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Capítulo 1 《Aureol》(Editando)

El ambiente es frío y los fuertes vientos levantan las grises arenas, similares a cenizas, el cuál cubre todo el ambiente hasta lo más lejano que nuestra vista nos permite ver, pareciendo un desierto infinito.

Corres por este extraño lugar, no sabes por qué, pero sabes que algo malo va a suceder. Por lo que inesperadamente siente cómo algo te estira hacía atrás con fuerza, haciendo que logres esquivar el impacto de una gran flecha, el cual hubiera acabado contigo si hubiese sido tarde.
Cuando ves hacía el rostro de quién fue que te salvó, notas que se trataba de una persona, similar a ti, pero con un rostro más femenino, quién parecía estar serena aún por el hecho de que casi mueres sino era por su ayuda.

No sabías por qué, pero saber que estaba allí te hacía sentir a salvo y ella pareció percatarse de esto e intentaría decirte algo, pero antes de que algo pudiera salir de su boca de manera repentina un ruido atroz haría eco con gran fuerza.

Metal doblándose y fibra de vidrio fragmentándose sería el sonido que lograste percibir, mientras que ante tus ojos una escena quedaría grabada en tu memoria para siempre.
Entonces lograrías ver cómo una de esas grandes flechas termina impactando en el cuello de ella, separando su cabeza de cuerpo, revelando que ella no era humana, sino una máquina llena de componentes y cables, junto con aquél fuerte ruido tan característico.

Pero debido al momento, el impacto del momento se apoderaría de ti y sin darte cuenta, otra flecha sería lanzada hacía dónde estabas, pero esta vez impactando en tu cuerpo y dejándote muy dañado en el suelo, perdiendo totalmente la capacidad para poder levantarte debido al gran daño, y dónde notarías el hecho de que tú también eras una máquina.

Quedarías inmóvil en el suelo, dañado y muy debilitado junto a lo que quedaba de la que era similar a ti, quién con lo último que le quedaba decidiría hablarte:

—Si sobrevives, protégela a toda costa... No dejes que caiga en manos equivocadas... Si eso pasa... 

Pero antes de que logres escuchar lo que ella tenía para decirte, todo se vuelve oscuro y silencioso, ahora una sensación de vacío se apoderaría de ti. Pero algo no estaba bien allí, pues inesperadamente sentirías cómo alguien misterioso se acercaría a ti.

—No has podido salvarlos, no pudiste salvarla ¿A dónde crees que vas guardián cobarde? — Susurró de manera fría y distante la voz a tu oído, nunca antes escuchada para ti, lo que hizo que sintieras terror en tu interior.

De pronto, la escuridad que te envolvía se volvería claridad, siendo una fuerte luz proveniente de un destello la que te cegaría, el cuál te obligaría a abrir los ojos.
Aquello fue tan sólo una pesadilla.
Sobre una camilla de hospital se levantaría del susto aquel que protagonizó su propia pesadilla, se trataba del ser que anteriormente había ido para dar unas malas noticias, despertando desconcertado de lo que había presenciado. Se sentía de alguna manera inexplicable, diferente, algo había cambiado, pero no sabía qué o por qué.

Todo se sentía diferente para él incluso cuando notó el lugar dónde se encontraba, aquel era un lugar que jamás había visto y de alguna manera lo hacían sentir en una inmensa paz. La luz del día se colaba por la pequeña ventana a unos de sus lados y en el otro se encontraba una gran cortina aislante que lo separaba del resto de la habitación, cómo si estuvieras en cuarentena, mientras una pequeña brisa mueve de manera lenta y melódica a estas mismas.

Pero entonces se percataría de algo más impactante para él, ya que al ver sus manos notaría que estas habían sido arregladas sorprendiéndose por el resultado, y por eso vio cómo eran las demás partes de su cuerpo, descubriendo que había sido completamente arreglado, tanto que ya ni tenía su apariencia original, era alguien completamente distinto, pero seguía siendo él, tal vez.

Al ver sus piernas arregladas, más la curiosidad que despertaba en él para saber qué era ese sitio, intentaría levantarse de la camilla, siéndole dificultoso el quedar en pie debido a lo resbaladizo que era para él el piso del cuarto, pero su intento sería interrumpido al escuchar el ruido de una puerta abrirse en aquella habitación, así que con cierto temor se volvería a acostar en la camilla, mientras escuchaba cómo alguien se aproximaba a dónde se encontraba.
Entonces alguien cruzaría atreves de la cortina aislante, viendo el ser que se trataba de una humana, lo que pareció extraño y más por cómo ella reaccionó al verlo. Siendo bastante calmada y con una cierta presencia tranquilizante.

Ella vestía un atuendo de blanco y llevaba consigo unos apuntes, lo que hizo que el ser interprete que se trataba de alguien de ese hospital, tal vez de una doctora o algo similar. Pues la apariencia de aquella humana de alguna forma le hizo recordar a alguien importante para él.

