Capítulo 11 parte II
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T E S S A N D R A
Después de clases, Mags y yo vamos al centro comercial más cercano. Entramos a varias tiendas hasta que encuentra los tacones rojos de plataforma que tanto estaba buscando, ama comprar zapatos, aunque nunca vaya a usarlos.
—Dime qué pasa, me estás escondiendo algo, puedo verlo en tu mirada. —Esculca en la sección de vestidos, bufa cuando ve la etiqueta con el precio y se encamina a otra isleta.
—Eso fue demasiado romántico, ¿qué más te dice mi mirada?
Retengo la risa, ella pone los ojos.
—Estás evitando hablar de Dan. Solo puedo decirte que deberías intentarlo, Tess, no puedes esconderte para siempre. James me dijo que lo ve muy interesado, que nunca lo había visto así.
—¿Ahora haces de Cupido?
Ella vuelve a girar los ojos.
Me muerdo la lengua para no decirle que lo estoy intentando, no estoy preparada para confesarle lo que está pasando. De pronto, tropiezo con una chica pelirroja que se ve muy molesta. Tiene el ceño fruncido y hay amenazas en sus ojos.
—Lo siento, fue un accidente —murmuro, como disculpa.
—¿Tú eres Tess? —Me observa de arriba abajo, me está provocando con esos aires de grandeza y yo no soy de las que se callan. En segundos Maggie se para a mi lado.
—La misma, ¿y tú eres? —escupo.
—Martha Jones, ¿tú eres la puta que está con Dan? —cuestiona y doy un traspié.
¿Qué?
Primero el enojo se extiende por mi cuerpo, las aletillas de mi nariz de abren, en medio del nubarrón alcanzo a distinguir sus ojos impregnados de sangre, son rojos, y sus pupilas están dilatadas; podría estar drogada.
—No sé de qué hablas —musito. Se para tan cerca de mí que nuestras narices chocan. Un aroma desagradable se adentra en mis fosas nasales, confirmando que la cocaína está en sus venas.
—Cuídate, zorra, nadie se mete con lo que es mío.
Me da un empujón agresivo, no respondo a sus agresiones.
La observo salir de la tienda hecha una furia. ¿Me estaba siguiendo o algo así? ¿Cómo me encontró? ¿Cómo supo mi nombre? Una alerta retumba en mi cabeza al recordar el suceso de hace unas horas en el teatro. Lo descarto, quizá fue mera casualidad.
—¡Esa chica apestaba a droga! —exclama Margaret.
Antes de salir del centro comercial, entramos a esa tienda de peluches donde pareciera que estás adoptando una mascota. Los estantes llenos de prendas pequeñitas están por todas partes, al igual que varios aparatos para crear a tu juguete. Le compro a Lili un osito esponjoso con corazón. Será un obsequio por su cumpleaños que se acerca cada vez más; ella adora estas cosas.
A las ocho de la noche, en medio de mi camerino, empiezo a prepararme. Alguien toca la puerta unas cuantas veces, cuando indico que pueden pasar, Sawnder entra. Su gesto serio hace que detenga lo que estoy haciendo para prestarle atención.
—Tessy, quiero que tengas mucho cuidado el día de hoy. No quiero que permanezcas aquí, el dinero te lo puedo mandar a tu casa, tú solo vete cuando acabes, ¿de acuerdo?
—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —pido saber, alarmada.
—Hoy va a venir un grupo de sicarios y no quiero que tengan contacto contigo, con Georgina ni con Danna.
Abro mucho los ojos, llena de pánico. Mi corazón se acelera y no es por algo agradable, con razón no vi a Danna por ningún lugar.
Cada año vienen esos delincuentes aquí. Por lo regular, eligen chicas y se las llevan; algunas regresan, otras no. Suponemos que las roban para tráfico de mujeres o algo peor, siempre es el mismo sentimiento de desasosiego.
—¡Oh Dios, Sawnder! ¡No otra vez! —Me tapo la boca, tratando de contener mis sollozos y gemidos.
La última vez que estuvieron aquí uno de ellos quería llevarme con él, pero Sawnder intervino.
