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Capítulo 19

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T E S S A N D R A

Me veo en el espejo y sonrío, he obtenido justo el aspecto que quería. Me puse uno de los vestidos de rayas que mamá hizo para mí hace tiempo, tiene dos líneas horizontales negras y gruesas en la curva de los senos y en la cadera, las demás son delgadas y en tonos cafés. Es un vestido digno para la ocasión, llevo también tacones bajos de color negro. Mientras me miro recuerdo vagamente a mamá sentada en una de las sillas del comedor con su máquina para coser frente a ella, tenía a su lado una bola llena de alfileres, Lili miraba cómo el aparato cosía conforme nuestra madre movía la tela del vestido.

Escucho que tocan la puerta dos veces, debe de ser Dan. Reviso que todo esté en su lugar una última vez y abro la puerta con una radiante sonrisa que es correspondida al instante.

El pelinegro lleva un pantalón oscuro de mezclilla y una camisa blanca, alza una ceja con picardía al verme y sonríe de lado. Puedo sentir cómo mis piernas se debilitan, no quiero dejar de mirarlo.

Extiende una mano que no dudo en tomar, su palma se une a la mía, entrecruza nuestros dedos y me da un jalón. Estampa su boca en la mía y me devora los labios como solo él sabe, rodeando mi cintura, pegándome a su pecho, saboreando mi sabor. Y no pienso en nada hasta que se aparta para que tomemos aire.

—Por cierto, te ves grandiosa en este vestido —dice con una extensa sonrisa—. Vámonos, mariposa, mis padres nos esperan.

El camino a su casa lo hacemos en un silencio que solo es interrumpido por las guitarras estridentes de Metallica, lo prefiero así porque los nervios me están carcomiendo el interior y no me agradaría escucharlo parlotear.

—¿Estás nerviosa? —pregunta al descender de la camioneta. Hago una mueca y afirmo con un susurrado «sí», mientras me acomodo el vestido y me tambaleo por mis tacones al contactar con las piedras, Dan pasa un brazo por mi cintura para estabilizarme—. Tranquila, solo son dos viejos y les agradas. Mi padre sabía desde el principio que éramos compañeros en la biblioteca, insistió en que eras una buena influencia para mí, estaba emocionado de que conviviera contigo.

Si ellos supieran... no estarían tan felices.

—Pero no me conocen —emito.

—Apuesto a que sí, papá investiga a todos, seguro te conoce más que yo —murmura con aire malhumorado.

Cierro los ojos fuertemente y mi corazón se acelera, tal vez me estoy dirigiendo a mi fusilamiento y yo no lo sé. ¿Qué si es una emboscada para desenmascararme frente a Dan? Debo calmarme o todos se darán cuenta de que quiero vomitar.

Aprieta mi costado y sonríe cálidamente.

—No tienes que temer, ellos te amarán tanto como yo.

Empieza a caminar hacia la casa sin soltarme, donde nos espera Becky con semblante alegre. ¡Me está arrastrando e insinuó que me ama! Ahora siento que me voy a desmayar, nadie nunca me ha dicho eso.

¡Pero no lo dijo con todas las letras! ¿Sí lo hizo? Debo calmarme porque todo esto me está llevando al límite.

Salgo de mi aturdimiento cuando sentarnos en la sala de sofás celeste, Dan jamás se aparta de mi lado y se lo agradezco, suficiente presión siento al saber que estoy a punto de cenar junto al tiburón gordo y a su esposa refinada, ¿y si soy la cena?

—¿Puedo ofrecerles algo de tomar, Dan? ¿Señorita Winter? —pregunta Becky con esa voz cantarina que tanto me agrada, su aspecto hogareño es lo más parecido a mi familia.

—Dime Tess, Becky, solo los desconocidos me llaman «señorita». —Ella sonríe, radiante—. Estoy bien, muchas gracias.

—Hasta la cena, Becky, no te preocupes —concluye Dan.

—Los señores bajarán en un momento.

La señora se da la vuelta y sale de la salita, no le quito la mirada de encima a su espalda hasta que no puedo verla más.

—¿Becky tiene hijos? —cuestiono a lo que el pelinegro hace una mueca y niega.