—¿Qué tal te sientes? Veo que has despierto con bastante energía — Pregunta aquella posible doctora al ser, pero este no puede contestar —Vamos dímelo, incluso pude ver que ya intentaste pararte.

—¿Acaso puedes escucharme? — Preguntó nuevamente la doctora quién se extraña ante el silencio del ser, pero este simplemente asiente con la cabeza.

Ante esta acción la doctora se impresionaría, era incapaz de asimilar que de alguna forma estaba frente a un ser que nunca había visto y podía entenderla. Lo que seguía extrañando al ser.

—Esto es impresionante, nunca pensé tener la oportunidad de tener como paciente a un ser totalmente sintético. Incluso fue muy difícil arreglarte por completo. — Mencionaría la doctora, revelando haber sido quién lo arregló en primer lugar, lo que sorprendería de gran manera al ser.

—Estuviste muchos días sin dar señales de vida luego de tu reparación, ya casi se cumple una semana desde que esos niños del templo te trajeron.

—Apropósito, no sé qué relación tengas con esos niños, pero ellos te visitaron casi a diario, siempre insistiendo en querer hablarte. — Agregó la doctora —Me preguntó qué cosa importante tienes para que la gente del templo insista el verte.

Tras decir eso aquella doctora se decidió sentar en una pequeña butaca que se encontraba a un lado de la camilla, para así poder hablar mejor con el ser, aunque este realmente no sabía cómo o qué responderle, pues la situación y lo que pasó, estaban confundiéndolo de gran manera.

—¿Eres capaz de hablar? ¿Verdad? — Preguntó la doctora al notar lo callado y pensativo que se encontraba.

—S-sí. — Contestó con esfuerzo el ser, lo que impresionó a la doctora, pero no cómo ella esperaría.

—¿Te cuesta hablar con tu nueva voz? Tal vez tenga que arreglar eso luego.

—No-no — Contestó el ser mientras negaba aquel hecho.

—¿Al menos podrías contestar sobre cuál es tu nombre? — Volvió a preguntar ella.

—Coper-Copernicio — Contesta con menos problema el ser, revelando ser ese su nombre.

—¡Lograste hablar un poco mejor! — Exclamó la doctora — Entonces ese es tu nombre: "Copernicio" ... Es extraño...

El ser, que respondía a ese nombre asintió con la cabeza, a lo que intentó presentarse por completo, sintiéndose un poco más seguro de hacerlo a pesar de los problemas con su voz.

—Coper-nicio me solía lla-llamar, soy un guard-dián.

—Pues es un gusto conocerte Copernicio, puedes llamarme Hera Wolfram. — Se presenta amablemente la doctora Hera una vez que escucha a Copernicio presentarse. — Seré tu doctora ¿O tal vez mecánica? Desde ahora. Tengo que asegurar de que te acostumbres a tu nuevo cuerpo.

—¿D-dónde estamo-os?

—Te encuentras en el hospital distrital de la ciudad de Dorana — Responde la doctora Hera, pero nota que aquello no hace más que confundir a Copernicio, por lo que intenta seguir explicando: —La ciudad de Dorana en la Nación de Spirala ¿No te suena? ¿Tal vez si te digo el planeta Aureol?

—Así que est-te es el tan dichoso Dorana... No c-creí que fuera un lugar como es-ste. — Dice Copernicio, quién luego de comprender a la doctora, mira a la ventana a su lado, presenciando el paisaje. —Por mucho tiem-mpo creí que Dorana era un tipo de base...

—¿No sabías que era una ciudad? ¿Entonces cómo fue que llegaste aquí si no sabías cómo era la ciudad?

—Me tr-trajeron, tan sólo me dijeron-on que debía ir a Do-dorana una vez que me encontraran. Siempre se habla-aba de este lugar.

—Curioso, se nota que nunca has estado aquí en tu vida... Pero dime ¿Qué fue lo que pasó para que vinieras aquí?

—Un ataque... Todos murieron, s-sólo yo quedé — Contestó de manera ambigua Copernicio, lo que confundió a la doctora Hera.

—¿Podrás explicarme mejor lo que pasó?

—Cómo guardianes, debemos pelear contra va-rias amenazas en el cosmos. Pero hubo una que no p-pudimos contener.

—¿Ustedes hacían eso? ¿Y quienes exactamente los crearon?

—Ustedes ¿Acas-so nunca escucharon de nostr-tros los guardianes? Peleábamos por ustedes. — Respondería confundido, lo que despertó muchas dudas en él.

—Nunca, ni siquiera sabía que había amenazas más allá de este mundo.

Al escuchar eso Copernicio se quedó en completo silencio tras tal revelación, era incapaz de creer que algo así sea posible y sus dudas no hacían más que crecer, lo que hizo que este se sienta desorientado sobre lo que estaba pasando, algo que se daría cuenta la doctora.

—¿Estás bien? ¿Pasa algo malo?

—Dime que-e al menos los sacerdotes avisaron del peligro que se avecina.

—¿Te refieres a los sacerdotes del templo de la espiral? No sé de qué estás hablando, no hubo ninguna noticia de algún peligro o algo así. — Contestó extrañada la doctora ante lo dicho por Copernicio.

