Hoy fue un cuento de hadas.
El tiempo se ralentiza
Cuando estás cerca
Pero, ¿puedes sentir esta magia en el aire?
Debe ser por la forma en que me besaste.
Me enamoré cuando te vi ahí de pie.
Debe haber sido por la forma en que hoy fue un cuento de hadas.
Hoy fue un cuento de hadas.
Tienes una sonrisa que me lleva a otro planeta.
Cada movimiento que haces, todo lo que dices es correcto.
—Today Was A Fairytale (Taylor's Version) – Taylor Swift
***
—KyungSoo, ¿a dónde vas?
La voz áspera de una mujer mayor toma desprevenido a KyungSoo, quien se aferra al asa de su mochila como si ésta fuera a salvarlo.
—Te hice una pregunta, KyungSoo. —Ella insiste al compás del repiqueteo del bastón contra el suelo.
KyungSoo se gira, enfrentándola... Bueno, lo intenta. Apenas su mirada choca con los ojos de su madrastra, él baja la cabeza.
—A trabajar. —KyungSoo susurra, de manera estrangulada, casi como si su voz huyera espantada de su cuerpo.
A primera vista, podría resultar estúpido que KyungSoo tema de la mujer mayor, pues ella posee un bastón. Y los bastones son para sostenerse, ¿no? Además, su cuerpo es delgadísimo, sin fuerza. A segunda vista, seguirías creyendo lo mismo: la señora es inofensiva. Sin embargo, KyungSoo vive con ella. Él sabe que ella no usa el bastón para mantenerse de pie. En realidad, ella solo camina con el bastón cuando está dentro de la casa. Y lo hace con el único objetivo de amedrentar a quienes viven con ella. Esa señora, haciendo uso de su bastón de madera despintado, fue quien rompió su ala derecha sin compasión.
Oh, sí, todos los seres que habitan en GreenDer son hadas.
Por eso, estás leyendo un cuento de hadas.
Y lo más preciado para un hada son sus inigualables alas. Aquellas son magistrales. A pesar de ser transparentes, sus bordes poseen brillos coloridos, agradables e hipnotizantes. Al aletear puedes ver las luces de colores recorrer el cielo, pintándolo y llenándolo de vida. Las alas preciosas dotan a las hadas de estatus. Asimismo, suelen mostrar el camino que el hada debe seguir. Los colores primarios son para las hadas pueblerinas, las que se encargan de las actividades básicas: confeccionar, cocinar. Los colores secundarios son para la élite: guerreros, sacerdotes. Y el color menos común, el dorado, es reservado para la monarquía.
Todas las hadas aprecian sus alas y comprenden la importancia que poseen las alas de las demás hadas. No obstante, no importó cuanto KyungSoo lloró, suplicó y juró. Ella, Byun Yeon Jin, le clavó a KyungSoo el bastón cincuenta veces en su ala, dejándola completamente inútil. ¿Y qué es un hada sin sus mágicas alas? No es nada. KyungSoo se vio reducido a la nada misma, a las miradas juzgonas de las demás hadas y a los susurros lastimeros que soltaban por él. Claramente, nadie sabía cómo se había herido de gravedad. Su madrastra se había encargado de propagar el rumor que, luego de la muerte de su padre, él había enloquecido y se había flagelado a sí mismo. Y que ella, junto a sus dos amorosos hijos, le habían rescatado de una inminente muerte.
La historia verídica y oculta es que KyungSoo se había negado a ser tratado como un esclavo por su familia no escogida. Incluso, mencionó que podría irse y dejar de ser un estorbo si tan solo le daban el dinero necesario. Pero Byun Yeon Jin es avara, así que se negó rotundamente. Lo castigó con dureza, le rompió el ala, lo despojó de su ropa, de sus ahorros, y le quitó su habitación. Pero más allá de eso: ella le robó su autoestima y su confianza en otros.
KyungSoo se siente nadie en ese mágico bosque habitado por hadas. Debería haber magia y brillos por doquier, pero para él solo había desesperanza y desesperación. Mientras las demás hadas eran capaces de mostrar sus espléndidas alas al volar o de enseñarlas a quien cortejaban, KyungSoo las escondió dentro de un poncho marrón parcheado.
—Bien, anda. Pero no regreses tarde, debes trapear la sala.
La mirada intensa de odio de Yeon Jin se clavó en los ojos temerosos de KyungSoo.
—Regresaré temprano. —Dice, agachando la cabeza porque cada vez que su madrastra le mira a los ojos, siente que su cuerpo arde, como si hubiera sido arrojado a las llamas del fuego que consumieron a su padre.
KyungSoo sale de su casita de madera que se encuentra en la rama fuerte de un frondoso árbol en GreenDer, el bosque mágico donde habitan las hadas. Le gusta mucho su casita, por ello, siente mucha tristeza el tener que dejarla. KyungSoo está decidido a no quedarse durante más tiempo en la misma casa que su malvada madrastra, su rencorosa hermanastra y su celoso hermanastro. Su madrastra siempre le ha odiado y él no sabe por qué. Su hermanastra le culpa de la muerte de su padre (ella se había encariñado con Do Eun-seok). Y su hermanastro le roba todo lo que con esfuerzo consigue. Ninguna de esas hadas, que se supone deberían actuar como su familia, le quiere. Y eso le hace sentir desdichado. Si su familia no le ama, ¿podría alguien amarlo?
KyungSoo camina por el tronco del gran árbol con cuidado. Observa como otras hadas salen de sus casas e, inmediatamente, vuelan. En cambio, él se ve reducido a caminar con sus cortas piernas de un lado a otro, llegando siempre tarde. El hecho de que su ala esté rota le atormenta. Ha visto como varias hadas le miran de reojo para después ponerse a cuchichear. Todas las hadas le ven como el hada más imperfecto que alguna vez vivió en GreenDer. Y KyungSoo no les culpa porque es exactamente eso: imperfecto.
KyungSoo baja las escaleras de caracol que rodean el árbol hasta llegar a otra gruesa rama. En ella hay una avenida que se extiende hasta la parte más fina de la rama. KyungSoo camina con cuidado, viendo como otras hadas madrugadoras entran a sus respectivos puestos de trabajo. La rama está atestada de restaurantes chiquitos (nada lujosos), zapateros, costureros y un par de puestos que se dedican a la venta de frutas y verduras, como las rojitas ret o las anaranjadas rub. Pensar en ellas, le da hambre. Además, ni siquiera ha desayunado por huir desesperado de su casa. KyungSoo se detiene delante del puesto del viejo señor Oh, pero en esta ocasión no atiende el anciano, sino su nieto, Oh SeHun.
A KyungSoo le agrada el viejo señor Oh porque jamás ha dicho nada acerca de su ala rota ni le ha mirado con pena falsa. No obstante, Oh SeHun es un hada joven, lleno de vitalidad y picardía. Lo ha visto rodeado de varias hadas. Al parecer, el joven es todo un galán. Incluso, KyungSoo admite que el brillo amarillo de las alas del joven se asemeja a las alas doradas de la realeza, como si SeHun fuera un príncipe que por error terminó en una de las ramas bajas del Gran Árbol.
—Buenos días, ¿podrías darme dos rub y tres ret?
El joven hada le mira, inexpresivo. Se levanta de su banquito de madera y sacude su cabeza hacia la derecha, ordenando su cabello con estilo.
—¿Tres rub y dos ret? —SeHun inquiere, mientras coge con sus limpias manos las frutas y las mete en una bolsa.
KyungSoo asiente, incluso a sabiendas del error.
Es que es muy buen hada.
O muy tonto.
Una de dos.
O los dos.
¿Por qué no?
—Gracias, SeHun. —KyungSoo dice, cogiendo la bolsita que el otro le tiende.
—Serían nueve nuivs.
KyungSoo saca el dinero de su mochilita y se lo entrega a SeHun. Luego, sale de la tienda y regresa a la escalera de caracol para seguir bajando. En su camino, se encuentra con distintos bichitos, como hormigas y arañas, subiendo y bajando. Debido a que ha pasado un tiempo desde que su madrastra rompió su ala, KyungSoo ha intercambiado palabras con los bichitos, quienes son menos juzgones que las hadas. De cierta forma, no se enfocan tanto en la apariencia porque todos ellos son considerados "feos" o "temibles" por las hadas. Sin embargo, consideran que KyungSoo tiene más en común con ellos que con otras hadas. Y KyungSoo está de acuerdo.
Una oruga se detiene al lado de KyungSoo, le sonríe y KyungSoo devuelve el gesto.
—¿Quieres que te lleve abajo? —La oruga pregunta.
—Por favor. —KyungSoo responde, dejando escapar una risita. Sinceramente, él había estado esperando a que algún bichito se animara a ayudarlo.
KyungSoo se sienta encima de la oruga y la acaricia el lomo para avisarle que puede avanzar. La oruga verde con manchitas negras y naranjas desciende con agilidad por el tronco. Llegan abajo en cuestión de segundos.
—¿Podrías llevarme hacia la pastelería? —KyungSoo se inclina hacia delante, provocando que su rostro aparezca delante de la oruga y ambos se vean al revés.
—Solo si me invitas un postre.
KyungSoo le sonríe a la oruga y asiente.
Su pastelería era el único establecimiento dirigido por hadas en GreenDer que aceptaba a los bichitos. Así que, se había hecho de fama. Una negativa con las hadas. Una positiva con los bichitos.
La oruga le conduce al tronco cortado en el que se encuentra su linda y amada pastelería. La oruga se detiene delante de la puerta de rojo opaco y que poseía una ventanita circular. Antes de bajar de la oruga, KyungSoo se toma su tiempo para apreciar la reconstrucción de la pastelería, pues la original se había incendiado. Sus ojos brillan al ver todo su esfuerzo materializado. Su pastelería está hecha de madera y tiene la forma de un honguito. En el exterior, tanto en el suelo como en las dos ventanas al lado de la puerta, está adornada con una variedad de flores rojas, rosas y verdes. El techo parece cubierto con chocolate derretido, chispitas de chocolate y conos de helado. No es igual a la antigua, su belleza ni siquiera se acerca, pero es suya. Y la adora.
KyungSoo baja con cuidado de la oruga, abre la puerta de su pastelería y le permite la entrada. La oruga entra, veloz.
—¿Qué te gustaría? —KyungSoo pregunta, mientras lleva a la oruga hacia una mesita rectangular.
—Una de tus famosas galletas en forma de corazón con glaseado rosa.
—¿Podrías esperar? Tengo que prepararlas.
La oruga asiente. —Esperaría hasta una eternidad por tus galletas, ¡son riquísimas!
KyungSoo sonríe con orgullo. La receta se la había enseñado su querido padre.
Tiempo después, cuando KyungSoo está poniéndole el glaseado rosa a las galletas, escucha el timbre de su pastelería. Quizá la oruga se aburrió y se fue. KyungSoo se apresura a buscarla para decirle que las galletas están, prácticamente, listas. No obstante, al salir de la cocina ve a la oruga sentada en donde la dejó. Y hay un nuevo cliente parado frente al mostrador.
KyungSoo se acerca al mostrador y le sonríe a... ¿Quién es? KyungSoo frunce ligeramente el ceño. El otro ser tiene cubierto todo el cuerpo porque trae puesto una capa con capucha negra.
—¿Disculpe...?
—¿Es usted KyungSoo?
KyungSoo tiene la impresión que tiene delante de sí al integrante de un club demoníaco.
Del miedo, quiere hacer pis.
—S-sí.
—Mucho gusto... Yo vine porque me dijeron que sus galletas con glaseado rosa son riquísimas.
Al demonio le gustan las galletas rosas.
KyungSoo abre su boca, pero no dice nada.
—¿Cuántos nuivs cuestan?
—La primera galleta la invita la casa. —KyungSoo responde, tratando de mantener la calma ante el otro ser.
—Gracias.
KyungSoo sonríe, aunque duda que el otro ser pueda verle, pues la capucha le cubre por completo el rostro.
—Tome asiento. Ahora mismo iré por las galletas.
KyungSoo regresa a la cocina, termina de decorar las galletas y sale de la cocina con ellas en una gran bandeja. Le da cinco a la oruga porque las orugas son glotonas y no se llenan con facilidad. Al otro ser, le deja solo una, ya que no sabe si le gustará... Y porque sigue con miedo. ¿Qué tal si no le gusta y le lanza un maleficio? KyungSoo ya tiene bastante con su familia conflictiva.
KyungSoo observa al encapuchado, quien come sin quitarse de encima la capucha. Dentro de sí, KyungSoo ansiaba que se la quitará. Tanto misterio, le genera intriga... Y miedo. ¿Ya dije miedo? Mucho miedo. Quizá deba establecer la prohibición de capuchas en su establecimiento.
Cuando el encapuchado se acaba la galleta, se marcha sin decir nada. KyungSoo se siente desconcertado, creía que al menos le agradecería o le diría si le había gustado. Cuando se acerca a limpiar las migajas de las mesas, porque la oruga también se había ido, vio que en ambas mesas había nuivs. Entendía que la oruga le pagará, pero él había sido explícito cuando le dijo al encapuchado que no debía pagar.
Y su asombro crece cuando levanta los nuivs del encapuchado porque eran dorados, o sea, los nuivs de más alto valor en todo GreenDer. ¿¡Quién daría cinco nuivs dorados por una sola galleta!? Pero, ¿quién era KyungSoo para negarse a aceptar los cinco nuivs dorados? Todo el dinero recaudado le servía para huir de GreenDer.
Los días siguientes, el encapuchado llegó, comió una galleta de glaseado rosa y se marchó en silencio. Oh, y seguía dejando cinco nuivs dorados.
Al noveno día KyungSoo se siente culpable.
