Desde entonces, Faye no volvió a desaparecer de esa forma. Se encarga de hacerle saber a Yoko que está bien y a salvo cada vez que puede.

Faye siente más confianza con su esposa. Se ha sincerado muchas veces, ha contado cosas que solía enterrar. Y gracias a ello, muchas veces parece perdida en el pasado. Como ahora.

Yoko está hablando de su familia, contandole sobre la llamada que hizo con su madre antes. Faye siempre presta atención a sus palabras, mas la sonrisa de Yoko contando anecdotas con dicha mujer le hace pensar en su propia familia.

─¿Estás bien, amor?

Faye parpadea, regresando a sí. ─Sólo estaba pensando. No es importante.

─¿No eres tú la que dice que todo eso es válido y debe compartirse? Estoy aquí, Faye, siempre estoy aquí.

Faye duda por un momento. Su pasado es un territorio oscuro y lleno de cicatrices que nunca ha compartido con nadie, ni siquiera con Yoko. Pero la calidez en los ojos de su esposa la desarma. Suspira profundamente y empieza a hablar.

─No siempre fui esta mujer que ves ahora, Yoko. Antes de convertirme en quien soy, era solo una niña asustada, tratando de sobrevivir en un mundo que no me daba nada.

Sus recuerdos son lejanos pero claros en su mente. Ella lo relata con el mismo dolor que en esos tiempos.

Faye no fue capaz de olvidarlo. De dejar atrás a esa adolescente escondida en un callejón junto a una aún más pequeña Lookmhee, con ropa sucia y desgastada, hambre en los ojos y el miedo constante. Su familia había sido víctima de una traición en el bajo mundo, y ellas fueron las únicas sobrevivientes. Para sobrevivir aprendió a robar, a engañar y, eventualmente, a pelear.

─No tenía a nadie además de a mi hermana. Aprendí rápido que el mundo no es amable con las personas débiles. Así que me prometí a mí misma que nunca volvería a ser débil ─continúa Faye, su voz llena de una mezcla de orgullo y dolor.

Y continúa. Una pequeña y miedosa Faye uniéndose a un pequeño grupo criminal, donde rápidamente escaló posiciones gracias a su inteligencia y determinación. Pero también recuerda las cosas que tuvo que sacrificar: amigos, confianza, incluso parte de su humanidad.

Faye baja la mirada, sintiéndose vulnerable como todas las veces que se ha abierto a Yoko últimamente.

─Hice cosas, Yoko. Cosas de las que no estoy orgullosa. Pero eran necesarias. Si no lo hacía, no estaría aquí ahora, contigo.

Yoko escucha en silencio, sus ojos llenos de comprensión. Cuando Faye termina, Yoko acaricia suavemente su mejilla, obligándola a mirarla.

─Faye, no eres la misma persona que eras entonces. Sí, hiciste cosas difíciles, pero también construiste una vida. Has protegido a personas, has demostrado que puedes ser fuerte y, al mismo tiempo, alguien lleno de amor.

Faye deja escapar un suspiro, como si una carga se aliviara de sus hombros.

─No sé qué hice para merecerte, fresita.

─Hiciste lo más importante: elegirme a mí, como yo te elegí a ti. ─Yoko sonríe y se inclina para besarla suavemente.

Faye sostiene a Yoko con fuerza, como si se aferrara a la única luz que ha conocido en su vida. Yoko, por su parte, le susurra al oído:

─No importa lo que hayas hecho, Faye. Siempre estaré aquí para ti.

Ambas se quedan en silencio, disfrutando de la paz de ese momento, mientras las sombras del pasado de Faye parecen desvanecerse, al menos por esa noche.