Capítulo 26
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D A N
Mis padres entran horas después, lo sé porque el perfume de mi madre invade el lugar. No puedo levantar la vista, no me atrevo a moverme de mi rincón personal. Tal vez pueda fingir que nada de esto está sucediendo, que todo es una horrible pesadilla y que pronto despertaré.
El médico indicó que podemos pasar a verla en cuanto ella despierte, voy a ver a Tess después de todo el jodido espectáculo de Hushington, pensar en eso hace que una bola de angustia crezca en mi garganta, más lágrimas salen de mis ojos.
Unos tacones aparecen en mi borroso campo de visión, pero intento ignorar a todos a mi alrededor porque sé que me culpan, puedo verlo en sus miradas; mis padres seguramente saben lo que hice, James y Maggie fueron testigos, yo mismo me condeno.
—Ven, cariño. —Sus palabras cariñosas hacen que levante la cabeza, tiene una sonrisa triste en sus labios. Me levanto automáticamente y permito que mi madre envuelva sus delgados brazos alrededor de mi cuerpo. Sollozo demasiado fuerte, ni siquiera cuando era pequeño me consoló de esta manera—. Lo siento tanto, hijo.
—Es mi bebé, yo lo maté —murmuro con la voz temblorosa, casi ahogándome con las palabras, con los acontecimientos. Sus brazos me aprietan y tiemblan.
—No lo hiciste, el bebé no iba a nacer, Dan. Era un embarazo ectópico, lo iban a perder tarde o temprano. —Guarda silencio durante un instante, sus manos acarician mi cabello.
—Soy un monstruo, lastimo a lo que amo.
—No eres un monstruo, cuando tenemos miedo atacamos, eso hacemos. Nos da tanto terror que nos lastimen que preferimos lastimar primero o aparentar que no ha dolido —dice—. Siempre tuve miedo de amarte, desde el primer momento en el que te tuve en mis brazos, lamento tanto haberte enseñado a atacar, en lugar de haberte enseñado a enfrentar ese miedo.
No digo nada, me limito a quedarme quieto. Cuando el doctor entra a la sala y se aclara la garganta, me enderezo.
—La señorita Tessandra está despierta, ¿alguien quiere darle la noticia o prefieren que lo haga yo?
Todos lo contemplan, enmudecidos. La señora Winter se levanta, ofreciéndose voluntaria, pero el doctor la frena levantando la mano.
—¿El padre del bebé está aquí? —pregunta, dándome una mirada—. Es mejor que él vaya, los padres deben superar juntos este tipo de pérdidas.
Romina me mira con los ojos rojos y suplicantes, no ha parado de llorar desde que llegó, escucho el bufido de Maggie, sin embargo, decide cerrar la boca y no angustiar más a la madre de Tess.
—Tienes que hacerlo, ella necesita que la apoyes, sobre todo después de lo que ocurrió hace algunas horas. —Miro a mi madre de soslayo, mi padre asiente con melancolía—. Nadie va a entenderlo como tú.
Así es como termino caminando por el pulcro pasillo con las piernas medio temblorosas y el alma pendiendo de una cuerda floja hasta que me encuentro frente a su puerta. Respiro profundo antes de girar la perilla con suavidad, trago saliva pues empiezo a sentir la boca seca. Entro a la habitación sin más.
Tess está acostada en una camilla, en cuanto me ve su rostro se endurece y aprieta los puños, la tela se arruga bajo sus palmas; mi corazón se estruja aún más.
—¿Qué mierdas haces aquí? —Gruñe—. Lárgate.
Hay tanto rencor en su voz que no me atrevo a mirarla a los ojos, no estoy preparado para comprobar que me odia. Sin emitir sonido alguno camino y me siento a su lado en una pequeña silla, sus pupilas siguen mis movimientos, casi como temiera que hiciera algo para dañarla.
—Tenemos que hablar, mariposa.
—No me digas así, no quiero hablar contigo nunca más. Si no te vas ahora mismo voy a gritar. —Levanto la mirada para que nuestros ojos contacten. Sus hombros se relajan y abre su boca, pero vuelve a cerrarla, luciendo como un pequeño pez en medio del mar. La confusión en su rostro me da un poco de esperanza.
—Lo siento tanto, cariño, no quería que esto pasara.
—Pero lo hiciste, Dan, por favor vete. —Niego sacudiendo la cabeza. Nunca la había necesitado tanto como ahora, necesito saber que ella no me crucifica, que no soy culpable.
—Necesitamos estar juntos para superar esto, te necesito y sé que me vas a necesitar.
Extiendo la mano y tomo la suya con ternura para llevarla hasta mi boca. Pequeñas gotitas que salen de mis ojos caen en su piel, su cara se arruga con dolor, se estira un poco para limpiar mis lágrimas con sus pulgares. Estrujo su mano y la deposito en mi pecho sin soltarla.
