisamente una escapatoria al matrimonio demasiado alentadora. Por suerte, ese pirata en concreto no podía ir demasiado lejos, así que suponía que su suerte no sería pasto de la esclavitud. Cosa sin duda peor que casarse. O eso quería creer...

Lottie escudriñó de nuevo la entrada de la bodega, donde un montón de objetos que había encontrado y lanzado contra los piratas que quisieron entrar a por ella estaban esparcidos o bien rotos por doquier. Recogió un cristal largo y puntiagudo que enrolló con un trapo sucio a modo de empuñadura. No podía seguir desarmada.

Escuchó los pasos de botas acercándose a la puerta, y corriendo se situó de nuevo detrás de la única mesa en la bodega. Escondió su improvisada arma detrás de su cuerpo y cogió con la otra mano un objeto metalizado que se encontraba cerca. Justo cuando la puerta empezó a abrirse, Lottie tiró lo que sus manos sostenían con fuerza. El intruso sorteó el objeto a duras penas, haciendo que este tirara al suelo su sombrero pirata de rojo intenso y adornos de piedras preciosas.

― Es una suerte que su puntería sea altamente cuestionable, milady. De lo contrario, me habría dejado usted sin cabeza ―observó. Lottie, lejos de dejarse amedrentar, alzó la barbilla con orgullo.

― En realidad, mi falta de precisión ha sido alterada por la confusión. ―Al ver el rostro extrañado del pirata, aclaró―. Uno de sus hombres es algo más alto. De medir diez centímetros más, no dude que hubiera dado en el blanco.

― En tal caso, debo decir que, por primera vez en mi vida, consideraré una suerte no ser tan alto. O al menos veré como algo positivo que una mujer me haya llamado bajito ―inquirió con cierto escepticismo.

Lottie frunció el ceño a la vez que inhalaba con cierta frustración. El Capitán terminó de entrar en la bodega sorteando descuidadamente los objetos rotos esparcidos en la entrada. Fue la primera vez que Lottie pudo verle con claridad.

― No he dicho que sea bajito, solo que no es tan alto. ―Y era cierto. Garfio no era el más alto de su tripulación, por lo que había podido comprobar. Había tres que eran un poco más altos que él, pero eso no la sorprendió. De todos modos, cualquiera de ellos seguía siendo considerablemente más grande que ella.

Él mismo por ejemplo, mientras se acercaba prudentemente a ella, pudo comprobar que le sacaba una cabeza entera. Imponía muchísimo, tanto de aspecto como su fiereza al mirar. No era un hombre que pudiera hacerte sentir cómoda.

Sus pies recularon, pero su mentón seguía alzado en un gesto arrogante. Observó cómo Garfio alzaba una ceja, asombrado por su actitud. A pesar de lo nerviosa que podía resultar su mirada, sus ojos azul eléctrico eran realmente hermosos. No había podido apreciarlos a la luz de la luna, pero con la luz del día entrando por la pequeña ventana de la bodega, podía ver el destello que sus ojos desprendían.

― ¿Tiene idea de por qué está aquí, milady? ―preguntó con tono enigmático. Lottie dudó.

― Me ha secuestrado.

― Eso es evidente. ¿Por qué cree que la he secuestrado? ―contestó con un ademán.

Lottie lo pensó detenidamente. Lo cierto es que no había considerado eso. Estaba allí porque su hermano pequeño había decidido concederle una salida a su futura prisión. Ni siquiera sabía que lo había hecho, pero así había sido. Thomas la había salvado. Con ayuda de Peter Pan, al parecer. Y ahora, horas más tarde, se encontraba prisionera en un barco pirata... Prisionera del barco del Capitán Garfio. Enemigo directo de Peter Pan, quien la había traído a Nunca Jamás.

Entonces Lottie empezó a reír. No pudo evitarlo. Lo había entendido prácticamente al instante. Garfio pretendía amenazar a Peter Pan, y su moneda de cambio... ¡era ella!

― ¿Qué le parece tan gracioso? ―preguntó un tanto molesto por su actitud. Pretendía ocultarlo, observó con cierta satisfacción Lottie, pero se hacía evidente su mal humor.

― Están claras sus intenciones, Capitán ―afirmó con falsa galantería―. Me ha hecho prisionera porque cree considerarme útil, usted mismo lo dijo. Y mi utilidad es para, evidentemente, sabotear como de costumbre a Peter Pan.

Garfio se quedó mudo unos instantes, pensando sus posibles respuestas. No le extrañaba que sus hombres se hubieran marchado de allí y se negaran a hacer frente a la joven prisionera, se trataba, sin duda, de una arpía con rostro de sirena.

― Se cree muy lista, ¿verdad?

― ¿Estoy equivocada? ―Garfio no cambió su expresión furibunda.

― Esté o no equivocada no cambia el hecho de que sigue siendo una prisionera.

Lottie se acercó un poco, observando que él también se había acercado. Garfio no se dio cuenta, pero ella sí, y su improvisada arma se reafirmó en su pequeña y aparentemente delicada mano.

― Usted sí está equivocado.

― ¿En qué, si puede saberse? ―preguntó por morbosa curiosidad. Lottie se encogió de hombros e hizo una pequeña mueca con los labios, quitándole importancia pero intensificando la intriga.

― En muchas cosas ―apuntó―. Como en el hecho de que sea de utilidad para sus propósitos. No estoy aquí por la razón que supone. Peter Pan no va a querer salvarme, así que no soy una buena moneda de cambio.

― ¿Y por qué razón está aquí, entonces? ―preguntó con una pequeña sonrisa.