—¡No puede ser! Debo ir a hablar con ellos de inmediato — Exclama Copernicio e intenta levantarse de la cama, pero es detenido por la misma doctora. —Moriremos si ellos no hacen nada, al igual que todos mis hermanos.

—Relájate un poco por favor, aún no estás en condiciones para que vayas por tu cuenta. Vas a romper muy rápido tu cuerpo de esta manera.

—Pero debo ir, no puede ser que no hayan dicho nada. He visto lo peligrosa que es ella y no quiero que todos los sacrificios de mis hermanos hayan terminado siendo en vano.

—¿Ella? ¿A quién te refieres? — Cuestionó la doctora Hera al escuchar que se refería a tal peligro cómo un alguien.

—Es la Hélix oscura, la reina de los Hélix. Ellos son una especie muy peligrosa y estuvimos luchando contra ellos desde hace un montón de tiempo.

—¿Y qué tan peligrosa es esa tal "Hélix oscura"?
—Más de lo que crees, si ella acabó con todos los guardianes como yo, puede que no haya esperanza de poder vencerla. Y menos si no hacen nada. — Al decir esto, el tono de Copernicio se vuelve más serio e incluso deja de tartamudear, notándose que eso se trataba de un tema realmente delicado para él.

—¿Y en serio quieres ir ahora con los sacerdotes del templo de la espiral?

—Es que ellos debieron haber hecho algo, pero veo que no les importó. Por eso debo ir a hablar con ellos.

—Ojalá fuera así de fácil, pero no puedes ir en estas condiciones. — Mencionaría la doctora ante la insistencia de Copernicio, que, aunque parecía entender su preocupación, ella priorizaba el que pueda mejorar pronto y adecuadamente.

—Pero no hay más tiempo... — Dice Copernicio, notándose nervioso por el tono del mismo.

Inesperadamente, la puerta de la habitación sería abierta con fuerza, alguien más entraría al lugar, lo que asustó en un principio a Copernicio, pero lo doctora reconocería de quién se trataba la persona que entró al escuchar la voz de esta.

Una voz femenina y ciertamente chillona comenzaría a hablar, llamando a la doctora con cierto nerviosismo, mientras se escuchaba cómo esta misma se acercaba diciendo: —¡Doctora Hera! ¡Hay gente que la busca! — Y mientras esa voz decía esto, una chica, con un uniforme similar a la doctora, pero mucho más joven cruzaría la cortina de aislamiento, resultando ser ella quién llamaba con insistencia.

—¡Doctora Hera! Al fin la encuen...— Dice la joven al ver a la doctora, pero se queda a media palabra al percatarse del hecho de que Copernicio estaba despierto, por lo que del miedo se esconde tras la espalda de la doctora.

Ella comenzaría a temblar ante la presencia de Copernicio, siendo para él curioso, pues mientras que la doctora Hera siempre fue amable y mantuvo la calma con él, aquella chica sintió temor por la apariencia mecánica de él.

—Está despierto... — Dijo la joven en voz baja mientras se escondía de la vista de Copernicio, lo que dio bastante gracia a la doctora.

—Así es ¿Y sabes qué debes decir cuando te encuentras con un paciente de esta manera? — Pregunta en tono burlón la doctora Hera a la joven, quien seguía aterrada de Copernicio.

—Hola... Qué bien que ya despertaste... — Contestó la joven, dirigiéndose a Copernicio, aunque su miedo le impidió hablar de una manera más educada. — Espero que las piezas nuevas que te pusimos encajen mejor...

—Soy Copernicio, muchas gracias por haberme rearmado junto a la doctora. — Mencionó de manera educada Copernicio, pero ella se negó a devolverle la palabra.

—¿Acaso no te vas a presentar? — Cuestiona nuevamente la doctora a la joven, pero ella no está dispuesta a hablar en presencia de Copernicio.

—¡NO! ¡Así está bien! — Respondió la chica intentando calmar las insistencias de la doctora Hera, para luego cambiar de tema para decir: —Doctora Hera, debe ir rápido a la recepción. Hay gente que desea verla.

Al escuchar eso, la doctora miraría el reloj que llevaba en una de sus muñecas verificando la hora. Por lo que una vez que realizó esto, agarró las anotaciones que tenía y se levantaría de su asiento.

—Ya vuelvo dentro de unos minutos, no te muevas de aquí si es posible. — Dice la doctora a Copernicio, por lo que este tan sólo puede hacer un gesto asertivo.

La doctora Hera se retiraría del lugar junto con aquella miedosa chica, dejando solo a Copernicio en aquella habitación, haciendo que este no tenga de otra que pensar mientras veía el exterior a la ciudad por la ventana, sintiendo gran vacío y un inexplicable sentimiento de culpa.

A través de la ventana y gracias a la altura en la que se encontraba podía ver cómo era la ciudad, en dónde las estructuras eran altas y blanquecinas, dónde destellos de una tonalidad dorada decoraban varias cosas cómo postes o barandales, y nunca parecía faltar plantas y decoraciones con aquella peculiar forma de espiral.

