Capítulo 19: Mi estrella
Una furia creciente y un dolor que lo había atravesado como una espada afilada fue lo que sintió Garfio al ver caer a Lottie del barco atada como un pollo. Debía ser, con meridiana certeza, la peor agonía que había sentido nunca. En comparación, el disparo que acababa de sufrir era una minucia.
Lo único que se había sentido capaz de hacer, fue correr hacia ella para salvarla. Si no la sacaba pronto del agua, moriría ahogada. Y la idea de que no volviera a abrir sus ojos, mirarlo con desafío o apuntarlo con una espada, ni tendría otra oportunidad de besar sus labios... lo volvía loco.
Antes de conocerla, Garfio la habría sentenciado a ese destino él mismo, ahora en cambio se apresuraba a tirarse al mar para poder evitárselo. No sabía en qué momento había sucedido. No era ni remotamente el tipo de mujer por el que perdería la cabeza. En realidad, nunca había perdido la cabeza por ninguna mujer. Pero sus intentos de auto-engañarse habían fallado por completo. Y solo existía una razón por la que se había abierto paso entre su gente y golpeado a Gary para rescatarla. Solo una razón por la que se había interpuesto entre la bala y ella; Lottie le había robado el corazón a un pirata.
― ¡Eres un completo idiota! ¡Eres un pirata! ¡Hemos estado a tu lado todo este tiempo! ¿Qué ha hecho ella? ―le había gritado Gary cuando lo vio acercarse.
― No me ha traicionado ―Y sin detenerse le había asestado un puñetazo en la nariz que lo tumbó.
Cuando conoció a Gary, era un marinero con muy mala reputación. Estaba arruinado y no tenía familia. Vagaba de puerto en puerto en busca de bebida, buena compañía y alguien a quien estafar. Le ofreció un lugar entre sus hombres porque cuando el Jolly Roger atracó en Port Royal, fue el único que luchó a su lado en lugar de contra él en la pequeña refriega que hubo de la venta de "mercancía". En ese lugar, uno de los puertos piratas con más renombre, se ofrecía por las "mercancías" una suma acordada. Muchas veces, sino todas, el regateo terminaba desenvainando las espadas. Al recordar ese día, Garfio pensó que en lugar de la compasión y la oportunidad que le dio al desgraciado, tendría que haberlo matado junto a todos los demás, o bien dejarlo allí. Un hombre que vive del fraude no es un hombre del que te puedas fiar. Por desgracia, lo había podido comprobar del peor modo posible.
Una vez quitado de en medio el pirata que le impedía ir en pos de la joven, dejó la espada clavada en la madera del barco y se quitó la casaca tirándola al suelo. Y ante el asombro de Peter Pan, que mantenía al pequeño Tommy sujeto, y de su tripulación, junto a Smee, que se había mantenido prudentemente apartado, Garfio se tiró al agua.
Siempre le había gustado el mar, de otro modo jamás se hubiera convertido en un pirata. Pero desde que ese cocodrilo se comió su mano, no se atrevía a meter ni un pie en el agua. Era preferible ser prudente a que te amputaran otra extremidad por temerario. Todo cambiaba, al parecer, cuando el motivo superaba la prudencia. Y ni siquiera pensó en la posibilidad de que hubiera un reptil gigante acechando cuando se metió en el agua. Lo único que ocupaba su mente era la posibilidad de que Lottie no sobreviviera. Y tal vez fue en ese momento que se dio cuenta de que haría cualquier cosa con tal de mantenerla a salvo.
Eso precisamente era lo que habría querido decirle cuando el pequeño Tommy se abalanzó sobre ella visiblemente conmocionado. Sonrió a su pesar, pues si algo bueno tenía la inocencia de los niños era que expresaban sus emociones y sentimientos sin tapujos. A él, por el contrario, le resultaba imposible.
Así que, de entre todas las cosas horribles que había sufrido, definitivamente, recibir un balazo no era lo peor. En realidad, se sintió aliviado cuando Lottie se acercó a él corriendo, a salvo y preocupada... Sus manos temblaban y pudo ver lágrimas que nublaban sus ojos. Su imagen delante de él lo conmovió como nada lo había hecho jamás.
