Capítulo 12: Veneno
― ¿¡Eres James Hook!? ¿El pirata que atemorizaba los mares Ingleses? ―exclamó Lottie incorporándose del suelo de la cueva.
El Capitán esbozó una sonrisa que no llegó a los ojos. Su posición no había cambiado, a diferencia del de la muchacha. Aparentaba estar relajado, aunque por dentro era un volcán en erupción.
― ¿Qué pasa, milady? ¿No ha dicho que no tendría miedo aunque fuera el más temido pirata de Inglaterra? ¿No han sido estas sus palabras? ―dijo Garfio sin apenas inmutarse.
Lottie aferraba con fuerza innecesaria una roca que se encontraba justo detrás de ella. Los nudillos blancos por la presión dejaban claro que estaba más impresionada y/o impactada de lo que había pretendido. Sintió seca su garganta mientras pensaba en lo que estaba sucediendo. El pirata del que toda la elite de Londres hablaba, curioseaba, chismorreaba, escandalizaba… Era la leyenda entre los nobles. Si en un baile social no había un tema interesante que comentar, este, sin duda, recaería en el más temido pirata del momento. El misterio, la Leyenda, era tal que no había ser en toda Inglaterra que no conociera al Capitán James Hook.
― ¿Cómo llego…? ¿Qué sucedió? ―preguntó con la voz un poco rota.
Garfio se levantó poco a poco y pudo comprobar ante el gesto, que su compañera reculaba y se pegaba todavía más a las rocas detrás de ella. Sonrió con pesar, y con el gesto furibundo se acercó hasta quedar a pocos centímetros de ella. Intimidándola y, por primera vez, consiguiéndolo. La sensación, aunque creía que iba a saber a victoria, se convirtió en un sabor amargo.
― Cometí un error. Todos cometemos errores en esta vida, lo que algunos son irreparables. Crees que puedes aprender de tus errores, pero a veces, el primer error del que deberías aprender, se convierte en el irreversible que te destruye. Mientras otros cometen cientos y cientos de primeros errores ―comentó con amargura―. ¿No cree que es injusto?
― Puede… aprender de todos sus errores. Tal vez contra más irreparables sean, más aprenda de ellos. Siempre puede sacar algo bueno de…
― ¿…de cada desgracia? ―la interrumpió encerrándola todavía más entre su cuerpo y la pared. Lottie se encogió inconscientemente―. ¿Y qué sacará usted de este error suyo? Del error que la trajo aquí. ¿Qué sacara? ¿O acaso espera que la rescaten? ¿Piensa aun que puede alguien rescatarla? ―Lottie no contestó, sus ojos seguían fijos en los de él. Clavados, como presos de un hechizo―. Le diré una cosa, milady. Nadie más que usted misma podrá rescatarse. Si es la damisela en apuros, deberá convertirse también en el valeroso caballero si quiere sobrevivir en este mundo. Y en el suyo… No existen los príncipes azules.
― ¿Por qué cree que espero que alguien me rescate? ¿Por qué cree que necesito ser rescatada de algo? ―preguntó recuperando un poco de su valor perdido.
― ¿No ha sido el miedo lo que la ha hecho recular? ¿Acaso en sus pesadillas no rogaba que su príncipe azul viniera a rescatarla… del terrible pirata?
Lottie se sintió confusa. ¿De qué estaba hablando? ¿Qué es lo que había dicho en sueños? ¿Qué era lo que le molestaba tanto? ¿Su ingenuidad ante algo que había creído entender? Pero… ¿Qué había entendido?
― No tengo príncipe azul, no sé qué intenta decirme con…
Lottie se detuvo en mitad de la frase cuando el destello del huevo empezó a centellar con una luz más intensa. Un sonido cortante resquebrajó el huevo por dentro, dejando salir mucha más luz. Garfio se dio la vuelta para ver cómo el huevo empezaba a romperse.
