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Prologo. Muerte Y Renacimiento.

Una figura masculina yacía en el suelo, inmóvil, como si estuviera muerta.

De repente, el cuerpo dio un espasmo y tomó aire con fuerza, abriendo los ojos. Lentamente, giró sobre sí mismo mientras una tos violenta sacudía su pecho.

Fue entonces cuando lo notó: unos pies frente a él. Alzó la vista con esfuerzo, siguiendo la figura hasta encontrar el rostro de su dueño.

???: Buenos días, muchacho. -El joven levantó más la mirada, y lo que vio lo dejó completamente sorprendido.

(Primer Emperador.)

—¿Te vas a quedar ahí abajo para siempre? ¿O piensas levantarte? —Dijo una voz grave.

El joven, aún aturdido, comenzó a incorporarse con esfuerzo. Al levantar la mirada, reconoció al hombre que estaba frente a él.

???: ¿El... Primer Emperador? —Murmuró, sorprendido.

El anciano soltó una ligera risa.

Primer Emperador: En carne y hueso... Bueno, ya ninguna de las dos soy ahora. Si prefieres llamarme por el título que los mortales me dieron, adelante. Mi verdadero nombre se ha perdido en el tiempo. -El joven bajó la mirada hacia sus manos, sintiendo un vacío extraño que lo desconcertó. Finalmente, musitó con voz temblorosa:

???: Estoy...

Primer Emperador: Muerto —Interrumpió el Primer Emperador, dando un paso al frente. Su cabello castaño se movió ligeramente con su movimiento. 

-Bienvenido al club. -El joven retrocedió un paso, balbuceando.

???: No... no... Akame... debo ir con ella. -El Emperador se detuvo justo detrás de él, su voz adquiriendo un tono sombrío.

Primer Ministro: Lamento decirte que probablemente ya esté muerta, junto con todo lo que alguna vez conociste. -El joven se quedó inmóvil, con los ojos muy abiertos.

???: ¿Qué...? —Logró articular, volviendo la vista hacia el anciano.

Primer Emperador: Mientras hablamos aquí, probablemente han pasado miles, quizás millones de años en el plano terrenal —Explicó el Emperador con calma.

El joven no respondió. En su lugar, llevó ambas manos a su rostro, intentando procesar lo que acababa de escuchar.

—Aunque claro... quizás ya no importe mucho —Añadió el Emperador, mirando a su alrededor.

Antes de que el joven pudiera contestar, el entorno cambió. La zona donde estaban se transformó, revelando un salón del trono completamente congelado. Ambos giraron sus cabezas hacia el trono, pero lo que vieron dejó al joven aterrorizado.

El joven observaba, aterrado, el trono que tenía frente a él. Sentado en él estaba un ser hecho de hielo, una figura imponente cuyos ojos azules brillaban con una intensidad antinatural. Aquella mirada parecía atravesarlo, como si lo analizara por completo.

El Primer Emperador rompió el silencio con su voz grave y cargada de significado.

—Ese ser es el Rey de la Noche. Para resumirlo, mató a toda forma de vida en el planeta, desde los confines occidentales hasta el último rincón del oriente. —Las palabras cayeron como un martillo, pesadas e ineludibles.

Antes de que pudiera procesarlo, el entorno volvió a cambiar. De repente, ambos estaban de regreso en el espacio vacío donde habían estado antes.

???: ¿No valió de nada? —preguntó el joven, su voz temblorosa y cargada de desesperación—. ¿Todos los que murieron... fue en vano? -El peso de aquella revelación lo aplastó. Apretó los puños con fuerza mientras un torrente de emociones lo consumía.

Primero, perdió a sus amigos de la aldea. Luego, vio morir a cada uno de sus compañeros de Night Raid. Y ahora, descubrir que nada de aquello importó porque un monstruo había acabado con todo... era demasiado.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! —Gritó, cubriendo su rostro con las manos, maldiciendo su maldita suerte.

El Primer Emperador lo observó en silencio durante un momento antes de hablar nuevamente, con un tono cargado de intención.

Primer Emperador: Aunque no tiene que terminar así. -El joven levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de incredulidad y esperanza. El anciano, con una ligera sonrisa, simplemente chasqueó los dedos.

Una figura imponente apareció de repente, desorientada y monumental. El joven dio un paso atrás, sorprendido al reconocerla.

—Hola, Tyrant. —La voz del Primer Emperador era tranquila, casi burlona.

La criatura, conocida como Tyrant, dejó escapar un rugido furioso, su odio dirigido al anciano. Recordaba bien al responsable de que su cuerpo físico fuera destruido y su esencia quedara atrapada en una espada y una armadura.

—Sí, yo también te extrañé —respondió el Emperador con sarcasmo.

Tyrant gruñó, dispuesto a lanzarse contra él, pero algo lo detuvo.

—¿Por qué no puedo moverme? —bramó Tyrant, luchando inútilmente contra aquella fuerza invisible. -El Emperador suspiró con calma, como si todo estuviera bajo control.

Primer Emperador: No podemos hacernos daño mutuamente, Tyrant. Tengo una misión para este chico, y tú serás crucial para llevarla a cabo. -Tyrant volvió a rugir con fuerza, su voz resonando con una mezcla de ira y desafío.

Tyrant: ¿Y por qué tendría que ayudarte? -El Primer Emperador esbozó una sonrisa burlona, sus ojos brillando con malicia.

—¿Quieres un cuerpo nuevo? —Preguntó, inclinándose un poco hacia adelante—. ¿Volver a estar en la cima de la cadena alimenticia... esta vez, por encima incluso de los dragones? ¿O prefieres seguir encerrado en un objeto para toda la eternidad? -Tyrant gruñó de mala gana, rindiéndose a la propuesta.

Tyrant: Está bien... lo haré. Pero que quede claro, mocoso: ¡no creas que seré amable contigo! ¡Ni antes ni ahora! -El joven castaño, aún en shock, no respondió. Sabía que ahora tenía a la misma criatura que habitaba Incursio como "aliado". No sabía si sentirse aliviado o más preocupado.

???: ¿Entonces qué sigue? —Preguntó finalmente, mirando al Emperador.

El Primer Emperador levantó una mano cerrada, sus labios curvándose en una sonrisa enigmática.

Primer Emperador: Ahora solo necesito abrir mi mano. Con la ayuda de unos dioses del norte de Westeros y un dios rojo de Essos, podrás renacer... y acabar con el Rey de la Noche. -El joven asintió con firmeza.

???: Estoy listo. -El Primer Emperador lo observó por un momento, sus ojos cargados de gravedad.

Primer Emperador: Ten cuidado, Tatsumi. Los humanos de Westeros son iguales, o incluso peores, que los de mi imperio en decadencia. No confíes en nadie. -Al abrir su mano, una luz cegadora envolvió a ambos. En un instante, desaparecieron, dejando atrás aquel lugar. La misión de salvación planetaria había comenzado.

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