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Capítulo 2 (Parte I)

Abrí los ojos lentamente, tratando de adaptar mis pupilas a la luz que atravesaba los pequeños orificios de la persiana del gran ventanal. Me giré sobre mí mismo y la observé. Aún seguía dormida. Suspiré. Moví lentamente mi mano y la dirigí hacia su sedoso cabello rubio, acariciándolo suavemente. El mundo se paró por un instante. Sólo éramos ella y yo, una vez más. Cada día que pasaba la veía más hermosa que el anterior, más perfecta que el anterior. Cada día que pasaba quedaba más ensimismado con su belleza, enamorándome cada vez más, hasta la última célula de mi cuerpo. Me hipnotizaba, me hacía danzar en un interminable baile donde sólo existíamos ella y yo, donde nada más importaba, donde ambos éramos felices.

Pero como todo lo bueno siempre debe llegar a su fin —o eso dicen—, me desperté. Me desperté con una enorme luz cegadora que me impedía ver. Me desperté sin ella. ¿Estaba en el cielo? No. De pronto, una suave voz se dirigió hacia mí. «Vaya, ya estás despierto» escuché a lo lejos en un leve susurro.

—¿Qué...? —dije tapando la luz con mi mano, para tratar de ver algo.

Me incorporé lentamente sobre la cama donde me había despertado unos segundos antes y enfoqué los ojos. Una figura se erguía en frente de mí, en una cama exactamente igual a la mía. ¿Estaba en una cárcel? No, el cuarto me pareció demasiado espacioso y acomodado como para ser de un centro penitenciario.

—¿Dónde... estoy? —pregunté con temeridad por la respuesta.

La extraña persona que estaba frente a mí me miró extrañada, como si mi pregunta fuese demasiado obvia de responder. Me fijé bien en ella, era una chica de unos 20 años aproximadamente, año arriba o año abajo; tenía el pelo corto y rizado, a ras de sus hombros. Sus ojos eran color miel y la tez de su piel era algo oscura; me sonrió levemente y contestó a mi pregunta.

—Estás en el reformatorio de Aliea —respondió lentamente. Aliea era una pequeña ciudad que se encontraba a las afueras de la capital de Galaxia, no muy lejos de la residencia de los Casiopea.

—¿Qué hago aquí? —pregunté, incrédulo.

La chica negó con la cabeza y suspiró.

—¿No te acuerdas de nada, verdad?

—No —admití.

Ella se acomodó, apoyando los codos en sus rodillas y sosteniendo con ambas manos su cara; entonces, comenzó a contarme lo que había sucedido.

—Imagino que perderías la memoria en cuanto te quedaste inconsciente —empezó—. Ha sido un bombazo a nivel intergaláctico, absolutamente todos los universos están pendientes de lo que está ocurriendo ahora mismo.
»Tu padre, el líder de Andrómeda, la ha cagado pero bien. Se ha marcado una escapada de la sala de conferencias oficial, porque tú no estabas dispuesto a seguirle el rollo; o bueno, al menos eso creo yo, hay muchas teorías al respecto —continuó—. Unos dicen que sólo es una estrategia de los Astrum para llevar a Galaxia a la ruina; otros dicen que todo ha sido preparado por Galaxia y que en verdad las víctimas sois vosotros; y luego, están los que piensan como yo, que decimos que la culpa es de tu padre y que ha intentado meterte en su maraña de mentiras contra Leonard Casiopea, porque es un hijo de puta. Con perdón.

—Vaaale... —dije aún sin entender nada—. Pero, ¿qué hago yo aquí? ¿Y dónde está mi padre? ¿Qué ha pasado exactamente después del rollo aquel del humo?

—A ti te han metido aquí porque el juez no tiene la más mínima idea de qué cojones ha pasado, y piensan retenerte aquí hasta tener una respuesta convincente. Además, sinceramente creo que tu padre tiene comprado al juez —dijo mientras rebuscaba en una pequeña bolsa de plástico que había sobre la mesa de noche, sacando de esta un regaliz negro—. ¿Quieres?

—No, gracias, no tengo mucha hambre.

—Como quieras —siguió mientras se llevaba el regaliz a la boca—. El caso es que no creo que salgas de aquí en un tiempo, tu padre no lo va a permitir hasta salirse con la suya, te considerará como un estorbo después del espectáculo del ayer.

«¿He pasado un día completo dormido?», pensé.

—Ah, y en cuanto a dónde está tu padre —hizo una pequeña pausa y prosiguió—, nadie tiene la más mínima idea. Se dio literalmente a la fuga después de masacrar a media sala. Está en busca y captura.

¿Un reformatorio de máxima seguridad? ¿Mi padre en busca y captura? Mi cabeza no era capaz de procesar tanta información, sentía que estaba a punto de explotar.

—¿Y qué ha pasado con mi madre? ¿Y mi hermano? —hice una pequeña pausa—. ¿Y... la hija de Leonard, Aria, está bien? ¿Qué ha pasado con los Casiopea?

—Verás...

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