― Eso…
― Imposible… ―murmuró el Capitán.
Los trocitos del huevo empezaron a caer al suelo y unas diminutas manitas se posaron sobre la superficie del agujero que había hecho. Lottie observó fascinada y con un creciente temor cómo la criatura se daba paso al exterior con sus extremidades ventosas. Una cabecita pequeña con cabellos negros y piel verdosa se asomó a la superficie, logrando romper el huevo por completo y dejando a la criatura tendida de lado en posición fetal. Estaba cubierta por un líquido fluorescente verdoso que iluminaba igual que el huevo. Los ojos redondos de la criatura se abrieron un poco, dejando ver dos pozos negros sin rastro de blanco. Abrió poco a poco la boca y palpó un poco con las manos, y entre sus dientecitos afilados, como alfileres, dejó escapar un grito estridente parecido al chirrido de una puerta oxidada.
Lottie se llevó las manos a las orejas mientras se quejaba por el ruido. Garfio la apartó, instándola a salir por el túnel que continuaba la cueva. Unos gritos semejantes al inicial secundaron a la ahora sirena recién nacida.
― ¿Qué sucede? ―preguntó horrorizada. La pequeña sirena empezó a incorporarse y la cola fue convirtiéndose en dos extremidades. Lottie abrió más los ojos cuando la vio ponerse a cuatro patas.
No tuvo tiempo de preguntar nada más, Garfio la sujetó con fuerza y tiró de ella para correr como jamás pensó que correría por la cueva oscura e iluminada por la cada vez más lejana luz de la recién nacida sirena.
Lottie empezó a sentir su respiración acelerada y un extremado dolor al costado. Jamás había corrido tanto, o al menos hacía mucho tiempo que no lo hacía. Practicar con la espada era cansado, pero si no estás acostumbrado a correr, puede llegar a ser doloroso. Garfio se burló de ella mientras seguían corriendo. La luz era más tenue, y eso era un alivio y una desventaja al mismo tiempo.
― ¿¡Qué diablos!?
― Su querido Edgar no va a venir a salvarla de esto, milady. ―murmuró Garfio con la voz alterada por la carrera.
― ¿Edgar? ―exclamó alarmada sin aminorar la marcha.
― No finja no saber de qué le hablo. Habla en sueños, ¿lo sabía?
Los gritos acompañados de la primera sirena la sobresaltaron un instante, pero sus pies no se detuvieron. Ya fuera por su propio miedo o por la insistente mano y velocidad del Capitán.
― ¡¿Se ha creído que Edgar era mi salvador?! ―gritó enfurecida. Garfio la arrastró sin miramientos, corriendo por la cueva―. ¡Como vuelva a repetir…!
― Cállese, no es momento de dar explicaciones a evidencias. Seguramente aspira a casarse un día con él, ¿cierto? ¡El sueño ingles!
― ¡El sueño ingles! ¡Aspirar a casarme con él! ¡No lo aspiro, idiota, voy a casarme con él! ―gritó irritada.
― Eso le gustaría, sin duda. ―siguió burlándose.
― ¡No! Es un hecho. Estoy prometida a Edgar. Voy a casarme con él. ―Garfio se detuvo de golpe y se volvió hacia ella totalmente sorprendido.
― ¿Va a casarse? ―Lottie parpadeó un par de veces y miró hacia atrás, las luces se acercaban demasiado y estaban dejando de estar a oscuras.
― ¡Cállese usted ahora y corra!
Las piernas de Lottie cada vez tropezaban más con las rocas escabrosas del camino. Tenía serias dificultades en mantener el ritmo que Garfio dictaba, lo cual era un inconveniente. Sintió cerca los correteos de las cuatro extremidades de la primera sirena, acompañada por un montón de pasos más. Quiso correr más deprisa, dejando atrás a las criaturas, pero sus pies le dolían y se veía incapaz de ir más rápido. Se volvió parcialmente para ver a la sirena corriendo a cuatro patas como una araña, y se tropezó asustada chocando sin querer contra el pirata que la guiaba.
