❥︎ꨄ︎ C. 005 ☀︎︎
En la entrada del colegio infantil Mugyo-ro, TaeHyung recibía a los pequeñines con mucho cariño y amabilidad, de vez en cuando se detenía a charlar con los padres de los cachorros, consultando algunas cosas o haciendo peticiones para pasar a la dirección del jardín, que con apoyo del guardia recibían una tarjeta de visitante.
El omega permanecía atento a pesar de que su estado anímico no fuera el mejor, y es que él podría plantar una preciosa sonrisa para no evidenciar cualquier rastro de insulsos humores.
Mas su lobo se hallaba gruñendo en su interior, estaba de muy mal humor, pero no con Tae. Su mañana ha ido en decadencia en su preciado hogar, no puede no sentirse a la defensiva con solo pensar en el causante de su reacción.
De solo recordarlo, su lobo permanece alerta, con sus colmillos pretendiendo sobresalir, pero no siendo evidentes, pues a comparación de un omega común o dominante, sus colmillos no eran tan grandes. De hecho, apenas eran visibles, mas no quiere decir que no fueran peligrosos.
Sus instintos están alertas. Es probable que no dejen de estarlo en días, pues entendía perfectamente a Byeol, porque EunWoo y su lobo habían cruzado el límite pactado.
Sí, habían discutido por una tontería del alfa, una broma que para nada les divirtió. Los límites de Byeol y TaeHyung se respetaban sin tomarse a juego.
No le gustaba que su esposo intentará morder su glándula ni en juego. Le hacía sentir como si sus peticiones no valieran o no le interesaran, mucho más si estaba en una posición vulnerable como era la consumación del acto carnal.
Quizás Tae podría bajar la guardia y dejarse a merced de su pareja, pero su lado animal jamás estaría en disposición de su esposo. Por mucho que la voz de mando le hiciera obedecer, a Byeol no le importaba ser sometido a esta, puesto que sin importar la situación, sin que pudiera tener la capacidad de, por lo menos, defenderse, él siempre encontraría la forma de esquivar algún "daño".
Incluso si eso implicaba utilizar su única parte animal en contra del otro, y eran los mismos que trataba de ocultar junto a la intensidad de su aroma entremezclado.
Sí, quizás apestaba a alfa marcando territorio, quizás era hastiante para otros, pero por mucho que sus feromonas tratarán de opacar las de un alfa, no podía. A pesar de que para los cachorros funcionaba sorprendentemente bien, para su persona funcionaba más como una especie de sutil perfume.
La percepción del olfato, la producción de feromonas, el tamaño de sus colmillos y la docilidad de su lobo eran un arma de doble filo. Jamás lo había odiado tanto como ahora, puesto que si esparcía su fragancia natural sería en conjunto de la de su esposo. No sería nada agradable, ni para él mismo estando irritado.
Su pequeña sonrisa se mantenía tenue, se aseguraba de darle seguridad emocional a cada niño que ingresaba al jardín. Pero poco se acostumbraba esta manía por parte de la educación coreana, es donde comenzaba la retorcida deformación de las personas. Para suerte de muchos niños, el omega recesivo sería el encargado y primer cobijo que tendrían estando lejos de sus progenitores.
Cautelosamente, vigilaba cada costado por el que los niños ingresaban, algunos seguían llorando después de una semana, mientras que otros se habían adaptado correctamente a la rutina que el colegio estableció para que lograran irse acostumbrando.
Cuanto más veía a los cachorros llegar, menos tiempo quedaba para que la hora de entrada culminara, e instintivamente, ya había contado a quince de los cachorritos que tenía a cargo.
Sus pequeñitos no eran un grupo excesivamente grande, pero sí que eran niños a los cuales debía saber manejar en todo momento. Cada uno llevaba un temperamento, un actuar completamente distinto, incluida la pequeña Jeon. Especialmente esta nena que al parecer poseía un poco de la personalidad juvenil de su padre.
Por supuesto, más allá de reconocer rasgos físicos distintivos en la niña, el castaño podía recordar vagamente algunas de las actitudes del JungKook que conoció.
El abogado Jeon era demasiado amable, gentil, amoroso... un hombre de gran inconmensurable afecto. Siempre fue un hombre que interpretará actos caballerosos, sumamente respetuosos; mas la seriedad en desconfianza era segura. En cambio, en confianza, JungKook siempre fue un hombre de buenos humores.
Muchas veces distraído, en otras muy gruñón –pocas veces lo pudo ver así–, en otras ocasiones demasiado descuidado o soñador. Un alfa peculiarmente adulador. Convincente.
Claro, como todo humano ese hombre tenía la astucia de los delfines, la mirada de los ciervos, sería vicioso mencionar la complexión de los canguros... Bueno, eso último quizás estaba de más, pero sepan comprenderlo, el hombre que conoció hace años lo sigue viendo allí, su percepción solo cambiaría cuando conversaran más allá del profesionalismo.
Sería falso si dijera que no ansiaba la respuesta del pelinegro alfa, por mucho que había temas que requerían de un trato y charla urgente, TaeHyung había admitido que no solo su lobo deseaba rondar alrededor del otro, sino que él moría de intriga por saber más de este cotizado abogado en el que se convirtió con el pasar de los años.
Sin saberlo, su aroma ha cambiado drásticamente, se ha superpuesto al aroma de su pareja, ha opacado la picante esencia por un dulce matizado a flan con miel que pocos alfas pueden percibir al no mantener un lazo con sus parejas, o porque no poseen pareja. Mientras que los omegas presentes, restan gran importancia al estar en sintonía con la felicidad que les provocan los cachorros.
Pero si supieran que él no está pensando en los curiosos niños. Oh, no. Sí tan solo supieran que el humor se le ha elevado al deslumbrante cielo al ver frente a frente a EunYeong, la hija del hombre en el que se ha quedado reflexionando, del mismo que hace notar su presencia en la pequeña anatomía de la cachorra.
Del mismo que altera los nervios, el que despierta las vertiginosas ensoñaciones de Byeol.
Su mirada busca al hombre detrás de ella, no obstante, la misma dama pelirroja vuelve a encontrarse. Una gota de decepción cae desde su corazón al estómago y de este, a su frágil alma. Puede ocultarlo sin siquiera titubear, pero eso es lo peor de todo.
Ocultar. Cegar. Tapar. Cubrir. Encubrir. Guardar... esconder.
Todos se parecen, ¿verdad? Cualquiera correría el riesgo de ser usado sin causa de consecuencia. Pero no era el caso de TaeHyung, quien fácilmente podía aceptarlos todos porque estaba tratando de hacer de todo por no connotar su actitud decadente.
—Buen día, maestro Tae.
Ocultar el pequeño padecimiento es el peor de los casos que puede haber, porque nadie debe enterarse que quizás esperaba ver a JungKook, mucho menos, malinterpretar sus motivos. Lo odiaba. Odiaba la distorsión del pensamiento de otros.
Incluido el propio.
—Hola, Eun-ssi. ¿Cómo estás hoy? —correspondió bajando a la altura de la infante.
Se le ha olvidado –o quizás no– que la niña no habla completamente coreano, por lo que ella le queda viendo, está procesando las palabras. Pero justo cuando va a decir algo, emite voz.
—Mmm, ¿le digo la verdad? —Pregunta con dudas, su padre siempre le había mencionado que si no se sentía cómoda hablando de sí misma con alguien ajeno, estaba bien, pero debía tratar de expresarse.
Y es que no resolvería nada guardando pensamientos o sentires, pero a veces tampoco resolvería nada contándolos. ¿Qué sentido tenía?
Liberarse de la carga que representa tenerlo en mente. Eso era lo esencial, según su padre.
—Cómo gustes, Eun-ssi, pero por ahora tendremos que parar la charla —comentó poniéndose de pie, dejando una caricia en el cabello de la cachorrita.
Fue una acción bastante irrespetuosa e irresponsable al tener presente la fragancia del padre alfa. Se le olvidó, pero claro, no podía hacer mucho ya que le había indicado a la cachorra dirigirse al interior del jardín.
En cuanto ella desapareció en el interior del jardín, el omega regresó su vista al frente, donde la dama pelirroja aguardaba.
—Buen día, maestro. Si me disculpa, he cumplido con mi tarea —reverenció, y Tae también, pero él no la dejaría irse tan fácil.
—Señorita, espere, por favor.
Y la mujer que apenas había avanzado un paso, se detuvo, por cortesía, a verle, esperando que hablara porque a partir de ese instante tenía el tiempo contado para llegar a la oficina.