― ¡James! ―gritó su voz estrangulada―. James... ―Hacía tanto tiempo que nadie lo llamaba por su nombre que le resultó extraño y melódico al mismo tiempo.
― Me... fastidia... haberme tomado la... molestia de salvarte... para que ese inútil te mate de un... disparo ―gruñó―. No me mojo en vano...
Escuchó cómo intentaba reír, pero lo único que consiguió fue que más lágrimas salieran de sus grisáceos ojos.
― No llores... ―murmuró frunciendo el ceño―. Las lágrimas no dejan que vea tus preciosos ojos... ―la risa de la joven creció.
― ¿Has tragado mucha agua salada, Capitán? ―Garfio sonrió.
― Creo que las balas... no me sientan muy bien... ―murmuró rozando su estómago con la mano buena. Lottie puso la suya sobre la de él, intentando frenar la hemorragia sin muchos resultados.
― No deja de sangrar... ―murmuró desesperada.
― Creo que esta vez no podrás curarme con un torniquete... ―apuntó divertido. Lottie lo miró asustada.
― ¿Cómo puedes bromear en una situación así? ¿Te das cuenta de que acaban de dispararte? ¡Y otra vez por mi culpa! ―exclamó. Garfio rozó su mejilla con el dorso de la mano para no marcharla de sangre.
― Y lo volvería a hacer... ―aseguró.
― Estás loco.
― Bueno, si no lo estuviera... te habría perdido ―susurró.
― ¿Recuerdas que soy una aristócrata, una Darling, o el choque contra el agua ha hecho que pierdas la memoria? ―Garfio esbozó una sonrisa.
― Tienes razón, eres exactamente todo lo que nunca he deseado. ―La joven contuvo el aliento, incapaz de decir ni una sola palabra―. Pensaba que mi único camino era ser libre, un pirata. Pero robar tesoros jamás me hizo libre.
― ¿Y qué le ha hecho libre, Capitán? ―preguntó Lottie sin apenas voz―. Porque no te estás muriendo, ¿me oyes? ―lo regañó―. Los malos de los cuentos no se mueren de un disparo.
Garfio dejó escapar una risa ronca. Lottie pelearía con él hasta el final, incluso en una situación así. No podía ser de otro modo. Así que, divertido, sujetó su nuca con delicadeza para acercarla a él y despedirse con un beso.
― Tú. Tú me has hecho libre.
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El corazón de Lottie se congeló cuando la mano que rozaba su mejilla cayó a un lado, y los labios que segundos antes la habían besado dejaban de ser cálidos y llenos de vitalidad. Sus manos se cerraron en un puño entorno a su camisa mojada y llena de sangre, y un dolor en su pecho logró que se derrumbara sobre él. James no alzó su mano para rozarle de nuevo la mejilla, ni tampoco se burló de ella por su melodramática actuación, no hizo ningún comentario irónico. En realidad, cuando su rostro lloró sobre su pecho, lo único que escuchó fue un desolador silencio.
― No... ―murmuró―. Por favor... No...
¿Cuántas veces debía morir alguien a quien amaba para que se diera cuenta de que por desearlo no iban a suceder las cosas de forma distinta? ¿Cuántas veces tendría que desperdiciar la oportunidad de despedirse para que se diera cuenta de que no cambiaría nada solo por quererlo? Jamás se despidió de su madre, aferrada a la idea de que no podía morir si ella seguía necesitándola, como si su promesa pudiera mantenerla con vida. Y jamás podría decirle a James que se había enamorado como una tonta, jamás sabría lo importante que era para ella. Y todo porque tenía la absurda teoría de que el Capitán Garfio no podía morir de un balazo.
Cerca de ella, Peter Pan observaba la escena totalmente desconcertado. Garfio lo había sorprendido al pedirle ayuda, pero lo sorprendió más la reacción del pirata al ver a la joven que pretendía utilizar contra él, en peligro. Era incapaz de consolidar la imagen del pirata que había intentado matarlo en múltiples ocasiones con la del hombre tendido en el suelo, muerto al salvar a la mujer que lloraba sobre su cuerpo.
Campanilla se acercó a él. La pequeña hada también estaba asombrada ante la escena, pero sobre todo porque no esperaba que el pirata realmente pudiera llegar a tanto. Tintineó hacia Peter, una única frase que él comprendió al instante.
