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Capítulo 2 《Copernicio》(Editando)

Oscuridad es todo lo que logras ver, una quieta oscuridad que te congela hasta los huesos, haciéndote sentir como si estuvieras muerta, aunque ocasionalmente los ecos de unas voces a lo lejos se escuchan retumbar.


Entonces en medio de la penumbra, notas una figura, parecía una persona, de apariencia femenina, parada frente a ti, pero eras incapaz de distinguir su rostro entre tan poca claridad y en tu interior despertaron muchas dudas. ¿Quién era? ¿Qué hacía en un lugar como este?


No puedes moverte, te sientes demasiado cansada como para poder, si quiera, levantarte y caminar hacia esa misteriosa persona, quien miraba te miraba fijamente. Sientes como estar entre los sueños y la realidad.


—¿Puedes escucharnos? — Preguntó una voz a lo lejos, mientras otras también lo hacían, pero eran muy pocos claras. —Parece que aún no está consiente.


—Aun así, extraeremos algunas muestras. — Mencionó otra voz entre ese caos sonoro.


Tu confusión fue notable, no entendías a qué se estaban refiriendo aquellas voces, pero más pronto que tarde, un sentimiento extraño bajo tu propia piel se hizo presente.


—Se está moviendo mucho, parece que ya está despertando. — Dijo una voz a lo lejos. —Intentaré hacer el procedimiento lo más rápido posiblemente.


Sientes cómo algo fino y puntiagudo logra perforar tu piel, haciéndote sentir dolor y ardor al mismo tiempo, unos los cuales te obligaron a despertar al no soportar la horrible sensación.


Cuando abriste los ojos, una fuerte luz blanquecina chocó contra tu vista, siéndote imposible ver con detalle tu alrededor. Te costó acostumbrarte a tal brillo en un principio, pero eras capaz de notar borrosas siluetas, tratándose de lo que parecen ser personas.


—¡Despertó! — Exclamó una de estas personas allí.


Tus ojos lentamente se acostumbraron a la claridad del lugar, viendo mejor lo que te rodeaba y siendo lo primero que lograste apreciar una jeringuilla que clavada en tu brazo, lentamente extrayendo de tu interior un líquido rojo.


Entonces mientras te realizaban esto, alguien se acercó a ti, percatándote de la extraña apariencia de las personas a tu alrededor, siendo gigantescos desde tu perspectiva, mientras que la piel de ellos era extremadamente blanquecina, a comparación de la tuya. Aun así, esa persona no parecía tener problemas en hablarte, a pesar de que no eras similar a ellos.


—Bienvenida niña ¿Cómo te sientes? — Preguntó la persona a ti, una niña que se encontraba acostada en una camilla hospitalaria, asustada y extrañada.


—¿Qué...Me están haciendo? —Cuestionó esa niña extrañada en vez de responder, sintiéndose incomoda por lo que está ocurriendo.


—Tranquila, veo que estás bastante confundida. Tan solo estamos extrayéndote algo de sangre. — Mencionó la persona, mientras extraía la aguja del interior de la piel de ella, lleno de un líquido rojo.


—¿Dónde estoy? ¿Quiénes son ustedes? —Comenzó a preguntar la niña, sintiéndose aterrada al no reconocer nada o nadie de ese lugar. —¿Dónde están los demás? — Agregó.


—No debes asustarte, estás segura aquí. Te encuentras ahora mismo dentro de la estación espacial Dia y todos en este lugar somos enfermeros.


—¿Estación espacial? ¿Cómo fue que llegué aquí?


—Unos marineros espaciales te encontraron dentro de lo que parecía una capsula de escape. Estabas dentro de un profundo sueño de casi 15 meses. — Explicó.


—¿15 meses? Yo no lo sentí tan largo...


—Es normal que luego de un sueño tan largo digas eso, además el espacio deforma a su voluntad nuestra percepción del tiempo.


—Pero ¿No había alguien más conmigo en la capsula? — Decidió preguntar la niña, lo que extrañó a los presentes.


—Lo siento, sólo estabas tú ahí. —Contestó aquella persona.


—No puede ser... Pero si yo los vi...


—Entiendo tu confusión señorita, pero ¿Podrías explicarnos qué fue lo que sucedió contigo? — Cuestionó la persona a ella.


—Nos atacaron monstruos, muchos murieron... Yo fui de los pocos que sobrevivieron. —Intentó explicar la niña, pero su explicación seguía siendo muy ambigua para los que se encontraban allí.


—Así que monstruos ¿Y cómo eran esos monstruos?


—Son similares a personas, pero con tentáculos y con el poder de cambiar de apariencia.


—¿Y tienes una idea por qué esa gente los atacó?


—No, siempre ha sido así y nunca supe el por qué. — Terminó de contestar la niña.


Tras dar su respuesta, el momento fue interrumpido por la entrada de unas personas al lugar, gente que llevaba un uniforme militar oscuro, y accedieron a la habitación de manera muy apresurada y amenazante. Por lo que con algo de nerviosismo los enfermeros se acercaron a aquellas personas para hablar.


—¡Señores! ¡No creíamos que volverían tan pronto! — Dijo uno de los enfermeros.


—¿Ya han conseguido respuestas? — Preguntó una de las amenazantes personas. —Los superiores desean respuestas respecto al hallazgo de la misteriosa humana.


—Lo sentimos, pero apenas acaba de despertar. Tan sólo tenemos pequeños resultados muy vagos.


—¿Cuánto tiempo más necesita? ¿Una semana? ¿Un mes? ¿O más?


—Tranquilícense, esto tomará su tiempo. Por ahora sus estudios de ADN no están listos y sin ellos no podemos determinar nada.


—Ya han pasado 3 días desde que fue encontrada ¿Y aun no tienen nada?


—Lo sentimos, pero no por ahora.


—¿Al menos han logrado determinar si es o no una humana de carne y hueso? — Y mencionó: —Ya que es demasiado misterioso que esté en una capsula de escape y según lo dicho por el General Corindón, uno de guardianes.


—Por suerte para ustedes, si, afortunadamente es una humana, pero no de nuestra especie según parece. — Contestó rápidamente un enfermero. —Aunque aún seguimos sin poder explicar cosas cómo la marca numérica en su cuello.


