Capítulo 15
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T E S S A N D R A
Me peino frente al espejo del baño y acomodo mi vestido. Cuando salgo, él me está esperando con una sonrisita, Dan toma mi mano y la aprieta como si estuviera reconfortándome, luego bajamos juntos las escaleras y nos adentramos a la sala de sofás elegantes.
Su madre está sentada en uno de los sillones. No puedo ver mucho, pero cuando se levanta su altura es lo primero que me sorprende, sin embargo, cuando fija su vista en la de su hijo no puedo concentrarme en otra cosa, sus pupilas verdosas sobresalen en ese rostro de rasgos afilados. Su delgado cuello está rodeado por un collar que hace juego con el delicado reloj de su mano izquierda, usa el anillo de compromiso y de matrimonio, irradia elegancia por cada rincón. Sus ojos son helados cuando mira a Dan, pero creo que se suavizan un poco cuando caen en los míos.
Un ruido me sobresalta, así que intento localizar de dónde proviene. Su padre camina hacia nosotros desde la chimenea. Es tan parecido al de la fotografía, solo que ahora su cabello café oscuro empieza a tornarse blanco y sus ojos azules son más celestes. Me recuerda a los hombres de negocios de las series que Maggie acostumbra ver, vestido con un impecable traje negro, le sonríe radiante a su hijo, puedo ver el parecido de ambos con ese simple gesto; y fija su mirada en nuestras manos entrelazadas sin disimulo.
—¿Cómo estás, Dan? —pregunta su padre, entretanto su madre sigue analizándome, intento aparentar que no me doy cuenta de su escrutinio. Trato de permanecer tranquila, concentrada y manteniendo mi respiración normal, aunque por dentro estoy temblando.
—A la perfección —contesta algo frío—. ¿Qué tal Miami?
—Ganamos, ¿no es maravilloso? —responde el hombre a lo que él afirma con un sonido nasal. Son tan distantes unos con otros, estoy segura de que, si mi madre hubiera llegado a casa después de viajar, habría corrido para abrazarme—. ¿Qué tal todo por aquí?
El señor me da una corta mirada, pidiendo secretamente que me presente. Dan suelta mi mano y rodea mis hombros, resisto las ganas de adherirme a su pecho y oler su olor a yerbabuena, después de unos segundos se aclara la garganta.
—Mamá, papá, quiero presentarles a Tessandra Winter, mi novia.
Me atraganto, ¿qué carajos acaba de decir?
Su padre sonríe, lo hace de verdad, tan grande que se forman unas arruguitas en las esquinas de sus ojos; su madre abre mucho los párpados, asombrada, pero se recompone en segundos y sube sus comisuras con calidez. Aunque algo ahí no me cuadra, no me permito bajar la guardia.
—Un gusto, Tessandra. —Me ofrece su mano, la tomo y la sacudo, sintiendo la firmeza del saludo—. George Adams.
—Dígame Tess —pido cuando encuentro mi voz—. Encantada, señor.
Pronto, toda mi atención es arrebatada, la señora Adams se acerca y se planta frente a mí. Trago saliva y le regreso la mirada.
—Mi nombre es Helen, puedes decirme Hele, querida —dice al ofrecerme también su mano—. Nos encantaría que vinieras a cenar con nosotros un día de la semana, vamos a estar en la ciudad durante un par de semanas, así que sería grandioso conocer a la novia de mi hijo.
Helen me mira.
—Muchas gracias, Hele. —Sonrío—. Y claro, sería grandioso, que Dan me avise.
Miro al chico que está a mi lado, su cara está dividida en dos por una sonrisa, me hace sonreír de igual manera, escabulle su brazo para rodearme y abarcar con su palma mi cintura.
—Tengo que llevar a Tess a su casa —informa. Mi cuerpo se tensa por costumbre, luego recuerdo que ya ha estado ahí antes.
—Por supuesto, debes hacerlo —emite el señor Adams desde su posición y dirige su atención hacia mí—. Ha sido un inmenso gusto conocerte, espero que vuelvas pronto.
—Esperamos —corrige su esposa.
Les regalo mi mejor sonrisa antes de que Dan me guíe a la salida. Subimos a la camioneta y me despido sacudiendo la mano al ver a sus padres de pie en la puerta haciendo lo mismo. Conduce el vehículo en silencio, sumergido en sus pensamientos, no me atrevo a interrumpirlo.
Estaciona unas cuantas casas atrás de la mía, su seriedad nos consume hasta que se gira para enfocarme, se acerca para tomar mi mano entre las suyas y entrelaza nuestros dedos.
—¿Por qué les dijiste eso a tus padres?
—No estoy saliendo con nadie más que contigo.
—Tu lógica me impresiona. —Suelto una risita
Mis dedos vuelan para acariciar la rama de su mandíbula.
Se acerca hasta posicionarse frente a mis labios y no me inhibo, rodeo su cuello y lo atraigo a mí, pero se resiste echándose hacia atrás.
—¿No quieres besarme? ¿Eres tímido ahora? —pregunto con sorna. Mueve la cabeza hacia un lado, analizándome, después sus comisuras se curvan con timidez.
—Si te beso ahora probablemente terminaremos en la parte trasera de la camioneta conmigo encima de ti saboreando tu cuerpo, hacer el amor en un coche no es para nada romántico —dice y arruga la nariz con disgusto.
Al final me acerco para robarle uno pequeño y me bajo del vehículo.
Subo en el elevador al piso número diez del hospital con una sonrisa jugando en mis labios, jamás me había sentido tan viva. Solo espero no estarme equivocando y espero algún día poderle contar sobre mi vida, si las cosas funcionan tendré que hacerlo. ¿Tal vez cuando encuentre un nuevo empleo? Así puedo omitir lo de ser bailarina ya que no quiero decepcionarlo, no quiero que me odie por guardarle el secreto. Y sus padres... Si en verdad supieran a qué me dedico, estoy segura de que me alejarían de él. Solo espero que, si hay cena, no cometa errores.
Despido a mamá en la sala de espera y camino a la habitación de Lili, quien está más que dormida con su libro de cuentos de hadas en el regazo. Entro de puntitas y aparto el tomo para colocarlo en la mesita de la entrada. Me recuesto en el sillón, silenciosa, y no sé más de mí hasta la mañana siguiente.
Alguien mueve mi cuerpo. En medio de la niebla en mi cabeza por los sueños me percato de una voz conocida que insiste en sacarme de la comodidad.
—Hija, se te va a hacer tarde. Vamos, levántate. —Escucho lejanamente a mi madre—. Tess, despierta.
Abro los ojos de golpe y suelto un quejido al no quedarme una mejor opción que despertar.
—¿Qué hora es? —cuestiono, todavía aturdida por el sueño.
—Las seis de la mañana —contesta.
Tengo poco tiempo, ni siquiera sé si alcanzaré la primera clase. Me levanto de un salto y le doy un beso a mamá, otro a una Lili que aún sigue dormida y salgo corriendo.
Llego a casa media hora después y tomo una ducha rápida, me visto con unos jeans y con lo primero que encuentro en mi armario. Como no me sobran los minutos amarro mi cabello en una coleta alta. El autobús tarda un infernal tiempo en llegar, me quiero morder las uñas porque es probable que llegue tarde. Cuando arribo a las puertas de Hushington faltan tres minutos. ¡Tengo que apurarme!
Corro lo más rápido que puedo, esquivando a los alumnos que se atraviesan. Disminuyo la velocidad cuando veo a alguien que conozco apoyado en el tronco de un árbol, Gordon Wund mira hacia todas partes y como era de esperarse, sus ojos conectan conmigo. No detengo mi andar, pero su expresión me pone los pelos de punta. Con los oídos pitando paso frente suyo como si no pasara nada. Él sabe, él puede recordarlo y no creo que esté contento.
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