Mientras TaeHyung olfateaba disimuladamente a la mujer, encontró, por quién sabe cuánta vez, feromonas de JungKook, tal como en ocasiones previas a la actual.
En cualquiera de los casos, Tae debía cerciorarse sobre el parentesco con su alumna, pues anteriormente solo se había guiado por lo que mencionaba la credencial que le habían dado al tutor.
—Diga —añadió ella mirando su reloj y rezando a la luna que el maestro se apresurara.
—Me gustaría saber si de ahora en adelante será usted quien venga por EunYeong. Anteriormente ha venido, pero si será así, me gustaría saber el parentesco que tienen —habló lo suficientemente bajo para que la charla fuera escuchada solo por la pelirroja.
La señorita Yang asintió, medianamente entendía a qué se refería JungKook, aunque no estaba segura. Ahora ella también necesitaba enterarse qué ocurría. Los alfas siempre se esconden en su trabajo cuando tienen asuntos pendientes por arreglar, sea con omegas o sus parejas, pero JungKook no parecía ese tipo de alfa, ¿o sí? Mucho menos sabiendo que es un soltero treintañero.
No, para nada. Lleva muy poco trabajando para él, pero está segurísima que su superior no es un patán.
Además, entiende las curiosidades que surgían en el educador, pues en caso de un detalle íntimo con la cachorra, o en dado caso el padre no estuviera presente, tendría un auxiliar que pudiera apoyar la resolución de los conflictos. Pero netamente, el maestro estaba siendo más profesional de lo esperado, quizás por las palabras de su jefe estaba sobreevaluando su petición.
También porque anteriormente solo seguía órdenes de entregar a la niña a quien se presentaba por ella con la credencial del tutor, aludiendo que era una persona de confianza para brindar dicho objeto que adquiría el valor de la custodia temporal de un niño.
—Soy empleada del señor Jeon, Yang HyeJi, es un placer conocerlo —inclinó la cabeza en una fracción mínima para presentarse—. No, no siempre será así, ahora únicamente estoy siguiendo órdenes de mi jefe.
El omega asintió comprendiendo, inspiró, teniendo que retener la espiración de alivio, no era el momento ni el lugar para expresarlo con tanta libertad. Pero algo quedó más que claro, ella sí que podría entregarle el mensaje con oportunidad que tuviera una respuesta casi inmediata.
Porque no parecía, pero comenzaba a impacientarse por la incapacidad de ese hombre en tomarse un momento del tiempo disponible que poseía para comunicarse con él sabiendo que el tema central era su hija.
—En ese caso, dígale a su jefe que debe rellenar un formulario con el guardia en cuanto pueda venir a la escuela, la credencial la puede manejar a su manera, pero en cualquier otro caso, la institución se hace cargo de archivar quiénes están oficialmente registrados por el tutor para llevar a su cachorro.
No era para nada una mentira, ni de cerca. El jardín tenía ese sistema para corroborar quiénes tenían acceso a la institución, con qué fines hasta poder llevar un registro de quién ha sido autorizado por el progenitor. Todo con el fin de mantener a salvo a los niños en cualquier caso de presentar peligro, aunque ciertamente no era extremadamente común que en Mugyo-ro los niños corrieran peligro, pero no por eso estaba de más prevenir tanto a la institución, como al padre o madre de familia.
—Se lo haré saber en cuanto le vea, gracias, maestro —asintió comprendiendo.
Mugyo-ro no era un colegio cualquiera, si los jardines comunes eran muy cuidadosos, ni hablar de los que asistían hijos de figuras prestigiosas como en este, donde debían brindar la seguridad de que sus hijos, aparte de recibir una educación de calidad, podrían estar muy seguros.
—Perfecto, gracias, señorita Yang. También recuérdele a Jeon JungKook que hay una charla pendiente respecto a su hija. Sé que es un hombre ocupado, pero es importante, y por lo menos debería ser un poco considerado.
En definitiva, HyeJi se había perdido de algo, mas se limitó a asentir solo para no extender su estadía en el lugar, partiendo al edificio donde seguramente su superior aguardaba su llegada para fluir en el caso que asumió e indagar más sobre el hombre demandado.
Una vez la pelirroja se marchó, Tae revisó por vez consecutiva el teléfono. Hizo una mueca apenas vio el marcador "visto hace una hora", detestaba que las personas hicieran eso. No cabía en sí el hecho de que el hombre que jamás creyó que en algún punto de su vida le hiciera eso, ahora lo hacía. Y quizás debería importarle menos, si tan solo la acidez de su cuerpo le permitiera no generar de ello una comparación para sentirse menos interesado en una respuesta.
¿Era demasiado ingenuo por esperar algo más que un visto?
No. Por el contrario, era demasiado grosero de su parte no intentar avisar un "Responderé bien apenas me desocupe". Y, oh, no era el único dilema que tenía con JungKook, porque su esposo tuvo el atrevimiento de dejarlo sin respuesta alguna también, tal parece que se pusieron de acuerdo para hacerle pasar un mal rato.
Tomó aire, posteriormente lo exhaló. No iba arruinarse más el día, ni a él, ni a su lobo. Ninguno de los dos merecía amargar su preciosa mañana por ese par de alfas estúpidos.
Aunque todavía con el pensamiento de maldiciones para su esposo –que era con quien más molesto se hallaba–, se resignó a comenzar con su labor educativo en el jardín. Sin duda ocupaba un bonito momento en compañía de sus cachorritos preciosos.
En cualquier otro caso, hubiera aprovechado a despotricar, no únicamente esa estupidez de su pareja, sino muchas, porque si algo le exasperaba, iba acumulándose, y un día caería sobre los hombros del culpable sin importar el momento.
TaeHyung no tendría compasión con el hombre que decía amarlo, ni mucho menos, al que él juraba amar. Y estaba en todo su derecho de demostrar la indiscutible línea que nada ni nadie, debería cruzar justamente luego de haberlo advertido de antemano.
Advertencia que no debería tener que estar dándose, porque por ello mismo eran pareja. Existía una confianza, cariño y respeto entre ambos, pero al parecer no todos comprendían eso. Su esposo formaba parte dé.
Lamentablemente, su día tenía que seguir, implementando tratar de olvidar brevemente su conflicto conyugal e ignorar el martillante dolor de cabeza que le podía generar. Observó a los niños con una sonrisa, casi todos sentados en su lugar correspondiente, a excepción de dos parlanchines invadiendo el espacio de otro niño que únicamente les sonreía sin saber cómo decirles que no quería tenerlos cerca.
DaeSu era el más tímido de todos los niños al cuidado de TaeHyung, este cachorrito era todo un caso que le estaba costando tratar. Su constante paciencia, amor e ingenio le ayudaba poco a poco a integrarlo sin necesidad de forzarlo. Podía hacer que se integrará aunque no estuviera del todo cómodo para ello, eso era un avance, pero el logro totalitario sería cuando ese niño dejará de aislarse.
Lograr persuadir a sus cachorritos a moverse en un ambiente más dinámico volvía más alegre su vida, porque a raíz de ello podía descubrir cosas nuevas. Aunque también se complicaba en momentos como esos, donde cierto niño a duras apenas podía llevarle el ritmo a sus compañeritos parlanchines.
Quizás más tarde implementaría una idea que días antes cruzó por su mente. Por ahora, debía prepararlos para salir de su zona de confort en sus modos de trabajos e invitarlos a no ser rutinarios en el lapso escolar, poseían mucha energía y debería ser provechoso entre ellos.
—Preciosos míos, ¡denme lugar para unirme a su conversación! Aunque sería agradable si implementamos una dinámica de por medio, ¿les parece?
Ante la breve introducción del omeguita, los niños de pie se le quedaron viendo sabiendo que claramente se dirigía a ellos en un principio, y al ser los más curiosos e intensos en energía, asintieron en un grito gradualmente más elevado que sus compañeros.
Ko DaeSu suspiró tranquilo, siendo observado por la cachorrita Jeon desde atrás. Quien jamás había visto a otro niño de su edad cansarse demasiado con el simple hecho de escuchar a alguien más. Era raro, demasiado curioso para ella.
Si tan solo supieran lo que a ambos les esperaba con sus distintivas personalidades. Los dos iban a aprender a ser incomodados por el otro solo porque a TaeHyung se le había ocurrido juntar parejitas para poder interactuar no solo entre ellos dos, sino todo el grupo.
Debían aprender a dejar de lado la incomodidad, la vergüenza e indulgencia. ¡Eran niños! ¿Qué mal podría pasar por esa pequeña actividad?
Fatal.
