❥︎ꨄ︎ C. 004 ☀︎︎
La frescura del viento arremetió contra su rostro, pretendiendo darle la serenidad que buscaba hace tanto tiempo, tanto que creía que la buscaba desde que nació.
Cuando era un crío de no más de siete años, le encantaba que sus padres, una y otra vez, rememoraran las épocas previas a su nacimiento. El clima alocado e irresponsable que arremetía en las costas de Busan por la temporada.
Desde sus primeros pasos hasta la actualidad, JungKook demostró rasgos que le condujeron a ser un frasco con etiquetas variadas que con el tiempo de madurez comenzó a saldar, desechar e ignorar, todo con el fin de que en su vida abundara la productividad.
Era un hombre dedicado, no solo a sí mismo, también al cuidado de los que le rodeaban con la misma calidad de calidez, porque la cantidad importaba demasiado.
La cantidad determinaba la relevancia del afecto general. Es decir, bien podría alguien estar dándolo todo, pero para él la insuficiencia sería parte de su sistema. Lo que es demasiado para otro quizás sería muy poco para él.
Esta era una cuestión bastante conflictiva. La subjetividad nuevamente hacía de las suyas, buscaba un patrón para hacerle repetir la posición de sus convicciones en cada una de sus reacciones, era como si jugara a tirar de la cuerda una y otra vez.
Su infancia quizás no fue la mejor, o quizás sí lo fue, mas nunca se compararía con la consciencia de la madurez adulta. Esa etapa denotaba múltiples conflictos por más maravillas que se percibieran, tal como los adolescentes buscaban una salida, los adultos también anhelaban un consuelo al deceso del alma.
Buscaban aferrarse a un punto fijo, sin ser tan cuidadosos por la inestabilidad a la cual constantemente se enfrentaban. Los adultos eran un poco más descuidados en sus personas cuando otras responsabilidades intentaban subirse a sus espaldas.
Aunque JungKook no estaba seguro del todo, porque él ha tratado de mantener todas sus responsabilidades a la par, no creía estar haciendo algo mal hasta ahora, ¿o sí?
Sus labios despiden un hálito que asume una baja e ilustre tonalidad. La temperatura ha bajado considerablemente. Mira al cielo oscuro, algunas nubes se amontonan anunciando que probablemente lloverá.
Ha dormido a su cachorra hace más de tres horas atrás, le ha enviado un mensaje al educador para corroborar su número, ha terminado el trabajo pendiente, se ha disculpado con sus amigos por lo sucedido días atrás... ¿Qué sigue?
Es domingo, son las dos de la madrugada, su cuerpo se mantiene tenso. Reposado contra la barandilla de concreto permanece apenas lúcido por no tener específicamente en qué pensar en ese instante, o eso es lo que cree.
La confesión de Yuqi sigue resonando como la canción más popular del momento, como el timbre de su alarma mañanera o hasta su canción favorita. Su mente vibra con la posibilidad de provocarse migraña, le sacude con brusquedad para hacerle reaccionar.
No sabe a qué se debe –por supuesto que lo sabe–, parecía ser que estuviera autolesionándose y no tiene ni la más mínima idea de que es así hasta que el animal en su interior sobresale en un débil murmullo inentendible, como si estuviera herido.
Acongojado, así se siente. El peso es demasiado, no puede soportar tener una carga que siente plenamente ajena, su respiración decae y los latidos de su corazón se aceleran por la invasión que sufre.
Los recuerdos hechos a un lado resurgen tragándose cada plano de realidad, devorándolo como arena movediza en el ausente desierto que cubre su más recóndito escepticismo.
Su cuerpo se estremece, tiembla ante la abrumadora sensación pero logra estabilizarse lo antes posible. Y es cuando cae en cuenta que no he hecho nada para seguir adelante, para cambiar su vida.
Y es que vive en otra ciudad, se ha mudado, está trabajando de nuevo, cuida de una niña que es su hija, su hermano y sobrinos invaden su hogar de vez en cuando, se toma momentos libres, trabaja, piensa... hace todo muy monótono que apenas y sabe todo lo que está sintiendo en ese preciso momento.
No sabe bien a qué se debe ese fantasmal plúmbeo sobre su cuerpo, pero sí que es demasiado para lo que su fuerza puede resistir. Siente como si estuviera tratando de elevar ese peso, pero a la vez como si estuviera siendo aplastado por este mismo.
Tal como estar entre la espada y la pared. Como estar tratando de respirar bajo el agua luego de agotar su resistencia. Como tratar de extraer cristales y minerales de minas. Como si toda su vida hubiera estado corriendo una maratón y apenas ahora cayera en cuenta de lo agotado que se encontraba.
Su mirada cae al primer piso, justamente en el verdoso pasto de su hogar que está a la vista, recorre su mirada como si buscara algo, pero realmente es su mente intentando concentrarse específicamente en algo.
En alguien. En él, en su reacción, en su lobo. En todo.
No ha tenido la valentía de tener que afrontar la realidad, es por eso que su asistente fue quien llevó y trajo a EunYeong de sus clases al hogar, del hogar a clases. No posee la fuerza ni las ganas de romper un cristal que está tan fracturado desde hace... ¿un quinquenio o una década? Ni siquiera sabe desde cuándo se quebró.
TaeHyung. TaeHyung. TaeHyung. Su mente martilla ese nombre tan fuerte que piensa que ya no es él. Siente eso tan extremo. Tan intenso.
Sus párpados pesan y ceden al encierro de su cielo azul, su lobo gruñe a la defensiva sin razón aparente. Él lo deja ser, porque no tiene ganas de oponerse, no desea retenerlo, no tiene ánimos ni las fuerzas necesarias para evitar que su cuerpo se desvanezca hasta tocar el suelo.
Su mirada se pierde, se oscurece. Siente a su lobo susurrarle algo, pero no comprende qué es exactamente, solo asiente. Como si estuviera hablando con otra persona.
El control lentamente se desvanece, provoca una incertidumbre inimaginable en todo su ser. Sus cabellos se alborotan, sus ojos lagrimean y se vuelven un precioso zafiro extenso e intenso.
Su cuerpo muta y desprende una ráfaga de feromonas incontrolables, marca su territorio y se pone en sus cuatro patas en busca de una salida.
Jeon JungKook ha desaparecido. Se ha fugado, y ni siquiera él mismo sabe a dónde se fue.
El descontrol irracional e irascible le ha consumido. El dolor, la tristeza, el agobio, la confusión, pero por sobre todo, la inmensa soledad a la que ha sido sometido le hace retorcerse entre tantas indecisiones.
Sus patas producen el ruido de una pluma. Ha saltado desde el balcón en búsqueda de escape. Apenas y se detiene a mirar atrás, sabe que su cachorro se encuentra a salvo, no tiene temor en dejarle unos instantes con tal de avivar su cuerpo.
Sumido en la villa de los sueños, un hombre de cabellera clara vibrante yace ensimismado entre recuerdos, su cuerpo se estremece por el amor que siente, es tan dulce y gentil, no puede evitar sonreír en medio de la manifestación recordatoria de su pasado.
Qué precioso se ve. Es una maravilla total, inigualable.
Y es que todo el día se la pasó recordando lo que su vida era en su plena juventud. Donde sus anécdotas se acumulaban sin temor.
Gracias a eso, tuvo una fuerte estimulación de sensaciones e ideas para implementar en los enseres de arcilla que estaban listos para ser decorados. Su armonía había sido reflejada en la pintura plasmada. Así que, sí, era un hombre netamente apasionado en lo que hacía.