Garfio se volvió dispuesto a gritar a la inconsciente y molesta muchacha a tiempo de ver a la sirena dar un brinco hacia ellos. Los dientes afilados catapultados con precisión. Fue unos pocos instantes, ni siquiera lo pensó. Seguramente, de haberlo hecho habría seguido corriendo como hasta entonces. Pero detuvo el paso un instante. Sujetó por el bazo a la muchacha, la arrastró a un lado y le dio una patada a la criatura con fuerza. Sin apenas detenerse, maldiciendo su suerte y sus reflejos poco oportunos, arrastró de nuevo a la joven por la cueva. Siguiendo la carrera desenfrenada hasta que algo más fuerte que su instinto de supervivencia los deslizó hacia otro lugar. Como había ocurrido cuando cayeron por el túnel de la cascada, ambos tropezaron con una parte del túnel descendente.
Lottie gritó asustada ante la inesperada caída. Garfio no pudo sujetarla esta vez. Y cayeron segundos más tarde sobre un lecho de hojas húmedas, barro y hierbajos. Alzó los ojos en cuanto pudo y escuchó el sonido estridente de las sirenas alejándose. Respiró con cierta dificultad, intentando relajarse y mentalizarse de que, al parecer, no iban a llegar tan lejos como para salir de la cueva y matarles…
Salir de la cueva…
Lottie miró entonces a su alrededor. A parte de la mugre en la que habían caído, los árboles se alzaban a su alrededor, y por encima de ellos… el cielo. Un cielo cubierto por estrellas. ¿Cuánto tiempo llevaban dentro de la cueva?
― Hemos salido… ―murmuró incrédula.
― Por suerte…
Lottie se giró hacia el Capitán. Este se había levantado de la mugre y miraba el infinito con un rostro pétreo. El Pirata que la había secuestrado, el que había intentado asesinarla, el que no le importó que sus hombres hicieran con ella lo que les viniera en gana, el mismo pirata que la había amenazado con una espada… Y el mismo que había intentado enseñarla, la había protegido… y la había salvado.
― Capitán… ―murmuró dispuesta a darle las gracias. Lo mínimo que podía hacer. Pero antes de que pudiera decir nada, al Capitán le fallaron las piernas y cayó al suelo de rodillas―. ¿¡Capitán!? ―dijo con cierta preocupación.
La mano del Pirata sobre la hierba temblaba ligeramente, y con la otra presionó un punto del muslo, cerca de la rodilla. Lottie contempló especulativamente el estado del Capitán. El pantalón estaba ligeramente rasgado, y pudo ver un vestigio de sangre en la palma de su mano. Con esfuerzo, se levantó de nuevo y caminó sin prestar atención hasta llegar cerca del rio. Allí se recostó sobre el tronco de un árbol y apoyó su cabeza sin dejar de presionar la supuesta herida.
― ¿Capitán? ―murmuró Lottie de nuevo después de haberle seguido. Garfio sonrió con cinismo. Su rostro tenía una ligera veladura de sudor, pero su cuerpo temblaba ligeramente.
― Siéntase feliz, al parecer, el malvado pirata que la mantiene cautiva va a quitarse de en medio… de un modo casi ridículo… ―comentó con la voz ronca.
Lottie se acercó hasta quedar al lado de Garfio. Este no abrió los ojos. Así que Lottie se dejó caer de rodillas a su lado.
― ¿Qué…?
― Es… tan ridículo… ―repitió―. Moriré de un modo muy mediocre. Humillante…
― ¿Morir? ¿Por qué? La herida puede curarse, déjeme ver…
― No se moleste, Milady. No hay nada que pueda hacer. No se trata de una herida corriente. El veneno de sirena es mortal.
