15. Final.
—¿Por que esa cara?
La castaña de cabellos largos se encontraba mirando la ventana del vehículo, que se movía a una velocidad normal, ignorando la pregunta de su madre.
—Ava... ¿Que sucede?
Los ojos color miel miraron hacia su progenitora que se encontraba manejando, y al sentir su mirada, negó con la cabeza tirando varios mechones hacia atrás.
—¿No lo recuerdas? Estoy castigada.
Su madre soltó una risa nasal ante el comentario de su hija.
—Ah no, no me vengas con ese pretexto.— respondió.— si, estas castigada por haberte robado las galletas que he estado comprando para tus hermanos... pero, esa cara no es por eso... soy tu madre y reconozco una cara triste cuando la veo.
》Y hasta podría decir que es tristeza de un corazón roto.《
Avary frunció el ceño.
—No es nada mamá.— resopló.— y ya me disculpé miles de veces por robar las galletas que compraste a los mocosos y por las que hiciste.
—Como que nada.— le reprochó, ignorando sus disculpas.— esa mirada que tienes es por un chico. ¿Quién es?
Suspiró cansada volviendo su atención hacia la ventana.
—Si... puede ser que esté así porque me guste un chico.— respondió aplanando sus labios.— y puede que él se haya enterado que me gusta...— sintió como su vergüenza crece en su pecho.
—¿Y te rechazó?
—No... no me confesé, se enteró por terceros.— comentó, viendo como ya habían llegado al lugar.— Y no puedo verlo a la cara de la vergüenza.
—Mmm... yo creo que deberías hablar con él.— respondió, mientras estacionaba el auto. Apagó el motor, y giro su cuerpo para ver a su hija, tomando unas de sus manos dándole suaves caricias.— Además eres una hermosa mujer, valiente, cariñosa... con una sonrisa preciosa, ¿Que chico no se enamoraría de ti?
Ava rodó los ojos.
—Lo dices porque eres mi madre.— sonrió divertida.— Y él es... especial, él es hermoso... mientras que yo solo soy yo.
—Si, eres tú y eso es suficiente.— llevo su mano hacia sus labios, dándole un beso. Causando que Ava sonriera con cariño al tener una madre tan hermosa, cariñosa y que da buenos consejos aunque cuando se enoja hasta el diablo le tiene miedo.— Y si ese chico no se da cuenta es un idiota.
—Gracias mamá.— respondió.— ahora vamos a comprar antes que los engendros del demonio incendian la casa al estar solos por tanto tiempo.
—No hables así de tus hermanos.
Avary rió mientras que su madre le dio una fea mirada. Ambas bajaron del auto y entraron al mini supermercado que se encontraba en el pueblo de Forks.
Agarraron un changuito que se encontraba a las afueras del mercado, entraron al local y comenzaron a recorrer los pasillos, buscando los productos escritos en una hoja. Su madre manejaba el carrito mientras que Ava leía los productos e iba a buscar los otros que faltaban, maximizando el tiempo.
—Listo.— habló Ava mirando a su madre.
—¿Pusiste el dentrífico?
—Sip.
—¿Puré de tomate?
—Ajá...
—¿Las toallitas?
—Si, dos normales y dos nocturnas.— respondió, viendo como su madre agarraba un paquete sorprendida al ver el precio del producto.
— ¡Ya no se puede ni menstruar!
—¡Mamá!— chilló nerviosa viendo hacia todos lados previendo que nadie la haya escuchado.— Dios, no digas esas cosas... es vergonzoso.
—Estoy de acuerdo con usted.— interrumpió una tercera persona, causando que Ava y su madre, miraran a la persona en frente suyo mientras veía que salsa de tomate llevar.— Ya no se puede menstruar tranquila...
—¡Ves! ¡Alguien que me entiende!— Susan se acercó a la morocha con una sonrisa en sus labios.— Este puré de tomate es muy bueno...
—Ay muchas gracias... seguiré su consejo.— le sonrió con todos los dientes, sorprendiendo a Ava lo bonita que es.— y a ti...— los ojos negros pararon en Ava, que se sonrojó al tener su atención.— no deberías sentirte avergonzada... es algo normal, debería dejar de ser tabú...
—¡Exacto!— sonrió radiante su madre.
—¡Andy!— una tercera voz la llamó, la nombrada, vió detrás de Ava y sonrió.
—Me llaman... saludos.
Andy, sonrió a las dos mujeres, guiñandole el ojo a Ava y se marchó hacia la mujer de cabellos castaños.