—¿Una marca numérica?


—Así cómo lo escucharon, aquella niña posee lo que parece una marca o tatuaje numérico, como si fuese que fue hecha como un producto.


—Que extraño ¿Y qué dice la marca que posee?


—Bueno, es bastante ambiguo, ya que tan solo dice: Ca 20. Aún no sabemos qué exactamente significa o su función.


Entonces, entre esa multitud de personas, alguien avanza hasta donde se encontraba el enfermero, con el propósito de hablar con ellos. Se trataba del general que, al principio, junto a su tripulación, encontró al misterioso guardián llamado Copernicio.


—¿General Corindón? ¿Qué sucede? — Pregunta la persona con la que se encontraba hablando el enfermero, sorprendido ante la aparición de aquel general.


—Perdón por la intromisión, pero ¿Podría hablar con la misteriosa chica? — Dijo el general.


—Pero ¿Por qué desea hablar con ella? Apenas si ha recuperado la consciencia. —Preguntó extrañado el enfermero ante la petición del general.


—Tengo que comprobar algo, si es que esa niña posee alguna conexión o conocimiento respecto a el guardián que encontramos hace una semana. — Contestó. —Intentaré hacer las preguntas más simples que pueda.


—Le daré el permiso, pero tan solo a usted y que no sean muchas preguntas. No queremos abrumarla. — Comentó el enfermero y dejando pasar dentro de la habitación únicamente al general, algo que fue agradecido por él, mientras que el resto de las personas se quedarían cerca del marco de la puerta del lugar.


El general se acercó a la camilla en donde se encontraba aquella niña, quien lo veía con cierta desconfianza y miedo, debido a la apariencia de gran tamaño y su vestimenta militar de un general.


—¿Quién eres? — Pregunta inicialmente la niña, desconfiada del general.


—Soy el general Corindón Rubidio, y estoy aquí solo para hacerte unas pequeñas preguntas. — Respondió el general, revelando el nombre a la niña. Pero aun así lo siguió viendo con bastante desconfianza.


—¿Y qué es lo que quieres saber?


—Primero que todo ¿Tiene algún nombre o forma en la que te llamaban?


—Siempre me dijeron "Ca 20" — Contestó la niña, lo que confundió al general y a los enfermeros que se encontraban allí.


—Pero eso no es un nombre ¿Segura que así te decían? — Pregunta el general muy extrañado.


—Siempre me dijeron así. —Respondió ella. —Incluso mis hermanos se llamaban de una forma similar.


—¿Y nunca has pensado en tal vez tener un diferente nombre?


—No ¿Por qué lo cambiaría? Si siempre me llamaron así.                                                   


Ante las primeras respuestas, el general se percató de que aquella niña no era normal, por lo que luego de dejar salir un suspiro continúo con más preguntas a la niña, quién poco a poco perdía el miedo hacia el general.


—Y dime, "Ca 20", ¿De dónde eres?


—Viví en una lejana luna, lo habían llamado Moscovita. — Contestó la niña.


—¿Moscovita? ¿Y por si acaso tú no vivías junto a unos seres llamado guardianes? — Procedió a preguntar el general al escuchar el nombre de ese lugar.


—Si... ¿Cómo lo sabes?


—Es porque justamente hace unos días encontramos a uno de ellos que sobrevivió.


Al escuchar aquello, la niña se asombró y se podía ver en ella una creciente emoción muy repentina, impactando a todos los presentes.


—¿Un guardián? ¿Sabe qué gama era? — Comienza a preguntar la niña de manera ansiosa.


—Se nos había informado, una vez que el guardián llegó fue reparado, que era un "Cn" ¿Te suena eso? — Respondió el general, lo que llamó la atención de esa niña.


—¿Un "Cn"? Entonces sí pudo haber sobrevivientes... —Comentó la niña. —¿Y si se trata de Coper? — Comenzó a preguntarse.


—¿Entonces si conoces a un "Cn"?


—Si, pero no estoy segura de sí es quién creo que es...


—¿Quieres que lo traigamos hasta la estación? Para que así aclares tus dudas.


—¿Pueden hacer eso? ¡Por favor! No saben lo importante qué es para mí saber eso. — Contesta la niña emocionada ante la petición del general. —Además tengo tanto de lo que hablar con ese guardián.


—Bien, haremos lo posible para poder traer a ese guardián hasta aquí.


—¡Muchas gracias, señor!                                                   


Así la conversación entre ellos acabó, dejando a una niña emocionada al escuchar tal noticia, y al general junto con los demás presentes con más información relevante. Por lo que, él regresó con el grupo de personas fuera de la habitación para hablar de lo que acababa de acontecer.


Todos los que se encontraban fuera se acercaron rápidamente al general una vez que este regresó, muchos sentían intriga y no esperaron más para comenzar a cuestionar.


—¿Y bien? ¿Qué fue lo que te dijo? — Menciona una de las personas allí.


—Al parecer si tiene algo que ver con los guardianes, pero tampoco me dijo tanto. —Respondió el general Corindón. —Si bien conoces el término, parece solo tener el conocimiento de un guardián en específico.


—Eso significa que ella podría tener conexión con ese guardián que encontró tu tripulación ¿No es así? — Comentó otra de las personas allí.


—Tal vez, ya que la niña conoce a un tal "Coper", un guardián de la gama "Cn". La misma gama del guardián que encontramos destruido. — Responde el general y agrega: —Pero no es seguro que se trate del mismo. Por experiencia propia sé que los guardianes son difíciles de reconocer y diferencia, ya que suelen compartir una apariencia base.


—¿Entonces qué haremos?


—Creo que lo mejor es que vaya con mi tripulación a buscar a ese guardián, ya que la niña mencionó que desea verlo para comprobar si es ese tal "Coper"


—¿Está seguro? ¿No quiere que se envíe a otra tripulación a por el guardián?


—No, lo mejor es si vamos nosotros, ya que de seguro nos reconocerá de esa vez que lo recogimos. Aunque eso depende de si aún conserva la memoria.


—Entendido general. ¿Posee algo más para decirnos?