—Lo lamento tanto. —Me mira sin expresión durante unos segundos, gira su rostro y clava su mirada en algún punto de la sábana blanca.
—No quiero hablar de eso ahora, Dan, solo quiero saber qué me pasó. —Suspiro, compungido.
—Mariposa, de eso era de lo que quería hablarte.
Me enfoca, impasible. Trago saliva pues no puedo encontrar mi voz, Tess se da cuenta de mis nervios.
—¿Qué pasa? —Tengo que hacerlo, debo ser fuerte por ella—. ¿Qué tengo?
—Cariño, estabas embarazada. Dijeron que era ectópico, que lo perderías porque no podría crecer. Sufriste un aborto espontáneo, perdimos a nuestro bebé.
Abre sus párpados con horror, sus ojos son tan grises que asustan.
—¿Qué? —murmura en un hilo.
Arrebata su mano con celeridad y se mueve al otro extremo de la cama con las facciones distorsionadas, arrugo el rostro por su rechazo.
—Eres increíble. —Resopla y aprieta la mandíbula—. ¿Por qué me odias de esta manera? ¿Por qué inventas cosas, Dan? ¡Lárgate! No quiero verte.
¿Odiarla? ¿Hacer algo así para dañarla? Jamás podría, y duele que ella lo piense, me duele que la decepción que siente la lleve a creer que sería capaz de hacerle algo así.
—No te lastimaría de ese modo.
—¡Ya lo hiciste! ¡Ya me lastimaste! —grita, sus ojos llamean—. ¿Inventar un aborto? Sé que me equivoqué, sé que te mentí, pero no me dañes con eso.
Su voz tiembla y, pronto, las lágrimas la inundan. Me acerco sin poder evitarlo y la rodeo con unos brazos que acepta indecisa, sin embargo, termina apretándome contra su cuerpo.
—Dime que es mentira, Dan... —Levanta la cabeza para clavar su mirada en la mía, el dolor en sus ojos me deja mudo—. Dime que estás mintiendo y tal vez te perdone.
No digo nada, deja caer la frente en mi cuello y estruja con sus puños mi camisa. Acaricio su cabello y le doy besos en la sien. Pasan algunos minutos, empieza a calmarse, a recuperar el aliento sin despegarse de mí.
—Quiero que te vayas. —Su susurro me rompe el corazón.
—Por favor, Tess, no me hagas esto. Te necesito, es mi bebé también.
—Yo que tú no estaría tan seguro, recuerda que soy una prostituta, cualquiera podría ser el padre —dice plana, sin timbre, como si fuera un robot. Me echo hacia atrás sintiendo sus palabras como un duro golpe en la mejilla, la miro.
—Sé que soy el padre. —Se encoge de hombros.
—No lo sé, no recuerdo con cuántos me acosté.
Una punzada de rabia y celos se instala en mí, respiro profundo para intentar calmarme y no enloquecer, no puedo perder los estribos ahora.
—No me digas eso.
No me mira, así que levanto su barbilla, me encuentro con dos pantanos vacíos, no hay esa chispa que siempre me ha gustado; no hay nada, ni siquiera sé si me está mirando.
—Eso es lo que hacemos, ¿sabes? Nos acostamos y luego olvidamos, Dan, no es tan difícil entenderlo. Sé que lo entiendes, no es la primera vez que te acuestas con una.
—Deja de intentar lastimarme, mariposa, ambos sabemos que nos equivocamos, podemos arreglarlo, intentarlo.
Ella sonríe de lado, pero no es su linda sonrisa, es otra clase de mueca que me parte a la mitad.
—No lo vas a conseguir de nuevo.
—¿De qué hablas? —pregunto, confundido.
—Tus palabras bonitas ya no funcionan ni tus cortejos, ya me los sé de memoria; no me vas a engañar otra vez.
Centro mi vista en la de ella: tan dura y fría. Esta chica no es mi mariposa. Mi madre me dijo que no era un monstruo, pero yo creo que sí porque la destruí.
—Te amo.
Niega, convencida.
—No, Dan, amas a alguien que no existe, a una persona que idealizaste, no a la chica prostituta. No me conoces, no sabes quién soy. No te engañes, yo no me engaño, ahora sé que el chico del que me enamoré no existe. —Intento acariciar su mejilla para que deje de decir esas cosas, pero voltea la cara, así que mi mano cae sobre el edredón—. Es suficiente, quiero estar sola.
Yo no quiero para nada eso, es lo último que deseo. Quiero besarla, llevarla a mi lado y abrazarla hasta que se duerma, quiero que llore en mi hombro, que volvamos a empezar; no obstante, no puedo presionarla, no debo hacerlo.
