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019 | potasio




× Mercury.

           Una canción de heavy metal estaba resonando por mis oídos mientras golpeaba la bolsa que colgaba frente a mí, mis ojos nunca dejaban de mirar la gran X roja en el centro. Di un paso hacia atrás mientras cerraba y abría mis nudillos, asegurándome de que la cinta alrededor de ellos permaneciera intacta.

Hace tres años cuando mis padres murieron, yo había tenido que ir a terapia (contra mi voluntad, debo decir). Después de la cuarta reunión de «¿estás bien? ¿Como te hace sentir eso?» el psiquiatra había decidido que hablar no iba a hacer que saliera de mi cáscara. Así que se le ocurrió algo que podría ser más eficiente.

Boxeo.

He crecido en una casa en la que me decían que la lucha no aliviaría mis problemas. Pero hasta el día de hoy puedo decirle a mis padres, mi hermano y mi abuela que estaban completamente equivocados.

En la siguiente reunión, el psiquiatra y yo habíamos ido al gimnasio local y me había dicho que golpeara la bolsa lo más fuerte que pudiera. Teniendo diecisiete años y estando profundamente enojada con el mundo, se podrían imaginar que me sentía en la luna gracias a esas instrucciones.

Para mi sorpresa -aunque no del psiquiatra- había funcionado. Entre cada golpe y patada, me desahogué. Le dije todo lo que estaba sintiendo mientras golpeaba la bolsa y él escuchó. Se paró en el otro lado y escuchó todo lo que tenía que decir, y aunque ese era su trabajo, era bueno dejar salir todo por los golpes y tener a alguien al otro lado para atraparlos.

Y desde ese día, seguí esa rutina cuando me sentía deprimida, triste, o cuando realmente necesitaba golpear algo. Así que fue por eso que cuando puse un pie dentro del centro fitness de la universidad por primera vez, mi ánimo se levantó y no dudé colocar una cinta en mis nudillos y empezar a balancearme.

Me concentré en la canción de halestrom que resonaba en mis oídos.

Roaring like a storm and I am the one I've been waiting for.

Screaming like a siren, alive and burning brighter.

I am the fire.

Yo no era la única persona en el gimnasio, pero yo era, sin embargo, la única chica. Y con eso dicho, incluso la música pesada en mis oídos no era suficiente para distraerme de todos los ojos a mi dirección. Me sorprendió que nadie se tropezara o que cayeran pesas a sus pies, porque al parecer, era la atracción principal en este momento.

Así que tal vez fue por eso que levanté mi pie y patee la bolsa justo en la gran X, haciendo que se balanceara. De hecho, la hice balancear hasta que no solo las bocas de todos los chicos de la habitación se abrieron, sino que también había golpeado a alguien.

—Oh, Dios mío, —dije mientras arrancaba mis auriculares y rápidamente ayudé a la persona—. Lo siento mucho, debería haber prestado atención a quien estaba a mi alrededor.

Una chica con un rostro que me recordó a una ardilla me miró con grandes ojos color avellana. Estaban con una sombra ahumada que pondría a Carrie Underwood en vergüenza.

—Es mi culpa, —dijo mientras ella tomaba mi mano y la levanté—. No debí haber caminado tan cerca.

No pude evitar notar que se frotaba la cadera en la que había caído. La culpa se filtraba a través de mi como el sudor de mi entrenamiento.

—Todavía me siento mal, —admití, mirando de cerca su cara en caso de que estuviese sangrando o tuviese huesos rotos visibles.

Pero la chica sacudió la cabeza y me miró una vez más. Estaba acostumbrada a todas las miradas que las chicas me enviaban aquí en Roehampton. Pero por alguna razón, cuando está chica lo hizo, no me sentí rara.

—Eres Lynn, ¿si? —preguntó, con una sonrisa en los labios—. ¿La nueva jugadora de fútbol?