—Hablaré con los superiores para que me den la autorización e irme directamente hoy. Mientras tanto actúen lo más normal que puedan, no sabemos qué tan problemático puede ser el que nos involucremos en este tema. — Contesta el general Corindón a todas las personas allí.


Ante lo dicho por el general, las personas presentes aceptaron su idea y siguiendo de acorde a lo planteado, todos se retiraron junto a sus tripulaciones de allí con el mismo propósito, no levantar más sospechas e intentar indagar desde una zona segura lo que estaba pasando.


Entonces el general Corindón y aquellos que componen su tripulación se retiraron en dirección contraria a la de los demás. Y nadie más quedó fuera de la habitación, por lo que la tranquilidad regresó para los enfermeros.


Aunque para la niña esto pareció extraño, una combinación de emociones se dio en ella, incapaz de comprender qué realmente siente. Aunque estaba confundida de cómo fue que llegó allí, siente curiosidad de quiénes eran todas esas personas, de donde venían, y principalmente ansiosa por la noticia de aquel guardián sobreviviente.


Mientras ella procesaba todo lo que siente, un enfermero se acerca a ella y dijo: —Perdónanos por el momento incomodo con los marineros, no estábamos preparados para que vinieran de esa forma. — Dijo el enfermero, notándose apenado.


—¿Quiénes realmente eran esas personas? — Decidió preguntar la niña.


—Son los marineros espaciales de la estación espacial, son un grupo militar que se dedica a monitorear varias partes del espacio en caso de alguna amenaza, incluyendo la estación y nuestro planeta.


—¿Y por qué ellos querían saber algo de mí?


—Pues, una de sus tripulaciones fue la que te encontró, lo que pareció raro a todos, pues hace casi una semana, otra tripulación encontró a otro ser, vagando en el espacio, de la misma manera que tú.


—Ese era el guardián que mencionó ese señor ¿Verdad?


—Si, y al parecer están indagando para saber todo respecto al por qué aparecieron por aquí. — Menciona el enfermero a la niña, lo que extraña a esta última.


—Entonces ¿Por eso estaban así de ansiosos?


—Si y no. La verdadera razón es que lo que están haciendo va en contra de sus reglas y principalmente la de los sacerdotes en Aureol.


Al escuchar esa palabra, la niña siente como si ya había escuchado eso antes, siéndole muy familiar aquellas palabras.


—¿Los sacerdotes de Aureol? — Pregunta la niña con una clara confusión.


—Es cierto, tú nunca los has visto. — Dice el enfermero al darse cuenta, por lo que intenta explicarle lo mejor que puede a la confundida niña: —Ellos son un grupo de gente que se encarga de gobernar varias partes de nuestro planeta.


—Entonces ¿Por eso es lo que están tan ansiosos? ¿Tienen miedo de ellos?


—No sé si realmente se puede decir miedo... — Contesta con algo de duda el enfermero.


—Me gustaría conocerlos, algo en mi dice que debo verlos. — Comentó la niña, de una manera inocente y con cierta curiosidad sobre esas personas.


—Algún día lo harás, solo que ahora deberás estar en cama recuperándote. — Dice el enfermero a la niña, alejándose de esta y reuniéndose con los demás enfermeros en la habitación para hablar de algo que ella no comprendía.


De pronto una misteriosa sensación comenzó a crecer en el interior de ella, uno que ella conocía y parecía molesto. Su vista se volvió borrosa y una fuerte migraña comenzó, para que luego un líquido tibio comenzara a brotar del interior de su propia nariz, uno de un fuerte rojo.


Ella sabía que algo malo estaba a punto de ocurrir.


Mientras tanto en Aureol, horas después de este suceso...


Los sacerdotes recibieron la noticia del rescate del misterioso objeto, lo que alegro a estos, aunque a uno de todos los presentes allí no le pareció algo bueno ni para celebrar.


Las puertas del templo se abrieron y los sacerdotes, alegres, salieron de allí dirigiéndose a una dirección desconocida, a lo que Copernicio preocupado por lo que realmente significaba todo, intentó seguirlos, fallando en el intento al no lograr mantenerse de pie correctamente.


Esta acción preocupó a la doctora Hera y a los gemelos, quienes levantaron del suelo a Copernicio, incapaces de entender lo que estaba pasando.


—¿Qué sucede? ¿Por qué intentaste seguirlos? — Pregunta la doctora de manera directa a Copernicio.


—Debo seguirlos, sé que irán a dónde se encuentre ella, no puedo permitir que le hagan algo. — Contestó de manera seria Copernicio, siendo para él una situación muy delicada.


—Primero que todo ¿Quién es ella? — Decide preguntar Crisocol, para poder aclarar la confusión de todos.


—Ella es el objeto y creí que había muerto junto con todos los demás. — Responde Copernicio, pero los demás eran incapaz de comprender realmente a lo que se refería. —Si ella está cerca de esta constelación, con más motivos los Hélix vendrán aquí.


—Pero ¿Qué es ella, o qué es lo que tiene como para que estés tan preocupado de que los sacerdotes le hagan algo? — Cuestiona Aventurin.


—Ella posee algo importante y peligroso, que los Hélix buscan. — Contesta Copernicio y se suelta de los agarres de la doctora y los gemelos, para otra vez intentar caminar por su cuenta. —No puedo perder tiempo de esta manera.


—¿Y estás seguro de que debes seguirlos ahora? Tal vez necesites pensar las cosas con más claridad. — Comentó la doctora, al ver como actuaba Copernicio.


Entonces Copernicio nuevamente intenta caminar en dirección a dónde van los Sacerdotes, logran mantenerse de pie con cada paso, hasta que en un momento una sensación lo debilitaría completamente, haciendo que cada parte de su cuerpo comience a dejar de reaccionar y al final caiga al suelo, incapaz de volver a levantarse.


—¿Qué te pasa? ¿Estás bien? — Preguntan ambos gemelos, yendo a socorrerlo.


—Mi cuerpo... Ya no me responde... — Intentó contestar Copernicio, con mucho esfuerzo. —No sé lo que me está pasando.


—Oh no, parece que la celda de energía que tienes ya se está acabando. Me olvidé recargarlo en el hospital. — Dice la doctora al notar lo que realmente sucede.


