Capítulo 25
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D A N
Amber acaba de soltar la bomba, todos lucen sorprendidos, la observan y yo no me siento mejor; no como creí que sería. Cuando me atrevo a mirarla me doy cuenta de que está blanca como la nieve, puedo ver pánico correr por sus ojos, la veo tragar saliva. Mis pensamientos se aclaran y, ahora que la niebla del enojo se despeja, me doy cuenta de lo que he hecho.
¡Maldita sea!
La pueden expulsar, pueden incluso sobornarla por buenas calificaciones. No puedo quitarle los ojos de encima, se ve tan pequeña y frágil, tan desolada; pero su mirada cambia en segundos y una que nunca había visto es puesta en su lugar. Una barrera impenetrable se construye a su alrededor, soy testigo de cómo pone cada ladrillo, después me mira y mis rodillas fallan. Solo veo algo ahí: odio. Y sé que jamás lograre cruzar la barrera, esos ladrillos estarán siempre entre los dos, ¿no era eso lo que quería? No, no quiero eso, era fácil pensarlo, pero ahora que lo veo me está destrozando.
Observa a Amber con rabia y desesperación, pero no de la manera como me miraba a mí, no con ese sentimiento lleno de rencor y decepción. El pánico crece en mi interior, ¿y si sí hay una buena explicación?
—Es una prostituta, ¿no es así, Tess?
Maggie aprieta su hombro y me fulmina con la mirada. Ubico a James, quien observa a Mags con dolor y clava su mirada furiosa en mí. Tess se encoge de hombros como si no le importara una mierda lo que acaba de pasar, yo sé que debajo de esa coraza hay un corazón suave.
—Al parecer ustedes saben más sobre mi vida que yo. —Alza la barbilla, desafiante, me hace recordar a los primeros encuentros que tuvimos, lo petulante y grosera que era conmigo, ella no quería que yo estuviera cerca.
—Es por curiosidad, m-a-r-i-p-o-s-a —Enfoco a Amber con enojo, ¿por qué hizo eso? Se está burlando—, ¿cuánto cobras?
Tess sonríe de lado, mi respiración se entrecorta. Se tambalea un poco.
—¿Decidiste cobrar esta vez?
La rubia abre los ojos como platos y su boca se tensa tanto que creo que tronará. Jamás imaginó que alguien se enfrentaría a ella así. Se da la vuelta, indignada, y desparece.
Escucho un horrible grito, giro la cabeza en busca de la fuente del sonido, Tess está doblada, Mags la sostiene.
Las emociones que siento se mezclan entre ellas, quiero ir a encontrarla y sostenerla, al mismo tiempo no quiero tenerla cerca pues sigo dolido.
Algunos alumnos gritan y corren hacia la universidad, otros se quedan mirando la escena. Alcanzo a ver cómo el coordinador Maxwell detiene a Amber antes de que pueda escabullirse y discute con ella.
—¡Ahhhh! —Otro grito hace que se me pongan los nervios de punta, y esta vez no puedo mantenerme lejos. Tess cae al suelo.
—¡Una ambulancia!
¿Qué?
Me hago espacio con violencia entre el mar de gente.
—¡Está sangrando, James!
Mis ojos se abren con horror al verla tendida en el suelo con los sentidos perdidos y los pantalones llenos de sangre.
No sé de dónde salen, pero en un segundo hay profesores y guardias por todas partes. Los profesores despejan el área, mientras los guardias crean una barrera para que no se acerquen a la castaña que permanece lívida e inmóvil, hago el amago de arrodillarme junto a ella, asustado y sin saber qué hacer. No quiero que le pase nada.
—No te atrevas a tocarla. —Levanto la vista para encontrarme con los ojos azules llenos de odio y asco de Maggie—. ¡Esto es tu culpa!
Me levanto para atacarla y decirle que no es asunto suyo, pero el cuerpo de mi mejor amigo se interpone entre los dos, me empuja y me hace perder el equilibrio.
—¡¿Qué mierdas te pasa?! —grito—Quítate de en medio.
Gruño, tengo que llegar a Tess, tengo que sostenerla y pedirle perdón, decirle que me equivoqué, pedirle que me explique.
—Jamás pensé que me mentirías de esa manera, a mí, dijiste que la amabas, pero veo que estás muy jodido como para hacerlo.
Aprieto la mandíbula.
—No te entrometas, también me mintió. —Mi voz tiembla en las últimas palabras, debí haberle pedido una explicación, permitir que me contara lo que quería decirme, no actuar de la manera en que lo hice.
—Sí, con justa razón, mírate. —Me señala con su índice—. Algo debió ver en ti para no hablarte de su vida.
Me duele porque sé que tiene razón. Sé que no es una prostituta, sé que no me lo dijo por algún motivo, sé que probablemente no confiaba en mí y eso duele.
—¡Eres un jodido imbécil! —Intento gritarlo, pero mi voz es débil, las venas de mi cuello palpitan, cierro los puños, lleno de rabia contenida que no sé cómo liberar. Niega indignado con la cabeza, me da una mirada cargada de decepción y me deja el camino libre.
