El mundo sería un lugar mejor si Yoko fuera más puntual, o eso dice Marissa.

Pudo verla llegar agitada con una pequeña capa de sudor por su frente, respirando casi agresivamente, y sosteniendo su pecho al mismo tiempo que se agachaba ligeramente sosteniendo una de sus rodillas. Marissa la mira en silencio, esperando que se recupere y pensando en qué excusa va a poner hoy. No está su bicicleta usual con ella, lo que podría responder a su pregunta de por qué está en esas condiciones, pero al mismo tiempo crea más dudas sobre eso mismo.

Yoko tiene su cabello negro en una coleta mal hecha, su ropa es la casual y no la del trabajo, mas al ver que sostiene su mochila en la espalda es fácil deducir para Marissa que ella trajo su ropa aparte esta vez. Algo que no pasa, pues Yoko vive a tan solo unas cuantas calles del lugar y es normal verla llegar lista, aunque siempre tarde.

La chica suspira una última vez y se pone recta, lista para enfrentar a su mejor amiga.

—Me robaron la bici.

Marissa rueda los ojos. —¿Y por qué tan agitada?

—Tuve que correr para llegar a tiempo, ¿qué no ves? ¿Logré llegar bien?

La castaña se cruza de brazos y decide no decir nada más, haciendo una seña con la cabeza de que es hora de entrar al edificio. Yoko sonríe y la sigue tratando de regular su respiración.

No es que a Marissa no le importe el hecho de que le hayan robado, ella siente una curiosidad por ello, pero cuando ha pasado tres veces en el mismo mes ya está bastante acostumbrada. Yoko no está en peligro, simplemente es descuidada y deja su bicicleta sin asegurar en cualquier parte. Lo que la lleva a sentirse frustrada consigo misma, ella lo intenta, de verdad, pero simplemente es difícil cambiar todo lo que ella es.

Luego de guardar sus cosas y cambiarse, comienza su turno como mesera en el restaurante de Marissa. Sabe que de ser otra persona la dueña, no habría durado ni un día. Pero su mejor amiga la recibió con los brazos abiertos despues de años sin verse por su mudanza a Estados Unidos. Ahora Yoko ha terminado por decidirse estudiar en la universidad y necesita cubrir algunos gastos. El periodismo no era la carrera más cara pero tampoco la más sencilla, lo que causaba que estuviera alborotada casi siempre.

El restaurante es elegante, todos tienen su uniforme impecable, todos siguen reglas estrictas y Yoko, aunque sea bastante torpe, intenta estar a la altura.

Cuando su turno termina, suspira derrotada apoyándose contra la pared de espaldas y ve a su compañera pasar. Milk se ríe de ella.

—Hemos tenido turnos peores—le dice ella buscando las llaves de su locker.

—Sí, pero ha sido un largo día.

—Escuché a Mari quejarse de que te han robado la bici otra vez.

—Si tanto le molesta debería comprarme un auto, no sé, ella es rica.

—Te lo robarían tambien.

Yoko se ríe con humor, sintiendo el día menos pesado ahora. Milk es buena compañera y amiga, desde que descubrió que es la única otra tailandesa en el restaurante se han acercado mucho. Es bastante amable.

—Mi despedida de soltera es este fin de semana—anuncia Milk luego de un rato—. Dijiste que no querías ir a Las Vegas pero realmente me gustaría que vinieras, te has vuelto especial y quiero festejar contigo.

Yoko suspira. —Hasta la cerveza sin alcohol me da nauseas, ¿como esperas que sobreviva a Las Vegas?

Milk se encoge de hombros. —Problema tuyo, yo te quiero ahí.

Yoko no tiene opcion y lo sabe, pues Milk es capaz de seguirla hasta su casa y sacarla por los pelos para acompañarla. Rendida ella asiente.

—Estaré ahí pero no me obligues a beber, te lo suplico.

—Será lo más tranquilo posible.