Cada trabajo del recesivo era una fuente de equilibrio, calidez, paz e inclusive, tristeza. Desde su más pequeño trabajo, hasta el más ornamental en su tienda y su hermanito era testigo de ello, aunque no tanto por el trasfondo, sino por la dedicación despojada en el objeto.
Así que, como eran recuerdos positivos, todo el día se mantuvo enérgico hasta llegar a su requerido descanso. Era la prueba del amor que ha recibido de todos los que le rodean o en su momento lo hicieron, mas su mente atesoraba esos preciosos instantes, sin importar el tiempo.
Y es que TaeHyung siempre fue persuadido e influido por lo que le rodeaba para plasmar en sus actividades creativas. Era la manera que tenía para procesar las emociones vividas, al menos fue una de las que aprendió siendo muy joven para sobrellevar la melancolía de su lobo.
Una melancolía extrema que por poco le desborda y hace desintegrarse hasta sentir que su existencia ha desistido. Mas solo es un recordatorio de su condición.
Los omegas recesivos eran demasiado escasos en un mundo plagado de personas con rangos muy comunes, su casta junto a la pura eran una constante escasez y singular peculiaridad.
Él había tenido la desdicha de presentarse como un recesivo, el segundo rango más bajo para los omegas, los cuales constantemente sufrían algún abuso por otros sin importar el rango que ocuparan en la pirámide.
Las personas eran crueles, demasiado crueles. Corrompibles. Desleales. Deshonestas. Devastadoras. Y podría mantener una amplia y larga gama de descripciones para clasificar sus tipologías con sinónimos que ni de cerca tendrían el mismo e impactante valor, mas tendrían la función principal de todo: clasificar y etiquetar.
La volubilidad de las personas era fatal. No podían quedarse quietas aunque sea por un mísero instante, sin importar la situación. Aunque claro, ¿quién podría quedarse tranquilo cuando alguien constantemente arremete, incluso, entre sueños?
TaeHyung no recuerda con exactitud el día en específico que extrañas revelaciones comenzaron a llegar a él, o más que revelaciones, incertidumbre, inestabilidad de pensamiento y de raciocinio.
En su sueño se repite nuevamente la imagen de él huyendo por calles desconocidas, calles que ni siquiera conoce, pero cree haber visto. Su cuerpo está en constante movimiento, no se detiene ni por un segundo. Como si escapara de algo que va detrás de él.
Una vez llega a un punto muerto, gira y no ha escapado de nadie. Solo la inmensa luz de luna y estrellas le acompañan, no hay temperatura para describir el escalofrío que siente recorrer su rostro hasta la punta de sus pies.
Solo es él vistiendo pantalón recto color negro, acompañado de una blanca camisa y un mandil celeste bordado con ositos, el mismo que ha usado desde que comenzó a trabajar. Y eso se vuelve un sueño asfixiante, porque no hay temperatura ni tiempo, pareciera estar en un limbo desconocido, pero que recuerda haber visto antes.
Sus manos tiemblan, no sabe qué es esa aura que ingresa alrededor suyo, es invisible, solo sabe que hay algo intentando arrastrarlo. Puede corroborarlo en cuanto el aroma a humedad que percibía en lejanía se torna más austero, sin siquiera notar que el impasse se ha desvanecido.
Está completamente solo de nuevo, la tranquilidad le inunda y finalmente todo ha terminado. Permanece acostado en su cama bajo la blanca noche. Su respiración agitada se acompasa, suspirando pleno, entrecerrando sus párpados.
Su cuerpo reposa sereno, tan ligero como cuando corre viento. La calma reina, y vuelve a la quietud inicial, hasta que decide abrir sus ojos, mas sin esperar el desprolijo y vasto cielo oscuro decorado de centenares e intermitentes lucecitas cegadoras.
Se ha quedado hipnotizado. Lo han hipnotizado, nuevamente. Mas todo vuelve a redirigirse tras una devolución de incognoscible procedencia y su cuerpo se levanta del colchón, agitado y respirando silenciosamente pesado.
Su interior martilla sangre, está errático, pero prefiere mantenerse con sus finos labios cerrados, apenas dejando escapar un tembloroso suspiro de alivio.
Un sueño tan complejo como ese se ha repetido múltiples veces, sabe que no es coincidencia. Es como un laberinto. Recuerda haber estado allí antes y ahora que su cerebro reconoce el lugar, solo puede levantarse de su cama matrimonial.
—¿Tae? —La voz suave de su pareja le atrajo, pero apenas y le responde con un sonido.
Un sonido que sale más como un quejido, pero prontamente se asegura de girarse para ver a su marido sentado en el colchón, estirarse hasta encender la lámpara en la mesa de noche.
—¿Qué ocurre, cariño? ¿Te duele algo? ¿Te sientes mal?
Su voz gruesa y ronca eriza el cuerpo de TaeHyung, estaba acostumbrado a su voz, pero seguía un tanto alerta por toda la experiencia que se ha ganado en un apesadumbrado, pero simple, sueño.
Es inevitable el instinto que despierta dentro de sí mismo y pretende socorrerlo aún si no hay peligro.
—Iré a beber agua, vuelve a dormir, no tardaré, Woo —avisó, su respuesta salió automática y tosca, pero logró disimular con la sonrisa que salió en su defensa.
El alfa le miró con ojos entrecerrados, su lobo un tanto apático, sentándose en sus cuatro patas para cuidarlo. El humano no estaba alerta, pero por lo menos el lobo podría despertar a su portador en caso de que el omega tuviera algún malestar.
—Mmm, aun así. Mi deber como alfa es velar tu bienestar, eso incluye ahora mismo —añadió con bajo perfil, totalmente distraído.
El omega se encogió de hombros caminando fuera de la habitación. Estaba haciendo lo mejor por actuar con naturalidad, como cualquier otro momento de sus noches o días al lado de su esposo.
El recuerdo de la semana que pasó sustituye cualquier vago pensamiento e intento por descifrar el sueño, su lobo se mantiene sereno y a la vez inquieto. Su piel se crispa de solo recordarlo, pues Byeol espera ansiosamente que su humano toque el tema.
Hace muchísimo tiempo que la vida del abogado se convirtió en un completo misterio, se había esfumado de su vida y la de sus amigos. Él se evaporó como nieve en verano. Se fugó sin siquiera darle un adiós.
La preocupación ensombrece sus expresiones faciales. Su joven rostro le delata, no puede ocultarlo con facilidad, Tae había nacido para expresarse físicamente a la perfección, aunque tampoco es que se esforzara por esconder sus verdaderas emociones.
Jamás se ha tenido que esforzar por nada, o bueno... sí, mas no al grado extremo en el que los insípidos escritores de novelas imponen a sus protagonistas a enfrentarse a la complejidad de las situaciones en la vida mundana.
Es un humano. Claro que siente, se preocupa, se enfurece, alberga amor, alberga desprecio, posee todas las cualidades, incoherencias, coherencias, capacidades de las personas "normales". Es un hombre de caracteres predecibles.
Común, lo describiría cualquier persona, pero él no era cualquier persona. Por lo menos mantenía en cuenta que a pesar de no ser la mejor persona del mundo, era singular, único e incomparable. Su vida era preciada porque se ha esforzado como ningún otro para permanecer, y no hablando solo físicamente.
La volubilidad de las mentes era el peor de los campos de batalla, la sensibilidad que permeaba entre sus sensatas e insensatas convicciones se explayaba hasta el inalcanzable horizonte del ocaso.
Justamente como extender los brazos al cielo en medio del mar, intentando escapar de sus redes acuáticas.
—¿Amor?
