Capítulo 10
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T E S S A N D R A
Mamá y yo nos turnamos para velar los sueños de Lili, escuchando sus continuas respiraciones entrecortadas y su tos rasposa; no hubo ningún acontecimiento importante. Fui a casa a las cinco de la mañana para mudarme la ropa y tomar un baño.
Después partí a la universidad y me moví de aula en aula según el horario. Estoy con Maggie en cafetería conversando sobre los últimos días. Los jugadores de fútbol americano —compañeros de Dan— se encuentran haciendo alguna clase de espectáculo para las tontuelas embobadas que no dejan de mirarlos como si fueran dioses del Olimpo. Me siento un poco mejor cuando no lo veo entre esos tipos.
Siento que soy la peor de las amigas porque me perdí las primeras citas de Margaret.
—Hablamos de tonterías, Tess, creí que James era diferente, que era como Dan. —Me da una sonrisa de disculpa, como si de verdad eso me ofendiera. Me encojo de hombros, aparento que no me dan ganas de defenderlo, estos últimos días me he dado cuenta de que no es tan malo, o quizá eso se deba a que ya caí en la red—. Es vecino de Dan y lo conoce desde que eran unos críos, asistieron a la escuela juntos, también Amber y Max. Le gusta el color azul, odia sus pecas y quiere especializarse en Cardiología.
Cuando fuimos a la fiesta después del juego, James la invitó a salir, estuvieron platicando toda la noche, ni siquiera se dio cuenta del espectáculo de Wund. Ese fin de semana salieron y ahora no puede controlar la euforia porque la invitó a ver el juego de las estatales.
Me sorprende verla tan feliz, ella no es así, se la pasa encerrada en su mundo y no permite que nadie traspase las barreras. James es afortunado, y será muy desafortunado si se le ocurre lastimarla.
—Me dijo que podías ir conmigo, nos dará boletos en la primera fila. ¿Irás? —pregunta y entrecierra los ojos, como si estuviera analizándome y preparándose para convencerme.
El rostro de Mags cambia de golpe, se tiñe de rojo y muerde su labio con nerviosismo. Presiento la razón antes de que llegue y yo también me enderezo, mis poros se erizan, ignoro el vuelco que da mi corazón al saber que puede estar a mi espalda, pero temo voltear y decepcionarme.
—Lindas señoritas, ¿podrían estos humildes caballeros acompañar a tan distinguidas damas? —James pregunta con tono formal y se sienta al lado de Maggie sin esperar la respuesta.
—Hola, sexy mariposa —dice y reprimo la carcajada al comparar los saludos. Se sienta muy cerca de mí, más de lo que debería.
—Hola —respondo. Mi mirada baja a sus labios, recuerdo sus besos y tengo que hacer un esfuerzo para no inclinarme hacia él.
—¿Vas a ir al partido? —pregunta.
—Tal vez.
Las chispas vuelan entre los dos. Cada vez que me quedo sola él invade mis pensamientos, debo admitir que me agrada.
—Quiero que vayas. —Su voz suena baja y ronca.
El timbre de mi teléfono rompe la burbuja que habíamos construido a nuestro alrededor. Mis músculos se tensan y la sangre se me congela, se siente como si me hubieran arrojado un balde de agua helada. Mags se da cuenta también, me mira con los ojos muy abiertos. Nadie me llama, para lo único que uso el celular es para que ellas me llamen si ocurre algo.
Me apresuro a tomar la llamada.
—¿Qué pasa? —pregunto.
James y Dan me miran curiosos.
—Hija, es Lili.
Hay algo que me saca el aire, no me gusta esa sensación. Mamá está llorando. El pánico se acumula en la base de mi garganta.
—¿Qué tiene? ¿Qué está mal, mamá?
Siento que no puedo respirar, necesito que lo diga ya.
—Ya salieron los estudios, Tessy. —Solloza.
—Dime que está bien, ¡dímelo! —Mis puños aprietan el borde de la mesa, un gran dolor se instala en mi pecho y, de pronto, no pienso en nada más que en mi hermana.
