Capítulo 36
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T E S S A N D R A
Los días se pasaron volando desde aquel día, para mitades de noviembre Lili y Dan están más unidos que nunca. A veces entro a la habitación, los veo platicando de algo y me mantengo ahí, en el umbral, vislumbrando cómo hace reír a mi hermana; ambos juegan y luego giran la cabeza para mirarme con los ojos pícaros. Es el mismo brillo, y yo sonrío porque no puedo entender cómo es que mi vida se ha tornado tan luminosa. Otros días, Dan le lleva fotografías para que conozca el mundo, ella presta atención a cada palabra que él dice, mientras le relata las aventuras que vivió junto a su nana Becky.
Todo es más alegre cuando él me tiende la mano para que me acerque y observe cómo Lili lo está dibujando.
No nos damos cuenta del tiempo hasta que Robert nos dice que es momento de que le hagan más estudios. Se la llevan en la mañana, mientras nosotros permanecemos en la cafetería de la clínica. Después de almorzar, nos sentamos en el sillón de la sala de espera.
Mi madre ha estado rara estos últimos días, sé que me oculta algo, cada vez que Robert aparece ella se pone recta y esboza una sonrisita secreta. Sospecho, pero no me atrevo a preguntarle porque ella me lo dirá cuando esté lista. No me molesta en absoluto que rehaga su vida junto a alguien que la quiera, y él es un buen hombre; Robert también sonríe cuando la ve.
Dan une nuestros dedos como enredadera, tan fuerte que por un momento creo que se han fundido. Todo ha estado yendo tan bien, por un segundo me siento a la deriva, como si fuera un sueño del que pronto voy a despertar. Vemos salir al doctor Callahan de un pasillo, así que nos ponemos de pie para recibirlo. Conforme se acerca es más notoria su cara larga, nos mira con seriedad. Intento no perder la cordura y tranquilizarme, aún no ha abierto la boca y ya presiento lo que va a pasar.
No soy la única, Dan me rodea actuando al igual que un escudo. Me dejo llevar por el calor de sus brazos y cierro los ojos esperando, mientras arrugo con mis puños su suéter color negro.
Negro, negro, negro, negro.
Los zapatos se acercan y se detiene el sonido frente a nosotros. Robert se aclara la garganta, aguarda unos segundos sin decir nada, solo se escuchan sus respiraciones pausadas.
—Lo lamento, Romina, Tess.
Mi corazón se aplana. Guarda silencio, preparo mi mente para las nuevas noticias, pero ¿qué pudo salir mal esta vez? Todo parecía ir espectacular desde el día de la operación. Hago que mi mente recuerde estos últimos días y no hay nada, no encuentro ni una pizca de mala fortuna porque ella ha estado a la perfección. Ha comido bien, su rostro no es tan pálido y las puntas de su cabello se empiezan a asomar en su cabeza. Aunque probablemente se deba a que no ha ido a quimioterapia, las suspendieron antes de la operación de la médula. Sin embargo, nada me prepara para la próxima palabra.
—Migró —dice.
Apretujo los párpados, sintiendo las lágrimas que se derraman por mis mejillas, quiero pararlas. Un vacío se instala en mi pecho, me ocasiona el peor dolor que he sentido en la vida.
—Por favor dime que es una alucinación mía —le pido susurrando al chico que me sostiene. Sus brazos me aprietan más fuerte, es entonces cuando me doy cuenta de que no es mentira, es más real que yo.
Mi mundo se desmorona una vez más, recuerdo el día en el que nos informaron del primer diagnóstico. Me siento justo así, como si pudiera perderla si abriera mis ojos. Me niego a hacerlo, no quiero ver mi realidad. Otra vez no.
Nadie dice nada, no encuentro mi lengua ni mis pensamientos, no hay nada en mí. ¿Migró? ¿Por qué? ¿No ha tenido suficiente? ¿Quién tiene la culpa? ¿Cómo le vamos a decir que no está sana todavía? Que el maldito cáncer de mierda ha vuelto sin pedir permiso a arrebatarnos la tranquilidad una vez más.
Sé que es Dan el que habla porque su pecho vibra.
—¿Hacia dónde? —cuestiona, haciendo que nos embargue otro profundo silencio.
—Está invadida.
Mis rodillas fallan. Dan no me deja caer, mi madre suelta un sonido lastimero y se lleva las manos a la cara, comienza a llorar con desenfreno. No puedo ver más porque la vista se me nubla.
Un grito de dolor sale de la base de mi garganta, aprieto con mis puños el suéter y suelto un mar de lágrimas; cántaros, un diluvio por las injusticias de la vida. Niego con la cabeza y repito que es mentira, que es una broma cruel que el destino me está jugando. Que en cualquier momento Dan me despertará de esta horrible pesadilla, pero no lo hace.
No me caigo al suelo porque él me mantiene estable y se acurruca conmigo en el sofá, yo grito a pesar de que me piden silencio. Me amenazan con que me pondrán un sedante y yo les contesto, les digo que si estuvieran en mi lugar ya se habrían rendido, yo estoy a punto de hacerlo; pero no puedo porque ella me va a necesitar más de lo que ya lo ha hecho todos estos años. Me va a necesitar, va a necesitar de una mano y unas palabras de aliento, tendrá nuestro amor más que nunca.
Mis ojos se secan, pero no me despego de su pecho porque no estoy preparada para hacerle frente al mundo, no ahora. No cuando estoy debilitada.
Echo mi cabeza hacia atrás y veo su sonrisa triste, sus labios besan la punta de mi nariz y sus dedos quitan las lágrimas pérdidas de mis pestañas.
—¿Cuándo perdiste a Batman sentiste este vacío que crece en mi pecho cada segundo? —pregunto en un susurro.