No ha podido concentrarse en lo que debe. Únicamente tiene mente para, por, en, con, sobre... él.
Es fastidioso estar en constante movimiento, ahora teniendo la cordura en otros lares es algo que nadie disfruta o logra llegar a sostener como algo netamente agradable.
La vida sigue incluso si no desea que avance. Todo sigue en movimiento, antes, en el momento, durante, después de cualquier acción, discurso, charla o compromiso. Nada te espera, nada se queda estático. Incluso la ciencia lo dice, no es un invento suyo.
Y eso está bien, pero cuánto daría por que el universo se apiadara de su pobre existencia, porque no puede seguir en sus labores e inmediatamente hacer como si nada pasara cuando pasa de todo. Hasta lo que no pasa o no debe sucede.
Lleva sentado en su escritorio alrededor de una hora, con el ordenador encendido en documentos, carpetas, papeleo, libros para remarcar y repasar. Parecía estudiante, pero ese es el punto de ser un abogado. No solo aprenderte las leyes, su uso, formas, tipos, situaciones e intervenciones que pueden tener, era conocer más a fondo la situación en las que puede otorgarse un resultado favorable.
Una lástima que esos mismos artículos no tengan la respuesta a sus pesares. Es una lástima que los casos similares no puedan darle luz a ese caótico juicio. Un deplorable atrevimiento de que estén solo para resolver la vida ajena por vías legales, pero después de todo era el punto de serlo, escuchar y resolver si se presentaba el momento.
Es tan irónico que se dedique a resolver vidas ajenas porque no puede resolver la suya. Aunque por lo menos recibía montos de dinero solo por una consulta, además de si sus dotes se solicitaban en un juicio, en cambio resolviendo su vida... no recibía más que intentos de estabilidad.
Ya era algo, ¿no?
Ah, qué conformista ha sido mencionarlo. Eso es fatal, porque no es de conformarse, mas la situación le obliga a quedarse en ese estado hasta que él mismo decida esclarecer su toma de decisiones.
Se levanta de la silla con parsimonia, va en busca del ventanal justo detrás de sí, necesita enfocar su vida en un objeto para restarle importancia por vez consecutiva en el día, debe concentrarse porque necesita aprender más sobre el estado de su demandado. Especialmente porque el señor Kim NamJoon le ha solicitado que haga todo lo que esté a su alcance con tal de asegurar la victoria del actor Kim SeokJin.
No entiende qué relación tenga su socio con ese omega, tampoco es que le interese mucho. Él también desea enfocarse en lo verdaderamente esencial, ansía dejar de pensarlo porque su ojo tiene indicios de palpitar debido al sofocante nivel de estrés emocional que acarrea.
Se ha sobreestimulado al martillar como clavo cada pensamiento, se vuelve peor porque está seguro que los clavos no están en distintos lugares, sino que, luego de la primera capa llenarse han conseguido irse incrustando sobre otros, hasta apilarse en una esfera imaginaria no visible.
—Aigo.
«¿Algo qué aportar a cómo dejar de pensar en tonterías tuyas?»
Su pregunta llega a Jum, quien realmente no está interesado en la situación, solo está dejando fluir lo que siente, percibe e induce a comportarse de tal manera que retuerza la conciencia de su portador.
Cada sentimiento, emoción y dolor pertenece a él, a nadie más. Todo lo que el lobo sienta, el humano lo siente. Todo lo que a Jum le afecte, a JungKook le afecta. Aunque el mismo hombre no quiera, ni lo deseé, siempre le afectará.
La diversión de Jum se hace evidente, JungKook resopla. Ese estúpido animal siempre ha sido un completo peligro para él. Es como escuchar a un 'otro yo' en tercera persona, pero no siendo el mismo 'yo' que es capaz de dirigir la motricidad física y cerebral, sino, como esa voz que te habla al oído para despotricar coherencias e incoherencias.
«Qué dulce de tu parte preocuparte por mí.»
La ironía resalta, traduce e inquiere las más mínimas acciones a las que Jeon JungKook le ha sometido. Mientras él no puede hacerse el tonto sabiendo perfectamente la intención de su comentario.
«¿Quieres cooperar? Necesito tranquilidad para seguir con mi trabajo.»
La respuesta no llegó. Es más, la ausencia de Jum se sintió más real que cuando vivía en Manhattan con su exesposa. La ausencia de su lobo no es sorpresa, ni para él mismo. Bien podría vivir con su parcial ausencia.
Pero está tratando de darle prioridad a sus necesidades, aunque no de la forma en que el animal deseé, pues si lo hiciera, quién sabe cuánto desorden habría provocado. La simple existencia de su lobo era inquietante, ahora teniendo motivos para persistir activamente... A JungKook le costaría reencontrarse con Jum.
Sentir al lobo como alguien ajeno, fuera de sí, no era tan normal. Para nada. Jum solo era otra parte de él, una parte más primitiva, pero sensata, de él. Era la mitad que a su humanidad le faltaba.
Desde la última vez que congenió con él, no volvió a manifestar sus añoranzas hasta ahora. Si había algo que movía a ese animal era la añoranza e insistencia sobre lo que deseaba o quería, su necedad parecía la de un niño pidiendo dulces sabiendo que sus padres no le permitirían más de lo pactado.
Durante los últimos años decidió reprimirlo, por tanto, tanto tiempo que apenas es capaz de recordar el momento exacto en el que decidió que así debía ser, únicamente sabe que la presencia de su exesposa jugó un papel fundamental.
Observa por el ventanal, algunos edificios, parques, hoteles, restaurantes e insolentes nubes cubriendo al Sol en el amplio cielo azul grisáceo. Reflexiona un poco sobre sus acciones, dudas, su cachorra, el trabajo... Especialmente este último, no ha decidido si aceptar el otro trabajo que le fue propuesto, no ha tenido mente para pensar más de lo que ya en ello.
Tiene temas de sobra en los cuales tomar decisiones, pero ninguno es tan importante como querer reconectar con Jum. Porque es consciente del desastre que pueden ocasionar si no están de pie en la misma página. Ya ha tenido la oportunidad de adquirir su forma completa para cumplir sus caprichos no sabe cuándo o qué será su siguiente movimiento.
Sabe que de ahora en más, Jum no consultara ni preguntará más. Su lobo hará lo que le venga en gana, incluso si eso significa alterar el orden social. Debe comenzar a velar por lo que el desgraciado animal solicité o de plano tendrá graves problemas, cuando lo que más desea es evitar cualquier grado de conflicto.
En cuanto la puerta es tocada, JungKook sale de su pequeña ensoñación al mirar la hora. Es mediodía. Solo falta poco menos de media hora para que EunYeong sea recogida por su compañera, con quien realmente no debería preocuparse por que se enterará de la situación personal que acontecía; sin embargo, comenzaba a prestarle más atención por lo que pudo intuir cuando regresó con un recado de Kim TaeHyung.
No deseaba que su vida privada fuera divulgada por todo el edificio, suficiente había tenido con que Jum provocara a Byeol hasta marcarse en un simple, común, cotidiano encuentro. Todavía recuerda la petición del señor Kim, de solo pensarlo sus mejillas se tiñen.
Hace demasiado tiempo no tiene sexo, ¿y piensan que lo tendrá teniendo a su criatura en espera de su llegada para convivir? Pfft. Qué estupidez más grande.
Aunque siendo honestos, ¿cuándo fue la última vez que pasó un celo en compañía de alguien o tuvo sexo casual? Hasta desconocía lo que era tener un rut, cada síntoma o cuidado que requería.
Ha pasado un largo, muy largo tiempo. Quizás su último rut lo pasó en compañía de un omega al que intentó marcar más de una vez, al que muchas veces soñó en todos los futuros posibles que tenía, pero ahora no está a su lado, y seguramente jamás lo estará.
Porque su futuro era ahora, ese momento y el JungKook joven habían quedado en el pasado. Ya era un adulto con múltiples responsabilidades, estaba divorciado, tenía una hija a la que guiar, además de excesivo trabajo repleto de estrés con agotamiento.
Ah. ¿Se supone que ahora deba decirse que goza de una vida de felicidad acumulada? Porque está seguro que tiene la felicidad necesaria para seguir en pie todos y cada uno de los días en los que se va a acostar para esperar el amanecer de otro.
Es feliz en su trabajo, cuidando de su hija, de encontrarse con sus viejos amigos, de suscitar recuerdos, de vagar por lugares reconocidos, otros no tanto por la actualización de su país.