—Estuvo embarazada, pero su marido la golpeaba. Un día la golpeó brutalmente y ella perdió a su bebé. —Llevo mi mano a mi boca porque no puedo controlar el horror—. Papá ayudó a hundir al bastardo en la cárcel. Becky no se volvió a casar ni intentó tener otros hijos, se dedicó a cuidarme.

Ahora entiendo por qué cada vez que Becky ve a Dan lo hace con amor, ella lo mira como a su hijo perdido. No entiendo por qué lo peor les pasa siempre a las mejores personas.

—Hijo. —Se escucha la voz de George, quien entra en la sala con una gran sonrisa. Justo así, ellos parecen dos gotas de agua. Ambos nos levantamos como si estuviéramos sincronizados para saludarlo.

—Hola, papá.

Se abrazan y palmean sus espaldas, el gesto no me agrada, parece de lo más distante e informal. Viste un traje gris, camisa blanca y corbata negra, sus zapatos brillantes hacen que me muerda el labio, ¿hay algo en él que no sea perfecto y deslumbrante?

—Tess, un gusto enorme verte de nuevo. —Me abraza, eso me tranquiliza porque es obvio que no sabe nada acerca de mi situación en The Garden. Se echa hacia atrás y mira a su hijo, rueda los ojos con fingida frustración—. En un minuto baja Hele, ya sabes cómo es tu madre. Pero siéntense, por favor.

Señala los sillones con la mano, hacemos lo que pide, él se coloca en un sofá frente a nosotros y cruza su pierna sobre la otra como los magnates hacen en esas series famosas. Se ve bastante cómodo y feliz.

—¿Qué tal México? —pregunta Dan lanzando un suspiro, su mano se cuela detrás de mi nuca para rodear mis hombros y pegarme a su costado.

Trago saliva al levantar la vista y encontrar a su padre mirando su mano sobre mi hombro, nuestras miradas se encuentran, me regala una sonrisa y enfoca a su hijo.

—Es fascinante, fuimos a la capital y después a Monterrey. Deberías ir algún día, es todo tan colorido y picoso, seguro tu vena de viajero quedará fascinada.

—Dan, ¡querido!

Hele aparece en la sala como por arte de magia, luce estupenda con un vestido de lino color crema, se ve más joven de lo que en realidad es. Vuelvo a levantarme para saludarla. Le da a Dan un beso en ambas mejillas y me sonríe.

—Tess, te ves fantástica. —Me da un abrazo, su perfume dulce llega a mi nariz, después me toma de los codos y me aparta un poco para poder mirarme de pies a cabeza—. Este vestido... Tienes que decirme dónde lo compraste porque es precioso. La tela es refinada y elegante.

—Mamá, no agobies a Tess con tus cosas.

Hele lo mira mal y resopla.

—Es que me gusta, necesito saberlo, así atacaremos a la competencia.

La tranquilidad regresa al darme cuenta de que no está intentando avergonzarme.

—Es diseño de mi madre, ella es modista. —La señora Helen abre la boca, sorprendida, y lo observa de nuevo como si no pudiera creerlo.

—Es... impresionante, exquisito. ¿Estás segura de que lo hizo tu madre?

No deja de mirar el vestido, ni siquiera se inmuta de mi expresión. pues está muy concentrada analizándolo con el ceño ligeramente fruncido.

—Señora, disculpe la intromisión —dice Becky llamando nuestra atención, ella sigue hablando cuando Helen asiente—. La madre de Tess es la costurera que nos ayudó con aquella emergencia, ¿lo recuerda?

—¡No me digas! —exclama—. Pero si alguien que diseña así debería hacer justamente eso.

Su mirada sube hasta encontrar la mía, una sonrisilla se dibuja en sus labios, luego suelta mis brazos para tomar su lugar junto a su marido. Tomo asiento junto a un Dan que pasa su brazo por mi respaldo de nuevo y toma mi mano con la otra.

—Tess, tengo entendido que eres becada al cien por ciento.

Afirmo con la cabeza hacia el padre.

—Sí, tengo sobresalientes en todas mis notas y Hushington me recibió.

—Eres inteligente.

Es obvio que me ha investigado, me reacomodo en mi asiento intentando no lucir amenazada.

—Bueno, estudio lo mejor que puedo, señor Adams.

—No seas modesta, hija, ¿para qué ocultarlo?

