Capítulo 05
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D A N
Le pego al costal. Uno. Dos. Tres. Pierdo la cuenta.
No le quito la vista a la pera, a pesar de eso, sé que James está parado frente al gran ventanal que tiene una amplia vista al jardín. Él silba entre dientes, seguramente ya la vio.
—Te tiene mal el rechazo —dice.
Beaton está del otro lado, deja de pedalear la bicicleta y nos presta atención. Se levanta y va hacia la ventana. ¡Genial! ¡Lo que me faltaba! Que todo el puñetero equipo se entere de que esta chica hace que pierda los nervios con demasiada facilidad.
—Sabes que no es así. —Gruño.
Dejo de golpear el saco y me doy la vuelta para que ninguno pueda ver mi cara. Me dirijo hacia la barra, agarro la jarra que trajo Becky hace un momento y me sirvo un poco de agua en un vaso para perder el tiempo, aunque no tengo sed, si hace un momento fui por agua fresca a la nevera. Gracias al cielo ninguno de los dos parece notarlo y, si lo notan, no lo dicen.
—Ajá, lo que digas Adams.
El tono divertido de James me saca de mis casillas. Hemos vivido toda una vida juntos, y sé cuándo quiere molestarme, esta es una de esas veces, esta disfrutando el muy hijo de perra. Pero yo tengo la culpa por permitir que Tessandra me robe la tranquilidad.
—¿Esa chica te rechazó? —Beaton silba entre dientes, veo su nuca, pues está muy concentrado en el ventanal—. ¿No es la misma que te rechazó en el bar? Hay que tener agallas para rechazar a Dan Adams dos veces.
Lo dice con malicia y yo me retuerzo. Nadie se resiste a mis encantos, excepto ella, me dan ganas de demostrarle que puedo cruzar cualquier muralla que me ponga en frente, solo para bajarle esos humos.
Me siento acorralado y, cuando eso pasa, necesito escapar y la única persona que no hace preguntas y no se mete en mis asuntos se llama Amber Mills. Saco el celular de mi bolsillo, busco su número en mi agenda y presiono el botón para llamar. Ella me responde.
—¿Qué hay?
—¿Estás ocupada hoy?
—Depende —dice—. ¿Por qué me necesitas con tanta urgencia?
—Ya sabes para qué.
Ella guarda silencio un momento, luego chasquea la lengua.
—Ven en diez minutos —suelta antes de colgar.
Y sé que esa es mi señal. Beaton y James bufan cuando les doy una mirada mordaz. Sé que estoy haciendo esto para demostrarles algo, y no estoy seguro de qué es lo que me atormenta.
Amber se levanta sin esconder su cuerpo desnudo y corre al baño, me tallo la cara y me siento apoyando mi espalda en su respaldo de tela. Cierro los párpados y echo la cabeza hacia atrás. Escucho que sale del bañito y vuelve a entrar a su alcoba. Aquí todo es rosa, hay una telaraña de cristal en el techo y su cama parece la de un cuento de princesas.
El colchón se hunde a mi costado, miro hacia esa dirección y veo su espalda. Ella no se acerca, nunca lo hace, no intenta hablar después del sexo y no parece importarle. Ya no está desnuda, trae puesta una bata de seda y lleva el cabello amarrado en una coleta alta, ha controlado el desastre que hicimos.
—¿Cómo lo haces? —pregunto.
No se da la vuelta, está concentrada en su teléfono móvil.
—¿Hacer qué?
—¿Cómo haces para que no te importe tener sexo vacío?
—Estás hablando como Max—responde con fastidio.
Yo suelto suspiro, mi intención no es ofenderla, realmente estoy interesado. He estado con Amber un montón de veces y, aunque al principio pensé que había algo entre los dos, con el tiempo entendí que ella no estaba entregando nada. Solo era sexo, sin besos, sin emociones, sin miradas, sin palabras. Todo es mecánico, calculadoramente placentero.
—Hablo en serio.
Ella me ignora, creo que no me responderá, no obstante, deja el celular en su mesita de noche y se sienta de lado. No me mira, pero al menos puedo ver su perfil.
—No conozco otra cosa más que esto.
La entiendo, más de lo que me gustaría.
—¿Y no te gustaría algo más?
El silencio vuelve a estancar la conversación, ella mira un punto en el edredón y se queda perdida en sus pensamientos. Amber es hermosa, es inteligente y podría comerse al mundo si así lo quisiera, pero no está interesada en eso.
—¿Y ser como nuestros padres? —pregunta apretando los dientes—. Enamorarse, tener una familia y fingir que todo es perfecto no es para mí. Yo elijo la mierda, pero al menos no aparento algo que no soy. El amor no es para mí.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto.
Sus ojos se nublan por un segundo, sin embargo, se recompone en un parpadeo.
—Porque el amor es para los buenos. —Hay tanta tristeza en su voz que me quedo mudo, por un minuto me pregunto si debajo de todo ese maquillaje hay algo que no estoy viendo, pero Amber es difícil de leer, no te deja ver lo que no quiere que veas—. Lárgate ya.
Amber no está rodeada de espinas, ella es la espina.
Al día siguiente, entro a la biblioteca a la hora acordada queriendo asesinar a todo el que se me atraviesa. La bibliotecaria me lanza una mirada de disgusto cuando le pregunto de mala gana qué es lo que tengo que hacer. Podría pagarle a alguien para que finja que soy yo y haga mis labores, pero sé que papá se enterará y me irá mucho peor.