Aún con todo eso, sigue sin poder contestarse. Porque sigue insatisfecho, es feliz, pero está plenamente confundido por no tener todo. Quizás Leah hubiera hecho de la monotonía menos constante, en otras circunstancias, ella habría sido el motivo de que cada uno de sus días no fueran tan normales.
Solo quizás...
La puerta volvió a ser tocada, esta vez un poco más fuerte que la primera ocasión que escuchó antes de distraerse en los pensamientos. Sin darse cuenta, ha estado vagando demasiado.
Pasa su mano por el rostro hasta recordar que alguien afuera sigue en espera de confirmación para ingresar.
—Adelante.
Apenas la orden fue dada, el pestillo fue destrabado. JungKook esperaba encontrarse con Yang, en cambio, fue MinGyu el intruso en su área.
—Hola. ¿Estás ocupado?
La sonrisa del alfa mayor no se hizo esperar. Últimamente concurría la oficina de JungKook a la hora del almuerzo, buscándolo con el fin de tener un momento de entretenimiento... o tratando de relajar el ambiente tenso que su esposa había creado en el hogar de su colega.
—Claro, ¿necesitas algo en específico? —Con amabilidad y tomando asiento en su silla, preguntó.
El otro alfa negó, mostrando el pequeño bolso de comida.
—Es hora de la comida, así que pensé en invitar a este alfa pobretón que prefiere comer hasta la cena —la intachable sonrisa y tono de burla era evidente.
JungKook soltó una diminuta risita mientras resoplaba, algo se le ocurriría para molestar a ese estúpido también. Pero por ahora debía intentar recuperar su confianza con ellos, a pesar de que fuera una de las personas más cercanas a él en su juventud, debía recuperar su vínculo de confianza como cualquier relación dejada en suspensivos por años .
—Con gusto aceptaré mientras la esposa de mi amigo no saque conclusiones apresuradas de nuestra cercanía —guiñó un ojo al alfa.
—Aish, este desgraciado, tsk —masculló en reclamo.
La risa de JungKook no se hizo esperar, sabía que su colega todavía se sentía culpable. Ah, pero entiéndanlo, no tiene más para agregar que pueda ser parte del contexto en el que se encuentran, no tendría sentido hablar por hablar.
El pelinegro mayor suspiró, creía jamás poder superar la incomodidad que ocasionó su pareja en casa ajena. Ciertamente, entendió el motivo por el cual ella lo hizo, pero su forma de situar la información no sabiendo qué provocaría exactamente en su amigo fue totalmente descuidada.
MinGyu, a ciencia cierta, no tenía mucho conocimiento del nuevo JungKook. A pesar de que su recuerdo era despampanante no sabía si todavía había una parte de ese muchacho que conoció, con el que compartió muchísimos momentos, situaciones vergonzosas, cómicas hasta humillantes.
No sabía si todavía una parte de ese JungKook existía en el actual. Por mucho que hubieran tenido un acercamiento a su pasado, ni él, ni Yuqi sabían qué tan drástico habría sido el cambio de carácter, además de que era notable lo afectado que quedó después de su divorcio.
O bueno, son suposiciones suyas luego de darle tantas vueltas al asunto, de observarlo en el silencio, del hecho de que en lugar de comenzar una nueva vida inmediatamente en Corea se refugió en su ciudad natal, en casa de sus padres.
Recuerda que el alfa siempre recurrió a sus familiares para distraerse de los conflictos, incluso en el pasado, cuando más de una vez discutió con sus exparejas por algún malentendido. Los cambios abruptos le afectaban, la inestabilidad le hacía perderse, el exceso de situaciones en las que centrarse volvía de su monotonía un total desequilibrio.
¿Seguiría siendo ese joven chico? ¿Había cambiado algo aparte de su cotidianidad acostumbrada en el extranjero? ¿Había algo más que a su vida haya desembocado en regresar al país?
—Oye, ¿alimentarás a toda una familia o cómo pretendes que comamos todo eso? —Al verlo sacar táper tras táper se atrevió a preguntar.
—Es que pensé que traerías a tu pretendiente junto a tu hija a la oficina —le hizo ojitos con un puchero, su broma era demasiado irónica que apenas podía mantenerse en esa clasificación.
JungKook tomó el objeto más cercano y amagó a aventárselo, chistando a su paso porque sabía exactamente a lo que se refería su compañero con aquel mal chiste, tan malo que deseaba arrancarle la cabeza a Jum con su salvaje actitud.
—Ya dije que no fue a propósito. Suéltame, MinGyu —la vergüenza subió a su rostro pintándolo de suave carmín hasta replicar acomodando el objeto.
El hombre frente a él tiró una risita de diversión, haciéndole saber que no creía nada de su palabrería. Es que ya había pasado días de eso, nadie olvidaría ese acontecimiento tan embarazoso al que fue liado.
Por mucho que JungKook intentó explicarse en un muy breve encuentro con Yuqi y MinGyu por la mañana del sábado, ellos se lo tomaron con diversión, añadiendo una que otra ironía a la situación. Restando gravedad al asunto a pesar de la brusca confesión de ella.
Realmente no sabía si esos dos eran dos adultos funcionales o disfuncionales, si era lo segundo se lamentaba por la pobre criatura en su cuidado, y las que A posteriori desearan tener.
Aunque tampoco debía exagerar el comportamiento de ellos. Simplemente era sorprendente que, de un momento a otro, ella estuviera reaccionando tan a la ligera. Resopló resignándose a tomar la cubiertos que el hombre le ofrecía.
—La vida es justa cuando se debe —se encogió de hombros con una sonrisa, respondiendo a la excusa del pelinegro.
—Tonterías, la vida solo juega con tu cuerpo y el tiempo —sentenció convencido, agarrando una pequeña porción de Japchae con los palillos—. Esto es delicioso, ¿aprendiste a cocinar o es comprado?
Kim MinGyu estaba demasiado ocupado para responder inmediatamente, el tipo era de buen comer, además, los modales no existían cuando de comida se trataba. Para él, comer era sinónimo de disfrutar sin juicio alguno, algo que notablemente jamás de los jamases alguien podría cambiar.
—Se lo compré a Yuqi, ya sabes, acuerdos maritales —le dio una mirada neutra, apenas contestando tras haber masticado y tragado los alimentos—. Vaya pesimismo del día. ¿Norteamérica te volvió un vago pesimista?
No. Lo cierto es que JungKook siempre tuvo una parte así, pero jamás fue evidente ni capaz de expresarlo con nadie. Quizás era esa la sorpresa e intriga, mas no todo partía mediante la instancia cultural que había adquirido, por el contrario, no supo expresarse tan abiertamente –como le hubiera gustado– en un punto de su juventud, en cambio ahora era diferente.
Ya era un hombre adulto, más capacitado para reflexionar comportamientos usuales e inusuales. No por nada sus hazañas habían tomado un auge de excepcional interés profesionista pero, ¿realmente era así? ¿El ser un experto en la prospectiva jurídica le daba esa posibilidad de ser igual en su vida diaria?
Por un segundo, la sonrisa de irónica aparece en su rostro, es tan fugaz que su acompañante apenas puede detenerse a buscar la razón de esa mueca. Está tan concentrado en digerir sus alimentos, inspeccionando internamente la situación en la que su amigo se ha visto envuelto, porque no posee ni un rasgo de coherencia.
No encuentra las razones exactas de lo que ha sucedido, él no mencionó más de lo necesario, tampoco desea verse como un entrometido en asuntos netamente impropios. Aunque muere por saber, quedar como un chismoso, luego de tanto tiempo, no es una opción.
—Tus bromas hacen que piense que jamás dejarás de mencionar ese pequeño desliz —acompasado luego de masticar lentamente, su voz se tornó minuciosamente derrotada, mas pronto se recuperó con astucia—. ¿Siguen en la misma condición a pesar de estar casados?
El alfa con orbes marrones asintió con la cabeza, emitiendo un pequeño sonido afirmativo por tener la boca llena. JungKook sonrió, pero no a la respuesta, sino al gesto de su amigo casi atragantándose con la comida. Definitivamente, él tampoco cambió tanto, porque parece que fue apenas el viernes que ocurrió cada horario de almuerzo compartido en la universidad.
Los cuatro, sonriendo, riendo. Rodeados de amor, bromas, anécdotas, locuras, trabajos, salidas, fiestas... rodeados de su jovial juventud.
—Ella cocina, yo me encargo de la limpieza —con la voz algo más compuesta, justo después de tragar la comida en su boca, añadió su respuesta al primer planteamiento—. No, es que me parece extraño que tú, teniendo un gran lazo con tu lobo, se te saliera de las manos algo como las feromonas o reacciones.