Inesperadamente, cuando Copernicio estaba a punto de decir algo, todo a su alrededor se oscurece y lo poco que quedaba funcionando en él, se apaga y deja de responder.


Sus ojos se cerraron y pronto el silencio se apoderó de lo poco que Copernicio aun percibía. Adentrándose en algo similar a un profundo sueño, del cual era, ahora, incapaz de despertar por su cuenta.


Aunque todo a su alrededor se fundió en negro y el sonido se convirtió en un quieto y pesado silencio, algo no andaba bien, pues lo que estaba pasando estaba fuera del conocimiento de Copernicio. Él siguió consiente aun después de que cada parte de su cuerpo dejó de funcionar.


Intentó moverse dentro de ese lugar, pero era incapaz, por más que lo intentará, él estaba atrapado dentro de aquel misterioso mundo, como si se hubiese fundido con ese espacio oscuro y lo que antes denominaba un cuerpo, se hubiese desvanecido.


¿Estaba soñando otra vez? Comenzó a preguntarse, era algo que no había sentido anteriormente y una sensación extraña comenzó a apoderarse de él, sintiendo la gran necesidad de despertar o escapar de allí, pero era imposible.


De pronto algo sucedió, una voz hizo eco dentro de ese lugar, una muy familiar para Copernicio y que logró reconocer al instante.


—Qué pena, te has vuelto a dañar en los entrenamientos ¿Verdad? — Dice la voz, una la cuál sonaba femenina y en cierta parte, robótica.


—Déjame arreglarte. — Mencionó la voz, la cual hizo que Copernicio recuerde, que aquellas frases provenían de un momento que ya vivió. —Ten más cuidado la próxima vez.


—¿Hassia? ¿Eres tú? — Preguntó Copernicio tras escuchar la voz, esperando una posible respuesta.


Entonces, emerge de la oscuridad una figura robótica, pero con rasgos faciales femeninos. Tratándose de aquella robot que Copernicio había soñado con su muerte.


Él se quedó atónito al verla de vuelta sin ningún daño y completamente funcional, confundido ante su aparición, en un lugar tan extraño como este.


—¡Hassia! ¡Estás viva! — Exclama Copernicio muy emocionado, pero pronto las dudas comenzaron a apoderarse de él. —Pero... Te vi morir...


—Yo ya no estoy viva Coper... Mi muerte fue real. — Contesta la robot, de nombre Hassia, de manera tan directa que los ánimos de Copernicio, son destruidos.


—Si moriste ¿Qué eres?


La robot evita responder aquella pregunta con un gran silencio, lo que incomoda a Copernicio, quien no comprende lo que está pasando. Pero pronto, esta misma decide hablar, pero esta vez cambia de tema a algo importante.


—No debes dejar que nadie la utilice, pero si cae en las manos equivocadas no tienes de otra que darle muerte. —Menciona Hassia.


—¿Te refieres a ella? Pero no podría hacer algo así. — Contesta Copernicio, extrañado ante esa petición.


—Tú sabes bien que lo que posee es de gran valor, y algo así no puede ser utilizado para fines egoístas. Protégela si no quieres tener que realizar algo que no quieres y no dejes que la historia se repita con los demás.


—¿Repita? ¿Qué quieres decir? — Cuestiona Copernicio, pero cuando estaba por recibir una respuesta, algo sucede.


Inesperadamente el cuerpo mecánico de Hassia comienza a destrozarse y hacerse añicos, lo que preocupa a Copernicio e intenta acercarse a Hassia para intentar evitar eso, pero tan sólo es capaz de extender su mano hacía ella, al él, encontrarse atrapado en medio de la oscuridad.


—Mi tiempo se ha acabado... Perdóname por no poder explicarte más... ­— Comenta Hassia al notar el deterioro en su cuerpo.


—¡Hassia! ¡No te vayas! — Exclama nervioso Copernicio, pero ella, aun con lo poco que le queda, solo sonríe.


—Sé que podras hacerlo, confío en ti. — Son las últimas palabras de Hassia y su cuerpo se destruye por completo.


—¿Por qué...? Yo... No puedo hacerlo sin ti... Por favor...


Seguido de esto, un destello de una fuerte luz blanquecina comienza a iluminar cada rincón de ese misterioso y oscuro lugar, cegando a Copernicio en el proceso. Sintiendo que ese ya había experimentado anteriormente.


Y dentro de la luz, la voz de Hassia se escucha nuevamente, pero esta vez siendo diferente, como si esta vez se trataba de una persona real en vez de una máquina.


—Sé que no eres un cobarde, demuéstrales de lo que eres capaz. —Menciona la voz mientras se desvanece en el silencio.


Entonces, Copernicio abre los ojos, despertando finalmente de aquello que resultó ser un sueño, uno el cual lo dejó confundido y desconcertado.


Cuando él se recuperó del repentino despertar, este notó que nuevamente se encontraba en el hospital, acostado en la misma camilla que en el principio y con múltiples cables de alta tensión conectados por varias partes de su cuerpo, mientras que alrededor de la camilla esperaban los niños y la doctora, impresionados por el violento despertar de Copernicio.


—¡Ha vuelto a despertar! — Exclamaron los niños al ver a Copernicio de vuelta en sí.


—¿Copernicio? ¿Te sientes mejor? — Preguntó la doctora impactada al ver a Copernicio despierto. —Has estado inactivo por bastante tiempo, hasta creímos que ya no despertarías.


Antes esa afirmación, él mira hacia la ventana a un lado de la camilla, notando que era cierto lo dicho por la doctora: "Había pasado bastante tiempo", pues el cielo ahora se tiñe de un rojizo oscuro, mientras que en el horizonte se ve el sol escondiéndose hacia en donde termina el mar. Era más que notable que la noche estaba por llegar a la ciudad.


—¿Cuánto tiempo estuve apagado? — Decide preguntar Copernicio al notar que el ambiente no era el mismo.


—Solo estuviste apagado unas horas, tal vez 3 o 4 horas. Después de todo fue fácil cambiar tu celda de energía. — Contestó la doctora.


