Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 15: Motín

El Capitán James Hook, o como en Nunca Jamás lo conocían, el Capitán Garfio, avanzó por la espesura del bosque acompañado de lo que creía que iba a ser una buena idea. Por desgracia, pronto se convirtió en una idea realmente pésima.

Antaño, cuando era un pirata despiadado que saqueaba buques, robaba tesoros de grandes reyes y hacía prisioneros para la venta de esclavos, James jamás había tenido problemas con las mujeres que secuestraba. Sus únicas funciones eran; distraer o cubrir las necesidades de la tripulación, incluyendo las suyas, y ser vendidas como esclavas a hombres o mujeres que estuvieran dispuestos a pagar el precio justo por ellas.

Como Garfio, James no había vuelto a ver a una mujer. Wendy había sido lo más cerca que había estado del sexo femenino, y se trataba de una niña realmente molesta que se había enamorado locamente de Peter Pan. Pero pese a todo lo que había pasado en Nunca Jamás, James pensaba que Garfio solo era un apodo, una máscara, una identidad falsa. Al parecer, Garfio era un pelele mequetrefe incapaz de dominar a una sola mujer.

A cierta distancia, observó a Charlotte esquivar las ramas caídas de los árboles, dando pequeños saltitos, apoyándose en la corteza de los árboles. Sin duda, esa mujer era toda una visión. Su belleza era extraña, mágica. Cerca del mar se asemejaba a una sirena, pero ahora, entre la frondosidad del bosque, era como una ninfa o una pequeña hada...

Su última comparación lo dejó realmente pensativo. ¿Realmente podía esa muchacha ayudarlo a regresar al mundo real? ¿Y de ser así, qué se supone que haría cuando volviera? Habían pasado años desde que fue desterrado. Años en los que no había cambiado ni un ápice. Si bien Peter Pan no podía crecer en Nunca Jamás, él no había podido envejecer. Tenía exactamente el mismo aspecto y la misma edad que cuando llegó.  

            ¿Cómo estaría su padre ahora? ¿Qué sería de la vida que dejó atrás hacía ya tanto tiempo? ¿Se acordaría alguien de él? No del Capitán James Hook, sino de aquel que fue hace tiempo. El honrado comerciante que había ganado una fortuna junto a su padre por medios propios. El joven que aspiraba a tener su propia flota mercante. ¿Alguien le recordaría?

            Suspiró mientras apartaba una rama que Charlotte había dejado atrás tras pasar despreocupadamente. Sus pensamientos se centraron de nuevo en ella en cuanto fijo sus azules ojos en la pequeña arpía. Tendría que haber seguido adelante, sin mirar atrás, dejarla allí en la playa era sin duda una idea mucho mejor. Había cometido el error de secuestrarla y estaba repitiéndolo permitiendo que lo siguiera. Su intención era utilizarla para regresar, pero esa pequeña insolente no tenía la menor idea de lo que necesitaba para volver. Solo existía un modo para él. Por desgracia, no podría lograrlo nunca sin ayuda. Necesitaba un buen motivo por el que quien debía permitirle regresar, le concediera tal deseo. Tal vez la joven era incentivo suficiente... Aunque el precio que debía soportar era demasiado alto, pensó mientras la observaba y recordaba las horas transcurridas.

Había mentido descaradamente, lo cierto era que sí había estado huyendo. No por miedo a la sirena, claro. Temía volver a sentir la necesidad de besarla. Habían estado bromeando, le había tomado el pelo, y su risa había sido música para sus oídos. No podía olvidar que ella era inglesa, una aristócrata, una mujer que, además, estaba prometida. Era evidente que lo que debería haber hecho era correr más, en lugar de alejarse deprisa de la playa.  

            ― ¿Hacia dónde vamos, Capitán?

            ― Dígamelo usted, lady Pirata. No soy yo quien encabeza la caminata.

La joven se volvió bruscamente. Empezaba a acostumbrarse a su ceño fruncido por la indignación, la curiosidad o el desafío.