Me di cuenta de que la chica no llevaba ropa de entrenamiento -una camisa de cuello en V y jeans- y me preguntaba por qué estaba en el gimnasio. Jace me había dicho que algunas chicas solo iban al gimnasio con la esperanza de ver al entrenador Mathews sin camisa y rogué para que no fuese así.

Comencé a quitar la cinta de mis nudillos—. Si, soy yo.

—Soy Jillian Kosher, —dijo la chica con un gesto de cabeza—. Estuve aquí hace una hora y ahora voy de camino a The Courtyard Bar.

La miré confundida.

—Si, es un bar en el campus. ¿Nunca has estado?

¿Un bar... en el campus? Lo único remotamente cerca de ser un bar en la UCLA era un par de tiendas de café, pero no un puto bar. Era solo otro recordatorio de que ahora estaba en un país completamente diferente.

—No he tenido mucho tiempo para ver las atracciones de por aquí. Pero, fui a la hoguera la otra noche, —le dije, sintiendo el frío del chapuzón—. Tuve que irme temprano.

De repente, Jillian se echó a reír, atrayendo la atención de cualquier chico que no estaba mirando todavía—. No fui, pero me enteré de tu pequeña sumergida en la piscina, —explicó—. Fue el tema en el bar al día siguiente.

La vergüenza me inundó. En ese momento, no me importaba que me hubiesen visto caerme en la piscina, sino que ahora la gente que no me conocía lo sabía. Digamos que no es de muy buena reputación que hablen de ti de esa forma, en la primera semana de clases.

Jillian debió haber visto mi mortificación porque su sonrisa se desvaneció—. Honestamente no me preocuparía, la única charla que hubo fue de lo bien que te veías con una camisa mojada.

—Bueno, si esperaban un espectáculo, les habría dado uno, —dije, haciendo reír a Jillian otra vez.

Debió darse cuenta de lo fuerte que era porque cerró rápidamente la boca y miró alrededor para ver quién prestaba atención. Todos nos miraban y esta vez las mejillas de Jillian se ruborizaron.

Sus ojos avellana se volvieron hacia mi, con una sonrisa tímida en sus labios—. ¿Te gustaría ir al bar? Sus hamburguesas son para morirse.

La oferta me sorprendió, siendo honesta. Durante toda la semana y media que había estado aquí, nadie, ni siquiera alguien del equipo me había ofrecido ir a algún lugar con ellos. En realidad, ahora que lo pensaba, fuera de mis compañeros, nadie parecía querer hablar conmigo. Por primera vez me pregunté el por qué, y por qué no era el caso con Jillian.

Así que tal vez fue por eso que me encontré asintiendo, con una sonrisa en mi cara.

Jace era agradable. Pero a veces pasar tiempo con un chico podía cansarme y realmente hacerme necesitar una amiga. Tal vez La Bolsa de boxeo encontró algo para mí.

—Me encantaría ir, —le dije.




×××




El Courtyard bar era un punto descuidado en el otro extremo del campus. Se parecía al cualquier otro bar deportivo con taburetes a lo largo del mostrador en la pared trasera, débilmente iluminada. Carteles enmarcados de famosos jugadores de fútbol y otros deportes cubrían las paredes junto con banderas y letreros neón de marcas de cerveza. Había una televisión en cada esquina y el sonido de algo freírse se hacía resonar en la habitación trasera.

—Oh, ¿qué es ese olor? —le pregunté, con mi estómago gruñendo.

Jillian me miró con una sonrisa de comprensión, como si todos hicieran esa pregunta—. Las hamburguesas, —dijo ella mientras entraba al bar y se movía alrededor de las mesas.

Yo la seguí.

El bar estaba lleno de gente teniendo en cuenta que era un miércoles por la tarde. Jillian tomo un asiento en un taburete en el mostrador, me di cuenta de un cartel en la pared con las ofertas del día, entendiendo por qué el lugar estaba lleno. Las cervezas estaban a mitad de precio desde la una, hasta las seis de la tarde. Eso era como un faro para estudiantes.