― No es de su incumbencia ―se apresuró a decir. Garfio se acercó un poco más.

― Me atrevería a decir que su estancia en Nunca Jamás se debe indirectamente a Peter Pan. Ya quiera él salvaros o no, alguien os ha llevado aquí, y ese alguien solo puede ser campanilla. Y la pequeña hada siempre va con ese muchacho insufrible. Así que, si la razón es externa a sus deseos de tenerla aquí, tal vez la razón por la que la ha traído sea incentivo suficiente para que se convierta, por consiguiente, en útil para mí y en una excelente moneda de cambio. ―Lottie no quería haber entendido sus palabras. Así que permaneció en silencio, mordiéndose la mejilla interna con indecisión―. Es decir, que quien quiera que la haya querido traer aquí será quien convenza al mocoso de que es usted importante.

― Entonces no me he equivocado, quiere hacer un cambio ―corroboró. Garfio amplió su sonrisa―. ¿Por la vida de Peter? Siempre ha perdido ese juego, ¿qué le hace pensar que esta vez va a resultar más efectivo?

― Habla como si me conociera. Y no me conoce en absoluto, milady ―murmuró tajante.

Se dio la vuelva a tiempo de que Lottie mostrara sus uñas. Pero casi lo prefirió así. Necesitaba que bajara la guardia. Sus palabras habían conseguido frustrar su intento de desconcertarlo.

― ¿Qué es lo que quiere de Peter Pan? ―se atrevió a preguntar. Garfio se apoyó en la madera cerca de la única ventana de la bodega, el sol iluminó sus ojos azules dándoles una transparencia sobrenatural.

― Mi estrella. Mi estrella para poder regresar.

Lottie se quedó quieta unos instantes. No había esperado esa respuesta. En realidad, no había esperado ninguna respuesta.

No obstante su actitud cambió al instante. Se apartó de la ventana y volvió a acercarse a ella con aire funesto. Su expresión lograba incomodarla e intimidarla, aunque intentaba por todos los medios que ese sentimiento no se viera reflejado en sus ojos.

― Así que, milady, no estoy equivocado en el hecho de que usted me será de utilidad. Si quiere seguir con vida, le recomiendo que haga bien de cuidarse de comportarse indecorosamente en presencia de mis hombres. No es ninguna niña como mi antigua prisionera. Así que supongo que sus modales serán mejores. ―Lottie frunció el ceño.

― ¿Por qué supone que voy a comportarme como una señorita cuando no lo hacía estando en Londres? Se equivoca al pensar que voy a comportarme adecuadamente en presencia de un pirata. No merecéis ese trato ―aseguró altiva. Garfio se mofó.

― Yo creo que sí. Porque de lo contrario, aceptaré su palabra anterior de que no es útil y la acompañaré a dar un paseo por la tabla.

― Sus amenazas no me dan miedo ―apuntó. Garfio la miró con cierto cinismo, aunque no pudo ocultar un tanto de asombro y admiración. La joven estaba demostrando un coraje que muchos hombres en su situación no presentarían.

― Reconozco que sí me he equivocado en una cosa, milady ―aseguró. Lottie apretó el arma improvisada entres sus manos, detrás de su espalda. Alzó el mentón.

― ¿En qué, si puede saberse? ―Garfio alzó su rostro con una de sus manos. Sus dedos estaban fríos, pero sus ojos azules la abrasaron. No entendía porque se sentía de ese modo, pero aunque quería apartarse de él, deseaba más aún que no se alejara. Y se ocultó a si misma ese sentimiento frunciendo el ceño con furia.

― No es ninguna señorita, así que evitaremos tratarla como tal en un futuro. Para que no se sienta insultada, ya que parece que el título la molesta ―sonrió. Lottie gruñó.

― ¿Acaso hay peor trato que este? Encerrada en una bodega pestilente.

― Lo hay.

― No imagino cual es.

Entonces Garfio se lo mostró gustosamente, cambió la posición de la mano, y encerró su cintura con la otra. Pegó su cuerpo al suyo y presionó sus labios contra los de ella. Lottie abrió los ojos de par en par, recordando su arma al instante. La dejó caer y, por suerte, su camisón frenó un poco la caída y el trapo disimuló el ruido. Garfio estaba demasiado ocupado besándola como para percatarse de ese detalle.

Sus labios duros empezaron a amoldarse con más suavidad, pero Lottie no era consciente de nada más que del arrogante gesto. Estaba demostrándole cual era el trato para una mujer que no fuera una señorita. Le estaba ofreciendo el trato de una furcia.

Furiosa, lo mordió en el labio logrando que este sangrara. Garfio dejó escapar un grito y la empujó hacia atrás en un acto reflejo. Lotti quedó sentada en el suelo, con la barbilla alzada y el ceño fruncido. Furiosa.

― ¡Maldita bruja! ―gritó. Luego la miró y no pudo evitar reír ante su descaro. Era una combinación extraña entre sonrojo, incredulidad y furia. Un revoltijo precioso. Una sirena furiosa. Se rió mientras con el dorso de la mano limpiaba la sangre del labio.

Lottie se quedó allí, mirando furiosa e impotente cómo Garfio se alejaba, salía de la bodega y volvía a cerrar la puerta con llave.

Al instante, Lottie se abalanzó hacia el lugar donde había caído su arma improvisada. Seguía de una pieza. Tal vez ahora no había tenido ocasión de utilizarla, intentó convencerse, pero pronto encontraría otro momento. Y entonces no tendría piedad.

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¡¡Bueno!! :) Aquí otra parte ^^ Espero que esté gustando. Y también espero poder subir otro pronto :D

Besitooos

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