JungKook tosió, ¿él siquiera recordaba algo de lo que relató cuando estuvieron en su hogar? Aunque sea algo mínimo debía recordar. Porque en sus adentros, Jum asociaba la situación con la información probable sobre que Byeol estuviera marcado por otro alfa, y solo en sopesar, el gruñido quería escapársele.
No mentía cuando llegó a la conclusión de que desconectó a su lobo del control absoluto, sus acciones o decisiones eran explícitamente propias, individuales. No encontraba forma de doblar la opción que ese animal eligiera. Era insensato, irracional. Altamente infame.
—Bebe un poco de agua... ¡tienes una cachorra que criar, stop!
JungKook volvió a toser, expulsando una pequeña risa en medio del pequeño percance. El tono que había utilizado fue realmente gracioso; la risa no cesó, ni mucho menos la tos, pero por lo menos algo de gracia había dentro de esa pequeña desgracia.
—Oh, señor. ¡Detente, si sigues así, de seguro me acusarán de homicidio en primer grado! —Chilló apenas levantándose de su lugar para golpearle la espalda a su compañero.
El hombre de orbes celestes rió otro poco más, tratando, a duras penas, de respirar con regularidad. Quería que se detuviera y en lugar de apoyar la causa actuaba como un completo idiota, porque sus expresiones le recordaban a una de esas películas mexicanas de época que conoció en California, donde las televisiones poseían algunas programaciones de la cultura vecina.
Era inevitable hacer una comparación entre la idiotez de MinGyu y el cine sátiro, disfrazado de sutil comedia sobre sus lugareños en aquel entonces. Esto realmente era algo estúpido que apenas podía volver a procesar con seriedad lo que ese alfa mencionó.
—Eres un completo tarado —entre risa y sonrisa, una vez la tos dejó de ser agobiadora, convencido de sus pensamientos afirmó la realidad de ese instante.
Kim MinGyu volvió a su asiento, encogiéndose de hombros con una leve sonrisa.
—Y tú un retrasado —lo señaló con los palillos sosteniendo un trozo de Tteokbokki—. Tu humor está rotísimo.
El alfa Jeon negó con la cabeza, retomando los palillos para seguir comiendo, recuperando la postura al pensar en una respuesta para darle al cotilla de MinGyu.
Por supuesto que percibía curiosidad de su parte, solo esperaba que él directamente hiciera el comentario, pero no se dignó a ser un entrometido total. Y lo entendía, porque también trataba de no ser tan entrometido en lo que el otro hacía, no es que no le interesara, mas luego de un distanciamiento temporal no sabía qué tan igual estaba la confianza.
—Me impresiona que terminaran como pareja, pero lo de la comida... realmente puedo decir que me parece un poco más sorprendente —algunos minutos más tarde, expresó con algo de inquietud por el tema.
—Creo que es algo que se veía venir. Mitad del tiempo, entre él y tú, se la pasaban fastidiando con el tema del amor —se mostró fastidiado de solo recordarlo, la gestualidad le hacía saberlo hasta sonreír—. Manifestaron muy bien, a mí me llegó el karma y ella finalmente demostró amor de pareja —le apuntó con los palillos.
Con cada palabra el recuerdo llegó, pareciendo una lluvia nevada, oleajes sin compasión, sin remordimiento azotando glacialmente la nube sobrecalentada por, anteriormente, permanecer inspeccionando cada pensamiento, cada comportamiento. Remitiendo la emocionante sensación de aquellos días, lo fastidioso que se volvía estando a su lado y el hombre en el que se convertía por y para él.
—Pues sigue siendo inesperado, ninguno lo dijo con esa intención, pero me alegra que hayan encontrado felicidad entre ustedes.
MinGyu agradeció con un sonido, aceptando el buen deseo con una sonrisa, alegría que le daba a su corazón un enorme abrazo de hermandad.
—Sí, lo sé. Mis padres dijeron lo mismo, aunque lo esperaban más de ustedes —suspiró a medio comentario, notando de reojo el pequeño cambio en las facciones del pelinegro.
El silencio predominó por varios segundos, ninguno dijo nada, solo comieron en silencio hasta que JungKook decidió medio confesar.
—Era una situación difícil, Gyu. No tuve la disposición de pensarlo por más tiempo. Igualmente, esperaba casarme a una edad joven, con quien amaba.
El tono no era más que el de un hombre decidido en lo que quería, MinGyu no lo culpaba, ni mucho menos, juzgaba. La carga que en su debido momento sobre sus hombros tuvo fue abrumadora, elegir entre una parte de su futuro con el complemento de este, no fue fácil.
Su mirada se perdió en la nostalgia del JungKook del pasado, en ese miserable hombre que veía con solo un comentario. Aquel que a través de su fachada de padre y abogado dilucidaba en el batir de sus pestañas.
¿Siempre fue así de transparente? No lo sabe, al menos no con total certeza.
No ansiaba sumir a su colega en un abrupto y tortuoso pasado, tampoco quería que recordara lo que una vez existió, porque él aseguraba, JungKook no miraba exactamente con nostalgia ese pasado en ese fijo instante. Así que, con más ánimo, decidió que debía hacer su segunda buena acción del día.
—Hey, pero qué es ese ánimo. Te ves deplorable... ¡mira esas ojeras! complementan bien tu apariencia de koala —señaló con su índice hasta tocar la mejilla de su amigo—. Tsk, te descuido unos años y ya estás más cerca de vivir en el panteón que en tu casa.
Y el desorientado intento de persona, apenas decentemente presentable, regresó al presente, sonriendo por, quizás, quinta vez en menos de una hora.
—Estúpido —la breve risa nuevamente apareció olvidando por un momento el tema inicial.
Los orbes marrones brillaron instintivamente, la armonía de su corta risa había tentado el cariño de hermandad que por él emergía. Él siempre lo miraría como un niño a pesar de que fuera un adulto. Así la diferencia solo consintiera en ser dos años mayor a él.
JungKook siempre había despertado el sentimentalismo de la hermandad, aquella que jamás tuvo.
—Te voy a cobrar por cada vez que te rías, ser payaso de gratis no resulta, eh —falsamente resignado, entre suspiros, su cuerpo se destensó incluso si él no reconoció que había estado tenso.
—Entonces di algo que no implique una payasada —extendió otra risa de bajo tono. Realmente este tipo era la mayor distracción que podría tener un día de tanto pesar.
En días de tanto pensar. Lo único que ocupaba era eso, algo con qué olvidarse de su espantoso día a día, de las provocaciones del lobo que ha descuidado. De tratar de no sentir que se está ahogando por emociones ajenas, por sentimientos ajenos. De no mirar al pasado como recuerdos nostálgicos que dejan un vacío en su presente y futuro incierto ahora que ha alcanzado los treinta.
Quizás ahora solo esperará su vejez mientras trabaja, cría a su cachorra y desempeña alguna otra actividad para variar en el pasar de días, semanas y meses. No sabe qué le depara.
—¿Qué hay de TaeHyung? ¿Has hablado con él? —Intentó darle la seriedad que pedía, no tenía un tópico que hiciera mayor eco de seriedad que aquel.
Un recurso de doble filo que no sabía a qué punta se inclinaba más, era el recurso más bajo, pero el más certero para darle a él un poco de la severidad que decía querer.
Mientras él, esperaba esa pregunta, inevitablemente tendría que avanzar al enfrentamiento de sus desveladas, al fin de sus trasnochadas, finalmente debería alcanzar el horizonte de sus inquietudes que desdeñosas luchaban por hacerle perder la cabeza con llegar al índice de una posible resolución y reconocimiento que traían en respuesta todas esas veladas transcurridas en un palpitar del corazón.
Quizás ese era el punto de no querer afrontarlo. Saciar cada inquietud que dispersara su reflexión –más de lo que ya está– en lugar de resolver lo que apenas lograba discernir.
—No he tenido tanto tiempo disponible —lástima, eso fue lo que obstaculizó su mentira piadosa.
«No quieres.» Una parte de su mente recalcó con agresividad.
El acompañante asintió comprendiendo, bufando con una sonrisa de por medio. Por supuesto que no ha tenido tiempo. Los abogados jamás tienen tiempo, no para cuestiones personales que les persiguen con el fin de distraer su mente en el trabajo.
Podía percibirlo como un adicto al trabajo, pero estaba seguro que solo era una excusa. MinGyu sabía que JungKook jamás podría ignorar a TaeHyung, incluso si no eran más que solo recuerdos.