—Necesito que vengas.
—¿Migró? Por favor dímelo —Fijo la mirada en Maggie porque no sé qué más hacer, cierra los ojos con dolor al comprender perfectamente de qué hablo—. ¿A dónde?
—Al pulmón.
Sorbe por la nariz.
—Mierda, mierda, mierda. —Maldigo mil veces entre dientes, sintiendo cómo me sangra el corazón y mi mundo se divide en dos—. Voy en camino.
Me rompo en la última palabra. Las lágrimas comienzan a salir a borbotones, cuelgo el móvil en estado de shock. Posteriormente, me levanto de golpe, Mags se levanta junto conmigo, toma con rapidez mis cosas y las mete en su bolso sin pensárselo o preguntarlo.
—Tess, ¿qué sucede? Tranquila... —dice como si de verdad lo mereciera, seguro no actuaría igual si supiera que soy una mentirosa.
Oh, Dan, me gustaría decirte tantas cosas, me gustaría besarte para engañarme, aunque al final no serviría de nada pues mi realidad sigue siendo la misma.
Hablan, pero no puedo entender lo que dicen, no quiero entender, solo quiero estar junto a ella. Y, antes de que Dan pueda tomarme del brazo o pedirme alguna explicación, salgo corriendo de la cafetería con Margaret pisándome los talones.
Al llegar al hospital, busco algún rostro conocido en la habitación, encuentro a mamá en un rincón de la sala de espera con un pañuelo blanco siendo estrujado por sus manos. Cuando se percata de mi presencia, sus hombros se relajan, al igual que sus facciones. La envuelvo en mis brazos y lloramos juntas.
Nunca hay palabras suficientes que sean capaces de demostrar lo mucho que nos duele, nunca ha sido sencillo.
—Dime qué te dijo el doctor —pido.
Maggie se coloca junto a mí, abrazándome por los hombros.
—Dijo que te explicaría cuando llegaras, yo entré en pánico.
Como si hubiera escuchado, entra en la sala el doctor Robert Callahan. Es alto, rubio y de ojos azul zafiro; según el hospital, el mejor oncólogo de Connecticut, y no lo dudo, es una maravilla.
—Señorita Winter, Romina me pidió que le explicara a usted. En la mañana llegaron los resultados de la punción lumbar, encontramos metástasis. Hay células cancerígenas en su pulmón derecho. Es mejor para la salud de Lili que permanezca en el hospital, así podremos controlar cualquier infección o complicación que se le presente. Las quimioterapias seguirán como hasta ahora, después habrá un ciclo de descanso, haremos un trasplante y más estudios. Si el cáncer de pulmón crece haremos cirugía, ¿de acuerdo? —Asiento con la cabeza, mareada por todo el asunto—. En media hora podrán subir a su habitación.
—Muchas gracias, doctor —le digo, escuchando los lloriqueos de mi madre de fondo. El doctor Callahan la mira con tristeza, se acerca a ella y le susurra cosas que no logro distinguir. Le pido a Mags que regrese a la universidad, no hay motivo para que se quede, ella promete volver.
Después de la media hora que nos indicó, pasamos a ver a Lili, quien tiene los ojos cerrados y está pálida. Su tez es blanca como las hojas nevadas y sus labios son quebradizos, algo amoratados. Reprimo un sollozo, lágrimas resbalan por mis mejillas y se pierden por el largo de mi cuello. ¿Cuándo va a acabar esta tortura? ¿Cuándo voy a poder despertar sin tener miedo de perderla?
Veo revolotear sus párpados, dejando al descubierto unos brillantes ojitos grises idénticos a los míos. Somos muy parecidas: tenía el mismo cabello, la misma complexión, solo que su nariz es un poco más respingada que la mía.
—Hija, es bueno verte despierta, te amo tanto. —Mamá corre y se lanza sobre mi hermana, dándole un gran abrazo que la hace sonreír.
—Mami, yo también te amo —repone, limpiando las lágrimas de mamá con sus finos pulgares—. Por favor, no lloren, no quiero que estén tristes por mi culpa.