—¿Y qué hay de los sacerdotes? ¿Saben si siguen por aquí? — Vuelve a preguntar Copernicio, pero de una manera más insistente.


La doctora y los niños dudaron en decir la verdad, por lo que con rostros que expresaban preocupación y algo de decepción, procedieron a responderle: —Ellos se fueron, justo después de que terminaste apagándote. — Siendo algo que sorprende a Copernicio, dejándolo en shock.


—Entonces... ya no se puede hacer nada... — Dice Copernicio en un estado de desilusión completa.


—Pero, aun tienes tiempo para poder tu deber. — Menciona la doctora Hera, quien va hacia la puerta de la habitación para abrirla. —Hay alguien que deseaba verte una vez que ya estuvieras despierto, y creo que te puede ayudar.


Tras decir eso, a la habitación entró una persona, una que poseía una presencia diferente a los demás. Era un militar, pero no cualquiera, era un marino espacial, y uno el cual Copernicio logró reconocer al apenas ver su rostro nuevamente. Él se trataba del general que, junto a su tripulación, habían salvado a Copernicio.


—¡Vaya! Miren quién ya se encuentra despierto. Mi tripulación y yo estuvimos horas buscándote, y cuando te encontramos estabas apagado. Por suerte ahora estás consiente. — Fue lo primero que dijo el general al ver a Copernicio nuevamente. 


—Tú... Tú fuiste uno de los que me trajo aquí... — Comentó Copernicio al ver al general.


—¿Aún me recuerdas? Eso es impresionante... Aunque más impresionante el hecho de que la doctora logró rearmarte de nuevo. Te ves muy diferente a aquella vez.


—Pero, no entiendo ¿Por qué está realmente aquí, general?


—Prefiero que en vez de "general" me llames "Corindón", si te parece bien. — Recalca el general Corindón al escuchar lo dicho por Copernicio. — Y sobre tu pregunta, vengo por que una persona especial me lo pidió.


—¿Te suena alguien con el nombre de "Ca 20"? — Pregunta el general, lo que impresiona a Copernicio.


—¡¿Ca 20?! ¿Ella está viva? ¿Cómo está? — Reacciona Copernicio al escuchar ese nombre, el cual es de alguien especial para él. —Entonces... Mis sospechas eran ciertas.


—Tranquilo, una pregunta a la vez. Primero que todo: si, y segundo: se está recuperando en la estación espacial tras estar varios meses en hipersueño, pero se puede decir que está bien.


—¿Y ella fue quién te mandó por mí?


—Si... Ella desea verte y comprobar algo. Por eso nos pidió buscarte.


—¿En serio? ¿Y dónde se encuentra ella actualmente?


—En la estación espacial Dia, no muy lejos de esta constelación para tu suerte.


—¡Debo ir de inmediato! —Exclama Copernicio al escuchar tal respuesta, emocionado al ver que esta podía ser su oportunidad para detener a los sacerdotes.


—¡Espera, tranquilo! Claro que iras, pero no en este momento. Además, tengo algunas preguntas que realizarte. — Responde el general Corindón ante lo dicho por Copernicio.


—¿Qué clase de preguntas?


—Primero debo preguntar ¿Qué es "ella"? Esa niña no es una humana como nosotros y es bastante notable, por lo que quiero que me expliques exactamente lo que es. —Procedió a preguntar el general.


—Ella es simplemente un "objeto", al igual que todos lo que fueron creados antes que ella. Y posee algo muy valioso en su interior, pues, por lo que tengo entendido, es la llave para algo. — Contesta de manera directa Copernicio, lo que extraña a los presentes. — Es algo similar a fósil viviente, ya que proviene de una especie humana anteriormente extinta.


—Entonces ¿Esos son los humanos que creaban ustedes y habías mencionado? — Cuestiona la doctora Hera a Copernicio cuando escucha la explicación.


—Si, me refiero a ellos.


—¿Y qué fue lo que le pasó a los demás como ella? — Procede a preguntar el general, extrañado.


—Los Hélix se dedicaron a cazarlos, acabando uno por uno con los demás de su especie, siendo ella la última de todos. Y nosotros los guardianes nos encargábamos de protegerlos para que, al menos uno de ellos, logre cumplir su verdadero propósito, y por la razón que fueron creados.


—¿Y cuáles eran sus verdaderos propósitos? — Pregunta nuevamente la doctora Hera.


—Eso sólo lo saben los sacerdotes, fue por petición de ellos que los creamos en primer lugar.


—¿Qué? ¿Y no hay algo más detrás o al menos alguna explicación? — Comentan los niños al escuchar aquello.


—La verdad es que eso es algo que no sé con certeza, pues yo no estuve cuando comenzaron a crearlos, y quienes sabían eso ya no están vivos. — Contesta al final Copernicio, lo que deja impactados con la revelación.


El ambiente se llenó de un silencio incomodo en la habitación, nadie podía creer lo que Copernicio decía, hasta que el sonido de unas campanadas lejanas comenzó a escucharse, lo que exaltó a los presentes, aunque principalmente Copernicio al no comprender la situación.


—¿Qué sucede? ¿Qué significa eso? — Pregunta Copernicio extrañado.


—Esas son las campanadas del templo, anuncian que ya está anocheciendo. — Contesta la doctora.


—Se está haciendo tarde, creo que lo mejor es retirarnos ahora para llegar lo más pronto a la estación. — Menciona el general Corindón y agrega: —Solo hasta cierta hora los agujeros de gusano permanecen abiertos.


—No esperaba que deseará el retirarse tan pronto. —Dice la doctora al general.


—Y por eso, antes de retirarnos, quería saber si es que alguien de aquí va a acompañar al guardián en el viaje.


—¿En serio podemos ir? — Pregunta Aventurin, pero es interrumpido por su hermano, quien se ve un poco avergonzado por lo dicho por su gemelo, regañándolo y diciéndole: —¡Prasio! ¡No digas eso! Recuerda que no podemos irnos a lugares como esos sin permiso de los mayores. — Pero es rápidamente respondido por Aventurin bastante nervioso por algo que dijo Crisocol, y gritándole: —¡Ey! ¡No me llames así!


