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Capítulo 3: Nunca Jamás

― Debes poner recta la espalda, hija. Estos nos son modos de comportarse una señorita ―La voz grave de su padre la sobresaltó de nuevo. Obligándola a obedecer a pesar de que eso era lo último que deseaba hacer.

Era una sala grande que iba llenándose poco a poco de gente distinguida. Entre ellos estaba su futuro marido, un hombre gallardo con aires de superioridad tales que lograron hacer que volviera la vista. Una mujer que no recordaba su nombre pero sí su perfumado tocado exagerado y su pomposo vestido lleno de encaje, se había sentado a su lado. Hablaba, pero no sabía sobre qué. Era una conversación apropiada, correcta. Exactamente lo que se esperaba de ella. Un hombre de la edad de su padre le ofreció amablemente la mano, dispuesto a pedirle un baile. Como una dama debía hacer, aceptar las propuestas con cortesía, y dedicar el tiempo justo a cada uno de los que quieran un baile. El tiempo justo, pues no es apropiado más ni menos. Todo encajando en el perfecto orden de las cosas. Algo que deseaba romper. Salir corriendo, gritando, bailando sola en medio de la pista.

Por el contrario, permaneció quieta en su sitio. Sin mover ni un solo dedo.

― Todas las mujeres deberían tener la protección de una familia. De un hombre bueno y fuerte con suficiente poder como para asegurar su seguridad ―comentaba la mujer del vestido pomposo a su lado. Charlotte la miró sin pestañear.

― Por supuesto. Sobre todo con los tiempos que corren. Se dice que cerca de aquí ha habido ataques de piratas ―proclamó el hombre al lado de la mujer, que al ver que ella permanecía quieta se había añadido a la conversación.

― ¡Piratas! Lo que se tiene que oír. ¿Dónde llegaremos con tanta maldad? ―exclamó sofocada la mujer. Charlotte la miró asombrada.

― Dicen que el peor de todos fue el Capitán James Hook, temido incluso por otros piratas. Saqueaba sin compasión, incluso las naves más grandes y majestuosas de Inglaterra.

― ¡Dios mío! ―exclamó la mujer.

― Cierto, pero según tengo entendido, desapareció hace veinte o treinta años, aproximadamente. Es un gran alivio para los mercaderes. Ser saqueados por piratas es la experiencia más terrible que he oído nunca. Según cuentan, nadie queda con vida en un navío asaltado por el Capitán Hook ―aseguró el hombre.

Charlotte observó añadir algo inteligible a su padre, que de repente pareció reparar en su presencia. Sonriendo a su hija, cogió su mano y llamó a Edgar con gracia.

― ¡Es cierto, por poco olvido la razón de esta reunión! Mi hija va a contraer matrimonio pronto.

― ¿De verdad? ―apuntó la mujer emocionada. Charlotte pareció verlo todo en cámara lenta, como si ella fuera solo una espectadora. Incapaz de detener lo que su padre estaba diciendo. Incapaz de detener el paso del tiempo, de su tiempo. Su vida se precipitaba hacia delante y ella solo quería permanecer allí, quieta, ajena a todo.

―...el compromiso... ―escuchó la voz de Edgar.

―...pronto... ―su padre.

― ¡Que magnificas noticias! ―la mujer.

― ¡Será feliz, señorita! Su marido la protegerá de los males del mundo.

― No... ―intentó decir―. No... por favor... ― ¿Y quién la salvaría de él? ¿Quién la apartaría de tal destino? ― ¡No! ―Gritó tapándose los oídos mientras agitaba la cabeza temblando―. ¡Basta! ¡No quiero! ¡Dejadme! ¡Dejadme!

Sus gritos se volvieron sollozos mientras se levantaba de un lecho de hojas secas y mantos castaños, suaves como el algodón.

Charlotte se levantó con cuidado, mirando hacia todas partes realmente asombrada. Ese lugar parecía un sueño, y su sueño había parecido la más terrible realidad. Pocas veces la vida giraba la rueda de la suerte, cambiando su visión de ese modo. Pocas veces, por no decir ninguna. Se acercó al ventanal, que era el hueco redondo de madera de una pared oscura. Fuera las hojas de los arboles grandes se alzaban ante sus ojos. Ramas y zarzas acompañadas de flores de todos los colores, algunos capullos empezaban a abrirse, otros a cerrarse, y de entre las flores, pequeñas luces brillantes reflectantes de la luna, alumbraba sus ojos centellantes de asombro.

― Lottie ―escuchó la voz de su hermano. Se volvió y sonrió al verle―. Has despertado. Te desmayaste al llegar aquí... Peter no está muy contento. Dice que no puedes quedarte porque eres demasiado mayor...

Lottie miró por la ventana. Si ser mayor significaba su sueño y aquello era su niñez, quería permanecer allí para siempre. Seguridad, protección. Ella no necesitaba a un hombre para eso. Ella podía mantener su propia seguridad y protección. Era bien capaz.

― ¿Dónde estamos? Es precioso ―apuntó ignorando las palabras de Thomas.

― Ya te lo dije. Me dijiste que querías ir, que te quedarías aquí para siempre si pudieras.

Lottie comprendió enseguida que su hermano estaba disgustado. No sabía muy bien si con ella o por su actitud. Su tía había contado historias de Peter Pan, ella se mostraba como la protagonista, aquella que viajaba con él a Nunca Jamás. Tal vez sus cuentos no fueron tales.

― Nunca Jamás... ―murmuró mirando por la ventana. Thomas alzó los ojos y se acercó a ella. Más no pudo acercarse lo suficiente.