Lo que vio harían reflexionar a Copernicio de gran manera, pues aquél era un mundo distinto para él. La cantidad de colores, ruidos y hasta de gente tan distinta contrastaba mucho con el lugar dónde originalmente venía. Pues hasta el cielo rojizo era diferente a lo que alguna vez vio.

Indirectamente pensar en su planeta natal, Copernicio comenzaría a revivir momentos traumáticos que había presenciado allí. No era capaz de sacar de su cabeza aquellos momentos en dónde perdió de manera tan cruel a sus hermanos a manos de sus enemigos y cómo perdió a gente muy importante para él.

Entonces en su cabeza comenzó a resonar lo dicho por aquella voz en la pesadilla, tal vez todo se trataba de su culpa, por no haber sido lo suficientemente valiente, lo que haría que este comience a culparse de lo sucedido, porque al final, él fue el único que quedó.

—Realmente es mi culpa... Todo fue mi culpa... Perdóname Hassia... — Dice Copernicio mientras se tapa la cara con ambas manos de la vergüenza que sentía por todo.

Pero el momento sería interrumpido cuando un ruido tras las cortinas se logrará escuchar, siendo que asomada muy sutilmente se encontraba aquella joven que sentía cierto terror hacía él, quién se asustó una vez que Copernicio se percató de su presencia, saliendo de su escondite para disculparse.

—Realmente lo siento por ser una chismosa. Le juro que no logré escuchar nada. —Mencionó avergonzada la chica y hasta inclinó la cabeza en señal de esto, lo que extrañó a Copernicio por su comportamiento.

—No debes preocuparte ni disculparte, no tienes ninguna culpa de esto. — Contestó Copernicio ante las disculpas de la chica, quién quedó confundida ante la reacción de Copernicio.

—Aún así asumo la responsabilidad de mis actos y procederé a irme. Disculpe las molestias.

—Pero si has hecho algo tan simple como escuchar, tampoco se trata de un crimen mortal.

—Igualmente, discúlpeme mil veces por mis acciones. —Contestó la chica y procedería a retirarse, aunque Copernicio intentaría detenerla sin éxito.

—E-espera, no era... Ah ya que... —Intentaría decirle Copernicio a ella, pero ya era muy tarde, pues la chica ya había tomado su decisión.

Cuando la joven se retiró de la habitación, tan sólo luego de cerrar la puerta tras ella, se inclinaría con el rostro cabizbajo mirando el suelo del gran pasillo que conectaba cada habitación de aquella planta, sintiendo verdadera vergüenza de lo que había pasado.

—¿Por qué alguien cómo eso me decidió perdonar? ¿Ahora se supone que lo hacen? ¿Por qué? — Comenzó a preguntarse la joven mientras veía al suelo en señal de disgusto. —Es tan sólo una máquina, cosas cómo esas no deberían importarle, pero aun así... Decide perdonarme...
Tras decir eso, la chica queda pensativa por unos segundos, hasta que alguien llama por la atención de una enfermera en una de las otras habitaciones, por lo que sin opción ella decide ir y no pensar mucho en lo que pasó, tal vez.

Volviendo con Copernicio, él seguiría esperando por varios minutos al regreso de la doctora o tal vez la llegada de alguien más, pero siempre permaneciendo en la camilla cómo se lo ordenó la doctora. Aunque más pronto que tarde los malos recuerdos volvieron.

Aún recordaba la batalla aquel día, y era tal cómo en la pesadilla, pues el viento soplaba más fuerte de lo normal en la región y las defensas de la base quedaron inservibles por culpa de las olas de arenas que eran levantadas por el viento.

Y así, aprovechando el momento más débil, varias naves descenderían del cielo y más pronto que tarde bajaron la superficie los enemigos. Pareciendo una pelea normal que solía darse entre ambos bandos, pero algo no estaba bien, lo que sería una señal del comienzo del fin de todos los guardianes.

Entonces de la nave descendería aquella a la que todos temían, una guerrera superior a cualquier guardián que se cruzase por su camino, pues se trataba de la reina quién venía a buscar algo que se le había sido arrebatado hace mucho tiempo.

Aunque Copernicio intentó salvar a quienes conocía, pronto no quedó nadie más que él, su mentora Hassia que terminó perdiendo la vida de la forma más aterradora posible, un hecho revivido en la pesadilla que jamás podrá olvidar. Pero también estaba alguien más con él que no podía recordar, alguien que estuve hasta el final, pero su memoria era incapaz de procesar su identidad.

De pronto, los recuerdos del suceso comenzaron a volverse borrosos y difusos, parecía que había un hueco en sus memorias que evitaba que logrará recordar por completo todo el momento. ¿Tal vez era por lo traumático que resultó la experiencia? ¿O había algo más? Pero eso ya no importaba ahora, ya que debía centrarse en su nuevo objetivo ahora: "Hablar con los sacerdotes nuevamente".