― Me parece que he hecho la pregunta incorrecta... ―aventuró―. ¿Cómo puedo ayudarle, Capitán? ¿Qué tiene que hacer para regresar?

Garfio avanzó, acortando la distancia que hasta el momento había dejado entre ambos. Observó satisfecho que la joven había tenido intención de retroceder, pero que como acostumbraba, se había mantenido firme alzando el rostro confuso con descaro. Admiraba su forma de mantenerse firme. Estaba habituada a que todo se le concediera, pero en lugar de acobardarse cuando la situación no era la que ella esperaba, lograba hacerle frente para que así fuera. No se conformaba con las migajas, y eso era algo que Garfio comprendía mejor que nadie.

― Debo encontrar el tesoro mejor guardado y que Peter Pan protege más que cualquier otro.

― Pero... el tesoro ya lo tenía. En la cueva...

― Ese tesoro de piedras preciosas y oro no es el que busco, lady pirata. ―Lottie entornó los ojos con curiosidad.

― Entonces... ¿qué tesoro busca?

El sonido de unos cañones lejanos llamó la atención de ambos, alertándolos al instante. Garfio frunció el ceño al reconocer sus propios cañones del Jolly Roger. Jamás eran usados sin su permiso, el cañonazo debía tener una razón de peso. Tal vez una advertencia. Sus hombres debían estar buscando a su capitán, querrían guiarlo hasta su navío. Posiblemente fuera una buena opción, en su barco siempre se había sentido más poderoso, a pesar de las derrotas absurdas que había tenido que aguantar.

Absorto en sus pensamientos, Garfio avanzó entre la maleza y la vegetación intentando encontrar el punto donde los cañones habían sido más fuertes. Si seguía recto, llegaría hasta algún saliente que diera al mar. Desde allí podría vislumbrar su navío.

Lottie lo siguió de cerca, con un millón de dudas creciendo en su interior. Intentó con esfuerzo no tropezar con las raíces salientes de los árboles, o las hojas grandes de las plantas bajas, pero a pesar de todo, la muchacha llegó al acantilado minutos después que él. Vio al pirata mirando hacia el horizonte, donde su navío se alzaba majestuoso iluminado por el sol. El garfio brilló con los últimos rayos y le otorgó un aspecto etéreo y peligroso. Se quedó observándolo embelesada sin ser apenas consciente. Sus pensamientos divagaron en el extraño deseo de tocar sus cabellos oscuros con los dedos. Su garfio parecía un arma mortal bajo la manga de la casaca, pero al mismo tiempo le confería un atractivo que no podía pasar desapercibido. La había llamado mocosa, al igual que ella lo había llamado viejo. Pero en ambos casos, admitió, ni él era un viejo ni ella se sentía una mocosa estando cerca del pirata.

El Capitán se giró hacia ella cuando percibió su presencia. Había estado concentrado en el barco que aguardaba en la lejanía. Sus hombres esperaban el regreso de su capitán. Así que no fue hasta que se dio la vuelta cuando pudo comprobar que Lottie lo estaba mirando, y el modo en que lo observaba logró sorprenderlo. Pensaba que su mente era la de una inocente jovencita que no estaba dispuesta a admitir que ya era una mujer, pero el brillo de sus ojos dejaba ver sus deseos más escondidos. Unos que, si no se equivocaba, no sabía que tenía. Si no fuera por los cañones de su navío, estaría más que dispuesto en terminar de encender su mirada anhelante. Por desgracia, su deseo por regresar y alejarse por siempre de Nunca Jamás era más fuerte. O al menos eso quería creer.     

― Regresamos al Jolly Roger ―dijo con la voz grave. Lottie se estremeció ligeramente―. Justo debajo de nosotros hay una cueva que esconde un bote. Yo mismo lo puse allí hace años... ―comentó―. Me ha preguntado qué necesito de usted. Esto es lo que necesito.

― ¿Quiere regresar a su navío? ¿Ese es su gran tesoro? ―preguntó incrédula.

