23
Es domingo y los meses pasaron volando. Yoko suspira por tercera vez. Mira al reloj en la pared, el tic-tac la molesta, la taza entre sus manos está fría, su corazón parece ser más pequeño.
Faye aún no regresa a casa.
Yoko se ha convencido de que podía con eso, con el mundo de Faye. Lo aceptó mucho tiempo. Mas los últimos meses se sintieron diferente. Faye regresa tarde a casa, pero por más tarde que llegue siempre va a los brazos de Yoko. Ahora, mientras logra darse cuenta de que está amaneciendo, Yoko lucha por guardarse todo lo que realmente siente.
Sabe que no debe hacerlo pues Faye ha sido la primera en enseñarle que sus pensamientos, ideas e inquietudes son importantes. Todo es como una mancha ahora.
De pronto unas pisadas hacen sonido y el ensodecedor silencio de Yoko finalmente termina. Ella se pone de pie, dejando la taza que sostenía en la mesita, y mira a Sak caminar delante de Faye. Él parece querer decir algo mas Faye pone una mano en su hombro, indica con un movimiento que es mejor dejarlas solas.
Yoko observa a su esposa. Su camisa blanca está manchada y sus nudillos tienen marcas. Ese tono rojizo nunca fue de su agrado.
─Llegaste tarde ─dice Yoko en un tono más preocupado que molesto.
Faye asiente pasandose una mano por el cabello. ─Lo sé, amor. Hubo un problema con un trato y tuve que intervenir.
─Debiste avisar al menos ─Yoko se muestra casi herida ─. Ni siquiera sabía si estabas bien o si... si volverías.
Faye da un paso para acercarse, Yoko da un paso atrás. Eso duele. Yoko nunca se niega, no así, no a ella. El corazón podrido de Faye se hunde.
─Estaba protegiendote ─admite con desesperación en su voz ─. Este mundo es complicado, lo sabes. Pero jamás dejaría que algo te pasara.
─¿Y a ti sí te pueden pasar las cosas? ─el nudo creciente en la garganta de Yoko se nota poco a poco ─. Estos últimos meses lo acepté, siempre lo hice. Intenté entenderte, pero... ¿Por qué no me entiendes tú a mí? Mi esposa, la mujer que amo, está en un peligro constante y yo no soy capaz de protegerla como quiero.
El rostro de Faye se endurece por un momento. Está acostumbrada a lidiar con amenazas, traiciones y riesgos, pero esta discusión se siente mucho más difícil. El rostro preocupado de Yoko causa sensaciones que no está dispuesta a reconocer.
─No es justo para ti, ¿no es así? ─la mayor suspira. Sus ideas un lío. ─Me has hecho una persona mejor y no pienso permitir que te arrebaten de mis manos. Estoy protegiendote a ti, Yoko.
─No necesito a una heroína, Faye ─murmura dando ese paso adelante, su esposa mirandola cuando llega a ella ─. ¿No has pensado más allá? Quizás... No lo sé, no sé como terminaste donde estás ahora. Pero estoy contigo, estoy aquí pidiendote que pienses en mí.
Yoko ve a una nueva Faye. La fachada dura, la fachada fría que todos conocen ya no existe. Es una mujer con ojos vidriosos y labio tembloroso que guía sus manos a las mejillas de su esposa. Acaricia su pálida piel.
─No quiero perderte, Yoko ─y su voz es tan suave que casi no la oye ─. Nada en este mundo me importa más que tú, ¿oíste? Nada. Pero no tengo idea de como mantenerte a salvo sin ser quien soy.
Una lágrima cae. Yoko la recoge con su pulgar y une su frente a la de Faye. Es la primera vez que se muestra tan vulnerable, tan real.
─No quiero que dejes de ser quien eres ─tranquiliza ─. Somos un equipo, ¿sí? No tienes que cargar todo tú sola, habla conmigo, confía.
Faye finalmente termina por darle un abrazo cálido y fuerte. ─Intentaré seguir mejorando por ti.
Es un paso que debían dar. Yoko debía demostrar más su fortaleza emocional y Faye aprender a abrirse. Pasito a pasito. Ellas saben que no todo está resuelto, que aún hay mucho que recorrer, sin embargo iban por buen camino.
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