—Disculpa, uhm, aquí te traje la galleta, pero debo decirte que el precio es solo un nuiv rojo... Puedo devolverte tu dinero.
—¿No te molesta tener a las orugas, arañas y hormigas en tu centro de comida?
KyungSoo frunce el ceño. En primer lugar, quién dice "centro de comida". En segundo lugar, podía soportar la intriga de no saber quién era quién comía en su pastelería o el hecho de que éste ser jamás le agradeciera verbalmente. No obstante, no iba a permitir que su lugar seguro —para él y los demás seres de GreenDer— se vea convertido en un lugar inseguro por los prejuicios de ese encapuchado.
—¿Tú no eres un bichito? —KyungSoo inquiere, su mano le pica por quitar esa capucha.
—Soy un bichito especial.
—Pues aquí no hay bichitos especiales. —KyungSoo responde, colocando sus brazos por delante de su pecho. —Todos somos iguales... A menos que seas un hada. —Murmura con suspicacia lo último.
—Aquí no vienen hadas. —El encapuchado suelta. —Jamás he visto una.
—Porque ellas me odian.
—¿Por qué?
KyungSoo tiene una ráfaga de valentía provocada por el enojo que ese ser le ocasiona. Todo ser de GreenDer sabía quién era él porque los rumores fluyen con el viento. Y cada quién adoptaba su posición referente a acudir a su pastelería. Los bichitos a favor, las hadas en contra. Y aunque KyungSoo fuera un hada estaba más cómodo con los bichitos. Esos seres diferentes le habían demostrado amabilidad y gentileza. No les importaba que fuera imperfecto, pues se fijaban en sus destrezas, como la cocina.
Su mano va hacia la capucha negra. Al tacto, siente una corriente eléctrica. Peligro. Tira de ella hacia atrás y revela la identidad del otro ser. Abre los ojos cuando ve a un hada varón de piel bañada por el sol, un cabello tan negro como la noche que posee cierto brillo curioso (es más como el cielo nocturno lleno de estrellas) y unos hermosos ojos color avellana. En vez de quedar impresionado con la belleza del hada —porque, en realidad, todas las hadas son hermosas—, KyungSoo se enfurece.
¿Qué hace un hada como ese en su exiliada pastelería?
—Has venido encapuchado para que las demás hadas no te vean. —Acusa, sintiéndose herido.
Los recuerdos de las hadas burlándose de él, en vez de ayudarlo, llegan a su mente. Los comentarios humillantes resuenan como eco en su cabeza. Su pecho se oprime y lleva su mano a su pecho, recordando que debe permanecer sereno —o, al menos, fingir delante de la otra hada. No debe mostrar debilidad, sino la otra hada habrá ganado. Y nadie merece ganar a coste de su malestar.
Pero ¿no dijo este hada que había venido por su riquísima galleta rosa?
La herida se hace más profunda. Él es tan detestable que a las hadas les gustan sus postres, pero saben que si van serán blancos de burla.
—Sí, pero...
—¡Vete! —KyungSoo grita y con su brazo señala la puerta. Llama la atención de los demás comensales. —¡No quiero un hada aquí!
—Dijiste que era un lugar seguro.
—¿Qué haría un hada aquí, además de burlarse de mí? —Pregunta, con voz apagada.
Los demás bichitos miran la escena, concentrados. Todos ahí sabían el daño que las hadas le habían ocasionado a su amable pastelero. Y estaban dispuestos a defenderlo. El encapuchado es incapaz de decir algo más, pues es botado gracias a la unión de los bichitos.
El encapuchado se esconde cerca de la pastelería a la espera de que todos los bichitos se vayan.
Cuando el sol se esconde, el hada encapuchada despierta de una siesta. No obstante, cuando se acerca a la tienda, se percata que el hada panadero no está ahí.
—Tonto, tonto, JongIn. —Se lamenta. —Tuviste que haber sido sincero desde el inicio. —Patea torpemente el aire, provocando que caiga del tronco. Sin embargo, en el aire, gracias a sus alas que irradian dorado no se estrella contra el piso y no se hace puré de hada.
(...)
Cuando KyungSoo llega a su casa es recibido por un griterío.
—¡Se acerca la coronación del príncipe! —Exclama su madrastra. —¡Dos meses se pasan en un tintineo!
—¡Tenemos que ir! —Grita su hermanastra.
—¡Para que el príncipe se enamoré de mí! —Chilla su hermanastro.
KyungSoo intenta avanzar hacia las escaleras para encerrarse en su habitación. Desgraciadamente, su madrastra lo ve.
—¡KyungSoo!
No tiene más opción que acercarse al alboroto.
—Vamos a salir. Iremos a la tienda de ropa tres ramas más arriba. Es mejor que vayamos escogiendo nuestras ropas. De caso contrario, otras hadas petulantes pueden robarnos las más finas vestimentas.
KyungSoo tiene el impulso de rodar los ojos, pero se abstiene. Sorprendentemente, su mirada brilla, como pocas veces lo ha hecho desde el fallecimiento de su progenitor. Su madrastra ha hablado en plural. ¿Acaso él...?
—Necesitamos una mula de carga. —Ella prosigue.
Y el brillo en los ojos de KyungSoo se desvanece. ¿Cómo pudo ser tan tonto para creer que lo estaban invitando al baile real?
—Ponte ropa decente. — Yeon Jin ordena, viendo con fiereza a KyungSoo, quien permanece inmóvil. —¡Apúrate, idiota!
KyungSoo corre escaleras arriba, abre y cierra con fuerza su puerta. Se deja caer en su suave cama y llora. El motivo parece estúpido, pero ha estado soportando tantas palabras crueles y actos injusto hacia su hada que se siente mal, muy mal. Y lo único que puede hacer es llorar con la esperanza de que mañana estará mejor —pero él sabe que es mentira, mañana, tal vez, sea peor.
Su pequeño cuerpo tiembla en espasmos, su llanto es agudo y está seguro de que su familia no sanguínea puede escucharle, pero no están interesados en ayudarle.
Ni siquiera consigue calmarse cuando se levanta de la cama y se cambia de ropa. Solo lo hace porque sabe que será peor si no baja.
Al pasar por la blanca sala llena de elementos decorativos caros (la petulante es su madrastra) y ver su reflejo en el gran espejo ovalado con bordes plateados, nota que sus ojos están rojos. Ningún hada le pregunta el motivo o si se encuentra bien.
Las tres hadas odiosas dejan ver sus hermosas alas con brillos azules.
—BaekHyun, lleva a KyungSoo.
—¡Mamá! ¿Por qué yo? ¡Que lo haga Seung-wan!
—Tú tienes más fuerza, BaekHyun. —Yeon Jin insiste, extendiendo sus alas y agitándolas suavemente.
BaekHyun gruñe.
Seung-wan copia a su madre, vuela y sus pequeños pies se alejan de la rama.
—No perdamos más tiempo. —Yeon Jin dice, alza su cabeza y vuela con gracia.
Seung-wan la sigue.
BaekHyun mira con resentimiento a KyungSoo.
—Vamos, hermanito.
KyungSoo, dudoso, le da la mano a BaekHyun.
BaekHyun, con una sonrisa cuadrada extrañamente dulce, toma con fuerza la mano de KyungSoo. BaekHyun vuela, jalando a KyungSoo. A una altura considerable, a una rama de llegar a la tienda, BaekHyun mira a KyungSoo.
—Mi madre solo se casó con tu padre porque él tenía dinero. Ya sabes, todo ese dinero que le daba su pastelería... Hasta el día del accidente. Perdimos el dinero. Ganamos un miembro de la familia que no queríamos y una pastelería en ruinas que se desplomó cuando el único empleado se volvió un inválido.
KyungSoo mira hacia abajo. El piso se ve lejano. Su estómago se retuerce.
—Creo que hubiera sido mejor si hubieras estado con tu padre cuando la pastelería se incendió.
—No puedo volar por culpa de tu madre. —KyungSoo se defiende, sin razonar.
Su tristeza se convierte en enojo.
BaekHyun suelta una risita y se cubre la boca con su mano libre.
—Está bien, está bien. Que conste que yo te quiero ayudar. —BaekHyun le mira y KyungSoo sabe que ha llegado su fin. —Ya que no quieres ser un inválido, mejor dejas de existir. —Suelta la mano de KyungSoo y cuando el menor se aferra a él, le patea.
BaekHyun observa como KyungSoo cae. Ríe y vuela hasta la tienda.
El enojo de KyungSoo se disipa. Quizá así es mejor. Así dejará de ser un hada imperfecta.
Ya nadie le mirará con pena. Ya nadie se burlará de él. Ya nadie lo destruirá con palabras más filosas que un cuchillo.
Podría reencontrarse con su padre en el paraíso de las hadas idas.
Cierra los ojos, aceptando su destino.
Pero su cuerpo jamás impacta contra el suelo pedregoso, lleno de ramitas y hojas del bosque.
Unas manos le sujetan. Alguien le carga como se cargaría a una princesa en uno de esos cuentos que a los humanos tanto les fascina a pesar de saberse la historia al derecho y al revés.
KyungSoo abre los ojos y gira su rostro, encontrándose con el encapuchado. Ni siquiera necesita mirar por debajo de la capucha, pues después de haberlo visto por más de una semana sabe que es él.
Las manos del desconocido le sujetan con fuerza. KyungSoo comprende que el extraño no le dejará caer, incluso si habían discutido hace unas horas.
KyungSoo no sabe qué decirle, ni siquiera "gracias". Ninguna otra hada que se encuentra en las ramas del robusto árbol se había acercado. Solo él, solo el hada de ojos avellanas.
El encapuchado lo acerca a la rama más cercana y lo deja ahí.
—Mañana iré a la pastelería por mi recompensa. —Dice en tono neutro.
KyungSoo permanece mudo, viendo como la misteriosa hada vuela lejos. Su mirada se centra en el brillo que irradian las alas de esa hada. Son doradas... ¡No! Imposible. Solo la monarquía las poseía doradas y ellos vivían en un lujoso palacio en la copa del Gran Árbol. A lo mejor, esas alas son amarillas, como las de SeHun.
Ante la mirada inquisitiva de las demás hadas, él suspira y huye hacia la escalera de caracol para ir hasta la tienda. No quiere ir, pero ¿qué opción tiene? No puede fingir su muerte, ¿en dónde se escondería? Aún le faltan nuivs para llegar a su meta.
En el camino una araña se ofrece a llevarle. KyungSoo acepta. Aunque, se arrepiente cuando se da cuenta que ha llegado rápido.
—¡Hasta que llegas, KyungSoo! —Su madrastra exclama.
KyungSoo se encoge en su lugar cuando ella se acerca demasiado a él.
—BaekHyun ya me contó lo que intentaste hacer. Eres tan inútil que ibas a suicidarte, ¿no piensas? —Ella le da un golpe en la nuca.
—Perdón.
—Perdón, perdón. ¡Todo lo que dices es "perdón"! Si quieres que te perdone deja de hacer idioteces. —Ella regaña con frialdad.
Hay un par de hadas más en la tienda, viendo la escena. Esto será la comidilla de todas las hadas del Gran Árbol a la hora de la cena.
Yeon Jin coge la muñeca de KyungSoo con fuerza y lo conduce hasta dónde están sus hijos.
Seung-wan está delante de un espejo, viendo qué bien le queda un vestido ceñido rojo con un escote profundo en V.
BaekHyun modela un terno blanco.
—¿No crees que vas muy formal? —Seung-wan le pregunta a su hermano, arrugando el entrecejo y haciendo una mueca con los labios.
—Voy a lo que voy. —BaekHyun responde, gira a verla y le sonríe con burla. —Voy a casarme con el maldito príncipe y saldré de la miseria.
Seung-wan alza las cejas. —Pierdes tu tiempo. Él se enamorará de mí.
Yeon Jin abandona la sala, yéndose a preguntar por un vestido para ella.
KyungSoo mira su muñeca liberada: roja por la presión ejercida. Se soba con delicadeza mientras divaga por el salón. El dolor se apacigua y su mano derecha roza un par de ternos elegantes. Imagina como sería ir a una fiesta real. Y la que se dará no es cualquier fiesta, es la coronación del príncipe, Kim JongIn. Ningún hada lo ha visto. Los rumores son diversos. Algunos especulan que JongIn es el hada más bella de todas. Pareciera que el príncipe es un príncipe a toda regla. Y lo más resaltante es que sus alas no son transparentes, sino que son por completo dorado. Un fenómeno que no ocurre con frecuencia. Tan solo tres hadas antes que él las han tenido de esa manera. Otros dicen todo lo contrario: el príncipe es horrible y lo mantienen escondido para perfeccionarlo.
A KyungSoo no le llama la atención unirse al debate en sí el príncipe es hermoso o horripilante. Lo que a él le intriga es la dinámica de la familia real. De hecho, pocas veces bajan de la copa del Gran Árbol. Siempre son sus empleados quienes descienden a buscar lo que ellos quieren. ¿No se sienten asfixiados encerrados en su palacio? ¿No se aburren de verse la cara todo el día? ¿Son unidos? ¿O cada quién está en lo suyo?
Cuando el padre de KyungSoo aún vivía, lo llevó a conocer el palacio, pues debía entregar quince canastas llenas de galletas con glaseado rosa. En su mente, KyungSoo retiene vagamente como era el imponente y majestuoso castillo blanco y dorado. No volvió a subir. Y es probable que no lo vuelva a hacer.
Si los reyes lo ven, se espantarían. Ellos pensarían: ¿Qué clase de hada se ve impedida de volar? ¿Qué tipo de hada es tan descuidado con sus alas?
—El plebeyo quiere ir. —BaekHyun dice de mala gana, viendo a KyungSoo a través del espejo.
—Madre ya dijo que no irás, inútil. —Seung-wan sentencia, acomodando la parte inferior de un nuevo vestido que se ha probado.