Se le arruga la cara de dolor.
—No es por tu culpa, princesa, es solo que estamos felices de verte —digo, me acerco a su cama para tomar su mano entre las mías como tantas otras veces. Ya no sé si es para apoyarla o para no sentirme tan hueca.
Si algo no puede soportar es vernos sufrir, se enoja o se entristece, culpándose de todos nuestros problemas.
—El doctor Robert me dijo que tengo otro cáncer y que tendré que quedarme aquí.
—Vamos a estar contigo, cariño —le dice mamá. Ella relaja los hombros y suelta el aire, ¿creía que la dejaríamos sola? Ni en un millón de años.
La observo y trago saliva para no echarme a llorar, sé que superaremos esto tal y como hemos superado todos los inconvenientes que se nos han presentado. Lili es la niña más valiente y fuerte que conozco, ni siquiera el cáncer va a poder con ella. Lo repito un millón de veces hasta creérmelo. Callahan no dijo que no había solución.
No está llorando ni gritando, se ríe de algo que dice mamá y luego me sonríe, invitándome a unirme a ellas. Ni siquiera las estaba escuchando.
Me agacho y deposito un beso en su frente.
—Te amo mucho, princesa, vamos a salir de esta.
—¿Tenías dudas? —repone con picardía.
Mamá acaba por irse a descansar a casa porque necesita dormir, preferiblemente no en un sillón que rechina con el mínimo movimiento. Por supuesto que tuvimos que obligarla, pues quería quedarse ahí, a pesar de que no caben sus pies.
Una vez que me siento en el sofá, pienso en el trasplante de células madre, el doctor no nos ha informado qué tipo de operación va a realizarse. Lo que más me preocupa es que no será un proceso cómodo para ella.
—Tess, ¿me puedes dar agua? Tengo mucha sed —pide.
Camino hacia donde está la jarra, lleno el vaso de cristal y se lo entrego. El sonido de mi móvil nos saca de nuestra nube de tranquilidad.
—¿Qué pasa, mamá? ¿Ya llegaste a casa? —cuestiono al contestar.
—Tessandra, acaba de aparecer en la puerta un joven fornido buscándote —dice, puedo percibir el tono preocupado.
—¿Quién? ¿Sawnder?
—No, no era Sawnder. Dijo que era de Hushington. —Me siento palidecer, yo no le he dicho a nadie de la escuela mi lugar de residencia—. Dijo que se llamaba Dan Adams.
—¡¿Dan?! ¡¿Qué mierdas te dijo?! —grito, furiosa, el coraje fluye por mis venas y las calienta. ¿Cómo sabe dónde vivo? ¿Cómo se atreve a aparecerse por ahí?
—Dijo que quería saber cómo estabas, que estaba preocupado. Luego me preguntó dónde podía encontrarte, no le dije nada sobre Lili o el hospital y cerré la puerta. Volvió a llamar, pero no le abrí —dice, tan rápido que apenas puedo entenderle. Nos gusta la privacidad por todo el asunto del club, no queremos que Lili sea testigo de ese mundo tan complicado ni queremos que la gente incorrecta sepa de su existencia—. ¡Oh, Tess! Sé que fui grosera, discúlpame, me sorprendí. Pensé que no le decías a nadie dónde vivimos.
—Y no lo hago, no le he dicho absolutamente nada a ese imbécil.
Aprieto con mis dedos el puente de mi nariz. ¿Me siguió? ¿Me investigó? No... ¡El chofer! He intentado mantener mis secretos, luego llega él y lo echa todo a perder. Intento respirar, intento calmarme contando hasta diez, pero no lo consigo.
—¿Qué? ¿Y cómo sabe dónde vives? Tess, ten mucho cuidado. No es tu novio ¿verdad? —pregunta, ansiosa.
—¡Por Dios! ¡Por supuesto que no! No tengo tiempo para boberías de novios y esas estupideces. Si regresa mándalo a la mierda o no le abras.