TaeHyung para JungKook era preciado incluso en la distancia, los problemas, las ocupaciones, responsabilidades o entre su propia persona. Ese es el JungKook que todos los que les rodeaban llegaron a ver, visualizar, comprender y entender.
Es por eso que a su mente arribó la petición de su mujer, sonriendo tan audaz que podía confundirse con amabilidad, MinGyu parecía dispuesto a cooperar con ella. Solo esperaba que las consecuencias no fueran tan graves con esa gran pequeña intervención.
—Pues espero que sea pronto, Yuqi está planeando una merienda para el sábado, sin niños. Solo nosotros cuatro —la indiferencia volvió a él, ignorando que JungKook notó el característico camuflaje de su sonrisa—. Sabes que ella no preguntará si puedes o no, tienes que ir sí o sí.
Su cuerpo sufrió un débil escalofrío, se vio mínimamente incomodado, mas no dejó que aquella inestabilidad reluciera, tampoco es que fuera tan grande. Compartir espacio con TaeHyung era demasiado apresurado para él. Pero por supuesto, no tenía voz para excusarse cuando la puerta era tocada con suavidad anticipando, por la hora, de quién se trataba.
—Adelante.
Su voz salió seca, apenas imperturbable. Kim MinGyu permaneció en silencio, simplemente observando el mínimo cambio de comportativo que de él salía, dudando en sí debería o no agregar algo más que le confirmara apoyar o no el cometido de su esposa.
—Doctor Jeon, iré en busca de EunYeong. ¿Desea que la traiga a la oficina o gusta que vaya a su hogar? —reverenció apenas estuvo dentro de la oficina—. Buen provecho.
JungKook miró a su amigo, luego a Yang. Llevar a su cachorra al edificio era un riesgo para él. En todos los sentidos, siempre lo sería. Dejarla sola en casa era otro conflicto, en los últimos días no hubo tanto problema porque su trabajo no era más que investigar antecedentes ajenos, pero ahora que se acercaba el primer juicio en tres semanas... no estaba seguro de nada.
El caso de SeokJin junto a sus confesiones le daba mucho en qué pensar, es decir, el caso de violencia indudablemente era verídico, las tomas hospitalarias y más, eran una alta confirmación. Pero algo dentro de todo ello no cuadraba, y el omega tampoco cooperaba tras asegurar que no había nada más que lo dicho en cada una de sus reuniones.
En cuanto a su futuro ex-esposo, tampoco es que fuera la uva dulce del tinto añejo. Era un imbécil, sí, por supuesto, pero era más que un simple imbécil adinerado; y no es que le tema, pero siempre ha sido un hombre que analiza sus posibles porvenires.
—Ve por ella, en el transcurso te mandaré la dirección de la casa y a quién encontrarás allí —entre menos personas estuvieran enteradas de la apariencia de su hija, o de que la tenía únicamente consigo mismo, mucho mejor.
El trabajo de JungKook, por mucho que disfrutará de un grandioso beneficio, no era del todo seguro. Mucho menos teniendo en cuenta el caso, sin contar que en el informe del que apenas pudo seguir leyendo había mención sobre relaciones turbias, contratos con políticos conservadores alfistas, congresistas... definitivamente, no era ni acercado a ser una opción revelar la apariencia de su cachorra.
Suficiente tenía con que Yang HyeJi estuviera enterada.
Quizás debería optar por una mejor seguridad en su hogar cuando él no estuviera cerca, los tres canes cuidarían bien a EunYeong, pero tampoco era fiable dejar únicamente a los perros de guardias. Nunca sería suficiente para proteger a su cachorra fuera de su lado. Incluso si él pudiera correr varios kilómetros en menos de media hora, no sería suficiente.
La dama pelirroja asintió con una sonrisa cordial, despidiéndose con el mismo respeto demostrado inicialmente.
—Buen provecho, Mtro. Kim y Dr. Jeon —recalcó, nuevamente, en despedida aunque antes de alejarse pareció recordar algo y regresó su mirada al alfa—. Por cierto, solo para recordarle, el docente de su hija pide verlo, sigue en espera de su respuesta. ¿Desea que le entregue un recado o después se comunicara con él?
Oh, no. Pobre de JungKook.
MinGyu sonrió, masticando un poco de Kimchi, suspiraba mirando a su amigo en un pequeño trance por no saber qué responder. Estaba amando que su esposa fuera una entrometida para saber qué pasaba con este tonto alfa de pie detrás de su escritorio.
Por supuesto que sabía a quién se refería la mujer de pie en la puerta.
Ah. Esto realmente iba a ser el chisme de la cena con su preciosa mujer. JungKook no sabía, pero sin duda, tenerlo de regreso había comenzado a ser un fuerte entretenimiento. La fuente del entretenimiento.
Era una figura pública en política, pero no a un grado tan alarmante. No como un actor, un ídolo o algo por el estilo, sino como el orgullo de la abogacía coreana, su personalidad más joven estaba en revistas de dicha índole, y ahora en boca de MinGyu.
—Me comunicaré con él más tarde, que disculpe mi falta de respuesta —contestó, ella asintió retirándose prontamente.
El aroma de JungKook en la oficina se expandió, apenas procesando lo inesperado que resultó el que haya olvidado ese detalle de mandarle mensaje. Se distrajo con una facilidad sorprendentemente grande.
Sus feromonas amargas se expulsaban, casi por ondas que podrían resultar asfixiantes incluso para Kim MinGyu que era un alfa dominante. Sabía que saliendo de allí tendría severos problemas por relacionarse con su amigo en un momento de inestabilidad, podría malinterpretarse, pero como a él solo le interesaba que Yuqi no lo asesinara, se aseguraría de llegar oliendo a detergente a su hogar.
—Ten piedad de este pobre mortal —entre toda la bruma tensa, el pelinegro con un tono lastimero habló con un lejano tono de comicidad.
JungKook tomó asiento, moviendo una carpeta de encima de su ordenador portátil a dejarlo en un cajón del mismo escritorio. Se le ha pasado guardarlo, pues tenía la intención que la comida fuera apenas por unos veinte minutos, mas sabía que ese tipo sentado frente a él no se iría todavía.
—He tenido problemas con Jum, así que disculpa que te sientas atacado por las feromonas —se disculpó distraídamente, tecleando en el teléfono.
—Mmm, gracias. Aunque, ¿por qué han tenido conflictos si son la misma persona?
Jeon asiente, viendo la pantalla del móvil, pidiendo un minuto tras hacer una llamada.
—Cuida de mi hija, por favor. Será dejada en tu casa e iré por ella antes del anochecer —solicitó mientras al otro lado de la línea aceptaban a regañadientes—. Sí, sí, te debo una. Nos vemos en unas horas.
Suspiró tras colgar, mirando a su amigo que cerraba uno de los tápers por haberlo terminado. MinGyu no perdía tiempo.
—Respecto al conflicto con mi lobo, es más complejo de lo que crees y más confuso de lo que imaginas —respondió volviendo a coger los palillos metálicos.
—Te escucho, tenemos unos minutos más antes de que termine la hora de comida.
JungKook entrecerró los ojos. Sus intenciones habían quedado al descubierto... Sí tan solo desconocieran más de la mitad del otro ninguno tendría que haberse estado gastando bromas irónicas.
Su amistad no había cambiado tanto, ni ellos con el otro, ni ellos mismos en particular. Solo avanzaron unos cuantos pasos hasta ser lo que eran ahora. O eso suponían, y era más que suficiente.
—Chismoso —MinGyu soltó una carcajada aceptando la acusación.
Quizás no salió como planeó que fuera todo en un principio, ciertamente no tenía la intención de que sus acciones se vieran malintencionadas, mas la negligencia estaba hecha.
¿Cómo lo resolvería? No tenía la menor idea de ello, pero algo debía ocurrírsele o ni él mismo se lo perdonaría.
Cuatro de sus cachorros habían discutido a mitad de actividad, el ánimo de todos los niños estaba decaído. Pues aquello no solo había afectado a los cuatro, sino que también logró repercutir en todos tras posteriormente discutir entre ellos qué color de gomitas era mejor.
Sí, parecía muy boba la situación, pero ¿es realmente tonto si afecta a alguien? Es una excelente pregunta para plantear. Ciertamente porque son sus niños personas doblemente sensibles a las controversias entre sus compañeritos.
TaeHyung sabía que quizás esa disputa pasaría, pero el ambiente de su clase parecía el velorio de una pulga. Exacto, inexistente. No había un ambiente y eso no era nada bueno, nada agradable, nada que reflejará lo que era la clase por la que todos sus niños morían por tener.