― Ya has despertado. Así podrás irte.

Lottie se volvió hacia el muchacho que acababa de entrar en la habitación. Sus cabellos entre el rubio y el rojizo ligeramente enmarañados, sus cejas arrogantes y su gesto seguro, sus ropas hechas con hojas y telas verdes. Sin duda era exactamente como Wendy, su tía, lo había descrito.

― Peter Pan.

Peter se puso tenso, abandonando su postura segura por unos instantes. La miró con cierta curiosidad.

― ¿Tommy te ha hablado de este sitio? ―ella se rió con cierta ternura.

― Yo le contaba estas historias a Tommy ―apostilló. Peter la miró asombrado.

― ¿Y cómo conoces este sitio tú? ―dijo con desconfianza.

― Mi tía me contaba estas historias antes que yo se las explicara a Tommy.

Peter avanzó curioso hacia ella.

― ¿Tu tía?

― Alguien que conoces bien, creo comprender ―dedujo con una sonrisa―. Wendy.

El rostro de Peter cambió visiblemente. La miraba de otro modo. Con nostalgia, tal vez. La conocía, sin duda. Y las historias, o bien eran ciertas, o sus sueños eran cada vez más extraños. Aunque si se trataba de un sueño, pensó, no quería despertar.

― ¿Eres... familia de Wendy? ―preguntó con la voz pastosa. Lottie asintió.

― Ella... contaba tus historias, historias de Nunca Jamás. Me encantaban esos cuentos. Aunque supongo que no fueron solo cuentos.

Peter se alejó de ella, mirando a Tommy un instante. Quiso decir algo, pero las palabras se atascaron en su garganta. Cuando se volvió fruncía el ceño.

― No debería haberte traído. Ni tú deberías habérmelo pedido, Tommy ―afirmó hacia el pequeño. Este pareció avergonzado.

― Lottie es diferente... ―murmuró.

― ¡Es una mujer! Ya no es una niña, Tommy. No es distinta a los demás adultos. Y jamás entenderá este sitio.

Lottie frunció el ceño y se puso delante de su hermano, protegiéndolo.

― ¡Ni tú entenderás jamás lo que es que te obliguen a crecer! Escapaste de ello, siempre lo has hecho. Y huir de un problema no significa que vaya a solucionarse. Evadiéndolo no va a desaparecer.

Lottie se quedó quieta ante sus propias palabras. Había parecido tanto a su padre que la repugnó. En cierto modo tenía razón, no podía huir de sus problemas eternamente. Pero aceptarlos tampoco era una solución. Tendría que hacerles frente. Aunque todavía no sabía el modo.

― ¿Eso es lo que se dicen todos los adultos? ¡Qué triste! ―Lottie se volvió, furibunda.

― No importa. No quiero hacer lo correcto, ni lo sensato. No me importa lo que puede parecer adulto o lo que puede ser una niñería. No pienso regresar. Nunca. Jamás. ―Y como una sentencia y un juego de palabras al mismo tiempo, se dio media vuelta y salió de la habitación de madera para encontrarse con un bosque. Nadie la siguió, o tal vez caminó tan deprisa que a nadie le dio tiempo de seguirla.

*****
No lejos de allí...

― ¡Capitán! ¡Capitán! ―gritó su segundo de abordo, y hombre de confianza en mitad de su más preciada hora de sueño.

Su sombrero rojo cubría sus ojos, tumbado en una cama mullida con cojines y telas procedentes del oriente, finas y de pura seda. Su camarote estaba repleto de objetos que valdrían más dinero del que un solo hombre pudiera ganar en toda una vida. Y él las había recolectado en muchísimo menos.

Abrió un ojo por debajo del sombrero, y con el garfio reclinó hacia atrás el ala que ocultaba su mirada. Unos ojos azules enfocaron los verdosos acuosos de su segundo.

― ¡Smee! Espero, por tu bien, que sea importante.

― Lo es, capitán. Es Peter Pan.

El Capitán Garfio se levantó de su lugar de reposo de, prácticamente, un salto. Su sombrero cayó encima de la mullida cama y su cabello oscuro de rizos indefinidos cayó sobre su rostro, ocultando levemente sus facciones angulosas.

― ¿Qué hay de él? ¡Habla! ―gritó furioso. Smee se encogió un poco.

― Está pasando de nuevo, capitán ―apostilló con cautela y cierto tono de misterio. Garfio intentó, sin mucho éxito, contener los impulsos de estrangular a su segundo de abordo.

― ¡Habla de una vez, maldita sea! ¡O serás pasto de los tiburones!

― Sí, señor ―apuntó―. Es la señorita. La joven. Peter ha vuelto a traer a una chica ―aseguró Smee con entusiasmo. Garfio se paseó por la estancia pensativo a la vez que furioso. Miró por la ventana mientras retorcía con su mano buena el garfio que había tenido que ponerse por culpa del maldito niñato que se había atrevido a arrebatarle la mano―. Es nuestra oportunidad, capitán. Es lo que estaba esperando.

Garfio frunció el ceño todavía más y una sonrisa de medio lado apareció en sus labios. Una sonrisa aterradora.



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¡¡Hola!! :) Espero que esté gustando ^^ ¿A alguien más le parece fascinante el capitán Garfio? La verdad, los malos de las historias siempre me incitan, según cuales, a realzar su importancia. Los protagonistas, o los buenos, no son siempre los personajes más interesantes. Creo que este en concreto es uno de los más fascinantes villanos que existen ^^ ¿Estais de acuerdo? :D besos!!

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