Su esposo aparece en el umbral de la cocina, enciende la luz visualizando a su omega de espaldas, bebiendo agua con tranquilidad. EunWoo no puede pensar en otra cosa que no sea esa preciosa silueta esbelta y alta.
Es consciente de lo guapo que su esposo es, no puede sentirse más afortunado por tener a un hombre extremadamente sensual e inusualmente extravagante. Su cuerpo se siente atraído a él, siempre ha sido así, no sabe porqué circunstancia o qué sucede con él desde la aparición del castaño en su vida.
Jamás lo tuvo claro, pero TaeHyung era la respuesta. Él existía y la vida del oficial Cha cobraba sentido. De eso sus besos, cariño y cuerpo nunca tendrían duda.
—¿Qué ocurre?
Su pregunta le hace saber que no se encuentra solo por vez consecutiva. Su cabeza gira, pero se topa justamente con la barbilla de su cónyuge. Él es tan solo cinco centímetros más alto, pero es suficiente para subir su rostro hasta chocar con sus ojos miel oscuro.
—¿Tuviste un mal sueño? —Cuestiona, pero suena más a afirmación y el omega nota lo evidente.
Eun no es un tonto, mucho menos un ciego. Le conocía tan bien que estaba seguro que el alfa ya estaba pensando en qué hacer o decir para confortarlo. Siempre fue y seguía siendo así.
Un hombre tan atento y amoroso, aunque de vez en cuando era un completo tontuelo, pero no dejaba de ser un alfa tan cauteloso.
—Algo así —respondió, su cabeza se ha reposado hacia atrás, sobre el hombro del alfa, la distancia entre sus cuerpos ha desaparecido.
La vaga contestación orilla a su pareja a inclinarse y besar sus mejillas, suspirando a gusto mientras se encargaba de distraerle entre pulcros e indiscutiblemente relajantes mimos.
Su cuerpo siempre cedía a relajarse, las mesuradas dosis de dopamina le daban esa oportunidad adquisitiva con la paz mental en un trance armonioso.
—¿Fue una pesadilla muy fuerte?
EunWoo no le daría tregua hasta confesar el mínimo detalle expuesto en su sueño, y no lo culpaba, pero tampoco lo agradecía. Este había sido el sueño más completamente complejo que le ha tocado describir.
No sabe si es una pesadilla o un simple sueño... o una confusión de la realidad.
—Sigo pensando si lo es o no —la monotonía se hace presente y el oficial Cha ha caído en cuenta, él prefiere no seguir hablando del tema.
Su voz, sus facciones y su actitud. Está en un trance de condicionamiento reflexivo. Su barbilla que ya descansaba en su cabeza vuelve hasta su hombro, el rastro del buz dominante permanece en su tibia piel.
Inhala la fragancia natural, apenas perceptible y de débil matizado. Su lobo no está muy activo, probablemente su pareja no le rechazará los tiernos besos a la glándula de aroma, donde se supone la unión entre sus almas debería estar.
—No intentes nada raro, Woo —avisó, sus ojos estaban cerrados luego de dejar el vaso frente a él.
El cuerpo del de orbes lila cedía a sus encantos, cualquier gramo de conciencia podría desaparecer de su sangre. Lo sabía porque le apasionaba sentir a su pareja con él en ese sentido.
Las manos en su delgada cintura y caderas buscaban una nueva ubicación, un lugar de introspección a sus veladas de suficiencia e insaciabilidad.
El placer era necesariamente inevitable, en cualquier instancia podría ser inducido a sus encantos y no se negaría por decisión propia. Aunque, mentiría si dijera que siempre solía ser así.
La precisión de una afirmación parcialmente duradera traduciría sus acciones a lo predecible, como la primera impresión que evocan los comportamiento socialmente aceptados.
Como la palabra normal que puede ser anormal, pero también volverse regular entre las exigencias por limitar o alterar la realidad de manera conveniente. De forma correcta. Pero, ¿qué es correcto hasta este punto? ¿Vivir? ¿Dejarse llevar? ¿Atribuir? ¿Evitar? ¿Sobrepasar? O quizás será... ¿sobrepensar?
No, él no tiene las respuestas de lo correcto, normal o regular. Todas son construcciones sociales por las que se ha rodeado, presenciado y experimentado. Por ende, su cuerpo apenas puede ceder a las caricias intensas del pelinegro alfa, y no, no porque sea una construcción social, sino que está siendo inducido y sometido de forma pasiva a un lapso de escape.
Está siendo desviado a la pasión en un requerimiento de sensatez, su marido no busca ayudarlo. Busca satisfacer el deseo que ha surgido a media madrugada.
Su rostro y torso toma distancia con fuerza medida, sin empujarlo ni eximir de sus brazos, solo deteniendo cualquier intento de seducción innecesaria.
—Paremos aquí, Woo. Gracias por preocuparte, pero realmente no tienes que desvelarte por esto, con unos instantes de silencio seguramente se me pasará y bastará para aliviar el pequeño malestar que ha dejado —se excusó con un ínfimo abismo sarcástico.
Y el alfa lo reconoció. Por supuesto que lo hizo, mas el adormecimiento de sentidos siempre sería la mejor y gran excusa que las personas podrían inventar, en situaciones cruciales o no.
—Te acompañaré, y si quieres hablarlo conmigo, te escucharé, amor. Aunque no prometo permanecer despierto, sabes que el sueño me vencerá en algún punto de la noche.
TaeHyung dio media vuelta, obteniendo el vaso, llenándolo de agua y buscando en las repisas algo que probablemente no le daría sueño, pero sí que tranquilizaría en gran cantidad.
Le esperaba una madrugada completa por delante y no le agradaba para nada, pues al amanecer debería asegurarse de emprender la rutinaria vida laboral. Ya hasta estaba cansado de solo pensar en su trabajo.
Con seguridad y firmeza, podría imaginar la apariencia facial que tendría, porque sin oportunidad alguna, no volvería a sentirse capaz de excluir los vagos pensamientos rondando sin permiso alguno en cada rincón de su mente hasta desaparecer y dejarle navegar entre los impetuosos brazos de Morfeo.
La mañana se asomó sigilosamente, se encargó de ser tan cuidadosa para no ser vista por el Lilium atrapado en la encantadora mirada de un hombre espectacularmente guapo.
Fue un despertar acechador, a TaeHyung le dio la impresión de que trataba de ocultarse en la oscuridad en un renuente intento por postergar su encuentro con el entretenimiento del día a día. Quizás deseaba sentir que el omega se sumía y carcomía hasta consumirse tortuosamente.
Sabe que los hilos de la luna se entretienen jugando las cartas del destino, desestimando o prefiriendo re-configurar el recorrido.
El castaño se mantiene inmóvil, postrado con desgano y observando al techo sin pretexto alguno. Su garganta está obstruida por el desuso de su voz.
—Buenos días, cariño.
El saludo del alfa de la familia llega a sus oídos, mas únicamente puede asentir con la cabeza. La alarma sigue sonando ligeramente aguda hasta que el pelinegro decide apagarla, su esposo seguía igual de indiferente y estaba seguro que se quedó sentado en el sofá de la habitación que comparten.
No tiene la oportunidad de averiguar su estado actual, empero, por lo visto, sigue sin mejoría alguna.
Soltando aire, emprende su camino al cuartito de limpieza, exactamente por donde su omega ha desaparecido. Le observa manteniéndose al margen de invadir el espacio que necesita para su mente. Le ha quedado claro que no necesitaba nada desde la madrugada, solo se necesitaba a él.
Y no, no por eso decidió quedarse en la comodidad de su colchón. Decidió dormirse una hora más tarde luego de que su esposo le dijera que el sofá no sería un lugar cómodo para dos. Entonces entendió que ni su acompañamiento le haría desistir.