El primer incidente ocurrió justo antes de que la hora del descanso llegara, en medio de la distribución de los equipos a los que cada uno se integraría para realizar la actividad que consistía en averiguar en algunas partituras infantiles caracteres básicos que expresaran cantidad y color en la hoja práctica.
Habían dos de sus niños que no tenían una amistad tan cercana, en clases previas discutieron, como cualquier otro niño tratando de convivir con los otros, buscando encajar... pero no había sido el caso de Im NaYeon con Yoo SeonHo.
La cachorra era demasiado revoltosa, SeonHo no se quedaba atrás, los dos eran unos pequeños demonios de Tasmania, casi siempre tenían riñas provocando que el maestro hablara con severidad a los dos porque llegaban hasta agredirse entre manotazos o jaladas de cabello.
Los cuidadores de esos dos llevaban quejas sobre el comportamiento de los hijos de ambos hombres, pedía con amabilidad que tratarán de hablar con ellos, mas aunque lo hicieran, ese par era así de revoltoso –y los padres también–. Hoy fue así, el castaño tuvo que lidiar con ambos al meterlos en un mismo equipo.
Vaya que fue una malísima idea, SeonHo había comenzado a molestar a su compañera, ignorando que ella le pedía que dejara de molestar, incluso fue reprendido por Tae en el mismo instante. Resultó efectivo, continuaron con la actividad, cualquiera hubiera pensado que no ocurrió tan prolongadamente, pero tan solo dos minutos luego, NaYeon estrelló el portalápices en el lado trasero de la cabeza de su compañero.
Tae se quedaba sin opciones para hacerlos convivir aunque sea en el mismo espacio, que pudieran tratar de no vivir con tantas peleas porque asustaban a los otros niños del aula, excepto cierta cachorra que al parecer solo no mostraba un interés genuino en esos dos.
Lo que paso en adelante, es batalla perdida para Kim TaeHyung quien estaba más que agotado, esperando que llegara la hora de salida para que los cuidadores y padres de familia finalmente se llevaran a esos niños.
No estaba siendo su mejor día, para nada, lo único que agradece de toda su mañana es que EunYeong nuevamente le obsequió un postrecito, que aunque no era del todo su preferido, lo aceptó incluso si le hizo recordar a quién sí le fascinaba.
Para él no era problema si el mismo JungKook le mencionaba a su pareja acerca de sus gustos, aunque no podría decir lo mismo de la pareja de JungKook.
¿La mamá o el papá omega de EunYeong no se sentiría mal por eso? ¿Quizás él o ella ya conocía el pasado que tuvieron? ¿Por qué todo estaba siendo tan confuso en ese instante? No se lo había planteado a profundidad, tampoco preguntó más en su momento.
No vio necesario cuestionar cosas que no fueron mencionadas, ni por el alfa padre, ni por la directora. No se dijo más que lo necesario sobre su nueva alumna, tampoco es que al sistema educativo le importara.
TaeHyung no era el sistema educativo, tampoco deseaba serlo.
La niñez siempre debía ser cuidada. Atesorada e inculcada por la valorización al niño. Una lástima que de la República de Corea hasta extensos continentes les pudriera.
Eran herméticos a considerar la profunda sensibilidad humana, solo debían guiarlos e incluirlos en la sociedad, quitar post-it tras post-it para pegar hasta llenar, complementar, acomplejar e instruir el desolado materialismo.
Vagar podría ser una de las manifestaciones más obtusas, recubiertas de la mente, quizás la más fácil de experimentar y someter. Sobrepensar no es para cualquiera, mucho menos si tiene una excelente estabilidad.
¿Quién en este mundo es capaz de sostenerla? No se sabe, podría saberlo, pero no lo sabe, nadie jamás lo sabrá. Todo será una blanda superficie de abruptos rasgos.
Presiona su sien con ligereza, falta todavía para que sus alumnos se marchen, diez minutos. En esos diez minutos recuerda los gritos e incansables quejas de sus niños por decirles qué color era el mejor de todos los existentes.
Lo único que posibilitó al responder es que ninguno solía ser mejor que otro, ni menos que otro. Los colores poseían matices que les diferenciaban hasta hacerse únicos en su clase, demasiado singulares para hacerles sentir identificados con ellos.
Aunque, ¿qué niño iba a estar feliz por saber eso? Ninguno. Las gominolas eran deliciosas, pero los colores eran un tema a discutir. No era tedioso, pero sí bastante agotador.
Parte de la niñez son los caprichos, aquellos que hasta sus propios padres por la intensidad denominaron así incluso si no había razón para hacerlo. Los niños piden y piden, pero son los adultos los que niegan sin explicar, hasta un niño de dos años es capaz de comprenderlo, mas no de entenderlo.
El aroma a flan con santolinas allana el aula, envuelve a todos. Está dulce, no fuerte e imponente, mas induce a la tranquilidad, a la paz. Busca que su entorno no se vuelva un campo de lucha entre los mismos infantes. Que la armonía sea instalada, no desea que sigan peleando más entre ellos, son niños, claro, y a la larga cualquier inexplicable razón les hace más susceptibles.
Mira a cada uno con calma guardar sus pertenencias con dificultad, van de un lado a otro para disfrutar del último momento allí. Algunos permanecen distraídos en medio de la poderosa satisfacción e imperioso temor por que otra vez sus dos compañeros volvierán a pelear.
Para suerte de muchos, no hay indicio que seduzca a explotar el salón en un cuartel militar de astutos subordinados intentando escapar, ya ninguno pretende alterarse, sus progenitores están cerca, lo saben. El chirrido del timbre lo anuncia, pero los vítores de otras aulas les recuerda que ya ha terminado la jornada que les corresponde.
Las nubecitas lila e in-desafiantemente gentiles golpetean, excluyen cualquier tipo de ensoñación para cerciorarse que han terminado de guardar sus cosas, no hay objetos regados por el suelo, nada se pierde, nada pasa por alto ante él. Siempre tan cuidadoso y amoroso con sus cachorros.
—A ver, chiquitos. Recuerden llevar sus pertenencias a casa, revisen si nada ha quedado tirado o en el pupitre —se levanta—. Sus botes de agua, bolsa de almuerzo, tápers u otros objetos, luego sus papis tienen dificultades con ello —se encaminó hasta la última fila de la esquina, cerca de las ventanas.
Observa a lo lejos el portón ser abierto, dejando pasar a los tutores, todos llevando la credencial del infante por el que iban para que el guardia en la entrada junto a la directora se cercioraran de que no eran completamente extraños a la institución.
Sonríe alcanzando a ver a algunos de los familiares de los niños, regresa a su escritorio en busca de las hojas de actividad que llevarán de tarea para seguir practicando.
—Daniel —una vez llega a la puerta, comenzando a llamar a cada uno, dándole a los tutores o cuidadores algunas observaciones de por medio.
Los chiquitos van, vienen de un lado a otro, inclusive si deben permanecer sentados, para ellos ya no es horario de la obediencia a las peticiones del maestro, solo quieren regocijarse en los brazos de sus cuidadores y marcharse incluso si aman estar en el mismo espacio que su maestro. Es así el cariño de los niños, tan inocente y tan libertino.
En cuanto a Ko DaeSu, el único que permanecía en su lugar, ignoraba los intentos de una niña por hablarle. Es más, hasta pronunciaba mal su nombre, ¿qué era eso de Ko HyeSu? Ugh. Quería desaparecer en ese mismo instante. Le daba vergüenza que supiera hablar únicamente en inglés, y no en su lengua madre.
Es más, no deseaba volver a la escuela hasta el siguiente año. Era estorboso soportar a su padre parloteando sin parar, ahora a alguien que apenas conocía porque a su maestro se le antojó cambiar la dinámica de equipos... imposible que mañana regresará, iba a pedirle a su padre alfa un método de enseñanza en casa.
Sentía la manito de la niña picotear su hombro con insistencia, giró en cuatro ocasiones, en esas veces recibió la misma pregunta por no responderla la primera vez. Quién sabe cuándo terminaría su tortura, la desesperación iba a consumirlo hasta derramarla en una tibia lluvia salada.
Su cuerpecito sudaba, desconocía si era calor por incomodidad o calor por nerviosismo... u calor por el día soleado. En cualquiera de los casos, DaeSu estaba desbordándose entre el mugroso pantano táctil con el despreciable chirrido llegando a sus delicados oídos. Una de las peores torturas para alguien como él, no fanático del tacto.
