Yoko está sentada en el sofá de la sala, hojeando su teléfono mientras toma una taza de té. De repente, su rostro se ilumina al leer un mensaje de Milk, una noticia que provoca que casi escupa su bebida.

─¡Amor! ¡Ven aquí! ─grita Yoko emocionada.

Faye, que estaba en la cocina con Ton, entra a la sala con una ceja arqueada, desconfiada de lo que está por venir.

─¿Qué pasa, fresita? ─pregunta mientras se cruza de brazos, intentando no mostrar su preocupación.

─Milk y Love están esperando un bebé. ¡¿No es increíble?! ─exclama Yoko, con los ojos brillando de emoción.

Faye asiente lentamente, tratando de compartir el entusiasmo de su esposa.

─Eso es… genial para ellas. ¿Por qué siento que viene algo más?

Yoko se pone de pie y camina hacia ella, sus manos entrelazadas con las de Faye. ─Bueno… he estado pensando. ¿Y si nosotras también?

La mandíbula de Faye casi se cae al suelo. ─¿Un bebé? ─responde, su tono más elevado de lo habitual.

─¡Sí! Podríamos ser mamás. Piensa en lo lindo que sería. ─Yoko sonríe mientras sus ojos brillan de ilusión.

Faye empieza a caminar de un lado al otro de la sala, visiblemente nerviosa.

─Yoko, cariño, yo… yo no sé si eso sea una buena idea. No sé nada de bebés. ¡Yo apenas sé lidiar con adultos, y mira cómo me va con mis empleados!

Yoko frunce el ceño, cruzando los brazos. ─No creo que sea tan difícil. Además, serías una mamá genial.

─¿Genial? Soy una mafiosa, Yoko. ¿Te imaginas a un bebé en medio de todo esto? "Mamá, ¿por qué tienes una pistola escondida bajo la cama?" ─Faye hace un gesto dramático, claramente intentando evadir el tema.

Bueno, Faye tiene razón. Yoko sabe que es un tema complicado, muy dificil por la vida que llevan. Por más que las cosas estén tranquilas por ahora, sabe que Faye vive en una constante preocupación por su bienestar. Quizás un bebé no es lo mejor por ahora.

Finalmente, Yoko suspira dramáticamente y, con un puchero perfectamente calculado, cambia de estrategia.

─Bueno, si no podemos tener un bebé… ¿podemos adoptar un perrito?

Faye se detiene en seco, observando cómo los grandes ojos de Yoko comienzan a llenarse de un brillo casi lloroso. Se lleva una mano al rostro, derrotada.

─¿Tú y esos malditos pucheros, Yoko...? ─murmura Faye antes de suspirar profundamente.

─¿Eso es un sí? ─pregunta Yoko, con su sonrisa volviendo instantáneamente.

Faye se acerca y la abraza con suavidad, dejando escapar una leve risa.

─Está bien. Pero solo porque sé que no me dejarás en paz hasta que lo haga ─Yoko está a punto de saltar y gritar ─. Pero es tu responsabilidad, deberás ocuparte de esa bola de pelos tú misma.

Yoko pucherea otra vez. ─Pero...

─No ─cierra los ojos ─. No caeré más.

─¡Faye!

Y por más berrinche que Yoko haga, Faye siempre caerá por ella.