Capítulo 12
🦋
T E S S A N D R A
Salgo a la luz de color rojo que está preparada para recibirme. Observo cómo el hombre joven mira cada parte de mi cuerpo y pasa su lengua por los dientes anteriores, da un largo trago a su bebida sin quitar los ojos de mí y siento un escalofrío que me pone los pelos de punta.
Me muevo al ritmo de Lady Mermalade y me pierdo un segundo en mi rutina improvisada. Cuando termino hago lo mismo de siempre, pero esta vez miro el techo, siguiendo los consejos de Sawnder. Empiezo a recoger el dinero que los hombres dejan en el borde del escenario.
Unas manos se aferran a mi brazo, jalándome y haciéndome caer al suelo.
Mierda. Estúpidos borrachos.
—Yo te ayudo, primor —dice el causante de mi caída, pone sus palmas en mis hombros, las empujo lejos de mí apenas las siento, el hombre se tambalea.
—¡No me toque! —exclamo, alarmada, y arrugo la nariz.
Siento otras manos que me ayudan y miro en su dirección, lista para soltar golpes si es necesario, pero me quedo congelada. Dan. ¡Oh, mierda! ¿Me habrá reconocido? ¿Qué hago ahora? ¿Actuar como si nada? Agacho la cabeza de nuevo para que no mire mi rostro, estoy segura de que si ve mis ojos va a saber quién soy. Me percato del momento en el que mi respiración falla, volviéndose más pesada y me sonrojo.
Estos son los problemas a los que tengo que enfrentarme al no poder aceptar a lo que me dedico.
—Gardenia, ¿estás bien? —pregunta con preocupación—. ¿Quieres que le parta la nariz?
Gardenia. No Tess.
Tengo ganas de escapar y no verlo de nuevo, de encogerme del tamaño de una pequeña hormiga, me siento más rebajada que un diminuto insecto. Si él se enterara dejaría de ser una llameante mariposa y me convertiría en una sencilla oruga. Trato de sonreír lo mejor posible sin mirarlo, aprieto el brazo que sigue sosteniéndome y asiento, agradeciendo su ayuda.
De pronto, alguien me jala bruscamente, puedo oler la colonia de Sawnder; es fácil detectar su olor en medio de las multitudes.
Dan dice algo, no logro entenderlo porque mi jefe arrebata mi atención con su susurro.
—¿Qué haces? El mafioso te está observando y viene hacia ti —dice, angustiado. Me pego a su cuerpo para permitirle que me lleve lejos con mayor rapidez. Da zancadas sin fijarse en nadie alrededor, sin detenerse, esquivando a todos los que se atraviesan.
Al llegar a la puerta de su despacho escuchamos una voz con acento latino. Los músculos de Sawnder se tensan y su cara se pone pálida, oculta detrás de facciones duras su preocupación.
—Sawnder, amigo, ¿por qué corres? Preséntame a esa hermosura que llevas contigo.
Sawnder me mira, yo sello mis labios, nos damos la vuelta para encarar al moreno, musculoso con calaveras llameantes en los brazos, facciones bruscas y esa sonrisa que es más tenebrosa de cerca.
—Por supuesto, Carlos, esta hermosura es Juliana Smith, mi sobrina —miente.
—¿Empleas en un club de strippers a tu familia? —pregunta, alzando una ceja, sin duda divertido.
—No es mi empleada, a esta jovencita le gusta venir de vez en cuando a bailar, estudia ballet —emite, sonriendo con naturalidad. Me sorprendo por lo bien que lo hace, jamás aparta la mirada, supongo que no es la primera vez que se ve en una situación parecida.
—¿Me permites un segundo con tu sobrina? —cuestiona Carlos, dándome una mirada de soslayo—. Solo quiero charlar un poco.
Ruego internamente que la respuesta sea negativa, todo mi interior está temblando. Sawnder arruga su frente, mi miedo crece cada vez más.
—Solo tres minutos y nada de cosas extrañas con ella o voy con tu padre —amenaza.
—No haré nada extraño. —Guiña el ojo.
Mi jefe me suelta, abre el despacho y me hace entrar. Le da el paso al tal Carlos, entretanto me mira y cierra la puerta, titubeando. Ahora estoy en una habitación cerrada con un narcotraficante. Genial, nunca quise otra cosa.
Se acerca sin decir nada, quedando a escasos centímetros de mí. Doy un paso hacia atrás y él da otro hacia adelante, doy otro hacia atrás y topo contra el escritorio.