Antes de salir me giro para encontrarla mirándome.
—«No te amo como rosa de sal, topacio o flecha de claveles que propagan el fuego. Te amo como se aman ciertas cosas oscuras, secretamente entre la sombra y el alma. Te amo como la planta que no florece y lleva dentro de sí, escondida, la luz de aquellas flores.»
No me detengo para observar si entendió lo que quise decirle porque salgo con la cabeza agachada. Su madre me intercepta antes de que pueda entrar en la sala de espera.
—¿Cómo se encuentra? —pregunta con suavidad. Respiro profundo antes de encontrar mi voz.
—Entró en conmoción al principio, ya está calmada en este momento.
—Gracias, Dan. Voy a verla, tus padres siguen aquí. —Asiento y me dirijo a la sala del hospital, me dejo caer en un sillón evitando las miradas curiosas de las personas alrededor.
No puedo sacarme de la jodida cabeza su mirada perturbada, su timbre de voz mecánico, su sonrisa marchita.
Mi madre se sienta junto a mí.
—¿Cómo está? —pregunta en un susurro. También puedo sentir la presencia de mi padre, no quiero mirarlos, no me apetece sentir que en esta ocasión merezco que me detesten como yo lo hago, como Tess lo hace.
—Herida.
* * *
T E S S A N D R A
No puedo dejar de llorar, probablemente mis ojos van a explotar pronto.
Todo sucedió tan rápido. ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué me enamoré de él? Incluso iba a contarle lo de Lili, iba a mostrarle lo que más amo en el mundo. Soy una estúpida, una maldita ilusa. Sé que le mentí, pero jamás imaginé que me traicionaría de ese modo, que iría con Amber a contarle y que después me dejaría en evidencia delante de la universidad, delante de Hartford.
Mi pecho tiembla, arriba abajo, arriba abajo. Todo en lo que creía, todas las ilusiones se derrumban frente a mí, en mi presencia. ¿Qué voy a hacer?
Todo este tiempo preocupándome y él actuó justo como creí que reaccionaría. Lo merezco por fiarme de las personas, si ya sé que no debo creer en los demás, no sé por qué decidí que él valía la pena, que me daría la oportunidad de explicar.
«Guárdalo en tu mente, en tu corazón, tal como yo lo hago». «Tessandra Winter, mi Tess». «No puedo evitar que lo que siento corra porque quiero amarte con todas mis fuerzas y quiero que lo hagas también tú. Tess, me estoy enamorando como un loco, como un demente de ti».
¿Cómo pude creer en todas sus tonterías? ¿Cómo no me di cuenta de que era la clase de amor que se termina cuando las cosas se ponen feas? ¿Cómo lo odio si hay algo que siempre nos va a unir? Iba a tener un bebé; un bebé de Dan.
La puerta vuelve a abrirse y mi madre entra, se acerca a mi lado con lágrimas contenidas. No me atrevo a levantar la vista, no deseo sentir que la he decepcionado.
—Lo siento, Tessy. —Toma mi mano, la miro por debajo de mis pestañas—. No voy a juzgarte, hija.
—Perdí a mi bebé —susurro con dolor, por primera vez pronuncio esas palabras en voz alta y producen justo lo que pensé, me amargan la boca y el corazón.
El pecho comienza a calarme, el oxígeno no es suficiente. Tal vez todo es mi culpa, aunque el doctor dijo que lo perdería de todas formas, o que podría haber muerto también. Sé lo que es un embarazo ectópico, sé lo que me pudo haber pasado. Estoy viva; pero el dolor sigue ahí, saber eso no me hace sentir mejor, me perturba porque me hace sentir culpable pues mi cuerpo no estaba preparado para recibirlo, para cuidar a un ser humano indefenso.
Se sienta a mi lado y pasa su brazo por detrás de mis hombros, acercándome a su costado. Recuesto mi cabeza en su cuello para dejarme llevar por la agonía y los sollozos, lloro; justo cuando siento que ya he sacado todo, otra punzada nace y luego otra, me atraviesan como balas.
—Te entiendo, créeme que lo hago. Ustedes son todo lo que tengo, soy la mamá de Tess y Lili, una costurera de clase baja, nada más. No sé qué haría si les llegara a pasar algo, probablemente me volvería loca —susurra con el timbre tembloroso, otra punzada me divide mis pedazos a la mitad. Mamá es especial, pero es cerrada, nunca habla de sus sentimientos—. Vivo con miedo constantemente, me da pánico pensar que un día no va a despertar, que sus ojitos no volverán a brillar, que me quedaré sin mi linda niña, que un día no vas a regresar sana a casa por estar en ese lugar y porque no puedo darles algo mejor.