Lottie observó la herida en el muslo y empezó a entender qué quería decir. Cuando la pequeña criatura se había lanzado a por ella, con los dientes afilados por delante, Garfio la había apartado propinándole una fuerte patada a la pequeña sirena. En ese momento… seguramente…
Decidida, apartó con destreza las manos del Capitán para ver mejor el daño. Garfio abrió los ojos, intentando alejarla pero viendo las fuerzas huir de él.
― Milady, no tiene la obligación de hacer esto… puede irse. ¿No ve que es libre…?
― Calla. Cállese Capitán Hook ―replicó.
Las manos de la joven rasgaron la tela ya rota del pantalón, descubriendo un par de hileras de marcas de dientes afilados, como un montón de agujas clavadas en forma de dentadura. De los puntos salía un líquido verdoso, y este empezaba a ennegrecer la zona afectada. Si. Dejar que el veneno siguiera su curso podía ser una ventaja, pues ella podría marcharse y vengarse por su secuestro… Pero no podía. Si bien él la había secuestrado y amenazado, también la había salvado. Por la cascada… la sirena… Y esa última vez arriesgando su vida.
Sin pensarlo más, cogió una de las mangas de su camisa y la arrancó con fuerza de su lugar. Garfio la miró boquiabierto mientras cogía la tela y la enroscaba por encima de la mordedura, deteniendo el paso del veneno. Pero ninguna sorpresa fue mayor que la que sintió cuando la vio inclinarse sobre la mordedura y succionar con la boca el veneno. Aunque intentaba por todos medios pensar que estaba, simplemente, succionando el veneno de la sirena, mientras sus labios rozaban su piel, su cuerpo reaccionó inconscientemente. Miró hacia otro lado mientras ella efectuaba la maniobra. Succionaba, se alejaba, escupía, volvía a inclinarse sobre su muslo y succionaba de nuevo. Lo mirase como lo mirase, jamás podría borrar de su mente la imagen de la joven inclinada sobre su regazo. Jamás.
― ¿Qué hace? ―murmuró con apenas voz.
― Eliminar el veneno ―contestó―. Se hace un torniquete por encima de la herida, luego se succiona el…
― No quiero decir qué está haciendo. Le pregunto por qué razón está haciendo esto ―la interrumpió. Lottie volvió a escupir y se limpió la boca con el dorso de la mano mientras lo observaba.
― Me salvó en la cascada. Y ha vuelto a salvarme ahora. ¿Tenía algún motivo, Capitán?
― Alguno ―murmuró. Observó su pierna, la negrura alrededor se había extinguido, quedando solo sangre clara saliendo de la herida. Aunque le dolía, no se sentía tan mal como antes. Aunque seguía sudando y temblando―. Aunque supongo que esto contesta mi pregunta. Me ha salvado porque me lo debía. Es más caballero usted que yo, milady.
― En tal caso, ¿Qué razón, si no es por caballerosidad, podría tener para salvarme la vida? ―apuntó con cierto cinismo. Garfio curvó los labios en una sonrisa.
― Una razón puramente egoísta, sin duda ―afirmó. Lottie se recostó sobre una mano y frunció ligeramente el ceño.
― Si cree todavía que voy a serle útil para chantajear a Peter Pan, es que no me conoce… ―Lottie ahogó un grito cuando Garfio sujetó la mano con la que se apoyaba obligándola a recostarse sobre él. Sus ojos fríos y calculadores la abrasaron, y la ironía de sus propios pensamientos la hizo temblar ligeramente.
― Ni usted a mí, milady, ni usted a mí… ―murmuró segundos antes de que sus labios se apoderaran de los de ella.
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¡¡¡Hola!!! ^^ Bueno, ya han salido de la cueva, ahora qué pasará? Todavía se tienen que descubrir muchos secretos, superar muchas pruevas, y enfrentarse a muuchas cosas... :) ¡¡Espero que les guste!!
¡¡Besos!!
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