—Jillian, llegas temprano, —dijo un hombre mientras se acercaba a nosotras al otro lado del mostrador.

Niall Horan puede ser irlandés, pero ese tipo no le puede envidiar nada. Tenia un cabello naranja desordenado, lo cual fue lo primero que noté (era difícil no hacerlo). Las pecas cubrían toda su cara y dejaban a la vista unos ojos rojos que miraban entre Jillian y yo. Lo único que no era irlandés en él, era el arete de plata que perforaba su ceja izquierda. La etiqueta pegada en su camisa decía 'Finn'.

—Si, pensé en conseguir comida antes de mi turno, —Jillian explicó mientras miraba la tabla sobre su hombro para ver lo que estaba en el menú—. ¿Podríamos tener dos hamburguesas de queso y dos coca-colas grandes? ¿Te gusta? —cuando asentí, volvió a mirar al tipo.

Finn asintió y anotó el pedido en un bloc de notas antes de colocarlo en la repisa que dividía el bar y La Cocina. A través de la pequeña ventana pude ver a un par de personas volteando hamburguesas y freír papas. A lo largo de los asientos de la barra, la gente estaba bebiendo cerveza y comiendo papas fritas, probablemente relajándose después de un duro día de clases.

— ¿Trabajas aquí? —yo pregunté.

—Si, casi todos los días, —explicó, entonces me miró como si recordara algo—. estamos contratando, si estás interesada.

Me reí de su franqueza—. No lo creo, —confesé. Quiero decir, necesito el dinero, pero con clases y práctica de fútbol, no estoy segura de tener tiempo ni energía.

—Finn es realmente flexible con los horarios, cualquier día que no puedas, lo reprograma. Puedes hacerlo hasta una vez por semana.

—Están desesperados por trabajadores, ¿eh?

Jillian asintió como si yo no tuviera idea de lo desesperados que estaban, y de las bolsas oscuras en sus ojos, entonces creo que tuve una idea bastante buena.

Volví a mirar alrededor, una canción pop sonando a través de los altavoces. Realmente necesitaba el dinero; un coche sería bueno para llegar a clase sin tener que molestar a Jace, o dormir más. O solo tener algo de dinero para gastar en lo que sea.

Pero no estaba mintiendo cuando le dije a Jillian que no tenía tiempo. Con el entrenador Mathews aleatoriamente asignando practicas, por no mencionar todo el entrenamiento en el gimnasio que necesitaba hacer semanalmente, sería casi imposible mantener un trabajo a tiempo parcial.

Unos minutos más tarde el tipo de pelo naranja regreso con nuestra comida, y su piercing brillante me recordó a Emily y de repente me empañé con una sensación de nostalgia.

Una vez comí un poco de hamburguesa, la nostalgia se fue. Jillian no mentía cuando dijo que eran para morirse. Arriesgaría mi vida por otra, y tomaría otra después de eso.

— ¿Y como es eso? —preguntó Jillian de repente, inclinándose—. Jugar con los chicos, quiero decir.

—Todo lo que esperaba, —le confesé cuando tome un trago de mi Coca Cola—. Al principio los chicos estaban vacilantes porque era una chica y todo, pero rápidamente aprendieron que podía recibir un golpe.

— ¿Algún drama? —preguntó ella, con sus ojos centelleando en anticipación.

Naturalmente, mis pensamientos volvieron al sábado pasado en la práctica, y luego la conversación que Niall y yo tuvimos más tarde en su habitación. Teniendo en cuenta de que conocía a Jillian desde un poco más de una hora, no sentí que debía compartir eso.

Así que menee la cabeza y le dije—: No.

Como era de esperar, se desplomó de hombros.

Por la expresión de su rostro, sentir que debía explicarme—. No sería buena idea involucrarme con alguno de ellos, ¿sabes a qué me refiero?

—Yo no lo intentaría, —admitió.

— ¿Que quieres decir?

—Los chicos no les hablan mucho, a las chicas que patean culos.




×××

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