Kim TaeHyung no entendía, no sabía, desconocía y, desmesuradamente, no quería adivinar qué pasaba por su cabeza, porque ni él mismo reconocía los pensamientos.
Su marido le observa de reojo, lo siente, está a su lado tratando de acompañarlo como cualquier otra mañana en su aseo personal e inicio de día.
—¿Por qué te preocupa tanto ese sueño? —Preguntó de la nada.
EunWoo se siente verdaderamente intrigado, su marido ha tenido signos de preocupación aunque trate de ocultárselo. Puede leerlo muy bien, algo le persigue y aqueja dentro de lo transcurrido en la madrugada de ese día.
Él ha permanecido en silencio, higienizando su boca, posteriormente metiéndose a la ducha con el fin de seguir con la limpieza en su anatomía sudorosa.
—No estoy preocupado, fue totalmente inesperado lo que soñé y simplemente no le encuentro sentido alguno —confesó finalmente—. No es para tanto, es solo un sueño —contestó tajante.
El alfa se ríe despreocupadamente. Por supuesto que no es para tanto, solamente le ha dejado sin dormir y poder concentrarse en la realidad, ha ignorado su presencia y básicamente le ha importado poco que quería tener un momento de estrecha calidez con él.
Por supuesto que no es para tanto.
—Si no es para tanto, ¿por qué estás actuando así? —Recriminó, su monótona voz y matiz irónico no pueden pasar desapercibidos por el omega.
TaeHyung suspira visiblemente agotado, justamente le empieza a doler la cabeza por tener a su alfa encima. Se siente asfixiado al sentir que no puede pasar un momento de calma aunque sea por ese día.
—Cállate e intenta cocinar por hoy, eso sería fantástico, esposo —comentó en el mismo tono, asomando su cabeza por la cortina divisoria.
EunWoo suelta una risa, no tarda en unírsele a la ducha al verlo tan confiado de hacerle obedecer sus peticiones cada que se le antoje. Su omega es un completo descarado.
—Estoy seguro que te encantaría que evitara la cocina por siglos, así que te haré ese enorme favor —argumentó atrayéndolo.
TaeHyung a duras penas le sonríe una vez lo tiene a su lado, ambos están tensos por las actitudes del otro. No pueden evitar tener un invisible muro de concreto impenetrable. No hay manera de que uno de los dos logre atravesarlo.
—Por supuesto que no, estaría encantado de comer carbón hecho por ti y nuestro hijo —avisó, la cara del de orbes marrones se arrugó—. Apuesto totalmente a que te fascinaría cocinar, limpiar y clasificar todo lo que hay en la cocina a tu manera.
La risa de TaeHyung resuena en el cuartito de servicio, su esposo le ha comenzado a ayudar en lavarse. Y se lo agradece, se siente tan perezoso e incapaz de hacerlo por él mismo. Se deja hacer sin tapujos.
El alfa Cha se mantiene en silencio luego de escuchar a su omega reñirle astutamente. Sabe que su debilidad más fuerte son las tareas del hogar, por mucho que intenta ayudarle y cambiar algunos de sus hábitos, es complicado para él.
Era un alfa que había sido criado con la idea del omega servicial a su persona. Y no es que no le gustara ayudar a su pareja, simplemente comenzar a aprender a hacer cosas que más joven no logró acostumbrar a gestionar simplemente era raro, pero no imposible.
No podía dejar a TaeHyung con toda la carga teniendo muchísimas cosas por hacer entre ser maestro y el negocio en el que se había esforzado muchísimo.
Su vida no es la más lujosa, y lo tienen claro. No siempre pueden darse todas las comodidades que el alfa quisiera, pero tienen lo básico y necesario. No les falta ni les sobra.
Y eso es bueno, la vida de su cachorro será plenamente equilibrada de la mejor manera que puedan hacerlo. Pues aunque él es alguien que mantenga tantísimos defectos y cometa errores, trata de que SeokMin tenga la posibilidad de ser una mejor versión, no solo de él, sino también de su mami.
Ninguno de los dos es el padre perfecto, pero hacían lo imposible por mantenerse. El sueldo de EunWoo cubría por lo menos gran parte de sus gastos personales, mientras que con las ganancias de Kim en el preescolar y en su tienda se encargaban de terminar de abastecer sus alacenas y de otros gastos extras como el carro familiar que conducía el pelinegro, hasta los materiales que Tae ocupaba.
Las responsabilidades estaban bien repartidas entre ellos, pero el amor y la confianza son aspectos sumamente frágiles para entregar a la ligera.
Puede haber una relación afectiva estable, mantener un vínculo sumamente estrecho, pero aún así las discrepancias y límites existirían.
Hay límites para todo y todos. Muchísimas cosas a las cuales ponerles un alto, pero lo más importante era frenar ese impulsivo sobrepensar que no llevaba a ningún lado.
A diferencia del inhóspito cuarto de baño que el matrimonio compartía, JungKook regresaba a su hogar luego de una interesante y agotadora velada al norte de la ciudad.
Sus empleados le miraban con temor al jamás haber presenciado a su jefe en su forma animal, y debería ser normal si no fuera porque los de su clase estaban casi "extintos" y que pocas veces se dejaban ver por otros.
La posibilidad de que un alfa de su calibre existiera era de cero punto cero, cero uno por ciento. Casi nula, pero no imposible.
El brillo inquebrantable del aura en la casa era inigualable, la armonía que podían percibir parecía incapaz de mantener por un segundo, mas todos cooperaban a establecer una felicidad palpable.
Especialmente porque la cachorra del alfa era el pilar del esplendoroso hogar. Nadie podía ni decirle que no, ni tolerar sentirse conmovidos por la dulzura de Jeon EunYeong.
Mucho menos teniendo al lobo alfa vigilando a su cachorro en el interior del hogar. Por supuesto que sí, JungKook permanecía observando a los empleados seguir los requerimientos de su hija, la cual estaba en la encimera intentando hacer alguna especie de masa para un postre.
A pesar de que la apariencia humana de JungKook oculta, todos podían reconocer el intenso azul cielo en sus ojos, además, para ellos no era JungKook, era solo un animal sin razonamiento alguno; pero eso no era lo relevante.
En las horas restantes de la madrugada, el alfa se desapareció, retomó una carrera que jamás había dado en el afán de aliviar su estrés. Todavía siente la adrenalina corriendo por su sangre, esa emoción de haber ido en contra de su raciocinio.
Se siente satisfecho luego de tanto tiempo, ha perdido la cuenta de la última vez que logró mutar a su forma animal completa y permanecer tal cual durante horas.
A lo lejos, SungJae mira a su jefe. Está sorprendido porque su empleador les está permitiendo ver el lado más íntimo de los suyos. Su presencia es imponente inclusive estando en su forma animal, la dominancia que irradia les vuelve irremediablemente obedientes así no sea la intención ajena.
La incertidumbre embarga a los empleados, todos están igual o más que sorprendidos... aterrados de que su jefe haya mutado intencionalmente para escarmentarlos.
El alfa de la familia permanece imperturbable, nadie sabe qué sucede, qué pretende el padre de Eun-ssi, qué le persigue entre las sombras o qué le lleva a adoptar un inusual comportamiento.
—Mrs. SungJae, ¿cree que está quedando bien? —La pequeña y suave voz de la cachorrita resuena.
El hombre de edad avanzada observa llevándose una mano al mentón, pensativo y luego gira a ver a su jefe quien también espera la respuesta del empleado a la cuestión que se le presenta. No está prestando atención, pero el mayordomo y EunYeong creen que sí cuando posteriormente ambos están a espera de algún movimiento de aceptación.