― Pregúntaselo.
Peter Pan observó a Campanilla acercarse a Lottie, la cual seguía llorando hecha un ovillo sobre el pirata. El pequeño Tommy cogió temeroso la mano de Peter Pan. El muchacho se agachó a su altura.
― ¿Por qué llora? ―preguntó confuso. Peter no supo que decirle. El pequeño sabía que Garfio era el malo del cuento, ¿por qué su hermana lloraba al verlo muerto?
― ¿Crees que El Capitán Garfio es malo? ―preguntó Peter Pan sentándose sobre el suelo junto al pequeño.
― Mmmm... es como papá ―sugirió. El muchacho lo miró sin comprender―. Un día, Lottie discutió con papá porque quería jugar con las gallinas de la granja de tía Wendy. Pero papá dijo que no podía, que era muy pequeña y podría hacerse daño. Yo también era pequeño, pero no me gustaban las gallinas, hacían mucho ruido y te picaban en los dedos ―explicó mirando sus deditos con una mueca―. Pero Lottie no tenía miedo. Así que cuando papá se alejó entró en la jaula para coger las gallinas. Me puse a llorar cuando las gallinas empezaron a correr por toda la jaula, y papá vino corriendo, entró y abrazó a Lottie para que no la picaran las gallinas. Papá se llevó todos los picotazos. Su traje quedó hecho una boñiga y sus gafas de trabajo se rompieron.
― ¿Y crees que Garfio ha protegido a Lottie del mismo modo? ―preguntó al pequeño. Tommy asintió con la cabeza―. Y... ¿sabes por qué? ―Tommy pareció pensarlo un instante.
― Papá lo hizo porque quiere mucho a Lottie... Así que... supongo que será porque la quiere mucho también, ¿no? ―dedujo con lógica infantil. Peter Pan sonrió.
El tintineo de Campanilla sobresaltó a Lottie, que alzó el rostro bañado en lágrimas hacia la pequeña brillante. El hada la miró con una sonrisa tierna, y posó su diminuta mano sobre su cabeza húmeda. Tintineó.
― Sí... lo amo... ―contestó con la voz rota. Entonces Lottie abrió los ojos de par en par al percatarse de lo que había hecho. Acababa de contestar a Campanilla―. Te he entendido... ―Campanilla volvió a esbozar otra sonrisa y asintió con la cabeza.
Voló hasta llegar a su lado y con sus pequeñas manos la instó a apartarse un poco del cuerpo del pirata. Lottie observó a la pequeña hada totalmente desconcertada.
― ¿Por qué puedo entenderte ahora? ―Campanilla se posó sobre el pecho del Capitán y se cruzó de brazos observando al pirata.
Con una mano intentó apartar algunas lágrimas que le impedían ver bien. La pequeña parecía enfadada con el pirata, a pesar de que este no podía decir ni hacer nada más. Su pequeño cuerpo brillaba con cierto tono agresivo. El polvo de hada escapaba de sus alas en mayor cantidad de lo habitual. Brillaba, pensó Lottie, el hada brillaba tanto... como una estrella...
La joven abrió los ojos de par en par.
"Quiero a mi estrella para poder regresar"
"Debo encontrar el tesoro mejor guardado y que Peter Pan protege más que cualquier otro."
"Ese tesoro de piedras preciosas y oro no es el que busco, lady pirata."
― Campanilla... ―murmuró Lottie sorprendida por sus propios pensamientos―. El tesoro, la estrella para poder regresar... es Campanilla... ―exteriorizó―. Es lo que James quería... ¿verdad?
Campanilla la miró con las alas extendidas. Su brillo seguía intenso y el polvo de hadas caía sobre el cuerpo del pirata como una cascada. Entonces Lottie lo comprendió todo. Por qué Garfio tenía que amenazar a Peter Pan para que le diera el tesoro, por qué no podía robarlo sin más. El tesoro que debía robar para regresar era Campanilla.
― Campanilla nos trajo a Garfio y a mí a Nunca Jamás ―escuchó que decía Peter Pan detrás de ella. Lottie se volvió parcialmente. Tommy lo seguía, aferrado y con el pequeño rostro en una dulce mueca de tristeza―. Jamás pensé que Garfio pudiera regresar.