—Solo estoy mirando. —KyungSoo murmura, deteniendo su mano de seguir acariciando las finas telas y negando a sus ojos de ver prendas deslumbrantes.
—No deberías. —BaekHyun reprocha. —Se van a gastar de tanto que le miras. Perderán su valor... Ya sabes, lo mismo que pasó con la pastelería. Llegaste tú a atenderla y, mágicamente, ningún hada va.
KyungSoo se mordió la lengua para no responder.
—¿Crees que aquí venden lencería?
Seung-wan frunce el ceño. —¿Y eso para qué, Baek?
—Quiero ir preparado. —BaekHyun explica. —Un baile, dos bailes, tres bailes con el príncipe. Y el cuarto baile será en su recamara.
Seung-wan ríe.
KyungSoo se siente incómodo.
Ambos hermanos se probaron mil ropas más. KyungSoo se encargó de cargar todo lo que ellos quisieran, de seguirlos como perrito faldero y asentir cada vez que le preguntaban si esa ropa se les veía bien. KyungSoo quería insultarlos, pero estaría mintiendo. Ambos hermanos son hermosos, a ambos todas las prendas les quedan a la perfección.
Al regreso a casa, Seung-wan se encargó de llevarlo. Al menos ella no lo dejó caer.
(...)
Al día siguiente, KyungSoo coloca el cartel de "cerrado" en la puerta de la pastelería.
Él solo quiere atender a una persona: al extraño encapuchado. Tiene el objetivo de saber por qué frecuenta su pastelería. El hada usa harapos, pero deja nuivs dorados. ¿Es un ladrón?
KyungSoo espera escondido detrás del mostrador. Ningún bichito se atrevió a entrar al ver el cartel de cerrado. No obstante, sabía que ese encapuchado si lo haría porque ayer no le había preguntado si podía ir, lo había afirmado. Y ese sujeto no tenía buenos modales.
Como si KyungSoo lo hubiera llamado con el pensamiento, la campanilla de la entrada suena y el encapuchado entra.
—Estamos solos. —KyungSoo pronuncia con tranquilidad mientras sale de su escondite. El encapuchado se desestabiliza, al parecer no esperaba que apareciera de la nada. —¿Podrías quitarte la capucha?
El hada responde con un gesto: tira su capucha hacia atrás y enseña su rostro. Sin embargo, un "detallito" es diferente a la última vez. Uno de sus ojos avellanas había dejado de serlo. O quizá nunca lo había sido.
KyungSoo inspecciona el rostro del hada. Creyó que se escondía por temor a resultar "feo", pues las hadas son muy vanidosas y crueles. Lo habían demostrado con su trato hacia él. Antes de que su ala estuviera rota, KyungSoo podía volar con todas las demás hadas sin que se le dirigieran miradas juzgonas o que escuchara cuchicheos hirientes. Incluso, la pastelería tuvo un gran apogeo. Luego de accidente, todo cambió radicalmente. Dejó de importarles lo rico que eran los postres o la amabilidad que KyungSoo tenía al atenderlos, solo les importaba la discapacidad física de KyungSoo.
La noche anterior, KyungSoo se había puesto a pensar en ese hada. En sus facciones. En sus alas. En definitiva, no podría ser considerado feo. Entonces, KyungSoo llegó a la conclusión de que el hada se escondía para que otras hadas no lo reconocieran, para que no supiera que traicionaba esa ley silenciosa de no ir a la pastelería del inválido, del imperfecto.
Esa noche, echado en su cama, KyungSoo apretó los puños y gimoteó. Esperaba encontrar a alguien igual que él, alguien que comprendiera su dolor y, sobre todo, alguien que estuviera con él. Desde que su padre murió y su ala fue rota, la soledad lo ha embargado. Antes, despertaba con la creencia de que un hada rompería la ley silenciosa y le hablaría. Alguno de esos supuestos amigos que tenía y que le pedían fiado. No ocurrió.
Ahora, que tiene a este hada delante de él, sus teorías mueren.
JongIn traga saliva, nervioso. El pastelero le observa fijamente. Se siente pequeñito, como si estuviera a punto de ser devorado por el lobo feroz.
—Mi nombre es JongIn. —Se presenta, sin poder soportar un segundo más el silencio y la mirada.
—Tu ojo... —KyungSoo susurra absorto.
En ese instante, JongIn siente que todo su cuerpo se enfría. Lleva su mano a su ojo derecho para cubrirlo.
Ambos permanecen en silencio.
JongIn mira a la vitrina con postres, sopesando sus opciones. Puede huir o decir la verdad. Y él no vino a conocer a KyungSoo para acobardarse, él lo buscó porque quería confiarle a alguien su verdad.
—Este ojo —JongIn, aún temeroso, con la voz rompiéndose y sus pasos tambaleándose, se acerca a KyungSoo. —es blanco porque soy ciego... No me puse mi lentilla. —JongIn susurra para sí mismo.
—¿Lentilla? —A KyungSoo se le escapa la pregunta, aún atónito.
—Para que ese ojo sea del mismo color que este. —JongIn explica, señalándolo. —La lentilla no hace que pueda ver... Es solo estético, ya sabes, a las hadas les gusta todo lo perfecto.
KyungSoo muerde su labio inferior. No esperaba que esa hada le contará un problema tan íntimo.
—Perdón, lo siento si te incomode.
JongIn esboza una pequeña sonrisa, agachando la cabeza.
—Eres la única hada que me ha pedido disculpas... No solo por el tema de mi ojo, en general.
KyungSoo sabe que JongIn no miente. Pocas veces las hadas piden disculpas, pues su físico no es lo único perfecto. Tienen la creencia que equivocarse los hace menos. Así que, siempre se esfuerzan por ser las mejores. Y si se equivocan buscarán la manera, por más disparatada que sea, de hacer quedar al otro como el equivocado.
—¿Sabes...? —JongIn vuelve a hablar, pero está vez con más seguridad. Ha dejado de cubrir su ojo blanco. —Hay algo que me gustaría como disculpa.
—¿Una galleta en forma de corazón con glaseado rosa? —KyungSoo inquiere. Trata de no ver con tanto ahínco el ojo de JongIn, pero es imposible. Es la primera vez que ve a un hada ciega.
—Sí, me gustaría...
Antes de que JongIn pueda continuar, KyungSoo se da media vuelta para dirigirse a la cocina. KyungSoo actúa así porque sabe que si se queda seguirá mirando con curiosidad el ojo blanco y no quiere que JongIn se sienta mal. Sin embargo, KyungSoo se detiene cuando siente una mano atrapando su muñeca. Por el rabillo del ojo, confirma que es JongIn. ¿Quién más sería si están solos en la tienda? Es tonto, pero KyungSoo deseaba que algún bichito se hubiera metido.
—Dos galletas... —JongIn habla, viendo la espalda de KyungSoo. —Uhm, una galleta para ti y otra para mí... Quiero que me hagas compañía. —Su agarre en la muñeca de KyungSoo se debilita hasta que le suelta.
KyungSoo se sorprende, alza las cejas y separa con ligereza sus labios. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien le ha pedido que le acompañe? Incluso si los bichitos le ayudaban, ellos no eran sus amigos. Eran especiales para él y les tenía cariño. Pero jamás habían hecho las típicas actividades de amigos, pues sus mundos son radicalmente diferentes. Probablemente, si una araña lo invita a pasar el tiempo, terminen haciendo una telaraña y es un hecho de que él acabaría pegado en ella.
Con un asentimiento de cabeza, pero sin girar a ver a JongIn, KyungSoo se dirige a la cocina.
Cuando KyungSoo regresa, JongIn está donde lo dejó: en medio de la pastelería.
—Tienes la pastelería para ti, siéntate donde quieras. —KyungSoo habla con tono dulce.
JongIn se sienta en la mesa que está a su derecha.
KyungSoo coloca dos platos blancos, cada uno con una sola galleta de glaseado rosa. Había pensado en traer más, pero estaba en una encrucijada consigo mismo. No sabía si quería hablar o no con JongIn. No sabe si puede confiar en JongIn. No sabe si JongIn dice la verdad... ¿Y si todo es una broma de las malvadas hadas?
KyungSoo no se siente listo para abrir su corazón y que, una vez más, lo hagan añicos para que después él tenga que juntar y pegar los pedazos.
—Siéntate, KyungSoo. —JongIn dice con amabilidad, estirando su mano hacia la silla del frente.
KyungSoo toma asiento. Se mantiene con los ojos fijos en la galleta de su plato. Su mesa de madera es pequeña porque JongIn ha escogido la que es para dos. KyungSoo cruza sus piernas y las jala hacia atrás por debajo de la silla. Si las estiraba, se chocaría con JongIn y no quería hacer esa extraña reunión aún más incómoda.
— Escuché a alguien hablar de ti. —JongIn habla, mientras lleva sus piernas hacia atrás, tímido de chocarlas con las de KyungSoo.
Ambos están pensando en la comodidad del otro. Por ello, el espacio debajo de la mesa está libre.
—De inmediato quise conocerte. —JongIn confiesa, viendo su galleta. —Tuve que disfrazarme para venir a verte y... Yo no me arrepiento de haberlo hecho. —Coge valor y alza la cabeza, encontrando la imagen dulce de KyungSoo dándole un mordisco a su galleta. —Tus galletas de glaseado rosa son riquísimas. Estoy seguro de que tus demás postres también lo son.
KyungSoo se cubre la boca mientras mastica. Al terminar, apoya la mano en la mesa.
—Hay más pastelerías en GreenDer. Quizá, tienen mejores productos.
JongIn niega con la cabeza apenas escucha esas palabras.
—¿Eres un crítico de dulces o algo así...? —KyungSoo inquiere, intrigado y confundido.
—Cuando escuché de ti, lo que más llamó mi atención fue el hecho de que permites la entrada a los bichos y que ningún hada entra por voluntad propia.
KyungSoo juega con el pedazo de galleta en su plato, incapaz de sostenerle la mirada a JongIn por largos períodos de tiempo. Es la primera vez en cinco años que tiene una interacción amigable con otro hada. Pero las dudas siguen rondando en su cabeza y sus propios lamentos del pasado le recuerdan que no debe mostrarse vulnerable. Las demás hadas pueden aprovecharse.
—¿Te llamó la atención cómo sería tu vida si todos supieran de tu... ceguera?
—Me llamó la atención tu valentía.
KyungSoo detiene el movimiento de su dedo índice justo en el glaseado rosa. Alza la cabeza y sus orbes negros chocan con el ojo avellana y el ojo blanco de JongIn. Es la primera vez que alguien le considera valiente. Ni él mismo puede creérselo.
—Voy a irme de GreenDer. —KyungSoo dice con tono serio y observa la sorpresa en el rostro contrario. —No es valentía, solo no hay una solución para mi imperfección. —Levanta el último pedazo de su galleta y se lo come de un bocado. —No es necesario que pagues, —Dice, mientras se pone de pie. —pero como sé que igual lo harás debo recordarte que el precio es solo un nuiv rojo.
—KyungSoo, —JongIn llama cuando ve al pastelero ir a la cocina. —volveré mañana.
KyungSoo no responde, abre la puerta de la cocina y se esconde ahí hasta que JongIn se va.
Hay dos sentimientos dentro de KyungSoo que le son imposibles de descifrar. Casi como si hubiera una gran ola de emociones en su interior que está a punto de romperse en una bahía cercana y salpicar a todas partes. El miedo y la felicidad lo conducen a la confusión e indecisión.
(...)
Un nuevo día, un nuevo tormento.
KyungSoo no desayuna en la casa de las pesadillas. Mientras su madrastra, su hermanastra y su hermanastro desayunan en el comedor, él sale a hurtadillas. La rutina se repite: bajar por las escaleras de caracol y comprar en la frutería de los Oh. No obstante, su rutina se ve interrumpida cuando encuentra la frutería cerrada y con un cartel en la reja, en el que se lee: "cerrado por duelo". En la misma hoja está el símbolo del duelo por la muerte de un ser querido. El corazón de KyungSoo se agita, latiendo rápido. Es muy raro que un hada muera, pues no importa la edad que pueda tener, la vida y la muerte se calcula con una esencia mágica llamada gir. El gir está dentro de cada hada y le dota de salud y talento. Toda hada nace con gir. Lastimosamente, desde hace años se dio a conocer en SunDer (un bosque de hadas vecino) que existen hadas que reciben un don poco común, una magia peligrosa, que les permite robar el gir de otras hadas. Al hacerlo, incrementa el suyo, pueden rejuvenecer y sanar con mayor rapidez.
Hay otros motivos, pocos usuales, por el cual un hada puede morir: la mató un duende o pasó mucho tiempo en el mundo de los humanos. Por un lado, los duendes son traviesos. Algunos, inocentes. Otros, rozan la crueldad. A estos seres les gusta atrapar hadas y hacerles jugarretas. Al ser más grandes, fuertes y toscos, pueden matarlas de casualidad... Otras veces, solo es maldad pura la que los lleva a matarlas. Por otro lado, existe un motivo por el cual las hadas tienen su propio mundo: es perfecto. El clima es el ideal, los seres peligrosos se encuentran lejos y la naturaleza es abundante. Y, sobre todo, el gir late, al igual que el corazón. En cambio, el mundo de los humanos está contaminado, los seres peligrosos están por todas partes y la naturaleza muere a un ritmo aterrador. Por ello, el gir deja de latir. Ningún hada conoce con exactitud cuánto tiempo el gir debe dejar de latir para que un hada muera, pues las pocas que han cruzado al otro mundo lo han hecho por menos de 24 horas.