—El lunes le vas a decir que no se vuelva a acercar, no es seguro, hija —pide a lo que suspiro con resignación porque ya lo sé. ¡Mierda que lo sé! Ese es el jodido problema entre nosotros dos. Es el maldito hijo del Senador, ¿cómo se le ocurre ir a mi casa?
Miro a mi hermana de soslayo, quien tiene sus ojos fijos en mí, prestando atención a todo lo que digo.
—De acuerdo, hablamos mañana, voy a acostar a Lili.
—Descansa, cariño.
Finalizamos la llamada.
Ahora es hora de prepararme mentalmente para las preguntas de mi curiosa hermana que sé que llegaran en 3... 2... 1...
—Tessy, ¿quién es Dan? Y no me digas que es un descerebrado cavernícola.
—Pero él en serio lo es. —Gimo, exasperada, Lilibeth rueda los ojos y tuerce la boca con desagrado—. De acuerdo, no me mires de ese modo. Es un chico de la universidad.
Me sonríe, pícaramente.
—¿Por qué no lo traes al hospital? Así puedo conocerlo y decirte si vale la pena.
—¿De qué hablas, Lilibeth?
—Tess, es bueno que tengas amigos, un novio...
Quiero reír y rodar los ojos al mismo tiempo. Mi hermanita de diez años está dándome el sermón de «ten vida social o te quedarás a alimentar gatos por el resto de tus días».
—Tengo a Mags y a Gina, y no quiero un novio, Lili.
—¡Pero necesitas uno! Descríbemelo, Tess —exige saber.
—¿Qué? Claro que n...
—Por favor, Tess, descríbemelo y dime cómo lo conociste.
El deseo de poner los ojos en blanco me gana
—Veamos... —Lanzo un suspiro para dejar salir las palabras y la frustración—. Es alto, su cabello es negro carbón y corto, pero despeinado. Tiene los ojos enormes y de color verde esmeralda. También es un estúpido mujeriego, pero tierno y chistoso, incluso amable en ocasiones. —Una ligera sonrisa se me escapa al recordar algunas cosas que hemos hecho juntos—. Lo conocí el primer día de clases.
Omito decir dónde lo conocí realmente, Lili no tiene por qué conocer todos los detalles escabrosos.
—Wow... Para ser alguien que no te gusta y no te cae bien, le has prestado una detallada atención, ¿no crees? —Ríe, alzando una ceja. Mis mejillas enrojecen tanto que temo que vayan a explotar—. Yo diría que estás enamorada, hasta yo me enamoré, parece un chico de sueños, ¿no?
—¿De pesadillas querrás decir? Es un mujeriego y un mujeriego y, por cierto, también un mujeriego. —Bufo.
—A veces las pesadillas son más interesantes.
Entrecierro los párpados en su dirección.
—Lili, creo que ya es tarde y ya te conté un cuento. Hay que dormir, princesa.
Me sonríe, conforme, afirmando silenciosamente, así que la cubro con la sábana. Voy hacia el sillón para recostarme y caigo dormida.
* * *
D A N
Cuando llego a casa Becky me recibe con el ceño fruncido, carraspea y señala con su barbilla algo en la sala sin pronunciar una sola palabra.
En seguida veo de lo que se trata y comprendo su comportamiento tenso.
—¿Qué haces aquí, Martha?
¿Qué demonios hace aquí? La pelirroja sonríe de forma desagradable. ¿En qué pensaba cuando me acosté con ella? Lo único bueno que tiene son sus delanteras, aunque viéndola a plena luz no luce tan caliente como en la oscuridad del bar. Siempre nos encontrábamos en el mismo local, ni siquiera entiendo cómo me encontró, hace semanas que no hablo con ella, la última vez que la vi fue hace semanas.
—Hola, pastelito, no me has llamado. —Hace un puchero frunciendo los labios.
—Eso es porque no quiero hacerlo, no quiero verte, ¿a qué viniste? —suelto, tajante.
—¿Una chica no puede venir a ver a su hombre?
La miro, estupefacto, ¿su hombre? ¿De qué demonios está hablando?