Becky vuelve a entrar a la sala en ese momento e interrumpe la indagación, se lo agradezco silenciosamente porque empezaba a ponerme nerviosa otra vez.

—La cena está lista, señor Adams.

—Ahora vamos.

Dan se levanta llevándome con él, y camina hacia el gran comedor, entretanto sus padres andan detrás de nosotros. Ya había visto esta habitación, pero iluminada se ve aún más hermosa e impresionante. El candelabro luminoso cuelga del techo e ilumina toda la habitación, las luces rebotan en una bola metálica que adorna el centro de la mesa haciendo que luzca como si estuviera encendida. George se sienta en la cabecera, Helen a su izquierda, Dan a su derecha y yo junto a él.

Una rubia joven con mala cara nos sirve una pechuga de pollo envuelta en panceta y queso Mozzarella, acompañada de vegetales y espárragos.

—Entonces, tu madre es modista, ¿trabaja en alguna casa de moda?

—No, ella es independiente, vende algunos diseños a clientas conocidas y nos hace ropa a mi hermana y a mí —digo.

—Sorprendente. —Se queda pensativa unos segundos, luego continúa—: Me gustaría hablar con tu madre y pedirle que prepare un portafolio si es que le interesa que Kakarú considere su trabajo para la próxima temporada. De verdad, Tess, sé que si muestro ese vestido en la junta creativa lo van a amar.

La directora creativa de una de las marcas más exclusivas del continente americano acaba de decir que quiere comprar los diseños de mi madre, ¿qué tan emocionada debo estar? Eso es de sueño, quiero subirme a la mesa y gritar de emoción, pero me contengo y me estabilizo.

—Por supuesto, Hele, yo le informaré.

—¿Y tu padre, Tess?

Dan levanta la cabeza de golpe y mira a su padre con el ceño fruncido ante la mención de mi progenitor, sin embargo, no me molesta que lo nombre.

En ocasiones tengo ligeros recuerdos de él, paseábamos por Nashville, reíamos.

—Murió cuando tenía diez años, no recuerdo mucho de él, supongo que no lo veíamos a menudo, solo sé que fue contador.

Le doy un sorbo al vino blanco de mi copa y, con nerviosismo, vuelvo a colocarla sobre la mesa, ignorando cómo mis dedos tiemblan, espero que nadie lo haya notado.

—¿Tienes una hermana, ¿verdad?

—Sí. Lilibeth. Tiene diez años.

—¿Ella cómo se siente? ¿Está mejor? —pregunta sin despegar sus ojos verdes de los míos. ¡Él lo sabe! Puedo verlo en sus pupilas que intentan estudiar lo más recóndito de mi alma. Infiernos. Dan alza una ceja con curiosidad, cuestionando en secreto sus preguntas—. Por lo de su padre, murió cuando era bebé.

Aclara al ver la reacción de su hijo, pero es más que eso, sabe que Lili tiene leucemia.

—Sí, ella está mejor.

—¿Saben? Tess también dibuja —dice un orgulloso Dan, me dan ganas de codearlo ya que nunca ha visto mis bocetos.

—¿Hay algo que no sepa hacer? —George me guiña un ojo.

—Cuando Dan era pequeño lo inscribimos en un sinfín de actividades: piano, guitarra, judo, karate, canto, dibujo, pintura, cocina, pero no le gustó nada.

Hele suspira y niega con la cabeza, indignada. El chico junto a mí aprieta los labios, fija su mirada en su plato. Puedo sentir, a pesar de que no lo dice, que las palabras de su madre lo han herido de alguna forma.

Helen me agrada, sin embargo, no me parece correcto cómo trata a su hijo. ¿Es tan importante ser bueno en alguna actividad? Estoy segura de que si tuviera un hijo lo único que pediría sería que estuviera sano, sé que mi madre hubiera pedido lo mismo; no obstante, supongo que no todos piensan así.

Al final del camino no importa qué tanto sabías hacer, importa cómo y con quién compartiste tu vida.

Siento las palabras queriendo salir de mi boca, cada vez que presencio algo como esto me dan ganas de hacerle ver a la gente que se están perdiendo de muchas cosas, que otros daríamos lo que fuera por tenerlas; pero no puedo hablar de eso sin mencionar a Lilibeth, así que prefiero actuar de otro modo.