KyungSoo descarta la última opción. Es imposible que el anciano —se le considera anciano por la edad que tiene, más no por como luce, pues sigue viéndose joven— Oh haya ido al mundo de los humanos. Se tienta a descartar la segunda opción, pues no ha escuchado en las noticias las alertas de seres peligrosos, como los duendes, aproximándose... Y queda el gir. El robo del gir. KyungSoo frunce el ceño, mientras le da vueltas a esa idea descabellada. Las hadas son crueles, pero ¿pueden llegar a ser tan avariciosas hasta el punto de robar el gir de otra?
Con esta suposición, KyungSoo se aleja de la tienda, conmocionado. Avanza por la acera, pasando delante de los demás establecimientos. Su estómago se revuelve y él ni siquiera ha comido desde ayer. El hecho de que haya nuevos peligros aproximándose, incrementa sus ansias de irse de GreenDer. El que se suponía debía ser un paraíso de hadas hecho por hadas, se había convertido en una trampa de hadas hecho por hadas.
Cuando KyungSoo está bajando por las escaleras de caracol, una hormiga se detiene a su costado.
—¡Buenos días, pastelero KyungSoo! Ayer fui a tu pastelería, pero estaba cerrada. ¿Por qué estaba cerrada? ¿Estabas mal? ¿Ya estás mejor? ¿Hoy si vas a abrir?
KyungSoo se siente aturdido por toda la palabrería dicha en tan solo cinco segundos. ¿Cómo es posible que esta hormiga hablara tan rápido?
—Buenos días, Ant. —KyungSoo saluda, forzándose a sonar amigable. —Hoy abriré... ¿Podrías...?
—¡Por supuesto que te llevaré, pastelero KyungSoo! —Ant interrumpe, dejándose llevar por su alegría desbordante.
KyungSoo deja escapar una risita por la energía de Ant. Cuando se sube en el lomo, agradece mentalmente a Ant por ser como es. La hormiguita había hecho que se olvidara por un momento de su preocupación con respecto al viejo Oh y la causa de su muerte.
Ant siempre es así. KyungSoo lo sabe porque la conoce desde el día siguiente en que su ala fue rota. Al parecer, la torpeza de Ant impacientaba a toda la colonia. Así que, le daban las misiones más lejanas para que pudieran trabajar sin que les estorbara. Ant reconoce que es torpe, pero no está enojada consigo misma por ello.
Y ese día en que KyungSoo salió de su casa, escondiendo su ala y sin saber a certeza si llegaría abajo pronto, Ant se le atravesó.
—¡Perdón, chico de ojos negros! ¡Wow, tus ojos son muy negros! ¿Ya te lo habían dicho? Me recuerdan a la noche. Además, tus ojos son taaaaaaan grandes. Creo que tienes los ojos más grandes que he visto en un hada, aunque no he visto muchas. Soy nueva por aquí. ¡Estoy en una misión mega especial! —Exclamó, cuando luego de chocar contra KyungSoo y lanzarlo al piso, se acercó a ayudarle. —Oye... ¿Por qué llevas un poncho? ¡Es primavera! Hace mucho calor, ¿no tienes calor? ¡Yo me muero de calor! Y ni siquiera uso ropa. Ay, las hadas son tan pudorosas. ¡Todas con ropa! La vida es mejor sin ella.
KyungSoo la miró, desconcertado. A duras penas podía seguir el hilo de la conversación.
—Ay, creo que te golpeé muy fuerte... ¿Te duele la cabeza? ¿Te sientes aturdido? ¿Puedes intentar decir: Ant? —Dijo con cuidado su nombre, como si se lo dijera a un bebé.
—Estoy bien. —KyungSoo respondió, viendo a la hormiga hacer una mueca de asombro.
—¡Tu voz es taaan profunda!
KyungSoo sonrió, avergonzado.
—¡Y mira tu sonrisa! ¡Tan bonita!
El rostro de KyungSoo no tardó en enrojecer.
—¡Estás rojo! ¿Seguro que no tienes calor?
La sonrisa de KyungSoo se debilitó hasta desaparecer. Se levantó y acarició el rostro de la hormiga.
—Debes tratar de ser más tranquila. No todas las hadas te disculparán como yo. —Dicho eso, dio media vuelta y continuó con su travesía.
No obstante, la hormiga lo alcanzó a los pocos segundos.
—Perdón. —Dijo ella, mientras andaban. —Estoy tan emocionada que no me fijé por donde iba. Además, me dejé llevar y te dije un sinfín de cosas sin importancia. ¿A dónde vas? Puedo llevarte.
KyungSoo supo de inmediato que no debía rechazar esa oferta. Se demoraría una eternidad en bajar a pie, pero en un bichito lo haría en un santiamén.
—¿Conoces la pastelería Cookie Corner?
—Me gustaría decirte que sí, pero es mi primera vez por aquí. Puedes mostrarme el camino.
—Gracias. —KyungSoo susurró mientras subía en la hormiga.
Luego, llegaron al restaurante, KyungSoo le agradeció con una galleta y ella juró volver porque la galleta había sido riquísima y quería probar los demás postres. Después de ese día, ella volvía cuando podía —cuando tenía bajo control (o casi) su trabajo. Ella le había dicho que no podía fallarle a las demás hormigas. Y eso hizo a KyungSoo sonreír, las hormigas tenían un gran espíritu de equipo, mientras que las hadas eran individualistas.
—¡Pastelero KyungSoo, llegamos!
Su chillido saca a KyungSoo de sus pensamientos y casi lo hace caer.
—Gracias, Ant. ¿Te invito un dulce?
—Me gustaría decir que sí, pero voy atrasada en el trabajo. Si me desocupo, vendré más tarde. ¡Cuídate mucho!
—Adiós, cuídate.
Y vio como ella se alejaba y como alguien se acercaba.
Es JongIn, cubierto por su larga capucha negra.
—¿No tienes empleo? —KyungSoo pregunta cuando JongIn se detiene delante de él.
KyungSoo no puede ver el rostro de JongIn, pero éste está sonriendo.
—¿No estás feliz de que te haga compañía?
JongIn tampoco puede ver el rostro de KyungSoo porque éste se ha girado para abrir la puerta, también está sonriendo.
—Yo no pedí tu compañía. —KyungSoo susurra, sonríe de lado, abre la puerta e ingresa.
JongIn se choca contra la puerta porque KyungSoo no la sostuvo para él. Entra al local sobándose la frente y la nariz.
—¿Acaso quieres que seamos como un club de inválidos? —KyungSoo inquiere, deteniéndose ante la puerta de la cocina.
—Bueno, no lo pongas de esa manera... Suena feito.
—Pero es lo que somos. —KyungSoo responde. La sonrisa se ha ido.
KyungSoo entra a la cocina para preparar postres. Aunque, su mente se pierde en sí misma.
Al parecer, la discapacidad de JongIn es real. Y no es una broma cruel de un grupo de hadas que busca burlarse de él. Aun así, KyungSoo tiene miles de preguntas acerca de JongIn. Jamás lo había visto volando alrededor del Gran Árbol. Incluso se había llenado de valor para preguntarle a Seung-wan si el nombre JongIn le sonaba, ella respondió que no y le preguntó el porqué. KyungSoo se inventó que había escuchado que el chico de la frutería, SeHun, es novio de un tal JongIn. Seung-wan comentó que, de ser cierto, habría menos competencia por el príncipe que sería coronado. KyungSoo no pudo evitar rodar los ojos. En todo lo que pensaba esa familia es en escalar de estatus social. No tienen más pensamientos. Es ridículo.
KyungSoo mira hacia la puerta de la cocina porque alguien ha tocado dos veces.
Una cabeza se asoma por la puerta.
—¿Puedo entrar? —Y sonríe de oreja a oreja.
—No.
—¡Pero puedo ayudarte! Además, vine porque quiero hablar contigo.
—¿Por qué quieres hablar conmigo? ¿No tienes más amigos? —KyungSoo inquiere, dándole la espalda y buscando sus ingredientes.
JongIn se queda callado, pensando. Tiene tres hermanos. Pero sus hermanos no son, exactamente, sus amigos... Tiene varios sirvientes, pero, según su familia, los empleados son solo eso. Y al palacio no acude nadie más que la familia. Así que, no, no tenía amigos.
—¿Somos amigos? —JongIn pregunta, esperanzado.
KyungSoo ha dicho "¿No tienes más amigos?", entonces, ese "más" se refiere a alguien más que él.
¡KyungSoo es mi amigo!, JongIn piensa.
Sin embargo, cuando mira a KyungSoo, éste está frunciendo el ceño.
—¿Cómo sería tu amigo si solo hemos intercambiado un par de palabras?
—Esas son más de las que entablo con mis hermanos.
KyungSoo deja la mantequilla, el azúcar, los huevos, el jengibre y el extracto de vainilla encima de la mesa. Su corazón se oprime al escuchar a JongIn. Al parecer, JongIn y él tienen más similitudes de lo que le gustaría admitir.
—Puedes entrar, solo si me ayudas.
—¡Claro! —JongIn ingresa dando brincos.
Cuando JongIn se detiene al costado de KyungSoo, éste gira a verlo. Sus ojos escanean el rostro contrario. En esta ocasión, JongIn lleva puesta su lentilla. A KyungSoo le parece que el ojo blanco era irreal, pues en ese momento JongIn luce como un hada perfecta más.
—Empezaremos con las galletas. —KyungSoo susurra, dejando de ver el rostro de JongIn.
—¡Sí, mi capitán! —JongIn exclama, se coloca en una postura recta y pega su mano de costado a la esquina de su frente.
KyungSoo sonríe tímidamente.
Luego, KyungSoo busca los ingredientes faltantes y los coloca en la mesa. Le da instrucciones a JongIn y éste asiente a todo. KyungSoo cree que JongIn es muy listo. Aunque, preparar galletas no es algo de otro mundo. Sin embargo, pasan dos minutos y JongIn hace un desastre.
—¡Solo tenías que batir la mantequilla, la sal y el azúcar!
—¡Perdón, mi capitán!
—¡No me digas capitán, no estamos en un barco!
KyungSoo suele cocinar por el mismo. Es decir, a pesar de ser un hada, no suele usar la magia. Existe cierta satisfacción de hacer todo por sí mismo. Con la magia todo resuelta fácil y puede llegar a ser monótono.
JongIn es lo contrario. Él había usado magia para batir, pero nunca antes lo había hecho. Así que, al girar y girar su dedo índice, mientras desprendía un brillo dorado, la batidora de mano se movía sobre la mezcla. JongIn giró con demasiada fuerza, sin siquiera mirar la mezcla, y ésta terminó salpicando a su alrededor.
—La magia está prohibida en esta cocina.
—¡Pero somos hadas!
KyungSoo mira a JongIn. JongIn siente que está siendo maldecido en mil idiomas.
—Nada de magia, ya entendí.
Luego, KyungSoo se dedica a dar órdenes a diestra y siniestra. Ni por un segundo deja de observar los movimientos de JongIn alrededor de la cocina. Y JongIn siente que está delante un chef de cinco estrellas. No quiere decepcionar a su nuevo amigo, así que pone todo de sí para no hacer otro desastre... Al parecer, la cocina no es lo suyo. Hace otro desastre, sin magia, con sus lindas manitas morenas.
—Ups.
Cuando JongIn gira hacia su derecha, lo primero que ve es una mano yendo directo a él.
—¡Au! —Chilla y lleva su mano a su cuello.
—¡No desperdicies mis ingredientes! —KyungSoo regaña. —¡Y no traes puesto un gorrito de protección!
—¡Tú tampoco! —JongIn acusa, señalando el cabello negro de KyungSoo.
KyungSoo abulta sus labios y se cruza brazos.
JongIn observa como el bajito se da media vuelta, abre el segundo cajón de un esquinero, saca una cajita y saca dos sombreritos blancos.
La idea de que KyungSoo se ve tierno con el gorro para evitar cabello en los postres cruza la mente de JongIn.
—Agáchate. —KyungSoo le ordena, sosteniendo otro gorrito.
JongIn obedece... A su manera. Apoya la rodilla derecha en el suelo y dobla la izquierda, como si estuviera pidiéndole matrimonio a alguien. A decir verdad, su familia le había enseñado a arrodillarse de esa manera para saludar a cualquier mayor, es decir, ¡a todos ellos! Él es el menor. De cierta manera, todos sacaban provecho de ello. Como si ser menor supusiera un menor valor.
JongIn apoya sus manos en sus muslos, su cabeza gacha y su mirada fija en el suelo. De tal modo, es incapaz de ver la reacción de KyungSoo y los tonos de rojo que adquiere su rostro. ¿Qué clase de persona hacía ese gesto cuando le pedían que se agachara?
KyungSoo abre los ojos y traga saliva con dificultad. El recinto está en completo silencio, lleva su mano a su pecho en un intento desesperado de que su corazón se calme antes de que sea tan ruidoso que JongIn sea capaz de escucharlo.
—¡Deja de jugar, JongIn! —KyungSoo chilla, su voz sale más aguda de lo que espera. —Ponte de pie.
KyungSoo se queda pasmado al ver a JongIn delante de él. Lo escanea de arriba abajo.
KyungSoo reacciona cuando JongIn se inclina ligeramente. Le coloca el gorrito con más cuidado de lo que hubiera hecho antes.
El hombre que está en su cocina es... ¿Un príncipe?
KyungSoo está a punto de desmayarse.
JongIn pincha con su dedo la mejilla de KyungSoo.
—Te pusiste rojito y estás caliente, ¿te sientes bien?
—¡Eres un príncipe! —KyungSoo grita, horrorizado. —¡Yo te golpeé, podrías mandar a matarme!
JongIn arruga el entrecejo.
—No soy un príncipe.
