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❥︎ꨄ︎ C. 003 ☀︎︎


JungKook sonrió en grande al verla, seguía igual de hermosa, como cuando estaban en la universidad.

Su mejor amiga. Song Yuqi. La esposa de su mejor amigo, era su mejor amiga.

Quién diría que sus amigos terminarían casados. Qué situación más extraña que aquella.

MinGyu sonreía, en sus brazos mantenía durmiendo al que creía era su hijo, incluso era menor que EunYeong, o eso intuía porque el bebé estaba demasiado grande.

—Mira nada más... —suspiró sonriente, su vibrante energía siendo transmitida al alfa Jeon, era una recesiva, pero su actitud y personalidad imponía presencia.

JungKook se acercó unos pasos, abrazando a la castaña por impulso emocional, sorprendiendo a la pareja un poco, pero finalmente los tres sonriendo.

—Te ves igual que cuando me fui —comentó, alejándose para volver abrazarla, estaba feliz de volver a verla.

El otro alfa pelinegro rodó los ojos, miró a su bebé y le depositó un beso en la frente, sonriendo.

—Y tú estás tan... tú —reconoció la castaña, riendo, mas su rostro se transformó a uno serio—. ¡Pero tú, maldito infeliz! ¡¿Cómo te atreves a regresar sin visitarnos?! —Soltó con impotencia, golpeando constantemente el brazo del pelinegro con orbes celestes.

La mujer siguió reclamando, mientras que el esposo les veía con una sonrisa; ellos discutiendo y él cuidando de su cachorro felizmente, sabiendo que si interrumpía a su mujer, era probable que intentara algo en su contra.

Lo sentía mucho por JungKook, pero debía soportarla hasta que se cansara.

JungKook reía por lo bajo, excusándose por problemas personales que la mujercita no le creía ni aceptaba sin fundamentos concisos.

—¡Basta, te contaré todo, pero vamos adentro! —Se rindió, agarrando de los brazos a la dama para que detuviera su ataque de agresividad.

Y funcionó, Yuqi se quejó con su marido alegando que seguramente el traidor tenía a otros amigos y por eso no les avisó de su regreso.

Gyu le tranquilizó acariciando su espalda, alentándola a caminar por donde JungKook les dirigía, diciendo que quizás el mismo Min podría haber causado conflicto por estar tan ocupado durante semanas fuera de Seúl, lo cual fue el tiempo en el que JungKook ingresó al bufete.

La mujer seguía hablando con su esposo, hasta que decidió prestar atención al lugar que se dirigían, pues ya habían pasado tres habitaciones divididas; en la primera, estaba la sala de estar, allí se encontraban algunos sofás, lámparas en mesitas a cada extremo de los sillones, una mesita de cristal en el centro y pinturas en la pared.

En el segundo espacio, estaba el comedor de madera oscura con tablero liso de cristal, doce sillas alrededor, en una esquina se encontraba un macetero enorme con flores, mientras que en la esquina diagonal contraria otro le complementaba.

Frente al comedor que estaba en el centro, una barra se imponía con cuatro bancos desayunadores y del lado opuesto otros cuatro le acompañaban; detrás de esta barra, cuatro individuos se encargaban de culminar los preparativos.

La mujer entre los presentes miró al de cabellera oscura, el cual le daba algunas instrucciones a uno de los empleados.

—¿Estás seguro de que no trabajas para la mafia? —Le preguntó, molestando al otro alfa sabiendo que podría ser incorruptible.

JungKook rió ligeramente por la intervención de Song, regresando su vista hacia atrás para mirarles.

—Es probable —respondió, haciendo negar a los invitados.

La pareja de casados siguió al dueño del hogar una vez les indicó el camino al patio trasero, pasando de largo por un pasillo decorado con pinturas, maceteros y más; charlando brevemente sobre el lugar donde pasarían el almuerzo, todo gracias al favorecimiento del clima.

Las risas en el espacio del convivio no faltaron, ni sobraron. Parecía que los años no hubieran pasado, como si la amistad jamás hubiese sido pausada.

Aunque la pareja de esposos no podían decir lo mismo, ellos siempre fueron cuatro, no tres. Así que obviamente echaban de menos al único omega de su "manada", como solían denominarse en la fraternidad.

Eran una pequeña familia, donde el alfa pelinegro junto al omega, parecían los padres de dos personas adultas que constantemente se mantenían de riña en riña por sus distinguidas personalidades.

Independientemente de que ahora ya todos tuvieran una vida hecha, que el romance entre el castaño y el pelinegro se disolviera, MinGyu y Yuqi habían anhelado demasiado la presencia de sus amigos.

Rememoraban los buenos tiempos de soltería, días de amores, desamores, aventuras, fiestas y eventos que marcaron sus vidas.

La calidez era tan genuina, bella y deleitante. Ese confort que solo los amigos con sabor a familia podían otorgar, seguía manteniéndose intacto.

Había una reciprocidad llena de pureza.

Esos pequeños instantes, aquellos que merecen el aprecio inconmensurable y son completamente insustituibles, siempre se mantendrán en un corto periodo de tiempo.

JungKook mantiene presente cuál y qué actos son tan efímeros como los segundos, qué situaciones y momentos, cuándo y dónde debe tratar o saber actuar.

Es un hombre honesto y justo por convicción particular, porque así lo cree, quiere y es lo que le caracteriza como hombre.

Es un ser humano adulto, con años de experiencia, prudencia, sensatez e ingenio. Mas todo hombre, todo humano, tiene sus deslices y pasiones.

La estoicidad en su rostro no era indigna de su persona. Su amabilidad era intacta, siempre fue un hombre razonable en ello.

Aunque ahora que charlaban del omega, realmente no podía decir lo mismo. No sabe cuál fue la razón, cuál fue el motivo de su impulso, pero tuvo que salir del pequeño círculo al sentirse abrumado de nuevo.

Estaban esas emociones y profusos sentimientos de su lobo, sobreponiéndose en su determinación para dejar de lado cualquier pensamiento netamente irracional.

Irracional porque ningún amor perdura a pesar de la separación, del tiempo, del contexto y la trascendencia.

Cuando una relación amorosa llega a su fin, solo queda la sensación vivaz de una ardorosa llama memorable e impetuosa, intentando sabotear el camino en todas las direcciones posibles.

Sea cuales sean las consecuencias de una ruptura, ningún amor perdura tanto tiempo. Porque así como es de subjetivo, es temporal; o eso lo que JungKook intentaba reafirmarse.

Porque mejor que nadie sabe, porque de cierta manera él mantiene presente, de alguna forma todo lo que se niega a aceptar de su lobo y de él, es absurdamente coherente con su pasado, mas no debería serlo estando en otro tiempo.

La amargura que le provoca el sentimiento, como humano, es frustrante. El desapego de los años, su crecimiento, su vida actual, sus precedentes amorosos, la inquietud de solo haber tenido que verlo tres días para alterar sus horas... hasta su sueño.

—¡Papi! —La encantadora vocecita femenina de su hija le atrae, prestando atención a sus palabras—. ¿Te sientes mal?

JungKook sonrió por instinto, acomodando los mechones mojados en su frente.

—No, princesa, pero tampoco me siento bien —afirmó con duda.

EunYeong le miró confundida, en cambio el adulto negó con la cabeza. Pidiéndole implícitamente que no preguntara; por el contrario de hablarlo, dirigió su mirada conectando a la de su mejor amiga, un extraño escalofrío recorrió su espina dorsal.

¿Es de curiosidad o interrogación aquella mirada? No lo sabe, pero sí que puede averiguarlo. Aunque no cree que sea fácil extraer a la dama de aquellos individuos que, desde su distancia, le hacen ver que nuevamente se ha integrado a la charla.

La niña siguió la dirección que su progenitor miraba. Recordando que, en la mañana, su maestro le había presentado a aquella mujer como una conocida más del pelinegro, provocando curiosidad en su ser sobre dónde le conocía.

—Papá, ¿ella es amiga tuya?

El alfa aparta la mirada de las cuatro personas conversando a lo lejos, asintiendo con la cabeza.

—Es una de mis mejores amigas junto a su esposo. ¿Por qué preguntas, cariño?

Sus manos tomaron las de su cachorra, caminando parsimoniosamente en dirección a los otros, aunque claro, antes de que pudieran llegar, fueron interceptados por los infantes Park aventando agua a su tío y prima.

Esa acción desencadenó que la plática entre padre e hija pasara a segundo plano, sumergiendo a los niños con el adulto en un intercambio de juegos con agua.

—¡Niños! —La voz de YoonGi se apresuró a reprenderles al verlos entre risa y risa por su travesura.

JungKook trataba de alejarlos, teniendo de lado su rostro por los hermanos Park disparando agua con una pistola de juguete.

Eun se mantenía riendo, mas después decidió quitarle a Won la pistola para defender a su padre de aquel bombardeo de agua que estaban haciendo.

Jeon YoonGi intentó acercarse a sus hijos para pedirles que se detuvieran, pero no fue buena opción porque él también recibió un disparo de agua, así que Kook le pidió que se fuera con un ademán.

—Nada más no se quejen, mocosos —les apuntó con el dedo, sonriendo, mas girando su rostro a tiempo cuando YeonJun volvió a aventarle agua.

Se quitó su reloj, aventándolo descuidadamente al pasto con la intención de que no se dañara por el agua. Dejó de lado sus sandalias, ingresó a la parte donde sus sobrinos e hija estaban, logrando atrapar a los dos varones de sus playeras cuando intentaron escapar fuera del agua.

—Se los advertí, enanos —expresó con una risita nasal cuando los cargó a ambos como costalitos.

—¡Aviéntalos, appa! ¡Mójalos, mójalos! —Gritó emocionada la menor, disparando agua al par que pedían ser bajados.

JungKook salió de la división adaptada para ellos para irse a la plataforma, caminando al otro extremo de la piscina, deteniéndose unos segundos.

—Cierren la boca y tapen narices si no quieren lastimarse —recomendó, y segundos después, se aventó al agua, empapando a los dos niños.

Ellos gritaron antes, después y durante estuvieron en el agua, pidiendo a sus padres que los sacaran porque tenían miedo de que su tío les soltara.

JungKook se limpió el rostro húmedo, sosteniendo a su sobrino primogénito al tenerlo enroscado a su espalda, mientras que el menor abrazaba su cuello.

Soltó una risita, viendo a su niña sentada en la orilla carcajeando al ver a sus primos aterrorizados al estar en medio de la piscina, con su progenitor flotando verticalmente.

—Princesa, dile a SungJae que traiga toallas, por favor —pidió, acercándose a la orilla, mas después alejándose de golpe solo para que sus hijos adoptivos gritaran.

Eun asintió, dirigiéndose a la construcción, en busca de la petición de su padre; entretanto, Kook se divertía con los hermanitos Park, quienes no toleraban estar más tiempo en el centro, rodeados de agua y considerable profundidad, arraigados al cuerpo del adulto.

El escarmiento no siempre es bueno, el alfa es consciente; por ende, cuando ellos no dejaron de gritonear por la presencia de su hermano, les conforta al acercarles a la parte menos honda.

Nadando a duras penas, se aseguró de sentar a los niños en las barras que dividían la profundidad de la pileta. Suspiró, sonriendo divertido por las expresiones relajadas fluyendo con tanta facilidad, aliviados.

JungKook volteó a donde su hermano estaba, encontrándole riendo de la situación en la que había metido a sus hijos. Disfrutando de una copa de jugo, con tanta elegancia, divertido del espectáculo montado por sus cachorros.

El pelinegro rodó los ojos, era de esperarse de YoonGi. En cuanto a JiMin, él estaba entretenido con los invitados, que por sus expresiones y gestos, podía visualizarles debatiendo algún tema de interés en común.

Regresó su mirada a los dos hombrecitos, sonriendo amablemente, con mucho cariño.

—De acuerdo, niños. No hagan eso, al menos lo de lanzar agua al rostro, ni a mí, ni entre ustedes; puede resultar en accidentes, y a nadie le gusta eso —explicó, acomodó los cabellos de sus sobrinos.

—Señor, la toalla que solicitó y traje otras para los niños —informó el mayordomo principal.

—Gracias, SungJae. Ayúdalos a envolverse en ella y que vayan a la mesa a tomar sombra junto a sus padres —volvió a pedir, mirando a su hija queriendo meterse en la piscina.

EunYeong intentaba mojar toda su piernita en la parte onda, un movimiento en falso y podría resultar en un accidente, por ello JungKook negó verbalmente, acercándose a la orilla para tomar a su hija en sus brazos, besando su mejilla.

—Quién diría que tanta maldad cargas, ángel mío —soltó junto a una risita de complicidad, sintiendo los bracitos rodearle el cuello.

Besó sus cabellos. Ignoró la incómoda ropa que tenía puesta, decidiendo recostarse en el agua, flotando, con su cachorra sentada en su abdomen, disfrutando del paseo acuático.

—¿Qué querías decirme antes de que tus primos nos interceptaran? —Cuestionó sus orbes manteniéndose levemente abiertos para vigilar a su niña.

La nena se removió en su lugar, buscando estabilidad cuando su padre comenzó a bracear hacia atrás.

—No era nada, papi. Solo que el maestro Tae me dijo que Miss Yuqi y tú eran amigos.

Asintió guturalmente, alentando a que siguiera con su inquietud, mas cuando no hubo más palabras a agregar, el alfa entendió específicamente cuál era la inquietud.

—Yuqi y MinGyu se hicieron mis amigos a finales de la etapa secundaria, pero pasábamos más tiempo juntos cuando empezamos la universidad al ambos estudiar lo mismo —recordó vagamente.

Compuso la postura luego de agarrar a su hija, algunas escenas de aquella época regresando a su mente, tan vívidamente que podría jurar que apenas fue ayer cuando eso ocurrió.

—Oh —emitió con sorpresa—. Pero, ¿por qué no los conocí antes, papá? —Cuestionó.

JungKook caminó en el suelo de la piscina hacia las escaleras, subiendo a la niña a su cuello para ir tranquilamente, juntando las palabras necesarias para responderle.

—Porque cuando regresamos a Corea, yo no me encontraba con los ánimos suficientes para buscarlos y enfrentarme a un desorden social al que ya no estaba acostumbrado en ese entonces, amor —respondió con sinceridad.

EunYeong pareció entender la respuesta, por lo que JungKook asumió que su curiosidad había sido saciada.

Esa era la forma en que funcionaban, al parecer además de ser padre e hija, lograban establecer una pequeña charla donde ella amplificaba su comunicación, adoptaba comportamientos que creía adecuados porque lo veía de él.

Dicen que los hijos son el reflejo de los padres, al menos era lo que un JungKook adolescente escuchaba constantemente de la boca de los adultos, y claramente su yo más joven no lo creía así, pero ahora que era padre tampoco lo creía así.

Y es que aunque Jeon fuera un hombre maduro, habiendo obtenido grandes y gratas, como ingratas experiencias, podía declinar su acuerdo con lo que quisiera. No importaba si estaba bien o estaba mal en primera instancia, porque tenía toda la vida para aprender y volverlo a intentar, hasta encontrar la respuesta que se acoplara a su persona.

—Papi Koo —llamó ella, el pelinegro le alentó a seguir, saliendo de la piscina y bajándole al pasto—. El motivo por el que no te sentías bien es mami, ¿verdad? —Preguntó.

JungKook se quedó arrodillado a la altura de la cachorra, observando con detenimiento a su hija. Cada vez era más curiosa, eso le llenaba de orgullo, pero también temía de ello.

Temía que por darle respuestas sinceras la niña dejara de anhelar algún día ver a su madre. Temía que ella viera el dolor que Leah le causó y le temiera, pero por sobre todo, que deseara aislarse de sus familiares maternos.

Si él decía algo, podía fracturar todo de un solo golpe. No quería contar el pasado, no mientras ella tuviera esa edad.

Mentiría si dijera que no esperaba su pregunta, durante el último año en que su hija comenzó a despertar sobre cómo podría manejarse el entorno y los demás individuos, múltiples cuestionarios eran recitados para Jeon.

Despreocupadamente se aseguraba de ayudarle a responder sus dudas, aunque también a establecer un límite para lo que debía saber y lo que debía aguardar un tiempo para conocerse. Sin embargo, eso jamás sería suficiente para un ser humano.

—Todo es demasiado complicado de explicar, amor. Me gustaría contarte ahora, porque sabes que no me gusta ocultarte y no puedo ocultarte nada, pero no estás en la edad correcta para saber todo con detalle —respondió.

Su unigénita puchereó tratando de convencerle. JungKook aplastó el piquito con sus dedos, riendo cuando su hija le apartó la mano con un empujón.

Sonriendo, fue que Jeon entendió que la paternidad en soltería conllevaba un peso que requería saber manejar, quizás sí se adelantó en excusar la ausencia de su exesposa, mas en ese entonces no vio necesario esquivar, ignorar o mentir.

Ese pensamiento constantemente se repetía, el haber hecho o no lo correcto. Quizás si lo veía desde la vía legal, era lo correcto, pero de forma particular... era complejo decidir.

—¿Cuándo sea como tú me lo dirás? —Indagó.

JungKook arrugó las cejas. Suspirando.

—No, tampoco. Será mucho antes de que llegues a mi edad, cuando puedas tener una mente más abierta a todo lo que hay en el mundo, amorcito —sonrió, jalando la mejilla con cariño—. Ahora, no más preguntas, debemos ir con nuestros invitados y cambiarnos de ropa.

Finalizó aquella fugaz charla, parándose y cogiendo las dos toallas restantes bien dobladas en el pasto, posteriormente envolviendo a la menor con cuidado.

—Muy bien, papá, pero cumple tu promesa. Los alfas siempre deben cumplir las promesas que hacen —amenazó, haciendo reír a su padre por lo bajo.

Ay, EunYeong. Era un dulce encanto. Tan linda e ingenua sobre el inmenso amor que su padre sentía por ella, quien jamás podría ocultarle nada que pudiera hacerle daño, inclusive si eso conllevaba dañarse a él.

Y quizás era eso lo que le impedía sincerarse mentalmente: el temor de dañar a dos personas en el proceso deafrontamiento en la realidad presente.

JungKook nuevamente estaba en paz, Jum también. Distraerse con los niños siempre le haría bien, muchísimo mejor que cuando buscaba algún bicho entre las plantas en las esquinas del jardín.

Era un hombre demasiado amoroso, no por nada decidió ser padre y entregar todo su afecto a un infante. Sí, lo admitía, él y su lobo siempre quisieron engendrar a sus hijos, aunque el animal teniendo su preferencia muy aislada.

En el pasado, antes de mudarse, se llevó varias sorpresas con algunos problemas acerca del celo de cierto omega castaño.

En todas las posibilidades que hubo de ser un padre joven, no se negó en aceptarlo. Muy por el contrario, si era el fruto de un amor, aún si hubiera sido un descuido, habría amado con todo su ser a un humano tan precioso como lo eran los bebés.

Cuando se enteró que sería padre por primera vez, su alegría fue grandísima, la inconmensurable euforia predominó su vida, hasta la actualidad.

Por ende, ningún conflicto declinaría el pensamiento de que ser padre fue una de sus mejores decisiones, no importaba qué tan duro tuviera que vérselas al momento de criar a su hija como única figura paterna –y materna– presente.

Ser padre y guiar a su cachorro sería la decisión más certera, correcta y plena que pudo elegir entre todas las opciones para dirigir su vida.

Hubieron excesivas complicaciones de por medio que le hicieron replantearse aquella decisión apresurada cuando intentaba salvar su matrimonio, y quizás no fue la mejor solución, pero sin duda, fue la mejor decisión y elección como para redirigir su vida hasta Corea del Sur.

Mantenía la creencia de que por algo pasaban las cosas, siempre habría un pero en el camino del destino, en sus bordes o anchuras, hilvanando correctamente o ampliando su recorrido por el paraje vital.

Creía y confiaba en que la luna y el universo guiaban su camino, en su visión de la vida existía aquello que muchos ignoraban y algunos denominaban predestinación.

Hay cosas que están predestinadas a pasar, suceder, existir, permanecer, desvanecerse y ampliarse hasta llegar al punto de vida más fructífero y justo para quien es un ser virtuoso. En cuanto al adverso, muy probablemente sería cegado hasta perderse en el proceso.

Demasiado religioso para un alfa adulto promedio, con una hija, estudios y culturización sobre la existencia de su diosa junto al limbo.

Mas esa era la magia en los humanos, su capacidad de visualizar, inventar, innovar, establecer o adherirse a creencias netamente volubles y elevarlo hasta el amplio azul del cielo, superando rangos y minas de cosmos surreales, donde fácilmente podrían superponerse a otros.

Luego de un rápido cambio de prendas, los familiares y amigos del dueño de la casa retomaron la comida, esta vez, Jeon trató de ceder al tiempo pasado cuando se hacía mención, eran pequeñas acotaciones, pero bastaban para confirmar sus recuerdos juntos.

La conversación volvía a tomar el rumbo de la inicial, con rasgos insidiosos que debía confrontar al poder charlarlos, y es que cuando todo terminó, cuando dio vuelta y antes de darle vuelta a la página, no se aseguró de haberla leído, ni comprendido completamente.

Solo fue un día que su camino se desvió y no supo qué más hacer cuando la costumbre se adueñó de él, convirtiéndole en alguien completamente renovado e indistinguible de años atrás.

—Sigo sin comprender porqué Tae no terminó derecho, solo teníamos un semestre de diferencia... —Confesó el pelinegro alfa, no cabía en sí.

La pareja de alfas apenas y pudieron disimular el asombro. Claramente nadie además de ellos dos logró mirarse entre sí como para corroborar pensamientos que únicamente ellos quizás podrían comprender.

Era extrañamente raro, que siendo JungKook el hombre más cercano al testarudo omega no supiera de los inesperados giros en la vida del recesivo.

La vida estaba tan llena de sorpresas, al igual que el par de ex-tortolos. Para cualquiera ajeno a la experiencia cinematográfica más cálida y genuina podría ser común, porque era normal querer que la persona por la que entregaron todo y culminaron en excelentes términos, no supiera e hiriera con tanta generosidad su corazón.

MinGyu y Yuqi no estaban seguros de si ese concepto –contacto cero– se aplicaríaentre ellos, pues aquel romance que pudieron apreciar como allegados,simplemente superaba la confidencialidad de una pareja. Ese romance aguardabaun vínculo excesivamente prometedor más allá de un amor de pareja.

—Sabes que a TaeTae siempre le agradaron los niños, los adora con su alma. Quizás se dejó llevar por su verdadera pasión —respondió Yuqi con neutralidad, pero emotivamente.

—Eso lo sé, a él siempre le encantaron los cachorros —comentó desviando su mirada a EunYeong, quien felizmente comía una porción de frutas picadas con salsa picante—. Igual, es demasiado raro cuando básicamente ya tenía dos años estudiando abogacía, no faltaba demasiado para que se graduara —suspiró encogiéndose de hombros.

—Supongo que tienes razón, pero mírame a mí, cambié de licenciatura en segundo semestre. Quizás creyó conveniente para él hacerlo antes de que llegara a la etapa definitiva —mencionó tratando de darle lógica.

El abogado asintió con la cabeza, dando a entender que comprendía el punto de vista. Era inesperado, pero si ese era el caso, ¿por qué no se enteró? Según sus cálculos, cuando el castaño omega decidió cambiarse, ellos todavía hablaban.

Jeon no tenía mucho de haberse mudado a Manhattan, fue un lapso donde ambos estaban muy al pendiente de la vida del otro en un intento por no lastimarse ante la abrupta separación que surgió de la noche a la mañana.

Quizás podía comprender el punto de vista que su amiga insinuaba que pudo haber ocurrido, y quería preguntar más, pero sería sospechoso de la nada tanto interés por saberlo de boca ajena, mejor dejaría esa duda para el omega, porque después de todo, tendría que reunirse con él para atender otro asunto que inmiscuía a sus lobos.

—Supongo que sí, aunque lo importante es que logró seguir lo que realmente le apasionaba —sonrió nostálgico, no pasando desapercibido por nadie.

Gyu exhaló con determinación, desviando del sentimentalismo, haciendo reír a JungKook por su recurrente actitud que aún conservaba.

—Pero bueno, ¿qué hay de ti, Kook? —Habló el otro alfa, sonriendo a la par que le daba su hija a su esposa.

—¿Yo? Pues mi vida allá fue suficiente, me casé y tuve una hija, luego me divorcié y regresé. Listo, resumido para evitarnos tanta palabrería —rió en cuanto vio a su mejor amiga hacer un sonido de exasperación.

Aish, este imbécil... alfa tenías que ser —masculló la mujer.

JungKook le espetó con un sonido, indicando que habían niños presentes, mientras que JiMin se levantaba un poco paniqueado por la situación, hablándole a los niños para que fueran a la cocina por más postre, quienes sin dudar salieron corriendo al interior de la casa, siendo seguidos por el hermano de Koo que vigilaría no hicieran un desastre en la cocina.

Mientras tanto, la pareja de alfas discutía brevemente luego de haber ofrecido una disculpa por la palabra que se supone era inadecuada para la edad de los cachorros.

—Amorcito, te recuerdo que también eres-...

—Cállate, Gyu —espetó la castaña sin mirar a su esposo, el cual por mero impulso le había estado tapando los oídos a su cachorrita.

Kim MinGyu presionó sus belfos en una línea, recobrando la postura en su asiento, viendo de reojo a su mujer.

—Claro, cielo —murmuró.

JungKook que había recargado su codo en la mesa, para sostener con su palma su barbilla, ocultando una pequeña sonrisa por el intercambio de los esposos. Estaba asombrado, pero más allá de eso, divertido por la reacción del alfa que en su etapa más joven juró destruir todo lo que le rodeaba –aludiendo a la "docilidad" que tenía con Tae–.

Eso era algo que JungKook jamás olvidaría, recordaba perfectamente las palabras de su amigo, aquellas que siempre respondía en cuanto TaeHyung le decía que seguramente llegaría alguien que le haría cambiar ese pensamiento.

Les miraba el uno al otro, intercaladamente, como si estuviera pidiendo permiso para comentar algo al respecto, pero ninguno le daba tregua, hasta que no pudo más y tuvo que soltar la carcajada que estaba conteniendo.

—Oh, diosa... esto no puede ser —JungKook casi exclamó divertido, tratando de recuperar el aliento, pero le era casi imposible.

El alfa frente a su persona hizo un mohín, indignado debido a que sabía que el pelinegro se burlaría a más no poder y claramente él no merecía esa ofensa tan grande.

—Anda, ríete, búrlate todo lo que quieras, ¡hiere mis sentimientos como siempre, Jeon JungKook! —Reprochó dramáticamente.

El pelinegro asintió, riendo todavía más.

—Oh, vamos, sabes perfectamente que no estás en posición de indignarte —recordó, señalándole con el índice—. Espera, ¿cómo iba la frase? —Cuestionó en general, viendo a su amiga, luego al único rubio de los presentes—. Tú estabas, lo escuchaste más de una vez, JiMin.

La víctima de JungKook gruño, bufando y cruzándose de brazos. A su lado, su esposa reía por lo bajo, mas no se esmeraba por ocultar su diversión.

—Creo que era algo como: "Nunca tendré esposa o esposo, es más, ni siquiera pensaré en algún día atarme al matrimonio, mi corazón fue hecho para darle un pedacito a cada omega del país".

Al instante que JiMin repitió la frase, JungKook volvió a replicar su burla.

—"Nunca me casare, los matrimonios no son para mí" —repitió, acortando la frase porque era demasiado larga—. ¿Quién es este ser sentado frente a mí? ¡Confiesa, impostor! ¡¿Qué le hiciste a mi casanova mejor amigo?! —Acusó entre exclamaciones.

JiMin tiró una carcajada por la escena, tomando asiento justo para beber un poco de su copa de tinto, Yuqi reía acariciando la espalda de su tonto marido para confortarlo de las estupideces que decía a finales de su adolescencia.

JungKook continuaba replicando, imitando su voz, junto a JiMin que segundaba sus burlas emocionado por las tantas veces que escucharon al pelinegro protestar a la idea de un día sentar cabeza.

Fue entonces cuando el alfa dominante se hartó de escuchar las tonterías de sus amigos, orillándole a defenderse con la única técnica que conocía cuando se trataba de revivir su oscuro y vergonzoso pasado.

—¡La la la la la no oigo, no oigo, soy de palo, tengo orejas de pescado la la la la la!

De pronto un incesable llanto resonó entre los amigos.

—¡MinGyu! —Gritaron los otros tres al unísono en regaño.

La bebé se había despertado por el estruendoso grito de su progenitor, el padre primerizo reprochó de inmediato.

—¡Es sus culpa, no mía! —Reclamó, tomando a su hija en brazos para arrullarle nuevamente.

Todos tomaron aire, componiendo postura de la pequeña riña infantil que habían formado, relajándose aún más.

—Extrañaba esto —confesó Jeon alfa, sintiéndose cálido, pleno y reconectado con su amado país.

Su familia era la pieza faltante para recordar el inmenso amor que podía sentir en esa ciudad, aunque esa familia se encontraba incompleta debido a la ausencia de un integrante más.

La alfa le miró con cariño, sonriendo al comprenderlo. Al igual que JungKook les había extrañado, ellos también lo habían hecho, aunque no estaba segura de sí era lo mismo con el omega de su pequeña manada.

A pesar de que trabajaban juntos, compartían tardes o días enteros para convivir, Song desconocía con certeza si el castañito añoraba convivir los cuatro juntos, porque las pocas veces que Gyu o ella mencionaron la falta del alfa puro tendía a únicamente asentir o responder con monosílabos, hasta brevemente aportar a sus memorables recuerdos juntos.

—Eso te pasa por no habernos contactado en cuanto regresaste. También sigo resentida porque nos enteramos de tu boda meses luego —comentó la mujercita con recelo en su voz.

—Sí, sobre eso... es complejo de explicar —respondió suspirante.

Kim de pie, arrullando a su bebé, se fijó en la hora que era en su reloj, posteriormente sonrió en dirección a su mejor amigo, esperando que hablara.

—Tenemos muchísimo tiempo de sobra, apenas van a ser las seis de la tarde.

JungKook bufó con diversión, ellos no perdonarían nada, mucho menos si alguno de los dos había intuido algún "chisme" de su vida alejada de ellos.

En cuanto al rubio alfa, supuso que JungKook querría privacidad con ellos, así que con un carraspeo se excusó yendo a la cocina a acompañar a su omega, de paso, ofreciendo llevar a la inquieta bebé con los otros niños, porque ahora que había despertado no quería dormirse.

Ambos padres entregaron a su cachorra con confianza, sabiendo que el rubio tenía muchísima experiencia cuidando de bebitos, no por nada había sufrido paternidad doble vez y quién sabe cuántas más le faltaban al pobrecito alfa.

—Bueno, comienza, Kook. Te escuchamos —habló una vez sentado, tomando una ración más de la carne con ensalada en los recipientes de la mesa.

En cuanto Min junto a Yu terminaron de alentarle, el alfa menor buscó las palabras para contarles sobre los últimos años de su vida.

Era complicado comenzar o buscar un principio cuando él mismo había perdido, hace tanto tiempo, el inicio de dónde todo comenzó a salir mal, hay varias cosas que recuerda claramente, mas también otras que va olvidándolas con el fin de cerrar un doloroso ciclo.

—Conocí a Leah... unos tres meses después de llegar a New York, justo dos meses luego de comenzar el curso, nuestros horarios comenzaron a coincidir con más frecuencia, ella se estaba enfocando en el área fiscal y yo en penal.

La pareja se miró entre sí, luego a JungKook.

—¿Estuviste casado con una fiscal? —Preguntó MinGyu, interrumpiendo el intento de relato de JungKook, quien solo tendió a reír suavemente porque su amigo tenía la boca llena de comida.

—Casi fiscal, cuando nos divorciamos estaba en trámite de ascender —corrigió con simpleza, el otro hombre iba a hablar, pero JungKook se apresuró a hacerlo—. Déjame terminar, hombre, luego podrás preguntar más —pidió con una sonrisa a su amigo.

El pelinegro asintió, cerrando la boca, continuando con su plato de comida. En cuanto a JungKook, seguía su extensiva explicación sobre su vida en Norteamérica, desordenando la información que conoció justamente después de sus primeros encuentros formales de compañerismo, mas era adecuado desde la versión del alfa puro.

Porque Leah era hija de un profesor de la carrera. De hecho, en la familia paterna de su exmujer abundaba una cuna de abogados de ascendencia germana por generaciones. Por ende para poder ser heredera de la fortuna de sus antecesores junto a la de sus padres, debía ocupar un lugar en los despachos que tenían.

Su posición debería asimilarse a los pasos que la mayoría seguía en esa familia, lo primero era inclinarse a ser fiscal, uno de los estatus que inmediatamente le pondría en ventaja con otros familiares, inclusive, con su propio hermano que apenas estaba iniciando la universidad en Alemania.

Claramente todo ese cuento a JungKook le pareció interesante, Leah aparte de ser el centro de las clases que compartían estaba bien emparentada con la licenciatura, sus conocimientos oscilaban superiormente a los del alfa Jeon quien rápidamente en un afán por alcanzar un lugar destacado o muchísimo mejor que aquella mujer, comenzó a centrarse también en el aspecto fiscal.

Su vida estudiantil comenzó a volverse controlada y guiada por la ambición luego de enterarse que casi todos los estudiantes poseían alguna especie de influencia y apoyo externo, además de que de por sí, el mundo al que se metió era denominado constantemente como altamente competitivo y lleno de intachable egoísmo, como otros sustantivos más de por medio.

En el lapso de sus sesiones de estudio, no supo cómo o en qué momento, pero Leah comenzó a ser frecuente justamente en su mesa, cada tarde, cada mañana, hasta que a ambos terminaron por entablar conversación sobre varios de los libros y casos que les tocaba leer, además de adquirir aspectos históricos que fundamentaran su aprendizaje e infundieran soluciones, como adversidades, hasta llegar a múltiples posibilidades para "ganar o perder" un caso con otros aspectos fundamentales en el proceso.

Más allá de encontrar un compañero con el cual discutir amablemente lo controversial y, de alguna manera, conseguir un buen contrincante, encontraron la comodidad para relacionarse por encima de aspectos netamente académicos.

Ella era una mujer excepcionalmente enérgica a pesar de su apariencia poco amigable, así que pronto aquel acercamiento que en un principio para el alfa Jeon había iniciado como una forma de obtener información beneficiosa, pasó a ser una amistad en ciernes, la cual con el pasar de meses se fortalecía hasta que ambos en clases olvidaban mantener una postura rígida por medio de sus convicciones, lo cual ocasionaba disputas a la clase por encontrarse en la misma página, cuando debía haber fundamentos relativamente exponenciales.

La amistad se fracturó, mas no tardó en restablecerse y fortalecerse hasta encontrar una manera de vincularse en roles opuestos en sus foros. Las intenciones ocultas de su acercamiento con el otro había escalado, que cuando el pelinegro pudo notarlo, un año completo transcurrió.

Casi tres años después de constante convivencia, la amistad que formaron había trascendido, ambos alfas vivían juntos y el amor había tocado la puerta de los compañeros de cuarto, y siendo Kook el primer yerno oficialmente aceptado por la familia Schulze rápidamente encontró su lugar en el bufete de los padres de su novia, al igual que la misma.

Estaban en constante crecimiento, la vida laboral y académica comenzaba a impedir el verse en casa o concurrir lugares en el mismo tiempo, pero por supuesto, eso no fue la causa que a JungKook le llevó a regresar a Corea en la actualidad.

Tanto MinGyu como Yuqi se mantenían expectantes, pues jamás presenciaron lo que era JungKook compitiendo más que aquella pequeña secuencia de acontecimientos con la exesposa. De alguna manera, les pareció intrigante no haber formado parte de la etapa "oscura" del pelinegro menor, al menos eso fue lo que el otro hombre alfa comentó.

—Que desastre. Discúlpame pero no puedo imaginarte a ti compitiendo con una mujer, de forma inconsciente, solo para obtener algo de influencia que era más que sustancial —señaló Song sin dudar, luego viendo a su esposo, después a su amigo—. ¿Ven por qué preferí salir de ese entorno? Es un total asco, los abogados apestan. Sin ofender, claro —comentó la mujer, ignorando como los dos hombres rodaban los ojos.

—Todas las carreras tienen un entorno similar, quizás unas menos que otras, pero es igual porque hay personas que lo hacen parecer una competencia —defendió su esposo, JungKook asintió en confirmación.

La mujercita restó importancia, era lo que normalmente escucharía y no le importaba demasiado, ellos lo sabían de antemano, porque su problema con los abogados era más personal. Desvió la conversación al tema central, fácilmente dejando atrás las aclaraciones de su marido con su amigo.

—Ya nos contaste más o menos cómo fue que se conocieron y terminaron siendo unos reds flags enamorados. Ahora, ¿Cómo llegaron al matrimonio y luego se divorciaron teniendo una hija?

JungKook retrocedió su silla de la mesa, estirando sus extremidades por lo complicado que estaba siendo hablarlo luego de tanto tiempo, obviamente la tensión se manifestaba en su cuerpo.

—Ah, claro. El matrimonio y divorcio —murmuró suspirante, soltando una risa por el recuerdo—. Nos casamos de forma apresurada, no hubieron invitados más que sus padres y hermano. Los míos no pudieron viajar, pues no hacía mucho habían abierto un restaurante en Busan, mientras que Yoon no tenía mucho tiempo de haber dado a luz a su segundo hijo.

Básicamente la familia del novio no tuvo tiempo de asistir, tampoco es como que JungKook les fuera a pedir que viajaran por un evento que únicamente duraría tres horas. Fue una boda simple mediante el registro civil, obviamente no perdió el valor emocional para la pareja de alfas.

Tal como Kook comentó, fue un mero impulso el contraer nupcias, Leah y él un día solo hablaron de lo hermoso que sería ser un matrimonio, mudarse, construir su vida, disfrutar de la plenitud del casamiento joven hasta que decidieran tener a su primer hijo.

Ninguno perdió tiempo, puesto que a la semana de decidir que querían compartir su vida con el otro, se desposaron ante la ley. Empezando la etapa que complicaría por completo su relación, pues el matrimonio se efectuó un año y ocho meses después de haber oficializado su noviazgo.

JungKook recién había cumplido veintiséis años cuando se casaron, mientras ella ya tenía veintisiete. Era un año mayor a él, mas con seguridad su edad podría pasar desapercibida por los demás, porque no aparentaba la edad que dictaba su fecha de nacimiento con el presente de ese entonces.

Quizás la diferencia de edad no era excesivamente alta, mas el entorno en el que se criaron fue completamente distinto, sus etapas, construcción de percepciones, ideales, entre otros matices.

Aquello solo se vio reflejado unos meses posteriores a la recepción marital, su relación comenzaba a quebrarse por la constante desconfianza de los dos en sus trabajos, el ser alfas les traía problemas, sumado a eso el que ninguno se dejara marcar por el otro.

Siempre respetaron los límites de sus lobos, ese fue uno de los acuerdos que pactaron cuando iniciaron su relación, tomaron en cuenta las medidas necesarias para que ambos lobos pudieran convivir hasta aceptarse recíprocamente.

Eso no fue suficiente cuando los desastrosos celos de su exmujer comenzaron a incrementar, junto a la desconfianza de él con ella.

Porque mientras JungKook se mantenía como blanco fácil de algunos empleados del bufete de sus padres –inclusive el propio–, los mismos clientes, consultores, tanto omegas y alfas... ella intencionalmente expulsaba feromonas para otros, se dejaba marcar y excusaba sus deslices en sus narices.

Hasta que Jeon se cansó de ser el único que aceptara sus reclamos cuando a él le fastidiaba muchísimo más apestar a otros, eso le incluía a ella.

La paz que pactaron para sus lobos se quebró, el de Leah perdió el control y la única vía para JungKook fue usar su voz, que al ser un alfa puro, funcionaba perfectamente en ella.

Un constante desafío de quién lideraba la relación se formó, comenzaron a alejarse hasta que los padres de ella se enteraron debido a la misma hija, quien cuando trataba de arreglar las cosas sin siquiera disculparse JungKook le ignoraba deliberadamente.

Al alfa menor no le fue tan difícil adivinar los futuros altibajos a causa de esa inestabilidad, por lo que no fue complicado charlarlo con sus suegros y llegar a un acuerdo que, poco a poco, quizás, muy probablemente, le daría un nuevo progreso a su relación.

Los niños son pilares de armonía, diversión, constante aventura e inevitable caos de inocencia, pero no puede decirse lo mismo de los matrimonios que pueden ser circunstanciales, feroces, desequilibrados e inmorales.

Es quizás porque forman parte de lo que está determinado a finalizar, porque no es para ti, o en todo caso, como en las creencias más tradicionales, no es lo que la diosa luna ha preparado para ti.

JungKook aspiró con nostalgia su lúgubre matrimonio, aunque también, con un inmedible cansancio el haberse permitido un desastre de conflictos que debió atender en el mismo instante, además de asegurarse de permanecer completamente centrado en pequeños comportamiento que resultaran un tanto cuestionables.

—Primero que nada, me alegra muchísimo que no permitieras que escalara a otros niveles —comentó el alfa Kim—. Es abrumador salir de un juicio teniendo a un bebé en brazos. Así que, hermano, déjame decirte que estoy orgulloso de ti, no solo por eso, por todo en lo que te has convertido. Lo que más merece la niña y tú de ahora en adelante, es absoluta paz y armonía.

El pelinegro de iris celeste sonrió, recibiendo el abrazo de Gyu con gozo, mientras que la educadora Song les veía un tanto indiferente, a pesar de todo lo relatado ella tenía innumerables preguntas por acontecimientos que presenció.

No era fría, mucho menos restaba importancia a lo que a su gran amigo le sucedió viviendo en el extranjero, casi una década alejado de ellos y de su vida pasada, tratando de volverse a meter de lleno en el proceso de conectar consigo mismo.

A Yuqí no le molestaba ni nada por el estilo el darle un poco de afecto físico, de hecho no tenía ningún problema con regalarle un poco de la reparadora calidez que un abrazo puede brindar. Por el contrario, quería darle ese abrazo más que nadie, mas también cabía posibilidad de regalarle un poco de hostilidad luego de mantener presente el simplemente regresar de EUA y querer poner de cabeza la vida de otros.

Y con eso, sí, se refería al omega recesivo. Al menos una advertencia debía darle.

—No es por meterte presión o atacarte, Kook. Como tu amiga sabes que estoy más que encantada por lo que has logrado —paró en seco, viendo a su esposo regresar a su lugar, el alfa asintió, aceptando su comentario con el fin de escuchar su opinión.

Su mirada amigable, compasiva e infusible encogía el corazón de la otra alfa. Más que nadie conocía el amor que alguna vez tuvieron por el otro, pero creía amable darle un aviso previo, recordar que ahora la realidad de todos era distinta.

Todo por el bien de asegurar que ningún conflicto surgiera, mucho menosque alguno de sus dos amigos saliera perjudicado. No cuando Kook apenas habíasalido de un ambiente tóxico, mucho menos cuando el otro poseía una hermosafamilia con alguien que aprendió a amar de nuevo, permitiéndose una nueva vida.

—Creo conveniente avisarte que TaeHyung se encuentra casado, tiene una familia y vive feliz. Sería agradable que tuvieras más consideración y respeto por él, por todo lo que le ha tenido que enfrentarse para mantener la paz que tanto le costó construir junto a su esposo.

Ninguno dijo nada al respecto, el alfa puro se dedicó a beber hasta el último sorbo de vino en su copa. Mientras que el esposo de la castaña arrugó el entrecejo, sin saber a qué se refería su mujer, un tanto perdido por la incomodidad que se formó en el ambiente.

Y es que tampoco era ciego, mucho menos insensible, sabía que de algo no se estaba enterando, algo no le estaban contando. Quería averiguarlo, pero tampoco iba a hacerlo teniendo el ambiente tan tenso, sería demasiado imprudente y su pasado con excesiva imprudencia lo había dejado años atrás.

La silla crujió contra el concreto tras ser arrastrada hacia atrás, el aura del anfitrión se tornó sombría e impredecible, posterior a eso, los dos solo pudieron acceder al pedido del dueño de la casa, pues su actitud había provocado escalofríos hasta en sus lobos que gruñían un tanto a la defensiva.

—Creo que es momento de que se marchen, MinGyu.


Hola, hola, gente preciosa. ¿Cómo andamos? Espero que bien o por lo menos algo bueno dentro de todo.

Este ha sido un capítulo tedioso de culminar, más allá de mis contratiempos, fue la dificultad de expresar un poco de la vida y parte de la personalidad de JungKook, a quien me he tomado la molestia de, en mis notas, solo resumirlo en términos básicos.

Entonces, sentí casi imposible de finalizar el capítulo en seis mil palabras, por lo que acá tenemos unas siete mil y tantas, no esperen menos de capítulos posteriores porque a partir del siguiente, lo mero bueno comienza.

Por cierto, ¿consideraron apropiada la advertencia de cierta alfita? Leo comentarios, opiniones y todo bajo el respeto adecuado.

Realmente espero volver a actualizar por acá pronto, por suerte el siguiente apartado está trabajado en un treinta por ciento.

Mmm, tambien hago aviso que durante estos días haré una pequeña modificación a los capítulos anteriores porque me estresa un poco cuando la Lap no me modifica realmente los cambios que hago o que recuerdo haber hecho.

Uh, no me acuerdo que iba a preguntar o avisar en el apartado anterior, pero en este último tiempo he pasado reflexionando más a profundidad los rasgos de personalidad o que caracterizan a todos los personajes acá, me ha dado la impresión de que la trama se va a ampliar bastante.

Consideraba unos veinte capítulos adecuados para terminar todo, pero ahora es probable que sean hasta casi cuarenta apartados de contenido porque haciendo cálculos, si lo dejo en veinte será demasiado crudo.

Eso es todo, nos vemos  pronto con suerte. <3

—Ale. ^^

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