—La muchacha tiene toda la razón, la menstruación es normal hija.— habló su mamá, comenzando a caminar rápido hacia la cajera, siguiéndole los pasos Avary.— Y es muy molesto que las toallitas cada día estén más caros... agh...—de repente paró de caminar logrando asustar a su hija.— deberemos probar otros métodos... he leído por ahí que la copa menstrual es muy bueno.
—Mamá...— murmuró incómoda sintiendo sus mejillas enrojecer.— no quiero hablar de esto en un supermercado... en el auto si, pero aquí no, por favor.
Susan rodó los ojos y respondió con un 》Está bien《 volviendo a caminar hacia la cajera. Un suspiro de alivio salió de los labios de Ava, negando con la cabeza con una sonrisa divertida adornando en su rostro.
No había remedio con su madre.
Estuvieron varios minutos en la fila esperando que cuando llegó su turno, comenzaron a sacar todo del changuito. Ava sacaba, la cajera lo pasaba por el detector y su madre los volvía a poner en bolsas de vuelta en el carrito.
—¿Es todo?— preguntó la muchacha.
—Si.
—¡No, espera!— el grito que pegó su madre logró que ambas saltaran del susto.
—Mamá... cálmate, ¿Que es lo que falta?
—¿Cómo pude olvidarme?— acarició su frente.— Las galletas, faltan las galletas para tus hermanos.
—Oh...— recordó sintiendo una puntada en su pecho.— Iré por ellas, ya vuelvo.
—¡Bien, apresúrate!
Avary caminó con pasos rápidos hacia el pasillo de donde se ubicaban todas las galletas que llegan al pueblo de Forks. Al llegar, se quedó observando los estantes las opciones que había, recordando con una mueca en sus labios la vergüenza que pasó aquel día, en el buffett del colegio, en donde Margot Stain leyó a los cuatro vientos una de las notas que había dejado especialmente para Jasper Hale, señalandola en frente de todos y de él que ella había escrito la nota.
Ya que para su desgracia, Avary y Margot eran muy amigas cuando eran niñas, además que es su vecina. Por lo tanto, conoce bien su letra para reconocerla a kilómetros.
Suspiró negando con la cabeza, intentando de olvidar el peor día de su vida.
El día en que decidió olvidarse del rostro furioso de Jasper Hale que le dio. El día en que sus sentimientos fueron pisoteados por todo el colegio y de su amor platónico.
—Estas galletas son muy ricas.— una voz fría y seductora, susurró en su oído causando que un escalofrío recorriera por toda su columna vertebral.
Quedó paralizada al ver cómo una mano, pálida con dedos largos y finos, agarraba un paquete de galletas.
Su pulso se aceleró al girarse y encarar a la persona que le había hablado, quedando sin palabras, con su garganta seca sin poder articular nada.
¿Y cómo podía? Si tenía en frente suyo a nada más ni nada menos que a su amor platónico.
Jasper Hale.
El muchacho que le robó el aliento en el primer momento en que lo vió. El hermoso rubio con rizos que no puede quitarse de su mente. El joven con rostro de sufrimiento que invade sus sueños.
Ese chico, estaba en frente suyo.
Sosteniendo en su mano, las galletas; adornando en su rostro una sonrisa ladina en sus labios que se podía apreciar unos adorables hoyuelos y esos ojos dorados brillando con una pizca de diversión al ver como su compañera de clases, que se encontraba muda con sus ojos abiertos de la impresión, causándole ternura al verla de esa forma y más al notar como de a poco su rostro comienza a enrojecer cual tomate.
Avary, con su corazón latiendo fuertemente sobre su caja torácica, sintiendo su rostro caliente, ve la galletas que agarró su compañero... que eran, las últimas galletas que le había dado antes de que se supiera toda la verdad...
Tragó saliva con sus nervios a flor de piel y se giró sobre sus talones, obligando a sus pies a correr lo más rápido que podía hacia donde se encontraba su madre.
Susan al verla sin las galletas iba a preguntar que había sucedido cuando ve el estado en el que se encontraba su hija.
Roja como tomate.
Nerviosa.
Y alterada.
—Vámonos.— demandó Ava, mirándola con cara de cachorrito para que pagara de una vez y largarse del mercado.— por favor...
—Pero, ¿Que hay de las galletas para tus hermanos?— preguntó su madre, con su ceño fruncido.— ¿Y por qué estás así?
Avary miraba hacia todos lados esperando no ver al joven Hale, ignorando la pregunta de su madre.
—Mamá... por favor.— suplicó.— paga y vámonos de aquí... no estaban las galletas de los enanos, después iré a Port Ángeles a comprarles pero... necesito que nos vayamos ya...