Inesperadamente el momento de reflexión sería interrumpido al escucharse la puerta abrirse nuevamente, lo que despertó curiosidad en Copernicio. Y su extrañeza aumentaría cuando varios pasos comenzaron a acercarse, se trataba de más de una persona el que entró a la habitación.

Entonces pasaron tras la cortina dos niños humanos, idénticos uno del otro, los cuales llevaban un uniforme con caracteres y símbolos extraños además de que la ropa de ambos era diferenciada por colores distintos, ya que uno era azul y el otro verde.

—¡Mira, se ve totalmente diferente a la primera vez! ¡Ya no se ve cómo un pedazo de chatarra! — Diría sin vergüenza alguna el niño que llevaba la ropa verde.

—¡Ey! ¡No digas esas cosas! ¿No ves que está despierto? — Regaña el otro niño, quién lleva la ropa azul.

La aparición de estos niños confunde a Copernicio, ya que nunca los había visto, pero en cambio ellos parecían conocerlo desde que llegó a la ciudad, pero para su suerte la doctora Hera aparecería dispuesta a explicar lo que pasaba.

—¿Quiénes son ustedes? — Decidió preguntar Copernicio a esos niños desconocidos.

—Yo soy Aventurin o Venturin. Y él es mi hermano Crisocol. — Se presentaría el niño vestido de verde: Aventurin, a la par presentando a su hermano: Crisocol, quién viste de azul.

—Ellos son los niños que te estuvieron visitando a diario desde que llegaste, son sirvientes del templo de la espiral. — Explica la doctora Hera a Copernicio.

—¿Entonces ustedes fueron quienes me trajeron aquí.

—Si, por petición de los sacerdotes. Querían que estés de vuelta mejor para poder hablar contigo. — Responde Crisocol ante la incógnita de Copernicio, sorprendiéndole la respuesta a este último.

—¿Ellos querían hablar conmigo? ¿Por qué?

—No lo sabemos, pero seguramente tenían algunos asuntos importantes para hablar. — Contestaría Aventurin. Lo que deja notablemente impactado a Copernicio, pues se trataba de una buena oportunidad para poder hablar con ellos de una vez por todas.

—Eso es bastante interesante ¿Podrían llevarme con ellos ahora?

—Claro, si es que ya puedes ponerte de pie. —Diría Aventurin.

—¿Seguro que no necesitarás alguna ayuda? —Preguntaría en cambio Crisocol.

—No se preocupen, yo podré hacerlo solo. — Respondió Copernicio, pero enseguida es detenido por la doctora Hera.

—¿Estás seguro de qué serás capaz de poder caminar? Recuerda que este cuerpo no es igual al que tenías anteriormente. —Comentó la doctora Hera ante lo que estaba a punto de hacer él.

—Claro, siempre he caminado desde siempre, no pude haberlo olvidado en unos simples días.

Por lo que intentando probar su punto se levantaría de la camilla, pero con algo de desequilibrio que él intentó controlar estando parado con ambos pies en el suelo, pero al intentar dar un paso este casi cae al suelo, pero es sujetado a tiempo por ambos niños quienes con esfuerzo lo volverían a sentar en la camilla, demostrando que la doctora tenía razón debido a lo inestable que resultaban sus nuevas articulaciones para él.

—Te lo dije, aún no te acostumbras, tu peso al principio será complicado de equilibrar. — Menciona la doctora tras ver aquel intento fallido lo que comienza a preocuparla. — ¿Pero aun así quieres irte hasta el templo de esta manera?

—Pero no quiero perder esta oportunidad para ir a verlos. Ya te dije que no nos queda mucho tiempo. — Contestó Copernicio, tratando hacer entrar en razón a la doctora.

—Entiendo que te preocupe eso, pero ya has visto que eres incapaz de dar un paso con normalidad.

—Aun así, señora Hera, podemos ayudarle si lo sujetamos los dos. — Comenta Aventurin, lo que deja pensativa a la doctora.

—¿Y bien doctora? ¿Qué va a decidir? — Pregunta Copernicio nuevamente.

—Veo que no hay de otra, te llevaré con los sacerdotes. Pero por ser tu doctora obligatoriamente debo acompañarte, y de paso te guiaré por la ciudad. — Contestó la doctora Hera tras pensarlo, lo que emociona a Copernicio.

Tras decir eso y con ayuda de los niños, Copernicio se levantó nuevamente de la camilla para poder ir, pero esta vez caminaría con la ayuda aquellos niños, quienes amablemente sujetaron a Copernicio para que logre caminar un poco mejor, mientras la doctora los llevaría hasta la puerta de la habitación.

Al cruzar la cortina aislante en dónde estaba anteriormente Copernicio, vería el resto de la habitación en dónde se encontraban, pues, aunque había varias otras camillas para otros pacientes, ordenados y preparados, no había nadie más que él allí que ellos, lo que desconcertó a Copernicio.

Luego de esto ellos llegarían hasta la puerta de la habitación y pasan sin problema hacía el pasillo, dónde se encontrarían nuevamente con alguien que anteriormente vieron.