Las otras personas a sus lados preparando la alimentación de los canes detienen sus movimientos, no están acostumbrados a ese penumbroso silencio. En realidad, nadie.
Jum asintió con su cabeza prontamente desviando su atención en retornar a las escaleras principales de su hogar. Es momento de un cambio de roles.
Tuvo lo que deseaba por un momento, el trato se ha cumplido, ahora debía dejar que la monotonía prosiguiera sin objeción.
La maratón que corrió fue gozada, pero no podía decirle lo mismo a aquellos escarpados pensamientos que abundaban entre los lares mentales y el alma que con cada ingenioso retroceso descendía de los bordes de la cordura hasta retorcerse e inclinarse y resignarse a fragmentarse.
Tan pronto su padre desapareció de su radar, Eun pidió ser bajada al suelo luego de pasar tiempo sentada en la isla tratando de seguir el ritmo de las instrucciones que SungJae le daba y también empleaba.
Había tiempo de sobra esta vez, y no, no era especialmente lo que a ella le gustaría esperar, mas luego de una semana asistiendo tempranísimo a la escuela, esperando fuera de la institución, entendió por qué su padre le decía que iban demasiado temprano o que le dejara dormir un ratito más.
La insistente constancia de querer ser puntual le dejó de enseñanza que a este punto quizás debería acoplarse a las indicaciones de su padre, aunque claro, ella estaba segurísima que llegar quince minutos antes no sería considerarlo tan puntual.
Sus pies le dirigen con mucha emoción a las escaleras, los empleados siguen con la mirada el camino de la cachorra y uno le sigue para corroborar que suba cuidadosamente, sin tropezar.
El timbre resuena en la hermosa casa cargada de feromonas dominantes, de extremo a extremo se siente la fragancia a grosella, sándalo y pomelo. Es el único aroma que resalta con la intención de cubrir el de leche, ocultando a la cría con una severa advertencia.
No intentes tocarla por más que te parezca adorable.
Los cachorros son lo más preciado que los omegas y alfas pueden tener, pero escalando entre las montañas de lo preciado y la pertenencia, los alfas puros, los lobos como Jum, sentían una especie de afecto genuinamente extremo con sus crías, muchísimo más si anteriormente habían recibido algún trato hostil entre sus humanos o allegados.
No era el caso entre ellos, o al menos JungKook siempre lo había reconocido como parte de sí aunque fuera renuente a los cambios drásticos, la cuestión de los lazos e inclusive, el tema de extrema territorialidad. Sí, su lobo poseía defectos peligrosos que, o terminaban en riñas o, intentando hincarle el colmillo a alguien solo porque sí.
Exactamente por ese motivo fue que le hizo reprimirse, porque aunque tratara de convencer a ese lado tan instintivo del animal no podía hacerle sucumbir a comportarse, él siempre aprovecharía cualquier oportunidad que se le presentara para salir a la superficie. De una u otra forma, Jum lograba salirse con la suya.
Bajando las escaleras, JungKook se encontró con su empleado que iba en su búsqueda, pero ha escuchado el timbre, así que no necesita hacerle saber al joven hombre que alguien ha llegado a su hogar, solo se limita en guiar su barbilla a un costado para que se marche a donde está trabajando.
El abogado, con evidentes bolsitas casi negras contrastando con el azul cielo de sus ojos, brillantes porque no puede reprimir la dominancia de su lobo, tampoco es que quiera hacerlo, lleva a su hija sobre sus hombros, ella le ha encontrado cuando terminaba de acomodarse la camisa blanca.
Su vista está cansada, su cuerpo pesa, realmente se siente cansadísimo. Pareciera que en cualquier momento puede desmayarse por el exceso de estrés, frustración, agotamiento, confusión y con Jum tan a la defensiva e impotente desde la madrugada. Bien podría explotar como un globo pinchado por aguja.
Eso le recuerda a cuando se desvelaba por leer los libros de filosofía política, cuando tenía que memorizar los artículos de la República coreana o cuando debía resolver casos como actividad práctica... aunque claro, después de esas exhaustivas horas de estudio siempre tuvo la oportunidad de gozar de la compañía de su pareja en ese entonces.
Lo primero que ve al dirigirse a la puerta de la vivienda es a su secretaria. Yang HyeJi permanece con su rostro amable a la espera de que su jefe salga, pues hace unos días comenzó a trabajar con el pelinegro alfa.
Ha tenido mucha suerte de ser elegida para asistir al abogado, tenerle como mentor es una grandiosa oportunidad para crecer en el campo laboral al que pretende ingresar apenas culmine su maestría.
Además, no puede sentirse más que atraída físicamente por el hombre, es demasiado apuesto en todo sentido. Todos en el Paradise hablaban del historial tan perfecto que ha mantenido, no puede evitar sentir más allá de admiración. Quizás un amor platónico, porque en los últimos días le había quedado claro que ese alfa solo tenía mente y sonrisa para su cachorra.
Trataba de suavizar siempre las facciones del pelinegro, mas no había logrado conseguirlo. Hasta ha pensado que quizás tiene alguna dificultad para relacionarse con otras personas, pero no cree que sea así cuando le ha visto charlar amenamente con el Maestro MinGyu por casualidad.
Sea como sea, mejor iba a centrarse en aprobar la evaluación que al finalizar el plazo el Dr. Jeon haría a su trabajo.
—Buen día, señor —da una reverencia de noventa grados, posteriormente mira a la cachorra sobre los hombros del alfa con una sonrisa—. Buen día, señorita Jeon.
La nena de mirada verdosa solo agitó su mano, la asistente de su papá era muy bonita, amable y respetuosa con ambos. Le agradó muchísimo más cuando el viernes pasado le iba contando cuentos que se le ocurrían o quizás buscó en internet.
No entendía porqué su padre le trataba con tanta indiferencia, sería mejor si se hicieran amigos, pero al parecer a JungKook no le agradaba para nada la idea.
—Igualmente, señorita Yang. Adelante, pase a la sala. Terminaré de arreglarme, pero puede llevar a EunYeong —habló mientras daba media vuelta hasta llegar a la sala, dejando a la niña en el suelo.
JungKook se aseguró de que uno de sus empleados entregara la mochila de conejo con bebidas, colores y un cuaderno de dibujo. Además, La lonchera que cargaba con algunos bocadillos, especialmente aquellos dirigidos al castaño educador.
—Manejaré por mi cuenta, pero necesito que lleves a mi hija antes. Sé que se han llevado bien, le agradas mucho y me gustaría que convivas un poco con ella en el lapso que me estoy ausentando para terminar pronto con el juicio que se avecina —volvió a informar acomodando los botones de la manga de su camisa.
HyeJi bebió el té que un empleado le dio, justo después de haberle dado las pertenencias de la infante. Estaba caliente, pero sabía que ser recatada en sus labores quizás le otorgaría una buena asistencia.
EunYeong regresó de la cocina justo con una lonchera negra con diseño de dibujos animados, su sonrisa radiante hizo a la beta distraerse de la palabrería del alfa. Esa niña poseía todas las características de su padre, si tan solo él sonriera más...
—Señorita HyeJin, preste atención, por favor. Sé perfectamente que mi hija es adorable, pero no caiga en sus encantos hasta sucumbir a sus peticiones —dictó viendo a la mujer, sacando su Rolex del bolsillo del pantalón.
La dama se sonrojó un poco, si él supiera que no pensaba en qué o cómo actuarían, qué charlarían en el automóvil, claramente gritar estaba prohibido –a menos que fueran canciones–.
La pelirroja asintió, levantándose del sofá, agradeciendo a un empleado que llegó rápido en cuanto escuchó el sonido de su tacón apenas avanzó un paso.
—Acompaña a mi hija hasta la puerta, seguramente volverás a encontrarte con su maestro, simplemente sé cordial, excúsate con solo seguir órdenes y sal de allí —agregó para finalizar.
La beta asintió con naturalidad, aunque no entendía bien las razones por las que JungKook pretendía excusarse a través de ella o siquiera por qué estaba evitando llegar al mismo colegio. Realmente ya no le parecía normal haberlo hecho los últimos días de la semana que pasó y que probablemente lo hiciera toda esta semana... sin duda le dejaba mucho qué pensar.
Aun con los pensamientos distorsionados, HyeJi logró entender cada una de las peticiones de su jefe, que si bien no se incluían como su asistente, pero él, por lo menos, le pagaría un sueldo extra, no como su otro jefe.
Aunque era normal que los jefes coreanos fueran una bola de patanes e imbéciles –no todos, pero sí la mayoría–, al menos se alegraba de tener un sueldo extra.
—Yeong-ssi, amor, no podré llevarte estos días, al menos hoy, mañana y pasado, no; pero haré lo posible por llevarte a clases los días restantes, ¿sí?
La mueca de su hija no tardó en aparecer, estaba feliz de ver a la señorita Yang, pero no cambiaba el hecho de que le encantaría que su padre le acompañara como anteriormente había estado haciendo hasta la llegada de la mujer beta a sus vidas.
Jeon acarició la cabellera oscura de la niña, posteriormente le dio una mirada a la asistente en espera de Eun, mas él solo la llevó consigo con un ademán hacia la cocina, donde el desayuno del cabeza de la familia estaba siendo servido.
—¿Te molesta eso? —Preguntó hincándose para charlar mejor con ella.
EunYeong torció sus labios en una mueca, no era molestia, ni acercado a ello. Era tristeza, quería pasar esa mañana con su papá, en quien su confianza estaba más que puesta, a quien estaba acostumbrada estar acompañada.
—No sé, no me siento molesta —confesó con una mirada cervatina y ligera duda—. Creo que estoy triste —añade al segundo.
JungKook comprendió al instante, acariciando la tierna mejilla infante y pensando adecuadamente las palabras a emplear, un beso viajó hasta la frentecita femenina.
Su corazón se siente culpable de tener que recurrir a esto, pero realmente lo mejor para él por ahora es respirar lejos de lo que involucra a su pasado. Su precioso pasado, el que nunca pensó estaría enfrentando internamente, de nuevo.
La intensidad en el cielo de sus ojos no ha disminuido ni por un segundo, y atrae la excusa perfecta, por ahora, pues sutilmente ha logrado contarle del tema a su cachorra, ese que involucra a TaeHyung. Mas ella no está preparada para escuchar ese tipo de pensamientos e indecisiones en todo su esplendor, el temor a una "madurez" temprana es palpable, porque él sabe que siempre hay que dejar a los niños ser niños.
Es una niña muy inteligente, pero sabe los límites que debe aguardar para no quitarle esa inocencia a su crecimiento. Y Jum tampoco es que esté de acuerdo en que JungKook intercepte la infancia con temas completamente ajenos. Ambos buscan proteger a su descendencia.
—EunYeong, mírame, ¿puedes sentir nuestro lazo? —Preguntó él, las piedrecitas esmeraldas se anticiparon a él, brillaban igual que los suyos, con una tonalidad distinta, pero con un brillo cegadoramente etéreo.
—Sí, papá. Mi lobito te reconoce y sabe que eres nuestro papi —asintió con una sonrisa.
—De acuerdo, eso es todo lo que necesitas mantener presente cuando no estoy cerca tuyo —recomendó, su sonrisa se ensanchó—. No importa qué tan lejos me encuentre de ti, Eun, eres mi cachorra, mi princesa y mi mundo. ¿Bien? Si necesitas de mí solo tienes que decirle a él que me hable, estás muy pequeña, pero tu lobito no, mi corazón.
El ánimo de la niña volvió a decaer, JungKook soltó un suspiro, esto sería más complejo de lo que suponía. En cualquiera de los casos no le importaría ir con ella hasta la puerta del preescolar, si él realmente no se mantuviera allí recibiendo a los cachorros, seguro que podría, pero no era nada fácil teniendo en cuenta que su lobo está inestable.
Un lobo puro inestable es el acercamiento más realista al averno de la diosa luna, todos, cualquiera, demasiadas personas saben que los de su casta son el mismo demonio con ese temperamento tan irritable que a veces los humanos no pueden llegar a controlar.
Y aunque pudiera controlarlo, el lado humano, siempre estaría presente para cometer delitos individuales y colectivos con tal de manifestar la irritación transmitida por el animal.
No puede permitirse, por lo menos, involucrar el trabajo ajeno y propio con nimiedades. El que Jum esté más presente que de costumbre solo establece hesitaciones en su comportamiento.
La inestabilidad es lo que JungKook siempre ha tratado de combatir en su lobo, le aterra lo voluble que puede ser y llegar a actuar. No hay sensación que le dé señales tan alarmante como la oscilación.
—Vamos, mi cielo. Yo también deseo acompañarte al jardín, pero por ahora no puedo ir contigo —añade luego de sopesar mejor la situación—. Resolveré mi parte del trabajo para poder llevarte, ¿va?
Jeon EunYeong hizo una mueca estando de pie en una silla del comedor, mientras su padre masticaba un poco de comida. Nada exagerado que interfiriera con la articulación de palabras.
—Bueno —accedió ella, bajándose de la silla y acercándose al costado de su padre—. Júralo, papá —pidió ella estirando su mano.
JungKook sonrió girando su cuerpo estando sentado, inclusive, Jum, se regocijo por la ternura en la voz de su hija. Ella temía que no cumpliera su palabra luego de que no entrara en detalles innecesarios para su corta edad, puesto que había, casi, prometido sacar a la luz todo dato que complementara su etapa más joven.
Quizás había sido un poco extremista diciéndole que le contaría todo, pensando que Eun lo olvidaría y jamás volvería a preguntarlo. Mas se equivocó por juzgar anticipadamente a su cachorra, porque, al igual que todos los niños en su edad, irradiaba exceso de curiosidad e inocencia, por sobre todo, honestidad y de excelente memoria.
El dedo meñique adulto apenas pudo entrelazarse con el de la infante, puesto que el tamaño del dedo de Yeong apenas y era una quinta parte de la palma del alfa. Su manito era pequeña, ahora sus dedos, eran un bonito gajo de papa extrachica.
—Lo juro, princesa. Me aseguraré de cumplir mi juramento, no te preocupes, porque no hay nada que disfrute más que llevarte al jardín.
El puchero de labios se hizo presente en la pelinegra de orbes esmeraldas, apenas prominente por su rostro con atributos finos y delgados. Su ascendencia germana e Inglesa resaltaba demasiado, todos pensarían que no poseía ni un rastro de ascendencia coreana.
A pesar de la ascendencia marcada en su rostro, EunYeong poseía sus ojos redondos y rasgados de su papá, la posición, forma y puente de la nariz junto a sus belfos apenas pomposos por el diminuto tamaño. Eso sin contar sus pómulos muy ínfimamente marcados.
Era una pequeña Barbie.
Sus dedos se desenredaron y JungKook terminó la comida con un último bocado, poniéndose de pie de la mesa.
—He terminado, gracias por el desayuno —avisó a sus empleados con rostro amable, después regresando a su hija—. Te acompañaré al auto, vamos —su tono dulce y cariñoso se apoderó del momento en el que Yeong fue cargada en sus brazos.
Mientras caminaban, JungKook le repetía algunas situaciones en las que podría utilizar su lazo, pues como apenas comenzaba a ser una niña más activa, era momento de que supiera un poco de su destreza como un cachorro de sangre pura.
Por supuesto, EunYeong tenía la pureza del lobo de JungKook, su desarrollo cognitivo era un poco más rápido que los hijos de alfas y omegas promedio, y al Leah y él ser alfas –uno dominante y otro puro– el rango de la unigénita Jeon Schulze se elevaba a la posibilidad de, a sus cuatro años, comenzar a comunicarse correctamente con su lobo.
«¿Puedes escucharme, EunYeong?»
La niña giró a ver a su papá en cuanto fue dejada en el asiento trasero del auto de la señorita Yang, asintió con su cabeza, sin emitir palabra.
«Intenta responderme, así sabrás fortalecer nuestra comunicación y usarla cuando gustes o creas conveniente.»
Los globitos cristalinos, concentrados de verde esmeralda le veían con un poco de duda, no sabía cómo hacer eso. ¿Era como pensar en que se le antojaba una rebanada de pastel, o como pensar en que todavía no sabía cómo cuestionar a su padre sobre ciertos temas, o cómo dejar de sentirse intimidada cada vez que atraía la atención de sus compañeros por no hablar igual que ellos?
¿Qué se suponía debía presionar, hacer o mover para que pudiera reaccionar a la situación en que su padre le estaba poniendo? Solo de pensarlo sus cejas se contrajeron porque estaba resultando frustrante.
Y cuando menos lo esperó, el tono de voz de su papá cambió en cuanto el mensaje resonó en su pequeña cabecita.
«Inténtalo, cachorra. Tú puedes hacerlo.»
Jum, el lobo había hablado justo antes de que JungKook volviera a dirigirle la palabra a su hija. El suspiro de JungKook apareció al ver la carita de susto de EunYeong, no esperaba que su voz cambiara a una tonalidad más gruesa y áspera, casi abrumadora.
«Él es Jum, no le temas, lo has visto hace poco y desea guiar a tu lobo en algún punto, pero créeme, no sirve para guiar.» El comentario de JungKook provocó una risita divertida en la mujercita con el cinturón de seguridad abrochado.
El lobo gruñó por esa mentira, pero no comentando nada al respecto, por el contrario, aguardando en silencio a que su descendencia por fin hablara, pero jamás llegó.
«Es momento de despedirse. Te veré más tarde, princesa mía, sabes cómo reaccionar y cuál es la manera más eficaz de comunicarte conmigo si necesitas algo.» Añadió para dejarla partir en compañía de HyeJi.
Quizás no era la mejor opción, o tal vez podría confiar en dejar a su hija con una mujer que apenas conocía, pero como el tipo de alfa que era, estaba seguro que nadie osadía el siquiera tocarle una hebra a su cachorra que llevaba feromonas de su padre con la intención de alejar y amenazar a todo aquel que intentara hacer algo en su contra.
Jum no sabía qué esperar de otros humanos adultos, y tampoco bajaría la guardia para demostrar que su cachorra estaba bien protegida por su progenitor y el lobo, ambos de acuerdo en su cometido.
—Cuídala en el trayecto —volteó a ver a la beta, su iris y voz eran otra, ni siquiera se parecía a la del lobo o la del mismo JungKook.
La pelirroja HyeJi asintió dándole una reverencia, apenas aguantando sus ganas por preguntarle si le ocurría algo para mostrarse tan a la defensiva, inclusive con ella, con ella que cuando se conocieron fue muy amable y cortés, pero ahora era tan estoico que el frío calaba sus huesos.
JungKook salió de su hogar, centrando su vista a la distancia, donde el auto de la asistente llevaba a su niña que quizás trataba de conformarse con tener sus feromonas para que no le hiciera tanta falta en el camino.
Estaba tan inmerso en su determinante posición que, al frente de su hogar, su vecino le veía sumergido en sus pensamientos, apenas había regresado de su ajetreado viaje y se llevaba la sorpresa de que enfrente ya vivía una nueva familia.
Una familia, de la que no dudaba, en que el que permanecía atento y alerta a la distancia, sería el alfa. Y hubiera seguido juzgando al hombre parado frente al portón de su casona, pero la mirada distante que llegó a él no se comparó ni de cerca con la dominancia que sintió, su lado animal se sintió intimidado, por ello decidió retirarse al interior para seguir con su día.
En cuanto a JungKook, él sintió la espesura del hombre, esa penumbrosa energía que quizás no era tan benigna porque Jum tenía la percepción alterada a causa de su despertar.
Inclusive cuando ingresó al hogar para ir en busca de su saco, abrigo, portafolio y celular no se detuvo ni a pensar en qué carajos tenía en mente su lobo, porque el mayordomo apareció y con mucho esfuerzo está centrado en el plano terrestre.
—Señor, su madre ha llamado para recordarle que el cumpleaños de su padre es en dos semanas. Dijo que no le contestó el móvil, así que pidió de favor que le recordara.
JungKook asintió sin darle mucha importancia, su padre cumplía años un día después de él y, antes de irse al extranjero, siempre celebraban juntos su cumpleaños, así que ya imaginaba que otra vez, luego de haber regresado, las costumbres familiares formarían parte de él, pero era lo que menos le importaba porque su atención estaba centrada en el teléfono donde un mensaje resaltaba.
[Hola, JungKook. Gracias por contactarme. Avísame cuando tengas tiempo disponible, por favor, hay algo que debemos hablar de forma urgente y tiene que ver con tu hija.]
La rareza del tema de conversación resonó en su mente, hasta donde sabía EunYeong no ha tenido ninguna clase de detalle y si lo tuviera ella lo habría dicho o HyeJi le hubiera informado algún mensaje del educador, pero no, por el contrario, no le había mencionado nada al respecto.
Dejó en visto el mensaje, tratando de rememorar si su hija había comentado algo más al respecto que no fuera lo bonito que era su maestro. Lo cual no pasaba por alto, porque oh sí, parecía que su hija había desarrollado una genuina admiración por la belleza del omega castaño.
Y la entiende, porque TaeHyung es un hombre demasiado atractivo. Inevitablemente su sonrisa aparece, puesto que le trae situaciones poco recordadas del pasado.
«Flashback»
—¡JungKook-ah, déjame en paz! ¡Tengo que estudiar, para!
—No quiero, no quiero —negó con insistencia, sus labios picoteaban las mejillas un poco gorditas del omega y sus manos se aferraban a la cintura.
Estaba tan feliz, era su segundo aniversario, de hecho, el segundo mes que permanecían como novios y JungKook estaba tan feliz que la misma palabra no expresaba la emoción.
Los besos saltaban por toda la habitación del omeguita, el aroma de su pareja estaba embriagándolo por su emoción, tanta que dejó de quejarse y aceptar los besos que el alfa le daba con tanto cuidado y cariño mientras trataba de prestar atención a los libros abiertos en su escritorio.
Los exámenes finales para pasar al último grado del instituto estaban a la vuelta de la esquina, su novio había llegado a su casa con la intención de ayudarle a estudiar pero Tae olvidó que era el día de su aniversario y JungKook tan atento como siempre, apareció en su casa con un ramo de flores y pastel, que inclusive a su mamá SoYeon sorprendió.
Sus papás estaban al tanto de su noviazgo, así que no era secreto que el alfita gustara de pasar un día del fin de semana entero en casa de la familia Kim.
—Eres muy, muy, muy guapo, mi cielo —arrulló una vez teniendo al jovencito omega en su regazo, su mano arrullaba con muchísimo cariño la mejilla del rubiecito omega.
El suspiro de TaeHyung no tardó en aparecer, sus mejillas estaban rosadas y un poco calentitas debido a la interacción íntima que tenían. TaeHyung se sentía excesivamente atesorado por su pareja, lo adoraba tanto que su corazoncito sufría de subidones de adrenalina.
—Siempre dices lo mismo, JungKook-ah —soltó un poco cohibido, tomando la mano del alfa para besarla con cariño.
El alfa adolescente de ese entonces solo pudo asentir, pero rápidamente desvió la atención al cómo le estaba llamando, puesto que era costumbre que en las relaciones amorosas se llamaran por su nombre cuando estaban cometiendo algún error y JungKook solo le estaba dando mucho amor.
—Deja de regañarme —se quejó acercando su rostro al contrario.
TaeHyung sonrió picoteando sus hermosos labios, era un completo bebé si alguien se lo preguntaba. Era demasiado adorable.
—No lo hago, solo te recuerdo que tengo responsabilidades —murmuró con las yemas de sus dedos acariciando los mechones de cabello oscuro en su nuca.
—Lo sé, lo sé —suspiró resignado, escondiendo la cara en el cuello de su precioso novio e inhalando su aroma—. Es inevitable no caer rendido a ti —confesó mientras sus vista se centraba en la mandíbula del recesivo.
TaeHyung sonrió hasta besar su frente, repartió unas cuantas caricias más hasta encontrarse en un sensual intercambio de besos provocadores de pequeños y grandes suspiros, estremeciendo sus cuerpos sin compasión alguna.
—Y tú eres el alfa que tanto deseé —sentenció en un pequeño murmuro debido a la cercanía extrema, evidentemente, no perdió la oportunidad y le robó otro beso.
JungKook jadeó de sorpresa debido a la intensidad que su pareja llevaba por él, estaba seguro que si colocaban la desbordante pasión en una balanza, definitivamente, se quebraría en su totalidad.
La puerta de la habitación sonó y justo después, la madre de Tae apareció.
—Huelo feromonas hasta allá bajo, así que separense, jovencitos —replicó la señora, Tae se apartó con un sonrojo palpable y SoYeon solo para molestar a los tortolitos, agregó—: no saben lo mucho que me alegra que haya amor recíproco, pero deben saber que los bebés a temprana edad, siendo ustedes unos bebés, no deben ocurrir.
El rostro de TaeHyung ardió fervientemente mientras le daba una mala mirada a su madre, la preciosa dama apenas sonrió y le guiñó un ojo justo cuando JungKook había girado la silla para no darle la espalda a su suegra, obviamente él no pudo contener su risa.
—¡Mamá!
La señora SoYeon sonrió, girando los ojos.
—Tu padre llegará en una hora, así que limpien el aroma a adolescentes hormonales, por favor —pidió, el tono todavía iba con la intención de molestarlos—. JungKook puedes bajar y ayudarme en la cocina, si los dejo más tiempo juntos, estoy segura que se les olvidara la existencia de mi integridad física en esta casa.
JungKook asintió feliz, se destacaba muy bien en la cocina y su suegra en ocasiones pedía tips para mejorar su receta o simplemente con quedarse charlando y conociendo más de su familia, debido a que vivían en Busan.
TaeHyung fulminó a su madre, él quería que su pareja se quedara a su lado y no fuera robado por su mamá queriendo interrogar más y más de su lindo noviecito, pero para su suerte, su mamá era demasiado astuta.
—Termina de repasar y te esperaremos con JungKook en el comedor para hablar sobre el uso de los condones —agregó en despedida, y al final de las escaleras la estruendosa risa del pelinegro se escuchó.
—¡Te voy acusar con papá, Jeon SoYeon!
La señora respondió guiñando el ojo a su amado cachorro, la sonrisa se ensanchó cuando lo alcanzó a ver que guardaba sus materiales de estudio para ir con ellos. Porque sin duda, esta vergüenza que le obligaba a pasar, era demasiado grande. ¡De ninguna manera permitiría ser avergonzado a sus espaldas!
«Fin del pequeño Flashback»
El abogado niega con la cabeza soltando aire por la boca, mientras tanto enciende el auto y se concentra en el camino al trabajo, mas no lo logra. Es un hombre tan peculiar porque, ¿quién en su sano juicio puede estar riéndose como lunático sin tener alguna conversación por teléfono, sin llevar un acompañante o sin la presencia del entrometido radio?
Nadie.
Únicamente Jeon JungKook, un abogado que está recordando todos los momentos en los que fue feliz, y hay que decir, que la mayoría son al lado de su novio en la fraternidad, nada más ni nada menos que, TaeHyung, el maestro de su cachorra.
Los años han pasado como la primavera, y como cada estación del año, algo cambió y se encontró rememorando los mismos instantes de un joven adulto reconociendo el mundo.
Hola, hola. ¿Qué tal, cómo les va? ¿Qué cuentan?
Aparezco con un nuevo capítulo más largo que el anterior, Dios mío, casi 10,000 palabras y me llevó un mes y medio terminar este capítulo con emociones encontradas no solo de los personajes, también sentires míos.
He tenido conflictos fuera de la escritura, especialmente con un centro de detención llamado "universidad", es septiembre. Mes de estrés académico.
Y por supuesto, también pasó el cumpleaños de JungKook y el de NamJoon. Estoy orgullosa de ellos y me enaltece tener la dicha de seguir a personas muy admirables, así que sin más, centrémonos en cositas referente al fic.
¿Preguntas? ¿Dudas? ¿Algún comentario que deseen hacer? ¿Teoría loca? ¿Nada de nada?
A partir de ahora mostraré más de la vida de TaeHyung, y no, no habrán capítulos donde únicamente se hable por y de él, mis capítulos serán un tanto dinámicos y no siempre tendrán un cambio de escena con separador para que puedan identificarlo. En este preciso momento todo puede ser y a la vez no puede ser, así que ojo.
Dato curioso sobre la casta de JungKook: es un cambiaforma. Sí, los alfas puros pueden transformarse en animales de su respectivo calibre. La dominancia de estos se multiplican al quíntuple y ni hablar del tamaño físico, porque superan los 1.90 metros y el límite de altura puede variar hasta llegar a los 2.70 o 3 metros.
¿No parece creíble, cierto? Mas todo tiene su razón de ser, así que no se preocupen. Todo se explicará más adelante.
Mmm, y EunYeong, no se puede saber su casta pero desde luego que es cría de dos alfas dominantes y uno posee rango de pureza, sin duda es una cachorrita bastante perspicaz y altamente inteligente aunque no parezca, más adelante sabrán a lo que me refiero.
También quiero agregar, que por mi gran padecimiento de pereza y cansancio, cuando un personaje hable en otro idioma las letras estarán en itálica. No deben confundirse cuando están entre corchetes [], entre comillas españolas «» o cuando estoy haciendo hincapié en una palabra en otro idioma (el caso de Lilium), hasta hacerle hincapié al término para que sepan que es relevante en la oración y párrafo.
Eso es todo por ahora y espero traer otro capítulo pronto, lo dudo, pero trataré de no atrasarme demasiado. Necesito avanzar este fanfic a la de ya.
Chau, preciosos y preciosas. Nos vemos y les leo, también recuerden que quizás para no tenerlos tan a la intriga de qué sucederá después, les subiré algún spoilercito a Instagram, por lo que no deben dudar en ir a mi perfil por el link que les llevará directamente o solo buscando yeonshin_park1.
–Ale.
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