Su madre aún con su ceño fruncido, suspiró y le pagó a la cajera. Apenas le dio el vuelto, Ava agarró con fuerzas el changuito y se encaminó con rapidez hacia el auto.
—¿Por que tanta prisa?— preguntó su madre, mientras abría el baúl para meter las compras.
—No... no es nada, es que... me-me olvidé que tenia una tarea importante para hacer del instituto.— susurró, metiendo concentrada las bolsas en el auto.
—¡Oh mira quien está allí!— señaló su madre.— ¡Hola señora Cullen! ¡Y hola chica que conocimos recien!
Andy rió divertida con lo que acababa de decir la madre de la humana de Juancito.
El cuerpo de Avary se tensó con tanza de un arco al escuchar el apellido Cullen salir de los labios de su madre.
—Hola señora McCall.— la dulce y melodiosa voz llegaron a los oídos de Ava que quiso morirse en ese mismo momento.— ¿Como está?
—Bien, muy bien ¿Usted?— la menor McCall insultaba a su madre en todos los idiomas que podía, al escuchar como entablaban una conversación, con la mujer que le encantaría llamar suegra.— Disculpa... te presento a mi hija, Avary McCall...
》Ava deja de meter las bolsas en el auto y saluda.《
Bufó molesta y giró sobre sus talones para saludar a la madre de su amor platónico. Sus ojos se encontraron rápidamente con una mujer hermosa, de ojos dorados con un rostro de forma de corazón y cabellos castaños brillosos.
—Preciosa.— pensó Avary al verla.
Carraspeó para poder encontrar su voz y con una sonrisa tensa en sus labios, saludó amablemente a la señora Cullen.
—Es un gusto conocerla, señora Cullen.— murmuró.
—El placer es mío cariño.— habló con ese tono encantador.— ella es Andrómeda, mi cuñada.
—Pueden llamarme Andy.— sonrió inocentemente aunque un escalofrío pasó por la columna vertebral de Ava.— Y falta alguien aquí... ¡Ah sí! ¡Juancho!— gritó emocionada, confundiendo a las dos mujeres al escuchar esa palabra.— Jasper Hale Cullen... es mi hijastro...
》Vaya... nunca pensé que diría eso...— susurró bajo Andy, que fue solamente escuchado por la vampiro que la acompañaba.《
Avary quería en ese momento que la tierra la tragara, al ver como su sexy crush, salía del súper y se acercaba hacia ellas con ese caminar que los distingue los Cullen. La castaña al tener la presencia del rubio en frente suyo, literalmente, apartó su mirada observando un punto inexistente en las bolsas que todavía faltaban meter.
—Es un gusto conocerla señora McCall.— se presentó el Hale amablemente, dirigiendo su mirada dorada hacia la humana que evitaba su mirada a toda costa.— Hola Avary...
El rostro de la castaña se incendió como un fósforo al escuchar su nombre salir de los labios del Hale. Que intentó ser valiente y mirarlo a la cara, fracasando rotundamente al no poder sostener la mirada del rubio.
—Ava... te acaba de saludar.— le regañó su madre.
Avary realmente quería saludarlo pero con los nervios no podía articular ni una palabra. Hasta que tuvo una rara sensación, como si una capa de tranquilidad le cariciara su cuerpo, sintiéndose más calmada.
—Ho-hola...— tartamudeó, mordiéndose el labio inferior mirando hacia otro lado que no sea su crush.
—Aquí tienes las galletas.— los ojos de Ava pararon hacia el paquete de galletas que el rubio le estaba tendiendo.— te las olvidaste.
—¿No era que no quedaban más?— preguntó, su madre, molesta mirando hacia su hija que ésta evitaba la mirada de su progenitora.— Gracias Cariño, ¿Cuánto salieron?
—Oh, no se preocupe.— habló Andy con una sonrisa divertida en su rostro.— Jasper las compró con gusto para e...
—Avary... ¿Podemos hablar?— interrumpió de repente, el rubio, avergonzado por la travesura de su madrastra.
La castaña frunció el ceño ante la pregunta, ya su mente jugandole una mala pasada, imaginándose los mil escenarios en donde él la rechaza o en donde se ríe de ella y de sus sentimientos.
—Si, por supuesto que puede hablar contigo, cariño.— su madre la empujó hacia él, que casi se cae de cara en frente de él, que para su sorpresa le agarró el brazo deteniendo justo a tiempo el acto vergonzoso.— Vamos ve...
—Lo siento...— susurró, apartándose de él, ignorando la corriente eléctrica que le recorrió por todo su cuerpo al sentir su mano fría sobre su brazo.— y... si, podemos ha-hablar...