—Oye, HyeSu, ¿quién es tu papá en la fila? —Cambió el tema apenas notó que su compañero no deseaba contestar algo mucho más íntimo.
La cachorra se quedó mirando a los adultos fuera del aula, ¡eran muchos! Apenas podía distinguir a la señorita Yang por esa cabellera rojiza que le recordaba a los tomates. Desde su asiento siguió buscando cómo corroborar que fuera ella, su papá siempre le enseñó a hacerlo cuando él no fuera.
Desde antes que comenzarán sus clases, EunYeong fue puesta en contexto con el tipo de trabajo de su progenitor, también que habría alguien que pasara tiempo con ella mientras terminaba su horario restante, aunque los primeros dos días de su escuela su papá escapó a casa.
Nuevamente regresó la vista a su compañero de equipo en busca de respuesta, DaeSu era demasiado callado incluso para ella, lo entendía porque ella podía ser igual en ocasiones, mas su papi decía que debía perder la vergüenza de hablar en público, nada apresurado, sino a su tiempo, en el momento que ella se sintiera cómoda.
Volvió su vista al interior del aula, justo frente a ellos se hallaba una pareja de lo que apenas podía identificar como aromas picantes.
Hizo una mueca mientras veía al Teach Tae encomendar las actitudes de sus dos compañeros a sus tutores, lo cual era gracioso porque SeonHo se parecía mucho al señor que tenía a NaYeon en brazos, y NaYeon se parecía mucho al señor que sostenía a SeonHo.
Sus cejas fluctuaron un tanto desconcertadas, además ambos eran demasiado masculinos y varoniles, poseían auras dominantes que le recordaban a la de su papá Koo, pero él era demasiado amable para integrarse con personas de un rango bajo al suyo.
No sabía si esos señores notaban la tensa sonrisa de su maestro, mas estaba segura que no estaban siendo nada amables cuando le vio retroceder un poco, intentando no verse, ¿intimidado o aterrado? No sabía cuál de las dos palabras se adecuaba al sentimiento del maestro omega.
—Oye, DaeSu —llamó a su compañero sin quitar la vista del frente, jaló insistentemente la camisa hasta que el otro cachorro se giró—. ¿Alcanzas a escuchar lo que yo?
El niño rodó los ojos, negando, pues por lo menos encontró algo con lo que entretenerse y no era él. Pero no escuchaba nada, EunYeong estaba loca para él. Lo supo desde que su maestro los unió en un equipo, su tranquilidad se esfumó en cuanto se enteró que la niña extranjera iba a estar en el mismo equipo que él.
—Le están diciendo palabras feas al maestro...
—No escucho nada —admitió en cuanto la vio ponerse de pie.
DaeSu le habló por segunda vez, al parecer el que ella estuviera tan callada alertó sus sentidos, la incomodidad comenzaba a ser notada por todos los presentes, incluso si no estaban prestando atención.
El ambiente del salón estaba algo tenso, porque el aroma de TaeHyung ya no salía. O porque ya no eran las feromonas de TaeHyung las que les daba el lujo de la armonía final de ese día.
—¿Tienes comida? Me ha dado hambre —cortando con la tijera de punta roma una caja de leche de plátano mencionó a la par de un puchero que DaeSu se quedó observando con las cejas arrugadas—. ¿Deseas un poco? —tomó un sorbo de una de las dos cajas.
Su compañero negó desviando la mirada, entregando el táper con fruta que no terminó en el tiempo libre. Tan pronto tuvo el traste en mano, EunYeong comió los trozos de sandía con melón, disfrutando la jugosa textura hasta el último momento en que permaneció masticando.
Estando sentada, observó al frente, su maestro trataba de relajar a los dos tutores presentes. Podría notar los nervios que TaeHyung estaba padeciendo, y eso le inquietaba. Inquietaba a todos de alguna manera, las feromonas no eran para nada gentiles, incluso se veía a algunos padres asomar por la puerta para ver qué ocurría, por qué tanta demora en llevarse a sus cachorros.
Dedicó una silenciosa mirada a sus compañeros, apenas murmurando unas cuántas cosas entre ellos, como si nada estuviera pasando frente a sus narices, pero a la vez, se notaban tensos. Era como si supieran qué ocurría pero tratarán de ignorarlo para convencerse de que todo estaba bien.
No entendía porqué su papá decidió que crecer en Corea sería una buena idea, porque honestamente no recuerda mucho de Norteamérica, pero no tiene la menor idea de compararlos, ni de cerca pasa por su mentecita el comparar algo que no tiene un antecedente consigo.
Tal parece que los bebés no guardan recuerdos de sus inicios en el mundo, así como jamás se dispondrá del conocimiento posterior a la muerte. Aunque las aproximaciones son más ingestantes que asertivas, rondan sin que verdaderamente les permita claridad alguna.
Así mismo, la inestabilidad pasa a ser un estado de fugacidad en el momento que el aroma a leche de plátano, la sensación mojada, pegajosa e incesante llega a los cuerpos de los tutores al frente.
Así es como el silencio gobierna, se retuerce de escepticismo. Inquiere tanto en sostener una brutalidad capaz de acechar que estremece y crispa los vellos de un abogado colérico en su oficina.
JungKook en ese mismo instante se encuentra saliendo del edificio, marcando exhaustivamente al número de su asistente, no responde a las primeras tres llamadas, y cree que no lo hará, pero aun así, sigue intentando arreglarlo por las buenas.
«Cachorra, responde. Dime qué ocurre.» Ruega en desespero, su lobo extrañamente impaciente tironea el lazo que les une.
Tiene esperanza, ella sabe que puede. Su instinto comunicativo debe activarse en ese instante mientras escucha el galope ensordecedor de su corazón. Sabe que su hija puede hablarle, es muy capaz para responderle incluso sin saber absolutamente nada.
Está por subirse al auto cuando finalmente la llamada es atendida, apenas escucha la respiración algo agitada del otro lado, posteriormente una exhalación abrumadora.
Incluso si desea gruñir, pujar de dolor e incurable repudio, se traga el nudo agresivo que requiere gritar en la saciedad del cólera que puede sentir. Su cuerpo a punto de volverse el tiránico armamento animal pretende ceder del impulso al razonamiento, incluso si cierra la puerta está listo para recorrer un mundo en el apuro de llegar a ella.
—¿Qué pasa con mi hija, Yang HyeJi? Habla antes de que me veas frente a ti y no para preguntar.
El estacionamiento se aturde en la latente amenaza, con las feromonas alfa extendiéndose en el ciego oscurantismo del día y sus rayos buscando penetrar hasta la médula atmosférica que son capaces de percibir únicamente por otros fenómenos naturales que JungKook con certeza podría provocar si alguien ha dañado a su cría.
El auto está saliendo del estacionamiento, y su lobo emergiendo desde el lugar que nunca debió dejarlo escapar.
AL FIN TERMINÉ ESTO... No me lo van a creer, pero presiento que hay más de 11,200 palabras acá, eso porque Wattpad y Word se me buguean por tanta palabra al momento de ir corrigiendo y posterior a ello.
En fin, se que han pasado qué... ¿un mes y medio o dos? Pero finalmente la actualización que más me ha costado (por ahora) por diversas razones, aunque más que nada por tiempo limitado de escritura que tuve y de corregir. Mi semana de parciales me dejó como hueso de durazno el cerebro, pero me encanta y amodoro mi carrera, es magnífica.
Ahora sí, a lo que nos compete a todos. Uff, que cansancio mental, me compadezco de JK, ser padre no es fácil, ahora ser padre soltero divorciado y con problemas con el lobo... ya hubiera enloquecido de ser él, pero es protagonista, sí puede JAJAJAJA.
Mmm, no hay mucho por decir acá o mucho qué aclarar. Pero ¿dudas? ¿Preguntas? ¿Sugerencias? ¿Pastel de chocolate para lo que se viene? Y sí, no verán a un abogado. Verán a un padre y ser humano, ¿pero qué tanta diferencia hay de una cosa con la otra? Para reflexionar.
¿Ya leyeron la guía? Espero que sííí. La verdad también me costó redactarlo desde cero, porque mientras lo hacía, tenía que andar pendiente a este capítulo para no olvidarme del todo. Y creo que me voy a re-leer lo que he escrito, porque se me han pasado por alto algunos detalles; por ende, es poco probable una actualización más pronta, pero debo decir que ya tengo escrita la primera parte de lo que sigue.
Se me cuidan, les leo y nos vemos pronto si todo sale bien. Cualquier cosa tienen mi Ig y mi cuenta de Inkspired en la red social mencionada. ♡
Chauchis.
–Ale.
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