El olor combinado de alcohol y drogas se filtra en mi nariz, sus ojos rojos e inflamados me observan distantes. Carlos cierra la distancia entre los dos, no sé qué hacer, no sé si demostrar mi temor o mostrarme fuerte; solo quiero que se aleje.
Posteriormente acaricia mi brazo, deseo arrebatarlo, pero tengo mucho miedo. Todos mis sentidos se alertan al verme envuelta en pánico, jamás he estado en una situación así.
—Tranquila, no me tengas miedo —dice, lo miro directo a sus ojos fríos y me atrevo a fruncir el ceño con los labios aplanados—. Te vi bailar, eres toda una experta.
Quiero correr, quiero desaparecer, quiero estar en cualquier parte menos aquí. Daría lo que fuera por no ser yo en estos momentos. Por ser una chica común viendo televisión, comiendo con sus amigos, divirtiéndose o lo que sea. Daría lo que fuera por ver a mi hermana sana y no tener que salir a bailar en un tubo frente a miradas de hombres que no tienen nada mejor qué hacer que ver a una chica mover el culo, daría lo que fuera por volver a ser esa chiquilla que no se preocupaba por nada.
Las lágrimas se arremolinan en las esquinas de mis ojos, las aguanto, aunque quemen.
Pone su mano derecha en mi cintura y la otra en mi barbilla, esto es asqueroso, él es asqueroso. De repente me mueve con brusquedad y me estampa en la pared de la derecha haciéndome jadear, dolor se extiende por mi columna. Está invadiendo mi espacio personal, puedo sentir su respiración. Agarra mis manos y las pega a la pared con fuerza, cortándome la circulación.
Intento moverlas, pero no puedo, me tiene donde quiere. El picor característico se instala en mi nariz y mis ojos comienzan a nublarse, a pesar de que no quiero mostrarme débil; no con una bestia.
La lucha no sirve en absoluto, soy su prisionera.
Acerca su cadera a mi cuerpo y sus pies impiden que mis piernas se muevan. La desesperación me hace revolverme, agitada, él me estrella de nuevo en la pared y el golpe me silencia. Estampa de manera agresiva sus labios en los míos, no abro la boca, pero me obliga a abrirla y mete su repugnante lengua. Aprieta cada vez más mi cara, aplastándola contra el muro tanto que hace que mi cabeza duela.
De mis ojos empiezan a salir lágrimas de exasperación. ¿Qué hago? No me puedo mover. En medio de mi horror tengo una idea brillante, cierro la boca capturando su lengua. El sabor metálico de su sangre me provoca arcadas. Furioso, se echa hacia atrás.
—¿Por qué me mordiste? ¡Puta de mierda! —grita y clava sus uñas en la piel de mi mandíbula, pero mueve sus pies dándome una oportunidad única para lastimarlo. Le doy un rodillazo en su ingle que hace que me suelte y se tambaleé hacia atrás.
Me precipito hacia la puerta para salir, huir y pedir ayuda. Sin embargo, estruja mi cabello y me tira al suelo, se sienta a horcajadas sobre mí. Intento salir de su agarre con agresivas sacudidas, no obstante, lo único que provoco es que ría a carcajadas como un demente. Vuelve a juntar mis manos a ambos lados de mi cabeza.
—¡¡Sawnder!! ¡¡Ayúdame!! —grito con todas mis fuerzas, tanto que mi garganta duele. Me da una palmada en la mejilla, haciendo que mi carne arda.
En un arrebato de rabia y dolor escupo su rostro, solo logro que tirite de furia.
—Cállate, zorra, te lo buscaste.
Con su mano izquierda tapa con fuerza mi boca y parte de la nariz, provocando que respire con dificultad. Tal vez muera de ahogamiento antes de que logre su cometido, casi quiero que suceda eso. Él empieza a frotar su dureza entre mis piernas. Aprieta mis senos, haciendo que duelan y lloro. Lloro e intento gritar, pero no puedo. Escucho una serie de sonidos, entre ellos mis medias al ser rasgadas.
Dios mío, no... no, no, no. Solo puedo repetir eso una y otra vez en mi cabeza. ¿Dónde está Sawnder? Intento respirar, intento aspirar bocanadas de aire, simplemente no puedo.
Surgen besos en mi cara y murmura cosas vulgares y detestables en mi oído. Me digo que debo retraerme a algún espacio de mi alma donde pueda soportar lo que va a suceder, me sumerjo en Lili, en nuestras risas, en mi madre, en Maggie y en Dan, es sus ojos verdes, en su sonrisa y en sus brazos protegiéndome.
Sin aviso alguien entra por la puerta, causando un estrépito cuando esta golpea la pared.