― ¿Porque no le darías nunca a Campanilla? ―se atrevió a preguntar. Su voz le sonó distorsionada y ronca. Una voz que no reconoció.
― Porque robar a Campanilla no lo devolvería al mundo del que procedía. Solo ella puede decidirlo, por voluntad propia. Nadie puede obligar a una estrella a brillar.
Lottie se giró de nuevo hacia la pequeña hada. Asombrada por la información.
― ¿Campanilla... es una estrella?
― Las hadas lo son. Son estrellas que crean mundos. Campanilla creó Nunca Jamás. Por eso todas las hadas brillan. Y por eso el portal hacia este país es una estrella. ―explicó Peter.
Lottie observó a Campanilla, enfadada pero brillando todavía. Su tono rojizo la advirtió que su indignación no era poca cosa.
― ¿Qué pasa? ―preguntó temblorosa, sin atreverse a pensar en nada.
― Está enfadada porque quería seguir castigando al pirata que había osado robarla.
― ¿Robó una estrella? ―preguntó incrédula.
― Un diamante, en realidad. Los humanos que no creen en las hadas, ven tesoros en lugar de estrellas. Garfio creía que Campanilla era un diamante valiosísimo, y lo robó. Por desgracia, el diamante lo castigó. ―Lottie lo comprendió.
― Lo desterró aquí... ―Campanilla sujetó su mano en ese instante, una mano manchada de sangre, y la posó sobre la herida del pirata. Lottie abrió los ojos de par en par.
― ¿Qué no es justo? ―preguntó Lottie al escuchar el tintineo de Campanilla.
― Quiere seguir enfadada, pero después de lo que ha hecho, le resulta imposible ―se burló Peter Pan.
Sintió un cosquilleo en la palma de su mano sobre el pecho del Capitán, el polvo de hadas le hacía cosquillas, pero lo más asombroso era lo cálido que era.
― ¿Campanilla...? ―murmuró incapaz de albergar esperanzas. Si lo que hacía no era lo que imaginaba, iba a derrumbarse.
― Ese era el trato. Campanilla dijo que debía encontrar su propia estrella para poder regresar.
― Pero no ha robado a Campanilla... No ha conseguido el tesoro...
― Claro que lo ha conseguido. No todas las estrellas ni todos los tesoros brillan y tienen magia. Algunos tienen una luz y un poder que somos incapaces de ver. Aunque siguen estando allí. Por eso puedes escuchar a Campanilla, Lottie.
― ¿Por qué tengo una luz que no se ve?
Lottie sintió un pequeño y débil latido sobre su mano extendida, abrió los ojos de par en par y se volvió hacia Garfio. Su piel estaba recobrando el color, y el calor de su cuerpo empezaba a independizarse del que emitía el polvo de hadas. Peter Pan sonrió.
― Porque te has convertido en su estrella.
---
El silencio de su pecho desapareció con el primer latido. Lottie lo notó en la palma de su mano. Un único latido del que secundaron muchos más. Apenas podía creer que fuera cierto. Había perdido toda esperanza, por primera vez se había resignado, y el alivio que sentía en esos momentos fue indescriptible.
Garfio sintió una fuerte presión en el pecho y respirar le quemó los pulmones. Morir había dolido, pero volver a respirar, sin duda, dolía mucho más. Aun así, pensó cuando unos brazos lo rodearon por el cuello y el pequeño cuerpo de Lottie se pegó al suyo, debería morirse más a menudo.
― Lottie... ―susurró. Su voz fue pastosa al pronunciar su nombre―. ¿Qué ha...?
― Habías muerto... habías... ―gimió. Garfio la estrechó con fuerza para recordar al instante que seguía mojado y lleno de sangre, y aunque ella también estaba mojada, no quería mancharla con su sangre. Así que intentó que se incorporara.
― Lottie... ―Lottie se sentó a su lado y lo miró confusa. Su mejilla estaba manchada, igual que sus manos y la camisa que llevaba puesta. Sus cabellos dorados, pegados al rostro y revueltos en una maraña entrono a su cabeza y sus hombros. Estaba preciosa.
― ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ―preguntó preocupada. Garfio quiso volver abrazarla, permitirse besarla también, pero se contuvo al ver a Campanilla volando cerca de ellos, a Peter Pan junto a Tommy, de pie detrás de Lottie, los niños perdidos a unos metros, aunque se acercaban a ver que sucedía, y sus hombres, aunque muchos se habían quedado donde estaban, Smee se había aproximado hasta llegar a una distancia prudencial.
― Estoy bien... ¿Qué ha pasado?
― Que Campanilla te ha salvado, bacalao.
Garfio no pareció muy convencido de ello. En realidad, escudriñó a la pequeña hada con desconfianza.
― ¿Por qué haría algo así? ―cuestionó. Campanilla miró a Lottie elocuentemente, a lo que la joven se sonrojó ferozmente. Tintineo contenta.
― Calla, no lo estaba tanto... ―murmuró. Garfio frunció el ceño.
― ¿La entiendes? ―Lottie se negó a mirarlo a la cara, y a contestar, así que fue Peter quien lo hizo, para consternación de la joven.
― Da gracias que lo hace, bacalao. Lottie estaba tan preocupada que no le ha quedado más remedio. Al parecer has encontrado tu tesoro.
Garfio abrió los ojos de par en par, Campanilla tintineó con una pequeña sonrisa.
― ¿Qué? ―el rostro de Garfio era un poema. Lottie, cruzada de brazos y con la cara vuelta a un lado contestó.
― Que puedes regresar.
― ¿Cómo? ―abrió los ojos de par en par.
― Campanilla, ¿seguro que lo has curado del todo? Parece más tonto que antes ―comentó divertido Peter Pan. Garfio le gruñó al niño incorporándose un poco más en la madera del barco.
― Maldito mocoso... ¿Dónde está la trampa? ―preguntó desconfiado. Campanilla se enfureció y tintineó con agresividad―. No sé qué dices, no te molestes.
― No es ninguna trampa. Puedes regresar. ―Lottie se alzó sobre sus pies y Garfio se apresuró a hacer lo mismo, aunque con mayor torpeza.
― ¿Cómo?
― Qué importancia tiene el cómo, vas a volver. Siéntete feliz ―contestó ella.
― No me quejo, pero...
― Todavía se lo puede pensar ―lo provocó Peter Pan. Garfio volvió a gruñir al muchacho, pero no fue realmente en serio. Fuese lo que fuera que los había hecho enemigos, ese resentimiento no inundaba ya el corazón del pirata.
Lottie sonrió mientras los veía pelear, como acostumbraban, y Campanilla revoloteaba, intentando separarlos. Se alejó para coger a Tommy, no había ningún motivo que la retuviera más tiempo. Saber que él estaba vivo era más de lo que había esperado.
― Nos vamos, pequeñajo ―le dijo agachándose a su altura. Tommy miró hacia el espectáculo que estaba teniendo lugar detrás de ella y luego a su hermana.
― Pensaba que no querías irte.
― Y yo que sí.
― Pero... ―dudó.
― Tommy. Tenías razón. Papá nos necesita ―le dijo con una sonrisa―. No podemos abandonarlo.
― ¿Y Garfio? ―el pequeño miró una cabeza por encima de ella, y Lottie supo a quién observaba antes incluso de darse la vuelta.
― Espera un momento... ―murmuró alzándose de nuevo.
Garfio le sonrió al pequeño y luego toda su atención se dirigió a ella. Lottie se estremeció ante su mirada.
― Tengo que irme ―consiguió decir. Garfio asintió.
― Lo sé.
Lottie miró a un lado, un poco incómoda. Abrió la boca para decir algo, pero al parecer Garfio había tenido la misma idea, ambos se rieron.
― Di
― No, di tú ―comentó ella. Garfio se rascó el cuello con su mano buena, algo incómodo.
― Gracias por... salvarme.
― Si me salvaste tú a mí ―dijo riendo.
― No me refiero solo a eso, estuviste a mi lado, no te rendiste conmigo. Viste más en mí de lo que realmente había.
― Lo había. Solo tuve fe y confianza ―simplificó. Garfio abrió los ojos de par en par, como comprendiendo algo y sonrió.
― Claro. Era eso... ―y se rio de sí mismo.
― ¿Qué es tan gracioso? ―quiso saber. Garfio acarició su mejilla y negó con la cabeza.