Pues caminando de un lado a otro se encontraba aquella chica que en una ocasión anterior buscó a la doctora Hera, pero esta vez ella se encontraba ocupada haciendo su labor allí, hasta que se percata de la presencia de la doctora, los niños y el guardián.

—¿Doctora Hera? ¿Qué pasa? ¿Por qué están aquí? — Preguntó de manera incesante la chica al ver lo que estaba pasando. —¿Acaso irán a alguna parte?

—Debo llevar al paciente a dar una vuelta para que mejore. Si preguntan por mi diles que no estoy disponible ahora. — Responde la doctora con una media verdad, el cuál no logra convencer del todo a ella.

—¿Llevarlo junto con la visita? Eso no es normal ¿Acaso ya los del templo se lo van a llevar?

—No es lo que crees, ellos tan sólo se dispusieron en ayudar al paciente para que pueda hacer recorrido de mejor manera.

—¿Estás segura? ¿Y si los superiores de descubren?

—Tranquila, por eso quiero que, si llegan a preguntar por mí digas que estoy con la rehabilitación del paciente ¿Sí?

—Pero doctora... — Intenta decir la chica, pero es interrumpida por la doctora.

—Regreso en una hora aproximadamente, no te preocupes. — Dice la doctora, y ante esto la chica tan sólo contesta asintiendo la cabeza.

Por lo que una vez que hablaran con la chica, ellos ya podían continuar con su camino al templo, pasando por diferentes pasillos de aquella planta del hospital que se veían extensos, casi eternos, mientras la luz del día iluminaba las paredes y el piso a través de las múltiples ventanas que había en estos corredores.

Para poder aligerar el trayecto, Copernicio decidiría preguntar algunas cosas a la doctora para así conocer un poco más de aquel lugar, comenzando con una duda que lo carcomía: —¿Por qué hay tan pocas personas en este lugar, si se trata de un hospital? — Algo que a la doctora costaría contestar.

—Bueno eso es lo que parece, tú san sólo estás viendo una pequeña parte de todo este hospital. — Contestaría la doctora, comenzando a explicar un poco más a Copernicio sobre ese lugar. —En este bloque no vienen muchas personas a diario, ya que esta es la zona de emergencias y dónde tratamos casos muy severos.

—Pero esto es tan sólo para casos que casi siempre ya no tienen una forma de tratar o curar. Ya que, debido a la naturaleza de nuestra especie, la auto regeneración se encarga de salvarnos cuando lo necesitamos. — Continúo diciendo la doctora.

—¿Acaso pueden curarse a sí mismos? ¿Ustedes son capaces de eso? — Preguntó impresionado Copernicio ante lo dicho.

—Si, pero en tan sólo la mayoría de los casos, otras personas no cuentan con esa suerte...

—¿Pero por qué sus cuerpos son capaces de eso?

—Es algo natural en la mayoría de los casos, nuestra especie desde siempre se ha caracterizado en eso. De hecho, dicen que tal vez nosotros, los humanos Aurelitas tengamos alguna descendencia de los anfibios.

—Qué extraño, pues los humanos que llegué a conocer antes de venir aquí no tenían algo así... De hecho, se ven un poco diferentes a ustedes.

—¿Ya habías visto humanos antes? — Preguntó extrañado Crisocol.

—Si, pero era una especie diferente a ustedes. —Contesta Copernicio, cómo si para él esa no fuera una nueva revelación.

—Espera ¿Existen más tipos de humanos? — Pregunta también Aventurin, quien se vería impactado por lo dicho.

—Más o menos, pero ellos, aunque se veían en cierta parte igual a ustedes, había bastantes diferencias.

—¿Cómo cuáles?

—La piel de ustedes es muy pálida a comparación de ellos, tenían una tonalidad más rojiza.

—Qué extraño... ¿Y cómo fue que terminaste conociendo a esos "Humanos"? — Decidió cuestionar la doctora Hera ante las afirmaciones.

—Es que en realidad los creamos.

Ante esa respuesta, la doctora quedaría en shock, al igual que los niños, por lo que con bastantes dudas la doctora preguntó: —¿Cómo es posible eso? — Notándose impactada por aquella afirmación.

—Si, nosotros llegamos a crear humanos, por petición de los sacerdotes. — Contestó Copernicio, quién no entendía muy bien la sorpresa de ellos.
—¿Ellos? ¿Y por qué pidieron eso? — Pregunta Crisocol, muy confundido.

—No lo sé, pero los hicimos a base de una especie que hace bastante tiempo se extinguió, pero no eran de algún planeta que se conociera. — Responde Copernicio, mientras menciona aquel dato.

—¿Eso significa que ya antes había humanos en el espacio? — Pregunta Impresionado Aventurin.
—Posiblemente. Pero ninguno de ellos pudo sobrevivir a los ataques de los Hélix.

—¿Qué quieres decir? ¿Acaso los mandaban a pelear? — Cuestionó la doctora.