—Pero si es un gran jugador de fútbol americano, ¿lo han visto jugar? Cuando yo fui al partido el otro día quedé impresionada, él dirige al equipo tan bien.

—¿Dan dirige bien al equipo?

Su madre me mira, desconcertada. Por un segundo me quedo enmudecida pues su pregunta me sorprende, ¿en dónde demonios han estado ellos? ¿Lo han hecho a un lado siempre?

—Sí, faltaba un minuto para que acabara, él hizo esos movimientos fascinantes para esquivar a al equipo contrario y realizó la mejor carrera que he visto. Los Bulldogs ganaron ese día por él, las gradas se volvieron locas gritando su nombre.

Su madre queda impactada debido a mi relato, fija su mirada en Dan con un dejo de asombro, al menos ya no es helada como la primera vez que la vi. Es triste que él tenga que ser bueno en algo para que le den ese tipo de calor, que tenga que ser perfecto para merecer cariño y atención cuando una persona vale sin necesidad de una buena nota o un gran logro; pero ¿quién soy yo para juzgar? Helen le sonríe cariñosamente, él le da una sonrisita en respuesta y después gira la cabeza para enfocarme, me mira de una manera que me deja muda. Solo veo amor ahí, sus ojos resplandecen. Dios santo.

—¿Eso es cierto, Dan? —pregunta George a lo que el mencionado asiente—. Felicidades, hijo, tienes que invitarnos a tu siguiente partido, no me lo perdería.

—Claro, papá.

La confusión es tan notoria en su voz y sus pupilas bailan con tanta emoción que solo quiero abrazarlo, refugiarlo en mis brazos y asegurarle que no necesita ser bueno para que alguien lo quiera.

—Y ¿cómo es mi hijo como voluntario en la biblioteca? —cuestiona un curioso George.

—No le pienso mentir, al principio creí que era un chico mimado; pero es bastante servicial. El otro día unos chicos me atacaron por ser becada y él me defendió.

Observo que Becky está en el rincón del comedor mirando y escuchando con una ligera sonrisa que se ensancha cuando se da cuenta de que la estoy viendo.

—¿Por qué no nos habías dicho?

—No pensé que les importaría.

—Tonterías, Dan, debiste decirnos —dice Helen antes de ponerse de pie con gracia y caminar hacia su hijo, que la observa como si le hubieran salido dos cabezas. Es cómico de ver, debo admitirlo—. Ven aquí, déjame darte un abrazo.

La cara de Dan se convierte en un poema. Se levanta, permite que su madre lo envuelva en un abrazo, observo la escena en silencio, sin poder creer lo que está sucediendo.

¡Punto para Tess!

Miro a Becky, tiene sus ojos cristalinos, me mira de nuevo y articula un «gracias», yo le guiño un ojo y regreso a mi comida como si no estuviera pasando nada. George también abraza a su hijo y lo felicita, promete no perderse el siguiente juego y dice que se pondrá en contacto con su entrenador para apuntar en su agenda todas las fechas.

Una triste realidad, pero al menos están orgullosos.



—Tienes que venir de nuevo, cariño —pide Helen cuando me abraza al despedirse—. Y, por favor, dile a tu madre, me interesa mucho ver sus diseños, ¿lo harás?

Me tiende una tarjetita blanca de presentación que no dudo en tomar.

—Claro, Hele, lo haré.

—Tess, eres grandiosa para mi hijo. —George clava su mirada en la mía casi sin pestañear—. No me equivoqué, espero verte por aquí pronto.

Sus palabras me suenan a que guardan un significado distinto, probablemente ya estoy alucinando.

—Espero lo mismo, señor Adams, gracias por la cena.

Él asiente y abraza a su esposa.

Dan toma mi mano para guiarme a la camioneta, conduce en silencio hasta que aparcamos frene a la acera de mi casa.

Entonces, estalla como fuego artificial.


* * *

Muchas gracias por estar aquí, esta fue la primera que escribí, así que le tengo mucho cariño, les agradezco.

No olviden unirse a mi grupo de lectores en facebook, el link está en la descripción de mi perfil o pueden encontrarlo como "Lectores de Zelá Brambillé".

Nos vemos pronto, un beso.

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