― Mi fragata me llevará hasta mi tesoro, y usted será la llave para poder abrirlo ―aseguró―. En otras palabras, milady. Usted atraerá el tesoro hasta mi navío, y esta vez no lo dejaré escapar.

― ¿Por qué supone que va a funcionar ahora? La última vez no lo consiguió...

― Pero esta vez me va a ayudar ―Lottie lo miró recelosa, así que Garfio se acercó y sujetó su mano derecha con la suya buena―. Ayúdeme a salir de aquí, Lady Pirata, y el Jolly Roger y su tripulación serán suyos.

 ———-



Lottie había aceptado bajar hacia la cueva y subirse al bote para llegar al Jolly Roger, pero en ningún momento había dicho que hubiera ningún trato entre ellos sobre lo que sucedería una vez allí. La oferta del Capitán era de lo más insólita. No por el hecho de haberle ofrecido un navío entero a cambio de su ayuda, un trato de lo más extraño, sino por lo acertado que había sido. Podía ver sus deseos ocultos mejor que ella misma, sin esfuerzo. No fue hasta que vislumbró ese posible futuro que se dio cuenta de lo mucho que ansiaba escapar de su vida. Aun así, ¿tener un barco para ella sola? Las mujeres no tripulaban barcos piratas. Jamás había escuchado leyendas de piratas mujeres saqueando y masacrando ciudades o pueblos. Como mucho recordaba a alguna que navegaba junto a la tripulación capitaneada por un pirata de renombre, o alguna mujerzuela de vida promiscua que habían decidido llevar con  ellos. Pero nunca una mujer Capitana. ¿Qué tripulación estaría dispuesta a acatar las órdenes de una mujer? Por muy tentadora que pareciera la oferta del Capitán, era tan poco realista que lo único que podía pensar ella era en que sus intenciones no eran cumplir con el trato ni mucho menos. Tener esa certeza lograba que ansiara vengarse con más fervor. Iba a hacerle pagar a ese pirata presuntuoso por haber intentado engañarla y confundirla.

El mar calmado ayudó al pirata a remar sin que las olas entorpecieran su destino. El barco cada vez estaba más cerca, y nada en cubierta le daba ninguna pista de lo que podría estar sucediendo. Tenía que llegar cuanto antes. Con suerte, pensó el Capitán con una sonrisa ladeada, mañana por la mañana o como mucho en unos pocos días, sería libre...

El bote se detuvo al llegar junto al enorme navío cuando el sol emitía sus últimos rayos. La escalera estaba echada, esperando por ellos. Garfio cada vez tenía más claro que su barco había estado esperándolo. Pronto estaría al mando del Jolly Roger de nuevo, rumbo a mar abierto, lejos de Nunca Jamás...

 ― Suba, milady ―la instó.

Lottie obedeció sujetándose fuertemente a la escalera de madera. Jamás antes había subido a un barco, mucho menos de ese modo, pero la idea la estaba entusiasmando. Por otro lado, Garfio esperó a que subiera un poco para seguir su ejemplo. Había sido una suerte que todavía siguiera ese bote allí, de lo contrario, no tenía claro cómo habría logrado llegar hasta su navío. Observó a la joven trepando a metros ya de él y decidió que era momento de seguir el ejemplo. Se sujetó con fuerza y escaló hasta la cubierta. No fue hasta ese instante que Garfio se dio cuenta de lo callada que había estado la muchacha en todo el trayecto. No había comentado nada sobre su oferta, simplemente se había dedicado a seguirle y obedecer sus peticiones. Desde que la conocía, no había sido tan complaciente.

― Está muy callada y colaboradora, milady. ¿Se encuentra...? ―las palabras fueron apagándose en cuanto Garfio alzó el rostro y vio a Lottie prisionera de unos brazos fuertes y una mano que tapaba su boca. Sus hombres, la tripulación, lo esperaban con las espadas en las manos y las pistolas cerca. Se incorporó poco a poco algo confundido―. Señores... No es necesario que la mantengáis sujeta, no va a escapar ―aseguró avanzando hacia el centro del barco, o lo habría hecho si no hubiese sido por un par de espadas que impidieron su paso―. ¿Qué...?

