32
El sol apenas asoma por el horizonte cuando Yoko entra al dormitorio, ya vestida con un sencillo conjunto casual, ajustándose un abrigo ligero. Faye, que todavía está en la cama, entreabre los ojos y frunce el ceño al verla.
─¿Qué estás haciendo despierta tan temprano? Es domingo. Nuestro domingo. ─Su voz tiene un tono adormilado, pero es evidente que no está contenta.
─Lo sé, lo sé... ─responde Yoko, acercándose para sentarse en el borde de la cama─. Pero prometí ayudar a Marissa con un evento esta mañana. Es algo importante para ella.
Faye se endereza en la cama, pasándose una mano por el cabello alborotado.
─¿Y eso no podía esperar? Es el único día que tenemos para nosotras ─protesta, su ceño fruncido acentuándose.
Yoko se inclina y le toma las manos, mirándola con esa dulzura que siempre logra desarmar a Faye.
─Lo siento, Faye. De verdad. Pero prometo que no será todo el día. Estaré de vuelta antes de la cena.
Faye bufa y aparta la mirada, cruzando los brazos como una niña pequeña.
─Claro, vete y abandona a tu esposa en nuestro día especial.
Yoko suelta una risita y le da un suave beso en la mejilla.
─No seas dramática. Además, Sunny estará aquí para hacerte compañía.
Faye la mira de reojo, su expresión todavía tensa.
─¿Y ahora también tengo que cuidar al perro?
Yoko hace un puchero, sus labios curvándose de una manera adorable que Faye no puede resistir.
─Por favor, Faye. Sunny te quiere mucho. Y yo también.
Faye suspira profundamente, derrotada.
─Está bien, está bien. Pero si ese cachorro destruye algo, tú limpias cuando vuelvas.
─¡Gracias, cariño! ─exclama Yoko, abrazándola con entusiasmo antes de levantarse y dirigirse a la puerta.
Antes de salir, se gira y lanza un beso en el aire.
─Te amo. ¡No olvides alimentarlo!
Faye solo asiente con una sonrisa ligera, aunque murmura algo ininteligible después de que Yoko cierra la puerta.
Horas después, Faye está en la sala de estar, sentada en el sofá con Sunny tumbado a su lado. El cachorro parece más calmado de lo habitual, algo que Faye agradece mientras revisa algunos correos en su tablet.
De repente, el sonido de un auto entrando por el portón de la mansión llama su atención. Levanta la mirada justo cuando escucha la puerta principal abrirse, y aparece Lookmhee, su hermana menor, con una sonrisa descarada.
─¡Hermana mayor! Qué sorpresa verte en casa un domingo tan temprano ─dice Lookmhee, cruzando la sala con pasos ligeros─. Pensé que estarías ocupada siendo una mujer de negocios intimidante.
Faye deja la tablet a un lado y cruza los brazos, suspirando con cansancio.
─¿Qué haces aquí?
─Me llamaste, ¿recuerdas? Dijiste que necesitabas mi ayuda para organizar algo importante. ─Lookmhee se detiene al notar a Sunny, que ahora está parado junto al sofá, moviendo la cola felizmente─. ¿Y este quién es?
─Sunny. Es el perro de Yoko.
Lookmhee levanta una ceja, mirando a su hermana con una sonrisa burlona.
─¿Tú, cuidando a un perro? Esto sí que no me lo esperaba.
Faye se recuesta en el sofá, intentando mantener la compostura.
─No me hagas hablar. Yoko me dejó encargada de él esta mañana.
─¿Y tú aceptaste? ─Lookmhee se deja caer en un sillón frente a Faye, claramente disfrutando la situación─. Vaya, la gran Faye Malisorn, poderosa y temida, ahora está aquí cuidando a un perro porque su esposa se lo pidió. ¿Qué sigue? ¿Te veremos paseándolo con un abrigo de colores?
─Ríete lo que quieras ─responde Faye, rodando los ojos─. Pero Yoko es mi esposa, y si tengo que hacer esto por ella, lo haré.
Lookmhee niega con la cabeza, riendo entre dientes.
─Nunca pensé que te vería así. Estás completamente domesticada.
Faye frunce el ceño, aunque su expresión no tiene verdadera molestia. ─No estoy domesticada. Estoy casada. Es diferente.
Antes de que Lookmhee pueda responder, Sunny salta al sofá y se acurruca en el regazo de Faye, quien instintivamente empieza a acariciarlo. Lookmhee estalla en carcajadas al ver la escena.
─¡Dios mío, esto es demasiado! ¿Quién eres y qué le hiciste a mi hermana?
Faye decide ignorarla, concentrándose en Sunny mientras el cachorro cierra los ojos, claramente disfrutando de las caricias.
─Al menos alguien aquí aprecia lo que hago ─murmura Faye, mirando al perro con un pequeño brillo de afecto en sus ojos.
Lookmhee se seca una lágrima de risa antes de levantarse.
─Bueno, creo que mi trabajo aquí está hecho. Pero, hermana, deberías saber que cuando se trata de Yoko, eres blanda como el algodón.
Faye la observa salir de la sala, negando con la cabeza pero sin poder evitar una leve sonrisa.
Cuando Yoko finalmente regresa esa noche, encuentra a Faye dormida en el sofá, con Sunny acurrucado a su lado. La escena la hace sonreír y tomar una foto rápida antes de acercarse para besar a Faye en la frente.
─Gracias por cuidar a Sunny ─susurra Yoko, acomodándose a su lado.
Faye, todavía medio dormida, murmura:
─Por ti, cualquier cosa.
Yoko sonríe, acurrucándose junto a ella mientras Sunny duerme profundamente a los pies de ambas.
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