Sin embargo, no puedo aproximarme lo suficiente porque James carga a Tess
—¡Si le pasa algo va a ser tu puta culpa! —Margaret se para frente a mi rostro con los dientes apretados y el pecho subiendo y bajando, intentando contenerse. No puedo con esto, el pánico sube por mi garganta; tengo ganas de vomitar, estoy sudando.
La sirena suena cada vez más fuerte y constante, pronto somos invadidos por paramédicos, quienes la suben a la ambulancia en una camilla. Corro con miedo hacia el Jeep y conduzco detrás de la ambulancia, no soy consciente de nada, solo que no debo perderla de vista.
Entro a urgencias trotando, desesperado. La llevan con rapidez a alguna sala lejos de mí, su impoluto cuerpo se ve tan frágil, sus pantalones llenos de sangre me hacen estremecer y cerrar los ojos con impotencia.
No quiero que le pase nada.
Quiero verla sonreír, escucharla reír. Si algo le pasa nunca me lo voy a perdonar.
En la sala de espera Maggie está sentada meciéndose y sollozando mientras James la abraza y le susurra palabras de ánimo. En cuanto sienten mi presencia levantan la cabeza, la pelinegra se pone de pie, camina con furia y de detiene frente a mí seguida por mi mejor amigo; está clavándome cuchillos con los ojos.
—¿Qué mierdas haces aquí? ¡Lárgate! —James aprieta su hombro.
—No me voy a ir, les guste o no sigue siendo mi novia.
La pareja de James lanza una risotada sarcástica y aprieta la mandíbula.
—Creo que Tess estaría encantada de concederme el poder de mandarte a la mierda, estoy segura de que cuando despierte va a patearte el culo tan fuerte que no podrás sentarte nunca más, cabrón egoísta —escupe—. Quiero ver tu cara cuando te enteres de la verdad, voy a reír mucho cuando te arrastres para pedirle perdón pues no encontrarás otra forma de hacerlo. Te vas a arrepentir, Dan Adams, y yo voy a carcajearme en tu jodido rostro.
Voy a contestarle, pero las puertas se abren y la señora Winter entra como un rayo con lágrimas en sus ojos, mi pecho se aprieta al contemplarla. Maggie va a su encuentro y la abraza, me aparto de la escena, sentándome en un rincón, mirando el suelo.
Dios mío. Que no le pase nada.
—¿Qué fue lo que pasó? —Escucho su sollozo, su voz se parece a la de mi mariposa—. ¿Qué han dicho los doctores?
—Empezó a sangrar, Romina. Ella estaba bien un segundo, algo extraña si debo admitir y, de pronto, empezó a gritar como si le estuvieran clavando algo. —Puedo escuchar el dolor en lo que dice, así como siento su mirada acusadora puesta en mí—. No han dicho nada todavía.
Los tres caminan al lado opuesto de la sala, veinte minutos después un doctor entra por la puerta de cristal y de detiene en el centro.
—¿Familiares de la señorita Tessandra Winter? —Me levanto de golpe tan pronto escucho su nombre y camino hasta él, los demás hacen lo mismo.
—Soy su madre —dice, temblorosa—. ¿Qué tiene mi hija, doctor?
—Es algo muy personal, señora, ¿desea que se lo diga en privado?
Romina mira a Maggie y luego a mí. Me sonríe con calidez y yo me siento como una mierda, su madre no debería sonreírme después de lo que hice, seguramente no tiene idea de lo que ocurrió.
—No, está bien, todos somos de confianza.
Mags hace una mueca, inconforme con sus palabras, pero no dice nada.
El doctor aclara su garganta, mi corazón está en mi boca.
—La señorita Tessandra estaba embarazada, tenía dos semanas.
La madre de Tess aspira con impacto, Maggie abre los ojos, incrédula.
La noticia me golpea como un tren.
—¿Estaba? —Logro pronunciar sin aliento, el doctor estanca sus pupilas llenas de pesar en las mías.
—El embarazo de la señorita no era normal, presentaba una condición llamada embarazo ectópico, eso quiere decir que estaba implantado fuera del útero, lo que impide el desarrollo y pone en riesgo la vida de la madre, pues al haber tan poco espacio hace que el órgano estalle, si no hubiera sufrido el aborto espontáneo habríamos tenido que someterla a cirugía —dice—. Lo lamento, el bebé no iba a desarrollarse...
Él dice otras cosas, sin embargo, no puedo escuchar nada más. Camino hacia la ventana, en un intento de apartarme del mundo y de mis errores, de todo lo que pasó hace unas horas.
Era mi hijo.
Me dejo caer al sillón colocando mis codos en mis rodillas y escondiendo mi rostro entre mis manos, totalmente derrotado. ¿Qué fue lo que hice? No, no pude haber hecho eso en medio de uno de mis ataques de ira. Soy un egoísta.
He matado a mi bebé.
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