—¡Jamás te he visto en GreenDer! ¡Ni en las calles del Gran Árbol! ¡Y mi hermana, que es una chismosa, no sabe quién eres! —KyungSoo se asusta cuando se da cuenta de lo que ha dicho. Si JongIn fuera un príncipe, Seung-wan lo sabría. —¡Aléjate de mí! —Grita, corriendo hacia las sartenes y ollas. —¡No sé nada de ti! —Grita y alza una sartén.
JongIn sigue quietecito en su sitio, viendo como KyungSoo es consumido por la paranoia.
—Buenooooo, —Dice, relajando su postura. —tal vez, si soy un príncipe.
—¡Mentiroso! ¡Embustero! —KyungSoo responde en alaridos y lanza las espátulas que tiene a la mano.
—¡Te juro que sí soy! —JongIn chilla, alzando sus brazos para cubrirse de las armas culinarias. —¡Soy Kim JongIn, el tercer hijo de los reyes!
—¡Los reyes solo tienen dos hijos!
—Auch. —JongIn suelta, bajando sus brazos. —Sabía que me odiaban, pero no al punto de negar mi existencia.
KyungSoo lanza una olla que tumba a JongIn.
—¡Tiempo fuera! —JongIn suplica.
KyungSoo se acerca, dubitativo. Sujeta con fuerza el mango de una sartén. Apunta a JongIn con su poderosa arma y con tono un poco más calmado, dice:
—Tienes un minuto para convencerme de qué eres el príncipe.
JongIn se masajea toda la cara como puede porque está seguro de que la olla le ha aplastado todas sus facciones.
—El tiempo ya está corriendo.
JongIn detiene sus masajes y suspira. ¿Cómo convence al pastelero de su existencia si sus propios padres solo admiten tener dos hijos?
—¡Mis alas! —JongIn exclama, haciendo el amago de sentarse, pero por su movimiento brusco recibe un sartenazo de KyungSoo. —¡Au!
—Perdón, creí que me ibas a atacar. —KyungSoo se excusa en un hilo de voz.
—Quiero mostrarte el brillo de mis alas. Ya sabes, solo la monarquía las posee dorada.
KyungSoo acepta y permite que JongIn se levante.
El moreno se quita su enorme poncho negro y revela sus alas. Se aleja un par de pasos de KyungSoo, le da la espalda y despliega sus alas. Son largas y puntiagudas. Parecen de vidrio, la transparencia brilla. Incluso, las venas que la recorren son majestuosas líneas que forman figuras irregulares que no resultan fastidiosas a la vista. Los bordes de las alas brillan. Son doradas. Y no un amarillo que parece dorado, como el de SeHun. El brillo de las alas de JongIn son auténticamente doradas. Él las bate con lentitud, gracia y cuidado. Da la sensación de que el brillo dorado cayera alrededor, como polvo mágico.
En los orbes negros de KyungSoo se refleja el brillo dorado. KyungSoo admira las espléndidas alas. Tan preciosas como cuentan las historias. Realmente, las alas más bellas son de la monarquía. Y delante de él tiene a un príncipe, uno al que le ha propinado un par de golpes.
—Perdóname, príncipe. —KyungSoo dice con voz lastimera, sintiéndose culpable.
JongIn se gira al escuchar que ha sido llamado príncipe. La denominación es correcta, eso es lo que es. Pero nadie en el palacio lo llama así. Él es solo el hermano menor, el hermano que es imperfecto y que, por eso, es ocultado de las demás hadas.
JongIn envuelve con sus manos morenas las manos blanquecinas.
—Por favor, continúa enseñándome. Prometo ser más cuidadoso.
KyungSoo mira sus manos siendo sostenidas por las de JongIn.
—¿Por qué? —Susurra, con su voz rompiéndose. —¿Por qué viniste aquí, JongIn? ¿Qué debe hacer un príncipe con alguien tan detestable como yo?
—No eres detestable, KyungSoo. —JongIn responde con un tono firme, el cual le enseñaron a usar para cuando deba hablar con "hadas importantes" de otros bosques, es decir, otros reyes, príncipes y princesas. —Yo dije la verdad cuando nos conocimos. En el palacio, los súbditos hablaban entre ellos y los escuché. Ellos dijeron que querían un postre y mencionaron tu pastelería. Sin embargo, mencionaron que por más que la extrañaban no vendrían. —Aprieta con cariño las manos de KyungSoo. —Y mencionaron tu ala rota... Hasta ese momento, yo creía que era la única hada imperfecta, el único que era distinto al resto. Mis padres siempre me ordenaban pasar desapercibido, incluso si usaba la lentilla. Me dijeron que un hada con una falla era algo incomprensible, algo antinatural. Me sentí culpable por ser distinto, así que obedecí y me mantuve oculto. Pero cuando escuché que había un hada con un ala rota y que seguía con su vida delante de todos... Yo te admiré, admiré tu valentía porque sabía lo difícil que es ser diferente. Aunque, cuando te conocí me dijiste que no eras valiente, sino que no tenías otra opción. Te comprendo, KyungSoo. Comprendo que debías trabajar para juntar el dinero e irte. Comprendo que no te sentías valiente y heroico al ser diferente, sino que te sentías culpable y herido. Y tanto es tu dolor que quieres irte. Lo comprendo porque yo también he querido irme, desaparecer y dejar de ser una molestia para los demás.
El minuto había pasado, pero KyungSoo estaba absorto en las palabras de JongIn.
—Quiero ser tu amigo porque sé que eres la única hada que me puede comprender. Yo sé que parece que quisiera usarte para disminuir mi soledad y mi dolor. Como dijiste, como si fuera un club de inválidos. Pero no es así como yo lo veo. Yo sé que podemos ser amigos, sé que podemos conocernos y hacernos mutua compañía. Podemos escucharnos y, sobre todo, ser nosotros mismos. KyungSoo, no puedes volar, pero yo lo haré por ti. Yo volaré y te cargaré conmigo. Te llevaré lo más alto que pueda. Y quiero que tú me muestres el mundo con tus ojos. Ahora puede resultarte extraño que te lo pida porque aún conservo la visión de un ojo, pero no siempre fue así. Ver con uno y ver con dos ojos es diferente, es como si el mundo se achicara, como si me volviera débil e indefenso. Mi campo de visión es deficiente. Y he tenido que adaptarme para defenderme de las bromas pesadas de mis hermanos, así como tú te has adaptado para seguir con tu vida sin volar. Permíteme ser tu amigo, KyungSoo, por favor.
De los ojos negros de KyungSoo nace un río hecho de lágrimas que descienden por sus mejillas y se pierden en su mentón. Él pensó que era deficiente, que desde el momento en que perdió su ala, ningún hada volvería acercarse. Pero en este momento, delante de él está el príncipe de GreenDer, pidiéndole ser su amigo. A KyungSoo no le importa el defecto que JongIn tiene porque ni siquiera cree que sea un defecto. Y ese es un nuevo pensamiento, algo que jamás habría pensado de no haber sido que JongIn le agrada. La palabra defecto implica que hay algo mal, algo que se debe solucionar a toda prisa. La palabra defecto es como imperfecto, aquella palabra que KyungSoo ha estado diciéndose con insistencia.
KyungSoo siente que la palabra imperfecto cae bien con él, pero no con JongIn. Como si estuviera bien que todas las hadas fueran distintas entre sí, menos él.
Las manos de JongIn sueltan con delicadeza las manos de KyungSoo y con suavidad acarician las mejillas de KyungSoo. Limpia las lágrimas que caen y disfruta del toque a la tersa piel contraria.
—¿Por qué lloras, KyungSoo? —JongIn susurra, inclinando su cabeza, acercándose a la oreja de KyungSoo. —¿Dije algo que té incómodo? Siéntete libre de rechazar mi amistad o de pedirme tiempo para pensarlo o...
—Solo quieres ser mi amigo por tu condición. —KyungSoo tartamudea, aun llorando. —Si no estuvieras ciego, ¿aún querrías ser amigo de alguien como yo? Tengo el ala rota, JongIn. El ala es lo más importante para un hada. Sin ella, no soy nada. Si pudieras ver con tus dos ojos y escucharas de un pastelero que no puede volar, ¿vendrías? ¿Le pedirías que sea tu amigo? ¿Disculparías sus golpes y le limpiarías las lágrimas? ¿Serías igual de educado que ahora o te burlarías de mí con los demás?
La idea de ser un hada imperfecta ha atormentado a KyungSoo desde que su cruel madrastra rompió su ala. Porque al hacerlo, profirió un sinfín de insultos. Y de fondo, escuchó las risas de su hermanastra y de su hermanastro. Ninguno lo ayudó. Cuando salió a la calle, nadie le preguntó el porqué, tan solo notaron que se había vuelto imperfecto. Como si poseyera una enfermedad contagiosa, todos se alejaron de él. No hubo una sola mano amiga. No de quién él esperaba. Las hadas, que eran su familia, le dieron la espalda. Los bichitos, tan distintos a él, le sonrieron con agradabilidad. Le costó corresponderles, creyendo que solo lo hacían para obtener postres gratis o descuentos. No fue así. Los bichitos le demostraron cariño cuando le alentaron a perseguir una nueva meta.
La terrible idea de que todas las hadas le odian se ha instalado con firmeza en su cabeza. Debido a ello, su autoestima se debilitó. Para resguardarse de la crueldad, comenzó a dudar de todas las hadas. Les guardó rencor a todas, incluso si no todas le habían insultado o le habían mirado con desprecio. Así que, creer que existen hadas bondadosas o que quieren ser su amigo le resulta inconcebible. Una parte dentro de él quiere confiar. Pero su lado predominante es temeroso y receloso. Aquel lado duda de todas las hadas porque todas las anteriores le han defraudado.
¿Podría atreverse a confiar en JongIn?
—Tienes razón, KyungSoo. Si yo no fuera ciego, no simpatizaría contigo.
KyungSoo llora con fuerza. Aquel lado profundo había deseado que las palabras de JongIn le tranquilizaran.
—No lo haría en primera instancia. Ya sabes, todas las hadas somos educadas de esa manera, nos obligan y nos obligamos a nosotros mismos a ser perfectos. Por lo cual, cuando alguien es distinto nos resulta chocante. Y aunque me hubiera sorprendido, no significaría que no habría venido.
KyungSoo alza la cabeza, su mirada busca la contraria.
—De todas formas, yo hubiera creído que eras valiente y vendría a verte. Me dirías que no lo eres. Esperaría a que me contarás tu historia. Serías receloso porque no confiarías en mí. Pero, así como ahora, yo sé que podría acercarme a ti y haría mi mayor esfuerzo para ser capaz de comprenderte... En realidad, no creo que seamos las únicas hadas bajo la denominación de "imperfectos" o "defectuosos". Debe haber más hadas, pero al igual que yo, lo ocultan por miedo. Supongo que la diferencia entre esas hadas y yo, es que yo ya me cansé de esconderme. Yo no elegí ser ciego, así como tú no elegiste que tu ala se rompiera. Entonces, ¿por qué somos condenados por una discapacidad física que no controlamos? Nos regañan y nos acusan como si nosotros hubiéramos querido esto, como si lo hubiéramos hecho adrede. Y no entiendo por qué les incomoda tanto, ¿acaso ellos son los que no pueden o volar? Ellos no saben como cambió nuestra vida y no hacen nada por intentar comprendernos.
—Por favor, JongIn, —KyungSoo suplica, mirando los ojos contrarios. —no dejes que esto sea una broma.
—No lo es. —JongIn responde de inmediato, preocupado. Él había sido, gran parte de su vida, ignorado. Pero KyungSoo no, KyungSoo fue sometido a escrutinio público. Así que, podía entender su temor. —No quiero lastimarte, KyungSoo. Lo juro.
KyungSoo trata de calmar su llanto, suprimiendo todos sus pensamientos negativos.
—En ese caso... —KyungSoo murmura, aun luchando contra su voz temblante. —Juro ser tu amigo, príncipe JongIn.
Los juramentos son lo más importante en un reino.
—Seré fiel a tu amistad, príncipe JongIn.
Las palabras de KyungSoo son tan serias que ponen nervioso a JongIn. El príncipe tiene la impresión que está casándose.
—Y-yo también. —JongIn tartamudea, su habilidad con la oratoria desaparece. —Amigos, sí. Lo juro. Jamás me burlaré de ti, ni permitiré que alguien vuelva a maltratarte, KyungSoo. T-te a-mo te amo, como amigos, claro, sí, por supuesto, tú sabes... ¿No? —JongIn se traba con sus propias palabras.
Ambos se quedan mirándose.
—Okay... —KyungSoo murmura, alejándose de JongIn.
El momento se había tornado incómodo.
¿Quién dice "Te amo" de repente?
Aunque, JongIn ha crecido en otro ambiente. Quizá la realeza suele decir te amo.
Aun así, a KyungSoo no le nace decirlo. Se conocen de poco tiempo. No hay amor. Aunque, no duda que surja una linda amistad... Que dure hasta el día de su partida de GreenDer.
—¿Se-seguimos con las galletas? —JongIn pregunta mientras se rasca la nuca.
Con un asentimiento de cabeza de KyungSoo vuelven a cocinar. Esta vez, JongIn no rompe nada, ni hace un desastre. Porque KyungSoo le ayuda en todo momento, incluso en cosas minúsculas. KyungSoo llega a poner sus manos encima de las manos morenas para enseñarle a amasar la masa y darle forma.
De ese modo, prosiguen con otros postres. Toda la mañana la pasan haciendo postres. En la tarde, por fin, pueden abrir la pastelería.
—Es mucho trabajo. —JongIn dice y deja escapar un suspiro. —¿Cómo lo hacías solo?
KyungSoo alza sus hombros.
—Supongo que me acostumbré.
—Wow. —JongIn balbucea, no solo porque ha quedado sorprendido con que KyungSoo sea tan hábil en la repostería, sino que los rayos del sol entran e impactan en la figura de KyungSoo.