Avary comenzó a caminar, sin antes de darle una mirada de odio profundo a su madre que esta le sonrió y le levantó los pulgares hacia ella, queriendo morir en ese momento al ver que su madre no es para nada disimulada al hacer eso en frente de la madrastra del chico que le gusta, que la morocha le volvió a guiñar el ojo, con una sonrisa divertida en sus labios.
¿Era tan obvia?
Suspiró, sintiendo otra vez esa calma invadir su cuerpo, estando más tranquila. Aunque no podía mirarlo a la cara.
—¿Como estas?
—Ammm... bi-bien.— murmuró, sabiendo que se encontraban bien lejos de su madre chismosa. Ve de reojo como la madre de Jasper le habla a su madre, supone ella, para distraerla.— si se puede decir bien.
—Eso es bueno...— habló Jasper sin saber como abordar el tema.
Un silencio bastante incómodo apareció entre ellos, causando que la mente de Avary comenzara a torturarla con pensamientos horribles.
—Lo siento.— murmuró con su voz quebrada, la castaña, mirándolo a la cara con su rostro rojo, lleno de vergüenza.— Yo... lamento lo que sucedió en el buffet...
El nudo se comenzó a incrementar en su garganta al igual que la angustia en su pecho.
Se sentía tan ridícula.
Patética.
¿Por qué Jasper se fijaría en alguien como ella?
—Yo... yo no quería que pasaras un mal momento...— susurró.— como, como sabrás yo, yo soy la chica de las notas.— sentía las lágrimas recorrer sus mejillas, sintiéndose más ridícula con los segundos que pasaba en frente de él.— Soy la dueña de esas tontas notas...— silencio.— Realmente no se que estaba pensando cuando estaba haciendo eso... pero si estaba segura que quería hablar contigo de alguna forma y... y de confesar mis sentimientos pero no así... yo, lo siento... seguro que me odias y por favor yo... se bueno conmigo al rechazarme, se que te estoy pidiendo mucho...
No pudo continuar de hablar al sentir un dedo frío sobre sus labios, provocando que se le pare el corazón al sentir su cuerpo tan cerca de ella. El dedo índice de Jasper comenzó a bajar lentamente por su piel hasta llegar a su mentón, en donde el rubio la obligó a levantar su rostro, encontrándose con esos ojos marrones brillantes que le cautivó en el primer momento que chocaron.
Una sonrisa salió de los labios del rubio, al ver cómo las mejillas de Ava se calentaban ante la cercanía y el descaro de poner sus manos sobre las mejillas de la castaña, limpiando con sus fríos pulgares la piel cálida de la humana.
—¿Por que te rechazaría?— Ava se deleitó ante la voz de su amor pero al procesar la pregunta, frunció el ceño confundida tratando de calmar su alocado corazón.
—Por...porque, tú eres tú.— murmuró mojándose los labios con su lengua al sentirlos secos, que no fue un acto desapercibido para el rubio que se cautivó ante ese movimiento.— y yo... soy yo.
—Si... eres tú.— susurró más cerca de ella, deleitándose al escuchar el retumbar de su corazón desenfrenado por causa suya.— y me encantas.
Las emociones en el interior de Avary explotaron como fuegos artificiales al al escuchar esas palabras, sin poder creerlo. Abría y cerraba la boca como un pez fuera del agua sin saber que decir.
—¿¡Ya son novios!?
Avary se puso roja como un tomate sin saber si por la vergüenza o por el enojo que está comenzando a fluir por sus venas al escuchar el grito de su madre.
Jasper rió divertido negando con la cabeza, sonriendo con todos los dientes provocando que Ava se sienta privilegiada de ver tan hermosa sonrisa.
—Nos está tomando fotos.— susurró, apartando las manos de las mejillas calientes de su humana.— Al igual que mi madrastra...
La castaña estaba segura que mataría a su madre más tarde, ya que en este momento, lo único que quería es tener una vez más las manos heladas del Hale sobre su rostro y quitarse esa espinilla de duda en su corazón.
—Jas...Jasper.— lo llamó, provocando que el rubio se derritiera al escucharla decir su nombre.— ¿Yo... yo realmente te gusto?
Los ojos dorados como el oro, observaban cada detalle del rostro de la castaña, desde como mordisqueaba su labio inferior, o como sus mejillas se encuentran decoradas con un adorable carmín hasta esos hermosos ojos miel que lo miran con un brillo de esperanza pero también de miedo.
Su mano se dirigió hacia uno de los mechones sueltos que lograban ocultar la mayoría del rostro de la castaña y lo colocó detrás de su oído, para luego inclinarse sobre ella, dejándole un beso frío en su piel.
—Me gustas Avary.— susurró.— Realmente me gustas y mucho.
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