—Lo sé, corazón. Tranquila, no va a pasar nada. No voy a dejar que te hagan daño, solo haz lo que te pido. Ya sé que no lo harás, pero no te desnudes, no les pongas mucha atención, no hagas contacto visual con nadie, ¿entendido?
—Sí y sí, gracias, Sawnder.
Lo abrazo lo más fuerte que puedo como símbolo de mi agradecimiento. Asiente y me deja sola para que comience a alistarme, aunque ya he perdido las pocas ganas que me quedaban.
Con las manos temblorosas por el miedo me pongo el corsé sin apretar, me siento en el sofá y subo por mis piernas las medias. Me planto frente al espejo con mi cuerpo recargado en él y me miro. Me limpio las lágrimas apenas las siento. Todos los años es el mismo temor, la angustia que hace hervir y tener un nudo que te ahoga en la garganta. ¿Hasta cuándo va a cambiar esto? Por favor, que no me elijan, necesito estar aquí por Lili.
—Tess, no va a pasar nada, acabamos nuestros números y nos vamos en mi coche. —Ni siquiera escuché en qué momento entró Gina, pero está para tranquilizarme y recordarme el valor que a veces flaquea—. Nada malo va a pasar, ven aquí, déjame apretar tu corsé.
Gina jala mecánicamente los cordones de mi vestimenta. Sé a la perfección que ella se siente como yo, tiene un hijo y, si la eligen, se quedaría solo.
—Quiero decirte que esta es mi última noche como bailarina. —Continúa, captando mi atención—. Encontré trabajo en otro lugar, no quiero que cuando Philip crezca sepa de este mundo. Tess, deberías intentar encontrar algo fuera de este medio, necesitas salir del pozo; todavía puedes, no estás tan llena de lodo.
Respiro, conteniendo mis emociones, yo sé todo eso.
—Sé que Lili necesita sus tratamientos, pero puedes encontrar otro trabajo y, no sé, aunque se tarden más recaudando, ella recibirá sus quimioterapias de igual manera. No seas prisionera de este lugar.
—Lo intentaré, en serio —le digo, mirándola directo a los ojos—. Por favor no desaparezcas de mi vida.
—No seas tonta, Tessandra. Sabes que mi casa es tu casa, sabes mis números y que siempre estaré para apoyarte. —Me sonríe con sinceridad.
Escuchamos los pasos de Sawnder acercándose y suspiramos con desdicha.
Ya es hora.
Caminamos hombro con hombro por el largo pasillo hasta llegar a la tela trasera del escenario. Gina se asoma por una rendija que hay entre las cortinas y me pide que me acerque.
—¿Ves a esos tipos vestidos con trajes negros y corbatas que están en la barra? —Afirmo cuando los ubico—. El canoso y el castaño son los jefes, papá e hijo. Y los que están atrás son sus gorilas. El joven tiene la sonrisa del gato de Alicia en el país de las maravillas. Philip llora siempre que ve al estúpido animal.
Su comentario me hace reír, miro detenidamente a los hombres, mientras sube al escenario para hacer su baile.
Provocan escalofríos, el viejo tiene un ojo de vidrio y una cicatriz en el labio. El joven no porta ninguna característica en particular más que sus espeluznantes tatuajes, sin embargo, su porte asusta al igual que su boca retorcida y su mirada penetrante y calculadora. No puedo creer que tengo a unos asesinos narcotraficantes en frente de mí y bailaré frente a ellos. Trato de respirar o me ahogaré, esto es demasiado tenebroso.
Mi mirada se fija en una melena conocida de color rojo y maldigo. ¡Joder! Es James, luego veo a Dan. Me tranquilizo cuando los vislumbro sentados lejos de los hombres de negro.
Respira Tess, respira. No pasará nada extraño hoy, solamente vas a bailar, agarras los billetes del suelo, regresas y te vas corriendo.
Me pongo el antifaz negro.
Respiro hondo y exhalo. Repito esto y mi lema hasta que Gina regresa, me aprieta el hombro de forma reconfortante y susurra:
—Tú puedes, nena, solo son tres minutos. —Subo los escalones y retiro la cortina para salir.
* * *
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