La luz de tonalidades anaranjadas y amarillas abraza la silueta de KyungSoo, quien está deambulando por la pastelería, acomodando pequeños detallitos (como colocar servilletas o moviendo las sillas). Esa nueva imagen de KyungSoo no sale de la cabeza de JongIn, incluso cuando pasan horas. JongIn sigue rememorando como KyungSoo brillaba ante acciones tan simples.
Los demás días, JongIn regresa a la pastelería por la mañana. Cada día aprende más de repostería y de KyungSoo. Se van conociendo mientras se pasan los ingredientes o los mezclan. Se ríen juntos y juegan con la harina. También, pasan las tardes juntos atendiendo a los bichitos. JongIn cumple el rol de mesero mientras KyungSoo permanece en la caja registradora. Los bichitos no tardan en unir uno con uno, recuerdan a JongIn como aquella hada que vino de improviso y que fue botada. Sin embargo, no le miran con odio o resentimiento porque ven como KyungSoo le sonríe. Y si a KyungSoo le agrada esa hada, entonces, a ellos también.
En la casa de KyungSoo siguen los gritos entre todos. Los hermanastros se pelean por todo. La madrastra los regaña y, de paso, requinta a KyungSoo. No obstante, KyungSoo ha dejado de prestar atención a todo lo que esas tres hadas braman en contra de él. Cada mañana se despierta y no tarda en sonreír porque sabe que verá a su amigo, al príncipe JongIn. Se emociona por lo que harán, incluso si es la rutina de siempre. Es divertido hacer algo con alguien. Es genial estar acompañado.
En el palacio, JongIn se escapa sin ser visto porque los empleados y la familia real están concentrados en los preparativos de la coronación del príncipe JunMyeon, el hijo mayor. JongIn se coloca su gran capa con capucha, abre su ventana y desde ahí vuela hacia la pastelería de KyungSoo. Al volver, pocas veces, sus padres le preguntaban por qué no acudió al almuerzo. Él miente y nadie lo nota. Se excusa con que estuvo mal, que comió en su habitación, que estuvo entretenido leyendo o practicando esgrima.
—¿Has pensado a dónde irás? —JongIn pregunta cuando están en la cocina preparando las galletas de glaseado rosa.
—MoonDer parece un gran bosque, ¿no crees?
—Eso es lejos.
—Mientras más lejos de aquí, mejor.
JongIn alza su cabeza y gira a ver a KyungSoo quien está entretenido haciendo el glaseado.
—No podré visitarte seguido si te vas tan lejos.
KyungSoo muerde su labio inferior.
—No importa si no nos vemos, igual podemos ser amigos. Podemos hablar por el chat mágico, como hacemos en las noches.
—No es lo mismo. —JongIn forma un puchero de manera inconsciente y vuelve al trabajo. —A mí me gusta estar contigo, me siento tranquilo y cómodo. Ni siquiera tengo que usar la lentilla y fingir que mi ojo es perfecto... que yo soy perfecto.
—Yo también me siento bien contigo. Pero no puedo estar aquí, JongIn. Siento que me asfixio... Odio este lugar, incluso si nací aquí, incluso si yo reconstruí la pastelería, incluso si pase buenos momentos con mi padre en nuestra casa... Pero no puedo. Cada vez que miró estas paredes o las de mi casa o cada vez que camino por las calles del Gran Árbol me siento fatal, siento que no pertenezco aquí, siento que quiero salir corriendo.
Las palabras de KyungSoo han sido dichas entre tartamudeos y con voz temblante, en sus ojos se han acumulado lágrimas que están ansiosas de caer.
Ante ello, JongIn ha caminado sin hacer ruido hasta quedar detrás de KyungSoo, ha pasado sus manos por la cintura del bajito y ha colocado sus manos encima de las blanquecinas. Se inclina y posa su cabeza en el hombro de KyungSoo, quien se permite llorar.
JongIn acaricia los dedos de KyungSoo en silencio.
—Si ese es tu sueño, yo te ayudaré a conseguirlo, KyungSoo. Dime cuánto dinero necesitas, yo te lo daré. Incluso más. Podemos hacer un viaje a MoonDer, ver casas y establecimientos. Tú elegirás y lo compraré a tu nombre.
—No, JongIn. No puedo aceptarlo, es mucho. —KyungSoo desliza sus manos lejos de las morenas y se gira para ver a JongIn. —Eres el príncipe, no deberías malgastar tu dinero.
—No lo estoy malgastando, estoy ayudando a mi amigo.
KyungSoo es incapaz de sostener por más tiempo la mirada de JongIn. No es la primera vez que sucede. JongIn tiene una mirada potente que no intimida porque no mira con malicia, es dulce y empalagosa. Sin embargo, es tan fuerte que cada vez que la hace, KyungSoo mira a otro lado o agacha la cabeza. JongIn le mira de una manera en que nadie le ha mirado antes. KyungSoo no sabe cómo catalogarla.
—¿Soo?
KyungSoo muerde su lengua y mantiene la mirada en el suelo. No solo la mirada de JongIn es dulce, sino también su tono susurrante y acaramelado, y sus caricias delicadas que le estremecen.
—¿Y si tu familia se entera? —KyungSoo inquiere, en un tono herido. —Ellos me odiarán, las demás hadas también.
—No te odiarán más de lo que desprecian a mí. —JongIn toma el mentón de KyungSoo y le alza la cabeza. —Ven conmigo a la coronación de JunMyeon.
Los ojos de KyungSoo se abren, sus cejas se elevan y sus lágrimas cesan.
—¿Qué?
—No quiero seguir escondiendo nuestra amistad. ¿Por qué lo hacemos? Esa pared invisible que ellos pusieron entre ellos y nosotros, debemos derribarla, KyungSoo. Debemos demostrarles que somos más fuertes que ellos, más fuertes que sus prejuicios. A mí no me avergüenza ser tu amigo y... —JongIn se quita la lentilla. —ahora, tampoco me avergüenzo de mi ceguera. Tú me has visto cientos de veces sin mis lentillas, no me has insultado ni me has mirado con horror. Si tú puedes respetarme, ¿por qué mi propia familia no puede? —JongIn retoma las manos de KyungSoo, esta vez entrecruzando los dedos. —Divirtámonos delante de todos, demostrémosles los felices que somos. ¿Qué dices, KyungSoo? ¿Aceptas ir conmigo a la celebración?
—Tú eres el valiente de los dos, JongIn. —KyungSoo saca sus manos del agarre de JongIn con lentitud porque disfrutaba de lo cálido que resultaba. —Perdóname.
Cuando JongIn escucha el tintineo de la puerta principal, sale al recibidor. KyungSoo se ha ido.
(...)
Es el día de la coronación del príncipe JunMyeon, todas las hadas de GreenDer hablan de eso mientras se alistan. Se colocan sus trajes y vestidos más lujosos, se ponen sus joyas auténticas y brillantes, incluso decoran con pedrería sus alas. Todas las hadas quieren estar a la altura, además que desean causar una grata impresión en los reyes y en los príncipes. Las hadas de la realeza suelen casarse entre ellas, uniendo, de esa manera, los bosques. Sin embargo, hay ocasiones, popularmente, llamadas como "ganó el amor". En esas situaciones, el príncipe se desposa con un hada común que conoció en algún baile real y que es aprobada por sus padres. Por eso, todas las hadas que asisten a los bailes se visten ostentosas y fingen educación y sofisticación. Sueñan con ser parte del "ganó el amor". Todas las hadas están tan concentradas en mejorar su aspecto físico que se han olvidado que ayer hablaban acerca de dos muertes más. Al parecer, prefieren ignorar el temo serio e ir a embriagarse y regodearse con los reyes que han abierto las puertas de su majestuoso palacio.
JongIn está en su alcoba, alistándose. Se mira en el espejo de su armario, el traje negro se ajusta a él. El pensamiento de que se ve guapo cruza su mente. Sin embargo, su rostro se mantiene estoico. Da un par de pasos hasta que las puntas de sus pies chocan con su ropero, su diestra va a su rostro, su índice jala la parte inferior de su ojo blanco. JongIn lo admira, admira lo que le hace distinto. Y afirma con seguridad que se ve bien, incluso con su ojo blanco. No se considera alguien imperfecto o defectuoso. Y aprender eso le ha costado, incluso ahora, por momentos, titubea. Pero jamás lo va a superar si sigue dudando. A la única hada que debe escuchar es a él mismo, las demás son vanidosas y petulantes. Las demás están cegadas, aunque el ciego sea él.
Escucha un par de toques provenientes del otro lado de la puerta. No responde. La puerta se abre, es su madre.
—¿Estás listo? —Ella inquiere, sin entrar. —Apúrate, nos tomares fotos familiares antes de que lleguen los invitados.
La puerta se cierra.
Fotos familiares, JongIn repite en su mente.
Se aleja del espejo, abre el cajón de su mesita de noche y saca una cajita en donde está su lentilla. Mete la caja en el bolsillo de su pantalón y sale de su habitación con la cabeza en alto. Debe ser fuerte, debe creer en sí mismo. Para las hadas, la belleza física es lo más importante. Se nutren de halagos. Y continuamente se exigen a permanecer en la perfección. No obstante, JongIn no cree que la belleza física sea tan trascendental.
Quizá opina distinto a los demás porque él ha sido condenado a ello. Quizá si no fuera ciego, no sería el hijo negado. Quizá su vida familiar sería mejor. Quizá tendría amigos.
Quizá no habría conocido a KyungSoo.
JongIn sonríe con pena al recordar a KyungSoo. No lo ha visto en semanas, desde que le sugirió ir a la coronación juntos. JongIn fue cada día a la pastelería solo para encontrarla cerrada. Cuando trató de entrar a la pastelería suponiendo que KyungSoo habría puesto el cartel de cerrado únicamente para los bichitos y no para él, se dio con la sorpresa de que esta vez la puerta sí estaba cerrada para él. Se quedó afuera, esperando a alguien que no llegaría.
Hubiera buscado a KyungSoo en su hogar, pero no sabía donde vivía. Y tampoco quería verse desesperado. Quería disculparse porque al parecer lo que dijo desanimó a KyungSoo y esa no había sido su intención. JongIn solo quería hablar y resolver el problema. Pero respetaría la lejanía de KyungSoo. Quizá eso es lo mejor... Aunque, "lo mejor" le oprime el pecho y le hace llorar.
Cuando se echaba en su cama y miraba el techo, recordaba como KyungSoo le había prometido ser fiel a su amistad.
—Rompiste tu juramento. —JongIn susurra, mientras baja por las blancas escaleras del palacio con dirección a la sala.
¿Quién, aparte de un político, rompe un juramento?
Tal vez, para KyungSoo jamás fue un juramento, fue una vana promesa que rompió, apenas pudo.
Todavía en las escaleras, JongIn mira a todas partes. La servidumbre parece hormigas trabajadoras. Su familia está en una esquina lejana, en la cual hay un gran cuadro pintado, son todos los integrantes de la familia (y de milagro está él en ella).
JongIn camina con tranquilidad, incluso cuando los sirvientes se percaten de su presencia y miran sin escrúpulos su ojo blanco. Él sabe que le miran justo ahí por los gestos de asco y curiosidad que hacen. Es como si su defecto... No, no es un defecto. Es como si su ceguera fuera un espectáculo gratuito. El JongIn de antes se hubiera impacientado, hubiera sacado la lentilla de la cajita dentro de su bolsillo y se la hubiera puesto a la velocidad de la luz. No obstante, el JongIn de ahora, continúa caminando con su cabeza en alto y un porte impecable. Ya no se siente avergonzado por cómo es y quiere que los demás lo respeten, que vean cómo es y se acostumbren. Él no tiene que cambiar solo para no incomodar, no tiene que hacerse pequeño para que entren los demás. Las demás hadas deben verlo y respetarlo como príncipe, como hijo, como hermano, como un hada más.
—¿Qué estás haciendo? —Su madre le intercepta a mitad de camino, jalando del brazo. —¿Y tu lentilla? No me digas que la perdiste.
—No la necesito para una foto, madre.
—Por supuesto que la necesitas, JongIn. —Su nombre dicho en boca de su mamá parecía haber sido escupido en vez de haber sido dicho con cariño.
—¿Por qué? La lentilla no hace que recupere la vista.
—Es para que te veas decente. —Ella le aprieta el brazo, clavándole las largas uñas.
—Me veo más que decente. —JongIn se defiende y aleja su brazo del doloroso agarre.
—¡Do-yeong, tu hijo se ha vuelto loco! —Ella exclama, pisotea y va hacia su marido en busca de ayuda.
—Ji-eun, es culpa tuya. —Dice él sin siquiera saber cuál es el problema. —Has sido muy blanda con él.
JongIn arquea una ceja. ¿Blanda? ¿Qué chiste es ese? Si su madre es blanda con sus insultos pasivo-agresivos y sus agarradas de mano con uña incluida, no quiere conocer el lado duro de ella.
—No quiere ponerse la lentilla. —Ella acusa al borde la exasperación.
—JongIn, ponte la maldita lentilla. —Él ordena con tono airado.
—¿Por que...?
—No saldrás en la foto si no la usas. —Do-yeong interrumpe con una advertencia, cansado de estar perdiendo el tiempo con su imperfecto hijo menor.
Sus dos mayores han estado en silencio en toda la discusión. Cuando JongIn los mira, esperando un milagro, ellos miran en cualquier dirección que no sea a él. JongIn entiende que está solo.
—Serás un gran príncipe, Jun. —Habla, tragándose las ganas de derrumbarse delante de esas hadas que no son su familia, pero que así se osan llamar. —Ojalá el hada de la que te enamores no posea alguna imperfección. Ojalá no lo descubras abruptamente porque lo ha estado escondiendo de ti. Así como yo me escondo, probablemente haya más hadas, fingiendo ser quien no son, ocultando como son. Ojalá, no te enamores de alguien que tenga un secreto como el mío... Y así puedan seguir todos con esta gran farsa de perfección. Qué lindo es vivir en una mentira, ¿no?