—¿Ah, sí? ¿Y a dónde se fue? —pregunto.
Sus gestos se tensan un segundo, rápidamente se recompone y esboza una gran sonrisa antes de caminar hacia mí.
—Oh, vamos, deja de jugar, tú y yo tuvimos una conexión.
No puedo hacer otra cosa más que carcajearme. Su sonrisa abierta cae.
—Tú y yo no tuvimos ninguna conexión porque estaba demasiado borracho como para saber lo que hacía, así que amablemente te pido que te vayas de mi casa y no vuelvas porque nadie te invitó —digo entre dientes.
Esto sí que lo digo serio, no me gusta en absoluto que haya venido aquí a amedrentar a Becky, ¿le dije dónde vivía a causa del alcohol o qué mierda?
No se ve complacida, pero poco me importa.
—Pues no me voy —dice y es todo lo que voy a soportar.
Tomo su codo y yo mismo la conduzco a la puerta, no me detengo ahí, recorro el camino de la entrada hasta dejarla en la calle. Todo el trayecto lo hace bufando, intentando zafarse, y arrastrando los pies por la tierra diciendo palabras groseras.
Regreso al interior un poco pasmado por lo que acaba de suceder, ¿es una acosadora o solo es una de esas personas que quieren engancharte por tener dinero?
Pongo mi trasero en el sofá, Becky entra como rayo a la estancia para después detenerse frente a mí y recriminarme con la mirada. Estoy seguro de que escuchó toda la conversación, sin embargo, no tengo ánimos para hablar sobre el tema.
—Dan, tu padre ha llamado, dijo que en cuanto llegaras te comunicaras con él —informa.
Refunfuñando por tener que levantarme, le doy un beso en la mejilla a mi querida nana y exhalo todo el aire de mis pulmones mientras me encamino a mi habitación. Ya en el sitio, tomo el teléfono de mi mesita de noche y marco.
Cuando contesta sé por el ruido de fondo que debe de encontrarse en un restaurante con sus socios o con mamá.
—Hijo, ¿dónde estabas?
Giro los ojos con exasperación.
—Con unas putas, ¿dónde más? —contesto, intentando lucir natural.
—Siempre me ha gustado tu humor. Muy gracioso, Dan —dice y lanza un suspiro. La línea queda en silencio, aunque puedo escuchar su respiración—. ¿Cómo vas con el voluntariado? —pregunta, de pronto, haciendo que mis comisuras se levanten.
—Genial —digo, aclarando mi garganta.
—En la mañana hablé con Maxwell por un problema con su divorcio y le pregunté por ti —emite con cautela a lo que hago una mueca de disgusto. ¿A dónde quiere llegar? Sé que Maxwell es uno de sus clientes y sé que los dos están asociados para espiarme—. Me dijo que tu compañera en la biblioteca es una alumna fascinante, al parecer una excelencia académica, dijo que tuvo los puntos completos en su examen de admisión, ¿es cierto?
—Sí, Tess es muy inteligente —contesto, no entendiendo muy bien su interés. Esto es una costumbre de papá: indagar en mi vida por medio de mis maestros.
—Tess... —Saborea el nombre y luego chasquea la lengua—. Sí, lindo nombre. Creo que es una gran influencia para ti, ¿es guapa?
Me atraganto con mi propia saliva y abro mucho los ojos, incluso creo que mis mejillas se ponen calientes.
—Muy atractiva, sí —murmuro y muerdo mi labio al imaginar a la protagonista de mis pensamientos. Demasiado atractiva, añado para mis adentros.
—¿Te agrada? —cuestiona.
—¿Qué te digo? Sé apreciar unas buenas piernas.
Estalla en carcajadas.
—No me refiero a eso, sabes de qué estoy hablando, no esquives la pregunta, Dan. Quiero decir, ¿te gusta realmente?
Me empieza a embargar el pánico, como un animalillo asustado, arrinconado por una gran bestia que está a punto de destrozarme la yugular.
—Bueno... —Pienso en las palabras adecuadas que controlen la curiosidad de papá y que, al mismo tiempo, no me pongan en evidencia—. Es diferente con ella, no se muere por salir conmigo.