― En realidad, Capitán, ya lo hizo ―dijo una voz avanzando entre sus hombres y situándose a su lado. Garfio frunció el ceño―. Y usted, si mal no lo recuerdo, la dejó escapar.

― Gary. ¿Qué significa esto? ―preguntó frunciendo el ceño mientras crecía la furia en su interior.

― En su ausencia, Capitán, la tripulación y yo hemos tenido mucho tiempo para pensar... ―aseguró con una sonrisa torcida de dientes ennegrecidos―, Y hemos llegado a la conclusión de que no compartimos su obsesión de volver.

― El Capitán quiere encontrar el tesoro para regresar... ―murmuró la voz rota de uno de los piratas que había alzado la espada contra él―. Nuestra vida allí era mediocre, aquí tenemos poder, somos inmortales. ¿Por qué volver?

Garfio se volvió abriendo los ojos de par en par. Su tripulación, de la que presumía saberlo todo de ellos, no deseaba regresar. No compartía sus deseos, sus ansias, sus esperanzas.

― Creí que queríais seguir saqueando ciudades, tomando mujeres y bebiendo hasta reventar ―gruñó entre dientes.

― Tenemos más tesoros de los que podemos gastar y más bebida de la que podemos beber. Y las mujeres... tenemos una eternidad para encontrar alguna en este lugar. O con suerte, podemos intentar capturar alguna sirena con vida. ¡La inmortalidad bien vale el sacrificio! ―gritó Gary hacia la tripulación terminando el discursito con una carcajada grotesca―. O... de todos modos, tenemos a esa preciosidad a nuestra disposición... Puede suponer una buena distracción ―La sonrisa lasciva fue directa a Lottie, la cual intentaba debatirse por quedar en libertad sin resultado alguno. No estaba armada y el hombre que la sujetaba era el doble de grande que ella.

Garfio se acercó con violencia a Gary y lo sujetó del cuello logrando que el pirata cogiera por sorpresa el impulso, perdiendo la espada. Cuatro espadas más apuntaron al Capitán impidiendo que Garfio hiriera más de la cuenta al que consideraba el mayor traidor de todos.

― No te atrevas a ponerle un dedo encima, Gary. Todavía no he afilado mi garfio, tal vez considere tu cabeza como herramienta... ―susurró.

― ¿La defiendes? ―apuntó con voz estrangulada―. Está claro que ya... no estás capacitado para ser nuestro capitán... ―gruñó.

Garfio, llameando de furia, acercó el garfio al cuello del pirata. Sin embargo, dos espadas con las que no había contado apuntaron a su propio cuello. Aun así, no se apartó.

― Eres un maldito traidor... Debí matarte ese día en lugar de perdonarte la vida y ofrecerte como parte de mi tripulación...

― ¡Lance! ―exclamó Gary. Garfio alzó los ojos hacia el pirata que Gary había llamado. El aludido era el hombre que mantenía sujeta a Lottie. Observó cómo la hoja de una cuchilla rozaba el cuello de la joven formando un hilo de sangre cayendo por la garganta―. Suéltame, Capitán... O Lance rebanará el cuello de tu dulce prisionera.

Garfio observó a Lottie. Sus ojos estaban abiertos por un sentimiento que nunca había visto en la joven hasta ahora; miedo. Estaba segura de que moriría, y la sola certeza de ello logró que él también entrara en pánico. No obstante, había aprendido con el tiempo que la debilidad no podía reflejarse, así que encaró a Gary con la mirada teñida de ira y lo que intentaba ser frialdad.

― ¿Por qué debería importarme? ―Gary esbozó una sonrisa.

― No lo sé, Capitán. Eso lo tendrá que decir usted...