JongIn da media vuelta y regresa a su habitación. No necesita aparecer en una fotografía con hadas que no lo quieren como es. Hadas que son incapaces de sobreponer el hecho de que es su hijo y su hermano. Esas hadas no lo ven como hijo o como hermano, lo ven como un hada con un imperfecto ojo blanco a causa de la ceguera.
JongIn se echa en su cama y mira el techo. Al igual que otras veces, piensa en KyungSoo.
KyungSoo es la única hada que no le ha mirado con desprecio y solo por ese detalle tan pequeño, pero que tiene un gran impacto al mismo tiempo, le tiene un gran cariño.
Ojalá, KyungSoo se atreviera a derrumbar ese muro que hay entre él y las demás hadas, JongIn piensa mientras se acomoda de costado, clava sus ojos en la ventana de su cuarto que da al exterior. Se queda ahí largo rato, viendo el color del cielo cambiar.
(...)
—¡Apúrense! ¡Ser puntual es una virtud! —Byun Yeon Jin exclama, viéndose en el espejo ovalado de la sala. Arregla la posición de su collar por enésima vez. —¡BaekHyun! ¡Seung-wan!
—¡Aquí! ¡Aquí estoy, mamá! —Seung-wan grita, bajando apresurada las escaleras.
Yeon Jin escanea a su hija de arriba abajo.
—Pudiste arreglarte mejor.
—Puedo subir y...
—No. —Interrumpe. —¡BaekHyun, baja!
—No hay apresurar a la belleza. —BaekHyun dice mientras baja por parsimonia. —No he terminado de maquillarme.
—No necesitarías tanto maquillaje si naturalmente fueras bonito. —Yeon Jin ataca. —¡KyungSoo, cuida la casa!
BaekHyun y Seung-wan salen de la casa en silencio. Su madre sigue profiriendo miles de gritos sobre esto y aquello.
KyungSoo está oculto detrás de la cortina de la ventana de su cuarto, observando a su madrastra, a su hermanastra y a su hermanastro. Parecen discutir hasta que Yeon Jin y Seung-wan vuelan en la misma dirección, mientras que BaekHyun se va hacia otra. KyungSoo sacude la cabeza, sin preocuparse en demasía por ellos. Porque hoy es el día. Hoy se va de GreenDer.
Se agacha a un costado de su cama y saca su maleta lista de debajo de su cama. Gracias al alboroto de la coronación, KyungSoo ha estado toda la tarde en su cuarto, alistando su maleta sin que nadie le interrumpiera. Pasa sus brazos por las asas de su mochila, llevándola en la espalda, siente un peso que es capaz de llevarlo hacia atrás. De hecho, se cae de espaldas. Con un gruñido se pone de pie. No se va a ir arrastrando una maleta con rueditas porque, según él, perdería tiempo.
Esforzándose para no volver a caerse de espaldas, recorre con lentitud su casa. Guarda en su mente absolutamente todo: la estructura, los adornos, el tapizado, los colores. Y revive los agradables momentos hogareños que pasó junto a su padre antes de que su madrastra y sus hijos se mudaran con ellos. Cuando está parado delante de la puerta principal es imposible no llorar.
Abre la puerta y sale. Va a dejar su casa. Va a dejar el bosque en el que nació y creció. Va a dejar los momentos con su padre. Va a dejar la pastelería que reconstruyó. Va a dejar atrás el bosque GreenDer, sus lugares y sus hadas porque, a pesar de haberles tenido cariño, ahora solo siente dolor. Quizá en el futuro pueda regresar de paseo, pasar inadvertido y comprobar si todo sigue igual o si algo (por más mínimo que sea) ha cambiado.
KyungSoo camina, viendo las demás casitas. Recuerda quién vive en cada casa. Llega a la escalera de caracol en el tronco del Gran Árbol, desciende por los escalones con cuidado. Todo está oscuro porque es de noche y no hay una sola luz proveniente de una casa, porque todas las hadas están en la copa del árbol, viendo la coronación del príncipe.
O eso cree KyungSoo.
Sus pies se detienen cuando a lo lejos ve una luz prendida y cree saber de donde proviene. Camina hacia la tienda del viejo señor Oh, que no tenía nada de viejo, pero que aun así falleció. Supone que encontrará a SeHun, el nieto. Pero no hay nadie. La tienda está abierta, pero no hay rastro del muchacho.
—¿¡Hola!? ¡Me gustaría comprar! —KyungSoo grita, adentrándose lo más que puede. Un poco de fruta para el camino sería fantástico, el viaje a MoonDer es largo.
Pasan segundos que se convierten en minutos y KyungSoo decide irse. A pasos lentos sale de la tienda, extrañado de que esté abierta, pero de que no haya vendedor. Se detiene delante de la tienda, expectante de que SeHun aparezca atareado porque se le ha hecho tarde para cerrar la tienda e ir a la coronación, pero no sucede nada. Solo escucha la estridulación de los grillos. Entonces, cuando alza su pierna para dar un paso, escucha un quejido de dolor. Su pierna se queda estática en el aire sin completar un paso y su cabeza se gira hacia la izquierda. La calle está vacía y oscura, pero otra vez escucha un quejido.
No debería escabullirse hacia el lugar de donde proviene el ruido de dolor. Lo que debe hacer es correr, irse de ahí y bajar tres ramas más que es donde acordó encontrarse con Ant. Su amiga hormiga le llevaría hacia un terminal que suelen usar los bichitos para viajar largas distancias. Y sería la primera vez que él usa uno. Pero su cabecita no deja de dar vueltas alrededor de la tienda abierta, la falta de personal y el quejido de dolor.
El señor Oh jamás fue cruel con él, es una excepción al odio irracional que le daban las hadas. Aunque, el hombre tampoco se atrevía a ir a su pastelería, incluso cuando lo había invitado.
No, no debe ir. No tiene por qué.
Entonces, ¿por qué está yendo hacia allá en puntillas?
KyungSoo se esconde detrás de un oloroso tacho de basura, se quita su mochila y asoma la cabeza.
A lo lejos, en la parte más fina de la rama hay dos hadas. Una de ella está levitando, pero no volando. Es como si estuviera flotando, como si unos hilos invisibles la tuvieran flotando en el aire. La otra hada está en el suelo con su brazo estirado hacia el hada que levita. De su mano sale un brillo amarillo que se asemeja al dorado.
KyungSoo abre sus ojos cuando nota otro detalle.
El cuerpo del hada que levita está sumergido en una bruma amarilla. El color amarillo no sale del brazo del hada que está parado, sino que sale del cuerpo del hada que levita.
KyungSoo trastabilla y cae hacia atrás. Rápidamente, vuelve a esconderse detrás del tacho. Abraza su mochila, tratando de tranquilizarse. Debe estar sereno para pensar en una buena idea. De caso contrario, hará la primera idiotez impulsiva que le cruce la mente. Y no solo se va a perjudicar él, sino también el hada que levita.
KyungSoo concluye que lo que acaba de ver es como un hada le roba el gir a otra. Y eso explicaría las tres muertes que han sucedió en GreenDer en las últimas semanas. El ladrón y asesino está cerca de él. KyungSoo tiembla. Si no interviene esa otra hada morirá... Pero, ¿qué puede hacer? Ni siquiera puede volar. ¿Y si le roban su gir?
Otro quejido de dolor.
KyungSoo se asoma, nuevamente. A gatas se acerca más a la escena. Necesita comprobar que sus ojos no le mienten.
Su cuerpo es recorrido por una ráfaga de temor.
El brillo de las alas del hada asesina es azul. Además, trae puesto un traje blanco carísimo que KyungSoo ha ayudado a escoger.
BaekHyun.
¡Byun BaekHyun es el asesino!
KyungSoo se estremece. Aparta su mirada de BaekHyun a la otra hada, temiendo lo peor. Se enfoca en la otra hada, su cuerpo tiembla, sintiendo que la sangre se le va a los talones. Divisa el rostro del hada que sufre: Oh SeHun, quien cierra sus ojos con fuerza, sus cejas se fruncen, su rostro se ve más pálido.
KyungSoo se dice a sí mismo que es momento de dejar de ser un cobarde. Se grita dentro de sí que es momento de intervenir. Pero su cuerpo no se mueve, como si se hubiera congelado. Y su voz no sale, como si la hubiera perdido.
Se supone que hoy se iría de GreenDer mientras todas las hadas celebran.
Se supone que debería resguardar su vida.
Agacha la cabeza, cierra los ojos y muerde su labio inferior. Odiándose por la decisión que está por tomar.
Se lo dijo a JongIn, él no es valiente.
KyungSoo va a retroceder en silencio, va a huir, va a permitir que BaekHyun robe el gir de SeHun y que lo asesine. Va a dejar que BaekHyun gane mientras él será el eterno perdedor. Se irá a MoonDer y, nuevamente, será rechazado. Se volverá a ir a otro bosque, será rechazado. Y se sentirá mal a donde vaya. Tal vez porque el problema no eran únicamente los demás. Él también debía alzar su voz, debía defenderse porque quizá alguien lo escuchara y lo comprendiera. Así como JongIn, quien estaba dispuesto a seguir con su vida sin su lentilla. Porque el problema no era él, el problema eran los demás que no eran empáticos.
Las piernas de KyungSoo retrocede, gateando con cuidado.
Gruñe.
Si BaekHyun le robara el gir a él delante de SeHun, ¿SeHun lo salvaría?
KyungSoo aprieta sus puños. Detesta esa tendencia de revertir la situación para excusar su manera cobarde de proceder. Lo mismo hizo con JongIn.
Recordar a JongIn le hiere el corazón. Había visto al moreno pasarse por su pastelería, incluso vio cuando éste trató de meterse. Tuvo la intención de acercarse a JongIn y explicarse, de sincerarse y mostrar su vulnerabilidad. Pero se recordó que esto no era un cuento de hadas y él no era el protagonista que tenía un cambio de actitud. Él siempre sería el miedoso KyungSoo, aquel del cual pueden aprovecharse...
¿JongIn lo odia?
No, JongIn es muy bueno para guardarle rencor.
KyungSoo se levanta, temblando.
Las hadas han sido antipáticas con él.
Pero el señor Oh, no.
Y SeHun parecía indiferente a su ala rota.
No puede seguir torturándose a sí mismo. No es una princesa que será salvada en el momento preciso. Es un humilde pastelero que lo ha perdido todo, inclusive a sí mismo. La única manera de recuperarse es enfrentar su temor. Ya se enfrentó a su madrastra, ella rompió su ala, ella ganó esa rencilla. Pero KyungSoo iba a ganar al final. Él va a ser quien triunfe. Aprieta sus manos, forma puños con ella, pega sus brazos a su cuerpo, su postura es rígida. Da pasos tambaleantes hacia delante, con miedo e indecisión, exclama:
—¡Detente, BaekHyun!
Va a actuar porque sabe que no estará en paz si se va sin hacer nada. Tiene que intentarlo, aunque este muriéndose de temor. Nadie más que él mismo puede salvarse.
Le hubiera gustado ser valiente cuando JongIn se lo propuso, pero no puede regresar en el tiempo.
—¿KyungSoo? —BaekHyun inquiere, sorprendido de ver a su hermanastro.
KyungSoo da un respingo cuando escucha la risa de BaekHyun.
—Tú mismo me estás pidiendo que te mate. —BaekHyun sentencia con una sonrisa ladina, olvidándose de SeHun y dejándolo caer.
—No entiendo por qué lo haces. —KyungSoo dice, dando pequeños pasos hacia BaekHyun. —¡Las hadas tenemos una larga vida! ¿¡Por qué robarle el gir a alguien más!?
BaekHyun le mira, como si le perforara el alma. KyungSoo lucha para no bajar la cabeza.
—Querido, —Dice con desdén. —solo quiero verme bien para el príncipe.
KyungSoo no se sorprende de lo desquiciado que pueden ser las hadas solo por vanidad.
—Tú no me sirves, eres un hada falladita. —BaekHyun sigue, fingiendo tristeza. Con un movimiento de su dedo índice hace levitar a KyungSoo es una bruma azul. —Repitamos lo de la última vez, pero sin que sobrevivas... Todas las hadas estarán ocupadas, nadie te auxiliará. —BaekHyun mueve con fuerza su índice hacia arriba, provocando que el cuerpo de KyungSoo salga disparado hacia arriba. Ya no hay ninguna bruma a su alrededor.
KyungSoo no tiene tiempo para lamentarse de su decisión. Mira como se acerca más y más al cielo oscuro. Ve como sobrepasa el tope del árbol, observa el palacio. Y, entonces, desciende.
¿JongIn lo odia?
No, JongIn es muy bueno para guardarle rencor.
KyungSoo se levanta, temblando.
Las hadas han sido antipáticas con él.
KyungSoo estira sus brazos hacia las ramas que ve, pero sus dedos solo las rozan. Su corazón retumba contra su pecho, siente todo su cuerpo helado y tiene la impresión de que vomitará en cualquier momento.
Continúa luchando, estirándose lo más que puede para agarrarse de una rama. Cree que todo se ha acabado hasta que su mano rodea algo. Al alzar la cabeza ve la pata de una mariposa. La mariposa se tambalea, perdiendo el equilibrio de su vuelo.
—¡Perdón! —KyungSoo chilla, sabiendo que la está lastimando, pero se niega a soltarla. —Ayúdame, por favor. Llévame abajo, yo te indicaré donde.
La mariposa no se niega porque el tono preocupado del hada le alerta de que hay algo malo sucediendo. Bate sus alas y vuela, un poco torpe, por el peso extra.