—Es cierto niños, será mejor que no vayan, por su bien. La estación espacial Dia puede ser un lugar peligroso algunas veces. —Comenta el general, lo que baja los ánimos de Aventurin.


—Yo tal vez vaya. — Menciona la doctora. —Debido a que Copernicio aún está aprendiendo a usar su propio cuerpo, necesitará la ayuda de alguien especializado. Además, mi deber como doctora es hacer un seguimiento de mi paciente. — Agregó la doctora a lo que dijo.


Pero mientras ellos hablaban sobre qué decisión tomarían, Copernicio, en un acto que desconcertaría a todos, desconectó todos los cables que estaban pegados a él y una vez que se deshizo de todos, se levantó con algo de esfuerzo de la cama, y procedió a hablar.


—Iré solo, no quiero que nadie me acompañe, a excepción del general. — Dice Copernicio, serio y directo.


—¿En serio? ¿Por qué deseas eso? — Preguntó el general extrañado por esa decisión.


—Simple, no quiero involucrarlos más en este problema, sé lo peligroso que es y no deseo que nadie salga herido. Esa es mi prioridad y también mi misión, por eso fui creado.


—¿Pero, y qué hay de ti? — Cuestiona el niño Crisocol a Copernicio, a lo que este procedió a contestarle.


—Soy una máquina, pueden destruirme y rearmarme cuantas veces quieran, pero seguiré bien. En cambio, ustedes pueden perder la vida si algo malo les pasa, y yo he visto con mis propios ojos lo que los Hélix son capaces de hacer.


—¿Estás seguro de lo que estás diciendo? — Vuelve a cuestionar, en este caso la doctora Hera, quién queda impactada ante lo dicho por Copernicio.


—Si, después de todo debo seguir con mi misión de alguna forma y cumplir mi principal objetivo: "Mantenerlos a salvo a todos" —Contestó Copernicio con un tono seguro y directo, sorprendiendo a todos por la determinación de este, aunque eso mismo deja extrañado al general.


—Para ser un guardián, eres bastante diferente. Muy diferente. — Menciona el general Corindón, pero esto en vez de sonar como un alago para Copernicio, este se percata de algo dicho por él.


—¿General, acaso ha conocido alguna vez a algún guardián, antes de mí? — Cuestionó Copernicio, pero el general no respondió nada, más allá de una leve risa.


El general Corindón se quedó por unos segundos en silencio, hasta que él decidió continuar, ignorado lo preguntado por Copernicio, pero mencionando: —Bien, si iras sin nadie más, será mejor que nos retiremos ahora, tanta charla está alargando las cosas. — Pero aun sabiendo que estaba evitando su pregunta, Copernicio no insistió, y decide seguirle la corriente al general, para así no causar problemas entre ellos.


—Si es así, te acompañaré hasta el transporte del general ¿Te parece bien? — Procedió a decir la doctora Hera, ante lo mencionado por el general Corindón.


—Está bien, aunque ¿Qué tan lejos está el lugar al que iremos? — Procede a preguntar Copernicio con algo de duda.


—No muy lejos para tu suerte, tan sólo hay que cruzar el mercado de Dorana y ya estaremos en el hangar de naves, allí no están aguardando mis marineros espaciales. 


—Eso puede ser una buena excusa para que puedas ver cómo es el mercado de Dorana y pasees por allí. — Menciona Aventurin a Copernicio, emocionado ante eso.


—Al menos, verlo por primera vez. — Comenta Crisocol a la par que su gemelo.


—Eso suena interesante, aunque, no sé si sea buena idea que vaya por allí y que la gente me vea. — Contesta Copernicio, al notar la insistencia y emoción por que vaya, pero algo dudoso de si tomar aquella decisión.


—Si eso te preocupa, tan solo tomaremos caminos en donde no haya tanta gente ¿Qué te parece? — Pregunta la doctora Hera, dándole una nueva opción. Pero Copernicio sigue dudando sobre eso.


—No lo sé... Pero si dices que puede ser algo mejor, entonces sí.


—¡Perfecto! ¿Entonces ya nos podemos ir? — Interrumpe el general, quien se ve algo apurado, y ante ello, Copernicio no tiene de otra que decir su respuesta final.


—Si, es lo mejor. No perdamos más tiempo. — Menciona Copernicio. —El destino depende de esto...


Así que, ante la respuesta de Copernicio, todos avanzan hasta la puerta de la habitación, incluyendo al mismo Copernicio, quien al intentar avanzar por su cuenta logra caminar con algo de esfuerzo. Al abrir la puerta de aquella vacía habitación, al otro lado de este, en el pasillo, se encuentran con la joven enfermera con la que se habían encontrado antes. Ella se encontraba dormida, mientras estaba sentada en una de las bancas, lo que extrañó a Copernicio.


—¡¿Cómo pude olvidarme de eso?! ¡Qué descuidada! — Dice la doctora Hera al ver a la enfermera. — Hace casi una hora fue nuestra hora de salida, y parece que se quedó dormida esperándome.


—¿Ella está "durmiendo"? — Pregunta confundido Copernicio. —Es un poco similar a como lo hacemos los guardianes.


—¿Ustedes duermen? ¿Cómo es posible?


—¿Por qué lo preguntas? ¿Acaso hay algo mal con eso, doctora?


—No sé si es realmente normal que una máquina pueda soñar...


—Eres raro...— Cuestiona Crisocol a Copernicio, lo que confunde a este último.


—No entiendo por qué denominan que es algo extraño, siempre creí que era algo común.


—No importa eso ahora, creo que lo mejor es no perder tiempo con esas cosas. — Interrumpe el general a la extraña plática.


—Claro general, pero, deme un minuto para hablar con esa joven. Es algo importante. — Pide la doctora Hera al general, y él duda por un segundo qué contestar, aunque al final este acepta...


—Está bien, pero que sea rápido.


Por esto, la doctora se acerca a la enfermera y despierta a la enfermera al tocarle un hombro, mostrándose en el rostro de la chica una emoción de sorpresa.


—¡Ma-! ¡Digo, doctora! Al fin saliste de la sala. — Es lo primero que dice la joven al ver a su madre, pero su felicidad ante esto rápidamente acaba al notar la presencia del guardián.