—No —responde mirándome a los ojos—. No de ese modo, cariño.
—¿Cómo dejarla ir si solo la idea me da miedo?
—No la dejes ir, enciérrala siempre aquí.
Pone una mano sobre mi corazón. Yo recuesto mi cabeza en él una vez más y miro a mi madre.
Nuestras miradas perdidas se encuentran, sé lo que piensa porque lo dijo en el video, dijo que yo le había regalado más días a lado de Lili. No obstante, es mentira, el cáncer nos regaló más días con ella.
¿Cómo pudo invadirse?
Hace unas semanas la operaron de la médula.
¿Por qué?
Diciembre nos caza y con él llega el ambiente navideño que siempre embarga a la ciudad. Sin embargo, es difícil cuando solo intento reprimir las lágrimas al ver su rostro más pálido y delgado de lo normal. Está conectada la mayor parte del tiempo a un aparato que la ayuda a respirar porque su pulmón se llena de agua. No retiene la comida, tienen que dársela por una sonda.
—Tessy, me duele el hombro. —Ahoga un sollozo y aprieta tanto mi mano que creo que va a tronármela.
—Tranquila, princesa, ya va a pasar. Respira profundo y contemos hasta diez —le pido casi rogándole, deseando poder intercambiar su lugar, no debería sentir el dolor que siente, merece más que solamente vivir atada a un cuarto de hospital.
Me mira con ojos vidriosos y asiente porque es la guerrera más fuerte que conozco, nunca se da por vencida porque perder no es parte de sus planes. La admiro tanto porque solo es una niña peleando contra algo inevitable, me siento impotente ya que no tengo armas que puedan salvarla en esta pelea, es una guerra que tendrá que cruzar por su cuenta, la última batalla según las palabras que dijo el día que tuvimos que decirle lo que estaba pasando en su cuerpo. Sus células no dejan de pelear, son como ella, excepto que buscan caminos diferentes.
Recuerdo el momento, la lágrima que salió de su ojo y cómo sonrió, incluso cuando estábamos preparados para calmar sentimientos negativos. Ella repitió esa frase que una vez dijo, pelearía hasta el último día de su vida.
Parpadea demasiado rápido, aguantando el dolor. Una solitaria lagrimita baja por su mejilla como una gota de rocío, las mías queman queriendo buscar alivio, pero lo resisto por ella, es lo menos que puedo hacer. La limpio con una caricia, sintiendo su suave piel.
Mildred —la enfermera— entra e introduce relajante en el catéter de su brazo. Lili relaja su pequeño cuerpo y suspira entrecortadamente, aliviada. Permanezco a su lado, siendo testigo de su mirada lejana, está perdida en sus pensamientos.
Dan entra en la habitación con una bolsa enorme y una sonrisa del mismo tamaño. Saca un lienzo blanco, una paleta y frasquitos de pintura. A Lili se le metió la loca idea de que quiere pintar un cuadro.
No me ha dejado sola ni un solo día, llega justo cuando voy a derrumbarme, me abraza y me sostiene para que no caiga al suelo.
El pelinegro le acerca las cosas, mi hermana las toma con lentitud, mientras yo ayudo a colocar las pinturas en la paleta. Acto seguido me deleito mirándola perderse en su arte.
Abrazo a Dan, él me abraza a mí y los dos somos uno.
—Abu, quiero intentar con el pavo —murmura la voz débil de mi hermana.
La abuela, Mary y Jeremy vinieron desde Nashville para verla. Sophia le pasa un platito desechable de color rojo con algunas hebras de carne. Lili las mastica intercalando pausas y mordidas para ver si su organismo rechaza o recibe el alimento. Se da cuenta de que puede continuar, así que sigue comiendo con tranquilidad.
El doctor Callahan, que ahora es novio de mi madre, la tiene rodeada por los hombros. Su historia es demasiado graciosa, pero justo cuando empiezo a recordar, un estruendo me interrumpe.
—¡Jo-Jo-Jo! ¿Aquí es la habitación de Lilibeth? —La tonta imitación de Santa Claus me hace carcajear. Dan está utilizando un perfecto traje con todo y barriga. James viene detrás refunfuñando, supongo que es porque viene vestido como duende. Maggie usa una nariz roja y cuernos simulando a Rodolfo el reno.
Dan abre su saco y empieza a escarbar en el interior, mi hermana sonríe con suficiencia esperando sus regalos. Cuando termina de repartir, se planta frente a mí y me mira a los ojos.
—Y para mi mariposa... —Saca una linda gardenia blanca, se acerca para meterla en mi cabello—. Un beso.
Lo rodeo por el cuello, sintiendo cómo su falsa imitación de panza topa en mi abdomen.
—Luces caliente, barrigón.
Sonrío de lado y golpeo sus labios con los míos. El ritmo se intensifica, como siempre que nos besamos, y nos olvidamos de todo.
Mi madre se aclara la garganta en cuanto las lenguas hacen presencia, nos separamos riendo por nuestra travesura. Le doy una mirada a mi hermana, quien sonríe y guiña para continuar observando su nueva muñeca y su reproductor de música, el cual reposa sobre el vientre del peluche que le regalé en su cumpleaños.
No hay árbol con esferas y listones, no hay una gran mesa con postres y ponche, pero todos brindamos y sonreímos, no necesitamos nada más que acompañarnos. Este momento no podría ser más perfecto.
* * *
*Cierra los ojos y espera la serie de insultos*
No me odien♥♥
Recuerden que todo pasa por un motivo y les apuesto que lo hay. Lili merece ser libre, libre de todo lo malo, del dolor, de la preocupación de que algún día el cáncer puede volver; ella lo merece porque es un colibrí :)
Las/los adoro con cada parte de mi corazón :3
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