—Carlos, levántate, nos vamos —ordena una voz ronca, tal vez por el cigarro. Mis pupilas buscan, no veo nada porque mis lágrimas han creado una barrera borrosa.
—Estoy ocupado —gruñe con los dientes apretados—. ¿No lo ves?
—Me importa una mierda, cabrón, levántate. Te conseguí unas putas para que liberes tu maldita tensión y dejes de hacer pendejadas.
—Esta gata mordió mi lengua.
El viejo suelta una carcajada rasposa, está hablando como si yo no estuviera debajo de su jodida cría, a punto de ser lastimada y ultrajada.
—Es la sobrina de Sawnder, deja a la pobre muchacha en paz, no nos metas en problemas.
Y, al igual que un robot, se levanta, dejándome en el suelo. Sale con el hombre del ojo de vidrio sin mirar en mi dirección.
Empiezo a llorar desconsoladamente en posición fetal, pongo mis rodillas frente a mi pecho y las abrazo. Sollozo, pierdo la compostura. Me percato de que alguien se acerca a mí, me levanta del suelo para ayudarme a sentarme en un sofá.
—Calma, Tessy, ya pasó. —Gina acaricia mi cabello, arrullándome—. Ya se fue, estás a salvo.
Me acurruco colocando mi cabeza en su cuello y lloro, sollozo y gimo. Cuando me calmo y dejo de llorar, entra Sawnder con semblante turbado.
—¡Tess! ¿Te hizo algo? Vamos a que te revisen, tienes sangre en el labio —dice con tono angustiado, mirándome aprehensivo.
—¡No! —Me apresuro a exclamar—. Solo llévenme al hospital de Lili, por favor.
—Cariño, si Lili te ve así se va a asustar —asegura Gina, eso me hace volver a lagrimear.
—Yo me curo, solo traigan agua oxigenada y gasas —pido.
Me levanto con lentitud pues el cuerpo me duele.
Camino hacia el baño de la oficina y me veo en el espejo, soy un desastre. Mi cabello está despeinado, creo que me arrancó mechones. Tengo abierto el labio y un golpe en la mejilla sobresale; me saldrá moretón, uno horrible. En mis pómulos hay marcas de uñas y mis manos tienen líneas rojas en las muñecas. Estuvo a punto de violarme. Ignoro las lágrimas que vuelven a caer.
Gina entra con las cosas que le pedí y con la ropa que traía cuando llegué al bar. Me ayuda a quitarme el corsé y las medias rotas. Suspiro y comienzo a curar la herida de mi labio gracias a un pequeño algodoncillo.
—Tessy, en serio, piensa en irte de aquí, no mereces esto. Si Sawnder no hubiera amenazado al mafioso, ese monstruo te hubiera violado, unos segundos y lo hubiera hecho.
—¿Sawnder? —repito, algo atolondrada.
—Sí, Sawnder escuchó tus gritos y fue con el viejo.
—Esto es un desastre, Gina. —Lanzo un suspiro que disfraza mi cansancio—. Son criminales, van a volver.
—Sí, y cuando vuelvan ya no debes estar aquí.
Me despido de Sawnder y le doy las gracias con un abrazo al darme cuenta de que no soporto estar acompañada en estos momentos. Es un gran hombre, aun no entiendo por qué está solo, por qué no acepta a Danna.
La morena me detiene antes de que pueda salir del local, le aseguro que puedo llegar a casa por mi cuenta. Quiero llorar en mi colchón hasta quedarme seca.
—Descansa, cariño. Y márcame pronto por favor —musita, estrechando mis manos—. Sé que lo que te pasó es horrible, pero gracias al cielo no lo logró. No pienses en ello, date una ducha y duerme, ¿lo harás? ¿Quieres que te lleve? —Vuelve a preguntar, pero niego.
—Estoy bien —digo con una sonrisa que no llega a ser una y salgo del edificio.
Camino con la mirada perdida, tengo frío, hambre y sed. Un aguacero de sal resbala por mis mejillas, mi pecho tiembla violentamente y sollozos escandalosos escapan de mi boca. Me duele todo mi cuerpo, mi pómulo y labio arden. Saco con manos temblorosas las llaves de mi casa al acercarme.
—¿Tess? —Brinco, muerta de miedo—. ¿Tess, estás bien?
Su voz me tranquiliza de una manera que no creía posible, me doy la vuelta para encontrarlo frente a mí y me arrojo a sus brazos. Es ridículo, pero necesito sentirme arropada por él, necesito que me haga sentir mejor. Él me envuelve en un capullo.
—Cariño, estás temblando.
Me arrebata las llaves y, sin soltarme o disminuir el agarre, abre la puerta.