—¡Está despierto! — Exclamó la joven. — ¡No sabía que ya se había vuelto a activar el guardián!


Copernicio ve con algo de extrañeza la reacción de la joven, quien parece tenerle un gran miedo, sin alguna explicación aparente. Y ella al percatarse de que el guardián la veía, se esconde tras espaldas de la doctora, como un acto infantil ante algo aterrador.


—¿Por qué está fuera de la sala, otra vez? — Pregunta la joven a la doctora Hera.


—Acaba de salir de alta, por lo cual lo estaba acompañando, junto con el general, hasta que llegue al hangar de naves. — Contesta la doctora, lo que comienza a preocupar a la chica.


—¿De alta? ¿Tan pronto? ¿Estás segura que eso es lo correcto? ¿Y si nos sancionan por esto?


—Tranquila, no pasará nada. No debes preocuparte de eso.


—Pero... ¿Y qué hay de volver a casa?                                                   


—Iremos a casa luego de dejar a Copernicio junto al general en el hangar, será algo rápido.


—¿Y qué hago? ¿Espero aquí o...?


—Si quieres puedes acompañarme.


Esa respuesta saca de sus casillas a la joven enfermera, quien reacciona de una manera muy agresiva.


—¿Acompañarte? ¡¿Con eso al lado?! — Exclama la joven, refiriéndose a Copernicio, mostrando su repudio hacia él.


—Si no quieres entonces, puedes ir sola a casa.


—¡No! ¡Quiero ir contigo! Pero...


—Si le tienes miedo, quédate a mi lado o detrás. — Menciona la doctora Hera, algo que le parece una buena idea a ella, y sin esperar tanto, agarró sus cosas y se escondió a espaldas de la doctora.


Tras ese inconveniente resuelto, la doctora, ahora en compañía de la temerosa enfermera detrás suyo, ella y los demás comenzaron a avanzar en dirección a la salida de aquel lugar.


El camino fue el mismo que habían hecho cuando fueron al templo, pero ahora el ambiente era de alguna manera más tranquilo de lo que era, y solitario, mientras que a través de los ventanales que se lograban ver, se hallaba al otro lado el paisaje de la ciudad, poco a poco encendiéndose tras la lenta caída del sol y llegada de la noche.


Caminaron por los largos pasillos, al igual que bajaron las escaleras que llevaban a plantas más inferiores del edificio, hasta que llegaron al primer piso y de dirigieron a la salida, siendo que, al llegar allí, una mirada juzgadora observaba a Copernicio, escondido y notoriamente con temor. Se trataba de la joven enfermera, quien aún escondida tras espaldas de la doctora, miraba con incomodidad al guardián, lo que también provocó la incomodidad del mismo Copernicio.


A pesar de ese momento, salieron del hospital sin más problemas, encontrándose de nuevo, frente a una imponente ciudad que se preparaba para la noche, lo que parece un momento hermoso, en realidad era una señal de que no podían perder más tiempo. Por lo que, a paso acelerado, avanzaron en dirección al hangar.


Mientras caminaban por las intersecciones de la gran ciudad de Dorana, todo parece normal y hasta tranquilo, mientras pasean por cada rincón misterioso de la ciudad, el cual reluce con las iluminaciones tan vívidas y coloridas de los locales, en todas partes, que adornaban varios lugares de la ciudad mientras la noche caía, como si se tratara de un carnaval. Pero el momento es interrumpido inesperadamente, pues pronto, Copernicio nota que entre ellos ya no se encuentran los gemelos, quienes en algún momento del trayecto se separaron del grupo sin decir nada.


—¿Y los niños del templo? — Pregunta con cierta preocupación, Copernicio. —Ya no están con nosotros...


—Tranquilo, ellos deben haber regresado por su parte al templo, después de todo, ya se está haciendo tarde para seguir en las calles. — Explica la doctora Hera, e intenta calmar a Copernicio.


—¿Y si se pierden? — Vuelve a preguntar Copernicio, preocupándose más por ellos.


—Eso es lo de menos para ellos, siendo sirvientes del templo, conocen muy bien esta ciudad y lo menos probable es que se pierdan.


—Pero... Ni siquiera se despidieron...


—De seguro no les dio tiempo o tuvieron vergüenza, pero a pesar de eso, seguramente te desearían buena suerte.


—¿Eso crees?


—Si, seguramente.


—Aun así, no logro comprender porque hicieron eso.


—Yo tampoco, pero no siempre podrás entender a las personas, o saber sus motivos. — Tras que la doctora Hera dijera estas palabras, Copernicio se queda en silencio, pensativo ante eso dicho, pero a pesar de eso, él intentó continuar el trayecto sin más problemas junto a los demás.


Al final, a pesar de no comprender cuales pudieron ser las razones por la que los gemelos se separaron, él y el grupo siguió avanzando, hasta que llegaron al mercado de la ciudad, donde grandes grupos de personas se acumulaban en las calles y frente a los locales que allí hay, mientras sonidos variados y caóticos se escuchaban por todas partes.


Aquel contraste entre las demás partes de la ciudad con esta, era notable, pareciendo tan viva y activa, como si aún fuese de día para aquellas personas. Aunque pronto, las miradas de las multitudes que se encontraban allí, se dirigieron con extrañeza hacia Copernicio, creando cierto ambiente incomodo entre las personas.


Murmullos se mezclaban con el ruidoso alboroto que hay, era notable la reacción negativa de varias de esas personas, por lo que el grupo aceleró su paso para poder salir de inmediato de aquella parte del mercado, pero sin importar en que parte del lugar iban, las miradas los siguen de manera juzgona y, hasta, amenazadoras.


Ellos avanzaron como pudieron entre las multitudes que colmaban el mercado, para así poder salir lo más rápido posible de ese lugar, pasando a través de las varias calles del gigantesco lugar, hasta que lograron dar con una pequeña calle, un atajo al hangar a las afueras del mercado, donde todo era más tranquilo, y con más seguridad de que ya no volverían a ser acosados por las miradas de otras personas, continuaron por este camino con más tranquilidad.


—Todas esas personas... Me miraban... ¿Por qué? — Pregunta Copernicio, desconcertado ante lo sucedido.