—En el pasillo dos está una joven acomodando los libros del carrito, ayúdela. —Gruñe sacudiendo su mano para que me aleje.
Dejo mis cosas en un espacio para guardar las pertenencias y voy al pasillo indicado. Me detengo en seco cuando veo un ejemplar de Julio Verne, lo tomo para hojearlo. Hay un ejemplar muy parecido en mi librero, fue el primer regalo que dio mi padre para disculparse por no estar presente en mi cumpleaños, así comenzó mi colección, cada año de daba uno, me habría sentido mejor si hubiera preguntado si me habían gustado.
—No creo que ese sea para alguien como tú, ¿por qué no intentas con los libros de Verne que tienen dibujos animados?
Reconozco su voz, una descarga de adrenalina vuelve a recorrerme, justo como ese día en el pasillo. Regreso el libro a su lugar y me doy la vuelta para encararla.
—¿Alguien como yo? —pregunto.
—Sí, alguien como tú —suelta tajante.
Arrastra el carrito de la biblioteca y acomoda libros en los estantes revisando los números. Sin poder evitarlo, bajo la mirada y escaneo la curva de su espalda, ese culo y esas piernas largas enfundadas en un pantalón apretado que da un lindo vistazo de sus músculos trabajados. Está muy buena.
Ella es la chica a la que tenía que buscar. Solo hay dos razones por las cuales puede estar aquí en la biblioteca, haciendo voluntariado. Viéndola, descarto la posibilidad de que se encuentre en este sitio por los mismos motivos que los míos.
—¿Eres becada? —pregunto.
Beaton es becado, la paso muy mal antes de unirse a los Bulldogs, además de los insultos verbales, lo discriminaban, incluso los maestros. Todos en el equipo lo ayudamos a hacérselo más fácil, si está con nosotros la gente no se mete con él. Las personas en Hushington suelen ser muy pesadas con los chicos de bajos recursos, ellos no se meten en nuestro camino, pero la gran mayoría sí se mete con ellos.
Pensaba que era extraño no haber notado a Tess antes, quizá ahora pueda entenderlo. No me meto con los becados porque ni siquiera los miro, solo a Beaton y a algunos que son amigos o familiares de conocidos. Si ella hace voluntariado, seguramente pasó en innumerables ocasiones junto a mí, nunca la vi o tal vez sí y por eso su rostro se me hizo familiar el día del bar.
—¿Algún problema? —Se da la vuelta con las manos puestas en las caderas—. ¿Qué? ¿No puedes tomar los libros y quieres que lo haga por ti?
—Puedo tomar mis propios libros, pero gracias por ofrecerte, te llamaré si lo necesito —digo. Hace una mueca y se cruza de brazos—. Soy tu compañero de voluntariado.
—Entonces temes ensuciar tus lindas manos con manicura.
Suelto una carcajada. Su boca es como un cuchillo al que me encantaría quitarle el filo. No le respondo, la esquivo y empujo el carrito. Siento su mirada clavada en mi espalda, quiero ignorarla para no perder la paciencia, está a la defensiva y en estos pocos días me he dado cuenta de que no tiene filtro a la hora de hablar.
—No te metas conmigo —dice.
Vuelvo a enfrentarla, me está mirando con las cejas entornadas. Luce como una pequeña fiera. Me pregunto si todo ese fuego podría funcionar en otros ámbitos. Rio de nuevo, solo que esta vez no me ha dado gracia.
—¿Me estás amenazando? ¿Tú? Basta que haga una llamada para que pongan tu culo en la calle, mariposa grosera. —Me siento un poco mal cuando sus hombros caen. Mierda.—. Mira, lo siento...
—No hace falta que te disculpes, este eres tú, el del pasillo eras tú, este es tu rostro sin la careta. Sé perfectamente cómo son las personas como tú que creen que pueden pisotear a los demás solo por haber nacido en cunas de oro
—Tú no tienes idea de quién soy, deja de hablar como si me conocieras. —Gruño.
Se acerca dando zancadas y se detiene a escasos centímetros de distancia, sorprendiéndome. Me quedo perdido y contrariado, contemplando sus dos ojos grises, las tinieblas me consumen y me arrastran hasta dejarme sin aire.
Bajo la vista a sus dos labios regordetes.
—La primera vez que me hablaste me pediste que te la chupara, te hiciste el gracioso e interesante frente a todos, hiciste que el agua de un charco me mojara, me amenazaste en el pasillo y acabas de hacerlo de nuevo. Yo dije cosas que debí guardarme, pero no finjo que soy un ángel.
Está lejos de ser un ángel, es un abismo.
Se hace consciente de lo cerca que nos encontramos, de que solo tengo que inclinarme para tocar sus labios. No se retira, el silencio cae sobre nosotros como un manto. Cierro los espacios que quedaban, sus pechos se pegan a mí. Toma de todo mi autocontrol no rodearle la cintura y encerrarla contra el librero.
—Tengo suficientes problemas como para agregarte a la lista —murmura.
—No creo que estés sufriendo demasiado.
Un ruido me hace suspirar y dar un paso atrás, un par de chicas caminan por el pasillo. Aprovecha la interrupción para dejarme solo en el pasillo dos con un montón de libros por acomodar.
* * *
HOLA♥
Gracias por el apoyo.
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