― No quiero despedirme... ―confesó. Lottie pegó su frente a la de él y esbozó una sonrisa. No fue una feliz, tampoco una triste, solo una sonrisa.
― En ocasiones es mejor hacerlo mientras tienes la oportunidad. ―Y lo hizo. Acortó la distancia que los separaba, e inclinando la cabeza lo besó con dulzura.
Garfio intentó memorizarlo. La sujetó por los hombros y, finalmente, la abrazó con fuerza. Ella tenía que marcharse, su vida era una muy distinta a la que él llevaba. Tenía que arreglar muchas cosas. Él debía regresar también, llevaba demasiado tiempo fuera de casa.
― Te prometo una estrella ―le dijo mientras se separaban. Lottie frunció ligeramente el ceño.
― ¿Y eso qué significa? ―Garfio sonrió.
― Lo sabrás... a su debido tiempo.
Tommy se despedía de los niños perdidos y de Campanilla mientras Lottie se alejaba de Garfio, sintiendo que dejaba atrás algo más que una aventura. Peter Pan se reunió con ellos, observó a Lottie en silencio mientras Campanilla sobrevolaba su cabeza y la cubría con polvos de hada que la hicieron volar.
― ¿Nunca Jamás... era lo que imaginabas cuando Wendy te contaba nuestras historias? ―preguntó con curiosidad. Lottie sonrió.
― En absoluto. Es mucho más... ―aseguró. Peter Pan sonrió y alzó el vuelo. Lottie cogió la pequeña mano de Tommy y miró un instante hacia atrás. Garfio la observaba con mucha atención, como intentando memorizarla. Era como el primer día que lo vio. De pie, a pocos metros de ella, con esa pose segura de sí mismo. Aun así, algo había cambiado, ya no era un terrible pirata, ni una leyenda, no era solo un nombre, era un hombre. Solamente―. Ya nos podemos ir, Tommy ―le dijo al pequeño.
― ¿A casa? ―preguntó con una sonrisa, aunque ya sabía la respuesta. Lottie no apartó la mirada de los azules del que fue el pirata más temido de Gran Bretaña.
― Algo así...
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Campanilla observó el lugar por donde se alejaban sobrevolando cerca de Garfio. Era una imagen extraña, sobre todo por la mirada del Capitán contemplando la estrella. La pequeña hada tintineó con una sonrisa en los labios, Garfio no la entendió, pero sonrió también a la vez que se apoyaba sobre la barandilla del barco.
― He sido un verdadero idiota, ¿verdad Campanilla? No necesitaba ninguna estrella para poder regresar, solo tenía que tener; Fe, confianza y buenos pensamientos, eso era mi estrella. Con solo polvos de hada no podría volar ―Campanilla tintineó, contenta de que lo hubiera comprendido―. Por eso Lottie ha sido mi estrella...
Campanilla voló hacia él para poder rociarlo con polvo de hada. Garfio señaló a Smee, y en una muda petición, con un gesto no muy conforme, Campanilla aceptó. Al fin y al cabo, Smee era el único que siempre había estado a su lado. Desde mucho antes de ser un pirata.
― Capitán, ¿por qué la ha dejado marchar? Creí... ―preguntó Smee acercándose.
― ¿Sabes, Smee? Jamás pensé que encontraría un tesoro que no pudiera robar ―le contestó. Lo miró con una sonrisa ladeada―. Hay mucho que hacer cuando regresemos. Debo recuperar algo.
― ¿El qué, Capitán? ―Y mientras por primera vez alzaban el vuelo y se alejaban para siempre de Nunca Jamás, James Hook abandonó a Garfio.
― Mi nombre.
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Bueno, este no es el final final. Todavía queda un capítulo más ^^ El anterior, como ya me señalaron (Gracias por cierto ;) ) había sido un poco flojo. No sé si ha mejorado, pero ahí queda el intento jejeje La verdad es que me ha costado un poco esta historia. Aunque si os ha gustado, me sentiré plenamente satisfecha. :D ¡Espero, de todo corazón, que este capítulo "pre-final" haya sido de vuestro agrado!
Un beso y un enorme agradecimiento a todos los que habéis leído, comentado y apoyado esta historia. Todos y cada uno de vuestros votos son muy importantes para mí.
Gracias.
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