—¿Es tu primera vez aquí? ¿verdad? — Cuestiona la enfermera, quien hasta ese momento, no había dicho alguna palabra. —¿No te lo han dicho?


—¿Decirme qué? — Pregunta nuevamente Copernicio, por lo que, la doctora Hera, procede a explicarle la realidad.


—Me olvidé decírtelo, pero, los ciudadanos de Dorana ven con malos ojos a las máquinas, principalmente a aquellos similares a los autómatas, y tú te pareces a uno de esos. — Contesta la doctora.


—Debido a una guerra que sucedió, mucha gente desprecia a las máquinas, incluso, y a pesar de que aun sigan siendo personas, a los semihumanos, o, mejor dicho: personas con prótesis robóticas.


—¿Esos son los humanos que no pueden regenerarse que me dijiste?


—Si, esos son los pacientes que suelo tener.


—No sabía eso, tú no me mencionaste nada de aquello.


—¿En serio? Creí ya haberlo dicho. Ya que, gracias a mi conocimiento, logré rehacerte de nuevo, aunque no miento que fue complicado.


—¿Y cómo fue que aprendiste todo eso? Porque, eres bastante profesional.


—Fue hace mucho tiempo, cuando aún vivía en mi antiguo hogar, en mi país natal. Fueron siglos de estudios y prácticas.


Inesperadamente, la doctora es interrumpida por la enfermera que se encontraba a su lado, quien comienza a susurrarle algo al oído que no logra ser escuchado por Copernicio. Pero, una vez que termina de decirle eso, la expresión de la doctora Hera cambia a una más seria.


—Pero... Eso fue hace mucho tiempo... — Menciona la doctora Hera con un tono más frio hacia Copernicio, mientras que la enfermera aun miraba a este de manera incomoda.


A pesar de eso, el trayecto continuo hasta que, luego de mucho caminar, logran llegar hasta su destino, el hangar. Al llegar a las puertas del enorme lugar, la doctora Hera y la enfermera se quedan, pues al final, su objetivo de acompañar a Copernicio hasta allí terminó, por lo que, como una última cosa, Copernicio se despidió de ellas.


—Bueno, creo que, en este momento nuestros caminos se separan. — Empieza a decir Copernicio. —Agradezco todas sus ayudas, aunque desgraciadamente todo fue muy rápido.


—No te preocupes por eso, tienes un deber importante que realizar y lo mejor era esto. — Responde la doctora Hera a lo dicho por Copernicio.


—¿Van a seguir hablando por más tiempo o espero un siglo para irnos? — Procede a preguntar el general, en un tono burlesco.


—Lo siento. Ya es hora de que me retire. — Menciona Copernicio al notar la insistencia del general.


—Entonces adiós y buena suerte, Copernicio. — Se despide la doctora Hera.


—Adiós... — Dice la enfermera en voz baja, con algo de vergüenza.


Tras eso, Copernicio procede a ir junto con el general Corindón dentro del hangar, donde los esperaba el transporte que lo llevaría a su siguiente destino: La estación espacial Dia.


—Al fin terminaron, parece que nunca iban a terminar de hablar. — Menciona el general Corindón mientras caminan por el hangar.


—¿Acaso le molestó lo mucho que hablé? ¿Por eso casi no habló cuando veníamos? — Cuestiona extrañado Copernicio, al general, pero este solo se ríe.


—No realmente, me parece interesante el escuchar como un guardián como tú interactúa con los humanos, muy pocas veces he presenciado algo así y más en guardianes especializados en combate.


—Pero ¿Usted cómo sabe lo de guardián de combate? — Pregunta Copernicio al general.


—¿Eres un "Cn"? ¿Verdad? Sé que esa clase de guardianes eran la artillería pesada, especializados en combate. Aunque, me parece irónico que un Gurdián así tenga una personalidad como la tuya.


—¿Y cómo puedes suponer eso? — Cuestiona extrañado Copernicio. —¿Qué tanto sabes acerca de los guardianes?


Conozco más de lo que crees y por eso he decidido ayudarte, pues al igual que tú, entiendo la gravedad de todo este asunto.


Aquellas palabras resuenan en Copernicio, pero de alguna forma, siente desconfianza de lo dicho por el general Corindón, teniendo bastantes dudas acerca de sus intenciones.


Pero no era momento para dudar, ya que ambos llegaron hasta donde se encontraba la nave que llevaría a Copernicio hacia la estación espacial Dia. Un gran carguero espacial, el mismo que Copernicio recordaba de aquella vez que fue rescatado por el general.


Entonces la compuerta de la nave se abrió, y ambos avanzaron al interior del transporte, siendo recibidos por los tripulantes o, mejor dicho, los marinos espaciales que pertenecen al equipo del general. Pero, algo en ellos no parece estar del todo bien, viéndose preocupados y nerviosos.


—¡General Corindón! ¡Qué bien que al fin llegó! — Exclama nervioso uno de los marineros espaciales, lo que extraña al general.


—¿Qué pasó? Los veo nerviosos. — Cuestiona el general a los marineros, quienes deciden explicarle la situación.


—Los de la estación espacial Dia nos contactaron, ¡Dijeron que están bajo ataque!


—¡¿Cómo es posible eso?! ¡Entonces debemos irnos de inmediato!


—¡Si, señor! ¡Todos a sus puestos! — Contesta el marinero que es el segundo a cargo allí, y esto hace que todos los demás vayan a diferentes partes de la nave.


El general ante esto, se acerca a Copernicio, quien está confundido de lo que sucede, y procede a decirle: —Hay un grave problema en la estación, saldremos más pronto para llegar a tiempo. Pero es mejor que te prepares, no sabemos qué podríamos encontrarnos allá.


—¡Claro general! — Contesta Copernicio ante lo dicho.


—Bien, entonces toma asiento. Que el trayecto puede que sea muy turbulento.


Entonces, la compuerta de la nave se cierra y todos los sistemas comienzan a activarse, preparándose para el despegue. Y con algo de preocupación, Copernicio logra encontrar un lugar para sentarse. Mientras en su interior espera que a quien espera encontrarse, no termine en graves problemas por el ataque inesperado.



(Fin del capítulo)


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