La abrazo con más fuerza porque no sé qué responder, me siento inútil.
Me arrulla como cuando era una niña. Me quedo en sus brazos pues no tengo a dónde más ir, disfrutando de la tranquilidad.
—He escuchado que cuando pierdes un bebé debes ponerle nombre también.
Sonrío con melancolía.
—Danniel. —Una solitaria lágrima baja, lanzo un sollozo ahogado—. Danniel Adams.
—Es un nombre hermoso, Tess. —Asiento—. Hermoso como sus padres.
Cuando despierto al día siguiente mi habitación en el hospital está tapizada de gardenias. La enfermera me lleva el desayuno y me informa que me darán de alta hoy en la tarde.
En soledad degusto avena con fruta seca, después de que mamá se fue a acostar a Lili, me pusieron suero y me quedé dormida; quedamos en que no le comentaría nada de lo sucedido, no queremos que se angustie. Estoy un poco más tranquila, he dejado de llorar, sin embargo, el vacío no se ha ido. En mi tercera cucharada tocan la puerta dos veces.
—Adelante. —La sonrisa de Maggie aparece en el umbral, haciéndome sonreír.
—¿Cómo estás? —pregunta cuando se detiene a mi lado con un lindo oso de peluche de color negro. Arruga su nariz y busca con la mirada qué es lo que apesta—. Ese chico sí que está loco, sobornó a medio hospital para que dejaran pasar a todos esos repartidores a tu habitación.
—¿Ya se fue? —Alza una ceja.
—Está plantado en la sala de espera, no me sorprendería que echara raíces.
Trago saliva y contengo las lágrimas. No, no me voy a echar a llorar de nuevo.
—¿Por qué lo hizo, Maggie? —Intento contener mis emociones, pero no lo logro, mi voz se quiebra en la última sílaba.
—James asegura que Dan es así, hace las cosas en medio de la rabia y luego se arrepiente. De todas maneras, lo que hizo fue una mierda, es decir, ¿cuántos años tiene?
—No quiero perdonarlo, pero no tengo fuerzas para enfrentarlo y mandarlo al infierno. —Respiro.
—Estaría encantada de hacerlo por ti. —Hace una mueca antes de lanzar un suspiro—. No lo olvides, aprende a vivir sin él. Date un respiro, vete algunos días a otro lugar, respira otro aire. Tu abuela Sophia vive en Tennessee, ¿no? Ve con ella, relaja tu cabeza, aclara tus ideas.
Lo pienso un momento y no suena tan descabellado, por el contrario; pero no sé si es prudente ir en estos momentos en los que mi hermana me necesita.
—Te amo, amiga.
—También te amo, Mags.
Gina me visita un poco más tarde, hay un enfermero en mi habitación cuando Philip entra corriendo y se avienta a la cama.
—¡Tessy! —exclama y me abraza, yo lo abrazo fuerte y deposito un beso tronado en su pómulo porque sé que eso lo hace reír.
El pequeño me suelta y se sienta a mi lado, su madre aparece llamando la atención del enfermero, quien no le quita los ojos de encima hasta que sale del cuarto. Georgina es hermosa, alta, delgada, curvilínea, piel oscura y brillante, ojos enormes y todo en ella grita sensualidad.
No me pregunta qué ha pasado, seguramente mi madre le contó, se limita a agarrar mi mano y darle un apretón.
—Decir lo lamento en ocasiones no basta y sé que esta es una de esas veces, no sé lo que es perder un hijo y espero nunca saberlo. Solo puedo decirte que vas a estar bien, las cosas siempre suceden por algo, aunque a veces no nos guste esa razón. Hay un dicho que mi abuela siempre decía: «si el tren es para ti, ni aunque te quites; si dicho tren no es para ti, ni aunque te pongas». El problema es que el tren a veces no nos gusta, no lo queremos o no lo necesitamos; pero es para nosotros y debemos subir con la única esperanza de que al final pueda gustarnos el destino.
Le sonrío y asiento.
Antes de irme del hospital después de que me dan el alta, me sacan la muestra de sangre para revisar la compatibilidad. Mamá me ruega que vaya a casa a descansar, pero no tengo ánimos de hacerlo, no quiero estar sola con mis propios demonios rondando y entristeciéndome Así que, como tantas veces, me recuesto en el sofá y me dejo llevar por el cansancio, solo que esta vez es diferente.
Un dolor abrasador quema cada esquina de mi alma.
* * *
¿Personaje favorito?
AMO CADA VOTO, CADA COMENTARIO Y ME HACEN REÍR CUANDO SE PONEN CON ACTITUD ASESINA :3 No se olviden de hacerlo aquí también.
Si esta historia les gusta no duden en dejarme su estrellita y comentario.
¡Besitos!
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