—No, jamás haríamos eso. Eran muy débiles y siempre eran los objetivos principales de los Hélix y los raptaban o directamente ejecutaban, por eso muchos murieron y al final ninguno quedó. — Explicó a Copernicio, lo que deja a todos allí bastante impactados.

—Qué extraño, creí que ustedes tan sólo se dedicaban a pelear contra cosas en el espacio y visitarnos de vez en cuando. — Dijo Crisocol al escuchar todo eso.

—Eso es bastante interesante... — Mencionó la doctora, quién quedó asombrada por todo lo explicado por él.

Mientras ellos hablaban de ese tema, llegaron a unas escaleras que llevaban hacía la primera planta del edificio, por lo que bajaron por estas. Pero al hacerlo se encontraron con unas escaleras largas que se deformaban de una espiral descendiente y con la arquitectura blanquecina del lugar hacía que pareciera que esta fuese sacada de una obra de arte.

Y una vez que bajaron hasta lo que es la primera planta, se encontrarían con la recepción del hospital, donde también se encontraba la entrada y salida del edificio, por lo que sin perder más tiempo avanzaron hasta cruzar las grandes puertas.

Al otro lado se encontraron con una vista cercana a la ciudad, pues al dar unos pasos fuera del hospital rápidamente se encontraron con varios camios caminos y edificios de gran estructura por todas partes, lo que hizo sentir a Copernicio que lo que vio desde su ventana no era más que una pequeña parte de la ciudad.

La doctora Hera guío a todos en dirección del templo donde se encontraban los tan dichosos sacerdotes, pasando por múltiples lugares de aquella ciudad, con suma cautela con el propósito de no llamar mucho la atención de la gente, ya que la apariencia de Copernicio podía resultar incómoda o amenazante.

Pasaron por lo que parecían varios balnearios, dónde la arquitectura geométrica que se asemejaba al bismuto sólido destacaba, junto con sus propios jardines colgantes, que daban vida a la estructura.

Copernicio se quedó fascinado por cómo lucía las varias estructuras de la ciudad, destacándose entre los blanquecino y aquello dorado que siempre predominaba en cada una de estas construcciones. Todo lo contrario a lo que había visto toda su vida.

—¿Es tu primera vez viendo lugares así? — Pregunta la doctora Hera a un impresionado Copernicio, mientras avanzaban.

—Jamás había visto algo como todo esto, es muy diferente a los edificios que construíamos en Moscovita.  —Respondió Copernicio, maravillado de lo que veía.

—¿Moscovita? ¿Es en dónde vivías? — Cuestionó Crisocol al escuchar tal nombre.

—Si, era una lejana luna. El cuál orbitaba alrededor de un planeta al que llamamos N7. — Explica Copernicio respecto a su anterior hogar. —Todo allí era gris y el cielo bastante oscuro, parecía siempre estar de noche.

—Todo aquí es tan colorido y vivo, es todo lo opuesto a Moscovita.

—¿Y cómo es que vivían allí? ¿Cómo eran sus casas? — Decide preguntar Aventurin.

—Eran bases subterráneas, debido a que era peligroso construir en las superficies por lo múltiples ataques.

—¡Vaya! Eso suena increíble. Ya me hubiera gustado ir a ver cómo eran sus bases. — Menciona Aventurin al escuchar eso.

—No eran la gran cosa... Ese planeta era como un infierno gris, todo era desiertos, infinitos desiertos.

—¿Y quiénes los mandaron a un lugar cómo ese? — Preguntó la doctora, intrigada.

—No lo sé, han pasado tantas generaciones de guardianes que ya casi nadie recordaba exactamente quiénes. Tal vez los sacerdotes o alguien más... — Responde Copernicio, pero ya no le queda más tiempo para hablar, ya que al fin llegarían a aquel lugar.

Entonces la charla es interrumpida cuando llegan finalmente al templo de la espiral, el cual estaba detrás de una gran muralla custodiada por unos guardias. Pero cuando se percataron de la presencia del guardián y de los dos niños que lo acompañaban, les dejarían entrar sin problema. Siendo al otro lado de la muralla un sitio un gigantesco lleno de jardines y pequeños edificios dispersos en varios lugares del mismo.

Aquel lugar emanaba un ambiente tranquilo, lo que también se vio en los sirvientes del lugar, niños similares a Crisocol y Aventurin, e incluso con mucho parecido a ellos, pero de alguna manera fríos y sin alguna pizca de sentimientos comparado con ellos, y todos ellos se encontraban en varias partes de este mismo jardín, cuidando de este ambiente, aunque no podían ignorar la presencia del guardián Copernicio.

Aun así, ellos continuarían caminando hasta llegar a unos de los edificios principales, el verdadero templo y dónde se encontraban reunidos los sacerdotes. Y Copernicio al ver aquel lugar logró recordar de manera vaga a aquel día que había llegado.

Las puertas del templo se abrirían dándoles la bienvenida, mientras los sirvientes que estaban allí miraban con cierta curiosidad quienes era sus nuevos visitantes, pero su curiosidad se tornaría en asombro y miedo por Copernicio.

Los niños que se encontraban con Copernicio lo guiarían a él y a la doctora hasta la sala dónde se encontraban los sacerdotes, pasando por varios pasillos llenos de arte religioso relacionado con espirales y las deidades que ellos alababan, junto con los colores dorados que predominaban en todas partes.

Pero tras un largo recorrido por aquel laberintico lugar, llegaron a la sala dónde finalmente los encontrarían. Por lo que allí entraron y se encontraron a los sacerdotes, quienes hablaban entre ellos de diferentes temas. Pero el ambiente se vería silenciado por la llegada de Copernicio al lugar, siendo puestos en él todas las miradas de los presentes.

—¡Bienvenido seas! ¡Es un gran gusto que estés aquí con nosotros, guardián! — Exclama con gran voz una de las sacerdotisas de allí, quién destacaba de los demás por su peculiar apariencia y personalidad.

—Muchas gracias niños, han hecho un buen trabajo. Pueden retirarse — Dice la mujer y obedeciendo a su palabra ambos niños deciden retirarse, dejando a la doctora a cargo de Copernicio.

—Tengo bastantes preguntas que hacerles a todos ustedes. — Mencionó Copernicio, quien ya dejaba claro el por qué vino.

—Veo que la doctora y su hija han hecho un buen trabajo arreglándolo, estoy impaciente de saber qué tiene para preguntarnos.

—Sobre la amenaza de los Hélix ¿Han advertido a la población sobre el peligro que viene en camino? — Decidió preguntar Copernicio, escuchándose con cierto enojo en su tono.

—No y seguramente lo has notado, por eso viniste aquí ¿O me equivoco? — Comentó aquella sacerdotisa, con un tono un poco arrogante.

—Pero ¿Por qué no lo han hecho? ¿No saben lo peligroso que es que no hagan nada?

—No podemos, es una noticia muy delicada y de tal magnitud, sólo hará que la población se descontrole y caiga en el pánico. Cosa que no queremos. Aunque los demás templos ya están al tanto de eso. — Explica la sacerdotisa, seria y segura de sus palabras. — Ya nos ha pasado una vez, y no queremos que vuelva a pasar.

—Pero un gran peligro viene en camino ¿Y deciden hacer esto? ¿Acaso el sacrificio de todos los guardianes no les vasto cómo advertencia? — Cuestionó Copernicio.

—Si tomamos acciones, más de los que crees, pero no podemos revelar una noticia de ese estilo a la gente o sucederá un peor caos. Hay cosas en lo que simplemente no podemos intervenir.

Ante aquella tensa conversación, la doctora Hera decidió intervenir, quién se encontraba un poco perdida entorno a lo que significaba todo esto.

—Disculpe sacerdotisa principal... ¿Podría explicarme qué exactamente es lo que está pasando? — Preguntó la doctora.

—Bueno, es una larga historia realmente. Pues, en resumidas cuentas, tenemos ciertos conflictos con una especie a los cuales llamamos Hélix. Ellos por siglos nos dieron problemas y para mantenerlos a raya creamos a los guardianes, pero ahora resulta que los exterminaron a todos. — Explica la sacerdotisa a la doctora. —Ellos acabaron con todos nuestros objetos valiosos y ahora vienen a por nosotros.

—Pero ¿Los Hélix no son los nombres de los demonios en nuestro folclore?

—Si y les decidimos darles ese nombre debido a que nunca supimos cómo se llamaban. Sólo sabemos que son una raza guerrera que busca destruirnos cueste lo que cueste.

—Está omitiendo algo... — Susurró Copernicio a la doctora, quién quedaría perpleja ante esa afirmación.

Inesperdamente, la puerta de la sala se abriría fuertemente y un sirviente nerviosamente entraría y se dirigiría frente a la sacerdotisa. Lo que extrañó a todos allí.

—¿Qué es lo que sucede? — Procede a preguntar la sacerdotisa al sirviente.

—¡Un mensaje mandado de la estación espacial Dia! — Respondió el sirviente, mientras sostenía una nota. — Han encontrado uno de los objetos.
La sacerdotisa al escuchar eso lee la nota que se la da el sirviente, mostrándose en su expresión un asombro tal que hace que una sonrisa aparezca en su rostro.

—¡Gracias a los dioses de la espiral! ¡Han encontrado a uno de los objetos que creíamos destruidos por los Hélix! ¡Aún podemos ganar esta batalla! — Exclamó emocionada la sacerdotisa, lo que hizo que todos allí comenzaran a festejar, excepto Copernicio y la doctora.

—¿Podría ser ella? — Se preguntó Copernicio, siendo oído por la doctora Hera, quedando confundida de lo que estaba pasando.

—¿Ella? ¿Te referiste a eso cómo ella? — Preguntó la doctora extrañada.

Y así el momento que era para algunos de festejo, para Copernicio simbolizaba un mal augurio, ya que sabía que algo malo estaba por ocurrir por culpa de esa noticia.

Fin de capítulo 1.

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