Algo que, aunque me frustra sobremanera, solo
—También dijo que te ha estado observando y que te comportas diferente, cree que la compañía de Tess te está cambiando. —Suspiro.
—¿Le pediste que me espiara? —pregunto, indignado.
Continuamente lo hace, es algo tonto que sepa mi calendario de fiestas, pero no sabe sobre mis créditos o no le toma importancia a que soy el capitán de los Bulldogs de Hushington; tampoco sabe sobre lo que me gusta hacer, nunca ha preguntado y no está el tiempo suficiente en casa como para descubrirlo.
—No, Dan, cuéntame, me emocionó saber que no tienes en tus piernas a media universidad desde que hablas con esa chica —confiesa.
Papá nunca cambia, no sé qué es lo que quiere la mayor parte del tiempo, no sé qué quiere ahora y por qué estamos hablando de la castaña de ojos grises. No obstante, me doy una idea, nunca he sido suficiente para mis padres y ella es mucho para mí. Yo lo sé, Tess lo sabe, ellos lo saben, todo el jodido planeta está enterado de eso.
—No me presiones, papá —suelto, queriendo zanjar el extraño interrogatorio. Tess es Tess y ellos son otro mundo, no quiero que lo arruinen.
—De acuerdo, hijo, no te molestaré más, ya tendremos tiempo para hablar. Descansa.
—Cuídate, saluda a mama de mi parte.
Presiono el botón rojo de suspender, presuroso. ¿Qué en nombre de todos los cielos fue todo eso? Ni siquiera me tomo la molestia de preguntarle cuándo van a regresar porque me di cuenta hace mucho que es mejor no saber para no decepcionarse al descubrir que todo era una farsa.
Me quito la ropa y me arrojo a la cama. Escondo la cabeza entre mis almohadas y me permito pensar un poco.
Estaba sentado en la silla del comedor moviendo mis piernas; atrás adelante, atrás adelante. James se encontraba sentado frente a mí, veíamos cómo Becky colocaba velas en un gran pastel con cobertura de chocolate. Era mi cumpleaños número diez. Mis padres habían llamado desde hacía una semana, prometieron que pasarían conmigo mi gran día.
—Pónganse los gorritos. —Becky señaló unos gorros en forma de cono de color amarillo, James y yo rodamos los ojos y los colocamos en nuestras cabezas.
Escuché el motor de un coche y me apresuré a la ventana. Hacía tres semanas que no veía a mamá y un mes que no veía a papá. Sonreí cuando bajaron del auto. Regresé corriendo a mi silla para que no se dieran cuenta de lo ansioso que estaba, entraron. Papá hablaba por su móvil y caminó hacia su despacho. Mamá ingresó en la cocina sin mirarme. Me levanté para ir a abrazarla.
—Solo estaremos unos minutos, George tiene que estar dentro de tres horas en Italia. Tenemos el tiempo contado. —Escuché a mi madre hablando con Becky, una vez más me sentí fatal.
Regresé a mi asiento y agaché la cabeza. James me miró con tristeza y se sentó junto a mí, palmeó mi hombro como siempre hacíamos al fallar un examen de Matemáticas. Becky salió de la cocina con un pastel gigante en sus manos y me observó con preocupación, toda la semana había estado desesperado porque quería que llegara mi cumpleaños, deseaba ver a mis padres. Intenté sonreírle para que no se alterara.
El pastel se veía bien frente a mí, tenía chispas de colores y diez velas en la parte central. Becky las encendió y mamá salió de la cocina apresuradamente.
—¡George! ¡Es hora! ¡Se nos va a hacer tarde!
Papá se dirigió hacia mí dando zancadas, esbozó un gesto que no llegó a ser una sonrisa. Me entregó un rectángulo envuelto con papel plateado, tenía un moño rojo en una de las esquinas.
—¡Feliz cumpleaños, hijo! —Sacudió con sus manos mi cabeza, añoraba que me abrazara.
—Gracias, papá —respondí.
Mi madre puso los ojos en blanco y se colocó atrás de mí. Apretó mi antebrazo con fuerza, mientras cantaban una versión muy corta de feliz cumpleaños. Becky se mantuvo sonriendo, me gustaba su sonrisa y su mirada brillosa.
—Pide un deseo antes de apagar las velas, Dan —musitó mamá.
«Que mis padres me quieran más.», y soplé con fuerza.
—Hijo, esperamos que disfrutes tu día, pero tenemos que irnos —dijo papá a lo que asentí—. Estudia más, Dan. Y no juegues tanto con el videojuego.
Señaló el rectángulo que me entregó, no sería una sorpresa nunca más.
Ellos sacudieron mi cabeza una vez más, caminaron hacia la puerta y salieron de la casa.
—Los quiero. —Es lo último que pronuncié antes de que mis ojos se nublaran, ya no pude ver porque comencé a llorar.
Me despierto sintiendo mi pecho oprimido, mis ojos cristalizados y una sensación de desasosiego. Suspiro al darme cuenta de que solo fue un recuerdo, cepillo mi rostro y me quedo mirando al vacío de mi habitación. Intento dormir, pero no puedo hacerlo, así que empiezo mi día. Parto a la universidad a la misma hora de siempre, sintiendo que no he dormido lo suficiente, pero queriendo llegar lo antes posible.
Llego al estacionamiento, aparco el Jeep y, posteriormente, salgo para dirigirme rumbo a la facultad. Una rubia despampanante me aborda colocando su mano en mi antebrazo, aprieto los labios con disgusto y me envaro.
Si Amber te habla se acercan problemas. Una vez en preescolar golpeó a una niña de lentitos porque quería ser su amiga y Amber estaba indignada porque una niña fea le había hablado. En tercer grado llegó una chica nueva con unos rizos dorados increíbles, Amber se los recorto con unas tijeras. Cuando entramos a preparatoria robó el novio de su mejor amiga y la humilló delante de todos porque ella no le quiso prestar un par de tacones, la pobre se cambió de escuela. Ella siempre salió victoriosa por todos los contactos de su padre, el gran señor Mills, dueño de los mejores restaurantes del país.
—Hola, Dan, ¿por qué has estado ignorándome últimamente? ¿Cuándo fue la última vez que estuvimos juntos? —pregunta cerca de mi boca, gruño con repulsión y la aparto como si quemara.
—Quítate —digo.
—¡Así que es cierto! ¡Estás saliendo con esa zorra! No me lo puedo creer, ¿tú? ¿Dan Adams? ¿Desde cuándo te gusta la clase baja? —Se está divirtiendo muchísimo, mis dientes rechinan.
Tenemos historia, nos hemos acostado un montón de veces, es sexo fácil y sin problemas, tampoco busca amor ni esas cosas. No estamos apegados en ningún sentido, no sentimos nada por el otro, no creo que esta chica pueda sentir algo por alguien; sin embargo, le gusta entrometerse en la vida de los otros y joder.
—Si vuelvo a escuchar que la llamas así, voy a...
—No me amenaces, cariño, recuerda que tengo el mismo poder que tú, tus amenazas no funcionan conmigo.
Lanza una risa divertida antes de colgarse el bolso en el hombro y esquivarme. Mis puños se aprietan con rabia, eso es todo lo que puedo hacer. No está tan equivocada.
Mientras me dirijo al camino para llegar a mi facultad, siento terror de que la rubia se entrometa y provoque un malentendido entre Tessandra y yo, tendré que hablar con ella o peor... pedirle a Maximilian que interceda por mí, por algún motivo Amber se preocupa por la opinión de Max.
Algo me hace enderezar la cabeza, veo que la castaña que está robándome los sueños entra a la universidad y no puedo evitar la sonrisa que se dibuja en mi rostro.
Camino hacia nuestro encuentro, toco su hombro con la punta de mi dedo índice. Voltea para localizar al causante del picoteo, noto sus labios duros.
Está enojada.
Y mucho.
* * *
HOLA♥
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