No puedo parar de llorar, Dan estira su cuello hacia atrás con la intención de mirarme, abre los párpados, estupefacto. Me toma la barbilla para examinar mi cara, no puedo contactar mis ojos con los suyos.
¿Qué se supone que le diré ahora? ¿Qué mentira puedo inventar para maquillar esta nueva clase de dolor?
Veo el momento exacto en el que sus pupilas se encienden como dos faroles llameantes y se oscurecen, me encuentro fascinada por la transición.
—¿Quién fue? —escupe la pregunta con rabia. Suena más que enojado, furioso—. Tess, dime quién te hizo esto.
—No lo sé. —Miento de nuevo—. No vi su rostro.
—¡Maldita sea! ¿Te hizo daño? Vamos a la policía ahora mismo.
Está a punto de darse la vuelta, lo detengo.
—No, a la policía no. Estoy bien, no pudo hacer nada —aseguro.
Sus brazos me sellan, escondo la cabeza en su pecho, sintiéndome no tan sola como antes. Me tranquiliza escuchar el palpitar de su corazón y su respiración. Cuando logro controlarme, me despego de Dan y tomo su mano para conducirlo hasta mi habitación. Él se sienta en mi cama, mirándome con preocupación
—Tomaré una ducha. —Necesito con urgencia borrar las marcas de las garras de Carlos, pero me detengo y giro. No quiero estar sola ahora, ni siquiera quiero ir al hospital—. No te vayas, Dan.
—No lo haré, mariposa —promete.
Tomo un baño caliente y salgo con el primer pijama que encuentro. Dan está frente a mi librero, dándome la espalda. Toma del estante un sobre blanco, mi pulso se acelera al reconocerlo. Mierda. Corro y se lo arrebato, él se sorprende y va a hablar, pero su lengua se atora y traga saliva. Camino hasta la comoda y aseguro los resultados del último análisis de Lili, eso estuvo demasiado cerca.
—¿Dan? —susurro, mientras me encamino a la cama.
—¿Qué pasa?
—¿Podrías quedarte conmigo? No quiero estar sola.
Él sonríe, da pasos cortos hasta detenerse frente a mí. Jamás despega sus ojos de los míos, es sorprendente lo tranquila que me hace sentir.
—No planeaba dejarte. —Frota mis brazos tratando de darme calor, el gesto me relaja—. ¿Segura que estás bien? Puedo decirle a mi padre, encontraríamos a ese sujeto.
Sus ojos brillan con... ¿Dolor? ¿Miedo? No lo sé.
—Lo sé, sé que podría, pero no quiero hacerlo, solo quiero olvidar lo que sucedió. —Su frente se arruga—. ¿Por favor? No quiero pararme en la estación de policía y tener que contar todo, Dan.
Él asiente a regañadientes y yo me siento mal porque le estoy mintiendo. Hay algo en él, tiene ese no sé qué que me hace sentir calma, no se acerca más de lo debido, no invade mi espacio; necesito sus brazos, así que lo rodeo por la cintura. Lo siento sonreír en la coronilla de mi cabeza y regresarme el abrazo.
—¿Estás despierto? —le pregunto cuando siento que besa mi cuello.
No he podido dormir, después de que nos acurrucamos en la cama, Dan se quedó dormido y yo me quedé mirando la nada. El cuarto está oscuro y el único ruido es el de nuestras respiraciones.
—Lo estoy —respondo con la voz enronquecida.
—Gracias por estar aquí —susurro.
Me giro para enfrentarlo, está demasiado oscuro como para verlo con claridad, pero sí logro ver sus facciones y sus ojos brillantes. Si creía que ya no había espacio entre nosotros, estaba totalmente equivocada. Se acerca a mí y coloca sus labios están frente a los míos.
—Me encanta que me quieras aquí —murmura.
Acaricia mi espalda baja, trazando círculos con sus dedos, se le escapa un suspiro cuando mete la mano dentro de mi blusa.
Sin decir otra palabra une nuestros labios en un beso, amasando los míos primero para después hacerse paso en mi boca con su lengua y yo me dejo llevar por sus caricias.
Me da la vuelta y se coloca encima de mí, se mete entre mis muslos y gruñe cuando rodeo su cadera con mis piernas. Acuno mi trasero y me pega más a él, mientras recorro su espalda desnuda con mis dedos. Me besa con fuerza y me roba el aliento.
Deposita besos como plumas en mis párpados y mis mejillas, en todas las partes lastimadas de mi cara y luego regresa a mi boca.
Abro los párpados para mirarlo y sonrío, hacía tanto que no me sentía tranquila.
* * *
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro