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Capítulo 13

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T E S S A N D R A

El día siguiente al mediodía, llego al hospital, saludo a la enfermera Esmeralda y camino a la habitación ciento veinte. Me asomo por la ventanilla para observarlas, mamá está en el sofá durmiendo y Lili está acostada en la cama con la atención en el techo. Ella sonríe de oreja a oreja al verme traspasar el umbral, pone su dedo índice frente a sus labios, moviendo los ojos de mí a mamá, indicándome que guarde silencio. Me acerco a su cama para hablar en susurros.

—¿Cómo te sientes, princesa?

—Increíble. —Sonríe, entusiasmada—. Dijo el doctor que pronto revisarán si eres compatible conmigo para el trasplante, ¿no es fantástico?

—Lo es. —Sonrío de vuelta.

—Tess, quiero hablarte de algo, pero no le digas a mamá. —Se pone seria, levantamos nuestros meñiques, los entrelazamos y ahora es una promesa—. Ayer Rowdy me dijo que le gusto.

Lo dice muy despacio y se sonroja. Mi niña linda.

—¿Y? ¿Te gusta también? —La animo a que me cuente más. Asiente, su repentina timidez me hace sonreír. Lili nunca ha sido callada o reservada—. ¿Qué le dijiste?

—Que era muy pequeña, pero me dio un beso en la mejilla. —Sus ojitos pizpiretos se abren, como si aquello fuera un gran descubrimiento—. Sentí mariposas en mi estómago.

—Eso es normal, cariño, sientes eso porque te gusta.

—¿Eso sientes tú cuando ves a Dan? —cuestiona, pícara.

Eso no lo esperaba, me enderezo ante la pregunta. Cuando veo a Dan siento un zoológico y, cuando estoy cerca de él, creo que voy a explotar, pero ¿cómo le explico a una niña de diez años eso?

—Sí, algo así —respondo a lo que sus comisuras se elevan con lentitud.

—Acabas de confesar que te gusta.

Guardamos silencio por un instante, se queda mirando a la nada y abriendo su boca en ocasiones, como un pez que no se atreve a pronunciar lo que quiere decirme.

—¿Sabes? —Empieza a hablar, pero su tono melancólico no me gusta nada—. No puedo ser la novia de Rowdy porque estoy muy enferma.

—Pero ¿cuál es el problema? —pido saber, confundida.

—Que él va a vivir y tal vez yo no. —Se me apachurra el corazón y la sangre se me va hasta los talones. ¿Cómo es posible que mi hermana hable de su muerte como si nada y yo no pueda ni siquiera pensarlo?—. Si me muero él seguirá siendo mi novio y se va a quedar solo siempre.

No sé qué decirle y me siento inútil por eso. Me quedo estupefacta, mirándola, la mayoría de las veces lanza comentarios que me dejan sin respiración.

No puedo creer que una niña de su edad se ponga a pensar en esas cosas como si fuera algo normal. Me pregunto qué más no pudo disfrutar, ¿qué más le quitó el cáncer?

Escuchamos cómo mamá se remueve en el sillón, entreabre sus párpados y pestañea para enfocar; sus ojos pasean por ambas y bosteza.

—Tess, ¿cuándo llegaste? —pregunta, adormilada, y vuelve a bostezar.

—Hace poco, deberías ir a casa a descansar, puedo quedarme con Lili.

Afirma con un sonido nasal y se levanta, encorvada.

Se despide de nosotras con dos besos en la frente y sale, no sin antes recordarme que no importa qué, debo llamarla si pasa algo. Está cansada, puedo verlo en su mirada pesada y en los pozos negros que se encuentran debajo de sus ojos. Creo que le he llegado a ver un par de canas en su cabellera, canas que antes no estaban, pues su cabello siempre ha sido reluciente. Nunca ha visto por ella, siempre antepone nuestras necesidades a las suyas; mi madre es grandiosa, aunque no pueda verlo.

Me quedo todo el día con mi hermana dibujando, cantando, platicando de chistes bobos que ha escuchado en alguna parte; su risa es lo único que me mantiene estable. Tal parece que está obsesionada con el tema de la misión de vida; no para de hablar acerca de descubrir la suya.

Más tarde, llega mamá con una bolsa de pan dulce. El doctor Robert le da ciertos privilegios, como traer alimentos que no están permitidos.

Rowdy llega a eso de las siete y se sienta junto a Lilibeth. Los observo desde mi asiento y esbozo una sonrisa, me alegra mucho que mi hermana tenga a alguien con quien jugar y divertirse, no ve a otros niños más que a los que vienen al hospital, el pequeño Rowdy es ese aire de normalidad que tanta falta le hace.

Los ojitos traviesos de Lili me enfocan, pone el dedo índice frente a sus labios y me pide silencio, hay un poco de súplica en su mirada. Yo alzo la ceja, y ella se encoge de hombros.

Es algo típico de ella, no siempre me pide cosas, cuando lo hace es porque de verdad lo necesita, supongo que esta es una de esas veces.

Los dos niños se ponen de pie de un salto, sus pies descalzos tocan el suelo, y luego salen del cuarto a toda velocidad sin mirar atrás ni una sola vez, como si estuvieran seguros de que nadie los detendrá. Me apresuro a seguirlos, mi madre se alarma y hace lo mismo. Las dos trotamos detrás de ellos escuchando sus risotadas emocionadas. Algunos pacientes y enfermeros observan la escena con diversión y hasta los animan a seguir corriendo, otros les piden que guarden silencio.

Lilibeth y Rowdy salen del hospital por una de las puertillas de los costados, y se dejan caer en el césped.

Me detengo y recupero el aliento frente a la puerta de cristal. Noto la cercanía entre los dos, el cariño y la amistad se siente por todas partes, un nudo se forma en mi garganta, llevo la mano a mi cuello como si eso pudiera controlar mis emociones, pero no sirve de nada.

Mi madre me alcanza y va a salir, sin embargo, la detengo agarrando su codo con firmeza.

—No puede estar afuera, ¿qué tal que se enferma?

Miro a mi hermana, no he podido despegar la vista. Se ve tan pequeña y frágil, sus ojos grises combinan con el cielo nublado. Rowdy Willburn la observa como si fuera una piedra preciosa y yo me siento como una intrusa. Son dos niños, probablemente ninguno de los dos sabe lo que es el amor, no obstante, yo puedo ver un sentimiento puro y noble, el de dos amigos que se adoran y se acompañan, dos amigos que intentan aliviar el dolor del otro. No hay amor más desinteresado y verdadero que ese.

—Ya está enferma —susurro con el corazón ardiendo.

Le doy un vistazo a mamá, quien pestañea un par de veces y asiente.

Regreso mi atención a la escena, ellos dos siguen hablando, perdidos en su conversación, sin ser conscientes de que alguien los está vigilando, de que hay un mundo que gira y hace que el tiempo se agote mientras ellos contemplan el cielo. 



Hoy es el gran día, los Bulldogs se enfrentarán al equipo de la Universidad Estatal de Hartford.

En la tarde, de pie frente a su peinador, tomo una hebra de su cabello oscuro y hago rizos. La insto a callarse cuando empieza a parlotear sobre no verse bien en ese vestido azul eléctrico que resalta sus curvas. Sé que su baja autoestima se debe en gran parte al rechazo de sus padres.

Ellos han convertido a esta hermosa y talentosa chica en una mujer temerosa e insegura. Más de una vez me han dado ganas de gritarles que abran sus ojos, que se están perdiendo de una hija maravillosa por estar sumidos en un dolor perpetuo que no debería ser así. Hay ciclos que deben cerrarse, probablemente les duela siempre; y dolerá más cuando la pierdan a ella también.

No conocí lo suficiente a Erik, lo recuerdo muy poco, apuesto a que era único; pero Mags también lo es y ellos parecen querer ocultarlo.

Maquillo sus ojos con tonos claros y la obligo a mirarse en el espejo. Sus párpados se abren, se ven más grandes de lo normal. Ella sonríe con timidez.

No tardo en arreglarme. Más pronto que tarde las dos nos dirigimos hacia Hushington en su auto rojo. Media hora antes de que inicie el partido llegamos al estadio y descendemos por los escalones para llegar a nuestros asientos.

No he ido a muchos, pero este me parece enorme cada vez que entro. La construcción está llena de los colores de la universidad. Hay banderas, guantes de espuma y camisetas del equipo; incluso hay personas con el rostro pintado y gorros en forma de bulldogs.

El campo se extiende frente a las gradas con las marcas blancas señalando cada yarda. Yo no entiendo mucho de esto, pero se ve como algo importante.

Los chicos dejaron nuestros boletos en la entrada, vamos a verlos desde la primera fila. Nos adentramos en la hilera indicada, mis ojos recorren el césped hasta que se traban en él.

Hay un círculo de jugadores a su alrededor, escuchando lo que sea que les está diciendo.

El partido empieza y es más de lo mismo, los Bulldogs atacan al equipo contrario, nadie está sorprendido, los de la estatal son muy malos. La mayoría del público apoya a Hushington, los otros están más preocupados por divertirte que por animar a su escuela. Sin embargo, el capitán de los Wolfes se ve molesto, se mueve con agresividad y codea violentamente a los nuestros.

Cuando Gordon golpea con su hombro el costado de Dan, la gente indignada maldice, Dan pierde la paciencia y lo enfrenta, y entonces todo se vuelve turbio. Wund pierde el control, se lanza contra nuestro mariscal, quien empuja al otro y grita algo imperceptible. Me pongo de pie por inercia, con el corazón desbocado, tanto que me asusta.

James, Beaton y Max se apresuran y resguardan las espaldas de su líder. El entrenador de la estatal entra en la escena, sorprendiendo a todos, y se lleva a Gordon arrastrándolo jalando su playera. Desaparecen del campo, los Wolfes se quedan confusos al igual que el resto de nosotros. Minutos después, el equipo estatal se retira y el árbitro anuncia la victoria de los Bulldogs.


* * *

Hola♥ 

Recuerden dejar su voto y comentario. Besos :*

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