Garfio volvió a mirar a Lottie. Sus pequeñas manos temblaban sujetas a los fuertes brazos de Lance. El enorme pirata la mantenía sujeta de tal modo que apenas podía moverse. Si seguía sujetándola así mucho rato más, no tardaría en perder el conocimiento. O peor, morir. Un pánico involuntario lo recorrió de arriba abajo y se vio retirando la mano del garfio y alejándose unos metros de Gary.

― Sigue siendo una prisionera. Ella es la única que puede atraer a Peter Pan. Con ella podemos conseguir el tesoro. Y si vosotros no queréis marcharos, podéis permanecer aquí. No es necesario que todos volvamos al mundo real ―aseguró―. No obstante, todos podemos sacar ventaja de vencer a Peter Pan...

― Cierto. Podemos usarla para atraer a ese mocoso... Podemos conseguir más tesoros de verdad ―sugirió uno de los piratas. Gary sonrió hacia el joven.

― ¡Claro! ―exclamó―. Nuestro Capitán siempre piensa en nuestras necesidades... ―murmuró. La sonrisa del pirata no le gustó un pelo a Garfio―. Así que, como el propio Capitán ha dicho, mientras esperamos a que Peter Pan aparezca, podemos divertirnos un poco con la única mujer que ha pasado por nuestro barco desde hace años...

Garfio se volvió enfurecido a la vez que Lance apartaba la cuchilla para que los piratas se acercaran como buitres hacia la joven. Escuchó gritar a Lottie, y por primera vez en toda su vida, una cólera que no tenía nada que ver con la furia que había sentido antes se adueñó de él. Golpeó a Gary sin esfuerzo y avanzó por la cubierta dejando fuera de combate a los piratas que encontraba por el camino. Lance volvió a sujetar a Lottie, apartándola del resto de la tripulación y del paso devastador de Garfio. Forzosamente, el Capitán fue reducido por cinco piratas armados que lograron sujetarlo a duras penas.

― ¡Voy a matarte! ¿¡Me oyes!? ¡Te mataré! ―gritó enfurecido.

Gary avanzó hasta él limpiándose la sangre de la boca y torciendo el gesto en una sonrisa.

― Capitán James Hook. Queda destituido del cargo de Capitán por cometer tres grandes errores en contra su propia tripulación, hacia uno mismo y hacia los piratas en general.

Garfio lo observó de rodillas mientras era sujeto con fuerza.

― ¿Qué tres errores?

Gary alzó la espada para colocarla con prepotencia sobre su garganta.

― Abandonar su barco y su tripulación. Confiar que su tripulación no puede traicionarlo ―Garfio escupió a un lado y lo observó de nuevo con todo el odio contenido.

― ¿Y la tercera? ―preguntó―. Has dicho que he cometido tres errores. ¿Cuál es el tercer gran error? ―se mofó. Gary se agachó a su altura y habló en un tono más bajo de lo normal sin apartar la espada en ningún momento de su garganta.

― Enamorarse de una prisionera, Capitán. Ese es sin duda, el error más patético de todos.

Garfio lo vio alzarse majestuoso y orgulloso de sí mismo. Miró más allá, sintiéndose un extraño en su propio navío. Hacía años que no se sentía tan traicionado, tan... solo. Se había convertido en un pirata para no volver a sentirse así, pero al parecer, la debilidad jamás desaparece. Observó a Lottie debatiéndose en los brazos de Lance. La luchadora y rebelde Lottie...

― ¡Llevaos esta rata traidora a las bodegas! ―gritó Gary a su tripulación... o lo que había sido su tripulación.

― ¿Qué hacemos con la prisionera? ―preguntó Lance. Gary pareció pensarlo un instante.

― Por ahora, llevadla a la bodega también ―le ordenó. Luego se volvió hacia él con suficiencia―. Con un poco de suerte, tal vez decidas matar uno de tus más lamentables errores.

Garfio le devolvió furioso la mirada, y se prometió que lo haría. Aunque Gary no sabía que su más lamentable error no había sido Lottie. Su error había sido  haberlo dejado con vida. Un error que se moría por enmendar...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro