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♡ [5] El arma más poderosa.

[ Cupido/Eros ]


—Quisiera saber por qué, si Zeus me mandó a llamar a MI... —hice énfasis en lo último—, USTEDES DOS están escoltándome para entrar también. —Volteé en seco y me quedé de pie frente a Apolo y Anteros quienes caminaban a la par tras mío en el pasillo, dirección a los aposentos del Dios.

Apolo me apuntó, acusándome. —¡Deberías agradecernos, vamos a sugerir que nos envíen a la tierra a resolver tus malditos problemas! —¿Debía agradecer que ellos se convirtiesen en los héroes del día? —Además de que... Voy a hacer otro tipo de petición. —Soltó con algo de ¿Vergüenza? 

Mi gemelo no soltó palabra alguna, sólo se limitó a dedicarme otra mirada de indiferencia, que esta vez no me causó impresión alguna.

Lo único que debía de agradecer era el hecho de que oír las estupideces de Apolo lograba distraerme del posible castigo que Zeus¹ pondría sobre mí al saber que hice uso nuevamente de mis flechas doradas.

Se suponía que mis armas fueron decomisadas por él y custodiadas por una bestia a la que él mismo le encargó esa única misión.

Lo que él no sabía era que aquel trágico día donde mi castigo fue impuesto, yo no entregué todas mis flechas.

¡Claro! Claro, él debe entender que fue una travesura de querubín en ese entonces, para cuando me harté de las burlas del Olimpo, recordé que había guardado solo aquella flecha en un lugar secretísimo e hice uso de ella como último recurso para surgir en mi estadía en la tierra en búsqueda del amor perfecto.

Nací en medio del caos de un conflicto entre el cielo y la tierra, siendo el primogénito de la diosa de la belleza universal y del dios designado para la guerra, claramente se esperaba de mí grandes cosas.

Entonces, ¿Por qué se me asignó el sencillo don del amor?

Y más encima, jamás lo he sabido ejecutar bien. De hecho, por culpa de mi ineptitud ante este don fue que nació Anteros².

—¡Solo puede pasar el joven amo Eros! —Advirtió el querubín que había venido la vez pasada, volando rápidamente se interpuso entre nosotros, algo asustado. —¡Jóvenes amos Apolo y Anteros, por favor, retírense!

Apolo empujó al querubín. —¡A un lado, esquincle! —Intentó abrir la puerta, pero Anteros lo tomó por sorpresa cuando agarró su mano y le dio una mirada compasiva. 

—Deja que solo pase ahora mi hermano, por favor. —Con un tono de voz bajo que apenas logré escuchar, alejó a Apolo de allí, y mirándome una vez más, inexpresivo, tomó distancia.

Tomaré eso como una mirada llena de preocupación típica del amor de hermanos. 

Suspiré hondo y, a la cuenta de tres, abrí la puerta.

—Por fin vuelves a casa, pequeño Eros.

Dios mío, ¿Qué hago ahora?

Lo único que se me ocurrió fue balbucear algo incomprensible mientras me acercaba a él.

—¡Hola...! —dije en un tono que era la mezcla exacta entre nerviosismo y vergüenza—. Cuánto tiempo, ¿No? Tu familiar favorito ha regresado, jeje... Eso creo, ¡No me hagas caso! Sabes que cuando estoy nervioso suelo hablar mucho y decir estupideces, ¡Espero eso no te moleste porque yo...! —El hombre que ahora, adentrándome en la habitación pude ver, comenzó a reírse con su reconocible voz madura. 

Él se hallaba en un diván de oro con seda, siendo apenas alumbrado por la poca luz que se colaba entre las cortinas. Pude verlo: Vestido únicamente con sus típicas túnicas de las más finas telas y su largo cabello del color de la nieve, la figura de Zeus era muy semejante a la de un hombre maduro, con ciertas arrugas y barba definida. 

Aunque él a lo largo de la historia ha esparcido rumores sobre sí mismo haciéndose retratar como una persona despiadada pero también justa, cuando tú podías verlo de cerca era todo lo contrario. O eso él me hacía ver. 

Diría yo que ha sido el único de todo el Olimpo que no me ha visto con ojos de decepción ni siquiera una sola vez en toda mi existencia. 

Zeus desprende un aura muy bondadosa cuando yo aparezco.

—¿Qué me puedes decir sobre tu estadía en la tierra hasta ahora? —Me preguntó mientras hacía un ademán para que me acercara. Me quedé en silencio unos segundos mientras me tranquilizaba y le daba sentido a lo que fuese a responder.

Después de todo, él fue quien me dio el permiso final para ser el embajador oficial de los dioses en la tierra, claro que necesita un reporte, aunque sea verbal.

—B-bueno... Observé el amor a más detalle —Comencé a juguetear con mis dedos sin querer mirarlo al rostro —Y, y... Aprendí más sobre cómo funcionan los corazones humanos... ¡Sin trampas! Obvio.

Él arqueó una ceja y comenzó a hacer movimientos señalando las onduladas puntas rosadas de mi cenizo cabello:
 —¿Y solo eso pasó durante dos años y medio sin saber de ti?

Me encogí.

¿Cómo le explico que abrí una empresa y comencé a lucrar con el amor de los seres humanos para poder subsistir en la tierra? 

¿Y que influí de igual forma en las relaciones humanas por medio de una aplicación que creé?

¿Con qué cara le digo que dejé a una ciudad completa con el corazón roto?

¿Y cómo explico que fui preso?

A veces me pregunto si debería pedirle consejos a mi espejo. Al menos allí siempre soy un éxito

—Ah, ¿Te gusta? —Tomé uno de mis mechones —E-está teñido, yo mismo lo teñí. ¿Sabías que existe algo llamado papel crepé con lo que puedes...? — Bajé mi rostro— ¿A quién engaño? Volví a fallar. —Me arrodillé sin ánimos de poder levantar mi cabeza de nuevo —Otra vez te decepcioné, no aprendí nada, ¡Nada! Abrí una empresa donde lucré con los sentimientos humanos y luego creé unas galletas donde repartí una flecha de oro que guardé a espaldas tuya y... Y... ¡Y nada salió bien! Soy un desastre, yo...

—Eros. Levántate. 

Levanté poco a poco mi cabeza con algo de miedo por lo que seguiría. Mi mirada estaba nublada por las lágrimas que amenazaban con salir. Me limpié, pero me sorprendió lo que vi. 

Zeus sonriéndome con dulzura.

¿Por qué era así conmigo a pesar de que eché todo a perder? 

Tosió un poco —Deja de atormentarte sobre el tema de la flecha. Yo permití que te quedaras con ella. —Confesó.

No lo podía creer, ¿Por qué me quitó todas mis flechas y me dejó quedarme con una sola a pesar de que observó el peligro que podía ser con ellas en mi poder? ¿Qué pensaba qué haría? 

—Sobre tu empresa, debo reconocer que me has sorprendido, hijo. —Me miró fijamente con sus orbes grises —Y yo que pensé que utilizarías la flecha para algo más trivial con lo caprichoso que solías ser. —Me sonrojé un poco al recordar viejas historias sobre mi adolescencia que prefería sacar a relucir en otra conversación más adelante.
 —Ha sido algo muy estratégico de tu parte, deberías reconocerlo.

—Y-yo pensé que... ¿Habrá un castigo? —Pregunté tímido, me dedicó una sonrisa ladina.

—Si consideras un castigo cruel volver a la tierra, pues si —Zeus se cubrió la cara para poder reírse —Lo siento, hijo. Es que si vieses tu cara también te reirías. De alguna forma me enorgullece darme cuenta de que el símbolo del amor sigue lleno de inocencia.

¿Cuál inocencia? Yo estoy miedo del lleno... ¡Qué digo!, lleno de miedo. Me quedé en silencio unos minutos, reflexionando y calmándome antes de seguir diciendo tonterías que hicieran reír al mayor de los dioses. 

Él apoyó su cabeza en su mano mientras se sentaba de forma cómoda en su diván.
—¿Quieres saber algo? Cuando naciste, yo elegí ese don para ti.

¿Qué? ¿Y por qué justo ese? ¿No le avergüenza saber que al dios al que le otorgó una simple habilidad no puede hacerse cargo responsablemente de ella? ¿En qué pensaba?

Algo decepcionado apreté los puños —No comprendo este don que elegiste. 

El mayor suspiró: —¿Cómo ibas a entenderlo aquí? Por eso decidí que bajaras a la tierra, hijo. Aquí solo ibas a seguir alimentando ese caprichoso corazón tuyo con disputas que no tienen un final, almacenando dudas que no te harían mirar más allá de lo que tú mismo te ves capaz de lograr. —Se levantó y a pasos lentos fue acercándose a mí, quedando frente a frente. Colocó una mano en mi hombro: —El amor es la fortaleza más extraña que existe en todo el firmamento... Pero también es el arma más poderosa.

Sonreí al escuchar lo último.

—Comprender la fuerza más complicada que envuelve a toda la existencia es algo que no todos los dioses estarían dispuestos a intentarlo... Pero tratar de estudiar algo como el amor requiere de observación y experimentación. 

Arqueé una ceja. —¿Cómo?

—¿Sabes por qué te quité tus flechas?

—Por... ¿Flechar a los demás de forma inconsciente sin pensar en el daño que hacía? ¡Auch! —Me dio una leve palmada en la espalda mientras suspiraba agotado.
—Digamos que ese fue solo el primer motivo. —Admitió —En realidad lo he hecho para que tú mismo logres observar de cerca la profundidad de los sentimientos que disparas a la ligera, no podía enviarte a la tierra a estudiar el amor con tus armas al lado tuyo, conociendo lo impaciente que solías ser.

—¿Qué debería hacer ahora?

Esa fue una pregunta que más que todo me hice a mí mismo para saciar mi ansiedad momentánea, pero en ese instante sentí algo tocar mi hombro con insistencia. Cuando volteé a ver una sorpresa me invadió: él me estaba regresando mis flechas.
—¿Qué? ¿Y por qué? —Pregunté, emocionado —¿Por qué las tengo de vuelta si acabo de hacer un caos allá abajo en tierra?

—Digamos que es una pequeña ayuda. —Guiñó un ojo —Considero que has madurado lo suficiente como para estar consciente de cómo debe ser usado y provocado el poder del amor.
—¡GRACIAS! —Chillé —Gracias... —Mis ojos comenzaron a escocer mientras miraba con detalle la aljaba que contenía las flechas sagradas que una vez se me fueron otorgadas —Gracias por... Por todo —Tragué fuerte —Por tenerme confianza a pesar de la profecía que envuelve mi nacimiento. 

Zeus acarició mis rulos; —El caos que envuelve tu nacimiento es el mismo que envuelve al amor, y eso es lo que los hace igual de hermosos. ¿Qué esperas para volver y reparar tu error con observación y experimentación?

Sonreí, me sentía tan conmocionado que solo quería seguir agradeciéndole tanto apoyo y aprecio por su parte. —Y-yo...
—¡AY!

La puerta fue dramáticamente tirada abajo por nada menos que el animal de Apolo y Anteros, mi gemelo, quienes pareciera estaban espiando por detrás de la entrada que no soportó el peso de ambos contra esta cediendo ante nosotros, quienes nos quedamos sin palabras.
—Inesperado —Murmuró el hombre mayor quien se acercaba para ponerse en frente de ambos muchachos y dedicarles una mirada desaprobatoria.

—¡Señor Zeus! Y-yo, nosotros queríamos decirle que... que...

Ahora sí que su mirada era totalmente diferente a las que solía yo apreciar, pero al parecer una idea se le cruzó por la mente porque sonrió casi que al instante: —Ya sé que haré con ustedes dos por esta insolencia sobre estar husmeando en mis asuntos.

Comencé a sonreír malévolamente tras él mientras observaba a Apolo y tomaba nueva venganza por sobre sus miradas de superioridad otorgadas en ocasiones pasadas, ahora él sería cruelmente castigado por el Dios Zeus y yo presenciaría eso antes de irme otra vez a la tierra, claro que sí. Ver su mirada atemorizada fue la cereza del pastel en este día tan maravilloso. 

—Apolo, Anteros. —Anunció con autoridad: —Ustedes irán con Eros a la tierra.

¡JA!... ¿Qué?

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¹. Zeus: Es el dios del cielo y del trueno, el más importante de los dioses olímpicos. Se le considera "padre de dioses y hombres", tras su victoria definitiva sobre los Titanes y demás fuerzas primitivas. Es el último de los hijos de Crono y Rea. 

². Sobre el nacimiento de Anteros: Su madre Afrodita se quejó una vez ante Temis (Diosa griega de la justicia) de que Eros no crecía y seguía siendo un niño perpetuo, por lo que Temis le aconsejó que le diera un hermano. Afrodita luego dio a luz a Anteros (que significa "contraamor"), y cada vez que estaba cerca de él, Eros crecía. Pero si Anteros estaba ausente, Eros volvía a su tamaño anterior, más pequeño. "El amor no puede crecer sin pasión" rescata este mito.











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