—¡Ahí! —KyungSoo señala. —En la rama donde hay otras dos hadas.
La mariposa va a encaminarse con rapidez hacia allá, pero KyungSoo la detiene con un grito.
—¡No me dejes tan cerca de ellas! No deben verme.
La mariposa obedece.
—Muchas gracias. —KyungSoo sonríe, apenado, cuando la mariposa le deja encima de la rama. —Te lo recompensaré... —Si quedo vivo.
La mariposa se va, aunque no vuela muy lejos. Siente una gran curiosidad con lo que sucede con las hadas.
KyungSoo acomoda su cabello negro hacia atrás, pensando.
La magia de BaekHyun es más fuerte que la suya. En un combate directo, BaekHyun le va a ganar. Aunque, es un hecho de que no le robará el gir por considerarlo defectuoso. Además, por su movimiento anterior, puede suponer que BaekHyun no lo considera un contrincante, sino una mosca fastidiosa que no le deja trabajar en paz.
Lo importante es salvar a SeHun. Es probable que el hada esté cansada, debe ayudarle a huir. Así que, su plan debe centrarse en alejar a BaekHyun de SeHun, pero al mismo tiempo debe estar cerca de SeHun para ayudarle a escapar.
Se jala de los cabellos. En qué se ha metido.
KyungSoo mira las palmas de sus manos pálidas, las cierra y las abre. Al abrirlas hay un brillo rojo emanando de ellas, el mismo brillo que sus alas poseían. Su ala rota ya no brilla, la otra lo hace débilmente.
KyungSoo sale de su escondite, se había metido en el patio abierto de una casa al saltar la pequeña reja. Dirige su diestra hacia el poste de luz más cercano a BaekHyun, se concentra, mirando fijamente la luz que emana el poste. Los segundos pasan y va a desanimarse. Sin embargo, los vidrios explotan. KyungSoo sonríe cuando BaekHyun da un brinco del susto y mira a su alrededor, en busca del lugar de donde ha provenido el ruido.
A pasos rápidos, pero sigilosos, KyungSoo se acerca.
BaekHyun ha descubierto los vidrios regados en la acera, pero le resta importancia. Se da la vuelta y se acerca al cuerpo quejumbroso y temblante de su víctima, el chico trata de arrastrarse lejos de él. BaekHyun ríe.
KyungSoo está en donde empezó todo, en el jodido tacho de basura. Observa a BaekHyun tomarse su tiempo para volver a quitarle el gir a SeHun... Y la bombilla en la cabeza de KyungSoo se enciende. Aunque la magia de BaekHyun es poderosa, también se cansa de usarla. Y está seguro de que BaekHyun está agotándose por robar el gir, pues necesita mucha concentración. Y él ya le ha hecho desconcentrarse dos veces. Lo más probable es que entre más se distraiga, más tiempo necesita para recomponerse y volver al robo.
—¡BaekHyun!
—¿¡Otra vez tú!? —BaekHyun suena exasperado.
—Tampoco es de mi agrado verte... —KyungSoo susurra, balanceando su cuerpo con sus brazos detrás de él. Sus manos emanan el brillo rojo, debe ser el primero en atacar, debe tener por completo la atención de BaekHyun.
BaekHyun rueda los ojos, estira su brazo derecho hacia delante, apuntando a KyungSoo.
—Tienes un talento para sobrevivir. —Menciona, inclinando hacia la derecha la cabeza.
BaekHyun va a decir algo más, KyungSoo lo sabe porque BaekHyun ama vanagloriarse. Así que, KyungSoo decide usar esta oportunidad. Mueve con agilidad sus brazos hacia delante, el destello rojo va de sus manos al cuerpo de BaekHyun como un rayo rojo. Ve la sorpresa en el rostro de BaekHyun solo por un segundo, luego su expresión pasa a ser una presuntuosa.
BaekHyun responde solo con una mano. Su brillo azul choca contra el de KyungSoo. Es más fuerte, con rapidez empuja el brillo rojo, reduciéndolo.
KyungSoo esperaba eso. Retrocede a zancadas. Sus manos tiemblan, el destello azul de BaekHyun cubre mayor distancia que el suyo. KyungSoo suspira, baja los brazos y corre a refugiarse al establecimiento de los Oh. El rayo azul de BaekHyun le impacta fugazmente en la espalda. KyungSoo siente un ardor recorrer toda su espalda, pero no hay momento para lamentaciones.
No necesita cerciorarse de que BaekHyun se esté acercando, es un hecho que lo hará: como la mosca no se va, debe matarla.
KyungSoo inhala y exhala, debe serenarse para volver a usar su magia.
Hace levitar las frutas y verduras de la tienda. Luce muy estúpido, pero es lo que tiene a la mano. Esto es solo un paso más de su plan.
Antes de que BaekHyun llegue a la puerta del local, KyungSoo sale y lanza las frutas, las verduras y las estanterías contra BaekHyun.
BaekHyun camina entre todo lo que le arroja, KyungSoo con gracia, aparta los objetos con manotazos al aire. Se siente grande, poderoso. Va a noquear a KyungSoo, obtendrá todo el gir de SeHun y se irá a la coronación a pavonearse y enamorar al príncipe. O al rey. O a quien sea que tenga dinero.
—¿Qué más me vas a lanzar, hermanito? —BaekHyun sonríe con sorna. —Eres consciente de que no eres rival para mí, ¿no?
—Entonces, lucha sin magia. —KyungSoo propone, sabiendo cuál será la respuesta de BaekHyun.
—No necesito magia para derrotarte. —Los destellos azules en las manos de BaekHyun cesan.
KyungSoo resiste el instinto de sonreír. Ha vivido con BaekHyun como si fuera su sombra, por supuesto que lo conoce. Y su más grande defecto es su egocentrismo.
BaekHyun no espera ni un segundo más para abalanzarse encima de KyungSoo, tumbándolo. Alza su puño y, aunque KyungSoo se remueva debajo de él, consigue golpearle la nariz y la boca. Una y otra vez. KyungSoo cierra ojos, recordando todos los maltratos que ha tenido que soportar en esa casa. La violencia no debería ser su medio para canalizar su enojo. Todo debería solucionarse con el poder de la amistad, con la magia del amor y con los brillos de los colores del arcoíris.
La historia es protagonizada por hadas, pero no es un cuento.
KyungSoo abre los ojos, rojos por el enojo y por el llanto que está conteniendo. Alza sus brazos y sus manos se cierran en el cuello de BaekHyun. Aprieta con todas sus fuerzas, sintiendo las manos desesperadas de BaekHyun moviéndose sobre las suyas para quitarlas.
—Tu vanidad... La vanidad de todas las hadas roza lo insano. —KyungSoo dice, aun con la boca adolorida.
Los ojos de BaekHyun parece que van a salirse de sus cuencas. Pero no por la presión ejercida en su cuello, sino por su enojo.
BaekHyun se sacude, tratando de alejarse de KyungSoo. Tira su cuerpo hacia atrás violentamente, las uñas de KyungSoo le arañan el cuello, pero al fin es libre. BaekHyun soba su cuello por segundos, el dolor y los arañazos se desvanecen. No importa cuanto daño KyungSoo le haga, el hecho de haber robado gir de otras hadas le dota de una salud y recuperación excesivamente grande.
BaekHyun sonríe, burlón.
—No me des una lección de vida, KyungSoo. No es para mí. Creo que solo aplican para ti, para tener esperanza de que tu situación cambiará. Pero te diré la verdad: eso no pasará. Eres un hada que no vuela. ¿No lo notas? ¿Qué hada no vuela? Eres una excepción. Y en vez de tratar de acomodarte y pasar desapercibido, vas por ahí, dejando que todos te miren. ¿Qué crees que haces? Deberías sentirte miserable en lugar de jugar al héroe. Eres un hada discapacitada. Eres una carga para la familia y para toda la sociedad de hadas. Estás limitado. Estás impedido a desarrollarte como lo que eres, un hada.
KyungSoo se apoya en sus antebrazos, su pecho sube y baja, su mirada escanea la figura imponente de BaekHyun.
—Tú no eres igual a las demás hadas. No lo serás nunca. Pudiste ignorarme, pero decidiste actuar como el salvador de ese chico. Eres patético. Él no lo hubiera hecho por ti.
—Eso no lo sabes. —Interrumpe, por primera vez, a BaekHyun.
—La indiferencia es violencia, también, KyungSoo. Que SeHun haya sido indiferente a ti todo este tiempo no significa que le agrades o que sienta compasión por ti. Él no se metía contigo, pero tampoco te defendió. Nadie lo hizo.
KyungSoo sabe todo eso, pero escuchar de alguien más es aún más doloroso.
—Del odio no nace nada. —KyungSoo responde con simpleza ante BaekHyun. —¿De qué me serviría odiar a SeHun en este momento por su indiferencia?
—¿De qué te serviría ayudarlo? —BaekHyun contraataca.
—De la bondad nacen buenas acciones, la bondad es el agua y permite que las flores, las situaciones, germinen... Pero, ¿por qué gastaría mi tiempo en explicártelo? De todas formas, no lo entenderás porque no es tu modo de vida.
BaekHyun gruñe. Antes de poder alcanzar a KyungSoo con sus brillantes destellos azules. Aparece un joven con un elegante terno y alas doradas. BaekHyun mira hacia arriba, no es la única hada que viene hacia ellos.
—Las luces se vieron hasta el castillo en la Copa de El Gran Árbol. —El joven con un ojo color avellana y otro color blanco habla. —Sí, eres valiente, KyungSoo.
BaekHyun es llevado por la guardia real, SeHun es atendido por los paramédicos y los demás miran expectantes a KyungSoo y a JongIn, quienes solo se ven mutuamente.
—No eres igual a las demás hadas, eres mejor. —JongIn susurra. —La bondad en tu corazón vale más que las alas.
KyungSoo trata de negar con su cabeza, pero JongIn lo sujeta del mentón y lo hace mirarlo.
—Con mi ojito veo a un héroe y un modelo a seguir. Alguien a quien imitar. ¿Mi imperfección? Es solo una condición... ¿Tu imperfección? No veo ninguna.
KyungSoo se sonroja.
Ante la mirada de todos los presentes, el príncipe con un casto beso en los labios da a conocer a quien se casará con él.
(...)
—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. —KyungSoo dice, cerrando el libro maquetado de forma extraña y desprolija.
Él está en una habitación muy floreada, sentado en una sillita muy pequeña e incómoda. A su izquierda hay una cama con muchas colchas rosadas porque su hija de cinco años ama el rosa. Ella está echada en la cama, durmiendo. Al parecer, el cuento ha funcionado para que duerma. Aunque, la niña ya ha escuchado otras tres versiones del mismo cuento que su otro padre, JongIn, ha inventado.
KyungSoo deja de ver a su angelito y posa sus ojos en su esposo.
JongIn está en una de las sillitas del juego de sillas, que incluye mesa, de su hija. KyungSoo suelta una risita porque su marido duerme con la boca abierta, y cubre sus labios con su mano para no despertar a su hija. Sin hacer ruido se levanta de la silla y va hacia JongIn, le pincha con su dedo el hombro. Unas mil veces porque JongIn tiene el sueño pesado.
JongIn abre los ojos y se sacude como si alguien lo hubiera asustado, cuando sus ojos se enfocan en KyungSoo, sonríe como bobo en automático.
—Hola, amor. —Saluda, como si no se hubiera quedado dormido con su propio cuento.
—Vamos a la cama, Ji. —KyungSoo le toma de la mano y lo jalonea para que se levante, muy amoroso de su parte.
JongIn se tira encima de KyungSoo mientras caminan hacia la puerta.
—¿Cómo que Ji? —JongIn se queja, apoyando su cabezota en el hombro de su esposo.
—Tu historia cada vez se pone más bizarra. —KyungSoo cambia de tema mientras salen de la habitación, dejando la puerta abierta. —¿Por qué ahorcó a mi hermanastro? No es un cuento apto para niños.
JongIn gimotea, moviendo su rostro contra el cuello de KyungSoo. Él quiere llegar a su cuarto y lanzarse a su cama para soñar que hace más bebés con su esposo.
—Además, hay huecos argumentales... Si mi ala está rota, ¿por qué no usó magia para volar? ¿Por qué todas las hadas viven en el mismo árbol si es un bosque de hadas? ¿Cómo entra todo el condenado pueblo de hadas en un palacio? Y tiene palabras que niños de cinco años no entienden... ¡Y es muy largo para ser considerado como un cuento!
Ambos ingresan a su habitación que es de algún tono de rojo que su hija eligió. Ella es muy consentida. JongIn hasta se pone tutús para jugar a ser bailarinas de ballet con ella.
KyungSoo se sienta en la cama, separándose de JongIn.
—Esas son muchas quejas, amor. —JongIn forma un puchero exagerado con sus labios a la espera que su esposo se pare y le dé un gran beso de consolación.
Eso no sucede.
KyungSoo suspira, estira su pequeño cuerpo y coloca encima de la colcha la prótesis de su pierna. JongIn se apresura a ayudarle a quitársela porque para KyungSoo es más cómodo dormir sin la prótesis. Luego, JongIn apaga la luz del cuarto y a tientas llega hasta la cama. Se echa y se ve cara a cara con KyungSoo.
KyungSoo sonríe, viendo el ojo blanco de su esposo. Lo despeina de forma juguetona.
—Dulces sueños, Ji.
JongIn hace un puchero.
—Dulces sueños, amor. —KyungSoo se corrige.
—Dulces sueños, bombón. —JongIn suelta y pellizca un rollito de KyungSoo.
FIN.
Holis.
Maddie y la saga de títulos largos continúa.
¡Feliz KaiSoo day!
🐻Gracias por leer🐧
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